trentuno
—HoSeok, llegaste.
El rubio levantó la mirada ante la molesta voz que murmuró su nombre.
—¿Puedo saber dónde estabas? — preguntó Emma en lo que veía a su esposo dejar sus pertenencias a un lado de su cama para sentarse en ella.
—Buscaba trabajo.
—¿Trabajo? Pensé que habías aceptado la propuesta de mi papá...
Eso era mentira.
Su padre fue quien la aceptó por él.
—Así es, solo que es por el momento... Aún no tengo el suficiente conocimiento para trabajar con él.
—¿Y a dónde fuiste? ¿Lograste conseguirlo? — HoSeok asintió — ¡Qué bien! ¿De qué va?
—Limpiaré excremento de caballos.
Pero no de cualquier caballo. Encontró la manera de trabajar en el lugar en el que tienen cautiva a Stella, tal vez y con un poco de suerte, podría recuperar a la yegua al seguir mostrándose en contra de aquel pintor sodomita del que todo el pueblo está murmurando entre sí.
Así, puede que se sienta menos solitario.
—¡¿Qué?! — exclamó la joven, queriendo creer que aquello solo era una broma de mal gusto —. Dime que es mentira, ¿tu padre lo sabe?
—No y no lo sabrá, por favor. Te digo que solo será momentáneo.
—No puede ser posible, ¿qué dirán mis amigas? ¡No puedo ser esposa de un recogedor de excrementos!
—Cálmate, reitero que no será por mucho tiempo — repitió, levantándose de la cama y dándole la espalda para ir a buscar ropa —. Tengo un turno nocturno, así que nadie me verá trabajando, ¿bien? Te lo cuento a ti porque... eres mi esposa y no quiero que te preocupes, tampoco quiero mentirte.
—Me preocuparía menos si me dices que lo haces para comprarnos una casa, ¿sabes cuán aburrido es estar aquí sola?
—Sabes que puedes merodear por la casa. No es tan grande como en la que vivías, pero tiene todo — Emma suspiró, era cierto, pero su gusto por las residencias nunca se iba a ir de ella —. ¿Y qué hay de Aurora? ¿No son amigas?
—Solemos hablar, pero ella sigue siendo la señora de la casa. Es un poco incómodo.
—No debería, ni siquiera se llevan muchos años.
—De todas maneras, sigue siendo tu madre y...
HoSeok volteó a verla rápidamente mientras fruncía su ceño y con un ademán la mandó a callar.
—Ella no es mi madre. No vuelvas a decir algo así.
—Quieras o no, es la señora Donati — la joven se acercó hasta él —. Y es incómodo tratar con ella. Es tiempo que compres una casa.
—No es tiempo de nada — dijo, y nuevamente, le dio la espalda —. No nos iremos de aquí, así que acostúmbrate.
—¿Por qué? No quiero vivir mi matrimonio en una casa ajena. Además, ya te dije cómo quiero mi casa, donde vivamos solo tú, yo y los hijos que vamos a tener, una más grande que esta casa tan pequeña. Dime, ¿dónde jugarán y tomarán clases nuestros hijos?
—Y yo te dije que te olvides de todo eso — HoSeok la miró, ya con su ropa en manos —. Nunca me iré de esta casa, y como estamos casados, tú tampoco. Qué desgracia para ambos.
—¡Eres tan injusto! — el rubio volteó los ojos y se encaminó al baño, pero antes de avanzar, la menor lo tomó del brazo — ¡Quiero irme!
—Qué cansado me tienes...
—¡No quiero estar aquí!
—Pero te vas a quedar aquí, hasta que envejezcas. Vivirás y morirás aquí, ¿de acuerdo?
—¡No lo voy a hacer! — Emma gritó y zarandeó al mayor — Le diré a mi papá, ¡no voy a pudrirme en esta pocilga...!
Lo siguiente, HoSeok no se siente orgulloso de ello.
