ventotto
¿Era muy tonto lo que iba a hacer?
—Padre, necesito dinero.
HoSeok vio a su progenitor detener sus movimientos en la mesa, era medio día y la desastrosa familia Donati se encontraba almorzando en un ambiente poco armónico.
—¿Has hecho algo para conseguirlo? — el rubio suspiró, no quería hacer esto, pero dadas las circunstancias, no tenía otra opción — No, solo estuviste jugando con pinturas con aquel loco del pueblo. Y él también te ha abandonado.
¡Eso es mentira! ¡Jungkook nunca lo abandonaría!
—Es urgente. Si no fuera así, ni siquiera se me habría pasado por la cabeza pedírtelo.
Gabriele Donati no vio por segunda vez a su hijo, siguió disfrutando su comida, pero la mujer a su lado no lo estaba haciendo.
—¿Para qué lo necesitas, HoSeok?
El rubio la miró, Aurora de Donati, de tan solo cuatro años mayor que él y ya era su madrastra. No tenían una buena relación, pero tampoco una mala, eran dos personas intentando convivir en la misma casa con un torbellino andante y furioso a sus lados. Él no pudo escoger a su padre, pero a veces cree que la muchacha no fue lo suficientemente lista como para ver a lo que se enfrentaba cuando accedió a casarse con Gabriele.
—Notte está recluido en la iglesia — dijo, optando a que lo mejor no era mentir en esa situación —. Creo que lo dejarán libre si pagamos por ello.
—¿Cuánto necesitas?
—Aún no lo sé — Aurora le miró, después a su padre, quien ignoraba su conversación —. Pero quisiera ayudarlo.
—¿Qué? ¿Ahora eres tú quien va a cuidar a alguien? Si no te puedes cuidar a ti mismo.
HoSeok suspiró, harto de esa casa.
No era nada grato estar allí, la furia de su padre se pudo disipar cuando volvió a la escuela de medicina, su rostro aún duele por los golpes que le dio cuando se enteró que estaba viendo a Jungkook en vez de a sus maestros y amigos de su padre. Cree que fue hasta un completo idiota de siquiera pensar que podría salirse con la suya y librarse de las garras de su progenitor.
Sí, fue un estúpido. Ni siquiera de su forzado matrimonio se pudo salvar.
—¿Cómo está Emma?
El rubio suspiró, maldito nombre de la maldita mujer que duerme en su cama.
Yoongi ya no podrá escabullirse a sus sábanas.
—Sigue un poco débil, mandé que le preparen una infusión y lleven su comida a la habitación.
—Me parece bien, cuídala. No fue fácil llegar a un acuerdo con la familia Santoni, no la dejes escapar.
Su unión se dio de manera muy íntima y familiar, o eso pareció, puesto que se casaron en el jardín de la residencia Donati, sin invitar a nadie más que los padres de la pareja. Fue una ceremonia que pasó desapercibida, por acuerdo de HoSeok y Emma, por su parte porque no quería que ninguno de sus amigos sepan lo débil que fue al rendirse ante las opresiones de su padre.
Mierda, no sé con qué cara verá a Yoongi cuando se lo tenga que decir.
Mientras que la joven parecía tener vergüenza de ser asociada a su apellido, en lo cual estaba de acuerdo. Hasta a él mismo le avergonzaba tal hecho.
Emma Santoni era la hija menor del matrimonio Santoni, el señor Santoni era amigo de Gabriele y uno de los profesores de Hoseok, el cual afirmaba que no era un mal joven y era el mejor de su clase, veía un futuro comprometedor que no quería, pero con quien le guiará de manera correcta, no sería un desperdicio de hombre.
—Hoy estaré fuera, tengo asuntos que arreglar.
—¿Y Emma?
—Yo me ocuparé de ella, tranquilo — habló Aurora, quien supuso que estaría ocupado con el hecho de que su maestro esté atrapado en la iglesia, ella sabía cuán importante era para él —. Te avisaré si mejora a lo largo del día.
—Gracias, Aurora.
Después de todo, Aurora de Donati no era tan mala como pensaba.
