Capítulo 31

Morket

Voy a la guarida de Aerix, su patio lleno de naturaleza silvestre, es como un mini bosque situado en una de las partes descubierta del castillo. La bonita morena se encuentra sentada en el pasto, mirando las flores que mueve entre sus manos. Se ve muy pensativa, alza la vista y creo que su paz se le esfumó, se la alteré.

—¿Qué quieres? —Frunce el ceño.

—¿Por qué te enojas? Aunque prefiero verte enfadada que triste.

—Necesito alejarme de ti y tú te enseñas en seguirme.

Camino hasta ella, entonces me siento a su lado.

—Lindo lugar —acoto y le quito una de sus flores—. Creí que ya nos llevábamos bien. —Me deleito con el aroma.

—A la primera que te traté bien todo se me vino abajo, mejor sigo como estaba antes.

—Mm, hablas de Isela.

Se forma un silencio hasta que ella decide preguntarme.

—¿Por qué crees que Isela quiso lastimarte? —Mantiene la mirada en sus flores.

—No lo sé, quizás porque estoy del lado de Cielo.

—O sea que estás del bando equivocado.

Agarro su barbilla y muevo su cara, para que me mire.

—Tú estás del bando equivocado.

—Yo no puedo elegir. —Da un golpecito a mi mano para que la suelte—. No me toques.

—Tienes miedo, lo entiendo, pero te protegeré.

—¿Ustedes, los hermanos, se arreglan para decir cosas parecidas?

Me río.

—Sí, Blus también te cuida.

—Yo me cuido a mi manera y me ha resultado bien, no vengas a arruinar mi estabilidad.

—No puedes vivir con miedo para siempre, Bosque.

—Me mantiene lejos de la tortura.

Se forma otro silencio, así que decido preguntar.

—¿Te molesta si te acompaño? —consulto pensando en la eternidad—. Prometo quedarme callado.

Entrecierra los ojos.

—Bien. —Me quita la flor—. Pero esta se queda conmigo, no quiero otro desastre.

Jaelyne

—¡Ay! —chillo cuando la Dama me pincha—. ¡Mujer enana, me lastimas!

Me quejo, aunque me mantengo sentada en el banquito, mientras la señora cose el vestido de novia.

—Si te quedaras quieta, no te lastimaría y terminaría rápido —me regaña.

Gruño, voy a estallar de ira ¿Por qué estoy haciendo esto? Ah, sí, por complacer a Kael. Más vale que me dé buen sexo en la noche de bodas, para que la tortura valga la pena, o sino me voy a quejar tan fuerte, que ni todo el desierto podrá calmarme.

—¿Ya terminaste? Quiero ir a ver a mi bebé. —Tironeo de la ropa—. ¿Y cómo va a quitarme esto Kael? Parece imposible de desatar.

La mujer me pega en la mano, para que deje de tirar de la tela.

—No es para quitar, es para lucir y tu bebé está bien cuidado por Endek, así que concéntrate en el aquí —me regaña otra vez.

—¿Me concentro en que me pinches? —Enarco una ceja—. ¡Auch, lo hiciste a propósito! —me quejo cuando siento la aguja y ella se ríe—. ¡Termina de una vez el maldito vestido!

—¡Jacky! —grita Askar entrando a la sala principal del harem—. ¡Ay, perdón! —Se cubre la cara.

—¡No seas estúpido, no se me ve nada, hay más tela que piel! —expreso en alto e indignada.

—Sí, pero me falta esta —aclara la Dama mostrándome un bordado más.

—¿Y eso que tiene que ver?

—Bueno, como sea. —Askar baja sus manos y mira hacia la pared para hablar—. ¿Has visto a Rebecca? Océano está usando su cuerpo y me preocupa.

—Lo sé, ayer me besó, está loca ¡Ay! —chillo cuando la Dama me tira del pelo y me ata el tul con las flores ahí—. ¡¿Hace falta eso ahora?!

—Hay que ver si combina —explica la mujer, pero solo me irrita más y más.

—¡¿Te besó?! —grita Askar reaccionando—. ¡¡Está fuera de control!! ¡¡Ay, perdón!! —chilla cuando sin querer me mira.

—¡Ya me cansé! —Me levanto y la Dama se cae—. Perdón. —Me río al darme cuenta.

La enana me mira de mala manera al pararse.

—Jovencita, se va a casar en pocos días, siéntese —me regaña por quincuagésima vez, supongo.

—No quiero, ya me harté, termina el vestido sola, ya es suficiente con que me lo haya puesto, además le falta un toque personal. —Corto la falda para que se vea una de mis piernas—. Así me gusta más, los consejos de Aerix sirven. —Sonrío y miro a Askar—. ¿Crees que Kael se enfade si le pongo una espada al vestido?

—¿Para qué quieres ponerle una? —Me observa confundido, olvidándose de su "respeto" sobre la ropa o algo así.

Pongo las manos en mi cintura y alzo la cabeza con orgullo.

—Quiero estar preparada para lo que sea.

—¡Es una boda, señorita! —se queja la Dama—. ¡No una guerra!

—Ella tiene razón —aclara el pelirrojo—. Pero quién soy yo para objetar, te quedaría bien. —Se lo piensa—. Aunque hay una duda ¿No está ya el desierto para eso?

—Pues ahora no le afecta la maldición a mis amigas, aunque la verdad es que me acostumbré a usar espada. Tanto entrenamiento tiene que servir para algo, al menos para lucir —digo lo último fingiendo la voz de la Dama—. ¡Ay! —chillo cuando me pincha a pesar de que no me estaba cosiendo el vestido.

Eso me pasa por burlarme.

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