Bienvenido al Infierno Primera Parte

El aire sofocante y el olor a azufre fueron lo primero que Ben Tennyson notó al abrir los ojos. El joven héroe se incorporó lentamente, sintiendo el suelo áspero y caliente bajo sus manos. A su alrededor, un paisaje desolador se extendía hasta donde alcanzaba la vista: edificios retorcidos y decadentes se alzaban hacia un cielo carmesí, mientras sombras siniestras se deslizaban por callejones oscuros. Ben parpadeó varias veces, intentando procesar lo que veía.

-¿Dónde estoy? murmuró para sí mismo, llevándose instintivamente la mano al Omnitrix. El familiar peso del dispositivo en su muñeca le proporcionó un pequeño consuelo. -Esto no puede ser Bellwood... ni siquiera parece la Tierra.

Ben se puso de pie, tambaleándose ligeramente.

Lo último que recordaba era estar celebrando la paz recién lograda con los Highbreed. había una luz cegadora y luego... esto.

Mientras observaba su entorno con más detalle, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Los carteles luminosos que parpadeaban débilmente en la distancia anunciaban placeres prohibidos y pecados inimaginables, criaturas de formas grotescas merodeaban por las calles, algunas con cuernos, otras con alas correosas.

-No puede ser, susurró Ben, la realización golpeándolo como un puño helado en el estómago. -Esto se parece... al infierno, pero eso es imposible, ¿verdad? Digo eh visto algunos planetas raros e incluso dimensiones extrañas, pero... Esto gritaba infierno por todos lados

Un grito agudo interrumpió sus pensamientos, el castaño se giró rápidamente para ver a una criatura pequeña y peluda siendo perseguida por lo que parecía ser un demonio con colmillos afilados. Sin pensarlo dos veces, Ben activó el Omnitrix.

-¡Muy bien, seas quien seas, es hora de que aprendas a no meterte con los más débiles! exclamó, girando el dial del Omnitrix -¡Vamos, dame algo bueno!"

Con un destello de luz verde, Ben se transformó en Fuego Pantanoso él se abalanzo, sorprendiendo tanto al perseguidor como a la víctima.

-¿Oye, amigo, por qué no te metes con alguien de tu tamaño?

El demonio, recuperándose de la sorpresa inicial, gruñó y se lanzó hacia Fuego Pantanoso. Ben reaccionó instintivamente, lanzando una ráfaga de llamas que obligó al atacante a retroceder.

-¡¿Qué demonios eres tú?! gritó el demonio, sus ojos rojos brillando con una mezcla de miedo y fascinación.

-Soy alguien que no tolera a los abusones, respondió Fuego Pantanoso -Ahora, ¿por qué no te vas antes de que las cosas se pongan realmente calientes?"

El demonio, evaluando sus opciones, decidió que no valía la pena el riesgo. Con un último gruñido de frustración, se alejó corriendo, perdiéndose entre las sombras de los edificios circundantes.

Ben se volvió hacia la criatura que había salvado, pero esta ya había desaparecido, probablemente asustada por la confrontación. Suspirando, Fuego Pantanoso volvió a su forma humana en otro destello de luz verde.

-Genial, murmuró Ben, pasándose una mano por el pelo.

-Estoy atrapado en lo que parece ser el infierno, sin idea de cómo llegué aquí o cómo volver a casa.

Mirando a su alrededor una vez más, Ben notó un letrero parpadeante en la distancia que decía -Bienvenidos a Ciudad Pentagrama.

-Ciudad Pentagrama, ¿eh? Bueno, Ben, ok definitivamente es el infierno, mejor que empiece a buscar respuestas, y rápido. Algo me dice que este no es un lugar donde quiera pasar la noche.

Ben observó la capa andrajosa que yacía en el suelo, un vestigio del demonio que acababa de ahuyentar. La prenda, aunque maltrecha y con un olor poco agradable, parecía ser la única opción para pasar desapercibido en este extraño y hostil entorno.

-Genial, de héroe intergaláctico a vagabundo infernal en un abrir y cerrar de ojos, murmuró Ben con sarcasmo mientras recogía la capa. -Si Gwen me viera ahora, nunca dejaría de burlarse.

Con un suspiro de resignación, se echó la capa sobre los hombros, cubriendo su característica chaqueta verde y el Omnitrix. El olor a azufre y algo que prefería no identificar le hizo arrugar la nariz.

-Bueno, Ben,has estado en situaciones peores. Al menos esta vez no estás cubierto de baba de alienígena... aunque, pensándolo bien, eso podría ser preferible.

Ajustándose la capucha lo mejor que pudo, Ben comenzó a caminar hacia las luces parpadeantes de la ciudad más cercana. Las calles estaban llenas de sombras que se movían furtivamente, y ocasionales gritos o risas maniáticas rompían el silencio. Ben se mantuvo alerta, su mano siempre cerca del Omnitrix bajo la capa.

Mientras se acercaba a los límites de la ciudad, los edificios se volvían más altos y retorcidos, como si hubieran sido diseñados por un arquitecto demente. Letreros de neón anunciaban todo tipo de vicios y pecados, desde bares de mala muerte hasta casinos que prometían la perdición eterna.

-Okay, necesito información, Pero ¿a quién le pregunto? No es como si pudiera simplemente acercarme a alguien y decir, Hola, soy nuevo en el infierno, ¿podrías darme indicaciones?

Justo en ese momento, un grupo de demonios pasó junto a él, riendo y empujándose entre sí. Ben se pegó a la pared, tratando de pasar desapercibido. Sin embargo, uno de ellos, una criatura con cuernos retorcidos y ojos brillantes, se detuvo y olfateó el aire.

-Oye, ¿huelen eso?" dijo el demonio, girándose hacia Ben, Huele a... vivo.

Ben sintió que su corazón se aceleraba. "Oh, genial,pensó,

El grupo de demonios comenzó a acercarse, sus sonrisas revelando dientes afilados y miradas hambrientas. Ben sabía que tenía que pensar rápido.

