IX
Bostezo un poco dándose media vuelta en el colchón de plumas, no sabía dónde estaba, ni en qué día estaba viviendo, solo estaba la suavidad bajo su cuerpo y las ganas de seguir descansando, se abrazó más a la almohada inhalando el olor de alguien que no era ella y dejó que el viento se colara por su camisón para acariciar su cuerpo.
La sábana resbalaba por su cuerpo liberando su pierna y un brazo, su cabello caía libre y enmarañado por la almohada y algo de saliva salía de la comisura de sus labios. Abrió ligeramente los ojos aún cansada como estaba, se limpio el rastro de líquido en su boca y entre abrió un poco para acostumbrarse a la luz brillante que le molestaba.
—Nishishi—al escuchar esa risa se levantó de golpe sintiendo un mareo fuerte que la obligó a volver a recostarse y las risas se volvieron más grandes y estruendosas. Descubrió al demonio mirándola divertido a los pies de la cama mientras sus ojos se teñian de un sentimiento más misterioso y hostil, uno que quería descubrir, uno que iba a saciar su curiosidad, pero mataría su alma lentamente y cuando se diera cuenta estaría a su merced. Se arriesgo y le sostuvo la mirada durante unos segundos en los que sus respiraciones se sincronizaron y sus corazones latieron al mismo ritmo—Buenas tardes bella durmiente—ella rodó los ojos y miró hacia el techo confundida, tardes, había dormido hasta el medio día.
—Mierda—maldijo en voz baja siendo escuchada por su acompañante, el rubio soltó una última risa sólo para caminar hasta su lado y sacudirla ligeramente
—Anda elizabeth—la ánimo, por su parte la albina se tapó con las sábanas hasta la cabeza impidiendo que el de ojos oscuros siguiera—El almuerzo ya está servido, seguro tienes hambre—
—Solo quiero dormir—gruño por lo bajo arrastrando la almohada hasta cubrir su cabeza debajo de las sábanas. Meliodas volvió a reír completamente divertido de la actitud de la hermosa mujer, suspiro rendido abandonando su lado pensando en cómo ella se veía tan linda incluso así de enojada, incluso con su cabello como nido de pájaro, incluso con saliva escurriendo por la comisura de sus labios, elizabeth era hermosa. No pudo dejar que sus mejillas se pusieran coloradas cuando un sonido inundó la habitación en silencio e hizo que se diera la vuelta.
El estómago de la humana estaba gruñendo por no haber sido alimentado. Elizabeth soltó un fuerte gruñido desde la cama haciendo una rabieta que causó aún más las risas en el rubio. Enojada por tener hambre y tener que levantarse y molesta por que él demonio sólo se burlaba de ella se destapó para encararlo con él ceño fruncido
—¡Ya no te rías! —le lanzó la almohada que impacto contra la cara masculina y lo hizo soltar un alarido
—¡Oye! —se quejo infantil mente sonando su nariz y haciendo un puchero digno de un niño. La cara molesta de la mujer cambió un poco al ver la ternura del demonio sin notar como las rosas temblaban desde afuera al mirarlos, ya sabía lo que estaba sucediendo y no le gustaba para nada ese brillo en sus ojos. Meliodas suspiro un poco apenas el efímero dolor en su nariz desapareció y le lanzó de regreso la almohada. La humana soltó una risa volteando el rostro y sintiendo el golpe en su oreja. Una vez dejó de reír y regresó la cabeza a su lugar miró como el demonio empezaba a retirarse de él lugar. Gateo en la cama sid puesta a alcanzarlo hasta que él se dio media vuelta para verla con una sonrisa—Ore por algo de comer y beber, quedate aquí a descansar—
—Gracias meliodas—regreso hasta su lugar con una sonrisa y las mejillas coloradas. El blondo le devolvió el gesto con un tono aun más rojo que el de sus pálidas mejillas y desapareció dejando el sonido de la puerta cerrándose como única canción entre ellos. Elizabeth suspiro recostandose una vez más cerrando sus ojos para descansar, fue una verdadera bendición de las diosas el hecho de poder dormir después de tantos días, se sentía tan renovada, con buen humor, con la certeza de que la compañía de aquella "bestia" había relajado su mente conflictiva y le había dado un delicioso descanso.
