uno
Hace algunos años, en algún rincón oscuro de un pueblo, un hombre con una sucia cabellera negra y cicatrices en sus mejillas se encontraba en el rincón más alejado de una cantina cualquiera, un plato de comida fría y botellas vacías se sumaban a una lista pendiente, que se iba haciendo más grande a comparación del dinero que llevaba consigo en los bolsillos.
Sus ojos llenos de sangre y manchas oscuras bajo ellos evidencian las horas perdidas de sueño, mantenía sus labios brillosos ante la saliva que generaba de forma involuntaria al encontrarse en un estado casi de inconsciencia y, junto al olor repugnante que emanaba el alcohol en el que se ahogaba, mantiene un aspecto asqueroso. Por ello, soltaba una que otra risa escandalosa de vez en cuando, por cómo se veía y de lo patético que se sentía.
Su frente reposaba en su palma mientras saladas lágrimas se resbalaron por su piel, la curvatura de sus labios se alzaba a más no poder, en una mesa de madera y en completa soledad, se reía de sí mismo.
Y podía pasar horas en esa posición con los mismos pensamientos. Fastidiado de sí mismo por sus acciones, pero sin tener la fuerza de voluntad para cambiarlas. Era como verse en un espejo – mismo que aborrece con toda su alma – para odiar su reflejo, quedándose allí para torturarse por la desesperación que abraza en su corazón para sentir algo más que tristeza.
Era algo común y ordinario para quienes lo conocían de lejos, para los demás, era un simple e infeliz joven más que pasa sus noches en vela, ahogando su melancolía en bebidas para que, a la mañana siguiente, actúe como si su vida estuviera en el punto más alto de una colina con el sol dándole una calurosa bienvenida.
Desaparecía entre las sombras y aparecía cuando nadie se lo esperaba, era alguien cuya presencia era característica, sin embargo, también incierta y misteriosa. Casi sin importancia, una figura presente y ausente al mismo tiempo.
En ocasiones, lo encontraban en los límites del pueblo con un par de prendas de ropa a la mano, con un jubón totalmente sucio al igual que su camisa de lino, una mirada perdida mientras avanzaba su camino de manera espontánea. Se desconocía su destino, incluso parecía que sólo dejaba que sus pies marcaran el camino por el cual iría, como si dejara que su cuerpo navegue entre las corrientes del mar lejano a la tierra para terminar en la orilla del mundo, con una pequeña esperanza a que su corazón deje de doler.
No entablaba conversaciones con nadie a excepción de algunos ayudantes de los múltiples bares a los que asistió, incluso ni siquiera eso en algunas noches . Se pensaba de él como alguien arisco y muy egocéntrico, que se creía lo suficientemente mejor como para hablar con quienes no se encontraban en su nivel o, simplemente, una persona que no encontraba razones para relacionarse con los demás.
O bien, no tenía los ánimos para hacerlo. Porque el tiempo parece ser un completo desperdicio si tu cuerpo y alma es manchado por otros.
Afortunadamente, eso fue hace unos años.
Ahora, y con sus manos y ropa manchadas de pintura, ese mismo joven infeliz salía corriendo al centro del pueblo con el fin de comprar lo que necesitaba en ese momento. Aquel que veían ahora era totalmente diferente al que una vez conocieron y dejaron olvidado en sus más recónditas memorias, con una candente pasión en el pecho y más orientado que nunca a seguir el camino que lo llevaría a una vida plena.
Muy diferente al que fue hace cinco años.
—¡Notte, buenos días!
—¡Buenos días, señora Abati!
O algo así.
Porque las noches pueden parecer muy simples, ¿verdad?
Varias horas pasaban del día y el sol ya dejaba al mundo en manos de la luna, junto a aquellos puntos blancos que tanto ama y ansía tocar. El cielo, lleno de colores negros, grises y, en ocasiones, con destellos azules, le recordaban a un inmenso lienzo en el cual habían salpicado miles de estrellas, tantas y suficientes para un regalo a quienes las observaban en busca de consuelo, esperando a que bajen en pequeños pedazos para curar y alejar la agonía de sus almas.
Eternidad donde muchos sostenían su estómago al llorar, guardando su dolor para no gritar por la soledad que les acompañaba. Personas que sentían cómo su mundo ardía en llamas y en completa penumbra, tiempo en el que la mayoría se escondía bajo las sábanas como niños temerarios, mientras que otros dejaban que la lluvia borre sus lágrimas sin ninguna esperanza a ver la luz del sol el día de mañana.
