trentatré

Jungkook recuerda con viveza su pasado.

Aún le aterra, pero trata de ser fuerte. De ser aquel sobreviviente que puede hablar sobre su historia con la frente en alto y no aquel sobreviviente que lo cuenta por lo bajo, el que huye sin descanso y lo cuenta en susurros.

No se trata de vergüenza de hablar, sino de que no quiere ser más el hombre que huye.

El hombre débil.

Pero en este intento de ser un hombre fuerte, no estaba en sus planes convertirse en el hombre... abusador.

El abusado se convierte en abusador.

No.

Él no podía, ni iba a convertirse en eso.

Desde que reconoció sus sentimientos hacia Taehyung, nunca quiso que él pase por lo que Jimin D'Luca le hizo pasar.

Nunca quiso que Taehyung sintiera que traiciona a toda su familia tan solo por amarlo. Jamás deseó que se encuentre en conflicto con su fe por ir en contra a lo que se le ha enseñado desde niño como pecado y abominación. Ni siquiera quería que él enfrente aquel maldito dilema en el que te sientes tan confundido y desorientado por amar a alguien que no deberías amar. Aquella noche en el bar de Fiori, le pidió a Dios que nunca más lo volvieran a golpear, discriminar o acechar por amarlo y agradeció que su cuerpo haya tenido que pagar las consecuencias de su amor, aún si sus recuerdos volvieron a salir a flote en cada pesadilla que tenía y al momento de ver todas sus cicatrices.

Y, sobre todo, no quería que Taehyung pase por aquella sensación en la que tocan tu cuerpo, incluso si tú no quieres.

Ahora tiene miedo de verse al espejo y ver a Jimin en su reflejo.

Lo recuerda con viveza.

Jimin D'Luca...

Su nombre le parecía encantador al igual que sus rubios cabellos, era un chico muy hermoso. Bello, así lo describen algunos. Recuerda cómo los adultos a su alrededor hablaban de sus delicadas facciones como si fuese lo más normal del mundo, escuchó a su padre alabar su belleza y en cómo la misma serviría más si Jimin hubiese nacido mujer.

Puede que ese tipo de comentarios hayan sembrado la semilla de desprecio en él o en Jimin mismo.

—No entiendo por qué no podemos estar juntos... — le había comentado, un par de meses después en los que se dieron su primer beso, hablaron de sus sentimientos y compartían más que una simple etiqueta de amistad —. No estamos haciendo nada malo, ¿verdad?

—Estamos pecando, Koo — respondió el adolescente de ese entonces, mirando el cielo despejado de su escondite entre los pastizales —. Somos los malos.

—Pero no entiendo por qué...

—Cuando crezcas lo entenderás — el mayor suspiró —. Besarnos está mal, tocarnos está mal... No deberíamos existir, esto no debería estar pasando.

—Entonces, ¿por qué lo seguimos haciendo?

Jimin le miró con atención y no dijo nada por unos segundos, hacía eso seguido. Solo le miraba sin decir nada.

Lo contempla, lo ama y... peca.

—No lo sé — soltó una pequeña risa —. ¿Deberíamos detenernos?

—No, no quiero — respondió con firmeza y se apoyó más en el pecho contrario —. Espero que, algún día, podamos estar juntos.

—Amén. Yo también lo espero. Y espero que me sigas amando como lo haces ahora.

—Siempre te amaré, Jimin.

¿Cómo algo tan bello se convirtió en los recuerdos que lo atormentan hasta ahora?

¿Cómo el amor se transformó en desprecio en tan solo un parpadeo de juventud?

—Jimin, espera — dijo con un poco de dificultad al ser arrastrado por los pasillos interminables de la residencia D'Luca —. ¡Jimin, mis padres están aquí!

—Entonces te conviene hacer silencio si no quieres que nos atrapen.

El fatídico día. Cree que nunca lo ha contado en voz alta a nadie.

Era una tarde normal en la que ambas familias se reunían para cenar, nada extraño tomando en cuenta que el señor Rossi trabajaba al mando del señor D'Luca. Aún con su relación laboral, eran buenos amigos desde hace muchos años, así que su convivencia conjunta era de lo más habitual

Jimin y Jungkook solo aprovecharon eso para verse más seguido.

—Jimin... No quiero — murmuró el pelinegro —. Tomaste mucho vino, ¿no estás mareado?

—Estoy bien — siguió jalando su brazo hasta dirigirse a su habitación —. Solo te necesito a ti en mi cama. Vamos.

—¡D–Dije que no quiero!

—Sé que quieres — Jimin se detuvo un momento para abrir la puerta e ingresarlos a ambos dentro de la oscuridad de ese lugar —. ¿Acaso ya no me amas?

Su frase célebre, ¿de dónde la habrá aprendido?

—Lo hago, ¡lo sigo haciendo! Pero... Mis padres están abajo, Jimin, hay que volver con ellos.

—Te necesito — volvió a murmurar, esta vez apresó su cuerpo entre sus brazos y empezó a guiarlo hasta la cama —. Solo... te necesito.

Jungkook le miró, tan sediento, necesitado y débil, de seguro por el vino que estuvo tomando a escondidas de sus padres. No le agradaba la idea de tener sexo con sus familias mientras rondan la residencia, siempre lo hacían cuando la servidumbre era la única que caminaba por los pasillos del lugar porque eran los únicos que sabían callar, como si estuviesen adiestrados.

Y nunca se lo dijo a Jimin, pero odiaba esa casa. No se sentía el ambiente acogedor y hogareño como en la suya.

—Sé... gentil — terminó por susurrar —. Sé gentil. — Repitió.

Últimamente, no le gustaba recordarle que debe tratar a su cuerpo con delicadeza.

—Te amo tanto — susurró el rubio antes de juntar sus labios con los contrarios —. No sabes cuánto te necesitaba... No sabes por cuánto he pasado.

En su momento, Jungkook no lo entendió, creyó que se refería a las incontables diferencias que tiene con Romeo D'Luca que le daban dolores de cabeza a toda la familia.

—Siempre estaré a tu lado, Jimin — dijo el menor cuando se dejó caer en la cama, con el hombre que ama viéndolo desde arriba —. También te amo... tanto, tanto.

—Creo que nunca te olvidaré.

—Por favor, no lo hagas. Nunca me olvides.

Los besos subieron de tono y fuerza con el pasar de los segundos, Jungkook se dejó estar a la merced de los labios de su amado, de sus brazos, de sus piernas, de todo de sí. No se opuso a nada de lo que quería hacerle, pues sabía que Jimin disfrutaba más el sexo cuando tenía todo el control de la situación.

Le gustaba dominarlo y él no se oponía.

Solo... a veces.

—Amor... — le llamó cuando una mano se posó sobre su cuello —. Me vas a dejar marca...

—Cállate.

Calló y su ropa fue despojada.

Cuando sus miembros estuvieron juntos y rozándose a la par por los movimientos del mayor, él no dudó en decir a la par que entrelazaron sus dedos: —. ¿Por qué no puedo quedarme aquí?

Eso también era común para él, divagar en esos momentos.

Por lo general, el rubio solía divagar mucho entre el mar de sus pensamientos y hablaba en completa soledad. Esos momentos eran sus favoritos para soltar todo aquello que pasaba por su cabeza para dejarlo tendido al aire a la espera que sus deseos y anhelos se vuelvan realidad.

—¿Crees que deberemos escondernos para siempre? Podríamos irnos...

—No, Jungkook. No voy a huir — dijo de manera brusca —. Sabes que mi padre es capaz de encontrarme aunque me esconda en el fondo del mar.

—Eso nunca lo sabrás si no escapas de él.

Jimin suspiró.

—¿Sigues sin entenderlo? — preguntó, cansado —. Mi padre es un hábil cazador y yo... soy su presa favorita.

Jungkook calló cuando fue besado de nuevo.

