Capítulo 60

Blus

Sonrío con confianza.

—Te encontré ¿Creíste que podías escapar de mí? Imposible —expreso con alto ego.

Océano en el cuerpo de Veinticuatro me mira con un gesto de molestia, nunca pensé en ver a mi amada mostrándome esa cara de enfado.

—¡Deja de seguirme! —me grita.

—Aerix te perdió de vista, no sirve como niñera, así que tendré que encargarme yo.

—No, no hace falta. —Levanta las manos y un rubor crece en sus mejillas—. Malditas emociones de Veinticuatro —refunfuña y baja los puños, mirando hacia un costado.

—Claro que sí, no puedes ir por ahí como si nada. —Tomo su mano y se estremece—. Tengo que enseñarte unas cuántas cosas.

—No... no lo necesito —expresa nerviosa.

Comienzo a caminar mientras ella planta los pies en el suelo, para que no la haga avanzar, pero es imposible que pueda detenerme.

—Te vas a lastimar —aclaro mientras sigo dando pasos.

—Te ahogaré —amenaza y me detengo.

Sonrío y me doy la vuelta a mirarla.

—A ver.

Se sobresalta.

—¡Eh, lo estoy intentando! —expresa frustrada.

—Estás en el cuerpo de Veinticuatro, no creo que puedas hacer eso por ahora, confundirás su sistema, espera a que te explique, antes de intentar cualquier cosa.

—¡No me importa! ¡Suéltame! ¡¿No ves que no te soporto?! ¡Date cuenta!

Bufo.

—Océano, solo intento ayudarte.

—¡No me ayudes, no me interesa! —Forcejea sin suerte, no tiene ni una oportunidad de zafarse—. ¡Qué frustrante este cuerpo de porquería! —se queja.

—Cálmate. —La acerco a mi torso, agarrándola de su cintura y se queda quieta. Sabía que reaccionaría así, porque el físico de Veinticuatro tiene sensaciones con el mío—. Sé que no comprendes el mecanismo de este aspecto, pero si lo piensas más tranquila, resolverás todas tus dudas. No te desesperes, con paciencia lo lograrás.

—A... aléjate. —Sus mejillas vuelven a estar rojas y apoya sus manos en mi torso para intentar apartarme, pero no tiene éxito otra vez—. Haces que tenga calor y yo contigo no deseo nada.

—Vamos al cuarto —le aclaro y se estremece, yo me río—. No voy a hacerte nada, esa etapa mía ya murió, ¿recuerdas? Soy el Blus patético, solo intento cuidarte.

—Vomitaré —declara.

—Vamos —insisto y como todavía se resiste, la levanto entre mis brazos, entonces patalea—. Sí que eres persistente, pero no te puedo dejar por ahí sola, puedes lastimar el cuerpo de Veinticuatro y no lo permitiré.

—¡Voy a exasperarme tanto que se va a morir en esta maldita transición! —exclama furiosa.

—No si hago esto. —La abrazo más a mi cuerpo y su físico reacciona, quedándose paralizada, creciendo el rubor en su piel otra vez—. Las ninfas se calman cuando estoy cerca, es biológico.

Respira con agitación.

—¡Ay, maldita sea! —Se cubre la cara, avergonzada.

Llegamos a mis aposentos y la recuesto en mi cama.

—Si no quieres que te abrace para que te calmes, será mejor que te quedes quietita —le advierto.

—Bien —dice de mala gana—. ¿Dónde están tus otras ninfas? Así me dejas de molestar.

Me río.

—No te abandonaré —confieso y se queda callada mirándome fijo—. Me deben estar buscando —respondo a su pregunta—. Aprovechemos para descansar y que asimiles más tu cuerpo de ninfa.

Muevo mi dedo y lo pongo en su frente, una luz celeste crece, entonces me adentro en la entrada del mundo de los sueños, ya que es hasta ahí en donde el límite me deja ir.

—Blus. —Me giro y veo a Veinticuatro.

—¿Me salió mal? Creí que te vería en tu forma de origen.

Se ríe.

—No, soy Veinticuatro, la verdadera.

Suspiro.

—Otra vez estas pesadillas —me quejo—. Se supone que soy el Dios de los Sueños, no entiendo por qué no puedo controlarlos, voy de mal en peor. —Bufo.