Vulnerables como él, con un corazón completamente roto y la mente en una fuerte tormenta de la cual era rehén. Quienes creían que la oscuridad era un animal sediento de sus lamentos, cuando no les hacían recordar que no habrá nadie quien les acompañe en la comida, ni nadie para rodear tu cuerpo ante las gélidas temperaturas, mucho menos quien logre soportar la sombra a tus espaldas dispuesta a devorarte por completo.
Tampoco, sin ningún testigo a cómo sucumbes en tu más caótico pensamiento autodestructivo. Ni siquiera la luna.
La ciudad en la que se encontraba era característica por sus hermosos paisajes que muchas veces ha plasmado en pintura, alegres vibras entre sus habitantes y poco más, un lugar idóneo para convivir siendo bien recibido.
Siempre se sintió como esa mancha negra que arruina un dibujo, la cual todos desean hacer desaparecer, sin saber que la misma, por sí sola, está buscando las formas de hacerlo en completo silencio y soledad al estar cansada de ser juzgada con palabras mudas.
Gracias a aquel Dios que alguna vez creyó, como un ave renaciendo del fuego, resurgió de entre las cenizas que su pasado dejó, convirtió lo que le recordaba su soledad en su firma, Notte, un artista que está siendo conocido por todo el sector al ser un maestro del pincel y pintura como muchos afirman y aclaman. Algunos, de una manera no tan positiva.
Sin embargo, está consciente que su nombre no permanecía en la boca de los demás por sostener una insignificante brocha. Pues, el misterio que envolvía al hombre no parecía pertenecer a esa región.
Su natural timidez seguía con él, un velo negro cubría una de sus mayores inseguridades a excepción de sus ojos, mismos que han sido elogiados en múltiples ocasiones causando sonrojos que pasan ocultos. Después de mucho, pudo encontrar la llama que impulsa su vida y, a su vez, atrajo a un público que alaba sus manos sin conocer la historia por las cuales pasaron.
Sin embargo, aún teme a que su pasión fuera como un diente de león, por muy hermosa que sea, puede llegar a ser débil y con un futuro incierto, donde una suave brisa lograría destruir todo a su paso, en la oscuridad y con espectadores que no harían más que voltear su mirada, con tal de no ver el momento de su perdición azul por la hipocresía en sus palabras.
El personaje que la murria causó podría superarlo, tenía fe en que la fachada que creó no sólo cambió su exterior, sino también su interior, convirtiéndolo en alguien más fuerte y audaz que no intentaría hacer algo dañino contra sí mismo de nuevo.
Pero aquel era Notte, no él.
Porque quien fue antes quedó en el atrás, murió para él y todos en el lugar, aquel ser miserable que todos conocieron dejó de existir, con fuertes rumores sobre su óbito temprano en el canal debajo del puente donde se lo veía como anteriormente lo había intentado, otros dicen que lo vieron marcharse por donde el sol despierta con las pocas pertenencias que tenía para nunca más volver.
Su paso fue disminuyendo cuando entró en una tienda donde su estadía era esencial, no tardando mucho como normalmente lo hacía mientras hablaba con el señor Galli, un hombre dueño del lugar quien le ayudaba en todo lo relacionado con materiales, también quien lo apoyó desde sus inicios por la incertidumbre que generaba.
—Notte, buenos días — le saludó con una sonrisa y un par de hoyuelos en sus mejillas —. ¿Ahora qué estás haciendo?
—Quise pintar el alba, nada muy extravagante — respondió, a la par que veía los materiales a su alrededor —. Pero me di cuenta que me falta pintura amarilla.
—Oh, ¿te sientes mal?
Asintió con pesar mientras arrugaba la nariz, la pregunta tiene sentido cuando ambos están conscientes que el pintor suele concentrarse en los amaneceres cuando duele su marchita alma, es donde más le cuesta abrazar los sueños y se queda despierto, mirando el horizonte de Florencia.
—Un poco — tomó entre sus manos un recipiente de pintura —. Pero nada fuera de lo común.
Común, ¿qué tan común es la reminiscencia de la tristeza?
Se encogió de hombros, después de todo, está acostumbrado a ello.
Tras la corta plática, sus brazos cargan sus materiales hasta el establo, ansioso por trazar sus próximas pinceladas. A su paso, unas cuantas personas con las que se cruzaba le llamaban por el nombre dulce que tanto ama, Notte.
Notte, Notte, Notte.
Él es Notte, ¿verdad?
Jungkook no debería existir en esta historia.
Ni siquiera te atrevas a preguntar por él, en el mercado, ni en las casas más pequeñas, ni en las casas más grandes te responderán. Debía pasar casi todo el pueblo para salir de ese lugar e ir a esconderse al lugar que lo vio en su momento más deporable.
