ASALTO AL CASTILLO

Roma. Italia.

19 de enero del 2020

PABLO

Horus me agarró de la camisa y me lanzó hacia el otro lado de la sala justo cuando el misil impactó en la base del balcón derrumbándolo y lanzando una gran cantidad de escombros hacia el interior. El otro helicóptero se acercó y dejándonos al alcance de los soldados que estaban en su interior obligándonos a salir de la sala en dirección a las habitaciones. En la huida, dos de los nueve soldados murieron.

– ¡¿Qué está pasando?! – gritó Camila asustada.

– ¡Son las fuerzas de Ares! – gritó Horus mientras arrastraba a uno de los soldados muertos.

– ¿Cómo nos encontraron? – pregunté.

– Quizá nos siguieron – opinó Jennifer.

El sonido de las balas era ensordecedor e impactaban a menos de un metro de la habitación donde yo estaba junto a María y Camila. En la habitación del frente estaban Jennifer Hermes, Horus y dos soldados, Esteban, Sergio y los demás soldados corrieron hacia la habitación principal al fondo del pasillo; un tercer soldado cayó víctima del fuego de los artilleros del helicóptero y otro recibió un disparo cerca del cuello incapacitándolo.

El pasillo era intransitable, así que no podíamos cruzar a la habitación de al lado que es más segura ya que en donde estábamos quedaba justo en frente del helicóptero que disparó el misil, en cualquier momento nos podía atacar. Y así fue, un segundo misil impactó arriba de nosotros destruyendo la parte superior de la pared y derrumbando parte del techo. La explosión me lanzó a la habitación de al lado cayendo encima de Jennifer haciendo que termináramos contra la pared.

– Buena caída – me dijo mientras se levantaba.

Yo estaba un poco aturdido y aún no asimilaba en dónde estaba. Cuando me recuperé, noté que Camila y María aún estaban en la habitación y para empeorar las cosas, Camila estaba inconsciente y María estaba aturdida y con su pierna derecha lastimada.

– ¡Camila! – grité tomando impulso para cruzar a la habitación, pero Horus atravesó su brazo impidiéndome el paso.

– ¡¿Estás loco?! ¡No podrás llegar solo! Mucho menos herido –

– ¿Herido? – dije revisando mi cuerpo. Efectivamente, una bala había rozado mi brazo derecho creando un pequeño rasguño, mientras que una segunda había llegado un poco más lejos, dejando una herida profunda en mi brazo izquierdo.

– Deja que el médico te trate. Luego iremos por ellas, solo ten paciencia –

Un delgado camino de sangre recorría mi brazo izquierdo y un intenso dolor empezó a hacerse presente.

– Tranquilo, esto te ayudará – dijo el médico aplicándome una inyección que en cuestión de segundos hizo que parara el dolor. Así mismo, colocó un polvo en mi herida para luego vendarla. – Esto tendrá que bastar por ahora, procura que no te vuelvan a disparar. No hay suficiente de eso para todos –

– ¿Qué era eso? –

– Ahora no es tiempo para hacer preguntas, muchacho –

– ¡Oigan! ¡Necesitamos que nos cubran! – Gritó Esteban desde la habitación principal.

De inmediato, Hermes y Horus tomaron la cama de la habitación y la colocaron como barricada cubriendo la entrada del corredor y reforzándola con todo lo suficientemente resistente que había en la habitación. Horus y dos soldados tomaros posiciones en aquel escudo improvisado. Luego, Esteban y los demás corrieron por el pasillo y entraron en la habitación junto con dos rifles, municiones y otros artefactos.

Ahora todos estábamos armados. Jennifer y un soldado ayudaban al médico a estabilizar al herido; los soldados, Horus y yo teníamos rifles de asalto; mientras que Hermes tenía un rifle de precisión y Sergio y Esteban un par de subfusiles.

En ese momento, aproveché aquel escudo improvisado y crucé a la otra habitación a gatas. Esteban, preocupado, cruzó justo detrás de mío. Tomé a Camila y la cargué en mis brazos mientras que Esteban ayudó a María a caminar. Pero un tercer misil impactó en la base de la habitación haciendo que parte del piso y la pared cayeran por el barranco, además, la explosión nos lanzó contra la pared con gran fuerza. Ahora estamos expuestos a los ataques del helicóptero.

El helicóptero se acercó y comenzó a disparar, justo cuando Horus apareció a la velocidad de un rayo materializando un escudo frente a nosotros.

– ¡Corran! –

Esteban y yo salimos rápidamente de la habitación en dónde nos esperaba Hermes con un escudo igual al de Horus. Esteban logró cruzar sin problemas. Pero mientras yo cruzaba, una granada, lanzada por un soldado que había llegado en uno de los camiones destruyó la barricada clavándose un pequeño pedazo de madera en mi pierna izquierda haciendo que me desviara y la única salida era dirigirme hacia la habitación principal.

Al llegar, cerré la puerta que en segundos ya había sido traspasada por varios disparos. Caminé cojeando y con Camila en mis brazos hasta el baño, en donde la acosté en la bañera. Cerré la puerta y me recosté al lado de esta, en eso, noté un rastro de gotas de sangre. Me arrastré hasta el estante y de él saqué un botiquín de primeros auxilios el cual usé para limpiar y vendar mi herida luego de que sacara el trozo de madera, que por cierto dolió más de lo que creí hasta el punto de hacerme llorar. Un rato después, el dolor mermó un poco y logré relajarme. Pero fui interrumpido por un par de explosiones que hicieron vibrar la casa, dejándome ansioso, asustado y temeroso. Un par de minutos después, logré escuchar cómo abrieron la puerta de la habitación violentamente y luego, escuché pasos. Mi pulso se elevó y la adrenalina viajaba por mi cuerpo una vez más. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca y el suspenso se apoderó de mí, la chapa de la puerta se movió hasta que la puerta se abrió. Entonces, sin pensarlo dos veces, disparé. 

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