La sed en su garganta era palpable, no podía cerrar sus ojos sin temerle a la oscuridad.
Se encontraba arrinconado en una esquina de su celda, no era el único en ese espantoso lugar y el ruido de las demás personas se metía por sus oídos y desequilibran todo su cuerpo a su paso, haciéndolo temblar mientras siente que su piel se derrite por el arrasador calor que le otorga su maldición.
Debía de ser fuerte. Por él, por Taehyung, por su eclipse y por su familia.
Pero es tan... difícil.
No puede evitar llorar, las lágrimas se deslizan por sus mejillas con mucha facilidad y el dolor en su pecho es tan grande que siente como si una enorme roca le aplastara por completo. No quería creer que de nuevo estaba en una situación como esa. Él no merece estar en una situación como esa.
El calor, la humedad, los latigazos y las voces a su alrededor. Todas las recuerda muy bien, aún están presentes en sus pesadillas y, lamentablemente, no solo son malos sueños, pues están marcados en su piel como tristes recuerdos.
Solloza en la oscuridad cuando un golpe seco es impactado contra su piel, grita, pide que se detengan, no entiende cómo pudo llegar a eso y se lamenta de haber nacido.
—¡B-Basta! — grita, sus manos atadas a un poste de madera le impide ver a quién está sometiendo su castigo — ¡Por favor! D-Detente...
Otro golpe y no siente su cuerpo. Es tan doloroso. Es como si le arrancaran la piel marca por marca que el látigo dejaba.
—¡M-Mamá! — cierra sus ojos con fuerza, niega con su cabeza, pero su castigo no para — ¡Perdón! ¡Mamá...! ¡No m-me hagas esto!
—¡¿Y qué debería hacer entonces?! — la mujer vuelve a golpearlo, con lágrimas en sus ojos — ¡Mi hijo no debería ser un sodomita!
—¡Mamá...! — gime adolorido, una rápida secuencia de latigazos recorre su espalda — ¡Yo no quería! Te lo juro, n-no quería, ¡Jimin me estaba– ¡Ya, por favor! ¡Basta!
—¿Crees que es fácil para mí? — pregunta su madre, caminando hasta quedar frente a su hijo y su rostro lleno de tierra y sangre le duele — ¿Crees que puedo creer lo que tienes con el hijo del señor D'Luca? ¿Creer que él te estaba obligando?
—Mamá, por favor...
—Vamos, miénteme en la cara que lo has estado persiguiendo desde que se conocieron. ¡¿Sabes cuán avergonzado estaba tu padre cuando Romeo D'Luca le contó las veces que ibas a su casa para hostigar al joven D'Luca?! — Jungkook gritó más cuando el látigo impactó en su cara, no quería que le quede ninguna cicatriz, pero a ese punto ya era inevitable.
—¡No es así! — respondió el pelinegro, sintiendo el ardor de la piel abierta en sus mejillas. Por suerte, gran parte del impacto fue hasta el poste de madera, pero no evitó por completo que alcance su rostro — Mamá, créeme, por favor...
—¿Por qué, hijo mío? — ella preguntó con un falso tono de voz dulce y arrepentido, la decepción era palpable en cada palabra — ¿En qué fallamos?
Un latigazo azotó su cuerpo una vez más.
—¡Má, detente! Te lo suplico...
—¡¿En qué fallamos, Jungkook Rossi?! — uno más, duele — ¡Ni siquiera tu apellido mereces!
No, no se detuvo. Su piel es la evidencia viva de ello.
Pensó en Taehyung y en si estaba a salvo, no ha escuchado que a él también lo capturaron, puede ser una buena señal, ¿verdad?
Aunque, recuerda que Jimin tampoco recibió ninguna penitencia por su pecado.
Recuerda con dolor cómo su alma se quebró cuando Jimin negó todo lo relacionado a él, aún si Romeo D'Luca fue quien los vio con indiferencia al encontrarlo siendo sometido por aquel. La luz era escasa, la habitación del rubio siempre era muy oscura, una de las mayores razones por las cuales no era muy partidario de estar allí y que sus encuentros fueran en cualquier lado, menos en la casa de la extraña y vil familia D'Luca.
