SECUELAS DESPUES DE LA TORMENTA
Roma. Italia
19 de enero del 2020
JENNIFER
Las explosiones hicieron que chocara contra la pared de la habitación quedando seriamente adolorida. El humo y el polvo no me dejaban ver más allá del largo de mi brazo; no escuchaba nada, tan solo ese famoso silbido constante retumbando en mis oídos; mi vista se nublaba cada vez que parpadeaba y un fuerte dolor de cabeza me agobiaba; estaba desorientada y todo era muy oscuro. Pasé mi mano por mi frente y me asusté al ver que tenía una mezcla de polvo y sangre en ella. Intenté caminar, pero de inmediato un gran dolor en mi pierna izquierda hizo que cayera unos cuantos centímetros hacia adelante, mi pierna estaba dislocada. Solo quiero irme a casa. Ya no quiero ser parte de esto. Aún recuerdo el rostro de los soldados que he tenido que matar igual que la de esas horribles criaturas y la de mis compañeros sufriendo. Pero lo que más me atormenta, es que a pesar de que quiera ir a casa ya no puedo arrepentirme. El destino de muchas personas depende del grupo.
Unos minutos después, entró Eneas acompañado de dos soldados y me ayudo a salir junto con los demás.
La nube de polvo y humo de disipó revelando el daño causado, gran parte de la habitación de al lado había caído colina abajo. Luego de que lograran colocar mi pierna en su lugar y de que recobrara la movilidad en esta, me acerqué al borde y miré colina abajo, solo vi como un bloque de apartamentos se ladeaba chocando con un segundo edificio.
– ¿Cómo están los demás? – pregunté.
– Esteban y María están conscientes y con heridas superficiales; Camila sigue inconsciente, su golpe en la cabeza le causó gran daño, en estos momentos está siendo atendida. Pero no sabemos la ubicación de Pablo y Sergio, tememos que hayan caído junto con los escombros – me informó Eneas.
Temía lo peor, ¿Será que Pablo y Sergio murieron en el ataque? ¿Qué sería del equipo sin ellos? ¿Buscarían un remplazo? Varias preguntas rondaban mi cabeza mientras la tristeza me invadía. No podía creer que la persona que hasta ahora era la más valiente que había conocido estuviera muerta.
María se acercó colocándose al lado mío.
– ¿Crees que se hayan ido? – le pregunté mientras mantenía mi mirada hacia la ciudad, dejando caer una lágrima al vacío.
– Todo va a estas bien – Me dijo abrazándome cálidamente.
– Solo espero que estén bien – le dije justo en el momento en el que rompía en llanto respondiendo al abrazo. Un abrazo que me tranquilizó.
– ¿Qué ha pasado? – preguntó Camila que al fin había despertado.
– Te desmayaste y por poco nos matan a todos –
– ¿Dónde están Pablo y Sergio? –
María solo se limitó a negar con la cabeza con una mirada de tristeza.
– Entiendo – respondió mientras intentaba disimular su frustración bajando su cabeza.
En ese momento llegó Esteban a nuestra posición con varias vendas en su cuerpo.
– Creo que esos misiles han sido demasiado, ¿No creen? – dijo con una sonrisa.
Camila y María se enfurecieron, mientras yo me limitaba a volver a ver el paisaje.
– ¿Qué pasa? – dijo quitando su sonrisa.
Nadie dijo nada.
– ¿Dónde está Pablo y Sergio? – preguntó.
Por segunda vez, no hubo respuesta alguna.
– ¡Pablo! – gritó Esteban.
En ese momento Camila soltó algunas lágrimas.
Esteban tomo una pistola que estaba cubierta por algunos escombros y se acercó al vacío. Todas nos asustamos creyendo que pudiera hacer alguna tontería.
– ¡Pablo! ¡Si me escuchas, utiliza esto para sobrevivir mientras bajamos a buscarlos! – gritó Esteban lanzando la pistola al vacío. Fue la escena más triste que he visto.
– ¿Qué haremos ahora? – preguntó Camila.
– No lo sé – respondí.
En ese momento, escuchamos cómo los edificios de abajo se derrumbaban.
– Yo sí sé que hacer – dijo Esteban. – Iré a buscarlos y no me detendré hasta encontrarlos –
– Esteban, acaban de derrumbarse los edificios, entiende que pueden estar bajo metros de escombros que pesan toneladas – dijo María intentando que Esteban cambiara de parecer.
– No me importa –
– Podrías lastimarte y... –
– ¡Es mi hermano el que está allá abajo! Entiende, no lo dejaré allá– Respondió interrumpiendo a María.
– Estaban, escúchame –
– No, con o sin la ayuda de ustedes los rescataré –
– Él va a estar bien, lo mejor es calmarnos y pensar mejor las cosas – Intercedió Camila
– Tú no deberías decir nada, sin Pablo estarías muerta –
– ¿Qué? – preguntó Camila confusa.
– ¡Si Pablo no hubiera ido por ti no le hubieran disparado y no estaría en esta situación! –
Camila guardó silencio y bajó la mirada. Posiblemente se sentía culpable de lo ocurrido
– Oye, ella no tiene la culpa – dije en defensa de Camila.
– Saben qué, hagan lo que quieran, yo iré a buscarlos –
– Esteban por favor – dijo María con una notoria tristeza.
– No, pensé que lo entenderías, se supone que eso hace un amigo, entender al otro y apoyarlo – dijo mientras salía de la habitación.
– ¡Esteban! – gritó María corriendo detrás de él estallando en llanto.
– Espera, deja que se calme – le dijo Camila frenándola con un abrazo.
No hemos ni empezado y ya estamos divididos y con dos compañeros al parecer muertos.
No podía ponersepeor.
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