Lo que pasó, HoSeok se avergüenza de eso.
Lo que hizo, HoSeok había jurado nunca hacerlo.
Pues fue lo mismo que su padre hacía con su madre y él, lo que menos quiere, es ser un reflejo de aquel hombre.
Emma retrocedió unos cuantos pasos con la mano en su mejilla golpeada, con unas cuantas lágrimas cayendo tal cascadas por sus ojos.
—Yo... No. Yo, perdóname — se apresuró en decir —. Es que... No vuelvas a decir eso. Perdón, no te quería golpear, pero le dijiste pocilga a esta casa... Es la casa de mi mamá, ¿entiendes eso? Perdón, no quería... Reaccioné mal.
Su esposa no respondió con ninguna palabra o sonido, solo retrocedió lo suficiente para volver a sentarse en la cama con la mirada gacha y su rostro enrojecido por la bofetada.
Bofetada que HoSeok Donati le propició.
—No podemos irnos — dijo, mirando sus manos, avergonzado y arrepentido de su patético existir —. Aunque la propiedad está a nombre de mi padre, la familia de mi mamá se la dio antes de casarse para que yo viva aquí... No quiero... No me puedo ir, irme sería alejarme de mi mamá y... No puedo alejarme más de ella o siento que moriré.
Se acercó hasta la joven y buscó su mirada al arrodillarse frente a ella.
—Perdóname.
—Está bien... No pasa nada. Perdón por expresarme así.
Ah, HoSeok Donati. Tu vida está yendo en picada y en completa soledad.
Al caer la noche, Namjoon Galli se encontraba caminando con el frío colándose entre su ropa.
Da paso tras paso sin siquiera atreverse a levantar la mirada, conocía el camino de memoria. Y no pasó mucho tiempo hasta que estuvo frente al establo de SeokJin Parisi.
O lo que queda de él.
Lo único intacto de la imagen que acontece en sus recuerdos, es aquel gran árbol que vio parte de su crecimiento con un par de sogas paralelas y una tabla de madera partida a la mitad. Ya que, el lugar en el que la madera servía de cobijo y hogar para una de las personas más importantes de su vida, ahora encuentra cenizas, polvo y evidentes materiales de pintura esparcidos por todo el suelo.
De inmediato, empieza a hacer una fogata con lo que llevó consigo en las raíces del árbol y la voz de SeokJin resuena en su cabeza tal eco en la penumbra cuando casi se clava una astilla en el dedo.
—Ten cuidado — escucha y cree que puede volverse loco en cualquier momento —. Por favor, si te pasa algo me duele a mí también.
—¿Cómo puedes sentir mi dolor?
Ahora, entiende que aquello solo se logra por el amor que le sientes a otra persona.
«—Su dolor es nuestro dolor.»
Notte encontró personas que lo aman tanto como para sentir en carne propia su sufrimiento, no es algo fácil de lograr, pues a pesar de sentir empatía para con otras personas, el dolor que siente alguien que amas se puede traspasar hasta tu propia piel y corazón.
Escuchó que iban a demoler el lugar para ocupar el terreno, de nuevo, con un propósito eclesiástico. Ya no le llegan los avisos de los próximos movimientos de la iglesia con anticipación, puesto a que desde que Notte desapareció y Taehyung le siguió unas semanas después, el Padre Conte creyó que era hora ir dejando poco a poco sus deberes dentro de la iglesia y su chivo expiatorio desapareció.
Todo lo que alguna vez colocó su esfuerzo en construir, se está desmoronando.
Su familia, su protección, los deseos de SeokJin.
—¿Esto es lo que querías? — preguntó al aire, ya con la fogata encendida dándole calor — ¿Así es como debe de acabar? Me siento tan perdido...
No sabe qué hacer, no sabe cómo ayudar.
Mucho menos sabe cómo pedir ayuda.