Sus gritos se escucharon por todos los pasillos, sus lágrimas dejaron un camino guía para que las sirvientas de la casa fueran a socorrerlo, pero nadie allí parecía muy aturdido por la atrocidad que Jimin estaba a punto de cometer.
En cambio, fue a él quien creyeron que le estaban haciendo daño.
No solo su ropa había sido despojada de su cuerpo con violencia, fue como si toda su piel haya sido arrancada con manos viles que indagaban por su perdición.
Todo pasó tan rápido, la indignación, la humillación, la decepción y la credibilidad de sus palabras que gritaba al viento esperando que hasta Dios le oyese, pero no lo hizo. Fue encerrado, castigado, sin ningún atisbo de esperanza u oportunidad de arrepentimiento.
Después de todo, ya estaba lo suficientemente jodido para que su alma arda en el infierno.
Por un instante, lo creyó. Por unos días, lo asumió. Por unos meses, realmente aceptó que la inmundicia allanó y ultrajó su cuerpo.
Pero fue el mismo amor doloroso que le tenía a Jimin quien lo salvó, aquel altanero que el rubio se encargó de alimentar de egoísmo.
¿De qué servía, entonces, los estragos de un látigo en su piel si no se arrepentía? ¿Si las miradas de sus padres se volvieron insignificantes ante el retumbar de su corazón? ¿Si, verdaderamente, no tenía salvación?
Cuando fue encerrado en la iglesia de Roma, después de que el Padre Moretti haya dictado su sentencia en la plaza pública, creyó que iba a morir. Aquel destino no era temeroso.
Realmente creyó que su más grande deseo iba a volverse realidad.
El lugar era más oscuro, su cuerpo más pequeño y adolorido por los castigos que previamente tuvo. Además de la humillación que tuvo que afrontar, en gritar cuando los demás arrojaron rocas a su cuerpo con la ira en sus paladares excusándose en que él era el único culpable de haber deshonrado al pueblo, que Dios muy seguramente esté llorando por sus acciones y que solo la muerte y su arrepentimiento antes de esta podrían salvarlo.
Recordó cómo su padre negó su apellido, dejándolo solo como un sodomita sin identidad ni familia a la cual pertenecer. Se convirtió en un hombre esclavo de sus deseos pecaminosos que lo llevaron a una perdición de fuego eterno.
La hoguera le esperaba en un par de días junto a otros herejes, debía de esperar, esperar fue el acto más vil que pudieron haber cometido, puesto a que no le dijeron el día en el que se ejecutará su sentencia.
¿Será hoy? ¿Mañana? ¿La próxima semana? ¿El otro mes?
Era escalofriante la manera en la que su cuerpo temblaba cuando un gendarme se paseaba por delante de su celda, ellos lo sabían, jugaban con su psiquis hasta el punto en el que escuchar la puerta del calabozo siendo abierta le provocaba gritos desesperados que buscan una salvación.
Salvación que no parecía tener.
Al momento de estar encerrado, su noción de tiempo se perdió. No sabía dónde estaba, su mente se perdió por completo y ahora no sabría decir si lo que pasó allí fueron horas o meses. La oscuridad era eterna y la luz de las antorchas sólo le hacían temer que ese fuego llegue hasta su cuerpo para castigarlo. Era una pesadilla viviente que no tenía la certeza de que pudiera despertar.
Hasta esa noche.
La noche en la que la noche le abrazó.
Las antorchas se apagaron. La oscuridad reinó.
Y su ángel le salvó.
Escuchar la puerta de su celda fue toda una odisea, asumió que el momento había llegado al final. No alzó la mirada, sino que caminó diligentemente cuando un fuerte agarre se posó en su brazo y le indicó un camino que debía de seguir. La caminata fue sensata, no hubo lágrimas, no hubo gritos.
¿La muerte era aquello que merecía por amar?
La respuesta fue un rotundo no cuando sus pies descalzos tocaron el pasto seco y la luna brilló.
—Vete.