Y es curioso el destino porque, mientras él iba a esconderse a su hogar, alguien más está tratando de sentirse libre en el suyo.
En un comedor fino y lleno de silencio, un hombre ajeno trata de integrarse a su familia.
Su rostro serio e impasible iluminado por unas cuantas velas es el protagonista de aquella cena. Él en una cabecera y sus hermanas menores al lado derecho, mientras que la mujer a la que le debe la vida y más le mira con recriminación, amor y nostalgia.
Una extraña combinación que solo puede lograr Fiorella de Marcini, madre y pesadilla de Taehyung Marcini.
Ella, una mujer de más de cincuenta con cabello café que ha logrado mantener sin un pelo blanco en su cabellera, de ojos oscuros de los cuales nunca sabrás qué esperar, de manos delicadas y uñas pulcras sin ninguna herida visible, con labios delgados que celebra cuando los encuentra con una sonrisa y un par de cejas pobladas que, en su mayoría, suelen exponer su estado de ánimo con rapidez.
Ahora, con ambas cejas alzadas, nota que está intrigada.
—¿En qué piensas?
Fue lo que escuchó mientras apartaba de su plato una porción de pastel de calabaza.
—Nada importante. — Dice, prefiere comer en silencio.
—Debe ser importante para que tengas esa cara de desconcierto.
¿Su rostro? Su rostro denota el cansancio que ha obtenido por sus más de treinta horas viajando en carretilla sólo para volver a casa.
—No, madre. Estoy cansado, es todo. Fue un viaje largo.
—Pensé que ibas a volver después de tu cumpleaños. Te perdiste la fiesta de tus hermanas, fue amena y algunos pretendientes siguen detrás de ellas, es una buena noticia.
Taehyung sonrió y obvió la última parte de lo que dijo su madre.
Pretendientes y boda. Parece ser lo único que le importa.
—Sí... Lo lamento — esta vez, le habló a sus hermanas, quienes yacen a su lado en silencio —. Traje sus regalos, adquirí un par de joyas en Roma de sus colores favoritos. Debe estar en alguna de mis maletas... Mañana, sin falta, las buscaremos, ¿les parece?
—Claro, hermano. Esta noche procura descansar — Francesca, la segunda hija de Fiorella Marcini, habló y no dudó en acariciar con parsimonia la mano de su hermano mayor, aunque al instante la quitó, no debería hacer ese tipo de acercamientos en la mesa —. ¿Cuándo será tu próximo viaje?
—Oh, eso les quería comentar desde que llegué — dijo y captó la atención de las tres —. Este fue mi último viaje en el que concreté y pude dejar en orden todos los viñedos que tenemos en Italia. Ahora se implementará un medio de comunicación por mensajeros entre mi persona y los capataces, así que ya no debo salir de Florencia tan seguido... Me quedaré más tiempo aquí.
—¡¿De verdad?!
—Rosé, querida, tu tono de voz.
Taehyung miró a su hermana menor, emocionada, el rostro de Rosé se iluminó junto a su cabello castaño por la felicidad que le dio saber que estaría más tiempo junto a su hermano.
—Hijo, ¿estás seguro que los capataces harán un trabajo mejor que el tuyo?
—Sí, eso espero. Cada capataz pasó su período de prueba y se me fueron recomendados por otros hacendados y los que más ganancias han tenido estos últimos años, están a cargo de personas que yo mismo ascendí como Yoongi, madre.
—Escuchar su nombre no me tranquiliza y lo sabes, Taehyung.
—Lo sé, pero... — suspiró —. He querido llegar a este punto desde hace mucho, quiero pasar más tiempo en casa con mi familia... con ustedes. No me gusta estar lejos de aquí por tanto tiempo.
¿Quién es Taehyung Marcini?
Taehyung Marcini es el primogénito del difunto Aurelio Marcini, quien se convirtió en la cabecera de aquel hogar tras el fallecimiento de su padre a manos de un fuego abrasador y asesino. Un hombre que se caracterizó por ser amable estando en vida, a quien veían como un esposo fiel y, sobre todo sus hijos, como un padre amoroso y con quien podías acudir cuando todos tus miedos se venían encima de ti.
El día de su muerte, todos asumieron cuán desastroso iba a ser su destino.
El fuego, los gritos y la desesperación fueron los protagonistas de un 21 de diciembre hace casi veinte años. Un día que no parecía ser testigo de una tragedia tal como la muerte de un padre, un esposo y un jefe. Su recuerdo ha vivido en la memoria de todos, dándoles su pesar a la mujer con tres hijos que estaban llegando a la adolescencia.
Sin embargo, Taehyung ni siquiera pudo guardar luto por su pérdida.
