venticinque
Septiembre nunca se sintió con tanta esperanza siendo llevada por la brisa.
El día era cálido y las lluvias iban quedando en el olvido, Taehyung esperaba que, así mismo, él pueda dejar atrás su tristeza y entregarse a la calidez que su hogar le brindaba, permitiendo que su frágil jardín pueda florecer en buenas manos.
Para eso, debe cortar la maleza de raíz. Pero, sinceramente, no se siente capaz de hacerlo.
Jungkook mintió cuando dijo: «Un amor como el nuestro sólo trae miedo y tristeza, te marchita hasta quedar como una flor completamente seca, una muerta y desecha en el suelo, una la cual nadie está dispuesto a recoger.»
No, su amor no es el causante de que él pueda llegar a marchitarse y morir. Su amor era un cataclismo complejo que, aunque le hacía daño en varias ocasiones – como en los inicios de éste, donde la incertidumbre e impotencia eran tan fuertes –, después de una dulce tortura, la paz llegaba a acariciar su alma fragmentada.
Le costó mil y un lágrimas aceptar que su madre era aquella parte de su vida que envenena sus flores, no sus propios pensamientos y anhelos.
Aún es difícil asimilar que no es egoísmo lo que siente al querer florecer o al arrancar todo lo que le hace un dolor insano. Pero lo está intentando con todas sus fuerzas, falta poco para lograrlo. Avanza y retrocede de a poco, siempre con perseverancia.
Y es mucho más complicado cuando la maleza se niega a irse.
Así que, ¿cómo debe de salvar su jardín, de las garras de quien solo busca dañarlo y moldearlo a su propio gusto?
Tal vez, la respuesta no sea seguir intentando que ésta se vaya.
Quizás... La respuesta sea, simplemente, irse y construir un nuevo jardín, con flores más bellas y con más cuidado para que ninguna plaga se atreva a destruirlas.
Taehyung caminaba por el pasillo del segundo piso de su casa, esperando a que Rosé termine de arreglarse para ir juntos a visitar a Francesca, necesitaban un poco de aire del ambiente tenso en el que su madre los ha sometido.
No portaba más que una camisa blanca, pantalones negros y sus botas favoritas, no pensaba hacer algo más el día de hoy, por ello su vestimenta informal y despreocupada.
—Señor Marcini — escuchó a sus espaldas y encontró a Jieun una vez se dio vuelta —. La canasta de frutas y el ramo de peonías están listas tal y como pidió.
—Gracias, señorita Da Costa — él sonrió, sin poder evitar bajar la mirada al ya más abultado abdomen de la chica —. ¿Mi madre ha salido de su habitación?
—Aún no y tampoco quiere comer, le llevé el almuerzo y, bueno... tiró la bandeja al piso.
Suspiró, no lidiará con ella ahora.
—Preparen pastel de calabaza, nunca se niega a comer una porción. Y lamento ese inconveniente.
—En seguida, señor Marcini.
Cuando la joven se fue, volvió a caminar de un lado a otro, mirando de reojo la puerta del cuarto de su progenitora, queriendo ir a verla, pero a la vez convenciéndose que eso no era lo mejor para su buen humor de ese día.
Queriendo distraerse, fue hasta la habitación de Rosé, donde dio varios golpes a la madera antes que un sutil «pase» se escuchara.
—Oh — murmuró él apenas vio a su hermana —. Estás... hermosa.
La castaña terminaba de arreglarse cuando Taehyung dijo el cumplido, haciendo que sus mejillas se tiñen de un rosado sutil.
Y es que no era para menos, pues claramente se había esmerado en su aspecto, que consistía en un largo y sencillo vestido lila que ajustaba su pecho – dejando sus hombros casi al descubierto – y dejaba que la falda voluptuosa le diera forma. Sin contar su peinado, definitivamente, se veía magnífica con el cabello ondulado.
—¿De verdad?