Lleno de confusión, volteó a ver al gendarme que le acompañaba solo para que un bolso con ropa, comida y una bolsa llena de florines y algunas joyas se le sea entregado.
—¿Qué estás esperando? Vete, ahora.
Aun así, no se movió.
—Si vas en línea recta y no te desvías, pronto llegarás a un camino angosto entre la maleza. Te llevará al norte. Vete y... no vuelvas.
—¿Jimin? — preguntó, en cambio, reacio a que sus piernas se movieran para buscar el rostro de su amado — ¿Jimin? ¿D-De verdad e-eres tú?
—Jungkook, tienes que irte ya. Deja Roma, olvida que alguna vez viviste aquí.
—Sí viniste... por mí.
—¡Vete ahora! — gritó en un susurro — ¿Sabes lo que me está costando ayudarte a huir? ¡Solo lárgate, no te quiero ver ya!
—Pero, Jimin... Y-Yo te amo y no me impor–
—¡Yo no te amo! — exclamó, entregándole con brusquedad las cosas que le llevó — ¡Lárgate, vete!
—Mentira, dijiste–, dijiste que tú me amabas. Por eso–, por eso hicimos...
—Jungkook, no te amo — volvió a repetir, dando cortos pasos lejos de él —. Perdóname, por todo.
Si Jungkook no aprovechaba en alejarse, él lo hará.
Y lo hizo, dejando a un joven pelinegro desorientado y perdido en aquellos pastizales que alguna vez lo vio enamorado. Enamorado de un corazón maligno.
Qué podía esperar, ahora, si no es nuevamente que Jimin aparezca para sacarlo de allí.
De vuelta en el despacho de Taehyung Marcini, sus hermanas y Yoongi quisieron cantar victoria cuando encontraron un mapa casi detallado y completo de la Iglesia de Rocce.
—Aquí debería estar Jungkook — el castaño señaló en el mapa, al ver unos dibujos de celdas subterráneas en donde se realiza la misa diaria —. ¿Creen que haya más gente encerrada?
—No lo sé, pero esto parece un laberinto. — Dijo Cetti, viendo con más detenimiento el mapa, algunas partes estaban vacías, pero había la estructura de lo que sea que haya ahí.
Y eran lugares que SeokJin Parisi no pudo visitar o que no recordaba qué contenían sus habitaciones u oficinas, después de todo, él pudo conocer toda la estructura de la iglesia en su niñez y fue de adulto que intentó recordarla, pensando que le serviría para un mañana.
No sabe cuántas personas están agradecidas de su existencia.
—¿No deberíamos primero planear su ida a Stigma antes que sacar a Jungkook de la iglesia? — preguntó Rosé.
—Si no sacamos a Jungkook, no hay huida a Stigma. — Le respondió su hermana.
—Pero notarán rápido que él no está allí. Lo mejor sería irse rápido de Florencia.
—Rosita tiene razón. ¿Y si Taehyung se adelanta hasta Stigma en lo que Jungkook sale? Aunque, claro, si no va conmigo tiene que ir primero a Roma, no creo que llegues hasta ahí sin ayuda...
—¿Qué? No me voy sin Jungkook.
—Creo que sería lo mejor, incluso para alejar tu nombre de su huida — dijo Francesca —. Si ambos desaparecen de la noche a la mañana, sería muy obvio que huyeron por una posible condena a Jungkook o a los dos.
—Si vas con Yoongi, podemos alegar que fueron hasta el viñedo en Bari o alguna cosa similar. Y que Jungkook huyó completamente solo.
—Puede ser.
—No lo sé, me da miedo ir a un lugar sin Jungkook en esta situación. Tengo un mal presentimiento...
Yoongi frunció el ceño e iba a cuestionar eso, pero las puertas del estudio fueron tocadas con delicadeza y los cuatro se callaron, con la duda de que alguien pudo haberlos escuchado, aunque estuviesen hablando en voz baja.
—Señor Marcini — la voz de JiEun se dio paso entre la madera —. El joven Donati le busca, indíqueme si lo dejo pasar o no.
—Sí.
—No.
Taehyung miró a su amigo, confuso. Yoongi lo ignoró, ese pequeño no se le había escapado de sus labios.