-Eh, ¿yo? ¿Vivo? dijo Ben, tratando de sonar despreocupado, -Nah, deben estar confundidos. Soy solo un demonio común y corriente, ya saben, haciendo cosas de demonios, pecar, atormentar almas, todo eso.

Los demonios se miraron entre sí, claramente no convencidos. El que había hablado primero dio un paso adelante, sus garras brillando a la luz de los neones.

-Si eres un demonio, quítate esa capucha fea para mirarte bien la cara, el demonio se relamio los labios.

Ben sintió que el sudor le corría por la espalda, sabía que estaba acorralado, pero revelar el Omnitrix podría ser aún más peligroso. Con la mente trabajando a toda velocidad, decidió que era hora de una pequeña mentira.

-¿Mi verdadera forma? ¿Acaso crees que soy un demonio de bajo nivel que necesita impresionar a otros? Soy... eh... ¡soy un emisario especial de... de Lucifer! Sí, eso es. Y estoy en una misión secreta. Así que, si no les importa, tengo asuntos importantes que atender.

Los demonios retrocedieron un paso, intercambiando miradas de incertidumbre. La mención de Lucifer parecía haberlos puesto nerviosos.

-¿Un emisario de Lucifer?... los demonios decidieron ver su alma, posteriormente abrieron sus ojos como platos y... con su voz temblando ligeramente uno de ellos dijo -¿Por qué no lo dijiste antes?

Ben, sintiendo que su mentira estaba funcionando, decidió presionar su ventaja, se irguió, tratando de parecer lo más autoritario posible bajo la capa andrajosa.

-Porque no tengo que dar explicaciones a nadie, ahora, si me disculpan, necesito información sobre... eh... las actividades recientes en la ciudad. ¿Alguno de ustedes ha notado algo inusual últimamente?"

Los demonios, ahora visiblemente intimidados, comenzaron a hablar todos a la vez, ansiosos por complacer al supuesto emisario de Lucifer. Ben escuchó atentamente, tratando de filtrar cualquier información útil entre el caos de voces.

Después de que los demonios, intimidados por su farsa, terminaron de balbucear información inconexa y poco útil, Ben decidió que era hora de marcharse antes de que su suerte se agotara.

" Bueno, no es exactamente como planeé obtener información, pero supongo que en el infierno tienes que improvisar" pensó el castaño mientras se rascaba la barbilla.

Los demonios se fueron corriendo apenas Ben les dijo que no necesitaba más información, ya que eran puras cosas inútiles y horrendas las cosas que le dijeron.

-Eso estuvo cerca, nota mental: la próxima vez que invente una identidad secreta, elegir algo menos llamativo que emisario de Lucifer, murmuro para si mismo.

Mientras caminaba por las calles de Ciudad Pentagrama, Ben no pudo evitar sentir una mezcla de asco y horror ante las escenas que se desarrollaban a su alrededor. Demonios de todas formas y tamaños cometían actos de violencia y depravación sin el menor remordimiento. Vio robos, peleas sangrientas, e incluso lo que parecían ser rituales oscuros llevados a cabo en callejones oscuros.

Su instinto heroico gritaba dentro de él, urgiendo a intervenir, para detener toda esta locura, pero la parte racional de su mente le recordaba constantemente su precaria situación.

"Estás en el infierno, Ben," se dijo a sí mismo. "Aquí las reglas son diferentes. No puedes simplemente ir por ahí siendo un héroe sin saber quién es bueno y malo aquí.

Aun así, cada grito de dolor, cada risa malévola, hacía que su mano se moviera involuntariamente hacia el Omnitrix bajo la capa. Se obligó a seguir caminando, recordándose que necesitaba encontrar una manera de volver a casa.

Habían pasado unos diez minutos de caminata cuando un alboroto llamó su atención. Al otro lado de la calle, un grupo de criaturas que parecían perros infernales, estaban acorralando lo que parecía ser un niño.

El pequeño, de piel blanca como la tiza y ojos completamente negros, temblaba contra la pared mientras los hellhounds se acercaban, gruñendo y mostrando sus colmillos afilados.

Ben sintió que algo dentro de él se rompía. Toda la cautela, toda la lógica que le decía que no interviniera, se desvaneció en un instante, sin pensarlo dos veces, activó el Omnitrix.

-¡Oigan, bolas de pelo! ¿Por qué no se meten con alguien de su tamaño? Dijo Ben molestó.

Con un destello de luz verde, Ben se transformó en Cuatro Brazos. Los hellhounds se detuvieron, sorprendidos por la repentina aparición del alienígena tetramano.

-¿Qué demonios eres tú? gruñó uno de los hellhounds, recuperándose de la sorpresa inicial.

Cuatro Brazos se irguió en toda su altura, sus cuatro ojos brillando con determinación -Soy el que va a enseñarles una lección sobre meterse con los más débiles, respondió, chocando sus cuatro puños.

Los hellhounds, superando su asombro inicial, gruñeron al unísono y se lanzaron al ataque. Cuatro Brazos se preparó, sabiendo que estaba a punto de meterse en una pelea.

Cuatro Brazos se sumergió en la batalla, determinado a proteger al niño demonio-

Cuatro Brazos se enfrentó a los hellhounds con una mezcla de fuerza bruta y agilidad sorprendente. A pesar de que los caninos infernales atacaban con ferocidad, mordiendo y arañando, el héroe alienígena demostró ser demasiado para ellos.

-¿Eso es todo lo que tienen? se burló Cuatro Brazos, esquivando un ataque y contraatacando con un poderoso puñetazo que envió a uno de los hellhounds volando contra una pared cercana.

Los otros tres, viendo a su compañero caído, redoblaron sus esfuerzos. Saltaron sobre Cuatro Brazos desde diferentes ángulos, intentando abrumarlo. Pero Ben, gracias a su intuición nata, y experiencia en combate, utilizó sus múltiples brazos para agarrar a dos de ellos en pleno vuelo y chocarlos entre sí.

