undici
Quedarse iba a ser una realidad muy complicada.
Sólo es un simple e infeliz joven que ahora tiene un conflicto consigo mismo, con sus sentimientos y el temor que le arrulla incluso en el día, un hombre preso del miedo ante el mañana con una compañía que le estaba logrando tranquilizar.
Huir no era la respuesta correcta a sus problemas, crearía más y se vería enredado entre las redes de engaños que ha estado construyendo desde su llegada a Firenze. Estaba siendo un completo cobarde, algo lo cual hería su orgullo severamente, pero era el mismo que les pedía a gritos que dejara de pensar estupideces, tomara el tiempo que gastaba pensando para irse por donde el sol se esconde y no volver más.
Llegaba al punto de querer golpearse por lo contradictorio que era, se sentía en medio de un caótico desastre del cual no será tan fácil de salir o afrontar.
En la balanza, el miedo estaba siendo olvidado por su amor hacia Taehyung, quien aún no entiende cómo está logrando que su nombre se pinte frente a él, robándole suspiros y sueños, con momentos juntos, como el de ahora.
Sus bocas se movían con ligereza mientras sus ojos se mantenían cerrados, sintió las manos del mayor adueñarse de su mandíbula y cuello, tomando sutilmente la tela de su rostro entre sus dedos. Rodeaba la cintura contraria con sus brazos, usando un poco de fuerza por las sensaciones de satisfacción que experimentaba apenas entró al despacho, una grata bienvenida después de haber estado pintando a la hija menor de la familia.
—¿Sabes cuánto amo... besarte?
Jungkook sonrió en medio del beso y ahogó un suspiro. Prefería mantenerse callado, por lo menos, mientras estaba con Taehyung. Le servía para distraerse de sus pensamientos invasivos.
—¿En qué te voy a ayudar hoy?
—Otro más... — dijo el castaño en un intento de no despegarse de sus labios —. Los papeles no se irán corriendo.
Oh, le duele tanto acostumbrarse a esto.
Minutos más tarde, sus manos se vieron entrelazadas para encaminarse hacia la mesa de trabajo, el pelinegro pudo deshacerse de su velo para arrojarlo en un sillón cualquiera. Junto al asiento que usaba Taehyung, se encontraba uno más pequeño, lugar donde se sentó después de un par indicaciones.
—¿Sabes sumar y repartir? — él asintió y notó de inmediato muchos papeles con números en ellos —. Primero necesito sacar cuentas de los gastos que he tenido en los viñedos estos últimos meses, estoy un poco atrasado y no quiero que me vean la cara de estúpido como en Grecia.
—Entendido.
—Solo debes transcribir estos papeles que hice al apuro con mi asesor. Ah, después tengo que actualizar el fideicomiso de mis hermanas por la compra del viñedo en Grecia.
Su boca se abrió con asombro, viendo cómo Taehyung escribía rápidamente, después de haber tomado su pluma de caña, el significado de las palabras que no entendía.
—¿Las mujeres ya pueden recibir herencias?
—Eh, no. Bueno, no es el fideicomiso de mis hermanas, está en nombre de otro hombre, pero el contrato está destinado a mis hermanas. Algunos de mis bienes están destinados hacia ellas por... ya sabes, cualquier accidente.
—Oh, entiendo. Eso es astuto.
—Sí. Así que, si pasa algo conmigo, ellas estarán aseguradas. Aunque... Ahora que Francesca se va a casar, no sé si tengo que hacer el contrato con su esposo.
Y hasta Jungkook puede sentir el amargo sabor al pronunciar esas palabras.
Esposo.
No. No es que Taehyung no quiera que su hermana se case, el problema es que Francesca no quiere hacerlo y la única razón por la se resignó, es la pequeña esperanza de complacer a su madre para que su ambiente familiar no sea tan caótico.