El roce, los besos y el ambiente eran comunes para él. Sintió su cuerpo manejado al antojo de otro y quiere creer que eso es lo que quería, que no le molestaba tanto quedarse estático mientras que el mayor besa, toca y muerde su piel sin importarle las consecuencias, que en aquellos momentos ya no se sentía tan amado como el principio de su relación, que esa falta de amor se debe a que ambos crecieron y ya no son unos niños ilusionados que se toman de las manos con un par de risas nerviosas al temor de ser descubiertos.

Él ya era un adolescente y Jimin, un joven adulto. Quienes intentan mantener el amor que un día nació y no supieron cuándo se marchitó.

Ellos crecieron y el amor sufrió con el paso del tiempo.

—Marcas no.... — susurró cuando sintió la piel de su cuello ser succionada con fuerza —. Por favor, no dejes marcas que se puedan ver...

—Ahg, ¿puedes callarte?

Así eran sus últimos encuentros.

Él en silencio, casi inmóvil. Sin voz, sin fuerza.

Él con órdenes, con dominación. Con todo el control en sus manos. Con todo su cuerpo en sus manos.

Solo era un desquite de Jimin.

—¿Vas a dejar que tu padre siga decidiendo sobre tu vida?

Era el lugar en el que aprovechaba a tener el control que no tenía en su vida y autonomía propia, en el que se desquitaba por su vida injusta.

—Ahora no, por favor — pidió el rubio, empezaba a hastiarse —. No arruines el momento.

—No quiero seguir ocultándome, no me gusta — dijo firme y trató de apoyarse en sus brazos para levantarse un poco, pero el rubio no lo dejó —. ¿Seguiremos así hasta que muramos? ¿Qué si tu padre empieza a buscarte una esposa? ¿Qué sí debes de tener ya una familia?

—Entonces, vas y compras ese maldito vestido que te gustó para que al fin podamos estar juntos. ¿Te parece?

Jungkook calló de nuevo y sus ojos se llenaron de lágrimas.

El vestido.

Hace algunos meses, vio un hermoso y elegante vestido lila exhibido en una tienda del centro de la ciudad. Y se había enamorado de él.

Sabe la etiqueta que debe de seguir, pero le fue inevitable no imaginarse en esa hermosa pieza.

Se lo comentó a Jimin como una idea extravagante que apareció en su cabeza y, desde ese momento, se arrepintió de haber hablado.

—¿Por qué, Koo? — preguntó D'Luca —. ¿Por qué no usas ese maldito vestido y nos libras a ambos de este sufrimiento?

—Porque...

—¿Por qué no pudiste ser una mujer?

Esa es la pregunta que ha estado incrustada en su corazón desde entonces.

—No soy... una mujer.

—Si fueras una mujer, nunca nos habríamos escondido, ¿no querías eso? — él asintió, cegado de amor y una realidad distorsionada —. Ya estaríamos casados...

—Mi madre nos diera su bendición...

—Mi padre me dejaría de cazar... Tendríamos hijos.

—Me gustaría nombrar a nuestra hija Nicoletta, siempre me ha gustado ese nombre...

—Nunca tendrás una hija llamada Nicoletta — Jimin destruyó sus sueños con sus crueles palabras —. Porque no eres una mujer y nunca podremos estar juntos fuera de estas cuatro paredes.

¿Era su culpa?

¿Que sus familias vean su amor como abominable es porque no nació siendo mujer?

—A veces quiero ser una mujer, de verdad.

—Debiste haberlo sido.

—Te amo tanto que estaría dispuesto a serlo — admitió y el agarre en sus muñecas se intensificó —. Perdón por no ser una mujer.

—Tu perdón no me sirve si no puedes cambiarlo — dijo y zarandeó su agarre —. ¡Todo es tu culpa!

—No es... ¡No es mi culpa!

—¡Sí lo es! — Jimin lloró encima de él, con la ira recorriendo su cuerpo y siendo más brusco y fuerte en cualquier movimiento —. ¡Por tu culpa no podemos estar juntos! ¡Por tu culpa no podemos casarnos! ¡Por tu culpa no podemos escapar!

El ambiente se volvió tenso e incómodo al estar discutiendo desnudos, aun así, el rubio ni siquiera dejó que Jungkook pudiera moverse un centímetro debajo de él.

—¡Se supone que debías salvarme, no arrastrarme más a la miseria!

—Perdón, Jimin... Por favor.

El mayor sollozó y Jungkook no sabía qué hacer con él, no podía moverse para consolarlo y temía que la fuerza se transforme en golpes justo en ese momento, ni siquiera entendía qué sucedía en su cabeza, de aquella supuesta salvación que nunca entendió a qué se refería.

—¡Tenías que salvarme! — exclamó en voz alta y el menor lo miró asustado —. ¡Si no podías salvarme, ¿por qué tuviste que aparecer en mi vida?! ¡No es justo!

—N–Nos van a es...

—¡Cállate! — gritó y su mano izquierda quedó libre del agarre, pero solo para poder ser golpeado por un puño cerrado en su pómulo — ¡Te odio! Debías... Debías salvarme, ¡y no lo hiciste!

—¡Perdóname! De verdad, lo siento tanto, amor mío...

¿Por qué pedías perdón, Jungkook Rossi?

—Sabes que eres injusto, ¿verdad? — el rubio preguntó con la visión borrosa, en una extraña mirada de miedo, desesperación y agrio odio —. Cómo pudiste... Cómo pudiste hacer que te ame, sin poder salvarme.

De manera fugaz sintió el hilo de sangre bajar por sus fosas nasales, Jimin siempre usaba toda su fuerza al golpearlo. Su miedo se intensificó no por sus actitudes violentas a las que ya estaba acostumbrado, sino por el inminente pensamiento de que los podrían descubrir en cualquier instante.

—Yo te amo, Jimin. De verdad, te amo.

—Es mentira, no te creo — Jimin gimió adolorido en su pecho por todo lo que ocultaba —. No me amas, nunca me has amado y nunca me amarás.

—Por qué me lastimas tanto... — Jungkook no lo entendía y, con un llanto amargo, dijo:—. Sí te amo, te amo tanto que soporto todo de ti. Soporto cuando estás de mal humor por una discusión con tu padre y cuando no quieres verme porque estás herido. Soporto la idea de que no estés dispuesto a hacer nada para que podamos estar juntos sin que nos recriminen con el dedo. Soporto ir a tu paso porque sé que tienes miedo y lo entiendo, pero yo por ti, ya habría estado muy lejos de esta maldita ciudad para poder amarnos con libertad, incluso si puedo fracasar en el intento. ¿Por qué crees que no te amo cuando vivo para amarte? ¿Por qué crees que no te amo... si daría mi vida por ti?

—¿Y por qué aún no la has dado?

El pelinegro se asustó en demasía cuando sintió un par de manos en su cuello para apretarlo con fuerza, mismas manos que acariciaron su cuerpo y sostuvieron su alma. Las mismas que ahora solo buscaban terminar con él.

—Siempre creí que el amor podría salvarme de todo lo que me atormenta, cosas de las cuales no tienes ni una maldita idea y ni siquiera te atreverías a imaginar — Jimin forcejeó cuando el menor intentó zafarse de su agarre —. Nadie nunca me ha amado y nadie nunca lo hará, ni siquiera tú.

—Yo sí... Yo sí... te amo.

—¿Cómo puedes amarme? Ni siquiera me conoces — necesitaba respirar —. Incluso si he estado frente a ti todos estos años, ¿por qué aún no me conoces?

Jimin limpió una lágrima que salió de su ojo izquierdo con rapidez y aprovechó en acomodarse encima de su amante para terminar de dominar todo su cuerpo.

—He estado frente a ti y no me has visto... Todos quienes dicen amarme no lo han visto aún o lo han ignorado. Dime, por favor, que de verdad nunca lo notaste — Jungkook quiso hablar, pero ni un sonido lograba salir de su garganta obstruida —. Debería matarte y después matarme, así podremos estar juntos para siempre. ¿No es eso lo que querías?

