Encantada de conocerme
Nota: Hoy es el cumple de mi querida Merli_Lestrange, así que subo este OS para celebrarlo. Si no habéis leído mis otras historias no lo entenderéis (y aunque las hayáis leído es bastante lioso jaja) y habrá spoilers; de hecho hay pequeños spoilers hasta de un Bellarius que publicaré más adelante... ¡Pero espero que os guste y felicidades otra vez, Mer!
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Cuando Bellatrix sintió que la maldición alcanzaba su pecho seguía burlándose de Molly. El impacto no dolió, fue como quedarse dormida. Su último pensamiento justo antes de morir fue que no iba a ver a su Señor ganar la guerra. Y de esa forma dejó de escuchar los gritos del Gran Comedor, con la esperanza de que realmente Voldemort lograse vencer.
Con lo que no contó fue con volver a abrir los ojos. Pero sucedió. Parpadeó varias veces, todo estaba borroso, como cubierto de una espesa niebla. Aún así los rayos plateados del sol intentaban abrirse camino entre las copas de los árboles. Notó que no era un fantasma, seguía siendo corpórea. De hecho estaba como siempre: párpados gruesos, labios finos, melena lacia castaño oscuro... Su rostro cadavérico reflejaba la desidia de Azkaban aunque su porte seguía desprendiendo un aura aristocrática. Era alta y la expresión en su rostro era cruel.
-¿Pero dónde estoy? –murmuró con fastidio.
-En el Bosque Prohibido. Y estás horrible, por cierto –comentó una voz burlona.
A la crueldad habitual de Bellatrix se sumaba la rabia de que acababa de morir. Así que lo último que pensaba tolerar era que alguien osara criticar su aspecto. Alzó su varita y aun sin distinguir a su oponente gritó:
-¡Cru...!
No pudo lanzar la maldición porque repentinamente sintió un agudo dolor en el brazo que la hizo chillar y soltar su arma.
-¿¡Qué clase de conjuro...!? –siseó con rabia.
Miro su brazo y comprobó que no era ningún hechizo. Una especie de cachorro de dragón negro con ojos azules había atrapado su brazo con su potente mandíbula.
-Déjala, Saiph, la acaba de matar un ama de casa, ya tiene suficiente humillación –comentó la voz de antes, que sonaba parecida a la suya pero menos áspera, más sensual y con un toque de humor.
El dragón obedeció y voló al hombro de su ama. Entonces Bellatrix pudo enfocar a la otra persona. Era ella misma. O mejor dicho, una versión mejorada de ella misma: más joven, con el pelo rizado y brillante, ojos grandes, labios gruesos y un escote con el que ella no podría ni soñar. Lucía además un vestido elegante y unas joyas que ella no llevaba desde su juventud.
-Tienes razón, sí que hicieron buen trabajo con nosotras... Parece mentira que hayamos salido de ahí -comentó una tercera voz femenina.
Bellatrix se giró hacia ella. Comprobó con estupor que era otra doble muy parecida a la otra; solo que esta lucía la melena ondulada y no tenía un dragón sobre el hombro, sino algo peludo balanceándose en su colgante y otro bulto similar a sus pies. No lograba distinguir el paisaje, ni aún menos entendía dónde estaba ni qué sucedía. Pero sospechaba que no podría derrotar a dos versiones mejoradas de ella misma... y a un mini dragón agresivo.
-¿Esto es la muerte? ¿Encontrarme con... esto? –preguntó señalándolas con desprecio.
-No estás muerta, genio. Tú no morirás nunca, tienes demasiados horrocruxes.
Ya ni siquiera le sorprendió que esa explicación se la diera otra Bellatrix. Lo que sí le epató fue que había visto ante sus ojos como segundos antes esa mujer era una especie de pantera. Dedujo que era animaga. Esta era un poco más alta que las anteriores, con el pelo liso e incluso llevaba tatuajes. Su forma de moverse era casi felina y los ligeros rastros de Azkaban que las otras lucían en su piel ella no los tenía.
-No es verdad –respondió Bellatrix-, yo no creé ningún horrocrux.
