La Secretaría


La noticia de la alianza entre Ben Tennyson y Satan se propagó por el Infierno como un incendio descontrolado, sacudiendo los cimientos mismos de la jerarquía infernal. En los círculos más altos del poder, las reacciones no se hicieron esperar.

En el Círculo de la Gula, Belzebub rugió con furia, su forma monstruosa retorciéndose de rabia. Sus múltiples ojos se entrecerraron, brillando con un odio visceral.

"¡Esa traidora!" bramó, su voz haciendo temblar las paredes de su palacio putrefacto. "¿Cómo se atreve Satan a aliarse con ese mortal?"

A su lado, varios demonios menores se encogieron de miedo, temiendo ser el blanco de la ira de su señora. Belzebub, sin embargo, estaba demasiado enfocada en su rabia como para prestarles atención.

"Todo nuestro plan... ¡arruinado!" continuó, aplastando con su garra un trono cercano como si fuera de papel. "Ese maldito Tennyson... primero mi círculo, y ahora esto. ¡Lo destruiré con mis propias manos!"

Mientras tanto, en las profundidades del Círculo de la Avaricia, Mammón recibía la noticia con una calma engañosa. El demonio de la riqueza, sentado en su trono de oro y joyas, mantuvo una expresión imperturbable mientras su mensajero temblaba ante él.

"Así que Satan ha decidido cambiar de bando," murmuró Mammón, su voz suave pero cargada de malicia. "Interesante movimiento, debo admitir."

Sus ojos, dos gemas brillantes incrustadas en su rostro, destellaron con un brillo calculador. "Pero toda traición tiene su precio, y yo me aseguraré de que sea astronómico."

Con un gesto de su mano enjoyada, Mammón despidió al mensajero. Una vez solo, permitió que una sonrisa cruel se dibujara en su rostro dorado.

"Ben Tennyson," susurró para sí mismo, "has cometido un grave error al atraer a Satan a tu lado. Ahora, no solo tendrás que enfrentarte a mi riqueza, sino también a mi astucia. Prepárate, porque el infierno que conoces está a punto de cambiar para siempre."

Lejos de allí, en el lujoso y decadente Círculo de la Lujuria, Asmodeus recibía la noticia con una expresión indescifrable. El demonio de la lujuria, conocido por su extraña amabilidad y su mente astuta, se reclinó en su diván de seda, absorto en sus pensamientos.

A diferencia de la furia de Belzebub o la fría calculación de Mammón, Asmodeus parecía casi... divertido. Sus ojos, cambiantes como un caleidoscopio de deseos, brillaron con una chispa de intriga.

"Ben Tennyson y Satan," murmuró para sí mismo, una sonrisa enigmática jugando en sus labios. "Qué pareja más... interesante."

Por un momento, Asmodeus se quedó en silencio, su mente trabajando a toda velocidad. Los engranajes de un plan comenzaban a girar en su cabeza, pero su expresión no revelaba nada.

Finalmente, se levantó con gracia felina de su diván. "Preparen mi cámara privada," ordenó a sus sirvientes. "Necesito... meditar sobre estos nuevos acontecimientos."

Mientras Asmodeus se retiraba, su sonrisa se amplió ligeramente. Aunque nadie podía saberlo, el Señor de la Lujuria, miro una fotografía de su... ser especial... y se le ocurrió algo, el no solo era el demonio de la lujuria también del amor... y por lo tanto, haría todo lo que este en su poder por su amado Fizzarolli, y cierta esperanza brillo en sus ojos.

La alianza entre Ben y Satan había desatado una tormenta en el inframundo, y las consecuencias apenas comenzaban a vislumbrarse. El tablero estaba puesto, y los jugadores tomaban sus posiciones. El próximo movimiento podría decidir el destino de todo el Infierno.