El pelinegro dio una rotunda negación, aunque leve, con su cabeza.

No, él quería vivir.

Jungkook Rossi solo quiere vivir.

—Deberíamos acabar esto de una vez.

¡No!

¿Desde cuándo esa pequeña palabra dejó de tener peso en su garganta?

No se dio cuenta que estaba gritando con toda su desesperación cuando la luz iluminó la habitación.

El aire que aspiró por sus pulmones le supo tan amargo al ver el precio de seguir viviendo, de seguir respirando.

Y hubiese preferido ver el rostro de quien amó y odió antes de morir que los años posteriores de sufrimiento que le esperaban.

Aún siente como si hubiese sido ayer cuando Jimin se quitó de encima suyo y su cuello se sintió dolorido, así como el frío que recorrió su desnudez al ver a sus padres estupefactos y decepcionados de él, al lado de Romeo D'Luca, quien le señaló con el dedo una y mil veces mientras le decía las atrocidades más repugnantes que no quiere repetir.

Su piel rota y corazón con cicatrices tuvieron que pagar el precio por su existencia que tacharon como mundana.

Su reflejo es la reminiscencia de lo que tuvo que soportar para llegar hasta ahí. Tan cerca del lugar que lo vio morir por primera vez, pero también tan cerca de la ansiada libertad que deberá vivir en las sombras que tanto odió.

Ya ni siquiera se cree merecedor de la libertad, mucho menos de la felicidad.

El recuerdo vivo del miedo y dolor nunca lo dejará vivir tranquilo.

Sobre todo, cuando el recuerdo vivo sufre una metamorfosis y ahora es él quien ha causado miedo y dolor en la persona que ama más que a su vida.

Es aquel depredador que le acecha en la oscuridad para cazarlo en su momento más vulnerable. Es su reflejo distorsionado que rechaza su presente y sus acciones. Es aquella pesadilla que aparecerá en el momento más feliz de su vida para sabotear su felicidad.

Es ese pensamiento que desata una tormenta en su interior que aún es difícil de sobrevivir. Es el mar agresivo que termina por arrastrarlo de nuevo a sus profundidades cuando apenas alcanzó la orilla. Es el fuego inminente del infierno que le mintieron que le abrazaría por el resto de sus días.

Y es la culpa por haberse convertido en lo que más odia en este mundo.

Nunca debió comparar a Jimin D'Luca con Taehyung Marcini. Jimin solo es una sombra del pasado que quiere borrar y Taehyung es el hombre que ama y que debe de cuidar, es quien ha pasado toda su vida bajo el yugo de una persona que ni siquiera lo veía como un hijo.

Tiene a un hombre del que se puede aprovechar con facilidad por su ingenuidad.

Ahora, Jungkook Rossi es idéntico al monstruo que lo atormentó por años.

—Señora Marcini, tiene una visita.

Fiorella Salvatore se encontraba en su habitual puesto al lado de la ventana, despierta desde antes que amanezca porque las últimas noches no ha podido conciliar el sueño, ni siquiera con infusiones.

—¿Ahora? — preguntó con el ceño fruncido —. Si no es alguno de mis hijos, dígale que se vaya.

—Se trata del señor Galli — dijo JiEun y con esa mención, la mayor volteó a verla, ya no traía su uniforme y estuvo a nada de regañarla por estar despierta tan tarde —. Y... no creo que se vaya. En realidad, ya tomó asiento en el comedor.

—¿Qué? — exclamó y se levantó de inmediato — ¿Cómo siquiera pudo entrar a la residencia?

—Recuerde que no tenemos guardias, mi señora. Y... dijo que era amigo del señor Aurelio Marcini y Berenice lo corroboró.

Y era cierto.

Pero no quitaba el desagrado que le provoca escuchar su nombre.

Sin más que decir, Fiorella salió de su habitación con echarlo hasta a patadas si es necesario y, con ese pensamiento errante, casi se cae de la escalera cuando tuvo que bajar al primer piso y correr hasta el comedor, lugar en el que vio la mayor de las ofensas que pudo presenciar.

—¿Cómo osas sentarte en la cabecera de esta casa? — preguntó apenas pudo visibilizar su cabellera negra, con algunos cabellos blancos desordenados —. Es el lugar de mi hijo, ¡sal de ahí!

—Desde aquí tienes una perspectiva de toda la mesa, es tan extraño — dijo él, aunque se levantó con rapidez. Se sentó allí por mera curiosidad, no quería ofender aquel destruido hogar —. Pensé en visitarte, ¿cómo has estado?

—No es tu incumbencia, Galli. Largo de aquí.

—Ah, ¿tan pronto me echas? Traje vino, mi esposa y yo lo hicimos — señaló el envase medio vacío de vidrio que contenía el líquido espeso y oscuro por la poca iluminación del lugar —. ¿Te apetece una copa?

—Me apetece no verte. Además, ¿vino casero? Te recuerdo que mi hijo es dueño de los viñedos más exitosos de la región y su propia marca tiene muy buenas críticas. No necesito tu vino hecho por manos enfermas.

—Ah, claro. Tu hijo, el mismo que huyó hace más de un mes para nunca volver.

—¡Volverá! — gritó — Volverá, no sabes de lo que hablas.

—Podemos discutir al respecto con una copa de vino — Fiorella negó con la cabeza —. Por favor, por los viejos tiempos.

—En esta casa no recordamos el pasado, pediré por última vez que te vayas o llamaré a un gendarme.

—¿De verdad no le vas a aceptar una copa de vino a un viejo amigo?

—¡No somos amigos! — exclamó Florencia, hastiada de su presencia — Nunca fuimos amigos, solo eres otro enfermo del pueblo... Hipócrita.

—Ojalá me dieran una moneda cada vez que me digan de esa manera, tal vez, así no te avergüence decir que me conoces.

—Sabes muy bien que no es por eso... — Namjoon volteó los ojos y se volvió a sentar en otra silla, en parte sí lo era —. Estás enfermo y no quiero que traigas tus demonios a mi hogar.

—Y es esa mentalidad que alejó a tu hijo, Fio.

—No me llames así.

—Te entiendo, Notte... Jungkook también se alejó de mí por eso — suspiró y, en el silencio, se escuchó un fuerte sonido cuando destapó la botella de vidrio tal apertura de la caja de pandora —. Por eso, Jin se alejó de nosotros.

—¡No lo menciones aquí! ¡Su nombre está maldito!

—Por favor, sabes que no es así — Namjoon sirvió dos copas de vino con una cantidad considerable y extendió una frente a él, invitando a la pelinegra a sentarse, aunque seguía mostrándose reacia a hacerlo —. Estaba enfermo, no era un brujo.

—Siempre te mostraste fiel creyente y seguidor de Dios, pero mencionan a ese hombre y se te olvida aquel discurso de fe.

—Sí — admitió y puede que haya sido por la valentía que le ofreció el vino que estaba tomando desde antes de llegar a la residencia Marcini —. Es mi debilidad.

—Estás enfermo también.

—No, la verdad, no — se quedó un momento callado y sonrió cuando el rostro de SeokJin apareció entre medio de sus recuerdos, como lo hacía con normalidad —. Él siempre fue como mi hermano, nunca lo amé como él me amó. Creo que ese fue mi error...

Fiorella no dijo nada al sentarse frente a Galli. No esperaba su visita, ni mucho menos escuchar o hablar de los temas que tiene presente de manera soñolienta.

—¿Crees que, si hubiese correspondido a su amor, estaríamos ahora aquí?

—Estarían muertos, NamJoon.

Él asintió. Era verdad.

—Es lo más probable.

—¿Qué haces aquí? — preguntó y bebió de su copa — No deberías... No deberías estar aquí.

—Estaba preocupado por ti.

—No te creo.

