PODERES
Palacio de Hades. Inframundo griego.
22 de enero del 2020
HELENA
Después de aquella extraña reunión en donde terminamos enredados en algo que ni entendemos, fuimos llevados a nuestros respectivos hogares para poder ver a nuestros familiares antes de empezar el entrenamiento. Aún no puedo olvidar la cara de confusión que tenían mis padres en el momento en el que estallé en llanto cuando los abrasé. Luego, unos hombres entraron y les inyectaron un sedante para poder llevárselos a la "Zona Segura".
Al día siguiente, fuimos traídos a un gran palacio debajo de la tierra como si fuera el mismísimo infierno lleno de criaturas horribles y deformes que me daban escalofríos. Allí nos realizaron pruebas físicas, mentales y psicológicas con el fin de saber nuestro rendimiento general.
Hoy, se supone que hay una supuesta ceremonia de iniciación, así que junto a Sofía decidimos recorrer el palacio antes de que este empezara. Durante el trayecto escuchamos voces dentro de una de las habitaciones y nos dispusimos a escuchar la conversación.
– Será mejor que los dejes en paz Ares o lamentarás haberlos metido en esto – dijo una mujer hermosa de aproximadamente veinticinco años de edad en lo que era una discusión con Ares.
– No lo haré, espero ganar esta guerra cueste lo que cueste –
– ¿Enserio llevarás a esos niños a ver los horrores de una guerra? Que decepción Ares, esperaba mucho más de ti –
– Guardias, escolten a Perséfone a su habitación y asegúrense de que se quede allí –
– ¡¿Qué?! ¡Ni lo sueñes Ares! ¡Yo soy la reina! –
– ¡Y yo tu rey! Así que vete –
– ¡Suéltenme! – dijo la chica mientras intentaba liberarse de las manos de dos soldados.
– ¿Sabían que es de mala educación espiar señoritas? – nos dijo un hombre que apareció de la nada asustándonos.
– Déjalas Heracles, seguro que la conversación estaba interesante – intercedió una mujer joven a nuestro favor.
– Está bien, Artemisa. ¿Cómo se llaman chicas? –
– Yo soy Sofía y ella es mi compañera Helena –
– Así que hacen parte del grupo de humanos, será un placer entrenarlos. Ahora vamos a la ceremonia, pronto tendremos tiempo para hablar –
Luego de caminar un par de minutos llegamos a un gran salón que tenía un pentágono con una estrella de cinco puntas dibujada en su interior. Dentro de la sala estaban el resto del grupo, cinco personas más incluido Ares, estaban paradas al frente de cada punta y rodeados de varios guardias.
– Bienvenidos, muchachos – dijo Ares. – Permítanme presentarles a Afrodita, diosa de la belleza; Medusa, portadora de un poder que los dejaría como estatuas; Heracles, el semidiós más fuerte de todos y Artemisa, diosa de la caza y protectora de los animales –
– ¿Qué hacemos aquí? – preguntó Oscar.
– Hoy serán dotados de algo que muchos desean, convertirse en semidioses –
– Genial, supongo – respondió sarcásticamente.
– Roberto, toma posición en esta punta –
– ¿Para qué? –
– Solo obedece y no preguntes –
Roberto de acercó y paró en la punta en frente de Ares de mala gana.
– Bien. Sofía, ve al lado de Afrodita; Oscar, al de Heracles; Alejandro y Helena, al de Medusa y al de Artemisa respectivamente –
Todos seguimos las órdenes y cada uno quedó en el puesto asignado. Luego de eso, los dioses colocaron su mano derecha en nuestro pecho.
Uno de los guardias se acercó a una palanca en una de las paredes y la accionó, causando que el techo se abriera dejando ver en el cielo estrellado una línea recta formada por algunas estrellas.
– Peto stellas, donum legatum: ut hi iuvenes nostri vicarii quidem successerint. Itaque hostium donee finem excludat – Recitó Ares en un idioma extraño.
Mientras decía la frase, las manos de los dioses se iluminaron y comenzaron a quemarnos el pecho, todos soportamos el dolor que era evidente por nuestros gestos. Mientras tanto, nuestras venas comenzaron a brillar sintiéndome a la vez vigorizada. ¡Con que así se sienten los dioses!
Al terminar la frase, las manos de los dioses se apagaron al igual que nuestras venas, pero ahora tenían un color dorado algo resaltante. Los dioses retiraron sus manos dejando una marcada en nuestra ropa y piel, pero que en cuestión de segundos sanó, esto es maravilloso. Aunque no puedo decir lo mismo de mi vestido. Ellos se notaban cansados, sin duda hicieron un gran esfuerzo al otorgarnos una parte de su poder.
– ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Oscar.
– Van a aprender a dominar sus nuevos poderes. Sus "Padrinos" los instruirán en el dominio de sus poderes, para eso tienen dos meses, así que apresúrense.
Estábamos felices, jamás imaginé que me pasaría algo así, pero primero debemos entrenar y puede que el entrenamiento sea duro, más cuando hay una fecha límite.
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