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En una habitación etérea del Cielo, cuyas paredes parecían tejidas con la luz misma, tres figuras se reunían en secreto. Lute, Alastor, y Lilith, una alianza improbable unida por un enemigo común: Ben Tennyson.

Alastor, con su sonrisa eterna, pero ojos cargados de preocupación, se dirigió al grupo:

"Damas y caballero," comenzó, su voz cargada de estática, "nuestro problema se agrava con cada hora que pasa. Según mis cálculos, si Tennyson continúa a este ritmo, controlará todos los círculos del Infierno en cuestión de meses."

Lilith, su rostro una máscara de calma forzada, intervino: "Es cierto. La alianza con Satan ha acelerado drásticamente su ascenso. Ni siquiera en sus días más gloriosos, mi querido ex esposo logró tal hazaña tan rápidamente."

Lute, el ángel, frunció el ceño. Su voz, normalmente melodiosa, estaba teñida de frustración: "Hemos intentado todo. Fuerza bruta, manipulación sutil, incluso alianzas temporales con otros Overlords. Nada parece detenerlo."

En ese momento, una luz cegadora inundó la habitación, y de ella emergió Sera. La serafín tomó asiento con gracia, sus múltiples alas plegándose detrás de ella.

"Lamento la tardanza," dijo, su voz resonando con poder divino. "La situación en la Tierra requería mi atención. Pero veo que las cosas aquí son igualmente... preocupantes."

Alastor se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con curiosidad. "Ah, Sera, siempre tan oportuna. ¿Traes noticias que puedan ayudarnos en nuestra cruzada contra el joven Tennyson?"

Sera asintió gravemente. "He estado observando los acontecimientos, y creo que ha llegado el momento de implementar nuestra última opción."

Un silencio tenso cayó sobre la habitación. Lilith fue la primera en romperlo:

"¿Te refieres a...?"

"Sí," confirmó Sera. "Paimon."

Alastor soltó una risa nerviosa. "Oh, vaya. El viejo Paimon. Ciertamente, eso sería... interesante."

Lute parecía menos convencido. "Paimon es volátil, impredecible. ¿Estamos seguros de que podemos controlarlo?"

Sera levantó una mano para calmar sus preocupaciones. "No necesitamos controlarlo, solo dirigirlo. Paimon ya es un enemigo indirecto de Ben. Después de todo, fue Cerbero, el perro faldero de Tennyson, quien acabó con su hijo Stolas."

"Un punto válido," concedió Lilith. "El dolor de un padre puede ser un arma poderosa."

Alastor, siempre pragmático, preguntó: "¿Y cómo proponemos acceder a Paimon? Si mal no recuerdo, su reino está bastante... restringido."

Sera asintió. "Ese es el único inconveniente. Tendremos que esperar dos meses. El portal a su reino solo se abre por un mes cada seis meses, gracias a las restricciones que Lucifer impuso para mantener su poder en jaque."

"Dos meses," murmuró Lute. "¿Podemos permitirnos esperar tanto?"

"No tenemos opción," respondió Sera con firmeza. "Pero no estaremos ociosos. Usaremos este tiempo para preparar el terreno, para asegurarnos de que cuando Paimon entre en juego, tenga el máximo impacto posible."

Lilith se levantó, su presencia llenando la habitación. "Entonces está decidido. Prepararemos el camino para Paimon, y con suerte, será la pieza final que necesitamos para derrocar a Ben Tennyson."

Mientras los cuatro conspiradores asentían en acuerdo, una sensación de anticipación llenó la habitación.

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Una semana había transcurrido desde la formación de la alianza entre Ben y Satan, y el peso de los acontecimientos recientes comenzaba a hacer mella en el joven héroe. Ben se encontraba en su oficina, masajeándose las sienes en un intento vano de aliviar el dolor de cabeza que se había vuelto su compañero constante.

El silencio momentáneo fue interrumpido por el sonido de voces elevadas que se acercaban por el pasillo. Ben suspiró profundamente, reconociendo inmediatamente a las dueñas de esas voces.