—No estoy mintiendo. Aunque Jungkook no es hijo mío, lo fue para Jin y me encargó cuidarlo en su lecho de muerte. Pero fracasé y ahora se fue. Y me duele tanto, tanto — la miró antes de tomar un trago —. Pensé que... como a mí me duele tanto su huida, no me imagino lo que estás sintiendo al ser Taehyung tu hijo de sangre.

—Ya no tienes ni una mísera... idea de cómo es mi vida ahora.

—No, pero...

—¿Con qué derecho te apareces en mi casa? — la mujer preguntó mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas, las pocas velas a su alrededor le permitían ver el rostro lleno de arrepentimiento a quien alguna vez llamó amigo —. ¿Quieres humillarme? ¿Me preguntas cómo estoy cuando sabes que estoy destrozada? Mi hijo... Mi hijo se fue de mi lado por culpa de ese maldito pintor sodomita.

—¿Has salido de la residencia? — Fiorella se quedó callada ante la pregunta —. Deberías hacerlo, no quiero que vuelvas a encerrarte cuando pasó lo de Aurelio. Ve a la costurera para que te hagan vestidos y sal con ellos, dile a amigas que...

—¿Qué amigas, NamJoon? ¿Crees que tengo alguien más aparte de mis hijos que me abandonaron también?

No. Fiorella Salvatore siempre ha estado sola.

—Toda mi vida... Me dediqué a ser la esposa perfecta, la madre perfecta y a criar a mis hijos perfectos. Así me enseñaron como debía ser, así debe ser — dijo y sollozó, tomó otro trago de vino —. Mi madre fue así y mi abuela también, ¿en qué momento...? ¿En qué momento mis hijos rompieron este patrón?

—Todo cambió con la llegada de Jungkook a sus vidas.

—Es el culpable de todo... Es el culpable de que ahora esté sola. Si Taehyung no lo hubiese conocido... estaría conmigo, a mi lado.

—Pero Jungkook también cambió cuando conoció a Taehyung.

—No te atrevas a culpar a mi hijo por ese sodomita, NamJoon Galli. No en su propia casa.

—Jungkook es sodomita desde antes de llegar a Florencia — admitió y la mujer le escuchó con atención —. Lo hubieses visto... Era solo un niño huyendo de personas que querían verlo muerto por ser sodomita.

—Es lo mínimo que merece, Dios lo perseguirá y lo enviará al infierno.

—¿Y a tu hijo también?

—¡Taehyung es diferente!

NamJoon calló y, con un suspiro y un par de lágrimas rebeldes, se sirvió más vino y miró al techo.

—Lo hubieses visto... — repitió —. Era solo un niño miedoso y peligroso para sí mismo. No me había dado cuenta que creció para convertirse en un hombre hasta que empezó a juntarse con tu hijo. Te entiendo, Fio. Yo también intenté que se alejara de tu familia, quise acusarlo con el Padre Conte para que lo reprenda, pero ahora sé que estuvo bien no hacerlo.

—Debiste hacerlo.

—Habría terminado muerto. Así como SeokJin y yo hubiésemos terminado en aquel entonces.

—Mi hijo cambió tanto por su culpa...

—Cambiaron juntos, Fio — la nombrada lloró más por aquel apodo que hace tiempo no escuchaba —. Quemaron el establo de SeokJin hace poco.

—¿Qué? — preguntó, confundida y con un golpe en el corazón —. ¿Q–Quiénes?

—La iglesia, he de suponer. SeokJin había colocado las escrituras a nombre de Jungkook, aunque lo registró como Jungkook Parisi. Cuando lo capturaron, le quitaron todos sus bienes como sus animales, el establo y todo lo que allí había. Se quedó sin nada.

—Taehyung me dijo algo al respecto... — murmuró, aunque la noticia del establo aún le tenía sorprendida y dolida —. Y a él solo una multa. No me quiero imaginar si también le quitaban la residencia por culpa de ese sodomita.

—Taehyung también se convirtió en un hombre, Fio.

—Él ha sido el hombre de esta casa desde que su padre murió.

—Solo era un niño en ese entonces.

—Cállate. Tú no sabes nada de nuestras vidas — NamJoon iba a refutar, pero Fiorella le calló con un ademán —. Ni siquiera cuando Aurelio... Ni siquiera cuando Aurelio falleció, apareciste.

—¿Me esperabas?

—Esperaba a las únicas personas que alguna vez llamé mis amigos.

El pasado duele, a Fiorella no le gustaba recordarlo.

El pasado cometió errores y ahora Fiorella siempre quiere cambiarlos. No importa qué, no importa cómo. Los arreglará.

Porque el pasado es traicionero y hace que sus ojos se derritan en lágrimas y su corazón se fragmenta en miles de pedazos.

—Fue una época complicada para todos.

—Estaba sola y con tres hijos... ¿En ese momento no te preocupaste por mí?

—Lo hice, pero... — murmuró, las excusas a esas alturas parecían insignificantes —. De verdad, fue difícil para todos. Tuve la discusión con SeokJin y mi esposa...

—Tus excusas siempre fueron sobre SeokJin. SeokJin está enfermo, SeokJin es delicado, SeokJin necesita cuidado... ¿Cómo pudiste tener una familia si solo te centraste en SeokJin Parisi? Y sigue siendo así. Te vuelvo a ver después de décadas y volvemos a hablar de SeokJin Parisi.

Fiorella sólo necesitaba ser cuidada.

Es una lástima que no haya quién la proteja.

—Es mi debilidad, siempre lo ha sido.

—Es una enfermedad. Todos ustedes están enfermos. Tú, SeokJin y ese pintor maldito.

—Taehyung también.

—Lárgate, ahora — pidió sin fuerzas, estaba cansada y se notaba en la manera en la que sus hombros caían con total derrota —. Por favor...

—No vine a recriminarte nada.

—Parece que sí.

—Quiero que nos arrepintamos antes de que sea demasiado tarde.

NamJoon volvió a servirse vino y luego a quien llamó amiga en su juventud, a este paso, la botella quedará vacía al igual que sus corazones si siguen escupiendo palabras que alguna vez quedaron atrapadas en sus gargantas y nunca tuvieron el valor de ser gritadas.

—Creo ya es demasiado tarde para mí.

—Para mí también — dijo el hombre y soltó un par de lágrimas que tenía retenidas hace unos minutos —. El Padre Conte está en su lecho de muerte.

La pelinegra le miró sin expresión. Eso no le importaba.

—Se estaba tardando.

—Tengo miedo que abra nuestra caja de Pandora.

—¿Nuestra? — Fiorella preguntó y se echó para atrás —. Suya, solo suya. Les dije que no quiero a mi familia involucrada en esto.

—No sé qué pasará, por eso vine. Me estoy arrepintiendo de todo lo que hice, pensé que querrías hacer lo mismo.

—Solo me arrepiento de haberlos conocido y haber dejado que mi hijo se juntara tanto contigo. De seguro tú lo contagiaste...

—Ah, entonces, desde hace mucho sabías que le gustan los hombres.

Pero ella aún no estaba lista para admitirlo en voz alta.

—Si te sirve de consuelo, quise que ambos cambien de opinión hasta el último momento. Lo intenté.

—Yo solo quería que no acabara como SeokJin... — admitió y soltó un sollozo —. No quería que muera solo y por culpa de sus actos...

—¿Piensas en él seguido? — ella asintió —. ¿Desde cuándo sabes que a Taehyung no le gustan las mujeres?

—No creo que Taehyung lo recuerde, pero cuando era niño, me lo dijo — NamJoon la miró con intriga —. Que amaba a Yoongi, pensaba que podría tener una familia con él porque pasaban mucho tiempo juntos. Fue fácil decirle que no era así, que una familia empieza por un hombre y una mujer, aunque desde ese entonces se mostró reacio a querer una niña o una joven cuando creciera. Después... Tuvo su primer viaje fuera de Florencia y así sucesivamente hasta que lo desconocí por completo.