Alzó la mirada y vio aquella gran esfera brillante darle luz al cielo. A veces, siente que es SeokJin Parisi, viéndole perder el control de su vida y recriminarle por sus acciones.
—Jungkook se fue con Taehyung — murmuró, abrazando su cuerpo contra la corteza del árbol —. No creo que vuelvan, pero tú sí puedes verlos, ¿verdad? Ahora eres como el Dios que tanto maldijiste, te sigo hablando sin esperar una respuesta y ni siquiera sé si me estás escuchando.
Antes de su partida, Taehyung Marcini fue a verlo.
—¿Acaso no te dije que no me involucres más en sus asuntos? — le preguntó cuando salió de su casa al verlo en el portal de la misma —. Tengo mis propios problemas, no me arrastren a los tuyos.
—Perdón — dijo el menor de manera sincera —. Sé en qué quedamos, pero...
—¿Y? No me importa, no me importan más. Trata de entenderme, así como a ustedes los persigue la iglesia, a mi familia también.
—Perdón, NamJoon. Solo quería hacerte saber algo importante.
—¿El qué?
—Jungkook y yo tomamos la decisión de dejar Florencia y no volver — Nam sabía que eso iba a suceder tarde o temprano, pero no creyó que lo escucharía tan tarde —. Como sabes, él se ha estado quedando en mi casa y con lo que pasó, despedí a toda la servidumbre. La idea ha estado vagando por nuestras cabezas desde hace mucho antes, pero dada la circunstancia, es la mejor decisión ahora.
—¿A dónde irán?
—Un lugar para personas como nosotros en territorio romano, no te puedo dar más información al respecto. También vengo a pedirte un último favor — el mayor quiso rechistar, pero Marcini no le dio tiempo —. No le digas a nadie dónde vamos, mucho menos que huimos juntos. Estamos esparciendo el rumor que Notte se fue después de ser liberado de su captura por el miedo a ser condenado.
—No se lo diré a nadie, Taehyung. Nunca digo más de lo que debo.
—Lo sé, quería recalcar... Nos iremos en dos noches — le hizo saber —. ¿Sabes que Jungkook aún tiene esperanza de que formes parte de nuestro hogar?
—Dile que desista, por favor.
—Lo intento, aún no perdono lo cruel que fuiste con él — Galli asintió con un peso en el pecho —. Como te dije, nos iremos pronto, apenas salga el sol. En dos noches tendremos una cena de despedida, estarán mis hermanas, Yoongi Cetti, el hijo del doctor retirado Donatti, una amiga, él y yo; por si gustas asistir, Jungkook te estará esperando y apartaremos un lugar en la mesa solo para ti. Si vas, le dirás que eres parte de su hogar. De lo contrario, él desistirá.
—No voy a ir.
—Tienes tiempo pensarlo — volvió a insistir —. Por SeokJin Parisi, sabes que le hubiese gustado estar presente.
—¿Tu madre asistirá? — esta vez, fue el turno de Taehyung de suspirar, cansado — Eso evidencia lo errónea que son sus acciones.
—¿Y qué si estoy cometiendo un error? — preguntó —. Basta, por favor. Tengo más de treinta años, estoy hastiado y cansado. Soy un adulto y puedo valerme por mí mismo, si estoy cometiendo un error, al momento de pagarlo lo haré sin rechistar.
—Dios los encontrará incluso si se esconden debajo de las piedras.
—Entonces, esperaré paciente su llegada, tenemos muchas cosas que hablar.
¿Rebeldía? ¿Resignación? ¿Culpa?
No se presentó a la dichosa despedida porque, de nuevo, un dilema abría paso entre sus pensmaientos. No creía ser merecedor de un lugar en la mesa e ir era implicaba una destrucción de la poca fe que quería mantener.
Aún tiene la esperanza de que Dios le reciba con los brazos abiertos después de tener una grata conversación con Abraham.