-Otros lo hicieron por ti –le aclaró una voz más amable-. Eres un personaje con demasiado potencial por explotar como para quedarte en unas pocas páginas de un par de libros... Aunque hubo que aumentarte el sentido del humor y bajarte el patetismo, claro, si no nadie empatizaría contigo.
Esa copia era más joven que las otras, parecía casi adolescente y tenía otra criatura peluda durmiendo entre sus brazos. Bellatrix iba a preguntarle a qué se refería, pero entonces, una sexta Bellatrix apareció corriendo por el bosque. Esa era la que más se parecía a ella, con el pelo enmarañado, rostro consumido y manos huesudas. La chispa de locura que las otras lucían en sus pupilas, en esta era toda una tormenta.
-¡Perdón, llego tarde! –se disculpó jadeando- Estaba... Bueno, estaba practicando sexo salvaje, la verdad. Y luego he tenido que vestir a mi sirpiente pequeñita para que no pase frío –murmuró acariciando al reptil que trepó por sus piernas hasta enroscarse en su cintura.
Todas la contemplaron con la boca a medio abrir sin acertar a decir nada. Ya no porque reconocieron al animal, sino por su atuendo: le había puesto al descomunal reptil una camiseta de tubo en la que se leía "Amo a mi mamá Bella" y una boina con los colores de slytherin.
-¿Adoptaste a Nagini? –preguntó la Bellatrix animaga con el ceño fruncido- Quieto, Bóreas –advirtió mirando al cielo.
Las otras cinco Bellatrix alzaron la vista. Sobre ellas un enorme ave del trueno batía sus alas y vigilaba amenazante a la serpiente. Se calmó en cuanto su compañera se lo indicó y se marchó a sobrevolar la zona pero sin alejarse mucho. La recién llegada respondió que sí, que su sirpiente chiquitita se había quedado solita y tuvo que adoptarla.
-Por cierto –añadió-, ¿no conoceréis a algún sirpiento de buena familia? Nagy tiene ganas de menear la colita pero no tiene con quien...
Ninguna respondió, se la quedaron mirando intentando discernir si estaba peor de la cabeza que ellas. Salvo la Bellatrix primigenia, esa cada vez entendía menos. ¿Por qué tenía esa mujer a la serpiente de su Señor? ¿Por qué otra tenía un dragón, la otra un ave del trueno y las otras dos escarbatos? ¿Por qué parecían tan felices y relajadas y sentía que se burlaban de ella? No le caían bien. Volvió a preguntar con frialdad qué hacían ahí.
-Tenía que llegar el momento en que nos conocieras –comentó la Bellatrix de cuyo colgante se balanceaba un escarbato y a cuyos pies correteaba otro.
A la original no le gustó la explicación y menos la actitud de esa doble. La miraba altiva, con el desprecio de quien le explica a un vasallo cómo ha llegado a dominar el mundo. Lo que no sabía es que realmente esa doble dominaba el mundo.
-Estamos en el Bosque Prohibido porque aunque cada una tengamos una vida, una familia y un hogar diferentes, este es el único sitio que todas amamos alguna vez –explicó la Bellatrix del dragón.
-¿Cómo sabes tú eso? –preguntó con curiosidad la Bellatrix de "Nagini vestiditos".
-Porque soy la más mayor de nosotras. Salvo ella, claro –comentó señalando a la original que había muerto con cuarenta y ocho años.
-¿Qué edad tienes? –preguntó la original.
-Treinta y seis.
-Yo también –respondieron a la vez la de los escarbatos y la animaga.
-Ella seguro que no –comentó la Bellatrix de Nagini señalando a la versión más joven-. ¿Qué edad tienes tú?
-Veintidós –respondió la Bellatrix más joven que seguía abrazando a una bolita peluda marrón y blanca.
-¡Hombre, el año bueno! –exclamó burlona la del dragón mientras las otras reían al recordar que fue el año de su encierro en Azkaban- Ya verás que catorce años más fantásticos, bonita. ¿Y por qué llevas ropa muggle?
-Es una larga historia... Alguien la escribirá algún día.
-¡Ja! Ni siquiera han contado tu historia –se burló la Bellatrix de los escarbatos-. La mía hace meses que está terminada y todo el mundo me adora.
