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Elizabeth Thompson. 18 de febrero del 2016, el Olimpo.

Las espadas chocaban entre sí, Elizabeth intentaba seguirle el ritmo a Evan pero era casi imposible. La espada pesaba demasiado y el rubio era demasiado rápido.

La albina iba retrocediendo a cada choque y cuando se golpeó con la pared la espada de Evan se detuvo en su cuello.

—Eres demasiado mala en esto —se burló.

—Como tú dijiste, yo no entrené toda mi vida para esto —jadeó.

Se despegaron de la pared y caminaron nuevamente al centro del lugar. Evan le indicó con un movimiento de cabeza que levantara la espada y ella lo hizo.

—Brazos flojos —dijo mientras agarraba el filo de la espada y la sacudía con facilidad—. Si quieres tener un buen manejo de espada debes mantenerte firme, sino, serás niña muerta en el campo de batalla.

Elizabeth frunció el ceño y centró su fuerza en sus brazos.

—Separa las piernas y pon una un poco más adelante que la otra —hizo lo indicado y Evan la inspeccionó—. Mejor.

El rubio se puso detrás de ella poniéndola nerviosa, pasó sus brazos alrededor de la más baja y sostuvo la espada sobre las manos de Elizabeth.

—La espada se mueve así —acompañó la oración con movimientos lentos de espada. La giró hacia la derecha, por encima de la cabeza y luego lanzó un ataque en diagonal hacia el frente—. Agarra impulso y el golpe será más fuerte. Tú sola.

Él se alejó y vio a Elizabeth repetir los movimientos que él le había mostrado.

—Más rápido —ordenó, Elizabeth lo hizo con dificultad—. Más, más, más —repetía una y otra vez cada que la albina terminaba.

—¡Inténtalo tú con esta maldita espada! —gritó harta.

Evan frunció el ceño, le arrebató la espada y repitió el movimiento. La espada se veía como una luz plateada por la velocidad de los movimientos, y luego de unos giros, Evan logró perforar el pecho metálico de un maniquí de práctica.

Le dio la espada nuevamente y repitió:

—De nuevo.

Después de tres horas de un intento de entrenamiento con espada, Elizabeth volvía a su habitación, le dolían los brazos por el peso de la espada y la cabeza por los insistentes gritos de Evan.

La había hecho repetir el mismo movimiento una y otra vez hasta que mantuvo un ritmo aceptable. Le corrigió una innumerable cantidad de veces la postura de piernas y más de una vez la tiró al suelo con su propia espada.

Su estómago rugía, suplicando por algo de comida, pero estaba tan mareada que sentía que si comía algo lo iba a terminar vomitado más rápido de lo que se terminaba el plato. Aparte de que Evan le había dicho que volviera a su habitación por su cuenta así que no tenía ni idea de dónde debía ir. Aunque “ya estoy harto de ti” hubiera quedado mejor a lo que le dijo.

Después de dar vueltas y vueltas por dónde suponía que estaba su habitación, finalmente encontró la puerta blanca con dorado que ahora le pertenecía, entró y se desató la trenza, se deshizo de las sudorosas prendas que vestía y se metió a la ducha.

Cerró los ojos y dejó que la lluvia artificial cubriera su cuerpo.

Evan. 10 de febrero del 2016, el Olimpo.

—¿Cómo fue el primer entrenamiento? —preguntó Zeus cuando Evan ingresó al salón del trono.

Los otros dioses estaban haciendo otras cosas así que no se encontraban ahí, lo que era un alivio ya que Zeus no tenía ganas de discutir sobre la chica.

—Difícil. Necesitará mucho tiempo de entrenamiento si enserio quieres que llegue al nivel de los semidioses —confesó.

No tenían mucho tiempo, eso era lo que más escaseaba en esa situación, no tenían ni diez años, probablemente ni cinco, debían apurarse.

—No me importa qué hagas, Evan, pero esa chica debe de ser la mejor lo más rápido posible. Te puedes ir.

Evan hizo una reverencia y salió, las campanadas del enorme reloj en la cima del Olimpo resonaron con fuerza, ya eran las cuatro de la tarde, sin dudas la albina tendría hambre.

Con ese pensamiento en la cabeza se dirigió al comedor y tomó dos bandejas de comida, las llenó de puré de papa, pechugas de pollo y ensalada, estaba por irse pero Arsen se acercó a él.

—Entonces esa es la chica —afirmó, y Evan asintió al recordar su encuentro en el salón del trono—. Es muy bonita, ¿tú te encargarás de ella? —observó la bandeja de comida extra.

—Sí, pero no puedo dar información de más. Me tengo que ir, Arsen, nos vemos luego —agarró las dos bandejas y salió del comedor.

Había notado las miradas curiosas de algunos semidioses y guerreros que estaban almorzando, no le sorprendía pero sí le incomodaba, era el único que había hablado con la chica a la que tanto habían buscado, supuso que era normal que todos quisieran saber algo de ella.

Llegó a la habitación de la albina y tocó la puerta para luego abrir. Elizabeth estaba en su cama, acostada y viendo al techo, pero volteó al notar que Evan abrió la puerta.

—Ten —le extendió la bandeja de comida.

—Gracias —Elizabeth se incorporó y tomó la bandeja empezando a comer, Evan se sentó en la orilla de la cama e hizo lo mismo.

—El comedor está ocupado de dos a cuatro de la tarde, los semidioses almuerzan a esa hora, si quieres comer ahí, tendremos que ir a las cinco, pero supongo que podemos comer aquí si quieres —dijo entre bocados.

—No tienes que molestarte en comer conmigo todos los días —murmuró la albina.

—Lo quiera o no, es más conveniente que comamos juntos —no negó que era una molestia—. Tendría que ir por la comida, traértela y luego volver a ir para comer yo. Y si vamos al comedor a las tres, comeremos juntos de todas formas.

—De acuerdo.

Comieron en total silencio, solo los cubiertos sonaban en la habitación. Al terminar, Evan volvió a hablar.

—El entrenamiento de hoy no fue tan fuerte ya que fue el primero. Prepárate para mañana, no pararemos hasta el anochecer. Vendré por ti a las seis de la mañana, más te vale estar despierta y vestida para entonces. No soy paciente, te tiraré de la cama si no estás lista.

Tomó ambas bandejas y salió de la habitación a paso veloz, tenía más cosas que hacer.

[ EDITADO ☑️ ]

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