La ausencia de una figura paterna y de autoridad, obligó a un infante de doce años recién cumplidos a acelerar su adolescencia y adultez. Si bien quería seguir los pasos de su padre y desde que tiene memoria, Aurelio encaminó su educación hacia la parte administrativa del viñedos que tenían en ese entonces, por los próximos que quería adquirir.
El choque de realidad se vio frente a su nariz cuando estuvo sentado horas en la mesa de trabajo de su padre, en cómo notó de a poco que nadie se refería a él como niño Taehyung o joven Marcini, sino como Señor Marcini. Se evidenció en las amistades perdidas que dejó de lado por responsabilidades que tuvo que asumir y en cómo tuvo que aprender a moverse en el mundo de los negocios.
Rápido, perspicaz y con la cabeza en alto. De ser posible, con ojos en la espalda a la espera de cualquier amenaza o traición que puede recibir si se desconcentra un segundo.
Fue un simple niño que entraba al mundo de la adolescencia con un camino excesivamente corto donde no disfrutó aquella etapa, que a sus ojos el mundo era demasiado grande y él tan pequeño, muchas veces preguntándose si estaba viviendo la manera correcta o si era justo para él.
No hubo tiempo para llorar, solo para trabajar.
Pero aquellos pensamientos desvanecen con la brisa nocturna como una fiebre de marzo, cuando ve que su familia se encuentra mejor gracias a su arduo esfuerzo. Puede asegurar que está haciendo algo bien cuando las noches en vela de incertidumbre y desolación, son cambiadas por la añoranza de su familia siendo sostenida solo por él.
—A mí tampoco me gusta que estés tan lejos, mi amor.
Y cuando quiere llorar de alegría por esas reconfortantes palabras, su madre vuelve a separar sus labios para recordarle por qué suele huir de casa, no solo por trabajo.
—Ya que vas a pasar más tiempo aquí, podemos seguir en la búsqueda de tu esposa. Oh, la familia Vani aún te tiene en su lista de pretendientes, a pesar de que te hayas pronunciado como tal hace un par de años. ¡Qué suerte tenemos!
Ni siquiera se atreve a pensar si es justo.
Ni siquiera quiere pensar si es egoísta por ello.
—No era lo que tenía planeado para hacer...
Él quería un descanso.
Se lo merecía. ¿Se lo merecía?
—También debes dar tu aprobación para los pretendientes de tus hermanas. Francesca no tiene tantos... pero Rosé tiene una larga lista esperando a por tu respuesta.
Ve a sus hermanas, distantes al tema y eso es lo que caracteriza a los tres hijos de la familia Marcini.
Ninguno era conocido por la desesperación de contraer matrimonio.
Y puede que eso haya sido su culpa, aunque no se siente tan culpable de ello.
El hogar lleno de dicha que es ahora fue forjado encima del dolor de Taehyung Marcini, de un hombre que se alejó de todos y de sus propios intereses con el único fin de sonreírle a las personas que más ama, mientras su espalda sangra con rastro de las alas que él mismo arrancó por el bienestar de los demás.
Porque cree que no fue y aún no es tiempo de ver por el suyo.
No tuvo tiempo para hacer muchas cosas que el día de hoy quisiera intentar, su atención nunca se centró en encontrar a una acompañante que esté con él hasta el día de su muerte ni mucho menos, sus amigos se redujeron a uno que escasamente veía a medida que pasaban los años y noches fantasiosas donde se divertía hasta el amanecer que nunca existieron, se sumaban a una lista que no tiene nombre.
Y está bien, quiere creer. Esto no quiere decir que anhela desperdiciar su vida como los jóvenes en la plaza lo hacen, mientras beben vino, bailan, se divierten y... no tienen una familia con la que cargar.
Aún había muchas incógnitas que rondan por su cabeza con respecto a su familia, pero no se atreve a decirlas en voz alta y tampoco cree que lo hará pronto.
—El tiempo corre, hijo — eso ya lo sabía —. Las personas no somos como el vino que se conserva y se atesora con el pasar de los años. Estás envejeciendo.
Oh, envejecer.
Ese es también uno de sus miedos.
—Lo sé, madre. Quiero envejecer mientras descanso, ¿no cree que ya trabajé demasiado?
—Morirás solo.
No. Envejecer es un miedo que su madre implantó en él.
—Mi cuerpo estará bajo tierra al lado de tu padre, tus hermanas unirán su vida con un buen hombre, tendrán hijos y un legado. Mientras que tú quedarás en el olvido como el hombre de la familia que se rehusó a estar con una mujer, que pasó sus mejores años sin dar siquiera el atisbo de querer formar una familia.