—Por supuesto — contestó de inmediato, acercándose hasta donde estaba —. ¿Ya nos vamos?
—Espera, me faltan accesorios.
Él asintió, mirando el lugar. A decir verdad, pocas veces ha estado allí y cada vez lo veía más diferente, aunque eso puede ser también porque a Rosé le aburría mucho que las cosas estén en un mismo lugar siempre, por ello el constante cambio.
Con desinterés, se puso a observar el joyero que su hermana sacó de un cajón, dejándolo en su cómoda mientras se veía al espejo. No tenía muchas, puesto a que la sencillez es algo que la ha caracterizado siempre. Sin embargo, le fue inevitable no fijar su atención en un collar en especial.
Un bello collar de rubíes.
Era brillante, normal al ser una piedra preciosa. Se halló a sí mismo pensando en que el color le llamaba mucho la atención.
«Mi color favorito es el rojo.»
Ante sus pensamientos, sonrió, extrañado y un poco confundido.
Es verdad, su color favorito es el rojo.
Oh.
¿Es raro sentirse tan emocionado por poder deducir su color favorito? Lo había olvidado y se siente estúpido por ello, es decir, ¿quién olvida algo como eso? Esa es la razón por la cual el sombrero que siempre usa es rojo, al igual que el jubón con el que se siente cómodo y el por qué los manteles y tapices de la casa son de esas tonalidades.
Aun así, siente una reconfortante calidez consigo mismo al haberlo recordado.
Aún no puede creer la pérdida de personalidad e identidad que tantos años de manipulación le han causado, parece tan irreal.
—¿Te gusta? — preguntó la menor, notando desde hace unos segundos la intensa mirada de su hermano en aquella piedra.
Después de todo, tampoco es muy disimulado que digamos.
—Me gusta el color rojo — hasta decirlo era extraño —. Es mi color favorito, ¿y el tuyo?
—El morado — señaló su propio vestido y, a su vez, el collar que reposaba en su cuello puesto con anterioridad —. Póntelo, si quieres.
Taehyung bufó con una sonrisa, un poco apenado.
Quería hacerlo.
—Mamá me mataría. — Susurró, sintiendo sus manos picar por tocar el collar.
—Mamá no está aquí — como si fuera un secreto de iglesia, el castaño vio a sus costados, sin recordar que eran los únicos en la habitación y la puerta estaba cerrada —. Se verá muy bien en tu piel.
Sin siquiera poder asentir o negar, Rosé estaba colocando el collar en su cuello, alzando sus brazos por la diferencia de altura y soltando un chillido alegre cuando su tarea estaba culminada.
—Se siente... raro — concluyó el mayor, viendo a la piedra brillar en su pecho —. Pero es lindo.
—Mira, viene con este anillo.
Tae miró curioso la nueva joya que se le fue dada en manos, misma que su propia hermana se la puso en el dedo anular de su mano izquierda, lugar donde iría una radiante joya de compromiso.
—Me gusta — dijo, viendo si eso le convencía —. Sí, me gusta.
Y, aunque su voz se escuche plana, el brillo en sus ojos delataba la calma que tenía al verse al espejo, haciendo que su aspecto desaliñado sea más pulcro con los accesorios y su cabello – que también fue arreglado por la menor –, el cual estaba más largo de lo que acostumbra.
—Quedatelas — Rosé sonrió, viendo la pequeña mueca incrédula del contrario —. Tú las compraste, al final. No uso mucho rojo porque, honestamente, me parece un color muy llamativo y protagónico, pero en ti se ve bien, muy bien.
Decir que Taehyung prestó más atención a su alrededor que el anillo en su dedo, sería mentir muy descaradamente.
Durante todo el trayecto hasta la nueva residencia Vitale – Marcini, acarició la joya, como si eso fuera a darle más brillo.
También, pensando en cómo Jungkook se vería con una igual.
De pronto, imaginar tener anillos a juego le hizo soltar una risa nerviosa, como si estuvieran casados.
