ENTRE LOS ESCOMBROS
19 de enero del 2020
Roma. Italia.
PABLO
El misil impactó en la base de la casa elevándonos a Sergio y a mí un par de metros del suelo y lanzando a los demás hacia dentro de la casa. El gran problema es que el suelo había desaparecido, ahora caíamos hacia el vacío.
– ¡Sergio, sujétate de ese pedazo! – le grité mientras caíamos en un mismo fragmento del piso de la casa. Ahora bajábamos la colina en un "Trineo" junto con varias piedras árboles y escombros de la casa.
– Pablo, mira – me dijo señalando el final del viaje, un bloque de apartamentos.
– Maldición, prepárate para soltarte –
– ¿Qué, estás loco? Moriremos si saltamos –
– Entonces esperemos a que esa roca impacté – le dije señalando una gran roca que iba delante de nosotros.
La roca impactó destruyendo la valla de seguridad saliendo disparada hacia una de las torres traspasándola formado un agujero de más de cinco metros.
– El trineo no pasará por el agujero, es muy pequeño –
– Bueno, no nos salvamos de saltar así que prepárate –
El trineo saltó la valla utilizándola de rampa, en ese momento Sergio y yo saltamos entrando por aquel agujero quedando gravemente lastimados.
– Lo hicimos – le dije con dificultad.
– ¿En qué piso estamos? –
– En el quinto – respondí señalando un letrero al lado de la entrada hacia las escaleras.
– Estamos más arriba de lo que creí –
– Sí, creo que ya fue suficiente acción por hoy –
– Creo que aún no hemos terminado – dijo Sergio mientras escuchábamos cómo el edificio perdía estabilidad.
– Maldición, salgamos de aquí antes de que esto se desplome –
– Creo que eso va a ser un problema, la roca hizo más daño de lo que creí– dijo señalando un montón de escombros en donde se suponía iban las escaleras.
No había otra ruta de escape, sólo nos quedaba subir y mirar qué podríamos utilizar para bajar. Logramos subir tres pisos antes de quedarnos ya sin alientos, además, los golpes y en especial mi pierna, hacían que el caminar fuera un martirio. Pero en ese momento nuestra peor pesadilla se hizo realidad, cuatro pisos más abajo una de las caras del edificio cedió haciendo que se ladeara chocando contra un edificio vecino.
El impacto fue tan fuerte que hizo que saliéramos lanzados dentro de uno de los apartamentos chocando contra la puerta ventana que daba al balcón agrietándola.
– No te muevas o se romperá el vidrio – me dijo.
– ¡Cuidado! – le grité justo cuando un gran armario se acercaba junto que con varios objetos de la sala.
Yo logré moverme antes de que impactara, pero Sergio no corrió la misma suerte y fue impactado por este, atravesando el vidrio y la baranda del balcón quedando suspendido en el aire al lograrse sujetar de esta.
– ¡Pablo! ¡Ayúdame! – gritó lleno de pánico.
Sinceramente, yo estaba igual o peor, más cuando le tienes miedo a las alturas y estas a ocho pisos del suelo en un edificio a punto de desplomarse y con un amigo que está en peligro. Pero eso último tenía que ser suficiente para vencer mi miedo, tenía que ayudar a Sergio.
Salí del apartamento en busca del equipo antiincendios. Al encontrarlo, le di un puño al vidrio de seguridad rompiéndolo, pero generándole un gran daño a mi mano derecha. Cogí la manguera y me la amarré en mi cadera. Pero al llegar al apartamento, noté que no era lo suficientemente larga como para llegar hasta la posición de Sergio, así que me devolví y cogí el hacha, cortando la manguera para luego amarrarla a una de las columnas del balcón. Al terminar de asegurar la manguera, respiré hondo y sin pensarlo dos veces simplemente me dejé llevar por la gravedad haciendo que me columpiara a ocho pisos del suelo. El sentimiento
– Suéltate – le dije.
– Estás loco si crees que me soltaré de la baranda –
– Solo hazlo –
Entonces, la baranda comenzó a soltarse.
– Vamos, salta, no te queda mucho tiempo –
– Bien, bien, a la cuenta de tres. Uno, dos... – dijo siendo interrumpido por el desprendimiento de la baranda.
Por suerte, logré agarrarme de la pared del edificio impulsándome luego con mis pies logrando que Sergio se agarrara de mi pierna izquierda haciendo que se me escaparan algunas lágrimas por el dolor.
– Gracias Pablo, unos segundos más tarde y ya no estaría en este mundo –
– Creo que me podrías agradecer si cambiaras de pierna – le contesté entre lágrimas.
