Capítulo 53

Fared

Camino por los pasillos, todos me hacen reverencias. La multitud grita y otros tiran papelitos ceremoniales. Subo los escalones acercándome al cura, pongo el sello real en el documento y espero a que Irina llegue por aquella gran puerta. Suenan las trompetas, entonces tomo una bocanada de aire cuando la veo entrar. Mi corazón golpea fuerte, muy fuerte.

Esa cabellera castaña se acerca con aquel tul largo y trasparente. Sus hermosos ojos me observan con timidez, entonces su sonrisa me trae seguridad. Un bello rostro que combinado con su vestido blanco me hace pensar en un ángel, un ángel precioso que se aproxima hasta mí y se posiciona a mi lado.

Tengo problemas para pensar con pureza. Pensamientos impuros, aléjense.

Nuestras manos se entrelazan y solo queda escuchar al sacerdote predicar.

Los aplausos se oyen cuando nos besamos y el primer paso está concretado. El segundo es aguantarme a todas estas personas en la fiesta ¿Y el tercero? No quiero pensar en eso.

—Felicidades. —Se acerca Jaelyne con su bebé—. Bienvenidos al mundo marital, donde las discusiones abundan, pero es normal, con buena comunicación se arregla.

—Qué graciosa —digo con mala gana.

—Siento no haber ido a tu boda, Jacky —se disculpa avergonzada mi ahora esposa.

La rubia se ríe.

—No te preocupes, a mí me dan igual estas cosas.

—Bueno, pero sentí que debía disculparme. —Sonríe tímida y junta sus dedos índices en un gesto de nerviosismo—. Te quiero mucho.

—Eres tan tierna que te comería, pero no puedo hacerlo, tengo que darle el buen ejemplo a mi bebé. —Se ríe e Irina también lo hace—. Yo también te quiero.

Irina se le aproxima y la abraza junto al bebé, luego que se aparta le consulta:

—¿Cómo está Rebecca?

—Un poco cansada, pero bien, mucho mejor encontrándose en compañía de Askar —responde de manera pícara.

—¿Qué le pasó a Rebecca? —pregunto entrando en la conversación.

—¡¡Eh!! ¡¡Pues... —balbucea Irina poniéndose nerviosa.

—Se enfermó —contesta Jacky, aunque calculo que es una mentira.

Creo que todos me tratan de tonto aquí. Me molesta tanto ser rey, extraño mi etapa de delincuente. Esto de ser el niño bueno, me hace sentir patético ¿Pero cuándo no me he sentido así? Al menos antes podía cortarle la cabeza a alguien.

—Necesito adrenalina en mi vida —me quejo.

O morirme.

—¿De dónde salió eso? —Se ríe Jacky—. Bueno, podrás esta noche —vuelve a hablar de manera pícara e Irina se sonroja.

No me refería a ese tipo de adrenalina, ya me volví a estresar.

—¡No bebas! —me reprende Jaelyne cuando me acerco a agarrar una copa y me detengo—. No te hace bien.

—¿Quién eres? ¿Mi mamá? —me quejo otra vez—. Esa está muerta.

—¿Saben qué? Mejor vayan a bailar, ahí no tendrás que charlar con nadie —aconseja.

Qué buen consejo.

Bailamos, no divertimos ¡Sí, es raro admitirlo! Pruebo algunos alimentos, evito a ciertas personas y vuelvo a danzar con Irina. El día parecía interminable, pero ya acabó y por suerte sin contratiempos inesperados de algún dios. Aunque ahora viene otro momento eterno. Solo tengo que relajarme y estar tranquilo, lo haré bien. Sí, solo tengo que inhalar y exhalar con autocontrol, entonces todo estará aceptable.

Nos dirigimos a los aposentos.

Cierro la puerta detrás de mí cuando Irina entra al cuarto primero. Tomo otra bocanada de aire y suelto la perilla de la puerta, para acercarme hasta mi esposa.

—Bueno, yo... —dice tímida.

Pongo mi índice en su boca para que se calle.

—Niña escandalosa, mejor no hablemos. —Alejo mi dedo de ella—. Dejemos los sonidos para otra cosa.