—Sé responsable por la destrucción de mis ideales — susurró abatido —. Todo es confusión para mí desde que te conocí. Si Dios no me recibe en su reino, espero que tpu lo hagas en tu hogar.
¿SeokJin le estará escuchando?
—No necesitaremos de nadie más. Solo tú y yo — dijo y las lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas —. Como siempre debimos estar.
«Escucha mis plegarias.»
—¡Al fin, una cama!
Taehyung rio cuando vio a su mejor amigo ocupar una cama para él solo, con los brazos y las piernas extendidas acaparando toda la superficie.
—Qué exagerado.
—Nunca me gustó dormir en el suelo — Yoongi recobró la compostura mientras veía a los dos hombres desempacar un poco de sus pertenencias, no todas, pero las más importantes para el par de días que estarán en aquel pueblo en el camino —. ¿Por qué su habitación es más grande que la mía?
—Porque somos dos, duh.
El mayor de los tres le arremedó. No había cómo culparlo, su cuerpo dolía por las noches que habían pasado acampando en el frío y seco suelo de Italia.
—Jungkook, ¿cómo te vas sintiendo?
—Mejor, Yoongi — respondió el pelinegro mientras buscaba sus pertenencias en un bolso que trajo consigo —. Gracias por preocuparte. A todo esto... ¿No será sospechoso que nos vean compartir el cuarto?
—No creo, no es la gran cosa que vean a varios viajeros compartir hasta una sola cama. Al menos aquí tienen dos, no van a llamar tanto la atención.
—De acuerdo, confiamos en ti.
—Estaremos bien, ¿van a hacer algo hoy? — la pareja se miró entre sí un instante y, con solo eso, ambos negaron con la cabeza —. Lo suponía. Entonces... Nos vemos para cenar, yo sí saldré.
—¿A dónde vas, Gi?
—Por ahí — dijo el pelinegro a lo que se levantaba de la cama —. Tengo un asunto que arreglar aún. Recuerden que esta es nuestra última parada para llegar a Stigma, en estos días nos hemos de encontrar con Milán y ella nos guiará hasta ahí, ¿bien?
—Espera — llamó Jungkook con un deje de esperanza —. ¿Pasaremos por Roma?
—No, rodearemos Roma — contestó el mayor, dándole una rápida mirada a su amigo —. Será más seguro para todos.
Yoongi salió de la habitación sin decir más y fue hasta la suya, también debía de desempacar un poco sus cosas y empezar a lavar su ropa sucia.
—¿Quién es Milán?
—Una de las personas que administra y cuida Stigma — respondió el castaño, ordenando su ropa —. Si Yoongi confía en ella, yo también.
—Está bien.
—Mi Noche — le llamó Taehyung, sentándose en la cama e invitando a su prometido a copiar su acción —. ¿Seguro que ya te sientes mejor? ¿No quieres ver un doctor antes de irnos de aquí?
Jungkook negó y tomó asiento al lado del castaño, muy junto, lo suficiente como para colocar su pierna derecha encima de la pierna izquierda del contrario.
—Ya estoy mejor — le intentó tranquilizar, mientras acariciaba su muslo con parsimonia —. Desde ayer no me duele la garganta y hoy no me mareé, tampoco tengo tanto frío, ni fiebre.
—Aun así, podemos ir a que te revise un doctor...
—No hace falta, mi Día. Confía en mí, estoy bien.
Taehyung suspiró. Está bien, estaba bien, estaban bien.
—Espera, déjame colocarle traba a la puerta.
—Yo voy.
El pelinegro se levantó e hizo lo que dijo, desde que los tres se detuvieron en un pueblo para descansar, Taehyung ha estado un poco paranoico al respecto de cuidar sus espaldas. Cuando es su turno para tomar las riendas de los caballos y él le acompaña, mira el camino que van dejando atrás cada cierto tiempo; y en las posadas a las que acuden, la puerta siempre debe de estar con traba por cualquier inconveniente, al igual que las ventanas en las noches.
