DERROTA HUMILLANTE
Bosque de Aokigahara. Japón.
23 de enero del 2020.
OSCAR
Navegamos por aquel río hasta un viejo puerto con una clara arquitectura oriental con una gran puerta protegida por dos estatuas de dragones de oro. Al entrar en ella, una luz cegadora penetró en mis ojos hasta que estos se acostumbraron a la luz dejando ver una casa abandonada a las afueras de una ciudad.
– ¿Dónde estamos? –
– En Tokio –
– Wow, siempre quise venir a esta ciudad –
– Aquí será tu entrenamiento. Vamos, iremos a ver a un viejo amigo –
Salimos de la casa y abordamos una camioneta hasta un bosque, en donde luego de desviarnos de la carretera, llegamos a una gran casa con la arquitectura tradicional japonesa y muy bien conservada rodeada de un sinfín de árboles.
Al bajar de la camioneta, fuimos recibidos por un hombre.
– Bienvenidos, ¿Les puedo ayudar? –
– Vengo a hablar con Ryota. Dígale que un viejo amigo ha venido a visitarlo –
– Por aquí –
El hombre nos guió por un corredor con varias puertas hasta un gran jardín en la parte trasera de la casa con una fuente en el centro y varios jóvenes y niños practicando artes marciales. En ese momento el hombre se acercó a una de las puertas y golpeó.
– ¿Quién es? – preguntó un hombre al otro lado de la puerta.
– Un hombre y un joven que han venido a hablar con usted, señor–
La puerta corrediza se abrió y de ella, un hombre corpulento y alto apareció.
– Heracles, mi viejo maestro, cuánto tiempo sin verte – dijo el hombre con una sonrisa.
– Ya van más de setenta años –
– ¿Qué? ¿Cómo es que llevan tanto tiempo sin verse y no envejecer? –
– ¿Él es tu nuevo aprendiz? – preguntó el hombre.
– Así es, de eso es justamente lo que quiero hablar contigo más tarde –
– En ese caso se pueden quedar como invitados en mi casa el tiempo que quieran –
– Gracias, amigo. Quiero pedirte un favor primero –
– Claro, ¿Qué necesitas? –
– Necesito que me ayudes a entrenarlo –
– Para mí es todo un honor ayudarte. Pero primero debo ver su potencial –
– ¿Contra quién pelearé? – pregunté.
– ¡Eris! –
Desde otra puerta, una chica de mi edad apareció.
– ¿Qué sucede? ¿Por qué me despiertas tan temprano? – respondió la chica bostezando.
– Oye, yo no peleo contra mujeres – me quejé.
– Ella no es una mujer cualquiera, es la mejor luchadora de Japón –
– ¡Oye! No me dejes esperando y pelea – interrumpió la chica.
– Bien –
Ambos quedamos en el centro del jardín en posición de combate.
– Ganará el primero en dejar a su oponente fuera de combate, no hay límite de tiempo y no se limiten. La pelea empieza ahora –
– Muy bien, enséñame lo que tienes – me dijo provocándome.
– No sería un caballero si no te concediera el primer golpe –
– Bien – respondió con una sonrisa macabra.
Eris corrió hacia mí a gran velocidad lanzando una patada directamente a mi pecho la cuál logré frenar colocando mis brazos en X. Pero la fuerza fue tal que me lanzó contra la pared que estaba a mi espalda agrietándola y dejándome algunos segundos en el suelo.
– Regla número uno: Jamás subestimes a tu enemigo – me replicaba Heracles.
– Lo siento, ¿Te hice mucho daño? – preguntó sarcásticamente.
Logré levantarme con dificultad y le lancé un puño. Pero ella reaccionó y con la velocidad de un rayo desvió el ataque, dándome un rodillazo en el estómago sacándome el aire haciendo que cayera al suelo una vez más.
– Regla número dos: coordina tus movimientos –
Por segunda vez me logre levantar, pero esta vez con gran dificultad.
– Valla que eres resistente, pero no podrás con esto –
Ella cargó contra mí, pero antes de que pudiera impactarme, logré esquivarla. Inmediatamente, ella me lanzó un golpe a la cara el cual logré frenar sujetando su puño y le di una patada en el estómago haciéndola retroceder.
– ¡Maldito! ¡Te arrepentirás de haberle pegado a una mujer! –
Por tercera vez cargó contra mí, esta vez estaba listo para recibirla con un puño. Pero algo extraño ocurrió. Al momento de lanzar el golpe, ella logró esquivarlo usando mi brazo como trampolín dándome un leve golpe detrás de mi cuello haciendo que un ligero escalofrío recorriera mi cuerpo y mi vista se nublara. Eso es lo último que recuerdo de ese día.
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