Capítulo 62

Océano

Fingir dormir, para luego escabullirme se va a convertir en un deporte para mí. No me quejo, es divertido burlarse de los demás, sobre todo si son Blus o Aerix, porque me están irritando cada vez más con ser mis cuidadores. Antes me gustaba Askar, al menos cuando él me seguía me parecía excitante. Lástima, ahora ya ni me importa, todo sentimiento falso que tenía por el principito se esfumó.

Dejo de avanzar cuando en mi camino me cruzo con Cielo, está quieta, no muy lejos de mí. El viento se mueve y la arena me molesta, ya que estamos fuera del castillo. Su mirada se encuentra fija en mis ojos, entonces se acerca.

—¿Disfrutando de tu nuevo cuerpo? —dice en tono burlón, pero yo sonrío.

—Mejor que tú seguro, puedo notar que ahora te deshaces de Irina más veces, la mandas a dormir sin objeción —expreso con confianza—. ¿Qué pasó con eso de "no hagas lo que no quieres que te hagan a ti"? O sea siempre te quejas que te hicimos dormir miles de veces y por eso te vengaste de mí, y ahora mírate callando a tu otro yo. —Alzo las manos.

—Es diferente. —Frunce el ceño.

Me agarro la panza al reír y me limpio una lágrima de lo gracioso que me suena.

—Ay, se enojó —ahora me burlo yo—. Qué triste que intentes ser tan malvada como mua y no te salga. —Muevo el cabello blanco de Veinticuatro.

—¿Disculpa? —Enarca una ceja.

—Ay, hermanita, tienes tanto que aprender. —Camino y me acerco a su rostro, entonces expreso con malicia—. ¿Sabes cuál es nuestra gran diferencia? Que yo gozo con el sufrimiento ajeno, tú solo te llevas por el rencor. Es más, este te está dirigiendo a un punto sin retorno ¿Qué pasará cuando todos te den la espalda? Te diré, te quedarás muy sola.

Me empuja indignada y retrocede.

—Tú también. —Entrecierra los ojos.

Vuelvo a reír.

—Ah, sí, casi lo olvido. —Mi sonrisa retorcida crece más—. A mí no me importa. —Me río de nuevo, entonces continúo—. Qué triste es tener miedo a quedarse sola.

—Tú te crees superior, teniendo un cuerpo tan insignificante. Deja esa burla, vas a terminar muy mal —amenaza.

—No me asustas, me quieres mucho, hermanita.

Hace un gesto de asco.

—No digas bobadas.

Miro las uñas de Veinticuatro que por ahora son mías, al menos hasta que recupere mi cuerpo o consiga otro, aunque la verdad me da igual.

—Si yo hubiera estado en tu lugar con tus poderes, yo sí te hubiera asesinado. La excusa de una nueva oportunidad no te la creo, más bien no pudiste admitir que no podías matarme. —Me carcajeo otra vez—. Ay, qué triste —expreso siguiendo con mis burlas.

—Basta. —Pone su mano en puño y chispas salen de allí.

—Vale, me voy. —Ladeo la cabeza—. Viniste a molestarme, para subir tu autoestima, pero no te salió, suerte para la próxima. —Me giro, entonces salto hacia la ventana, entrando al castillo.

Por alguna extraña razón que desconozco, usé ese lado salvaje de ninfa. Eso sí que estuvo precipitado, ya me mareé.

Avanzo por los pasillos y ahora en el camino me cruzo a Rebecca, al verme alza su vestido, entonces se acerca más rápido.

—Jacky me dijo...

—Sí, soy yo —termino con su intriga.

Suspira.

—¿Será raro decir que quiero que vuelvas? —expresa confundida.

—No, no es extraño, soy parte de ti —explico sin importancia ni ganas de aclarar—. De todas formas no sé cómo hacerlo, así que te aguantas.

—Escúchame —expresa molesta y puedo notarle sus ojeras—. Pon un poco más de énfasis en esto, por favor.

—Yo no soy la que está sufriendo, así que no me importa mucho. Ahora eres yo incompleta, pero no eres yo, por lo tanto como que medio me da igual.

—¡Océano! —insiste.

Bostezo.

—¿No tienes otra cosa que hacer? No me molestes.

—Sí, pero ya la terminé, ya averigüé sobre el castillo, ya se liberó Inn, ya lo arruiné todo y estoy convencida de que es malo lo que hice.

—¿La Diosa de la Creación? —Alzo una ceja—. Sí que es otro nivel ese. —Me río.

—¿Tú qué sabes? —Frunce el ceño.

—No mucho, soy tú, ¿recuerdas? —me burlo.

—Acabas de decirme que no.

—Sí, es complicado ser yo. —Río otra vez.

—¿Por qué eres tan mala? —expresa indignada.

—Hay seres que no necesitan explicación sobre eso, solo lo somos y ya.

—¿Alguna vez tuviste corazón?

—Busca en tu cabeza. Ah, cierto, ya no me tienes. —Vuelvo a reír y mantiene su gesto de molestia—. Mira, si te sirve de consuelo, tú no eres mala persona, eso significa que yo tengo un poco de bondad en mí.

Suspira.

—Cielo me quitó tu influencia, aun así tengo rasgos tuyos, puede ser.

—Sí. —Seco una lágrima imaginaria—. Eres tan manipuladora como yo, qué orgullo.

—Bien, espero que encuentres tu camino.

Se gira para irse, pero se detiene.

—¿Qué pasa? —consulto y cuando me doy cuenta suspiro—. Ah, esto no acaba más. —Veo a Morket.

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