Apretó la almohada mordiendo su labio con emoción, le gustaba, de verdad le gustaba, al inicio lo había visto como una bestia que la iba a asesinar, pero con esos días a su lado se había dado cuenta de lo equivocada que estaba. Su sensibilidad nata, sus cabellos rubios que se movían con el viento, sus ojos oscuros llenos de tristeza, incluso cuando estaba contento a su lado mientras jugaban o conversaban para conocerse podía notar ciertos lapsos donde el sentimiento de tristeza llenaba toda su mente y le impedía seguir sonriendo. Quería saber lo que lo atormentaba y quería arrancarlo para que su sonrisa nunca se apagará, quería ver a ese hombre que el demonio ocultaba, quería ver que su maldición se rompa.
Abrió sus ojos de golpe ante ese pensamiento y miró hacia la ventana, las rosas la estaban viendo, podía sentir su espiritual mirada sobre ella e hizo lo único que sabía que era capaz de hacer. A él ya le había preguntado, pero por más que lo intentaba no podía recordar lo que lo hizo pecar y no quería decirle la única cosa que parecía recordar, aveces la consideraba tonta, pero no debía de subestimarla de esa forma, ella se daba cuenta de sus expresiones y lo tenso que se ponía cada que preguntaba por él tema. No le gustaba hablar de eso, pero no se daba cuenta que ella era capaz de ayudarle.
—Tú sabes ¿no es así? —la plantas se quedaron inmóviles mientras el viento susurran te movía sus hojas verdes. La albina llegó hasta la ventana y acarició los delicados pétalos de la planta que siguió sin moverse—De otra forma jamás me habrías hecho todo lo que le hiciste, jamás lo habrías hecho sufrir esas torturas—habló, su voz era dulce, pero la forma gélida en la que la decía le hacía saber al espíritu que no estaba contenta, maldito sea el día en el que el demonio le contó sus experiencias encerrado ahí—Quiero ayudarlo ¡kgh! —se quejo cuando la flor finalmente se movió y calvo un de sus espinas en su mano, se retiro mirándola molesta y retiro la espina dejando que el pequeño hilo de sangre corriera. Por alguna razón sus espinas ya no tan tan grandes ni feroces como antes—Por favor, necesito respuestas, debo ayudarlo—
—No sabes lo que dices, niñita tonta—finalmente el viento le llevó su mensaje molesto. Era claro que ella no iba a permitir que meliodas saliera de ese lugar
—Por favor—
—Ellie—se dio la vuelta al escuchar la voz masculina que la llamaba con cierta desconfianza. Sus ojos oscuros la miraron fijamente a ella, luego se desviaron hasta las rosas y finalmente fueron directo hasta su mano de la cual salía algo de sangre. La preocupación en su mirada la hizo sonreír ligeramente apenada y se presiono el punto de su herida para que esta se detuviera
—Descuida, estoy bien, solo toque mal y por accidente me clave una espina—mintió, el demonio asintió con la cabeza sin creer en sus palabras, pero sabiendo que ella le diría la verdad cuando estuviera lista, camino por la habitación hasta dejar la comida en la mesa y se sentí en el sofá invitando a la mujer a sentarse a su lado. Aún algo adormilada, elizabeth fue hasta él con una sonrisa y se llevó el pan a la boca para empezar a masticarlo. Unas cuantas mejillas cayeron sobre sus labios rosados y para acercarse más a la albina, el demonio tomó una servilleta de tela y le limpio la boca como si fuera una niña. Ella soltó una risilla y se inclino para tomar un vaso lleno de jugo y tomar un poco para enjuagar se su boca. Una ves libre volteo a ver a el rubio que comía silencioso y tranquilo completamente agradecido de la compañía femenina—¿Cuánto es que no convivias con alguien más? —este la miró durante unos segundos
