Capítulo 65
Blus
Soy el único que puede calmar a padre cuando se descontrola, así que otra vez estoy aquí, buscándolo y de malhumor porque no me quiero cruzar con mi madre, menos después de haber tenido esa triste despedida con Veinticuatro. Mi humor es horrible, y eso que intento estar animado. Si puedo calmarlos a ambos para que no traigan problemas, luego me relajaré un rato en aguas termales, las necesito con urgencia.
Genial, hallé a la que no quería encontrar, pero de todas formas sonrío.
—Hola, madre.
Gira su mirada fría hacia mí.
—Blus —dice sin importancia—. ¿Has visto a tu padre? ¿Lo dormiste? —pregunta por lo único que le interesa en su existencia.
—No —expreso en seco—. ¿Qué haces aquí?
—No duermas a tu padre, es aburrido cuando está así.
—¿Qué importa? Si de todas maneras se despierta solo, es más poderoso que yo, no puedo contra él.
Se ríe.
—Lo sé.
—¿Por qué ayudas a Isela? ¿Te preocupas por ella? —indago curioso.
—Soy madre, es normal —expresa tranquila, lo que me produce odio.
Frunzo el ceño.
—Nunca has sido mi madre, has prestado casi toda tu atención a Morket por sufrir las tinieblas y parecerse a padre, luego de Isela casi ni hablas, y yo... bueno, ni una pizca de atención, al menos por ella sí lo haces, supongo.
—Isela me preocupa porque me sacó el trono y ese lugar tiene una alta responsabilidad, es mucho para ella, debo inquietarme. Por otro lado, no sé de dónde sacas que no me interesas, Blus, yo te di a tus ninfas, nunca has estado solo.
—Nada compensa el vacío que me dejaste, ni una vez me diste un abrazo, ¿pero sabes qué? No estoy aquí para reprocharte, me encuentro enfrentándome a ti, solo para que no hagas que papá cometa una estupidez.
—Lo hará tarde o temprano. —Sonríe tranquila—. Ya sabes lo fantástico que es su temperamento, aunque bueno, hacerlo rabiar me encanta. —Se muerde el labio inferior y luego suspira—. Puede que yo apresure ese proceso, pero cálmate, no estoy aquí solo por esa razón.
—Ah, ¿no? —Alzo una ceja.
—No. —Mantiene su sonrisa pacífica—. Lo lamento tanto, hijo, pero no voy a decirte. —Se gira para retirarse.
Frunzo el ceño, alzo la mano, y uso mi poder, entonces se duerme, cayendo al piso. No encuentro a padre para frenarlo, así que la detuve a ella, antes de que ocurra una catástrofe. Me sobresalto cuando desaparece.
—¿Qué mierda?
—No te asustes, ambos sabemos que despertará pronto. —Oigo esa voz y me giro a verla—. Al fin te cruzas con alguien con quien te llevas bien. —Sonríe de forma amplia Isela, es obvio que ella fue quien se llevó a madre.
Suspiro.
—¿Y tú sí vas a decirme qué planeas?
—Blus, nos conocemos. —Hace una cara muy fría, cambiando de personalidad—. Sabes que no puedo decirte.
—No, con sinceridad no te conozco, no sé quién es la verdadera Isela.
—¿No te acuerdas? Pasamos mucho tiempo juntos, la conoces. —Mantiene su frialdad.
—¿Y entonces por qué no me la muestras?
De repente su cabello plateado cambia a negro de forma paulatina, uno de sus ojos tiene un círculo más, es por el que ve todo, luego sonríe de espacio y suave.
—¿Me reconoces?
Sonrío, recordando que algunas veces la vi en esa forma.
—Así que eras tú. —Me acerco a ese pequeño cuerpo y acaricio por un momento uno de sus mechones—. ¿Cómo no me di cuenta? —declaro—. Era tan obvio, una personalidad adorable y buena, una esencia tan pura, pero no entiendo, dime, ¿por qué? Ise, a ti no te gusta pelear —afirmo.
—La diferencia entre Cielo y yo, es que soy muy responsable. —Vuelve a cambiar de forma, se convierte en más alta, su cabello regresa a plateado y su expresión se muestra muy fría—. Y aunque mi verdadero ser solo quiera quedarse en su zona segura, tengo que salvar todo de la inminente destrucción. No lo olvides, soy la diosa de dioses, esa es mi más grande cruz.
—¿La destrucción es Cielo?
Se ríe, cambiando a su personalidad de niña malcriada, no como la otra que es un solecito.
—Ay, podría decirse que sí o no sé, ¿recuerdas? Ahora solo veo la mitad.
—¿Por qué permitiste que Cielo existiera entonces?
Cierra los ojos cambiando a una personalidad más calmada.
—El curso del destino solo se puede cambiar si lo mueves en los puntos clave, nunca intentes moverlo ni antes ni después, puedes empeorarlo más. —Suspira—. Estoy a punto de perder el juego. —Abre sus ojos que brillan—. Me quedo sin opciones.
Un escalofrío recorre mi cuerpo y con sinceridad siento que debo creerle, aunque no pienso hacer nada para ayudarla, las fichas que utiliza no me gustan en absoluto. Al anterior Blus no le hubiera importado, pero me estoy reformando. Ya no pienso cometer ninguna estupidez, debe haber otra forma de solucionar este juego del destino.
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