-¿Pero tú puedes hacer esto? –inquirió la joven con arrogancia.
Con un gesto de su mano (y no de su varita como las otras cinco notaron) el árbol más próximo empezó a arder. Hubo unos segundos de silencio. Saiph entendió que aquello le daba vía libre y empezó a incendiar árboles.
-¿¡Cómo has hecho eso!? ¿Cómo haces magia sin varita? –preguntaron varias a la vez.
-Ya lo leeréis –respondió altiva la más joven.
-Bueno, siempre disfruto leyendo cosas sobre mí misma –respondió la dueña de Saiph-. Por cierto, ¿de quién es este bicho?
Se giraron hacia ella. Llevaba un collar de una serpiente de plata que se enroscaba entorno a su cuello y enganchado a él, colgaba un escarbato negro. La Bellatrix de cuyo colgante colgaba antes esa criatura se hizo la loca a ver si así se libraba de una de sus mascotas:
-Ni idea -respondió-. Ahora es tuyo.
En cuanto escuchó su voz, el animal se dio cuenta de que se había equivocado de Bellatrix. Saltó al suelo y corrió hacia su dueña. Trepó por ella hasta engancharse de nuevo a su colgante de calavera.
-Maldito Voldy... Siempre vuelve... -masculló.
-¿¡Has osado usar el nombre de mi maestro para...!? –empezó a bramar la Bellatrix original.
-¡Hala! -la interrumpió emocionada la más joven- ¿Tienes un escarbato de mascota?
-Tengo dos –respondió con fastidio-, este otro es Sweeney y te los regalo encantada.
Señaló al suelo y descubrieron al otro escarbato que jugueteaba a sus pies, muy parecido al anterior pero con un remolino de pelo blanco. Tenía una expresión mucho más apacible y dulce que su hermano.
-Mira, el mío se llama Raspy –comentó orgullosa la joven mostrando al animal que estrechaba junto a ella-. Pero se quedó más pequeño, los tuyos son grandes y gorditos.
-Porque su otra madre se empeña en que así sea –masculló su dueña-. Un pastel de chocolate de tres pisos les ha hecho hoy para desayunar... Aunque han tenido la mala suerte de que Rod llegase antes.
-A ver si quieren jugar juntos –comentó la joven dejando a Raspy en el suelo.
El escarbato que se balanceaba sobre el colgante saltó al suelo. Las tres criaturas se reunieron y se esnifaron unos a otros. Ciertamente Voldy y Sweeney eran casi el doble de grandes que Raspy, además el pelaje de los hermanos era negro y el del otro blanco y marrón. Pero debieron caerse bien porque pronto empezaron a cavar madrigueras juntos. Mientras que la dueña de la pareja parecía profundamente aliviada de deshacerse un rato de ellos, la Bellatrix joven los contemplaba embelesada al ver que Raspy por fin tenía amigos.
-¿Has dicho su otra madre? –preguntó la Bellatrix original con estupor.
-Sí, se llama Eleanor. Es la sublimación del amor propio: casarme conmigo misma porque nadie más estará nunca a mi altura.
-¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO HAS PODIDO CASARTE CON UNA MUJER, CÓMO VAS A PRESERVAR ASÍ LA...!?
-Pues eso es lo de menos –comentó su doble con una sonrisa cruel-, teniendo en cuenta que es muggle...
En cuanto la original superó la conmoción, volvió a chillar incoherencias sobre su Señor y muggles inmundos, pero las otras no la escuchaban. Estaban muy entretenidas observando cómo Voldy y Sweeney ayudaban a Raspy a subirse a lomos de Saiph. Cuando lo consiguieron, el escarbato y el dragoncito sobrevolaron la zona profiriendo respectivamente ruiditos de felicidad y llamaradas de diversión.
-Yo tuve una novia que se llamaba Eleanor –comentó nostálgica la Bellatrix animaga-, pero fue hace muchos años, dudo que sea la misma.
-¿Cocinaba empanadas de carne con carne humana? –inquirió la dueña de los escarbatos.