—Mucho—fue lo único que respondió, el tono de su voz más duro y áspero fue suficiente para que ella supiera que era un tema taboo para él. Su soledad no era algo de lo que le gustara hablar —Al inicio me gustaba estar solo—contrario a lo que pensó, meliodas siguió hablando para que ella lo conociera por completo. Se estaba dando cuenta que la quería, de verdad la quería, quería abrazarla, acariciarla y besar sus labios con cariño, pero para eso debían de conocerse bien y su pasado era algo que debía de comentarle—Mis poderes eran inestables, estaba lleno de ira, me sentía frustrado sin saber la razón por la que esa maldita...perra había osado aprisionarme—elizabeth dejó de comer y sintió un escalofrío al momento de escuchar sus palabras. Solo se quedó para ser su apoyo y levantó la mano y la llevó hasta su hombro para apretarlo ligeramente—No sabía controlar esto, era como si un animal me controlará, incluso mi apariencia no era esta—
—¿Qué? —el blondo suspiro ante su pregunta evocando los recuerdos pasados de los siglos atrapado
—Era extraña, una mancha oscura, estaba lleno de manchas oscuras, mi ojos eran negros con un toque rojo, no era yo—finalizó sobre su apariencia mirando sus manos—Al ser mis poderes inestables era como si la oscuridad me estuviera consumiendo y no podía saber lo que hacía—un nudo se formó en su garganta cuando recordó a aquella mujer de cabellos plata como los de elizabeth y ojos anaranjados entrar a el lugar. Ella estaba tan lastimada al igual que elizabeth, se había puesto a llorar al momento de verlo. Meliodas no tardo en sollozar en voz baja cubriendo su cara con sus manos incapaz de continuar, dudaba, vacilaba, no quería que ella se asustara si es que le contaba aquello
—Mel, sueltalo, te haces daño si guardas ese sentimiento—pero la amargura y el miedo eran más grandes que el daño que le estaba creando a su parte humana. La mujer lo abrazo rodeando con sus brazos su pequeño cuerpo, recostó su cabeza en sus voluptuosas senos y sintió perfectamente cómo el demonio se aferraba a las orillas de su camisón para empezar a llorar con libertad. Un abrazo era justo lo que él necesitaba en esos momentos—Shhh tranquilo, dejalo salir—acarició sus cabello, finalmente el de ojos oscuros abrió su boca y dejó salir sus palabras en un agudo quejido apenas audible
—La mate—finalmente dijo, elizabeth se tenso en su lugar
—¿A-A quién mel? —
—Ella entró a este lugar, estaba herida como tu, parecía perdida y devastada. No sabía lo que hacía te lo juro—paso saliva intentando deshacer de forma inútil el nudo en su garganta—No pude controlar mi magia y la asesine con mis propias manos, aún tengo pesadillas al respecto—ella se quedó en silencio escuchando solamente el llanto del humano destrozado, de esa parte perdida que flotaba dentro del mar oscuro en su interior. Ahora comprendía la razón por la que mantuvo su distancia al inicio y poco a poco empezaba a acercarse a ella—Lo lamento tanto, entiendo si eso te asusta, incluso yo intente asesinar te la primera vez que te vi—ella se separó un poco solo para mirarlo fijamente sin articular palabras—Creí que era mejor, mi instinto me dijo que lo hiciera, pero las rosas te protegieron, solo entonces o pude reaccionar y te cure. Creía que si lograba mantenerte con vida podría tener algo de paz después de haberla matado a ella —
—Meliodas—este no respondió, solo se aferro aún más a sus curvas llorando sobre el pecho femenino y mojando con sus lágrimas el camisón de la dama. Estaba esperando a que ella lo separara con miedo e iba a aceptarlo sin problemas si ese era el precio por su pecado de sangre. Sin embargo no fue así, la humana volvió a atraerlo hacia su cuerpo para darle un apretón y abrazarlo con cariño, desvío su mano derecha para limpiar sus lágrimas que salían de sus ojos y lo sorprendió tanto que un pequeño sonido de sorpresa salió de sus labios.