—Taehyung solo era un niño cuando salió de casa sin ninguna persona que lo guiara. Le tocó aprender a vivir por su cuenta.

—No quería que acabara como SeokJin — repitió y quiso borrar las memorias que tenía con aquel hombre de aspecto delicado —. SeokJin se sumió en su tristeza solo por amarte... Por amar a un hombre, no quería lo mismo para mi hijo.

Ese era el gran dilema de NamJoon Galli.

SeokJin Parisi vivió para amarlo, pero él ahora lo ama para sobrevivir.

—Pero ahora mi hijo se fue. Se fue con ese pintor... Nunca creí que me abandonaría. Me traicionó.

—Fiorella, ¿amaste a Taehyung como tu hijo o como hombre?

—No lo sé — puede que el vino haya empezado a surtir efecto en ella —. No pensé que todo esto pasaría después del fallecimiento de Aurelio.

Quiénes eran ellos, entonces. Solo dos personas que pensaban que su camino y propósito era seguir el camino de Dios, ir por el sendero correcto y llevar a los demás por el mismo, tal pastor que guía a sus ovejas y se encarga de perseguir a la oveja descarriada.

—¿Amabas a Aurelio?

—Sí, lo amaba — ella dijo con honestidad —. Lo amaba tanto que podría haber muerto con él en ese incendio. Hubiera preferido hacerlo.

—Taehyung ama con la misma intensidad a Jungkook y viceversa — ninguno dudaba de eso —. ¿Por qué se nos hace difícil aceptarlo?

Cuántas veces ambos tendrán que llorar por la añoranza de lo que alguna vez tuvieron y no supieron cuidar.

—Algunas cosas no podemos corregir, ¿verdad?

—No, Nam.

—Espero que Dios sea testigo de que lo intentamos.

Ambos alzaron sus copas y tomaron lo que quedaba de ellas, despacio y con una fe muerta.

—¿Fui una mala madre?

—Sí.

Esa noche, si escuchabas con atención, podías percibir el sonido similar a un espejo rompiéndose en miles de pedazos.

Uno de los tantos corazones rotos en ese momento.

—¿Yo fui un mal amigo?

—Sí.

Después, otro.

Cuando el sol está próximo a aparecer, Taehyung se encuentra frente a su habitación.

Solo tuvo que recorrer un pasillo, pues la habitación de Yoongi no se encontraba tan lejos, aun así, siente que atravesó todo un mar para llegar allí.

Recuerda el día en el que confesó sus sentimientos de manera indirecta, el día en el que le pidió a Jungkook que abra la puerta del establo porque le estaba ignorando por dos semanas ante el nacimiento de sus sentimientos. Ahora, la familiaridad es palpable y tiene un atisbo de miedo en que, esta vez, la puerta no vuelva a ser abierta.

Sus ojos se sienten cansados y sus mejillas están entumecidas, su garganta duele por la cantidad de sollozos y gemidos retenidos que piensa que mañana estará ronco, su corazón late con fuerza cuando acaricia la manilla y suelta el suspiro que estaba conteniendo al abrirla.

No tenía pestillo.

En silencio, empieza a empujar la puerta y la oscuridad a sus espaldas vuelve a congelar su cuerpo, pero cierra sus ojos y se arma de valor para abrirla en su totalidad. Por fortuna, la puerta no hizo mucho ruido y pudo ver el interior de la habitación.

Había cuatro velas alrededor de la cama y daban la suficiente luz para que pueda reconocer el cuerpo que yace a los pies de la cama, en una posición incómoda y denotando que se ha dormido sin pensarlo.

El cielo más oscuro y temerario es el que es testigo del amanecer.

Taehyung trató de cerrar la puerta con el mismo sigilo que consiguió al abrirla, pero al momento de hacerlo, pisó una tabla de madera que crujió lo suficientemente fuerte para despertar al cuerpo cansado sobre la cama.

—Taehyung... — murmuró Jungkook al momento de enderezarse y sentarse.

El castaño se mantuvo inmóvil sin saber qué decir. En ese momento, pudo ver aquellos ojos que le cautivaron desde que los vio, esas medialunas inundadas en un profundo llanto, tan brillantes como siempre y con tanto que expresar que se desbordan con facilidad.

Cerró la puerta despacio y con pasos lentos se acercó hasta su prometido.

Juntos y con la luz que ambos significaban en sus vidas, Jungkook pudo ver el rastro de un llanto que se prometió que nunca causaría y Taehyung pudo percibir de inmediato algo desconocido para él.

—Taehyung... — volvió a murmurar el pintor, quería apresar entre sus brazos a su amante, pero tenía miedo —. Taehyung... Amor.

El arrepentimiento, en boca de quienes solo se preocupan de sí mismos, es amargo. En los labios de Jungkook, se sintió como una necesidad de aclarar y soltar. Y en las manos de Taehyung, fue totalmente extraño recibir el arrepentimiento que nunca le habían otorgado.

—Amor, perdóname... — murmuró el pelinegro y, aunque no se sentía bien la rareza de estar pidiendo perdón por el tipo de actos que hizo, no se detuvo —. No lo volveré a hacer.

¿Cuántas veces escuchó esas palabras en la misma boca que besaba y después le maldecía?

—¿Qué no te pareció? Dímelo y lo arreglaré. ¿Qué te dolió? Dímelo y haré que deje de doler.

El mayor no contestó.

—Por favor... solo quiero ayudarte.

—¿Cómo podrás ayudarme si parezco no tener salvación? — Taehyung no se atrevió a alzar la mirada —. Nadie puede ayudarme.

—Perdóname, mi amor.

—No hay nada que perdonar, mi Noche.

—Sí lo hay. Me sobrepasé contigo cuando no querías y lo sabía... — Jungkook se atrevió a tomar su mano y sollozó cuando no fue correspondido en ese pequeño acto —. Sé que esto es difícil para ti y–y estuve encima de ti, no te di tiempo de hablar... De decir que no. Desde que me di cuenta que te amo, mi intención nunca fue hacerte pasar por lo mismo que yo pasé a manos de otro hombre y...

Gimió con dolor y el castaño sintió una gran pesadez en el corazón por creerse merecedor de ese llanto.

—Sí quería — optó por decir, aún avergonzado —. Sí quería.

—Taehyung...

—Pero aún estoy en un dilema muy grande... — el mayor sonrió y dejó caer sus lágrimas —. En realidad, me he sentido tan... tan perdido, mi Noche — se le escapó un sollozo que no quería —. Aunque estemos yendo por el camino correcto, aunque Yoongi sea quien no esté guiando, aunque tú me has ayudado tanto en conocerme a mí mismo, aunque tenga el apoyo de mis hermanas... Me siento t–tan perdido y no quiero... Ni siquiera sé qué hacer o cómo comportarme. No quiero perderme, no justo cuando acabamos de salir de Florencia, no justo cuando estoy buscando mi felicidad a tu lado.

Jungkook conocía esa sensación y se siente culpable que le es inevitable no llorar más de todo lo que ha llorado esa madrugada.

De nuevo, él es el culpable del sufrimiento de otras personas.

Perderse a sí mismo es una de las peores cosas que te puede pasar y Taehyung lo estaba atravesando por su culpa.

De inmediato, se deslizó por la orilla de la cama y se arrodilló frente a su amado, quien no supo cómo reaccionar.

—Perdóname... — pudo decir después de unos segundos de enteros sollozos y lamentos —. Todo es m–mi culpa.

—No es tu culpa... — susurró e intentó levantar al menor —. Soy solo yo y mis pensamientos extraños. Por favor, no es tu culpa.

—Lo es. Lo es porque esto es consecuencia de amar a otro hombre, de amarme... Mi Día, te prometo que, desde que supe que te amo, nunca quise que pases por lo que yo pasé. ¿Cómo... ¿Cómo hacerte saber que no quiero que sufras más? ¿Cómo puedo hacer para que tu corazón deje de sentir dolor? Yo tampoco quiero que te pierdas a ti mismo, perdóname, amor mío. Perdóname. No mereces esto, no mereces nada malo...