-Parece que ustedes necesitan aprender a jugar bien con los demás, dijo, arrojando a los aturdidos hellhounds a un lado.

El último, viendo que la batalla estaba perdida, intentó huir. Pero Cuatro Brazos lo alcanzó con dos zancadas, levantándolo del suelo.

-¿a dónde crees que vas? Todavía no hemos terminado nuestra lección.

Con un giro, Cuatro Brazos lanzó al hellhound hacia sus compañeros caídos, los cuatro, adoloridos y humillados, se miraron entre sí antes de levantarse torpemente y huir, aullando de miedo y dolor.

Ben, satisfecho de que la amenaza había pasado, se volvió hacia el niño demonio. El pequeño lo miraba con una mezcla de asombro y temor.

-Hey, ¿estás bien? preguntó Cuatro Brazos, intentando sonar lo menos amenazante posible.

El niño asintió lentamente -G-gracias, murmuró antes de salir corriendo, perdiéndose rápidamente entre las sombras de los edificios circundantes.

-De nada, supongo, dijo Ben, volviendo a su forma humana. Intrigado por la reacción del niño y preocupado por su seguridad, decidió seguirlo. Activando nuevamente el Omnitrix transformándose en Frío.

Frío siguió al niño demonio a través de las caóticas calles de Ciudad Pentagrama minetras estaba invisible. Después de varios minutos de persecución, notó que el paisaje comenzaba a cambiar. Los edificios modernos y decadentes dieron paso a estructuras que parecían sacadas directamente del siglo XVIII. Las calles estaban empedradas, y los demonios que deambulaban por ellas vestían ropas de época: sombreros de copa, vestidos con miriñaque, y trajes elegantes.

"Vaya, parece que hemos viajado en el tiempo," pensó Ben, fascinado por el cambio repentino de escenario.

Su asombro, sin embargo, se convirtió rápidamente en horror cuando vio el letrero que marcaba la entrada a esta peculiar ciudad: "Zona Caníbal".

Frío sintió una oleada de náuseas, agradeciendo momentáneamente su forma intangible. "¿Zona Caníbal? ¿En serio? Justo cuando pensaba que este lugar no podía volverse más retorcido." Pensó el golpeándose la cara con la palma.

A pesar de su repulsión, Ben decidió continuar. El niño demonio se había adentrado en esta zona, y algo en su instinto le decía que necesitaba saber más sobre este lugar, por más desagradable que fuera.

"Bueno, Ben," se dijo a sí mismo mientras flotaba invisiblemente sobre las calles de la Zona Caníbal, "querías información sobre este lugar. Parece que estás a punto de obtener más de la que probablemente quieras."

Con cautela y determinación, Frío se adentró más en la Zona Caníbal, sus ojos escaneando cada detalle, preparado para cualquier horror que pudiera encontrar en este nuevo y perturbador rincón del infierno.

Ben, aun procesando lo que acababa de presenciar, encontró un callejón oscuro y volvió a su forma humana. Agradeció silenciosamente que la capucha andrajosa hubiera sobrevivido a sus transformaciones.

-Bueno, al menos tengo algo para pasar desapercibido... o eso espero, murmuró mientras se ajustaba la capucha.

Con un profundo suspiro, Ben salió del callejón y comenzó a caminar por las calles empedradas de la Zona Caníbal. Sus ojos se movían constantemente, observando cada detalle de este extraño y perturbador lugar. Los edificios victorianos, aunque elegantes, tenían un aire siniestro, con sombras que parecían moverse en las ventanas y puertas que crujían sin razón aparente.

Los habitantes de la zona, vestidos con sus ropas de época, lo miraban con curiosidad a medida que pasaba. Algunos fruncían el ceño ante su atuendo desaliñado, mientras que otros simplemente lo ignoraban, demasiado absortos en sus propias actividades para prestar atención a un forastero.

Ben no pudo evitar sentir un escalofrío cuando, al doblar una esquina, vio a un grupo de demonios elegantemente vestidos devorando lo que parecía ser otro demonio. La escena era tan surreal y horripilante que tuvo que luchar contra el impulso de activar el Omnitrix y detenerlos.

Sin embargo, para su sorpresa, fuera de estos ocasionales actos de canibalismo, la mayoría de los habitantes parecían sorprendentemente civilizados. Caminaban tranquilamente por las calles, conversando entre ellos como si estuvieran en un paseo dominical.

Un demonio con un elegante sombrero de copa inclinó su cabeza hacia Ben al pasar -Buenas tardes, buen señor, dijo con una voz refinada que contrastaba fuertemente con su apariencia demoníaca.

-Eh... buenos días, respondió Ben, tratando de mantener la compostura.

Más adelante, vio a una pareja de demonios vestidos con ropas victorianas saludándose cortésmente, intercambiando cumplidos sobre sus atuendos mientras sostenían lo que parecían ser partes de cuerpo en bolsas de papel.

"Esto es surrealista," pensó Ben. "Es como si estuviera en una versión retorcida de un drama de época... con caníbales."

Mientras caminaba, Ben notó que algunos habitantes lo miraban con más interés del que le hubiera gustado. Sus ojos hambrientos lo seguían.

-Genial, murmuró para sí mismo. "Parece que mi olor a 'vivo' todavía está llamando la atención. Será mejor que encuentre lo que sea que estoy buscando y salga de aquí antes de convertirme en el plato principal de alguna fiesta de té bizzarral"

Con renovada urgencia, Ben aceleró el paso, buscando cualquier pista que pudiera ayudarlo a entender mejor este extraño lugar y, con suerte, encontrar una manera de volver a casa. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse qué otros horrores y sorpresas le esperaban en las profundidades de la Zona Caníbal.

Ben escuchó una voz femenina detrás de él, sobresaltándolo.

"Oh, eres tú," dijo la voz con un tono sorprendentemente melodioso.

Ben se giró, esperando lo peor, pero se encontró frente a una mujer elegantemente vestida con un traje rojo victoriano. Sus ojos, con pupilas completamente negras, lo miraban con curiosidad. El joven héroe notó que el niño demonio que había salvado antes se asomaba tímidamente detrás de ella.