Recuerda haber visto el vestido rojo que le mostró, ahora quisiera imaginarlo usándolo, se vería muy bello. Aunque, ¿a él le gustará usar collares y anillos? Nunca le ha visto uno, ni siquiera en sus pinturas.
—Sabes cómo es mamá, ahora no sale de su habitación. Dice que le da vergüenza que Notte haya gritado de esa manera, pero sé que le apena más que le haya dicho todas sus verdades a la cara.
Taehyung suspiró cuando Rosé terminó de relatar lo acontecido hace unos días con su madre, bebió un poco más de té que Francesca había mandado a preparar, con cuidado de usar su diestra para ni siquiera pensar en dañar su nueva adquisición.
—Es una maldita.
—Francesca — regañó sutilmente el castaño —. No digas esa palabra.
—Qué, tengo razón — la pelinegra murmuró algo más entre dientes, tratando de tranquilizarse porque ese no era el ambiente que ella quería para su pequeña reunión —. Entonces, ¿su relación es oficial?
Y él asintió, sin dudar mientras tocaba el anillo, aunque con un leve nerviosismo.
—Lo es. Hace un par de meses.
Ambas sonrieron, una más que la otra, pero felices por el lindo destello que se veían en los ojos del contrario.
—¿Creen que es... extraño? ¿Asqueroso o incorrecto?
Rosé negó inmediatamente, mientras que Fran se mantuvo dubitativa, alarmando al otro par.
—Es raro — dijo ella —. Inusual, podría decirse. Pero no porque ustedes sean hombres, sino por ti.
—¿Por mí? ¿Por qué por mí?
—Porque no creí que podría verte enamorado — Tae alzó sus cejas, sorprendido —. Fue raro cuando descubrimos que ibas donde Notte en las tardes.
—Y, aunque tu sonrisa sea hermosa, fue raro verte sonreír sin ningún motivo, o creíamos que era sin un motivo.
—Luego nos preocupamos cuando, de un momento a otro, se distanciaron un tiempo... ¿Cuánto fue? ¿Una semana?
—Dos semanas — dijo él, maravillado por la atención que sus hermanas le estaban dando —. También fue raro verme y sentirme de esa manera, estaba asustado. Lo ignoré.
—Uh, lo recuerdo — susurró Rosé —. Te encerraste en tu habitación y apenas comías. ¿Cómo reaccionó él?
—Se molestó, evidentemente. Yo también lo habría hecho, pero... decidí ser valiente, creo, aunque estaba muy confundido, antes de ir a verlo me tomé un poco de whisky porque no había manera que le haya dicho todo lo que dije estando completamente sobrio.
—Después... — prosiguió Fran —. Dejaste de visitarlo en el día y desaparecías por la noche para regresar en la madrugada. De pronto, Notte te buscaba en tu despacho y, si no era así, tú ibas hasta él.
—Fue el mismo tiempo en el que mamá buscaba familias para casarnos. Era tan cansado ir de un lugar a otro bajo su sombra.
—Lo siento — se apresuró a decir el mayor —. Debí estar más al pendiente al respecto.
—Es algo inevitable, a la vista de mamá. Para ella, el único objetivo en la vida de cualquier persona es el matrimonio y la cantidad de hijos que tengas — la castaña suspiró —. No importa qué hagas, a qué te dediques... Nunca será suficiente.
—Estamos jodidos, ¿verdad? — preguntó la pelinegra, con una sonrisa decaída en el rostro — Muy jodidos.
—¿Creen que ella nos ame?
Ambos mayores vieron a la menor, quien veía y jugaba con su tenedor, como si esa pregunta no hubiera rondado en la cabeza de ni uno de los tres desde que tienen memoria.
Y es que cada uno tenía una visión diferente de Fiorella Marcini.
Taehyung la recuerda como una madre extrañamente amorosa, ahora reconoce que eso fue producto de su manipulación y chantaje, pero antes la veía como un amor de acción y consecuencia, un trueque. Francesca, en cambio, lo hace de una manera distante, siempre exigiendo desde la distancia una perfección irreal que solo existía en su cabeza.