—Porque estaba trabajando — él contestó —. No quiero casarme porque nunca tuve la oportunidad de pensarlo.
—¿Qué harás, entonces? ¿Envejecer en soledad?
No. No quería eso.
—Descansaré hasta que me sienta preparado.
—¿Y eso cuándo será? ¿Antes o después de que te tachen como el hombre que no quiso a ninguna mujer a su lado? O, ¿antes o después de que toda tu familia se vea arrastrada por las cientas de etiquetas que te colocarán si no te casas?
Taehyung quiso morir allí mismo.
Un pensamiento frecuente que atraviesa su mente.
—Madre — habló Francesca —. Hoy no, por favor. Taehyung acaba de llegar de viaje.
—Y volverá a irse pronto, siempre lo hace.
Y con eso, dejó con delicadeza los cubiertos al lado de su plato, al igual que la servilleta en tonos rojizos osuros que tenía sobre sus piernas.
Con su rostro sin expresión, se disculpó en voz baja y salió del comedor.
Siempre con la mirada en lo alto, incluso si aquellos ojos cansados lloraron hasta dormir en la oscuridad de su habitación.
Había olvidado prender una vela.
No te avergüences de preguntar por Taehyung Marcini, todos te dirán un sinfín de cosas sobre él. Algunas serán verdad, otras mentiras. Honestamente, nunca sabrás quién es él.
Porque ni él mismo lo sabe.
Habían pasado un par de días de su llegada.
La tensión con su madre había desaparecido con el rocío de la mañana, era común en ellos discutir y no entregar, ni recibir ningún tipo de disculpa. Se había acostumbrado, aunque intenta no enseñarle lo mismo a sus hermanas. Cuando él se equivoca, al menos con Francesca y Rosé, es el primero en pedir perdón. De igual manera, con la frente en alto.
Con otras personas le cuesta todavía.
—Hoy iremos a misa — dijo su madre cuando se reunieron en el desayuno, de nuevo, aparentaban ser una familia feliz —. Ven con nosotras, Taehyung.
—Está bien.
La misa no comenzaba desde muy temprano, así que les dio tiempo a todos para prepararse un poco.
Por su parte, Taehyung se dio un momento extra para relajarse en su tina de madera, rodeado de flores en el agua y un par de esencias frutales le acompañaron en esos escasos minutos en los que quería olvidarse hasta de sí mismo. Lavó su cabello y talló su cuerpo, le gustaba la sensación de limpieza entera, por lo que los viajes a largas distancias no eran sus favoritos, no lograba bañarse en días. Espantoso.
Una vez salió y ya vestido con un jubón, pantalón y botas cómodas, se dispuso a observar el pasillo del segundo piso de su casa, puesto a que ese piso estaba destinado a las habitaciones principales y de huéspedes. El primer piso, en cambio, estaba destinado a áreas comunes y de visitas.
Pudo notar algunas cosas diferentes y dedujo que eso fue gracias a su hermana menor, Rosé Marcini, pues desde pequeña siempre dio el atisbo de no ser fanática de lo estático que pueden llegar a ser un par de muebles. Si bien son objetos que no pueden moverse, ella decía que no le gustaba verlos en la misma posición, así que los movía, aunque sea un poco.
No le extrañó cuando vio un florero que antes no estaba en una columna o un nuevo cuadro en las paredes tapizadas, lo que sí le pareció raro fue ver una gran pintura fuera de la habitación de su hermana.
Específicamente, el retrato de una mujer.
No era apasionado del arte, pero sabía apreciar una buena obra cuando la tenía enfrente y eso lo era. Una gran pintura. No solo en tamaño, sino en detalle, pues cuando se acercó a verificar que estaba pintada en óleo, se sorprendió cuando vio cómo el cabello oscuro y brillante de la protagonista parecía estar hecho pelo a pelo, con pinceladas finas y delicadas como su rostro; sus labios resecos que hizo que volviera a lamer a los suyos por una sed desconocida y el pequeño, y casi invisible, encaje que tenía el vestido rojo que portaba.
Sin embargo, en definitiva, lo que más le llamó la atención, fueron sus ojos.
Eran raros.
Grandes y brillantes. Abrazados por un par de arrugas que son producto del levantamiento de tus mejillas al reír, pero llenos de lágrimas que no fue capaz de soltar.
Bella.
No había otra palabra para describirla.
La pintura y la mujer son bellas en toda la extensión de la palabra.
—¿Por qué está aquí esto? — preguntó en voz alta cuando vio a un par de sirvientas pasar a su lado —. ¿No debería estar colgado?
—Señor Marcini, buenos días.