Alzó la mirada para conectar sus ojos y se quedó maravillado, sus esferas azules no tenían miedo ni decepción en su interior, sólo estaba Serena por completo y se dedicaba a limpiar cada gota salada en su rostro. Acomodo sus cabellos sin dejar de ser mirada como a una deidad por parte de él y entrelaza sus dedos sólo para sonreírle. El corazón del más bajo no tardo en palpitar con fuerza mientras se quedaban en silencio
—Te prometo que voy a romper tu maldición y cuando lo haga no tendrás que preocuparte nunca más por tus poderes—él se quedó embobado mirándola ¿era en serio lo que le decía? —No vivirás con miedo de dañar a la gente. No me importa si esas rosas intentan matarme con tal de evitar liberarte, prometo que algún día serás humano otra vez—
—Elizabeth—y sucedió algo que su mente tardo en procesar apenas sucedió. Lo beso, súbitamente y de un momento a otro junto sus labios en un beso dulce que le hizo probar el sabor del jugo de naranja, pan y cariño puro. El viento rugio con fuerza desde afuera mirando a aquellos amantes juntos nuevamente, el cielo se nublo como si estuviera triste, las flores silvestres florecieron bajo el amor de dos almas con partes faltante y los rosales lloraron en silencio viendo la historia repetirse. Elizabeth chupo su labio inferior pese a que el hombre no había correspondido a aquel beso en ningún momento y luego se separó con la misma rapidez con la que lo había besado en un inicio, el demonio seguía pasmado sin reaccionar a las caricias sobre sus mejillas mojadas o a la humedad en su boca. Lo miró directamente a los ojos con una media sonrisa llena de pena admirando el rostro confundido y sorprendido del demonio y luego se puso de pie. Tomó su pan y su jugo cada uno en una mano diferente y camino hasta la puerta aun en pijama—¿A-A dónde vas? —preguntó aún con la voz algo ronca debido a las lágrimas pasadas. La bella solo le dedico una mirada por arriba del hombro
—Debo cambiarme de ropa y darme una ducha—Fue lo único que dijo y salió de ahí moviendo sus caderas de un lado a otro. Apenas sintió que estaba lejos de él y que meliodas no la había seguido soltó un pequeño chillido de vergüenza. ¿De verdad lo había hecho? ¿Cómo es que había conseguido la valentía para hacerlo? ¿Cómo iba a verlo a los ojos de ahora en adelante? Se encerró en su habitación, se terminó el jugo lo más rápido que podía y entró al baño. Entre más rápido se relajara mejor iba a pensar sobre sus acciones imprudentes
*
¿Debió de corresponder? Llevaba haciéndose esa pregunta desde en la mañana en la que ella lo había besado. No había tenido contacto así desde...bueno desde...o quizá esa vez...
Nada, no tenía memoria de si en algún momento había besado a alguien así que eso se había sentido como su primer beso, estaba feliz, sorprendido, confundido, incómodo. Habían intercambiando algunas palabras, ella le seguía preguntando sobre su vida, pero apenas era capaz de hablar cuando él recuerdo volvía y sus mejillas se ponían coloradas.