La mujer sonrió, revelando dientes perfectamente blancos y afilados. -Quisiera darte las gracias, dijo con voz suave pero firme -Este pequeño me contó sobre un ser extraño que olía a vivo y le salvó la vida, Imagino que eres tú.

Ben tragó saliva, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. "Así es," respondió, tratando de mantener la compostura. "Y no se preocupe, ese es mi trabajo."

La mujer arqueó una ceja, su expresión una mezcla de confusión e intriga. "¿Tu trabajo?" repitió, ladeando ligeramente la cabeza. "Explícame a qué te refieres con eso, muchacho. Por tu voz, suenas bastante joven."

Ben se mordió el labio, consciente de que necesitaba elegir sus palabras con cuidado. "Bueno, verá..." comenzó, buscando una explicación que no revelara demasiado. "Digamos que tengo cierta... experiencia en ayudar a los demás. Es algo que hago, sin importar dónde me encuentre."

La mujer lo estudió por un momento, sus ojos negros parecían penetrar en su alma. "Fascinante," murmuró. "No es común encontrar a alguien con un sentido de... altruismo en estos lares. Menos aún alguien que huele tan... vivo."

Ben sintió que se le erizaba el vello de la nuca. "Yo, eh... supongo que soy algo único," dijo, tratando de sonar casual.

La mujer soltó una risa suave y melodiosa. "Eso parece, ciertamente. Dime, joven salvador, ¿tienes nombre?"

Ben dudó por un momento antes de responder. "Ben. Me llamo Ben."

"Un placer, Ben," dijo la mujer, haciendo una pequeña reverencia. "Yo soy Annabelle Vanstelheim, y este pequeño es Timothy." Hizo un gesto hacia el niño demonio, quien saludó tímidamente con la mano.

"Encantado," respondió Ben, inclinando ligeramente la cabeza.

Annabelle lo miró con intensidad. "Dime, Ben, ¿qué te trae a nuestra pequeña comunidad? No es un destino común para los... visitantes."

Ben sintió que estaba caminando sobre hielo fino. "Estoy... buscando información," dijo cautelosamente. "Sobre este lugar, sobre cómo funciona todo aquí."

"Ah, así que eres nuevo por aquí fascinante," dijo Annabelle, su sonrisa ampliándose. " Quizás podría ayudarte con eso. ¿Te gustaría acompañarnos a tomar el té? Prometo que será una experiencia... educativa."

Ben miró a Annabelle, luego al pequeño Timothy, y de vuelta a la mujer. Sabía que aceptar la invitación podría ser peligroso, pero también podría ser su mejor oportunidad de obtener las respuestas que necesitaba.

"Bueno," dijo finalmente, "supongo que un poco de té no haría daño."

La sonrisa de Annabelle se ensanchó aún más. "Excelente," dijo, girándose con gracia. "Sígueme, querido Ben. Te prometo una tarde que jamás olvidarás."

Mientras seguía a Annabelle y Timothy por las calles empedradas, Ben no pudo evitar pensar: "¿En qué me he metido ahora?"

Ben siguió a Annabelle y Timothy hasta lo que parecía ser una plaza central. En medio de ella, un elegante kiosco victoriano se alzaba, rodeado de flores de colores inusuales y brillantes.

"Por favor, toma asiento," dijo Annabelle, gesticulando hacia una de las sillas de hierro forjado.

Ben se sentó cautelosamente, observando cómo Timothy se acomodaba junto a Annabelle.

La mujer lo miró directamente a los ojos y habló con voz suave pero firme. "Sé que no nos conocemos y tienes todo el derecho a desconfiar, pero tienes mi palabra de que nadie te hará daño aquí. Aunque," añadió con una sonrisa enigmática, "el pequeño Timothy me contó que te encargaste de cuatro hellhounds casi sin esfuerzo, y que puedes transformarte en un demonio de cuatro extremidades bastante poderoso."

Ben chasqueó la lengua, dándose cuenta de que su secreto ya no lo era tanto. Después de un momento de consideración, decidió que un poco de honestidad podría ser beneficioso.

"Bueno," comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras, "supongo que no tiene sentido ocultarlo. Soy humano, en realidad. Y sí, puedo transformarme, pero no soy un demonio."

Annabelle arqueó una ceja, claramente intrigada. "Fascinante. ¿Y cómo es que un humano llegó a nuestro... pintoresco rincón del infierno?"

Ben se encogió de hombros. "Esa es una excelente pregunta. Un momento estaba en mi mundo, y al siguiente, aquí. Es por eso que estoy buscando información. ¿Cómo funcionan las cosas aquí? ¿Hay alguna manera de... ya sabes, volver?"

La mujer lo estudió por un momento antes de hablar. "Entiendo. Bueno, dado que salvaste a uno de los nuestros y pareces genuinamente perdido, creo que puedo darte una explicación detallada de lo que sé."

Annabelle se acomodó en su silla y comenzó: "Verás, Ben, el infierno es un lugar vasto y complejo. Está dividido en varios círculos y zonas, cada uno con sus propias reglas y jerarquías. Nosotros, los caníbales, tenemos nuestro propio territorio aquí en Ciudad Pentagrama en el círculo del orgullo."

"El infierno funciona bajo el gobierno de Lucifer, seguidos por los pecados capitales y el ars goetia aunque rara vez se le ve. La mayoría de los asuntos cotidianos son manejados por los Overlords, pecadores poderosos que controlan diferentes aspectos de la vida infernal."

Ben escuchaba atentamente, absorbiendo cada detalle.

"En cuanto a volver..." Annabelle hizo una pausa, su expresión volviéndose más seria. "No es común que los vivos lleguen aquí, y aún menos común que regresen. Sin embargo, existen rumores de portales y artefactos antiguos que podrían permitir tal hazaña. Pero obtener esa información no será fácil ni seguro."

"¿Hay... zonas seguras en el infierno?" preguntó Ben, tratando de obtener más información sobre este peligroso mundo.