—Sí... Buenos días, ¿por qué esta pintura está a la mitad del pasillo?
—Oh, la pintura acaba de llegar. La señorita Rosé la había pedido hace algunos días, me parece — contestó una joven —. Dijo que la quería en su habitación, así que la dejaron aquí porque ahora está arreglándose para la misa. Disculpe, señor Marcini. Cuando podamos, la quitaremos de inmediato.
—Tranquila... Gracias. Sigan con sus labores.
El grupo de tres asintió y se retiraron a paso apresurado, dejándolo con la pintura y una incógnita dentro de su cabeza.
¿Quién es esa bella mujer?
Con curiosidad, tocó un par de veces la puerta de Rosé y casi de inmediato, otra sirvienta apareció en frente a él.
¿Desde cuándo hay tanta servidumbre en su casa?
—Señor Marcini, buenos días.
—Buenos días, ¿mi hermana ya está lista?
—¡Ya casi! — exclamó la castaña desde el interior de la habitación — ¡Pasa, Tae! Ya estoy vestida.
Y con un permiso en sus labios, entró al lugar. De nuevo, sin sentirse extrañado cuando vio todo diferente a la última vez que estuvo ahí. Realmente, a su hermana le fascina el constante cambio y, a veces, se pregunta qué más pudiese hacer si tan solo le dieran la libertad de cambiar todo aquello que quiera.
—Oh, estás muy linda — En cambio, fue lo primero que dijo al verla con un vestido largo y de tela fina de color lila —. ¿Qué te falta?
—Las joyas y el velo para la misa, señor Marcini. — Respondió alguien más por ella.
Dios, se estaba cansando.
—Retírense, por favor — habló, fuerte y claro —. Necesito hablar con mi hermana.
Y todas, ninguna sin rechistar, calló e hicieron lo acatado. Incluso Rosé le miró a la espera de otra orden.
—¿Pasó algo?
—No, solo me estaba abrumando un poco. ¿Siempre hemos tenido tanta servidumbre? Estos días me ha parecido que hay más personas en la casa que lo usual...
—Sí, mamá contrató a algunas más a principio de año.
—¿Por qué? — Rosé se encogió de hombros, nunca refutó ninguna decisión de su madre —. Bien, hablaré con ella después. ¿Por qué compraste un cuadro de una desconocida para tenerlo aquí?
—¡¿Ya llegó?!
—Supongo, hay una pintura afuera y... — sin dejarlo terminar, la menor intentó salir de su habitación, pero él se interpuso en el camino —. Espera, estamos hablando. ¿Quién es el autor? Solo es una pintura, ¿por qué tanta emoción?
—Oh, es de Notte.
—¿Quién es Notte?
—Es un pintor del pueblo, ¡vive por aquí! — contó, con una sonrisa extasiada —. Es de Rocce, aunque es un misterio siempre dónde estará. Hermano, está siendo conocido desde los últimos dos años, hace un muy buen trabajo, ¿viste la pintura?
—Sí, es bella...
—¡Sí, es bella!
—¿Tanto te gusta ese pintor?
—No solo hace retratos de esa mujer, sino también paisajes. Hay algunos de su autoría colgados en los pasillos, si prestas atención, encontrarás su firma. Últimamente está siendo nombrado por esos retratos. Es muy linda, ¿verdad? Me pregunto quién será.
—Debe ser una mujer cualquiera.
—Quién sabe, en el pueblo ya hay rumores sobre ella.
—¿De verdad? — preguntó, incrédulo. Ama su tierra, pero Rocce es el nido de rumores para cualquiera —. ¿Solo por una mujer?
—Oh, hermano, es que no has estado aquí. Notte...
Y desde ese momento, le intrigó.
¿Quién es Notte?
Notte, un hombre que nadie sabe de dónde salió, pero que se ha ganado el corazón de cualquier persona que lo conoce, quien se esconde bajo un velo negro que cubre toda su cabeza, a excepción de sus ojos, quien no habla de sus pinturas porque le gusta que las personas se reflejen en ellas y les den su propio significado. Quien afirma ser solo un hombre que tuvo la dicha de reflejar la percepción de su realidad mediante el óleo.
Y la mujer, quién es ella.
El pintor y la musa, batallan en quién es el más intrigante ante el público.
—Admitiré que es bueno.
—Es el mejor...
Taehyung cree que van a la par.
—Termina de alistarte, nos iremos pronto.
Entonces, ahí estaba. Dentro del carruaje de la familia, yendo a un ritmo constante hacia la iglesia, lugar al que no le importaría no ir.
—El Padre Conte abrió de nuevo la caja de limosnas. ¿Donarás, hijo?