—¿Y que pasó después de ella? —este lo pensó un poco
—Nada, con el tiempo empecé a controlar mi poder, mi forma empezó a cambiar a lo que más o menos era cuando fui humano y la soledad dejó de ser buena —dieron una vuelta que daba directo a la biblioteca aún alejados, por lo regular iban tomados de la mano o hombro con hombro, ahora tenían más espacio entre ellos dos. Elizabeth se sentía estúpida sabiendo que había arruinado su corta relación de amistad y el blondo mientras meliodas seguía pensativo en sus sentimientos. Se quedaron parados frente a la enorme puerta de la biblioteca y se miraron casi al mismo tiempo
—Esto...—vaciló—¿Quieres leer conmigo? —tomando fuerza, el blondo sonrió aún nervioso de que había olvidado como leer, la tomó de la mano rompiendo la incomodidad entre ambos y asintió con la cabeza. La humana sonrió al ver su respuesta afirmativa y se adentraron hacia la biblioteca controlando sus respiraciones. Tomó un libro cualquiera sin leer de que trataba y luego se lo mostró. El de ojos oscuros los miró de manera intercalada, formó una sonrisa forzada que ella no pasó por alto y se sentaron cada uno al lado del otro para empezar. Apenas empezaron la lectura la albina se distrajo en verlo.
Las pupilas de meliodas no se movían, nada, era como si solo estuviese viendo las páginas para disimular mientras su mente estaba perdida en otra cosa.
—¿Ya terminaste de leer? —
—Si—habló rápido, la albina entre cerró sus ojos no muy convencida y le dio vuelta a la página. Solo para confirmar su teoría le dio media vuelta al libro quedando que las letras quedarán al revés y observó con una sonrisa burlona como el demonio no había cambiado, seguía viendo las páginas con atención como si de verdad las estuviera leyendo. Cerró de golpe el libro con una pequeña risa y lo miró fijamente, el hombre parpadeo un par de veces confundido—¿Qué pasa? ¿Ya no quieres leer?—
—Mel, ¿no sabes leer? —su pregunta fue como un golpe rápido que no vio venir y lo dejó pasmado. Se quedó callado mientras los colores subían hasta sus orejas por la vergüenza de haber sido descubierto y bajó la cabeza. Su silencio fue la única respuesta necesaria—Oh diosas, mel —
—Silencio—gruño apenado, no quería sentirse tan estúpido como ya lo parecía. Sentía su corazón latir con rapidez no por ese sentimiento dulce que estaba floreciendo cual rosa, sino por uno más amargo lleno de decepción hacia su persona. Elizabeth dejó de reír un poco solo para verlo y volvió a abrir el libro con sus ojos bicolores brillando de ensoñación
—Tranquilo mel, yo puedo enseñarte—este relajó su entrecejo ante la oferta—Oh si quieres puedo ser yo quien te lea—entre abrió sus labios haciéndolos ver apetecibles. Rosados y carnosos, brillando, seduciendo a la humana gracias al encanto que poseía pro seré una criatura sobrenatural. Elizabeth sacudo su cabeza evitando ver sus mohines rosados y volvió su atención al libro. Meliodas sólo se recostó en la mesa sin dejar de admirar lo bella que se veía tan concentrada y presto atención a las palabras de la dulce voz de la albina—"Había una vez, en un lejaaaano reino, un rey de corazón oscuro al que todos le temían. Tenía todas las riquezas que los avariciosos podían querer, tenía toda la comida que los hambrientos deseaban comer, pero aún así le faltaba lo más importante, el amor..."—dejo de escucharla al ver todo lo que sucedía. Un mechón de su cabello se había deslizado de su frente hasta pegarse a su mejilla, sus ojos de habían entrecerrados concentrados en el libro, sus labios de movían con fluidez casi con la misma gracia con la que lo había besado horas atrás y sus manos se aferraba con cariño a la pasta del libro.
Suspiro completamente maravillado por la belleza celestial y el carácter bondadoso en la mujer que no evitó tomar aquel mechón y ponerlo detrás de su oreja en un contacto rápido. La punta de sus dedos acarició el lóbulo de la oreja femenina creandole un escalofrío que recorrió su espina dorsal. Había sido tan rápido que incluso ella se preguntaba si de verdad la había tocado, solo había dejado una presencia fantasmal, quizá sus dedos sólo rozaron su piel y eso la llevó a imaginar que en realidad la había acariciado.