—Dile que lo espero aquí, por favor. Y gracias.
Sin previo aviso, y sin que JiEun supiera, Hoseok la había seguido el paso, importándole poco que le haya dicho que espere en la entrada de la casa. ¿Por qué lo haría? No estaba allí para una visita rápida, fue hasta Taehyung para ver cómo ayudar su amado maestro.
Para nada iba a aceptar que las lágrimas se iban acumulando en las esquinas de sus ojos por el miedo errático y que necesitaba a alguien en quien pudiera confiar.
Maldición.
—Ya estoy aquí, no hay problema — dijo, al abrir la puerta de par en par con el corazón en la mano. Se arrepintió de su rápida entrada al ver quiénes estaban en la habitación —. Oh.
—Hoseok, ¿estás bien? — preguntó Taehyung, yendo rápidamente hacia él, tal parece que fue el único que vio su semblante nervioso, de nuevo con aquella postura defensiva y la cual ya conocía — Supongo que ya sabes lo que pasó con Jungkook.
—S-Sí... Por eso vine.
El rubio vio por encima del hombro de Marcini. Francesca lo miraba con una ceja alzada, era entendible porque él nunca tuvo relación con ella después de todo, era quien más se apartaba de los tres hermanos. Rosé le miró sin expresión, conociendo ya su relación con el pintor y Yoongi... Yoongi ni siquiera le estaba viendo, le dio la espalda por completo.
—¿Seguro que estás bien...?
No.
Hoseok abrazó abruptamente el cuerpo del mayor, ocasionando un fuerte ruido de golpe al chocar con su torso. Era el primer abrazo que compartían. Y era muy diferente a cuando abraza a Jungkook
El cuerpo de Taehyung es suave, aunque su vestimenta se vea un poco tosca. Los brazos que le rodearon lo hicieron con delicadeza, sin presionar su cuerpo y una mano acarició su nuca, su cabello que estuvo a punto de cortar en un impulso. La esencia del abrazo era suave, a diferencia de su maestro, con quienes compartía abrazos más de contenencia y no tan calmados.
Se preguntó por qué nunca antes quiso abrazar a Marcini.
—Sí, estoy bien — dijo, después de cerrar sus ojos con fuerza y esconder su rostro en el hombro contrario —. Solo... me asusté.
—Tranquilo. Estás conmigo, estás a salvo.
—Taehyung, tienes que sacarlo de ahí — murmuró, odiando las lágrimas que descienden por sus mejillas —. Por el amor a Dios, tienes que sacarlo de ahí.
—Lo haremos — respondió el mayor, conteniendo entre sus brazos al inestable chico mientras acariciaba su rubia cabellera en busca de consuelo —. Lo prometo, Hoseok. Saldrá de allí.
Después de unos cuantos segundos más, ambos hombres se separaron. Y Hoseok, ante el repentino interés de ojos ajenos en su comportamiento, golpeó suavemente el abdomen de Taehyung al no saber cómo reaccionar o verle la cara.
—De acuerdo, ¿qué vamos a hacer?
Taehyung Marcini prometió que Jungkook Rossi saldrá de ahí. Y él lo creía.
Los días pasaron, Jungkook no lograba distinguir entre el día y la noche y Taehyung debía mantenerse despierto para que su plan logre ser ejecutado con agilidad, eficacia y rapidez. Solo tenían una oportunidad y, después de eso, Stigma sería su siguiente parada en su mapa.
No faltaba mucho para el gran movimiento.
Por mientras, Namjoon veía al hombre frente a él, ignorando la taza de té que fue previamente servida.
—¿Puedes explicarme, por qué SeokJin le dio su apellido a ese sodomita y dejó las escrituras del establo a su nombre?
—No tenía conocimiento de ello — mintió, sin mostrar ningún atisbo de inseguridad —. ¿Qué harás con él?
El Padre Conte tomó un largo sorbo de su taza, disgustándole la respuesta que debía dar.
—El establo se le será revocado y las escrituras pasarán a manos de la iglesia y todo lo que ahí está, incluido a los animales, más una multa de quinientos florines que podrá ser saldada en dos pagos.
