Reunión Overlord
Pasaron dos semanas desde el incidente con Ben. Durante ese tiempo, Velvete había estado conteniendo su ira, guardándola como un veneno que planeaba liberar en el momento preciso. La reunión de los Overlords se acercaba, y ella sabía que era su oportunidad para cambiar el rumbo de las cosas.
El día de la reunión llegó. Velvete entró tarde a propósito, queriendo crear un efecto dramático. Los otros Overlords ya estaban sentados alrededor de la gran mesa, discutiendo asuntos menores del Infierno. Sin previo aviso, Velvete arrojó un objeto envuelto en tela sobre la mesa. El paquete rodó, dejando un rastro de sangre dorada, hasta detenerse en el centro.
Con un gesto teatral, Velvete descubrió el objeto, revelando la cabeza cercenada de un ángel. Los ojos vidriosos y el rostro congelado en una expresión de horror provocaron jadeos y murmullos entre los presentes.
"Damas y caballeros," comenzó Velvete, su voz cargada de una falsa dulzura, "creo que es hora de que hablemos de guerra."
Aprovechando el shock inicial, Velvete comenzó a exponer su caso. Habló de la amenaza que representaban los ángeles, de cómo el exterminio anual era una afrenta a su poder y soberanía en el Infierno. Argumentó que con esta prueba de que los ángeles podían ser heridos y asesinados, era el momento perfecto para contraatacar.
Sin embargo, Carmilla, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, se levantó con gracia. Su presencia imponente captó la atención de todos los presentes.
"Velvete, querida," comenzó Carmilla, su voz suave pero firme, "aunque aprecio tu... entusiasmo, me temo que tus argumentos carecen de solidez."
Carmilla procedió a desmantelar metódicamente cada punto de Velvete:
"Primero, una sola cabeza no constituye prueba suficiente de vulnerabilidad generalizada. Podría ser un caso aislado o incluso una anomalía."
"Segundo, no tenemos información sobre cómo se logró esta hazaña, sin conocer el método, no podemos replicarlo a gran escala."
"Tercero, y quizás lo más importante, no podemos descartar la posibilidad de que este ángel haya sido víctima de uno de los suyos, los conflictos internos no son ajenos a ninguna sociedad, ni siquiera a la celestial."
Velvete sintió cómo su argumento se desmoronaba con cada palabra de Carmilla. La lógica implacable de la Overlord más antigua dejaba poco espacio para la refutación, sin contar que por instrucciones de Vox aun no debian revelar que sabían que fue Carmila la causante de la muerte de este ángel.
Carmilla concluyó: "Sin más pruebas y sin un plan concreto, iniciar una guerra contra los ángeles sería una locura que podría llevarnos a la aniquilación. Sugiero que sigamos observando y recopilando información antes de tomar decisiones tan drásticas."
Los otros Overlords asintieron, claramente convencidos por el razonamiento de Carmilla. Velvete, frustrada pero incapaz de contrarrestar los argumentos, se dio cuenta de que su plan había fracasado. No solo no había logrado iniciar una guerra contra los ángeles, sino que ahora se enfrentaba a la desconfianza de sus pares por haber presentado evidencia tan débil.
Mientras la reunión continuaba, Velvete se sumió en sus pensamientos, planeando su próximo movimiento. Si no podía convencer a los Overlords de luchar contra los ángeles.
Velvete, aprovechando el momento de atención que aún tenía, cambió hábilmente de tema antes de que la reunión pudiera avanzar.
"Antes de que pasemos a otros asuntos," comenzó, su voz cargada de una falsa casualidad, "me gustaría que echáramos un vistazo a algo... interesante que ha estado ocurriendo en el distrito Hellhound del este."
Inicialmente, la mención de este distrito no pareció despertar mucho interés entre los Overlords presentes. Era una zona considerada de poca importancia, casi olvidada por la mayoría de ellos.
"Si me permiten," continuó Velvete, sacando un pequeño control remoto, "me gustaría mostrarles algo con esta pantalla que he traído."
Con un gesto elegante, activó la pantalla. Inmediatamente, imágenes en vivo comenzaron a transmitirse, capturadas por un dron volador de alta tecnología, cortesía de su aliado Vox.
Lo que se reveló en la pantalla captó inmediatamente la atención de todos los presentes. El otrora decrépito distrito Hellhound del este se había transformado de manera radical. Donde antes había ruinas y desesperación, ahora se alzaba una ciudad estructurada y próspera.