Annabelle soltó una risa suave. "Oh, querido Ben, 'seguridad' es un concepto relativo aquí. Cada zona tiene sus propios peligros y protecciones. Nuestra pequeña comunidad caníbal, por ejemplo, es bastante segura para sus miembros, pero obviamente no tanto para los forasteros. Existen áreas controladas por Overlords poderosos que mantienen cierto orden, pero ese orden viene con un precio."

Hizo una pausa, tomando un sorbo de su té antes de continuar. "También hay territorios neutrales, zonas de tregua donde diferentes facciones pueden interactuar sin conflicto abierto. Pero incluso allí, debes estar siempre alerta. En el infierno, las apariencias engañan y las alianzas cambian constantemente."

Ben asintió, procesando toda esta información. "Gracias por compartir todo esto conmigo, Annabelle. Realmente aprecio tu honestidad."

"No hay de qué, querido Ben," respondió ella con una sonrisa. "Ahora, ¿te apetece un poco más de té? Prometo que los ingredientes son... normales, la carne es cara chico."

Ben no pudo evitar una pequeña risa nerviosa. "Eh, claro. Un té suena bien."

Mientras Annabelle servía el té, Ben no pudo evitar pensar en su próximo movimiento. La información que había obtenido era valiosa, pero también le hacía darse cuenta de lo complicado que sería navegar por este peligroso mundo infernal y encontrar un camino de regreso a casa.

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Ben se despidió de Annabelle y Timothy con una mezcla de gratitud y cautela. Siguiendo el consejo de la mujer, se dirigió hacia la salida del territorio caníbal, ansioso por explorar otras áreas del infierno que pudieran ser menos... apetitosas para él.

Mientras caminaba por las calles empedradas que daban paso a un paisaje urbano más moderno y caótico, Ben no pudo evitar notar el contraste entre los diferentes barrios del infierno. Pasó por zonas llenas de neón y ruido, otras sumidas en una oscuridad inquietante, y algunas que parecían fusionar tecnología avanzada con arquitectura antigua.

Lo que más llamó su atención fueron los grupos de demonios atontados frente a las pantallas de televisión que adornaban varias tiendas y edificios. Sus ojos estaban fijos en las imágenes parpadeantes, como hipnotizados por lo que veían.

"Vaya," murmuró Ben para sí mismo, "parece que incluso en el infierno la televisión tiene un poder hipnótico."

Mientras pasaba frente a un local, algo captó su atención por el rabillo del ojo. Se detuvo en seco, girándose para mirar el espejo que colgaba fuera del establecimiento. Lo que vio lo dejó momentáneamente sin aliento.

Su reflejo le devolvía la mirada, pero había algo... diferente. No era un cambio drástico en su apariencia física, sino más bien como si estuviera viendo una versión de sí mismo dibujada en un estilo de animación distinto. Los contornos eran más definidos, los colores más vibrantes, y había una cualidad casi surreal en su reflejo.

"No puede ser," susurró Ben, tocando su rostro y viendo cómo su reflejo imitaba el movimiento. Un recuerdo repentino lo golpeó: aquella vez que viajó accidentalmente a otro universo y experimentó una sensación similar de "no pertenecer" visualmente.

La realización lo golpeó con fuerza. "No estoy solo en el infierno," dijo en voz baja, "estoy en un universo completamente diferente."

Esta confirmación trajo consigo una nueva ola de preocupación. Si estaba en otro universo, ¿cómo afectaría eso a sus posibilidades de volver a casa? ¿Funcionaría el Omnitrix de la misma manera? ¿Y qué otros peligros o sorpresas le esperaban en este extraño mundo infernal?

Ben se alejó del espejo, su mente trabajando a toda velocidad para procesar esta nueva información. Sabía que necesitaba ser aún más cuidadoso ahora, pues no solo estaba lidiando con las reglas del infierno, sino con las de un universo completamente ajeno al suyo.

"Bueno, Ben," se dijo a sí mismo mientras reanudaba su camino, ajustándose la capucha para ocultar mejor su rostro, "parece que las cosas acaban de complicarse aún más. Pero hey, ¿cuándo ha sido fácil ser un héroe, verdad?"

Con renovada determinación, Ben se adentró más en las caóticas calles de Ciudad Pentagrama, listo para enfrentar cualquier desafío que este nuevo y extraño universo pudiera lanzarle.

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Ben se adentró cautelosamente en una zona que contrastaba fuertemente con las áreas que había visitado antes. Los edificios aquí eran más destartalados, las calles estaban llenas de basura y el ambiente general era de decadencia y pobreza.

Lo que más llamó su atención fue la cantidad de criaturas que reconoció como hellhounds, gracias a la información proporcionada por Annabelle. Estos seres caninos deambulaban por las calles, algunos en grupos, otros solitarios, pero todos con un aire de rudeza y territorialidad.

Una idea cruzó por la mente de Ben. "Si no puedes vencerlos, úneteles," murmuró para sí mismo con una sonrisa. Mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie lo observaba, activó el Omnitrix.

En un destello de luz verde, Ben se transformó en Blitzwolfer. El alienígena lobuno se irguió, estirando sus músculos y sintiendo un alivio inmediato al poder quitarse la capa andrajosa que había estado llevando.

"Por fin," gruñó Blitzwolfer, su voz grave resonando en su pecho. "Ya estaba harto de esa capa. Además, este alien es perfecto para pasar desapercibido aquí."

Con confianza renovada, Blitzwolfer comenzó a caminar por las calles del barrio de los hellhounds. Para su satisfacción, apenas le prestaban atención. Algunos lo miraban de reojo, pero nadie parecía sospechar que fuera algo más que otro hellhound, quizás uno un poco más grande o inusual.

Mientras caminaba, Blitzwolfer aguzó sus sentidos mejorados. Podía oler la variedad de olores del infierno con mayor intensidad, desde el azufre omnipresente hasta los aromas particulares de cada demonio que pasaba. Sus orejas captaban conversaciones lejanas, risas ásperas y ocasionales gruñidos de advertencia.