—Jungkook...

—Dios... Por favor, déjame arrebatarle todo su dolor y lo tomaré como mío.

¿Qué es el amor, entonces? ¿El amor es paciencia o el amor es el poder sentir el dolor de otra persona como propio?

Tan íntimo que te quema el pecho y tu boca se seca.

—Sí quería — repitió —. Sí quería... querer.

—Solo quiero... Solo quiero que ya no sufras, por favor... Y no sé cómo hacerlo.

¿Acaso esto no es lo que anhelan todas las personas que aman a otras?

Jungkook tomó sus manos con delicadeza y lloró sobre ellas, las besó, las cuidó, así como quería sostener el corazón de su amado.

Taehyung, en cambio, se dedicó a ver el dolor en su prometido que no era suyo, sino de él, pero que se había transformado hasta el punto de ser el dolor de ambos, la angustia de ambos, así como fue la felicidad y alegría compartida; era hora que lleguen a este punto en el que una herida ajena le duele al otro.

Empezó a experimentarlo recientemente cuando se toma sus minutos del día para observar a su Noche, en los que nota algunas cicatrices más profundas que otras o puede reconocer cuáles fueron abiertas en reiteradas ocasiones.

Las heridas marchitas de su rostro son notorias si estás muy cerca porque el látigo que las ocasionó no iba en dirección a ahí. Sus piernas casi no tienen ningún rasguño y su espalda no se atreve a mirar mucho porque siente esas cicatrices como suyas, aunque suele delinear con sus dedos cada espacio de piel sobresale por la cicatrización cada que se le presenta la oportunidad al abrazarlo.

En cambio, en sus manos, las mismas manos que le sostienen ahora, cuentan por sí solas su intento de cubrirse de los azotes.

Y no puede creer cuánto ha llegado a imaginar que él es quien recibe esos golpes que el recuerdo de pensar que Jungkook tuvo que atravesar todo eso solo, le rompe el corazón que ambos intentan cuidar.

¿Cómo puede una persona, que ya ha sufrido tanto, estar dispuesto a cargar con un dolor ajeno solo por amor?

—¿Qué está mal conmigo? ¿Qué hice mal? — preguntó el castaño después de tragar un suspiro —. ¿Hay algo malo en... nosotros?

Jungkook secó sus lágrimas, pero no se atrevió a mirarlo. No podía.

—Por favor... No te arrepientas de conocerme — pidió con la cabeza gacha y voz temblorosa —. Yo sé... Yo sé que te he causado más malestares que alegrías. Pero, por favor, mi Día... No estés arrepentido de haberme conocido.

Taehyung calló.

La oscuridad se estaba disipando, las velas ya no serán necesarias porque el sol dará su luz cálida a los corazones fríos que buscan cobijo.

—¿Tú no te arrepientes de haberme conocido?

—No — dijo de inmediato y alzó su mirada llorosa y frágil —. Nunca me arrepentiré de haberte conocido, de aceptarte, mucho menos de haber huido o de amarte.

—Te arrastraron por el cabello... — el mayor tocó la cabellera larga y oscura como la noche con delicadeza, enredó un par de mechones entre sus dedos y buscó los ojos de los que se enamoró —. Te quitaron el establo, ni siquiera pude salvar a Stella, Carina o Carlo... No sé si pudieron nacer sus polluelos. Pasaste días en la iglesia, te golpearon... Y casi recibes una condena más fuerte que el arrebatamiento de bienes y una multa.

Jungkook soltó una pequeña risa sin gracia. Eso no fue nada comparado a lo que tuvo que soportar en Roma.

—Aun así, ¿no te arrepientes de haberme conocido?

—No, amor mío. No lo hago.

—Hasta tuviste que soportar a mi madre...

—Nunca me afectó lo que ella dijera o me hiciera. Mi problema es por el daño que les hacía... Que les hace — el pelinegro afianzó su agarre en las manos contrarias y las volvió a besar —. Créeme, Taehyung, que anhelo en demasía que mi amor por ti sea fuerte y suficiente para que todo tu dolor deje de existir... Por eso me m–mata tanto la idea de saber que te hice daño.

El toque. El roce. La intención

El rechazo.

—Si nunca tenemos sexo, ¿tampoco te arrepentirás de haberme conocido?

—Perdón — dijo el pelinegro, con la mirada fija en la contraria, a pesar de querer bajarla por vergüenza —. Perdón por haberte tocado cuando no querías. Estoy arrepentido y te prometo que no lo volveré hacer.

—Sí quería, pero no sé qué sucede conmigo — en cambio, Taehyung admitió y el temblor de su cuerpo solo evidenció lo vulnerable que se sentía —. Con mi cuerpo, con mi cabeza, con mi corazón... Todos parecen estar en contra de cada uno. Me siento tan... perdido.

—Pero estarás conmigo — dijo el pintor porque sabía qué se sentía estar perdido y en soledad —. Si no quieres que te toque, por favor, dímelo. Ayúdame... Ayúdame a no convertirme en el hombre que tanto temía ser, por favor. No quiero ser alguien que se aproveche de ti.

No, Jungkook Rossi no dejará que el reflejo aterrador de sus pesadillas logre arruinar lo más bello que ha tenido en la vida.

Taehyung Marcini.

—Quiero querer, por favor. Tú ayúdame a ser... normal — pidió, se aferró al agarre con fuerza —. Quiero tocarte y que me toques, quiero estar piel contra piel siempre contigo, quiero que recorras con tus manos mi cuerpo entero porque necesito sentir nuestro amor o creo que me desesperaré, a veces siento que mi corazón se va a romper si no te tengo lo suficientemente cerca. Pero una vez empezamos, el sexo no... no quiero tener sexo. Y no sé por qué no quiero tenerlo, quiero sentir deseo... quiero sentir que te necesito tanto como para llegar a tener ese tipo de acercamiento tan... íntimo.

—¿Quién te dijo que no podemos tener intimidad sin sexo?

Taehyung le miró confundido.

—¿Crees que hay algo malo en mí?

—Pienso que ya sabes qué quieres y qué no quieres.

No estaba entendiendo nada.

—No voy a negar que, además de amarte, eres la persona más bella que he tenido la dicha de conocer — Jungkook limpió las mejillas contrarias, en busca de no causar más lágrimas —. Me atraes, tanto para amarte como para demostrarte mi amor en la cama o que tú me lo demuestres a mí, en cualquier circunstancia quisiera expresarte mi amor porque no hay palabras suficientes para hacerlo. Te deseo completamente, por eso a veces te toco de más... Pero ya no lo volveré a hacer, a menos de que tenga tu permiso porque deseo más que estés bien.

—Perdóname. Esto no debería ser así.

—No encuentro quién dijo eso — Taehyung rio —. Cuando quieras sentirnos piel contra piel... dímelo. Tener intimidad con alguien no solo es tener sexo, son muchas cosas que no harías con alguien más que con la persona que amas. Podemos solo quedarnos abrazados y hablar, yo también te necesito tanto... tanto que mi piel arde.

—¿De verdad?

—Taehyung, toda tu vida se ha tratado de complacer a los demás — una vez más, sus manos fueron besadas con la delicadeza que merecía sostenerlo —. Déjame complacerte, déjame cuidarte. Aunque te sientas perdido en el mar, yo te ayudaré a nadar hasta la orilla.

—Eres... Eres increíble. — Dijo, sin poder creerlo.

—Mi devoción es para ti, mi Día.

—¿Incluso si no puedo entregarte mi cuerpo?

—Incluso si no quieres, mi amor y devoción son tuyos.

¿Qué más necesitaban para que sus labios vuelvan a encontrarse?

Dulce y desesperado. Amoroso y nostálgico.