—¿Para qué esta vez?
—Una familia pobre, personas de apellido insignificante.
Taehyung suspiró y asintió.
—Bien, dejaré algunas monedas en la caja y después mandaré a alguien a que le entregue a su despacho con una carta.
—Me parece bien — dice Fiorella y arregla una arruga inexistente en su jubón, pero después frunce su ceño cuando ve lo que tiene en su cabeza —. ¿No te pudiste colocar otro sombrero menos usado? Este se ve desgastado.
—Tranquila, solo es un sombrero — responde, ni siquiera recuerda qué sombrero se colocó, puesto a que solo agarró al que tenía más cerca —. Quiero estar cómodo.
—Lo quemaré cuando volvamos a casa. Mi hijo no puede vestir ese tipo de ropa, ¿qué pensarán los demás?
—Te queda bien el rojo, Tae.
—Sí, resalta tu cabello y piel — El hombre alza la mirada hacia sus hermanas, que lo ven con una sonrisa que ante sus ojos es hermosa —. Después de misa, ¿podemos ir al centro de Florencia?
—Claro. ¿Para qué, Rosita?
—Por Notte, quiero ver qué otras pinturas expondrá.
—Acabas de comprar una...
—Quiero mostrarte su talento — la chica suspiró —. Oh, ¿te imaginas que algún día nos pueda retratar? Qué sueño.
—Solo es un pintor, hija.
—Es talentoso, pero nunca nos retratará — dijo Francesca —. Dicen que no acepta ese tipo de trabajos, sólo pinta lo que le gusta.
—¿Tú también sabes sobre él? — su hermana asintió —. Bueno... Tener retratos de nosotros no suena mala idea, los últimos que nos hicieron fueron hace diez años, quizá.
—¡Y podemos tener un retrato familiar!
—Hija, tu tono, por favor.
—Y podemos tener un retrato familiar — repitió la castaña —. Aprovechemos que estás aquí, Tae. La última pintura que hay de nosotros juntos fue cuando recién nací y Aurelio estaba ahí...
—Me gusta la idea. Tenemos pinturas de las tres juntas, pero no contigo, hermano.
—Bien, trataré de contactarme con él.
Y cuando el carruaje se detuvo, Rosé pudo soltar un sonido similar a un chillido que intentó callar con todas sus fuerzas, al ver a través de la ventana.
—¡Es él!
La familia Marcini vio por la pequeña ventanilla que disponía, pero solo pudo ver a un par de familias llegando a la iglesia.
El día estaba despejado, lo notaron cuando salieron del carruaje.
Y Taehyung pudo verlo.
Con su velo cubriendo hasta sus hombros, se preguntó si no tenía calor, aunque el sol no estaba siendo tan abrasador esa mañana.
Notte había decidido vagar por el pueblo ese día, buscaba inspiración y, a veces, un cambio de ambiente es necesario para que las ideas fluyan.
Saludaba con un movimiento de cabeza a quienes lo hacían desde lejos, llegando hasta el frente de la iglesia donde se detuvo un momento a observar y a quienes se encontraban allí, atrajo la atención de niños que les intrigaba su velo, mismo que cubría casi toda su cabeza.
De color negro y con un poco de suicidad, la tela era amarrada en su nuca con mediana fuerza, como si se cubriera un gran tesoro. Caía con gracia en sus hombros, su estado de ánimo dependía en la manera que lo llevara puesto cada día, a veces dejaba suelto su largo cabello, aunque era incómodo ya que el agarre no tenía tanta solidez y existía una posibilidad de que se deshiciera. Otras veces, solo cubría su nariz y boca, dejando su cabello suelto y expuesto.
Lo miraron con curiosidad y les sacó una sonrisa cuando agitó su mano en dirección a ellos para perderlos de vista, una vez sus madres los entraron al lugar cuando las campanas empezaron a sonar, dando aviso a que la misa comenzaría en breve.
Fue una coincidencia acabar frente a esa estructura, pues no tenía la valentía, ni ánimos para entrar.
Giró sobre sus talones hasta dirigirse a la parte trasera de la estructura, donde tomó asiento en el suelo, empezó a trazar líneas un poco apresuradas en las hojas de lienzo que traía consigo en un bolso de tela y una silueta femenina, con pequeñas lágrimas que caían de su rostro, se distinguía entre mancha y mancha.
Eso era lo que más le fascinaba de pintar, esconder historias con más de una interpretación, con un significado que cualquiera le podría dar por su propia experiencia y visión. Siendo un arte totalmente relativo y sin ninguna verdadera respuesta correcta. Así como la belleza, la percepción del bien y el mal, entre otras muchas cosas de las cuales era un admirador secreto.