Tiene miedo, para el pintor es familiar.
—¿Quieres seguir ordenando todo o descansar un rato? — preguntó el menor.
Y solo bastó que el contrario de varias palmadas al lugar en el que antes estaba sentado para ir de nuevo. Solo que, esta vez, se sentó encima de las piernas de su Día para dejar que su cabeza se esconda en su pecho.
Ambos sabían que lo necesitaban.
—¿Por qué tu corazón está tan calmo?
—Porque estoy contigo.
El castaño suspiró y se escondió más en el pecho de su prometido, apretó su cintura con tanta devoción como tanta delicadeza Jungkook necesita ser tomado, así como él también es tomado con la delicadeza que ha anhelado por años y la misma cantidad de amor que han expresado mutuamente.
Estar junto a su Noche siempre será como estar en un mar de aguas pacíficas.
—Lo estás haciendo bien, Taehyung — dijo el menor, acariciando la nuca ajena —. Sé que es difícil. Entiendo tu dolor, conozco tu miedo y créeme, por favor, que haría lo que fuera para que tu corazón deje de cargar con el peso de tu pasado; mas ahora solo puedo amarte y apoyarte, así que cuando me necesites, solo dilo y aquí estaré.
—Gracias, mi Noche.
—Además, recuerda lo que te dije antes de partir — el mayor negó —. Es importante. Sabes que si algún día te arrepientes...
—No. No quiero.
—Puedes irte.
—No me quiero ir, quiero estar contigo.
—Lo sé — dijo y le dio un beso en la frente —. Solo quiero que lo sepas. No me molestaré, no te pediré quedar, quiero siempre tu felicidad. Y si en medio de esta travesía, te das cuenta que no eres feliz conmigo, sino en Florencia, vuelve.
—Sabes cuánto daño me hace Florencia... No vuelvas a decir que me puedo ir.
Eso le hace sentir que Jungkook lo ve como alguien débil. No es débil, ha demostrado de mil y un formas que es fuerte.
—Te lo digo porque, en su momento, yo también quise volver a Roma — el mayor alzó la mirada, confundido —. Creo que hasta en el camino de Roma a Florencia, me devolví varias veces. Dejar lo que conoces e ir hasta lo desconocido es muy aterrador.
—Estoy contigo. Y contigo estoy bien. Tal vez mi corazón ahora no esté tan calmado como el tuyo... pero lo estaré. Lo sé — Jungkook sonrió y le dio otro beso en la frente —. Tarde o temprano debía dejar Florencia, creo que siempre lo supe. Solo necesitaba de ti para poder hacerlo.
—Tal vez.
Taehyung asintió y sonrió, alzó un poco su cabeza y vio el semblante de su Noche, también vio sus labios. Esos labios que le llevan a la perdición disfrazada de paraíso.
—¿Crees que ya pueda besarte?
Por el bien de ambos, y a sugerencia de Yoongi, optaron por no besarse los días en los que Jungkook estaba enfermo. Por si acaso resultaba ser una enfermedad contagiosa, no podían cargar con dos enfermos en el camino.
También, ahí fue cuando Taehyung se dio cuenta cuán adicto es a los labios de quien ama.
—¿Quieres besarme? — el castaño asintió — ¿Cuánto?
—Demasiado...
—Ah, ¿sí?
—Uhm...
Besarse fue una necesidad saciada.
Comenzaron lento, como de costumbre, a los dos aún les invade la timidez cuando sus bocas y lenguas tienen contacto entre sí. Y es increíble, pues cada acercamiento se siente con la misma intensidad, dedicación y pasión que el primero que compartieron, aquel paso que no recuerdan quién se atrevió a tomar para llevarlos hasta donde están ahora.
Lejos de Florencia, amándose con cada parte de su cuerpo y alma.