Asiente, despacio me aproximo a Irina, hace una pequeña exhalación y mi boca se une despacio a la suya. Mi corazón se mueve a velocidad acelerada, va en aumento mientras la guio hacia la cama. Su espalda cae en el colchón y me subo sobre ella. Mi mano se convierte en garra por la adrenalina que siento, clavo mis uñas en el colchón, rompiéndolo por mis nervios.

Mi esposa hace un gimoteo y la rapidez de mi excitación crece otra vez. Mi ritmo está muy apresurado, sin embargo no he hecho nada todavía. Es difícil controlarse, creo que pensar no me está ayudando en nada.

¿Cosas que no puedo hacer? Controlar a mi bestia interior, nunca he podido transformarme a voluntad, mi forma cambia solo si tengo emociones fuertes como estas, por eso me asusta la situación.

Bajo su vestido, beso su cuerpo, desciendo y subo para volver a su boca mientras se avergüenza. Nuestros labios se tocan de manera seguida. El calor y la energía son inaguantables. Entonces algo sucede, siento que algo anda mal, pero no soy yo el culpable.

—Espera, espera —repito alejándome tan solo un poco y mi respiración se mantiene agitada—. Tú...

Estoy seguro que ha bajado bastante rápido mi yukata y su mano ya está apoyada en mi pantalón.

—¿Sí? —dice mirándome incrédula.

—Tú... —Salgo de encima de ella y me siento a su lado—. Tú no eres Irina —afirmo desconcertado, manteniendo la mirada al frente.

—¿Qué?

Mi mandíbula se tensa.

—Irina es inocente, adorable y tímida. La mujer que tengo a mi lado es pícara, sensual e intensa. Lo sospechaba, pero no lo quería aceptar, eres Cielo.

Ríe nerviosa inclinándose.

—¿Qué dices? Mi actitud no ha cambiado, no hay nada por lo que percatarse ¡Soy yo! —Alza las manos con emoción.

Frunzo el ceño y al fin la miro.

—Deja de fingir.

—No estoy fingiendo. —Hace puchero, luego cambia de actitud, entonces de manera veloz se sube sobre mí, para empujarme y mi espalda terminar en el colchón—. Solo cambiamos de lugar —dice de manera sensual al admitirlo.

—Y tú eres Cielo —afirmo otra vez—. Lo siento, pero no estoy interesado. —Intento quitármela de encima, pero me detiene.

—¿Sabes cuántos hombres me han rechazado? —expresa fríamente.

—No, ni me interesa.

—Muchos. —Se acerca a mi rostro.

—Ay, pobrecita —me burlo.

—¿Y sabes qué pasó con ellos? —Se ríe.

—¿Me estás amenazando? —pregunto con confianza.

—No, cariño. —Posa un dedo en mi labio—. Yo quiero que seas mío e inmortal, jamás te amenazaría.

No puedo mover mi cuerpo, creí que era mi imaginación, pero es cierto, me detuvo con su poder.

Se aproxima a besarme, apoya sus labios sobre los míos y toca mi torso desnudo. Estoy confundido, sin embargo creo que está dibujando algo en mi cuerpo. Cuando aleja su boca, veo que efectivamente ha escrito algo confuso allí.

—Soy fan de los tatuajes, pero no me gustan cuando no soy yo quien los elige.

Se ríe.

—Fared, cariño, hoy estaremos juntos por siempre —declara y saca de debajo de su vestido una daga.

¡La daga que el enanito mencionó!

Gracias a eso, reacciono y cuando me quiere apuñalar, me muevo para que no me dé, entonces la diosa cae al suelo. Tengo que huir, porque no quiero lastimar a Irina, esa Cielo me sacará de mis casillas. Me levanto, así que corro hasta la puerta. Veo que hay una discusión extraña entre ellas, pero no me quedo a averiguar de qué trata.

—¡Fared! —Creo que es Cielo la que me grita en el pasillo, hasta pienso que ya puedo distinguirlas, usan un tono de voz distinto, ¿cómo no pude verlo? El amor te ciega dicen—. ¡Detente ahí! —ordena y mis piernas ya no pueden moverse.