Con Rosé era totalmente diferente.
Desde un inicio lo fue, incluso Fran recuerda con alegre amargura el favoritismo que Fiorella tiene con ella, siempre tan al pendiente de ella, más cariñosa, atenta y paciente.
Todo lo que no fue para ellos, ella lo tuvo.
Es verdad que también se le exigió la etiqueta de señorita, pero en distintas formas. Nunca tuvo que luchar por un abrazo, tampoco pensar en cómo ser una buena hija para recibir uno, las palabras amorosas y llena de ánimos fueron servidas en bandejas de plata, la dulce voz de su madre jamás fue fingida y su tacto no quemaba, en realidad, era cálido.
Ella realmente se sentía en un hogar cuando estaba con Fiorella.
Sin embargo, creció y se dio cuenta de todo lo que sucedía en su supuesto hogar.
Las paredes se volvieron de papel y los gritos en susurros, la luz trató de esconder la verdad, mientras que la noche la reveló, noches en la que se escabulló de su habitación para escuchar las fuertes discusiones de su hermano y su madre, el desinterés de su hermana y su madre, ellos contra su madre, todo con ella.
Su hogar se había construido con base en una mentira que no era justa.
Le entristecía mucho.
—Lo hace — dijo el castaño, después de unos segundos de silencio y par de suspiros —. Sé que lo hace. Solo... está equivocada en muchas cosas y no quiere darse cuenta.
—Tsk, ¿quién la necesita?
—Fran–.
—Cree que hizo mucho por mí para arreglar mi matrimonio con el inútil de Santino, ¿y? No hizo nada más por mí — la pelinegra se cruzó de brazos, manteniendo el ceño fruncido —. Se regocija de que tiene hijos perfectos, pero no ha hecho algo bueno por nosotros. ¿Las clases de etiqueta? ¿Comida? ¿Casa? ¿Familia? Si es que hay que atribuirle a alguien todo lo que tenemos, tú eres el único con el derecho de hacerlo, Taehyung. Todo es gracias a ti.
» Y me enoja tanto que esa mujer se haya comportado de esa manera contigo y con Notte, es una descarada. Sufre porque piensa que te está alejando de su lado, tiene miedo porque sabe que se quedará sola con sus acciones. Morirá sola. Espero que así sea.
Realmente, Francesca nunca consideró a Fiorella como su madre. Solo era una persona que le decía qué hacer o no, nada más.
—Tienes razón — dijo Rosé, para sorpresa de ambos —. Morirá sola.
—Ni siquiera sé cómo nuestro padre la aguantaba, es tan–. Me molesta.
—Aún es difícil... — susurró el castaño —. Es difícil pensar de esa manera.
—No es tu obligación quererla, Tae — la miró, con su labio inferior entre sus dientes —. Si la amas, está bien, pero no dejes que ese amor te lastime más de lo que puedas soportar.
—Sí, algo parecido me dijo Notte — soltó una pequeña risa, encogiéndose de hombros —. Él me ha apoyado mucho.
—Hablando de Notte — dijo la menor, limpiando la comisura de sus ojos, haciéndole saber a sus hermanos que no quería hablar más del tema —. ¿Cuándo lo conoceremos?
—Ya lo conocen.
—Pero no como tu pareja. Es más, ni siquiera sabemos su nombre, cuando estaban discutiendo con mamá lo llamaste de otra manera, no recuerdo cómo.
—¿Tiene otro nombre? — Taehyung asintió ante la pregunta de Francesca — Realmente creí que se llama Notte.
—¡Y hay que conocer a su familia! — exclamó Rosé, emocionándose de más — Podemos tener una cena todos juntos. Aunque, ahora que me doy cuenta, nunca he escuchado hablar sobre su familia o de qué apellido proviene, solo de que vivía con un pintor – el cual el pueblo decía que practicaba brujería – y era amigo del tío Galli.