Parecía que le tenía miedo, la veía como algo tan frágil que si lo tocaba podía romperse, pero a la vez como la espada más filosa que con él efímero roce cortaría tu cuerpo en miles de pedazo y te dejaría para vivir en una existencia llena de dolor y sangre. Aclaró su garganta para volver a la lectura intentando ignorar con todas sus fuerzas los ojos oscuros llenos de luz del demonio y tratar de evitar que si mente volviera a engañarla
*
Volvían a estar en la misma situación. Ella estaba recostada en la cama con el sueño abrazándola para arrullarla y el demonio en el sofá con sus ojos cerrados. Elizabeth podía verlo desde donde estaba, como mantenía los párpados cerrados y la mandíbula tensa, como se notaba que quería cambiar de posición, pero que no quería que ella se diera cuenta que seguía despierto e incomodarla. Suspiro con la luz de las velas creando sombras con los muebles de la habitación y cerró sus ojos heterocromaticos.
Lo único que podía hacer era dejarse vencer por la necesidad de descansar y de olvidarse por un momento de lo que había pasado ese día. No sólo había hecho algo imprudente, sino que también había estado desconcentrada a cada momento por lo que parecían ser insinuaciones de su querido amiga. Roces de sus manos, abrazos rápidos, caricias lentas, miradas llenas de fuego, la forma en la que relamia sus labios cuando probaba bocado o la escuchaba hablarle.
Gruño sin importarle si meliodas la escuchaba o no y se abrazó más a su almohada esperando a que el sueño hiciera su respectivo trabajo. Permaneció en silencio, escucho la canción que el viento le estaba tarareando desde la lejanía para hacer que todos los humanos durmiera bajo su yugo. Inhalo y exhalo buscando paz, la luces se fueron apagando en su mente mientras la habitación llena de oro y tela fina desaparecía bajo su peso y la oscuridad consumía cada parte de su mente.
Todo fue negro
Hasta que un remolino de sangre le dio una terrible jaqueca y todo volverá a repetirse. Estaba mal, muy mal, tenía miedo nuevamente. Su corazón latió despavorido buscando salir de ahí mientras ella misma flotaba en un espacio entre la vid ay la muerte con imágenes grotescas pasando por su vente, flechas, sangre, besos, rasguños, espadas chocando, ver su cuerpo completamente herido y para finalizar una bestia cortando su garganta.
Se removió incómoda soltando lágrimas de sus ojos y golpeó su cabeza. No quería, debía de detenerlo, ella tenía el control de eso, era su mente, la albina debía de controlar a sus pensamientos no sus pensamientos a ella
—Es un sueño, es un sueño—se repitió durante varios segundos sin dejar de golpear su cabeza—¡Es solo un sueño! —grito con la voz cortada, las imágenes no dejaban de mostrarse, solo quería que ella dejara de resistirse y empezará a ver la realidad. Estaba en el núcleo de su problema, pero podían ser la solución si tan solo se dejaba guiar por la oscuridad—¡Basta ya! —se levantó de golpe sudando frío con su pecho subiendo y bajando por el terror. Cada que mostraba un avance su mente volvia a traicionarla y le mostraba todo lo que no quería. Se abrazo a sí misma y empezó a llorar con fuerza, quería que todo eso terminará, sabía la forma en la que iba a acabar ya que ya lo había hecho una vez, sin embargo el miedo humano le impedía intentarlo siquiera.