La noticia se está haciendo saber por todo el pueblo, no es para más. Incluso las habladurías llegaron, aquellas que ponen en tela de duda la virilidad del primer hijo Marcini ante su falta de interés en formar una familia porque sus hermanas le están ganando a una competencia ficticia que imaginan terceros.
—Eres un buen hermano, Taehyung. Tus hermanas están muy agradecidas contigo.
Pero él está seguro que puede hacer más.
—Ah... Mi Noche. Gracias.
—¿Tu Noche?
Para Jungkook le fue inevitable no demostrar lo ilusionado que estaba, tanto que no podía controlar las comisuras de sus labios que se alzaban con fuerza.
—Sí... Mi Noche. Ya sé por qué escogiste Notte como tu firma.
—Ah, ¿sí? ¿Por qué?
Taehyung entrelazó sus manos y, por primera vez, agradeció ser zurdo, puesto a que puede tomar las manos del hombre que ama mientras trabaja.
—Porque, a pesar de la oscuridad en la que te encuentras, tu sonrisa ilumina el lugar al igual que la luna y las estrellas se albergan en tus ojos para que los pueda ver brillar.
Jungkook tragó grueso y se quedó estático. Nervioso y sin saber reaccionar. Taehyung aceptó su silencio con una sonrisa y siguió con su vista en su propio montón de papeles, sus manos siguieron juntas en el silencio acogedor que los abraza tal manto cálido en invierno.
El pintor mordió su labio inferior y no pudo evitar sentir envidia, ¿por qué es tan fácil para él decir ese tipo de cosas que aceleran y detienen su corazón al mismo tiempo?
«—No recuerdo la última vez que me dijeron te amo.»
Temía hablar, al hacerlo, declaras un sinfín de cosas que podrías no cumplir, das tu palabra y las promesas deben cumplirse.
En su vida llena de mentiras, no hay cavidad para los juramentos, no quiere ilusionarse en vano al creer que los demás harán todo lo que proclaman a la ligera. Y él, claramente, era un bufón más de la corte al pensar así, después de haber dicho que lloraría por la muerte del castaño.
Irse implicaba mantener su boca cerrada, pero la culpa lo va a carcomer hasta su muerte. Aquella opción, pensada por miedo, se veía sencilla y rápida, sin embargo, está consciente que no podrá vivir en paz por el: «¿Qué habría pasado si...?». Le teme en demasía por las diferentes opciones que tendría ahora si la sombra a sus espaldas no lo manipulara.
Quedarse significaba exponerse más de lo que estaba haciendo con Taehyung porque, si bien cree que ha compartido bastante con él, parece como si no se conocieran al no saber cosas triviales de cada uno, como el hecho de que escribe con la mano izquierda sólo para poder entrelazar sus manos.
Aún no ha hablado sobre el pasado en su totalidad, sus padres, hermana, SeokJin, la huida de Roma, la maldita mujer que está presente en sus pinturas y más. Recuerdos dolorosos que no han salido a la luz aún, de los cuales sólo una persona conoce y que ahora está muerta, acontecimientos que ha estado guardando, así como a Jungkook Rossi.
El simple e infeliz joven que no era más que una farsa, enredado en mentiras, tantas que ya ni siquiera se acuerda de las mismas. Le daba pesar saber que la vida que construyó en Florencia era una estafa la cual los demás creían a ciegas.
Eso le hacía sentir sucio.
Hablar sería escupir y lo que menos quiere para el hombre que hizo que su roto corazón vuelva a latir, es lastimarlo. Pero a su vez, quiere amarlo.
Y la única razón por la cual Taehyung no recuerda cuándo fue la última vez que recibió amor, es porque se lo negaron.
Para él, es fácil hablar desde la superficialidad y liviandad de sus palabras y no oculta su sed de recibir amor. A veces, se siente como un animal que puede ser domado con simples palabras bonitas y ya le ha pasado.
Pero no le importaría volver a ser uno si es Jungkook quien lo doma.