Carmilla se inclinó hacia adelante, sus ojos agudos estudiando cada detalle de las imágenes. Alastor, normalmente desinteresado en estos asuntos, se encontró intrigado, su sonrisa perpetua adquiriendo un tinte de curiosidad genuina.
"Como pueden ver," explicó Velvete, disfrutando secretamente de la reacción de sus compañeros, "este distrito, que hace menos de un mes estaba prácticamente en ruinas, ahora parece una metrópolis en desarrollo."
El dron sobrevoló la ciudad, mostrando calles limpias, edificios modernos y, lo más sorprendente, áreas verdes. En las zonas que antes estaban desiertas, ahora se veían campos cultivados con vegetación exuberante.
"¿Son esos... cultivos?" preguntó uno de los Overlords, incredulidad en su voz.
"En efecto," confirmó Velvette. "Frutas y verduras que jamás hemos visto en el Infierno. Plantas que, por todas las leyes que conocemos, no deberían poder crecer aquí."
Alastor se levantó, acercándose a la pantalla para examinar más de cerca. "Fascinante," murmuró. "¿Y quién, me pregunto, es el responsable de esta... transformación?"
Velvete sonrió, sabiendo que había captado por completo la atención de la sala. "Ese, queridos colegas, es el meollo del asunto. El distrito ahora está bajo el control de un forastero, un ser que se hace llamar Ben Tennyson. Y les aseguro, sus habilidades van mucho más allá de la jardinería urbana."
La sala se llenó de murmullos y especulaciones. Carmilla, manteniendo su compostura, se dirigió a Velvete fingiendo sorpresa porque ella ya estaba al tanto de Ben: "Cuéntanos más sobre este... Ben Tennyson, parece que has tenido un encuentro personal con él."
Velvete asintió, preparándose para relatar su experiencia, sabiendo que cada palabra que dijera era beneficiosa para sus intenciones
Carmilla, que había permanecido en silencio durante la mayor parte de la discusión, finalmente habló con un tono cuidadosamente neutral:
"Este Ben Tennyson ciertamente parece ser un individuo... interesante. Sin embargo, creo que sería prematuro considerarlo una amenaza basándonos únicamente en rumores y observaciones limitadas."
Sus ojos se encontraron brevemente con los de Zestial, el único otro Overlord presente que conocía la verdad sobre su relación con Ben. Ambos compartían una opinión mucho más positiva del joven héroe, algo que habían discutido en privado antes de la reunión.
Carmilla continuó, eligiendo sus palabras con cuidado: "Sugiero que, antes de tomar cualquier acción, recopilemos más información, las apariencias pueden ser engañosas, y lo que parece una amenaza podría ser, en realidad, una oportunidad única para el Infierno."
Velvete entrecerró los ojos, sospechando que había más en las palabras de Carmilla de lo que dejaba ver. Sin embargo, no tenía forma de saber sobre la relación cordial que Carmilla y Ben habían desarrollado, ni de las conversaciones privadas entre Carmilla y Zestial.
"Estoy de acuerdo," añadió Zestial, apoyando sutilmente la posición de Carmilla. "No deberíamos precipitarnos. Este Ben Tennyson podría ser un factor de cambio interesante en nuestro... ecosistema."
La reunión continuó, con los Overlords debatiendo sobre qué hacer con esta nueva e inesperada variable en su eterno juego de poder.
Mientras tanto, Carmilla y Zestial intercambiaron miradas de complicidad, sabiendo que tendrían que maniobrar cuidadosamente para proteger a Ben sin revelar su verdadera posición.
Alastor salió de la reunión de los Overlords, su mente bullendo de ideas y posibilidades. La noticia de este tal Ben Tennyson había despertado su interés como pocas cosas lo habían hecho en décadas. Mientras caminaba hacia el Hotel Hazbin, no podía contener su risa al imaginar la reacción de Charlie ante la noticia de otro "reformador" en el Infierno.
Al llegar al hotel, se encontró con la escena habitual: un caos controlado. Charlie estaba en medio de la sala, tratando con todo su entusiasmo de animar a Angel Dust, Husk y Sir Pentious, quienes parecían más interesados en sus propios asuntos que en cualquier intento de redención.
Alastor, con su sonrisa perpetua aún más amplia de lo habitual, se acercó a Charlie.