Solo bastó que Jungkook incline más su cuerpo y que Taehyung agache su cabeza para fundirse en un beso necesitado y calmado.

Uno con sabor a arrepentimiento y promesa.

El menor hizo lo que el contrario deseaba, empezó a tocar con sus manos todo lo que pudo. Empezó con su mandíbula, aquella que se ha visto marcada por la mala alimentación que han tenido el último mes al estar viajando. Bajó hasta su cuello y hombros, varoniles y un poco firmes de piel acanelada, deseaba saborearla con su boca, pero se abstuvo a sentir el deleite en los finos labios rojizos que extraña verlos manchados por el vino y su exquisito sabor frutal.

Atrajo con sus brazos la cintura que tanto ama sostener y sostuvo con la punta de sus dedos su camisa al preguntar: —¿Te la puedo quitar?

—S–Sí...

No bastó más que eso para que sus manos se aventuraran, no a lo desconocido, sino a lo anhelado y necesitado. Tocó su abdomen, su pancita abultada estaba desapareciendo poco a poco y no podía permitirse eso. La camisa de lino fue despojada de su dueño con delicadeza y fue la pausa que ambas bocas necesitaban para respirar, verse a los ojos y sonreír al poder ver sus rostros con claridad.

Ya había amanecido.

Pero la llama de las velas no parecía acabar pronto.

Jungkook posó su vista en el pecho contrario, ni muy firme, ni muy blando, perfecto para apoyarse por las noches para dormir cómodamente. Delineó sus costillas y provocó un par de risas en la boca que volvió a besar con dulzura, sus palmas intentaron buscar alguna zona erógena en su espalda, pero lo único que provocó fueron más risas.

—Ah, tienes cosquillas... — susurró el pelinegro, no lo había notado antes porque era la primera vez que tocaba así a su amante —. Amo tu risa...

—Ni siquiera... Ni siquiera, basta, ni siquiera sabía que tenía cosquillas en la espalda.

Taehyung rio y se acercó más, si era posible, al menor.

Intentó hacer lo mismo, colar sus manos dentro de su camisa y causar cosquillas, pero cuando lo hizo, Jungkook soltó un gemido un poco inesperado.

—E–Espera... — el castaño detuvo sus movimientos y dejó sus palmas en contacto directo con la piel de su cintura —. A mí no me dan cosquillas.

—¿Quieres que haga algo por ti?

Jungkook negó con rapidez.

—Perdón, mi espalda es muy sensible.

—Te gusta que te toquen la espalda. — Afirmó.

—Sí...

—¿Quieres que haga algo por ti? — volvió a preguntar —. No me gusta... la idea de mí mismo teniendo sexo, pero sé que a ti te gusta ser tocado, podría...

—No tienes que hacer nada, tranquilo, mi amor.

—Si te hace sentir bien, yo sí quiero. Podría... Podría solo tocarte, te gusta ser tocado. Tocarte nunca me molestaría.

Jungkook dudó un momento.

Segundos muy difíciles teniendo en cuenta que un par de grandes manos se mantenían inmóviles bajo su camisa, en el comienzo de un punto tan erógeno que solo una persona conocía de él, tan delicado y que le hacía temblar las piernas si lo estimulaban bien.

—¿De verdad no te molestaría? — Taehyung negó —. No lo sé...

—Esto entra en la lista de cosas que quiero hacer, ahora solo estoy experimentando.

Era tan débil.

—Está bien, pero no veas esto como una obligación que debes de cumplir.

El castaño asintió concentrado en buscar las cicatrices de su amante a ciegas, sacó su camisa con la ayuda del mismo y buscó sus labios cuando pudo tocar sus omóplatos, con lo que pudo sentir que Jungkook se encogía entre sus brazos y se le erizaba la piel. Tocó y delineó sus cicatrices, al igual que su columna vertebral sin estar del todo consciente de lo que generaba en el cuerpo contrario, quien hace mucho no tocaban así y que sentía que podría deshacerse con un beso del viento.

—¿Puedes... darte vuelta? — el pelinegro lo vio con los ojos abiertos y mejillas sonrosadas.

Pero asintió. Solo asintió.

Si Taehyung quería algo, él estará dispuesto hasta lo que pueda soportar.

—Déjame... — suspiró, aunque no sabía qué iba a hacer su amante, sentía que sus piernas le harían caer al suelo —. Déjame apoyarme en la cama.

El mayor lo observó, con su piel sonrojada y caliente de manera literal, apoyó una rodilla en la cama y sus manos se encontraron en busca de estabilidad. Los nacientes rayos del sol le daban un aspecto brillante a las cicatrices de Jungkook, que a pesar de no olvidarse que fueron hechas desde el dolor y el desprecio, le parecían tan bellas que ansiaba besarlas, necesitaba besarlas.

Inició suave al igual que los gemidos de Jungkook, usó sus labios para acariciar y su lengua para marcar el camino que desean olvidar. Sus manos tenían movimientos torpes porque no sabía qué más tocar hasta que el pelinegro las encaminó por todo su torso tal experto de sí mismo. Empezó con su pecho, aunque no se detuvo tanto allí, marcó un compás que le enseñó a Taehyung a intercambiar su toque entre su cintura, abdomen y pelvis.

—Ah... Taehyung...

Y él no lo entendía aún, pero amaba escuchar su nombre en un gemido.

Era como su oculto placer culposo.

—¿Así está bien?

—Sí, sí... Perfecto — dijo el menor, con los ojos cerrados y con el máximo esfuerzo de no hacer algo indebido —. Puedes dejar marca. No me molestaría... tener tus marcas.

Y no había que decir más para que Taehyung lo haga.

Besó, lamió y chupó. Su piel caliente se sentía muy bien en su boca al igual que los suspiros que provocaba después de terminar cada marca, se esmeró tanto porque quería que sus propias marcas sean más llamativas que las cicatrices, que no se dio cuenta que estaba usando más fuerza de la que debería.

—Espera... ¡Espera! — exclamó el cuerpo entre sus brazos, el cual se removió inquieto —. Me dolió.

—Perdón, ¿fue mucho?

—No chupes con tanta fuerza, eso seguro quedará morado — Taehyung asintió y vio la marca de sus labios, de inmediato quedando la zona roja —. Sé gentil, por favor.

—Lo seré. Perdón, mi Noche.

Jungkook se sintió bien al escuchar eso.

Y anhela que sus recuerdos vivos sufran otra metamorfosis para que Taehyung esté presente en ellos.

Se dio vuelta poco después bajo la atenta mirada del castaño que seguía concentrado en su tarea, solo para capturar sus labios que ya necesitaba de nueva cuenta. Mantuvieron sus cuerpos muy juntos hasta que sus pantalones empezaron a estorbar. El nerviosismo se sentía en el paladar al igual del ansia de estar más cerca.

El menor intentó estar lo más tranquilo posible, cree que es la primera vez que su amado se mostrará desnudo ante otra persona, así que quiere transmitirle mucha calma y seguridad para que pueda hacerlo.

—¿Listo? — preguntó muy cerca de sus labios, sujetando la atadura de su pantalón —. Si ya no quieres, sólo dímelo. O podemos acostarnos así, como quieras, mi Día.

Taehyung tuvo que tomar una honda respiración y unos segundos para que él mismo empezará a desatar su pantalón, mismo que cayó con gracia sobre sus pies y se sintió cohibido cuando solo quedó en ropa interior.

Jungkook lo imitó a la par con una sonrisa.

Él lo ama y es paciente.

Necesitaron una segunda gran respiración cuando desataron la última prenda que cayó al suelo y el sol pudo darles la suficiente luz para que puedan verse por completo.

El menor lo vio de pies a cabeza. Su cabello castaño que, con ayuda del sol, se veía casi rubio y brillante, sus brazos trataron de esconder su abdomen y miembro, pero él ya había capturado esa imagen en su cabeza y nunca la olvidará.