Para el castaño siempre fue un deleite saborear aquellos labios suaves, aunque a veces resecos, de su amante. Cierra sus ojos y disfruta en su paladar, sus propios labios se mueven con parsimonia y siente una gran felicidad por tal toque. Hasta puede parecer estúpido, pero en su camino de exploración de sí mismo y su cuerpo, llegó a la conclusión que estos besos tan dulces son su perdición.
Lamer su labio inferior e intercalar con chupar su labio superior es una osadía, justo como en ese momento lo estaba haciendo. Las manos en su nuca eran un adicional a la orden de besos que pidió, así como el toque cálido en su pecho, más específico, donde está su corazón y no habla precisamente de un tacto físico, sino que el simple hecho de tocar a Jungkook se sentía como una caricia a su corazón y alma que lo guiaba a encontrar el mar pacífico del que tanto se ha mencionado.
El mar pacífico se vuelve tal río caudaloso cuando lo besa, pues sus pensamientos solo giran en torno a él y lo que provoca en él.
Sin embargo, pasar de eso es otro tema.
No sabe cómo explicarlo y, aunque su Noche se abstiene por él, él no quiere estar así. Aún tampoco se lo ha comentado a alguien más, estuvo varias veces por su cabeza visitar un doctor, pero... ¿qué le diría? No sabe si está preparado para admitir en voz alta que tiene una pareja que ama tan fuertemente como para huir con él, pero no para quitarle por completo la ropa y juntar su piel contra piel.
Es difícil de asimilar.
¿Aquello es muy importante? Tal vez sí, tal vez no.
Si bien hubo ocasiones en las que el momento se volvió más caliente que de costumbre, prefiere ser él quien tome la iniciativa de seguir besando y tocando más allá de los labios de su amante, como lamer su cuello hasta dejar marcas rojizas que admite que le gustan o hasta masturbar su pene si toma un suspiro de valentía; son cosas que elige hacer por su cuenta para no ser él quien sea tocado, mismas que las hace porque reconoce que para su Noche son placenteras.
Y él solo quiere darle más felicidad y placer como le sea posible.
Lo único que conoce por el momento es que el acto en sí le asusta.
Pero, ¿qué? ¿Qué le asusta? ¿El dolor? ¿El tacto? ¿Que su tacto le ocasione dolor?
Por ello, se separó abruptamente cuando se dio cuenta que Jungkook se encontraba sentado a horcajadas sobre él.
Con un contacto directo de su miembro con el contrario.
—Perdón.
—Lo siento — Jungkook suspiró y le dio un beso en su frente —. Perdóname tú a mí, me dejé llevar.
—Está bien. Es normal que quieras, supongo...
—¿Tú no quieres?
—N-No.
—¿Por qué estás erecto? — ambos bajaron la mirada, notándose erectos a la par, aún muy juntos — ¿Por qué tu cuerpo responde y tu mente está en conflicto?
—No... No lo sé.
¿Qué tiene su cuerpo?
No lo entiende. Mira su miembro, despierto y cubierto bajo tela, siente lo que se supone viene siendo el placer que tanto conoce solo de nombre. Su cuerpo y cómo responde a los estímulos le hacen confundir cuando se encuentra en contra de sus pensamientos.
Admite que los pequeños roces y provocaciones causan en su cuerpo todo tipo de reacciones, su piel se vuelve roja, a veces sus vellos se erizan y, en algunas otras, está erecto.
No sabe si tiene una buena o mala relación con su cuerpo. Nunca se acomplejó de su abdomen abultado o por no tener una mandíbula marcada, tampoco de los rollitos que se le marcan a los costados de su cintura al sentarse o al escaso vello facial que crece en su rostro a comparación de otros hombres de su edad.
¿Su sexualidad? Siempre ha sido un tema muy aparte.