"¡Mi querida princesa!" exclamó con su tono radiofónico característico. "Tengo noticias que podrían interesarte enormemente."
Charlie se volvió hacia él, sus ojos brillando con curiosidad. "¿Qué ocurre, Al?"
Alastor se inclinó, como si estuviera a punto de revelar un gran secreto. "He oído rumores, querida, de otra persona que se dedica a la noble tarea de la reforma, justo como tú."
Los ojos de Charlie se abrieron de par en par, una mezcla de emoción y sorpresa en su rostro. "¿En serio? ¿Quién es? ¿Dónde está?"
Alastor, disfrutando cada momento, continuó: "Oh, los detalles son escasos, me temo. No sé qué tipo de persona es exactamente, pero dicen que está haciendo maravillas en el distrito Hellhound del este, quizás sería una buena idea ir a investigar, ¿no crees?"
Vaggie, siempre cautelosa, intervino: "Espera un momento. ¿No hay alguna trampa en todo esto, Alastor?"
Alastor levantó las manos en un gesto de inocencia. "¡En absoluto, mi querida Vaggie! Simplemente pensé que Charlie estaría interesada en conocer a alguien con ideas similares a las suyas. Además, lo que está provocando este misterioso reformador es... fascinante, por decir lo menos."
Charlie, ya completamente emocionada, comenzó a dar saltitos. "¡Oh, Vaggie! ¡Tenemos que ir! ¡Imagina, alguien más que cree en la redención! ¡Podríamos intercambiar ideas, colaborar!"
Vaggie suspiró, conociendo bien ese brillo en los ojos de Charlie. "Está bien, pero iremos con cuidado, no sabemos nada de esta persona."
Alastor observaba la escena con deleite, sabiendo que había plantado las semillas para un posible caos. Al proporcionar información incompleta, había creado el escenario perfecto para malentendidos y conflictos potenciales.
"Bueno, entonces está decidido," dijo Alastor con un tono alegre. "Una excursión al distrito Hellhound del este, estoy seguro de que será una experiencia... iluminadora para todos."
Mientras Charlie comenzaba a planear entusiasmada su visita, Alastor se retiró a un rincón, su sonrisa más amplia que nunca. Sea lo que fuere que ocurriera cuando Charlie se encontrara con Ben Tennyson, estaba seguro de que sería un espectáculo digno de ver. Y él estaría allí, en primera fila, para disfrutar de cada momento del caos que seguramente se desataría.
Una hora después, el grupo del Hotel Hazbin se encontraba en las afueras del distrito Hellhound del este. Charlie y Vaggie quedaron boquiabiertas ante la vista que se presentaba ante ellas. La ciudad, que una vez fue un páramo desolado, ahora se alzaba como una metrópolis ordenada y sorprendentemente limpia.
Angel Dust, impresionado a su pesar, silbó inconscientemente. "Vaya, vaya... esto sí que es una mejora."
Decidieron entrar por la zona principal, con Charlie prácticamente rebosante de emoción y Vaggie manteniendo una actitud cautelosa. Alastor, por su parte, observaba todo con una mezcla de curiosidad y diversión, particularmente intrigado por los Hellhounds guardias que portaban armas y uniformes policiales sorprendentemente similares a los de la Tierra.
Al acercarse a la entrada, un Hellhound con aspecto oficial los detuvo.
"Bienvenidos," dijo el guardia con un tono sorprendentemente cortés. "Si desean pasar, les pedimos por favor que dejen sus armas en aquel lugar." Señaló una gran cesta metálica cerca de la entrada.
El guardia continuó: "También debo informarles que el ingreso con drogas está estrictamente prohibido. Además, se pide a todos los visitantes que utilicen un lenguaje moderado dentro del territorio."
Charlie sonrió ampliamente ante estas reglas, viendo en ellas un reflejo del compromiso con el orden y la civilidad que esperaba encontrar en el misterioso reformador. Vaggie, sin embargo, entrecerró los ojos con desconfianza.
"Esto me huele a trampa," murmuró Vaggie, pero aun así comenzó a depositar sus armas en la cesta.
Angel Dust, sorprendentemente, no llevaba drogas consigo esta vez. "¿Lenguaje moderado? Vaya, esto va a ser un desafío," bromeó mientras se revisaba los bolsillos.
Alastor, siempre sonriente, observó el proceso con interés. "Fascinante," comentó. "Un pedacito de orden en medio del caos del Infierno. Me pregunto cuánto durará."