"Esto es fascinante," pensó Ben. "Nunca había usado a Blitzwolfer para infiltrarme de esta manera. Es como si fuera parte de este lugar."

A medida que se adentraba más en el barrio, comenzó a notar patrones en el comportamiento de los hellhounds. Había claras jerarquías, territorios marcados, y una especie de código no escrito que todos parecían seguir.

En un momento dado, un grupo de hellhounds más pequeños se apartó de su camino, mostrando un claro respeto o temor hacia su imponente figura. Ben se sorprendió al darse cuenta de que, en esta forma, probablemente era visto como un hellhound de alto rango.

"Tengo que tener cuidado," se dijo a sí mismo. "No quiero llamar demasiado la atención ni meterme en problemas con los líderes locales."

Mientras continuaba su exploración, Ben no pudo evitar sentir una mezcla de excitación y precaución. Por un lado, esta nueva forma le daba una libertad de movimiento que no había tenido desde que llegó al infierno. Por otro, sabía que estaba caminando sobre una línea muy fina. Un paso en falso, una palabra equivocada, y su tapadera podría venirse abajo.

"Bien, Ben," pensó, "es hora de ver qué puedes aprender como el lobo más nuevo del infierno."

Con esa determinación, Blitzwolfer siguió su camino, listo para descubrir los secretos que este barrio de hellhounds pudiera ofrecer, y esperando que esta información lo acercara un paso más a encontrar una salida de este extraño y peligroso mundo infernal.

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El momento de relativa calma de Blitzwolfer fue interrumpido abruptamente por el estruendo de motores y el chirrido de neumáticos. El alienígena lobuno se giró rápidamente hacia la fuente del ruido, sus orejas erguidas y alerta.

Varios vehículos destartalados pero amenazantes irrumpieron en la calle, seguidos por una cacofonía de risas estridentes y desagradables. De los vehículos emergieron unos demonios enanos con cuernos, todos armados hasta los dientes con una variedad de armas que parecían sacadas de una película post-apocalíptica.

Uno de los demonios, aparentemente el líder, se subió al capó de uno de los vehículos y gritó con voz chillona pero autoritaria:

"¡Bien, muchachos! ¡Es hora de ganarse el pan! Ya se lo saben: ¡el que atrape más, el jefe lo recompensará más!"

Los demonios estallaron en risas maliciosas y comenzaron a disparar al aire, creando un caos instantáneo. Ben observó con horror cómo los hellhounds, que momentos antes parecían tranquilos y en su elemento, comenzaron a huir en todas direcciones. Adultos corrían arrastrando a sus cachorros, otros se escondían en callejones o detrás de contenedores de basura. El miedo era palpable en el aire.

La sangre de Ben hirvió ante esta escena. Aunque sabía que estaba en el infierno y que las reglas aquí eran diferentes, su sentido de la justicia y su instinto heroico no podían quedarse de brazos cruzados ante tal abuso.

"No en mi guardia," gruñó Blitzwolfer, sus ojos brillando con determinación.

Con pasos decididos y un aura de ferocidad que incluso sorprendió a Ben, Blitzwolfer se acercó al grupo de demonios cazadores. Su figura imponente proyectaba una sombra amenazante sobre los enanos armados, quienes poco a poco comenzaron a notar su presencia.

"¡Oye, grandote!" gritó uno de los demonios, apuntándole con su arma. "¡oh chicos este se ve que vale mucho dinero! ¡Deja que te pongamos un bozal y no te dejaremos tan mal!"

Blitzwolfer no se inmutó. En cambio, se irguió en toda su altura, mostrando sus afilados dientes en una mueca amenazadora. Un gruñido profundo y aterrador emanó de su garganta, haciendo que incluso los demonios más valientes retrocedieran un paso.

"Es hora de ser heroe," rugió Blitzwolfer, su voz resonando con una autoridad que sorprendió incluso a Ben. "Les voy a patear el trasero," señaló con una garra a los demonios, "están a punto de aprender una valiosa lección sobre meterse con los indefensos."

Los demonios se miraron entre sí, una mezcla de confusión y miedo en sus ojos. Claramente no esperaban encontrarse con resistencia, mucho menos de un hellhound tan imponente y feroz.

El líder, tratando de mantener el control de la situación, gritó: "¡No le tengan miedo, idiotas! ¡Es solo un perro grande! ¡A por él!"

Pero antes de que pudieran reaccionar, Blitzwolfer abrió sus cuatro mandíbulas y soltó un aullido ultrasónico tan potente que hizo temblar los edificios cercanos. Los demonios cayeron al suelo, cubriéndose los oídos y gritando de dolor.

Ben sabía que esta era su oportunidad. Era hora de mostrarles a estos matones que habían elegido el barrio equivocado para sus cacerías.

"Muy bien, pequeños demonios," gruñó Blitzwolfer, tronando sus nudillos mientras se acercaba a los aturdidos cazadores. "Veamos si son tan valientes cuando se enfrentan a alguien que puede defenderse."

Los demonios enanos, recuperados del ataque sónico inicial, comenzaron a disparar frenéticamente contra Blitzwolfer. Sin embargo, para alguien con la experiencia de Ben en combate, esquivar esos disparos era un juego de niños. Se movía con una agilidad sorprendente para su tamaño, zigzagueando entre las balas y acercándose cada vez más a sus atacantes.

Las pocas balas que lograban impactar en su cuerpo apenas le causaban molestia. La gruesa piel de Blitzwolfer absorbía los impactos como si fueran simples picaduras de mosquito. Ben ni siquiera se inmutaba, lo que solo aumentaba el pánico entre los demonios.

"¿Es todo lo que tienen?" gruñó Blitzwolfer, su voz cargada de desafío. "Creí que estaban aquí para cazar, no para jugar."

Con movimientos rápidos y precisos, Ben comenzó a noquear a los demonios uno por uno. Un golpe aquí, un zarpazo allá, siempre cuidando de no causar daño permanente, pero dejando claro que no estaban tratando con un hellhound común.