Si bien ya ha expresado cuál es su idea con respecto al sexo, el placer para él no ha aparecido aún. Recuerda las veces en las que se ha masturbado, aquellos días en los que su miembro permanece erecto sin ningún motivo después de episodios donde se vuelve un maniaco del trabajo, el placer que debe de venir con aliviar una erección no estaba presente mientras acariciaba el falo para, según sus palabras, aligerar una excitación que desconoce su origen, pues mayoritariamente ocurría después de una jornada larga y en la soledad de su cama.
Por lo que, es complicado.
Y no sabe a quién pedir ayuda.
—A veces, solo tienes que dejarte llevar — el menor movió su pelvis un poco y Taehyung se tragó un gemido —. Déjame intentar algo, ¿sí? No te voy a hacer daño.
—¿Qué? — Jungkook no respondió, en cambio, desabrochó con delicadeza el pantalón del mayor y bajó el cierre, bajo su atenta mirada —. ¿Qué... vas a hacer?
—¿Puedo tocarte?
El mayor asintió, desviando la mirada.
Tener placer es una decisión que debe de tomar, ahora que tiene la suficiente autonomía para hacerlo, no entiende porqué no puede tenerlo.
Ninguno dijo algo más hasta que ambos miembros estuvieron juntos, para el pintor le fue inevitable no gemir y acercar su cabeza hasta el cuello de su amante; no sin antes ver el sonrojo intenso que se apoderó del rostro contrario. La posición era un poco incómoda por la ropa aún puesta, pero parecía que ambos se querían tomar las cosas con calma.
Empezó con un lento movimiento de arriba hacia abajo, intercalando con acariciar la punta de sus glandes y, conforme iban pasando los minutos, aceleró el vaivén mientras se dedicaba a repartir besos húmedos en la piel expuesta. El calor abrazó sus cuerpos y el ambiente se volvió más tenso, podía escuchar suaves gemidos a la altura de su oreja y uno que otro espasmo en la pelvis contraria.
Se encargó de tocar todo lo posible con la delicadeza que solo él merecía, estaba tan ensimismado y cegado por el placer que no se percató que su Día se estaba aferrando a las sábanas en todo momento, sin llegar a tocarlo más del contacto que estaban compartiendo.
No pasó mucho hasta que se corrió y manchó la ropa de ambos, no detuvo el movimiento de su muñeca, ahora se centró en Taehyung hasta que aquel líquido blanco salpicó en su abdomen y sus respiraciones agitadas eran lo único que se escuchaban.
Jungkook no lo podía creer. Estaba feliz.
Hace mucho que no recordaba este tipo de acercamiento como uno que le diera felicidad, liviandad y despreocupación. Se sentía ligero, un poco cansado y el sudor en su vientre lo evidenciaba, pero sobre todo, más cercano a Taehyung.
—Voy a traerte ropa para que te cambies, ¿sí? — el castaño asintió, aunque sin decir nada — No te muevas mucho para no manchar las sábanas.
El pintor se bajó de la cama y fue directo a ver la ropa del mayor, en el trayecto se quitó la camisa y la echó a un lado de la habitación, debe de recordar lavarla antes del anochecer para quitar la mancha; también, volvió a cerrar su pantalón correctamente.
Con una sonrisa, escogió ropa cómoda para que su Día esté bien lo que queda del día para pasar un par de horas acurrucados sin nadie que los interrumpiera.
Sin embargo, cuando se volteó y vio al mayor, supo que algo estaba mal.
Pero, ¿qué?
Taehyung recibió la muda cuando ya se había acomodado la ropa sucia e ignoró lo que Jungkook dijo, puede que incluso no lo haya escuchado, pues se dirigió con rapidez al baño con una mezcla de sentimientos y pensamientos que ninguno estaba preparado para afrontar.
—No vuelvas a hacer eso.
¿Qué? ¿Qué estaba mal?
En la soledad de la noche, un hombre despertó entre medio de la bruma y angustia con el corazón en la mano.
Tomó asiento de manera rápida sobre su cama, el sudor se acumuló en su frente y, a su vez, sintió un escalofrío recorrer toda su espalda al recordar lo que vio mientras estaba dormido.