—¿Y Marcini?
—La misma multa también — Galli asintió, no muy convencido con la respuesta tan... simple —. Todo según la orden de los Oficiales de la Noche.
—Cuéntame más de ellos.
—Yo no los fundé — dijo el Padre, queriendo limpiarse las manos de aquel nombre, pero no fue posible por la mirada penetrante del menor —. Maldito... — murmuró —. Es un tribunal encargado de la represión de la sodomía. Por elección de la mayoría, el castigo de ese par de sodomitas fue que uno perdiera sus tierras y las multas. Me llegó el resultado hoy en la mañana, por eso te mandé a llamar. Tres votaron por eso, dos por la castración y uno por la hoguera.
Entonces esto era a lo que Jin se refería.
—¿Cuándo lo dejarás libre?
—Ahora mismo te lo puedes llevar si gustas.
Namjoon dudaba, ¿así de fácil?
—¿Cuál es el truco?
—No hay ningún truco, Galli. ¿Esto no es lo que querían tú y su grupo de sodomitas cómplices? — el mayor se estiró en su silla, lanzando un suspiro cansado —. Solo soy un viejo que sigue órdenes de sus superiores, llévate al chico y desaparece de mi vista, me dan asco.
—La multa, ya está saldada, ¿verdad? — el hombre le miró sin decir ninguna palabra — Es lo que le conviene, Padre Conte.
—Está saldada, pero no la de Marcini. Taehyung Marcini nunca tuvo cabida en nuestro trato.
Sin más que decir, puesto a que usualmente así de rápidos eran sus encuentros, el pelinegro se levantó de su asiento y se dispuso a salir de la oficina de aquel tirano que conoce como el padre de una de las personas más importantes de su vida.
—La humillación no era necesaria, ¿sabes?
—Es lo menos que merece una persona como él.
Fuera de la iglesia, Taehyung y Yoongi les esperaban con la vista en el suelo.
Cuando el aviso de que el Padre Conte requería su presencia, pensó que lo más sensato era avisarle a Marcini y juntos, también con Cetti a insistencia del menor, fueron a ver qué traía consigo dicha reunión.
—Es libre — fue lo primero que dijo al estar frente a ellos —. A Jungkook se le quitará el establo junto a sus pertenencias y animales, ambos tienen una multa.
—¿De cuánto? — preguntó Yoongi, tomando entre sus manos las temblorosas manos de su amigo que sus ojos le traicionaron y empezaron a lagrimear, aunque aún un poco incrédulo por sus palabras.
—Quinientos florines, pero la de Jungkook ya está pagada. La puede saldar en dos pagos.
—¿Eso es todo? — Cetti no lo creía, tan fácil, era demasiado bueno para ser verdad.
—Sí, quienes lo atraparon fueron gendarmes bajo la orden de los Oficiales de Noche — les hizo saber —. Esto es como una paz antes de la tormenta, tengan sumo cuidado.
—Te lo agradezco, Namjoon.
—Será mejor que vayan a verlo cuanto antes, le diré al Padre que ustedes se lo llevarán — Nam vio a Taehyung, sonreír con felicidad pura y alivio, tanto alivio —. Por favor, cuida de Jungkook como no lo pude hacer yo, SeokJin te lo agradecería mucho.
—Lo haré, tío Galli.
Ya en soledad, el castaño abrazó con rapidez a su amigo, sin importarle que se encuentren a los ojos de cualquiera. Nadie podría acaparar su felicidad tras que su angustia se haya disipado. Aún si Yoongi también le parecía sospechosa la manera en la que todo aconteció y que no hayan podido idear cómo sacar a Jungkook sin que nadie se entere, se permitió compartir la felicidad de Taehyung en abrazos y afecto.
—Yoon, Yoon — le llamó y mirándolo a los ojos —. Vámonos de una maldita vez a Stigma, no lo soporto más.
—Lo haremos, Tae. Te prometo que allí podrán ser ustedes sin ser juzgados.
Sus vidas pronto empezarían a cambiar.
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