—Ese pintor se llamaba Jin Parisi, Notte me ha dicho que lo consideró como su propio padre. Es complicado ese tema, ahora su familia somos solo Hoseok, hijo del señor Donati, y yo.
—Oh, pero ahora nosotras también somos su familia al ser tus hermanas — dedujo la castaña —. ¿Verdad?
Su corazón se sentía tan cálido al ser aceptado.
—Sí. Todos seríamos una familia, él sabe cuán importantes son para mí.
—¿Y tienen planes para los próximos años? — preguntó Francesca, quien se arrepintió de inmediato al ver el semblante deprimido de su hermano.
—Me da miedo el mañana, no voy a mentir, pero si él es mi hoy... Un mañana incierto será bienvenido si está a mi lado.
El día oscuro, lleno de preguntas e incertidumbre,nace de la noche clara, llena de sueños que buscarás cumplir sin saber cómo.
Ellos son el día y la noche juntos, nunca lo olvidará.
Ambas lo miraron con impotencia y en silencio, invitándolo a seguir hablando. Porque Taehyung Marcini tiene tanto que decir, gritar, susurrar y maldecir. Puede que esté listo para hacerlo.
—Es tanto en lo que pensar... Mi madre, el qué harán, yo mismo. Tan siquiera es muy osado de mi parte imaginar un buen mañana para nosotros y me duele demasiado no poder darle a Notte lo que se merece.
Una vida de paz y amor.
¿Quién era él para lograrlo? No es más que un adulto que poco y nada conoce de sí mismo a comparación de él.
Jungkook es tan... él. Jungkook solo es él y por ser él es porque se enamoró e hizo florecer su alma. Escuchar su historia, escuchar lo que antes pensaba de sí mismo abrieron más grietas en su alma rota y marchita.
Pero estas grietas eran muy diferentes a las que ya se encontraban allí, no fueron causadas por golpes y palabras dañinas a su propio corazón. Tenían sabor a impotencia y no dolía si las tocabas, se deshacían entre tus manos porque eso era lo único que necesitaban, consuelo de una desesperada alma que no puede hacer nada más que estar al lado de quien ama.
—Él cree que mi matrimonio será inevitable, pero yo no quiero eso. No quiero casarme... con alguien más que no sea él. Pero, ¿cómo puedo atreverme a pensar así? Nunca podré casarme con él.
Hablaba con la verdad cuando admitió que, si Jungkook le propone matrimonio en esta vida, él diría que sí. Él aceptaría.
Pero, ¿cómo? A veces, los buenos sentimientos no son suficientes.
—Te ayudaremos — se apresuró en decir la mayor —. Yo me casé con Santino porque me rendí, tú no lo hagas, Tae. Por favor.
—¿Mamá te ha dicho a quién más aprueba para que sea tu esposa? Sin contar a Irene.
—Desde hace un mes que niego ver a alguna mujer con la que me haya citado, trato de huir — suspiró, siguiendo con la mirada en su anillo, imaginando cómo podría verse con uno de compromiso —. Pero creo que está convencida que despose a Irene.
—Entonces, deja de huir y haz que ellas huyan de ti — dijo la pelinegra —. Haz que Irene huya de ti, en todo caso, ya que ella también parece estar de acuerdo con su matrimonio ficticio.
Él negó, recordando la propuesta que la joven le había hecho.
—Tampoco quiere casarse conmigo, quiere otra cosa que ambos podamos obtener de un matrimonio.
—¿Eso qué sería? — preguntó Rosé.
—Salir de la sombra de nuestros padres. Aunque, sinceramente, desde que comencé con Notte tenía la idea de aprovechar la cortina de humo que me puede dar estar casado, pero tiempo después la deseché. Sería muy difícil.
No es firme en sus decisiones, eso todos lo saben. Sin embargo, cuando después de mucho tiempo se compromete con algo, es serio y leal.