—Blus, escucha, soy yo, de verdad —insiste y la miro mejor—. He venido a despedirme.

Me sobresalto.

—No, no lo hagas. —Me aproximo rápido a agarrarla de los hombros—. Por favor, te lo pido. —Mis ojos se humedecen—. Regresa.

Se suelta y sujeta mis manos.

—No puedo volver, es demasiado.

—Pero...

—Debes dejarme ir, estoy mejor de este lado.

—No puedo dejar que te vayas, amor. —Cierro los ojos muy fuerte, permitiendo que mis lágrimas mojen mi rostro, entonces la abrazo—. Quédate, por favor.

—Debo partir, pero antes quiero decirte algunas cosas.

Abro los ojos despacio y me alejo lentamente.

—¿Por qué? ¿Por qué me dices esto?

—Soy feliz de haber sido la ninfa que te hizo dar cuenta de tus errores. —Sonríe con gratitud y acaricia mi mejilla—. El vacío hizo que aprendieras por las malas, pero ahora puedes enseñarle a ella por las buenas. —Señala por un momento a Océano que camina perdida en la nebulosa de los sueños—. Sé que harás lo correcto.

—No puedo —niego y toco su mano, la cual sigue en mi mejilla—. No entiendo ¿Por qué no podemos estar juntos?

—¿Has oído la frase "todo pasa por algo"? Creo que esta es una de esas oportunidades.

—No me hagas esto —ruego sintiendo el dolor fuerte de mi corazón.

Toma mi mano, así que me guía por un camino blanco, avanzamos mientras pétalos de flores caen del cielo, entonces el sueño cambia de manera paulatina y comienza a brillar, ahora se encuentra lleno de un lugar de distintos colores y hierbas hermosas.

—Aquí estaré, puedes visitarme cuando quieras, pero no me sigas esperando, es hora de decirle al corazón que cambie de rumbo.

—Pero...

Alza la mano, señalando a Océano otra vez.

—Síguela, ayúdala, ambos sabemos con quién has estado obsesionado por tanto tiempo y es una buena oportunidad para que entienda que no todo es rencor y odio.

Me cruzo de brazos, indignado.

—Eres una ninfa, ¿qué sabes lo que es mejor para mí?

Se ríe.

—Es como si estuviera muerta, así que mi mente es más lúcida ahora, así que entiendo más cosas que cualquier otra ninfa.

—Igual no puedo, no quiero, eso estaría mal, eso sería aprovecharme de tu cuerpo, jamás haría algo así.

Se acerca y toma mis mejillas.

—Te estoy dando mi consentimiento sobre mi cuerpo, debes dejarme ir, y si sucede algo estará muy bien, yo lo permito.

—Me odia y está loca, no va a pasar. —Me aparto tomando sus manos—. Yo te quiero a ti. —Apoyo sus palmas donde está mi corazón.

—No podemos. —Se aparta y pone una distancia prudente entre nosotros.

Suspiro triste.

—De acuerdo —expreso rindiéndome.

—Adiós, Blus.

Más lágrimas mojan mi rostro, no dejo de observarla y todo en mí se destruye, entonces lo acepto resignado y muy desarmado por dentro, llegó el día.

—Adiós, mi amor.

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Abro los ojos, parpadeo varias veces y me seco las lágrimas, tardo un momento en darme cuenta que estoy abrazando en cucharita a Océano. Me alejo de su espalda, levantándome despacio, entonces veo a Aerix parada en frente de la cama y sonriendo.

—¿Divirtiéndote? —se burla.

—¿Ni un celo? Qué mala. —Me río.

—No sé qué es eso, pero vine a avisarte, tu madre ha aparecido. Morket me pidió que venga a buscarte, antes de que suceda una catástrofe.

Bufo.

—Adivinaré, ya se vio con papá —digo lo obvio y luego frunzo el ceño—. Vale, me encargaré —expreso de mala gana.

Con sinceridad la aparición de mamá no es grata para mí y no lo digo porque venga a traer problemas, lo digo porque soy su hijo más ignorado por ella. Oír de mi madre solo me causa dolor y en estos momentos no estoy del mejor ánimo para verla.

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Escribir sobre la despedida de Veinticuatro me costó un montón 💔

Blus triste me pone mal, ¡pero ya llegamos al capítulo 60! 

Atte: Vivi.

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