Se acercó de nuevo hasta sentir piel contra piel y se tragó un gemido cuando sintió a sus miembros rozarse.

Taehyung también estaba erecto, pero no tenía ningún atisbo de darle atención a su miembro. Estaba más embelesado con la imagen desnuda de su amado, con su cabello largo cayendo sobre sus hombros y sus brazos que buscaron su cintura.

—Algún día... Quisiera pintarte desnudo.

El castaño alzó ambas cejas ante la declaración.

—¿A mí? — se señaló, un poco confundido —. ¿Por qué?

—¿Por qué? — repitió con una sonrisa —. Porque eres el hombre más bello que he tenido el placer de ver y conocer.

—Mi cuerpo no es el mejor que hay...

—Cómo puedes decir eso cuando estoy a nada de arrodillarme frente a ti.

Antes de que el mayor pudiera preguntar al respecto porque ya le pidió perdón, Jungkook volvió a besarlo. Con sus manos, lo guio hasta la cama. Con cuidado, dejó caer su espalda sobre las sábanas y abrió las piernas para que su prometido pueda acomodarse, lo cual hizo casi instintivamente y sus labios tuvieron que separarse cuando un gemido se escapó de un par de labios.

Le fue inevitable no empezar a mover sus caderas.

—¿Quieres... que te toque?

—No tienes que hacerlo si no quieres, mi Día.

Sin responder, Taehyung acarició con curiosidad el miembro ajeno y disfrutó de un nuevo gemido.

Con un poco más de confianza, rodeó el falo con su mano izquierda mientras usaba su diestra para apoyarse en la cama y alzó la mirada solo para ver a su prometido con una expresión que nunca olvidará.

Y cuando empezó con movimientos de arriba hacia abajo como lo único que sabía hacer, se dio cuenta de algo que jamás había notado.

—¿Lo estoy haciendo bien?

—Muy... ¡Ah! Muy bien, vida mía.

Y, tal vez, eso quiere Taehyung Marcini.

Ver y poder darle placer a su pareja. Porque ver a su amante de esa manera valía la pena.

A su amado con la frente perlada por el sudor, su respiración errática con el paso de los minutos y movimientos, sus ojos cerrados con fuerza y sus labios jugosos intentando callar sus gemidos; la manera en la que buscó aferrarse a sus piernas y su espalda arqueada, misma que logró estremecer cuando buscó tocarla con su diestra porque sabe que le gusta. Los espasmos en su pelvis de seguir con el vaivén que, a sus ojos, no era nada excepcional, pero ahí estaba su prometido disfrutando de sus manos y soltando gemidos que eran deleitosos a sus oídos.

Jungkook Rossi era una persona muy erótica.

Más cuando el líquido blanco y pegajoso ensució su mano y casi salpica a las sábanas.

Más cuando trató de recobrar la respiración tras un orgasmo que había disfrutado incluso más que en otras ocasiones, mientras él se limpiaba los restos de semen con su camisa que estaba a su alcance.

Incluso más cuando parpadeó varias veces para cerciorarse que eso de verdad pasó y no solo estaba soñando.

—Si alguna vez... Llegamos a hacerlo, ¿cómo sería? — preguntó Marcini, colocando ambas manos a los costados de la cabeza de su prometido como soporte.

—¿A qué te refieres? — él contestó, muy distraído con la imagen tan erótica de su amado encima suyo y aún con la sensación de hormigueo en su vientre, con mechones alrededor de sus ojos y con esa mirada llena de intriga y hasta un poco de inocencia.

—¿Quién la va a meter?

Y, con esa pregunta, Jungkook pudo salir de su ensoñación.

—¿Ah? Ah... Quién tú quieras, amor.

—Pero... tú quién quieres que sea.

—Yo estoy bien en ambas formas — admitió —. ¿Cuál te llama más la atención a ti?

—La verdad, ninguna. Solo me dio curiosidad — dijo y optó por sentarse correctamente sobre sus piernas —. ¿Y duele?

—Un poco, al principio. Con buena estimulación, un ambiente relajado y aceites corporales, no duele. Es disfrutable.

—¿Extrañas tener sexo?

Jungkook no supo qué responder.

—No lo sé — Taehyung lo miró confundido —. No recuerdo el sexo como un acto grato, sé que siente bien, pero creo que mis recuerdos están tan distorsionados que no es algo que extraño y pienso demasiado en ello.

—Entonces, te gusta.

—Sí — se encogió de hombros —. Tampoco es como si quisiera hacerlo todo el tiempo, se trata de cuando quiero hacerlo. Creo que es igual a cuando quiero usar vestidos... Los uso porque quiero y no los uso cuando no quiero.

—Tus vestidos... No pudiste rescatar ninguno — el pintor asintió —. Te compraré uno, el más bonito de todos. Serás la envidia de hombres y mujeres.

—¿Un vestido rojo?

—El rojo es nuestro color, por supuesto que será rojo.

El pelinegro también optó por sentarse, aunque aún con las piernas separadas y una gran sonrisa se posó en su rostro.

Se sentía en calma y no hay nada que pueda reemplazar eso.

—¿Podría pintarte desnudo?

—No me sentiría cómodo si alguien llega a ver esa pintura...

—Claro que nadie la verá, será para mí y solo para mí. Ni siquiera tú la verás.

—¿De verdad?

—Por supuesto, soy muy celoso con mis pinturas. Pero te la puedo vender cuando la termine, te la dejaré a un buen precio solo porque eres mi prometido — Taehyung sonrió, recordando aquel día hace meses ya en el que ambos fueron al viñedo en Florencia y su amado le dijo algo parecido —. Aunque... No sé si pueda pintarte por completo.

—¿Por qué no?

—Tu rostro me distrae... Desde que te conocí, el único retrato con óleo que hice fue el retrato familiar — dijo y era una de las pocas pinturas recientes que hizo y pudieron salvar, pues estaba guardada en la residencia Marcini, escondida en la habitación de Taehyung por temor a que su madre la pueda llegar a destruir por quién la hizo —. Decidí hacer los retratos de tus hermanas primero porque, desde ahí, tu rostro solo me desconcentraba de mi tarea, tienes buenas facciones, cualquier pintor estaría encantado de retratarte.

—Entonces tengo suerte de que mi prometido sea pintor para que solo él pueda hacerlo.

—Tu cuerpo también es hermoso, estaría encantado de capturar tus piernas en un lienzo...

—Sería un honor ser pintado por alguien tan talentoso como tú.

Jungkook sonrió cuando sus labios volvieron a encontrarse, la sensación que se instaló en su corazón con la esperanza de quedarse se le hizo tan placentera que le llenó de una felicidad inmediata, interrumpiendo el beso que tanto quería, pero no podía seguir el paso por estar riendo.

—Déjame... besarte. — Dijo el mayor, intentando cazar sus labios y chocando con sus dientes por el incremento de sus risas.

—Es que, es que estoy feliz.

Su risa contagió a su prometido y ahora ambos reían, sus carcajadas siendo protagonistas del momento por encima del comienzo de ruido del pueblo con la llegada del amanecer.

—Te amo, mi Día.

—Te amo más, mi Noche.

Después de que Jungkook haya abierto sus brazos con una clara invitación a que el castaño descanse sobre su pecho, ambos cayeron encima de las sábanas y se cubrieron por completo para seguir jugando y toqueteando sus cuerpos en la soledad e intimidad de una pareja enamorada.

Y no tardaron mucho en caer dormidos en los brazos del otro como lugar en el que siempre debieron pertenecer.

Pero como ya había pasado con anterioridad, ni siquiera se dieron cuenta cuando la puerta de su habitación fue abierta y cerrada después de unos segundos, pues lo primero que puedes ver dentro es la figura de dos hombres acurrucados bajos las sábanas y sus ropas esparcidas por el suelo de madera.

De nuevo, se olvidaron del pestillo.

Gracias por seguir leyendo, pan les tqm.

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