Tras dejar fuera de combate a varios de ellos, Blitzwolfer se detuvo en el centro del caos. Los demonios restantes, a los que Ben reconoció como Imps cuando uno de los hellhounds que observaba le dijo al resto que se acercó a curiosear que uno de los suyos le estaba dando una paliza a los imps, lo miraban con una mezcla de terror y asombro.

Lentamente, dramáticamente, Blitzwolfer comenzó a abrir su boca. Los Imps retrocedieron, sus ojos abriéndose de par en par al ver cómo las mandíbulas del supuesto hellhound se separaban de una manera que nunca habían presenciado.

"¡¿Qué demonios es esa cosa?!" gritó uno de los Imps, su voz quebrada por el miedo.

"¡No es un hellhound normal!" chilló otro, dejando caer su arma.

Con su boca completamente abierta, revelando un interior aterrador que ningún hellhound normal poseería, Blitzwolfer soltó un rugido sónico de una potencia aún mayor que el anterior. La onda de sonido fue tan poderosa que levantó a varios Imps del suelo, lanzándolos por el aire como si fueran muñecos de trapo. Los vehículos no corrieron mejor suerte; algunos fueron volcados, mientras que otros salieron despedidos, chocando contra edificios cercanos en una lluvia de metal y cristal.

El caos y el pánico se apoderaron de los Imps concientes. Aquellos que aún podían moverse corrieron despavoridos hacia los pocos vehículos que habían sobrevivido al ataque de Blitzwolfer.

"¡Retirada!" gritó el líder, su voz apenas audible sobre el ruido de motores encendiéndose. "¡Este barrio está maldito! ¡Vámonos de aquí!"

Los Imps se amontonaron en los vehículos restantes, algunos colgando precariamente de las puertas o el techo mientras huían a toda velocidad, dejando tras de sí una estela de humo y el eco de sus gritos aterrorizados.

Blitzwolfer se irguió, observando cómo los últimos vehículos desaparecían en la distancia. Poco a poco, los hellhounds que se habían escondido comenzaron a asomarse, mirando con una mezcla de temor y admiración al ser que los había defendido.

"Y no vuelvan," gruñó Ben, más para sí mismo que para los hellhounds que lo rodeaban. Sabía que acababa de alterar significativamente el equilibrio de poder en este barrio, y que las consecuencias de sus acciones podrían ser complicadas. Pero por ahora, se permitió sentir una pequeña satisfacción por haber protegido a los indefensos, incluso en un lugar tan improbable como el infierno.

Tras la conmoción causada por la batalla, Blitzwolfer se encontró rodeado por un grupo de hellhounds. Sus expresiones eran una mezcla de asombro, respeto y una pizca de temor. Uno de ellos, un hellhound gris de aspecto más veterano con cicatrices que surcaban su pelaje, se acercó a Ben.

"Nunca había visto a alguien enfrentarse así a los Imps," gruñó el hellhound con una voz rasposa. "El jefe querrá conocerte. Sígueme."

Ben, aún en su forma de Blitzwolfer, asintió cautelosamente. "Guía el camino," respondió, su voz grave resonando en el silencio que había caído sobre el barrio.

El grupo se movió por las calles, con los otros hellhounds formando una especie de escolta alrededor de Blitzwolfer. Los residentes del barrio los observaban pasar, susurrando entre ellos y señalando al imponente "hellhound" que había derrotado a los Imps.

Finalmente, llegaron a un edificio que, aunque deteriorado como el resto del barrio, tenía un aire de importancia. Dos guardias hellhound flanqueaban la entrada, gruñendo en señal de reconocimiento cuando el grupo se acercó.

Ben fue conducido al interior, subiendo por escaleras desgastadas hasta llegar a una gran puerta de madera. El hellhound que lo había guiado golpeó tres veces y, tras un gruñido de aprobación desde el interior, abrió la puerta.

Lo que Ben vio al entrar lo dejó momentáneamente sin palabras. Frente a él, sentado tras un enorme escritorio, se encontraba un hellhound de proporciones colosales y, lo más sorprendente, con tres cabezas. Cada cabeza tenía su propia expresión: la de la izquierda parecía curiosa, la del centro escéptica, y la de la derecha, ligeramente agresiva.

"Cliché," pensó Ben para sí mismo, recordando las historias mitológicas que había leído. "Apuesto a que se llama..."

"Bienvenido," retumbó una voz que parecía provenir de las tres cabezas al unísono. "Soy Cerbero, alcalde de este distrito."

Ben tuvo que contener una sonrisa. "Por supuesto que lo es," pensó.

Cerbero se inclinó hacia adelante, sus seis ojos examinando a Blitzwolfer con intensidad. "Me han informado de tus... hazañas contra los Imps. Debo decir que estoy impresionado. No muchos se atreven a enfrentarse a esos molestos cazadores."

Blitzwolfer se irguió, consciente de que estaba ante una figura de autoridad. "Solo hice lo que cualquiera habría hecho," respondió, tratando de sonar respetuoso pero firme.

La cabeza de la izquierda de Cerbero soltó una carcajada. "Modesto, ¿eh? Eso es raro por aquí."

La cabeza del centro entrecerró los ojos. "Sin embargo, también es sospechoso. Nunca antes te había visto en nuestro distrito. ¿De dónde vienes, extraño?"

La cabeza de la derecha gruñó. "Y más importante aún, ¿qué quieres?"

Ben se dio cuenta de que estaba en una situación delicada. Tenía que elegir sus palabras con cuidado. Este Cerbero parecía ser inteligente y no fácil de engañar. Además, Ben no sabía cuánto tiempo más podría mantener su transformación antes de que el Omnitrix se agotara.

"Bueno, Cerbero," comenzó Blitzwolfer, decidiendo optar por una versión modificada de la verdad, "soy... nuevo en estas partes. Estoy buscando información, tratando de entender cómo funcionan las cosas aquí. No busco problemas, solo respuestas."