-¡Sí! Entonces es la misma –confirmó la animaga-. Fue importante para mí... Pero bueno, preferí hacer un dos por uno y adoptar un perrito a la vez que novio.
-¿El vuestro también ladra en sueños? –inquirió la dueña de Saiph con sincera curiosidad.
-Sí y se asusta si escucha fuegos artificiales -comentó la Bellatrix joven.
-Y no sé si vosotras lo hacéis –comentó la animaga-, pero cuando me mira embobado utilizo legilimancia en él creyendo que estará pensando cosas bonitas sobre mí. Pero lo que piensa en realidad es: "¡Huesos, huesos, quiero huesos! ¡En especial los huesos de Bella!". No hay duda de que es un chucho.
-Bah, pero tiene una zanahoria magnífica que lo compensa todo –comentó la Bellatrix de Nagini con una sonrisa sucia.
Sus otras tres compañeras soltaron una carcajada y estuvieron de acuerdo. La original preguntó entonces de qué hablaban. Se miraron las unas a las otras deseando ser todas las que le diera la buena noticia. Le cedieron el honor a la dueña de Saiph que declaró con júbilo:
-¡Enhorabuena, te casaste con tu primo Siri!
-En varias versiones diferentes además –comentó la animaga.
-Pero en todas ellas folláis como animales –apuntó la de Nagini con una sonrisa torcida.
El rostro de la Bellatrix original tornó rojo de ira y empezó a brotarle un sarpullido. Intentó alegar que era imposible porque ella lo mató, pero irremediablemente tuvo que parar para vomitar del asco. Las otras cinco la ignoraron (eran sus versiones mejoradas, ya no la necesitaban) y pusieron intereses en común:
-¿Alguna más está súper cachonda porque la excita el olor del fuego y el dragón ese lo está incendiado todo? –preguntó la dueña de los escarbatos.
-Uff ni que lo jures... -respondió la Bellatrix de Saiph- Oye ¿Y cuántas de nosotras se encargaron personalmente de Voldy?
Tres de ellas levantaron la mano. La más trastornada (que seguía haciéndole carantoñas a su sirpiente) comentó:
-Bueno, lo mío fue indirecto: Siri y yo nos pusimos a follar en la Batalla del Ministerio y le quitamos las ganas de vivir. Creo que sigue en Azkaban, el pobre... Le costará hacer amigos: tiene el gusanito muy pequeño –comentó en un susurro como si fuese un secreto.
Las otras la miraron incorporando ese dato a los ya conocidos sobre su maestro. Y ella siguió como si nada:
-Sinceramente espero que muera ahí, no pienso devolverle a MI sirpiente. ¡No sabéis lo bien que dibuja con su lengüita! Ha hecho un comic inspirado en Siri y en mí sobre dos sirpientos que hacen muchos coitos. Se lo van a publicar en el Profeta –sentenció con orgullo.
-Escucha, cuando tu Voldemort muera... ¿Podrías pasarme el cadáver? –preguntó la duela de Voldy y Sweeney- Es que mi mujer hizo hamburguesas con él y Roddy llora cada día porque añora las voldyburguesas...
La Bellatrix original no volvió a vomitar porque no le quedaba nada en el estómago, pero empezó a sentirse mareada. La muerte estaba siendo casi peor que la vida. Se resignó e intentó entenderlo (total, ya no tenía nada más que hacer en toda la eternidad...):
-Existen seis universos paralelos y cada una pertenecemos a uno, ¿no? –inquirió- Pero entonces ¿cómo...?
-Uy, existen más –la cortó la dueña de Saiph-, pero nosotras somos las que mejor nos llevamos porque tenemos mascotas simpáticas.
-Aunque en realidad todas las Bellas se llevan muy bien con los animales: tienen thestrals en sus mansiones, cuervos amaestrados... Todas lo tenemos en común –explicó la de los escarbatos.
-Animalista y feminista siempre –declararon las cinco con solemnidad.
La Bellatrix original las miró ya sin ni siquiera furia, la incredulidad lo eclipsaba todo.