No llegaban a ser abstractas, es más, la mujer frente a él suele ser un personaje recurrente en sus obras, con cabellos castaños y ojos brillosos por sus lágrimas constantes, pidiendo al cielo perdón por tantas cosas y por nada a la vez en una larga carta, con una luna que no sería más brillante que ella, junto una vela cerca suyo que le iluminaba tenuemente su rostro con delicadeza.
Sólo él conoce lo que está haciendo. Pero, ¿qué podrían pensar los demás? ¿Si quiera estarían buscando la razón de su llanto? Porque también, el hecho de que a muchos pasaban por alto el dolor que transmite ante sus finas facciones, es algo que sucede a menudo.
Llega a indignarse cuando no logran apreciar lo que expresa, por aquellos que no les importa el esfuerzo que hace en capturar un sufrimiento que parece propio, puesto a que él tiende a plasmar lo que no puede decir por su boca, en lienzos.
Pero es feliz conformándose con una sola persona que pueda entender lo que quiere gritar.
No es sorpresa para nadie que ella fue lo que le dio el impulso para ser reconocido, sus rasgos, ojos grandes y cabello ondulado atrajo la atención tanto de hombres como de mujeres, iniciando una guerra silenciosa donde el pueblo discutía quién era ésta, cuál era su paradero y qué relación tenía con el pintor, algunos solamente optan por negarse a creer que es real y pocos no le daban importancia al asunto.
Habladurías iban y venían, sin darle mucha importancia porque esto le favorecía a que más personas se interesen por su arte, que era lo que más quería en vida, no haciendo mucho para calmar las aguas de aquellos que vivían al pendiente de los demás al divertirse un poco, una sonrisa triste siempre se posaba en su rostro cada que alguien le preguntaba:
—¿Quién es ella?
Sus ojos se abrieron de par en par por la gruesa voz que escuchó a su lado y su corazón latió con rapidez, hizo un movimiento brusco por la repentina aparición de un hombre y logró arruinar lo que tenía en la tela, no era mucho, pero sí había logrado avanzar en lo que pudo ser una nueva pintura.
El desconocido le vio de forma curiosa, no sólo a lo que podía apreciar de su rostro, sino también lo que sostenía entre sus manos. Le daba la espalda a un grupo de personas que salían de la iglesia y, por las campanadas que retumba en sus oídos, dedujo el término de la misa.
Suele perderse en sus pensamientos a menudo.
—¿Disculpe?
Se tomó su tiempo para guardar sus pertenencias para levantarse y estar a la altura de aquel desconocido.
—Tus ojos son grandes. — En cambio, fue lo primero que le dijo cuando estuvieron frente a frente.
—Oh — se le escapó de sus labios y carraspeó por el inesperado cumplido —. Gracias.
—Taehyung — dijo el hombre, extendiendo su mano izquierda, pero cambiándola por su diestra de inmediato —. Un gusto.
—Claro, eh... Notte. El gusto es mío.
Se le hizo familiar su nombre, sin embargo, afirma que nunca había visto a aquel hombre que ni siquiera le dio una sonrisa, pues su rostro no mostraba ninguna expresión junto a unos ojos entrecerrados.
Recibió la mano con un poco de lentitud.
—Notte, me comentaron que eres un pintor emergente por aquí.
—Sí, podría decirse que sí.
—Y he visto tus pinturas, déjame decirte que haces un buen trabajo. Mi familia tiene varias de tu autoría en casa.
—Le agradezco, pero... ¿Podría decirme quién es usted? — preguntó porque, aunque su vestimenta recatada y de buena calidad que se ve a simple vista le indica a aquel grupo de personas de la sociedad, aún desconoce de qué familia proviene.
—Oh, bueno. Soy Taehyung Marcini, de la familia Marcini. Tenemos un viñedo por estas tierras y algunos en otras... No sé si has escuchado también sobre la marca de vinos Marcini, yo la fundé.
Oh, mierda.
—A–Ah, sí. Señor Marcini. Claro.
—Ese mismo. — Taehyung rio, casi involuntariamente.
—Disculpe la pregunta, pero... ¿Por qué me está hablando? ¿Necesita algo?
—Sí, en realidad, te necesito a ti.
Oh, santa mierda.
—Quisiera proponerte un trato.
Reitero que no debes avergonzarte por preguntar qué está pasando aquí porque ninguno de los dos lo sabe, ni lo sabrá.
si lo recuerdan, este capítulo son los primeros tres capítulos que antes había aquí, mismos que escribí en 2021 y de los cuales desde hace mucho quería corregir.
gracias por leer.
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