Cerbero lo miró fijamente por lo que pareció una eternidad, sus tres cabezas conferenciando en susurros entre sí. Finalmente, la cabeza central habló:

"Interesante. Muy interesante. Creo que tú y yo tenemos mucho de qué hablar, forastero."

Ben sintió una mezcla de alivio y aprensión. Parecía que había evitado el peligro inmediato, pero algo le decía que la conversación que estaba a punto de tener podría cambiar drásticamente su situación en este extraño infierno.

Cerbero se acomodó en su silla, sus tres cabezas coordinándose para ofrecer una explicación detallada:

"Verás, forastero," comenzó la cabeza central, "la situación de los hellhounds en este infierno es... complicada."

La cabeza de la izquierda continuó: "Somos considerados la última escala en la jerarquía demoniaca. Incluso los Imps, que no son más que demonios menores, están por encima de nosotros en la cadena alimenticia infernal."

"Es una existencia miserable," gruñó la cabeza de la derecha. "Los Imps y otros demonios nos cazan constantemente. Nos capturan para convertirnos en mascotas, esclavos, o cosas peores que prefiero no mencionar."

Blitzwolfer escuchaba atentamente, sintiendo una mezcla de compasión y disgusto ante la situación de los hellhounds. "Pero, ¿por qué? ¿Cómo es que están en una posición tan vulnerable?"

Cerbero suspiró, un sonido extraño viniendo de tres bocas simultáneamente. "Es importante que entiendas algo, forastero. El infierno no es solo un lugar para los pecadores. Hay seres como nosotros, los hellhounds, o los Imps, que son habitantes nativos de este reino. No somos almas condenadas, sino especies que se han desarrollado en este entorno infernal a lo largo de eones."

"Los pecadores," continuó la cabeza de la izquierda, "son las almas que llegan aquí después de una vida de maldad. Pero nosotros... nosotros nacemos aquí, vivimos aquí, y morimos aquí, sin haber conocido otro mundo."

"Y por alguna razón," añadió la cabeza de la derecha con amargura, "eso nos coloca en el fondo de la pirámide. Somos vistos como poco más que bestias, a pesar de nuestra inteligencia y capacidades."

Ben, aún en su forma de Blitzwolfer, procesaba esta información. La complejidad del infierno era mucho mayor de lo que había imaginado. No solo era un lugar de castigo, sino un ecosistema completo con sus propias especies nativas y una jerarquía social compleja y, aparentemente, injusta.

"Es por eso que tu acción contra los Imps fue tan significativa," concluyó la cabeza central de Cerbero. "Mostraste una fuerza y una determinación que no es común ver en nuestra especie. Has dado esperanza a muchos de que tal vez, solo tal vez, podamos cambiar nuestra situación."

Ben sintió el peso de esta revelación. Sin quererlo, se había convertido en un símbolo de esperanza para una especie oprimida en este extraño mundo infernal. Su instinto heroico se agitaba, deseando ayudar, pero su lado racional le recordaba que estaba atrapado en un universo que no era el suyo, con reglas que apenas comenzaba a comprender.

"Entiendo," dijo Blitzwolfer finalmente. "Gracias por compartir esto conmigo, Cerbero. Es... mucho para procesar."

Cerbero asintió con sus tres cabezas. "Y ahora, forastero, la pregunta es: ¿qué piensas hacer con esta información?"

Ben se encontró en una encrucijada. Sabía que necesitaba encontrar una manera de volver a casa, pero ahora también sentía una responsabilidad hacia estos seres oprimidos. ¿Cómo podría equilibrar su deseo de regresar con su instinto de ayudar a los necesitados?

Blitzwolfer se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de preocupación y determinación. "Cerbero, ¿crees que esos Imps volverán?"

Las tres cabezas de Cerbero intercambiaron miradas antes de que la central respondiera con un gruñido bajo:

"Sin duda alguna. Siempre vuelven. Es como un juego enfermizo para ellos, una forma de demostrar su supuesta superioridad."

La cabeza de la izquierda añadió con un tono sombrío: "Y cada vez que regresan, se llevan a más de los nuestros. Familias destrozadas, cachorros perdidos... es un ciclo interminable de miseria."

Ben sintió que su resolución se fortalecía. No podía quedarse de brazos cruzados sabiendo que estos hellhounds inocentes estaban a punto de enfrentar un destino tan cruel. Con voz firme, preguntó:

"¿Cuánto tiempo crees que tardarán en volver? Necesito saberlo con la mayor precisión posible."

Cerbero cerró sus seis ojos por un momento, como si estuviera calculando mentalmente. La cabeza de la derecha fue la que respondió esta vez:

"Conozco bien al líder de ese grupo de Imps. Es arrogante y vengativo. No dejará que esta humillación quede sin respuesta. Si tuviera que apostar, diría que en una hora y media, a lo sumo. Y cuando vuelvan..."

"Vendrán con más fuerza," completó Ben, su voz un gruñido bajo.

Las tres cabezas de Cerbero asintieron al unísono. "Exactamente. Estarán sedientos de venganza y mejor armados. Será una masacre."

Ben se levantó, una sonrisa confiada cruzando su rostro lobuno. "Perfecto. Es más rápido de lo que creía. Eso me da tiempo para preparar una sorpresa para nuestros 'amigos'."

Cerbero lo miró con una mezcla de curiosidad y esperanza. "¿Qué tienes en mente, forastero?"

Blitzwolfer se irguió en toda su altura, sus ojos brillando con determinación. "Déjalo en mis garras, Cerbero. Esos Imps están a punto de aprender que meterse con este barrio fue el peor error de sus vidas infernales."

Las tres cabezas de Cerbero esbozaron sonrisas idénticas, una chispa de esperanza brillando en sus ojos. "Muy bien, forastero. Tienes nuestra confianza. ¿Qué necesitas de nosotros?"

Ben sonrió, su mente ya trabajando en un plan. "Reúne a todos los hellhounds que puedas. Es hora de que aprendan a defenderse. Y cuando esos Imps regresen, les daremos una bienvenida que nunca olvidarán."



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