Charlie, prácticamente vibrando de emoción, se dirigió al guardia: "Disculpe, ¿podría decirnos dónde podemos encontrar al líder de este lugar? Hemos oído hablar de su trabajo y nos encantaría conocerlo."
El guardia Hellhound miró a Charlie con una mezcla de sorpresa y respeto. "Oh, usted debe ser la princesa Charlie, adelante pueden pasar, su presencia es bienvenida aqui."
Mientras el grupo se preparaba para seguir al guardia, Alastor no pudo evitar pensar en las posibilidades de caos que se avecinaban. Dos reformadores, cada uno con sus propias ideas y métodos, a punto de encontrarse. Sin duda, pensó, esto sería un espectáculo digno de verse.
Charlie, Alastor, Vaggie y Angel Dust observaban atentamente la ciudad. Los habitantes se veían limpios y bien vestidos, todos realizando alguna labor específica en un ambiente de total orden.
Alastor sintió curiosidad, estando al tanto de que la antigua naturaleza de los Hellhounds era una servicial, a lo largo de siglos, provocó que se debilitaran y se convirtieran en esclavos. Sin embargo, algo captó su atención de una manera que pocas cosas lo habían hecho antes.
"¿Pero qué tenemos aquí?" murmuró Alastor, deteniéndose frente a una tienda de televisores. Sus acompañantes se sorprendieron al ver la expresión asombrada en su rostro, algo casi impensable para el siempre sonriente demonio de la radio.
Vaggie arqueó una ceja. "¿Alastor? ¿Qué ocurre?"
Alastor no respondió de inmediato. Estaba concentrado en los aparatos, sus ojos entrecerrados mientras leía las señales que emitían. Finalmente, una gota de sudor bajó por su frente, algo que ninguno de ellos había visto antes.
"¿Cómo es esto posible?" preguntó Alastor en voz alta. "¿Señales de la Tierra y la señal de Vox siendo repelida?"
Una voz masculina habló detrás de ellos: "Fue sencillo. Solo tuve que hacer un aislador de señal. Una señal bastante molesta no me dejaba transmitir lo que yo quería, y por eso ideé un artefacto que coloqué en los televisores para bloquear dicha señal molesta de forma precisa."
Se dieron la vuelta para encontrarse con la fuente de la voz, mientras Alastor continuaba mirando las televisiones con una mezcla de asombro y curiosidad reflejada en su expresión.
Alastor se quedó procesando lo que acababa de escuchar, su mente tratando de comprender la magnitud de lo que había presenciado.
De repente, Alastor estalló en una risa exagerada y casi maníaca, al ver al encapuchado, la idea de que alguien hubiera logrado humillar a Vox en su propio juego, y que lo describiera como algo "sencillo", le resultaba hilarante. Él mismo nunca había logrado desafiar y escupirle en la cara a Vox de una manera tan brutal y descarada como esta.
Entre carcajadas, Alastor se acercó al humanoide encapuchado, reconociéndolo como el tal Ben del que había oído hablar. Con un gesto que sorprendió a sus acompañantes, extendió su mano en señal de respeto genuino, algo que rara vez hacía.
"¡Bien jugado, amigo! ¡Bien jugado!" exclamó Alastor, su voz cargada de diversión.
Ben, sin perder la compostura, aceptó el apretón de manos y se presentó formalmente. En ese instante, Alastor sintió algo que rara vez había experimentado: intimidación. El alma, o mejor dicho, las almas que residían dentro de Ben, eran de una pureza casi cegadora. Una cualidad tan ajena al Infierno que por un momento hizo tambalear la confianza de Alastor.
Sin embargo, el astuto demonio rápidamente recuperó su fachada, ocultando su momentánea inseguridad detrás de una sonrisa aún más amplia y una actitud despreocupada. No podía permitirse perder la compostura frente a este extraño ser.
"Debo admitir," dijo Alastor, su voz radiofónica amplificada por la emoción, "que tienes un estilo único, amigo mío, repeloste la señal de Vox de esa manera y sin ningún tipo de temor.
Mientras hablaba, Alastor estudiaba a Ben con una mirada penetrante, tratando de descifrar los secretos que se escondían detrás de ese alma tan peculiar. Era evidente que este individuo no era un oponente ordinario, y Alastor se deleitaba ante la perspectiva del caos y el conflicto que su presencia podría desatar en el Infierno.
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