La puerta se abrió de golpe, y Charlie y Gwen entraron, enzarzadas en otra de sus interminables discusiones.

"¡Te digo que Ben necesita enfocarse más en la rehabilitación de los demonios!" exclamó Charlie, su cabello rubio ondeando con cada gesto enfático.

Gwen, sus ojos brillando con un toque de energía anodita que apenas lograba contener, replicó: "¡Y yo te digo que la seguridad y la estrategia son prioridades! No podemos rehabilitar a nadie si todo se viene abajo."

Ben se levantó de su silla, su paciencia al límite. "¡Suficiente!" gritó, sorprendiendo a ambas mujeres. "He tenido suficiente de esto."

Charlie y Gwen lo miraron, sorprendidas por su arrebato.

"Ben, yo solo estaba--" comenzó Charlie, pero Ben la interrumpió con un gesto.

"Lo sé, lo sé. Ambas creen que saben lo que es mejor para mí y para este... reino," dijo Ben, la palabra aún sonaba extraña en sus labios. "Pero sus constantes peleas están haciendo más daño que bien."

Gwen frunció el ceño. "Ben, sabes que solo quiero lo mejor para ti. Siempre ha sido así."

"Y yo también," añadió Charlie, lanzando una mirada de soslayo a Gwen. "Conozco este lugar mejor que nadie."

Ben cerró los ojos por un momento, tomando una decisión que sabía que no sería popular. "He decidido nombrar a Velvet como mi segunda al mando por el momento."

"¡¿Qué?!" exclamaron Charlie y Gwen al unísono, sus voces mezclándose en una sinfonía de incredulidad y traición.

"Lo siento, pero necesito a alguien que pueda ver las cosas objetivamente," explicó Ben. "Ustedes dos... simplemente no pueden llevarse bien, y eso está afectando todo."

Charlie dio un paso adelante, su expresión herida. "Ben, por favor, reconsidéralo. Sabes que puedo--"

"No, Charlie," la interrumpió Ben con firmeza. "Mi decisión está tomada."

Gwen, por su parte, parecía luchar internamente. Su forma humana fluctuó por un momento, revelando un atisbo de su verdadera naturaleza anodita antes de estabilizarse. "Bien," dijo finalmente, su voz tensa. "Si eso es lo que quieres."

Ben las observó, notando la tensión entre ellas, el resentimiento apenas contenido. Era evidente que su presencia era el catalizador de su animosidad, pero como muchos hombres antes que él, Ben era ajeno a las verdaderas razones detrás de su comportamiento.

"Pueden retirarse," dijo Ben, su voz cansada. "Por favor, traten de... llevarse bien. Por el bien de todos."

Charlie y Gwen salieron de la oficina, lanzándose miradas de desafío la una a la otra. Ben se dejó caer en su silla, exhausto.

"¿En qué me he metido?" murmuró para sí mismo, sin saber que las complicaciones en su vida personal apenas estaban comenzando.

Afuera, en el pasillo, Charlie y Gwen se detuvieron, mirándose fijamente.

"Esto no ha terminado," susurró Charlie, sus ojos brillando con determinación.

"Estoy de acuerdo," respondió Gwen, un aura de energía pura rodeándola por un instante.

Mientras se alejaban en direcciones opuestas, ninguna de las dos se percató de la figura que las observaba desde las sombras. Velvet sonrió para sí misma, sus ojos brillando con malicia.

Al día siguiente.

El sol infernal apenas comenzaba a asomar por el horizonte cuando Velvet ya estaba en la oficina de Ben, una tablet en mano y una sonrisa satisfecha en su rostro.

"Buenos días, jefe," saludó con un tono juguetón mientras Ben entraba, aun frotándose los ojos por el sueño.

"Velvet," respondió Ben con un bostezo. "Veo que madrugas."