-Pero yo no lo soy -declaró-. Mato a todo animal con el que me cruzo para asegurarme de que no es un auror. Y he demostrado que una mujer vale tanto o más que cualquier hombre porque soy la mejor mortífaga y duelista, incluso desvié un conjuro de Dumbledore... Pero venero a mi señor y me postro ante él, así que no me considero feminista tampoco.
-Por eso había que mejorarte, querida –sentenció la animaga-. Y también quitarte años, para que no hubieses dedicado media vida a arrastrarte por él.
Las otras asintieron con convicción. Seguidamente la de Saiph comentó:
-Oh, e igual que todas nos hemos llevado el disgusto, es justo que tú también: Voldemort es mestizo. Se llama Tom. O Tommy si tienes confianza, o Tomás si prefieres que suene más hispano, o...
-¡MIENTES! –bramó con rabia la original.
Comprobó que el dragón estuviera distraído y lo estaba: Saiph se hallaba en una competición con Bóreas para ver quién incendiaba más árboles. El dragón lo hacía con soberbias llamaradas mientras que el ave los calcinaba arrojándoles rayos. Así que la Bellatrix original aprovechó y le lanzó un crucio a la portadora de la traumática noticia. En cuanto impactó contra ella, la dueña del dragón se sujetó las costillas con ambas manos; no de dolor sino de risa. Era como si el conjuro le estuviese provocando unas incontrolables ganas de reír. Su atacante no lo comprendió. Era la mejor usando la maldición torturadora, jamás fallaba. La más joven se lo explicó:
-No puedes herirte a ti misma, no albergas el odio que eso requiere. Estás muy orgullosa de ser quien eres, no puedes hacerte daño, como mucho cosquillas.
La original no supo qué replicar ante eso. Su amor propio y su pasión por su sangre jugando en su contra... ¿quién lo iba a decir? Entonces, la más trastornada mandó a su sirpiente a investigar el bosque para ver si encontraba algún posible ligue y exclamó:
-¡Guerra de crucios!
Todas respondieron con entusiasmo y empezaron a lanzarse la maldición torturadora entre ellas. No paraban de reír y retorcerse de placer al recibirlas y todo ello entre las llamas que envolvían la zona cortesía de Saiph. Era la imagen perfecta de la locura. La Bellatrix original no pudo más. Deseaba morir, esta vez de verdad. Sin pensarlo, se arrojó al fuego deseando terminar para siempre.
No sucedió. Volvió a abrir los ojos. Miró a su alrededor y comprobó que estaba sola en otro bosque que no conocía.
-Al menos me he librado de esas taradas –masculló-. Mira que casarse con el traidor a la sangre... ¡Que cosa más repugnante!
Intentó aparecerse en la Mansión Malfoy pero no funcionó. Así que echó a andar sin saber qué otra cosa podía hacer. Pronto llegó a un pequeño claro entre pinos y secuoyas junto a un lago que reflejaba el manto oscuro que empezaba a cubrir el cielo. Una familia de zorros jugueteaba en la zona. Su primer instinto fue matarlos, pero viendo que a las Bellas que no mataban animales les iba mejor que a ella, se aguantó las ganas. Descubrió una casita de piedra y decidió entrar, era el único lugar habitable que había encontrado. La puerta se abrió ante ella sin problemas.
El salón que la recibió resultaba tan cálido y acogedor que a Bellatrix le resultaba violento, casi repulsivo. Pero eso no fue lo peor. En el suelo, sobre una alfombra de pelo descansaba un enorme perro negro, casi del tamaño de un oso. Llevaba un jersey de slytherin y una cresta despeinada. Abraza a él había una Bellatrix muy similar a las anteriores que la miró y con tono burlón preguntó:
-¿Vienes a buscarme, Bellita? He quedado con las demás para cenar... y lo que surja.
La mortífaga se rindió. Fuese a donde fuese se encontraba con copias supuestamente mejoradas. Así que lo asumió: el mundo había olvidado cómo era ella en realidad; algunos ni siquiera habían leído su historia, preferían otras versiones. No le quedaba otra que convertirse en esa Bellatrix independiente, sexy y burlona para siempre. Si el universo –y sus lectores- deseaban mejorarla, ¿quién era ella para negarles sus deseos?
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