—Elizabeth tranquila—sintió a su amigo a su lado tomándola de los hombros para calmarla, acariciaba su piel con cariño buscando consolarla sin resultado—Solo fue una fea pesadilla linda, solo fue eso—
—No lo entiendes—murmuró con la voz rota—Es horrible, es mucha sangre tanta muerte, tanta destrucción, tanto dolor—relato lo que las efímeras imágenes le mostraron—Ellas quieren que las siga en un camino incierto en el que puedo encontrar solo cosas malas, tengo miedo—admitió. Su cuerpo temblaba con fuerza y no importaba la fuerza con la que lo sostuviera, meliodas no podía hacer que parara, se subió a la cama hasta quedar a su lado sintiendo la superficie mullida bajo su cuerpo—¿Por qué veo esto? Quiero descubrirlo, pero me asusta tanto ver lo que tiene para mí, me piden que me deje llevar para poder saber más, pero tengo pavor de dejarme llevar y nunca volver. ¿De quién son estas memorias? —el demonio relamio sus labios completamente decidido. Apago las velas dejando la habitación en completa oscuridad, tomó el rostro de la mujer entre sus manos y finalmente hizo lo que ella horas pasadas. Juntos sus labios de fresas saboreando lo suaves que eran y la obligó a recostarse sin cortar el beso
Suspiro en medio de aquel contacto, una música extraña lleno sus corazones casi idéntica a la que la magia del demonio tocó cuando perdió su control, el mundo entero dio vueltas en sus mentes, sus alientos se fusionaron y a diferencia del rubio la dama correspondió a aquel beso aún sollozando. Se separaron cuando sintieron que todo eso iba a ir a otra cosa y se miraron fijamente. Él sobre ella, sus ojos brillando cuál obsidiana incluso en la oscuridad, sus ojos de ella como piedras preciosas perforando el alma de su contrincante y se acercaron lo suficiente como para juntar sus frentes
—Esta bien, te quiero—admitió en un murmullo acariciando su rostro femenino, casi tan bajo como para ser producto de su imaginación, pero casi tan fuerte como para que sus palabras quedarán grabadas como la tinta en el papel. Seguían tan juntos que todo eso parecía ser una ilusión de algún mago que quería hacerlos sufrir al momento de que terminase—Y así como tu quieres ayudarme, déjame ayudarte a ti —
—Duerme conmigo—el demonio soltó una risa
—Ya duermo contigo—pero la humana negó con la cabeza
—Duerme conmigo, aquí en la cama—su oferta estaba abierta, no para algo más pervertido como el hacer el amor, solo para algo más íntimo y adorable como abrazarse hasta que las pesadillas parasen y le mostrarán el camino que debía de recorrer sola. Meliodas sintió con la cabeza aceptando su propuesta, se separó de la humana solo para quitarse sus zapatos quedando en su camisa blanca y su pantalón como única pijama y se recostó.
Elizabeth fue la que se lanzó a abrazarlo hundiendo su cabeza en su pecho como si fuera un pequeño minino que buscaba refugio en las manos de su cuidador. Acatando a su petición silenciosa el demonio empezó a acariciar sus cabellos con calma para seguir consolando a la humano que aún temblaba un poco bajo su manto, no sólo por el miedo a lo que estaba por hacer, sino también por las emociones tan intensas que había vivido. Como si todo fuera parte de un plan maestro, meliodas se inclino hasta quedar a la altura de su oído y abrió sus labios para pronunciar dos simples palabras que le darían la fuerza para empezar esa aventura nueva y única.
—Dejate guiar—y tras susurrar eso elizabeth calmo su mente, se aferró a la camisa del hombre asegurándose de que sería su soporte por si llegara a flaquear y permitió que las imágenes volvieran a ella, solo que esta vez ya no tenía miedo, se relajo y dejó que le mostrarán lo que su subconsciente quería mostrarle.
*
Me salió más largo que los demás, perdón, pero no podía cortarlo en un momento que sería malo si lo cortaba ^^✨
En fin ¿qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Teorías? Disculpen faltas de ortografía y nos veremos después 🌹❤️
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