No como esas veces en las que decía querer mejorar su vida una madrugada de llanto, para que a la mañana siguiente sea olvidada cualquier fuerza de voluntad para hacerlo porque tiene cosas más importantes que hacer.
—De acuerdo. No matrimonio — susurró la castaña —. Difícil será lidiar con mamá.
—Que no lo haga — Fran recibió la mirada confusa de sus hermanas —. Puedes... Irte de aquí, si quieres.
Él rio, incrédulo.
—No, no — bufó —. Tampoco quiero ser tan drástico, encontraré otra solución. No se preocupen por–.
—¿A qué te refieres con irse?
—No me iré a ningún lugar.
—Solo irse, lejos. Muy lejos — respondió la pelinegra hacia su hermana, ambas ignorando al mayor —. A un lugar donde no tengan que preocuparse por el mañana y vivir el hoy.
—No lo haré — repitió, más fuerte que antes —. No soy tan egoísta.
—No puedes mentirme al decirme que nunca has imaginado eso — habló Francesca de nuevo, con el semblante igual de serio —. Sabes el peligro al que están sometidos, no me mientas al decir jamás soñaste en ser un poquito egoísta, como dices tú, siendo feliz con Notte.
Taehyung se quedó callado.
¿Lo ha hecho? Sí, una vez.
No, dos veces. Cree.
La primera puede catalogarse como un error, pues fue un sueño – que, anteriormente, había catalogado como pesadilla – donde él y Notte se quedaron una noche en la bodega de su viñedo, en el tiempo donde le tenía terror a sus sentimientos como si fueran una bestia a punto de devorarlo.
Fue fugaz, ya ni siquiera recuerda de qué iba el sueño, pero en su cabeza está la viva imagen de ellos dos bebiendo una colección privada de vinos para que, de un momento a otro – y, tal vez un poquito, por los estragos del alcohol – sus bocas yacían unidas mientras la bebida se encargaba de pintar sus rostros como si fuesen lienzos pulcros.
Esa noche despertó totalmente aterrorizado, sudando y llorando.
En cambio, la segunda vez fue hace relativamente poco.
También se presentó como sueño, uno muy lúcido porque no había manera en el cielo, ni en la tierra y muchísimo menos en el infierno de que ellos puedan ser tan felices como lo eran allí.
Había una pequeña casa de madera en medio de la nada, con un corral donde yacía Carina, Carlo y varios pequeños pollitos que piaban al unísono. Si volteaba la mirada, podía ver a Stella junto a Raggio comiendo pasto mientras se hacían compañía. También, una linda huerta y un creciente manzano donde tenía pensado construir un columpio.
Vio su vestimenta, estaba sucio y lleno de tierra, sus rodillas dolían y puede recordar la sensación de piedras clavarse en su piel por trabajar. ¿En qué lo hacía? Son detalles sin importancia, pero supo que era un buen sueño desde que se dio cuenta de ello, que trabajaba ocupando sus manos en la tierra y no se cortaba con papel en un aburrido despacho.
Entró a la casa, no sin antes saludar a todos los animales que tenían por costumbre que adoptó de Jungkook. Sacó sus botas y las dejó a un lado para no ensuciar el piso. Avanzó por el estrecho pasillo.
Encontró varias habitaciones, no quiso explorarlas, aunque tenía un vago deje de saber de qué se trataba. Su pies lo dirigieron hasta aquella voz melodiosa que susurraba una canción sobre la luna que dejó de sentirse solitaria por una visita inesperada.
Y lo vio, con su cabello más largo a como lo tiene ahora mientras sostenía ese vestido rojo que vio en el cobertizo cuando supo la verdad de la bella mujer.
Jungkook alzó la mirada cuando vio a su amado en el marco de la puerta y sonrió de la manera en la que solo él lo hacía.
Convirtiendo sus ojos en dos medialunas dignas de admirar.
—Bienvenido a casa.