"Por supuesto," respondió ella, pavoneándose ligeramente. "Una segunda al mando eficiente es crucial para el éxito de cualquier operación."

Ben asintió, agradecido por su entusiasmo a pesar de la hora temprana. "Bien, ¿qué tenemos para hoy?"

Velvet comenzó a desplazarse por su tablet. "Primero, tienes una reunión con los representantes del Distrito Este. Están preocupados por los rumores de una posible invasión del Círculo de la Gula."

"Entendido," dijo Ben, tomando un sorbo de café que apareció misteriosamente en su escritorio. "¿Algo más?"

"Oh, sí," Velvet sonrió, sus ojos brillando con malicia. "Charlie quería discutir sus planes de rehabilitación, pero logré reprogramar esa reunión para... oh, digamos, nunca."

Ben frunció el ceño. "Velvet, aprecio tu eficiencia, pero no podemos simplemente ignorar a Charlie."

Velvet hizo un mohín. "Oh, vamos, jefe. Sabes que es lo mejor para el reino, en estos momentos no hay tiempo para dramas personales, estamos al borde de una guerra."

Ben suspiró. "ok, tienes un punto."

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A medida que avanzaba el día, Ben se encontró impresionado por la eficiencia de Velvet. Manejaba las crisis con una calma sorprendente, organizaba reuniones con una precisión milimétrica, e incluso logró mediar en una disputa entre dos Overlords menores sin derramamiento de sangre (algo casi inaudito en el Infierno).

Durante el almuerzo, Velvet se sentó frente a Ben, observándolo con curiosidad mientras comía.

"¿Sabes? Nunca pensé que trabajar para ti sería tan... interesante," comentó.

Ben levantó una ceja. "¿Es eso un cumplido?"

Velvet se encogió de hombros. "Tómalo como quieras. Solo digo que... tal vez te juzgué mal al principio."

"Me alegra oír eso," respondió Ben, genuinamente complacido por el progreso en su relación laboral.

A medida que la tarde avanzaba, Ben notó que Velvet comenzaba a tomar más iniciativas, a veces incluso tomando decisiones sin consultarle primero. Por un lado, apreciaba su proactividad, pero por otro...

"Velvet," dijo Ben mientras revisaban los informes del día, "aprecio tu entusiasmo, pero recuerda que las decisiones importantes deben pasar por mí primero."

Velvet hizo un gesto despreocupado con la mano. "Oh, vamos, jefe. Sabes que puedes confiar en mí. Además, ¿no es para eso que me nombraste tu segunda al mando?"

Ben la miró fijamente. "Eres mi asistente, Velvet. No mi reemplazo."

Por un momento, un destello de algo oscuro cruzó los ojos de Velvet, pero desapareció tan rápido que Ben pensó haberlo imaginado.

"Por supuesto, jefe," respondió ella con una sonrisa dulce. "Solo intento hacer mi trabajo lo mejor posible."

Al final del día, mientras Ben se preparaba para retirarse, Velvet apareció en la puerta de su oficina.

"Un día productivo, ¿no crees?" preguntó, apoyándose casualmente en el marco de la puerta.

Ben asintió, cansado pero satisfecho. "Sí, lo fue. Buen trabajo hoy, Velvet."

Ella sonrió, un brillo de orgullo en sus ojos. "Gracias, jefe. Y no te preocupes, me quedaré un rato más para asegurarme de que todo esté en orden para mañana."

Mientras Ben se alejaba, Velvet lo observó, una mezcla de emociones cruzando su rostro. Respeto, ambición, y quizás algo más profundo que ni ella misma entendía completamente.

"Dulces sueños, Ben," murmuró para sí misma antes de volver a la oficina, su mente ya planeando cómo hacer su posición aún más indispensable mañana y mantener el puesto incluso cuando regrese el perro guardián.