—Si yo soy la noche... — el castaño sonrió cuando alzó su mirada —. ¿Tú eres el día?
—¿Seremos la noche y el día?
Qué tan romántico pueden ser dos hombres que anhelan estar juntos.
—Suena lindo, ¿por qué soy el día?
El día es luz, es oportunidad y vitalidad. A veces, los días son nublados, pero en su mayoría, es luz que le está dando a Jungkook Rossi para volver a florecer.
—Brillas — susurró —. Siempre resplandeces.
Taehyung no aguantó mucho hasta atraer aquellos labios que tanto ama. Se sentía tan bien.
«—No recuerdo la última vez que me dijeron te amo.»
¿Por cuánto tiempo has anhelado el amor, Taehyung?
—¿Cómo lo haces? — preguntó el pintor, confundido —. ¿Cómo puede ser tan fácil encariñarse contigo?
—¿De verdad?
—Cualquiera estaría a tus pies.
—¿Y tú? ¿Ya te acostumbraste a mí?
¿Qué era más pesado? ¿El amor o el miedo?
—¿Nunca te ha atraído alguien más? Una mujer... Un hombre.
—No, eso es un tema delicado... — murmuró y apartó la mirada —. Te lo dije, he pasado ocupado. Sé apreciar la belleza y me he encontrado con personas así, pero nunca pasó nada. Ni siquiera tengo amigos, creo que eso te debe dar una idea de cuán ermitaño puedo ser.
Un inexperto. Jungkook tiene en sus manos a un inexperto que quiere lanzarse al mar sin saber nadar.
—¿Qué hay de ti? Sobre ese hombre... ¿Qué pasó? ¿Cómo los descubrieron?
—Estábamos en la cama y mi madre abrió la puerta.
Mierda.
—Oh... ¿Te enamoraste de él?
—Sí, de eso estaba seguro. No lo volví a ver después de que nos hayan descubierto hasta hoy. Me encerraron en las cárceles para herejes que había en la iglesia y escapé cuando me dieron la oportunidad.
—Y llegaste a Florencia. Tú... ¿Aún lo amas?
Jungkook se quedó callado unos segundos para pensar.
¿Lo hace? No lo sabe.
Es cierto que suele pensar en él de vez en cuándo, los buenos momentos y los malos, las risas y los llantos, las caricias y los golpes. Todo era una gran mezcla de emociones y recuerdos que, si bien son difíciles de olvidar, son fáciles de digerir.
—No. Ya no. No fue tan bonito como lo recuerdo... Hizo cosas malas, cosas que nadie debería hacerle a otra persona. Admito que en un principio estuve a punto de regresar a Roma por él, pero no valía la pena.
—Te hizo mucho daño — afirmó, ¿por qué parece que lo único que conoce el pintor es dolor? —. Lo siento.
—Bastante, de hecho — sin esperar, se rio de la situación —. Al menos... Ya no lo volveré a ver.
—¿Piensas en él a menudo?
—No. En realidad, pienso en Roma de vez en cuando... Pienso en él, en mis padres, en los pastores y clérigos que me torturaron... A veces, quiero convencerme que, al menos, un poco de culpa los carcome por dentro al saber lo que me hicieron, pero no estoy seguro, ¿siquiera me recuerdan? No lo sé, es probable que no.
—¿Has querido volver a Roma para averiguarlo?
—Si vuelvo, creo que estoy seguro que esta vez cumplirían mi condena.
Maldita iglesia.
El castaño acarició con parsimonia las cicatrices visibles en el dorso de su mano, su piel empezó a arder por el recuerdo ajeno.
—El recuerdo es una cicatriz ya, no te atormentes por eso.
—Creo que te amo.
Alzó su mirada sonrojada y vio los ojos que le atraen brillar más, después de una sonrisa dulce que saboreó cuando sus labios se volvieron a juntar en un casto beso.
—Creo que también te amo.
¿No pueden quedarse allí?
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