La calidez que sintió le hizo dudar si realmente eso era un sueño.
—Estoy en casa — dijo, por un momento, sintiéndose seguro de eso —. Por fin, estoy en casa.
El pintor soltó una pequeña risa, enternecido por la actitud contraria, por lo que se levantó de su asiento y dejó de lado su vestido, yendo directamente hacia aquel castaño que lucía completamente desorientado para atrapar su cintura entre sus brazos.
—¿El trabajo estuvo muy pesado? — Taehyung asintió, aunque no tenga la menor idea de qué hablaba — Ya estás aquí, es lo que importa.
—Estoy aquí.
Se sentía tan bien estar allí.
Vio a Jungkook abrir la boca, como si estuviera contándole su día, pero él no pudo escuchar nada o hacer más que rodear su cuello con sus antebrazos, asintiendo a lo que decía para no perder esa magnífica sensación de estar en el lugar preciso de donde pertenece.
Y el resto del sueño se dedicaron únicamente a ellos dos. No pensó en su madre, ni en Francesca o Rosé, tampoco en Yoongi o Hoseok, mucho menos en el pueblo y lo que su amor podría traer.
Solo eran el día y la noche juntos formando un hermoso eclipse.
Sin embargo, y aunque ha sido lo más hermoso que su cabeza le ha permitido imaginar, quiere llorar cada vez que lo recuerda.
Por esa maldita palabra que su madre le enseñó cuando era apenas un niño.
—No quiero ser egoísta.
—¡No lo eres!
Esa era una de las principales razones por las cuales Francesca odia a su madre.
¿Cómo alguien puede ser tan cruel para hacerle creer a su hijo que es egoísta solo por buscar su felicidad?
—¿Egoísta con quién? ¿Con mamá? — la pelinegra preguntó, un poco exaltada — ¿La misma mujer que te rechaza y se aprovechó de ti? No te merece, ¡no merece nada de lo que le has dado!
Nuevamente, se calló.
Cuando su padre murió, Fran no entendía por qué su madre estaba triste. No tiene ningún recuerdo de ser una familia feliz junto a sus padres, solo con su hermano. No fue hasta su adolescencia lo que estaba pasando en las cuatro paredes de su casa, lugar de donde siempre deseó irse.
Ella no sería tan cruel para atarlo por el resto de su vida, no cuando ninguno será feliz así.
—Tienes la oportunidad de irte, ¡hazlo! — exclamó — Olvídate de Fiorella, de nosotras, de quien sea que esté fastidiando tu felicidad. Solo–. Solo quiero que seas feliz, por favor.
—¿Te da miedo? — preguntó Rosé, haciendo que su hermano lo vea con los ojos lagrimosos.
¿Miedo? Un sentimiento tan familiar y desconocido a la vez.
—No lo sé — admitió, se sentía tan perdido —. Ni siquiera sé a qué le temo.
¿A él mismo? ¿A los Oficiales de Noche? ¿A Jungkook? ¿Qué podría pasarles si descubren su amor?
¿Por qué tiene que ser tan complicado amar y ser amado?
—¿Ustedes no se molestarán conmigo si me voy?
—Nunca estaríamos molestas contigo, Tae — susurró Francesca, tomándole de la mano —. Queremos verte feliz.
—No lo digas así, soy feliz con ustedes.
—No nos mientas, por favor.
—De verdad lo soy.
—Pero no serás feliz siempre con nosotras — Rosé, en cambio, tomó su mano izquierda, acariciando el anillo con parsimonia —. Mucho menos con mamá. Fran tiene razón, debes irte.
—Al menos, piénsalo. Lo que más anhelamos es que vivas en paz. Te lo mereces.
—¿Lo merezco? — que extraña palabra — Lo merezco.
El problema de Taehyung es que aún cree que no es merecedor de nada bueno en su vida.
A veces, ni siquiera cree que merece a Jungkook lo suficiente como para huir con él.
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