El bullicio habitual de la cafetería se apagó momentáneamente cuando Ben entró, acompañado por Gwen, Charlie y Velvet. Los demonios presentes observaron con una mezcla de curiosidad y temor mientras el peculiar grupo se dirigía a una mesa en el centro del lugar.

"Bien," comenzó Ben, forzando una sonrisa mientras tomaban asiento, "pensé que sería bueno que pasáramos un tiempo juntos, ya saben, para mejorar nuestra... dinámica de equipo."

Gwen y Charlie intercambiaron miradas cautelosas antes de asentir, mientras Velvet simplemente sonrió, sus ojos brillando con diversión apenas contenida.

Al principio, la conversación fluyó con una cordialidad forzada. Gwen comentó sobre los avances en la seguridad del reino, mientras Charlie habló entusiasmada sobre sus nuevos planes de rehabilitación.

"Debo admitir, Charlie," dijo Gwen con una sonrisa tensa, "que tu optimismo es... admirable."

Charlie le devolvió la sonrisa, igual de forzada. "Gracias, Gwen. Y tus estrategias de defensa son ciertamente... interesantes."

Ben, sintiendo la tensión creciente, intentó cambiar de tema. "Entonces, ¿qué les parece si hablamos de--?"

Pero fue interrumpido por Gwen. "Por cierto, Charlie," dijo, su tono volviéndose más afilado, "¿cómo va ese proyecto tuyo para reformar a los pecadores? ¿Algún éxito hasta ahora?"

Charlie entrecerró los ojos. "Va progresando, gracias por preguntar. Al menos yo intento hacer un cambio positivo, en lugar de solo fortificar muros."

"¿Estás insinuando que mi trabajo no es importante?" respondió Gwen, un leve brillo anodita apareciendo en sus ojos.

"Oh, no, para nada," dijo Charlie con falsa dulzura. "Solo digo que algunos de nosotros vemos más allá de simples tácticas de fuerza bruta."

La tensión en la mesa era palpable. Ben miró a Velvet en busca de ayuda, pero ella parecía estar disfrutando del espectáculo, una leve sonrisa jugando en sus labios.

"Al menos mis métodos tienen resultados tangibles," espetó Gwen, su paciencia agotándose. "¿Cuántos Pecadores has 'rehabilitado' hasta ahora, Charlie? ¿Uno? ¿Dos? ¿Cero? "

Charlie se puso de pie, sus ojos brillando con furia apenas contenida. "¡Al menos yo no pretendo ser algo que no soy!"

Gwen también se levantó, su forma humana fluctuando peligrosamente. "¿Qué se supone que significa eso?"

"¡Sabes exactamente lo que significa!" gritó Charlie.

Antes de que la situación pudiera escalar más, Ben se interpuso entre ambas. "¡Suficiente!" gritó, su voz resonando con autoridad. "¡Esto es exactamente lo que quería evitar!"

Gwen y Charlie retrocedieron, aún lanzándose miradas asesinas.

Ben, exasperado, se pasó una mano por el cabello. "Velvet," dijo, volviéndose hacia su asistente, "vámonos de aquí."

Velvet se levantó con gracia, lanzando una mirada de superioridad a Gwen y Charlie. "Por supuesto, jefe," dijo con un tono meloso. "Dejemos que las niñas resuelvan sus diferencias."

Mientras se alejaban, Velvet colocó una mano en el hombro de Ben. "No te preocupes," dijo en voz baja. "Yo me encargaré de que esto no afecte el funcionamiento del reino."

Ben asintió, demasiado agotado para notar el brillo de triunfo en los ojos de Velvet. Detrás de ellos, Gwen y Charlie observaban su partida, una mezcla de culpa y resentimiento en sus rostros.

"Esto no ha terminado," murmuró Gwen.

"Por una vez, estamos de acuerdo," respondió Charlie.

Mientras tanto, Velvet guiaba a Ben fuera de la cafetería, una sonrisa de satisfacción en su rostro. Las cosas estaban saliendo exactamente como ella quería.

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