– Perdón, se me había olvidado lo de tu pierna – me dijo cambiando a mi pierna derecha. – ¿Mejor? –
– Si, gracias, ahora sujétate fuerte –
– ¿Qué vas a hacer? – me preguntó curioso y temeroso.
– Comienza a columpiarte, tenemos que encontrar una forma de salir de esto. Mis brazos no resistirían por siempre –
Sergio comenzó a columpiarme con todas sus fuerzas hasta que logró sujetarse de la baranda del balcón que estaba un piso más abajo y se impulsó varias veces hasta alcanzar suficiente impulso como para soltarme y caer dentro del edificio de al lado. El único problema fue que no calculé bien la distancia y terminé chocando contra la baranda del balcón un piso más arriba de lo planeado, mientras que Sergio cayó en aquel piso sano y salvo.
– Pablo ¿Estás bien? –
– Sí, tranquilo, solo fue un pequeño golpe – le respondí muy lastimado.
– Bien, salgamos de aquí antes de que el edificio colapse –
Caminamos hacia las escaleras como verdaderos zombis, estaba cansado y me dolía demasiado mi pierna y mi mano derecha estaba ensangrentada. Dos pisos más abajo entramos a uno de los apartamentos a descansar y a hidratarnos. Luego de varios minutos allí decidimos seguir nuestro camino. Pero al momento de llegar al primer piso, escuchamos voces.
– Busquen supervivientes. Todo hombre que se encuentre es de utilidad – dijo un sujeto entrando al edificio.
Rápidamente corrimos hacia uno de los apartamentos a ocultarnos. Pero uno de los hombres logró escucharnos y empezó la cacería lográndome atrapar y lanzar contra la pared, pero Sergio reaccionó golpeándolo en la espalda con un bate de béisbol que encontró en una casa vecina dejándolo gravemente herido.
Tomamos el rifle de asalto y la pistola del hombre y corrimos hacia el parque infantil que estaba detrás del edificio con el fin de llegar a un viejo sendero que comunicaba con lo que quedaba de la casa. Al llegar, notamos que uno de los helicópteros había destrozado el parque, destrozando parte de la colina y eliminando nuestra ruta de escape, no nos queda de otra que pelear. De repente, una bala atravesara mi hombro izquierdo y otra impactó en el chaleco antibalas, quedando fuera de acción culpa del dolor irresistible que sentía, pronto me sentí cansado y la vista se me nublaba, me estaba desmayando. Algunos segundos después aparecieron varios hombres fuertemente armados que nos dispararon. Sergio respondió el fuego mientras Las balas del enemigo inmovilizaban cualquier intento de respuesta por parte de Sergio. Estábamos acorralados.
Logré llegar al helicóptero con un notorio cansancio. Sacudí mi cabeza con el fin de despertarme, lo cual logré hacerlo por algunos minutos y comencé a observar la zona detalladamente intentando encontrar algo que nos ayudara a escapar o al menos librarnos de los soldados que avanzaban poco a poco. Luego de algunos minutos observando logré encontrar nuestra salvación. Un cable que sostenía una cantidad significativa de escombros que, de cortarlo, podría hacer que los soldados se retiren.
– Sergio, dispárale a ese cable – le ordené.
– ¿Estás loco? Podría hacer que la estructura colapse – me dijo con una mirada que reflejaba duda.
– No tenemos más opciones, es el cable o nosotros. Decide –
– Busquemos otra opción antes de apresurarnos, los mantendré ocupados mientras buscas –
– No, no hay tiempo, dispara –
– Pablo, podemos morir –
– Al menos lo haré llevándomelos a todos ellos a la tumba –
– Lo siento, pero tengo que salvar a mi padre –
– Aun así, estamos muertos. No hay opción, esta es la más viable –
– Bien, lo haré– respondió luego de pensarlo unos segundos.
Sergio apuntó hacia el cable disparando una ráfaga antes de que una bala rosara su brazo derecho haciendo que perdiera la puntería y regresara a cubrirse junto a mí.
Por suerte, al menos un par de balas impactaron en el cable cortándolo y dejando que los escombros cayeran matando y sepultando a una tercera parte de los hombres que nos atacaban, pero a la vez le causó graves daños al edificio que finalizó con su desplome.
– ¡Te lo dije! – me gritó Sergio furioso.
– No es hora de sermones, debemos irnos–
Sergio me ayudó a levantarme y a correr, pero conseguimos llegar al edificio vecino antes de que el otro se cayera. Lástima que no alcanzáramos a cubrirnos cuando una ráfaga de aire y polvo creada por la presión ejercida por el edificio mientras caía nos lanzó contra la pared con tal fuerza que no recuerdo qué pasó después.
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