¡Maldición!

Me giro a mirarla molesto.

—¿Qué?

—¿Osas rechazarme? ¿Romperle el corazón a Irina?

—Tú no eres Irina. —La señalo.

—Soy parte de ella y ella es parte de mí. Aunque formo la mayoría de nuestra esencia, eso no significa nada, así que regresa aquí como un buen esposo. —Sonríe.

—Tú no me das órdenes, no voy a ser un zombi que te obedece.

Se carcajea y mueve la daga.

—Cariño, solo duele un poquito, vamos, no seas cobarde.

—¡Cállate, loca!

—Prefiero ser un monstruo, como tú.

La observo con asco.

—¿Ves porque no eres Irina? Ella no me considera monstruo, ella no me ve de esa manera.

—No deberías sentir odio por lo que eres, Fared, solo somos seres incomprendidos.

—Yo no pedí nacer de esta forma, y no me compares contigo —expreso enfadado.

Se pone seria.

—Cierto, a ti te engendraron y a mí me hicieron así. Océano con su maldad y Desierto con su ignorancia, me condenaron a sufrir eternamente. Aunque ya no me importa, aprendí mucho del odio. Por lo tanto, no veo lo malo de este. Tú te resignaste y yo lo tomé, deberías aprender un poco de mí. Ven, puedo enseñarte.

—No, gracias, prefiero la resignación. La única razón por la que sigo vivo es por Irina, así que no quiero tu inmortalidad ¿Aguantarme eternamente? Qué martirio.

—¿Quién te hizo tanto daño? —Revolotea las pestañas.

—El mundo. —Suspiro—. Si tan solo mi padre adoptivo hubiera sido el real, quizás yo... quizás no hubiera sido tan desgraciado, quizás hubiera sido alguien tan noble como él, pero no, salí con los genes de un ser tan despreciable como yo, el cual nunca me quiso y me trató como escoria. Desearía volver atrás y matarlo otra vez —expreso con regocijo.

Se muerde el labio inferior.

—Amo a este Fared ¿Dónde quedó?

—Por ahí, extrañando la adrenalina de la muerte. —Enarco una ceja.

—Te convirtieron en un muñequito de torta, mi niño malo —se burla.

Ruedo los ojos.

—Solo cumplo mi promesa, y hablando de Irina, ya llámala, me pudre conversar contigo.

—Irina no está disponible en este momento, discutimos y la mandé a dormir.

—Me caes mal, me voy. —Me giro para irme y por suerte esta vez mis piernas se mueven, así que puedo volver a escapar.

Cuando giro en un pasillo, Cielo hace una aparición delante de mí, entonces me sobresalto, pero también me enfado por lo tanto la empujo contra la pared de la rabia que tengo y ella se excita, hasta se relame los labios.

—Me encanta cuando te pones rudo —expresa de forma seductora.

La suelto y retrocedo, indignado.

—¡Deja de perseguirme!

—No puedo, necesito que me empotres contra la pared. Bueno, ahí tienes algo que a Irina también le encantaría.

—Eso ya lo sé —exclamo sin ánimos—. Pero su reacción sería muy distinta, las tuyas me quitan la calentura. —Sonrío y frunce el ceño.

—Eres un mal esposo, por eso quiero incrustarte esta daga. —Alza el arma, sonriente.

—Paso. —Me vuelvo a ir.

—Hey, pero si todavía no te di tu regalo de bodas.

—No lo quiero, gracias.

Sigo avanzando, pero me detengo cuando veo una luz apabullante ante mí. Cuando deja de brillar me quedo estupefacto ¿Es acaso una ilusión? Mis ojos se humedecen y mi boca tiembla, no puede ser.

—Escuché tus plegarias —declara Cielo mientras estoy perplejo viendo a la persona que tengo en frente—. Fue difícil, porque no soy la diosa de las tinieblas, pero si soy dueña de las almas, así que me pareció pertinente este regalo.

Estoy paralizado, entonces caigo de rodillas y mis ojos se llenan de lágrimas.

—Mamá.  

___

Creo que este es uno de los capítulos más largos de la saga y qué intenso ❤

Atte: Vivi.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top