«Solo fue una pesadilla.»
Pensó, debía de repetirse eso cada vez que le sucedía.
«Una maldita pesadilla.»
Ese tipo de afirmaciones buscaban darle la calma que hace poco ganó y de la cual no cree ser digno de ella, una en la desconfía y que teme que se deshaga con un beso del viento tal diente de león manipulado por un infante.
Porque si creces en una casa en llamas, empiezas a ver a todo tu alrededor arder.
Llevó una mano a su pecho y trató de regular su respiración, le estaba costando demasiado. Los recuerdos, los hechos y sus sentimientos, todos se pusieron de acuerdo para agarrar su cuello e impedirle la vida que se le fue de las manos frente a sus ojos.
—¿Estás bien? — una voz se hizo presente antes de que su dueña se hiciera presente en la habitación, pues la puerta de la misma fue abierta con rapidez para dar paso una mujer castaña con visible preocupación —. ¿Qué tienes? ¿Qué pasó?
—L–Lo vi...
La voz no salía de su garganta, no podía.
—Mentira, no lo viste. Lo soñaste — la mujer fue a acunarlo entre sus brazos, sintiendo su cuerpo temblar —. No está aquí, lo sabes.
—Me e–estaba... ahorcando.
—Aquí no podrá hacerte nada, lo prometo.
El hombre intentó calmarse y lo consiguió. Después de todo, quien se comportó como su madre, y lo sigue haciendo, lo está abrazando y solo ella logra calmar el mar en el que se sigue ahogando.
—¿Quieres una infusión?
—No, solo quédate... conmigo. Por favor.
Ella asintió sin decir más y ambos se acomodaron en la cama del más joven, la penumbra seguía presente y la vela consumida en un tocador a su lado era testigo, testigo de la noche temeraria que busca devorar a los más débiles y vulnerables como él.
—¿Fue la misma pesadilla? — ella preguntó en susurros, expectante a ser la que ocasione el beso del viento que bastaba para que su hijo se rompa.
Él asintió.
—Me tenía del cuello... — habló muy bajito, con sus ojos inundados de lágrimas que no paraban de caer en silencio —.Y luego yo lo sometí a él.
—Hiciste lo que tenías que hacer — la miró, a pesar de no encontrar sus ojos, sus palabras eran muy seguras —. Ahora eres libre.
—Fue extraño.
—¿Por qué?
—Lo maté — susurró y volvió a mirar la oscuridad —. Y cuando lo volví a ver, no lo maté a él.
—¿Y a quién viste?
—A él.
Somi Palmieri no supo más que hacer que abrazarlo con la esperanza de limpiar su alma y corazón, la verdad es que sentía tan perdida que quien descansa en su pecho tras una larga vida de ataduras y dominación.
—Él está muerto y él está muy lejos — dijo, las pesadillas de a poco se volvían un tema que ya no estaba en sus manos solucionar —. No los volverás a ver, solo necesitas paz para sanar.
«No hay nada que sanar porque no queda nada dentro de mí. Yo mismo despojé a mi corazón de mi pecho porque mi alma estaba tan destruida que pronto terminaría destruirlo a él. Aun así, creo que mi maldición lo arrastró por los pies y soy el único culpable.»
No dijo ni una palabra más hasta el amanecer y tampoco pudo volver a conciliar el sueño.
La calma que alguna vez anheló no era más que el detonante de todo lo que ha estado guardando en lo más oscuro de una habitación, encerrado bajo llave y de la cual su cerradura se rompió; eso hizo calma, abrir la caja de Pandora que tanto le costó ocultar para termine por consumirlo por completo.
Pero no dice nada porque sabe que es lo mínimo que se merece.
Y al amanecer, Jimin D'Luca volvió a la casa en llamas de la que acaba de salir.
Porque, para ser sincero, se siente más seguro ardiendo que sintiendo la brisa desconocida del mundo exterior.
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