trentacinque
Taehyung Marcini abrió sus ojos de golpe cuando escuchó un fuerte azote cerca suyo.
—¡¿Qué?! — fue lo primero que salió de sus labios, con el corazón en la palma de su mano por la fuerza con la que éste latía.
—Joven Marcini, ¿estaba dormido?
Miró su alrededor y de inmediato recordó dónde estaba.
—N–No, señor Tagarelli... — el adulto, de pie frente a él, volvió a azotar su regla de madera donde antes su cabeza reposaba, en su escritorio con varios libros esparcidos sobre él —. ¡S-Sí! Perdón... No pude dormir anoche.
—Las palmas.
El adolescente se quiso negar, no quería.
—¿Acaso quiere que le dé en la boca por mentirme así? Y siéntese derecho.
Con un sollozo oculto, extendió sus manos y mostró sus palmas, mismas que fueron azotadas con fiereza casi de inmediato. Adquirieron un color rojizo y casi soltó un fuerte llanto cuando otro golpe fue exclusivamente a su mano izquierda, después otro más.
Eso lo hacían para que ni siquiera se le ocurriera escribir con esa mano.
—De acuerdo, volvamos al tema de la oferta y demanda, ¿cómo aplicaría lo aprendido en su trabajo? La producción de uvas es...
Taehyung Marcini, de apenas quince años, miró a su maestro con cansancio en su máximo esplendor. Su espalda dolía, su mano izquierda lloraría en cualquier momento por la cantidad de golpes que ha recibido, sus hombros tensos solo buscan la comodidad de su cama y sus piernas claman un respiro de los pellizcos que reparte cuando quiere decir algo, pero no tiene la osadía para hacerlo.
No hace mucho comenzó a trabajar en el viñedo, era difícil, muy difícil.
Sus maestros pasaron de estar un par de horas en casa a casi vivir con él para que puedan transmitirle todos sus conocimientos con prisa, aún se siente extraño el parpadeo de vida que hizo de su infancia a su adolescencia, sus manos están vacías y sus brazos no rodean más que su almohada favorita mientras solloza en la penumbra de su habitación.
Por qué le tocó esta vida.
Por qué le tocó vivir.
—Joven Marcini, ¿se está volviendo a dormir?
Taehyung negó con rapidez, sin alzar la mirada de los libros que ni siquiera estaba leyendo.
—A mí me parece que sí. — Dijo el adulto, volviendo a tomar su regla.
—P–Perdón... Estoy muy cansado — le fue inevitable no inundar sus ojos claros de lágrimas —. ¿Podemos tomarnos un descanso...?
—Me es indiferente su cansancio, joven Marcini. Así como no me importa si su cuerpo se deshace, al resto del mercado tampoco le va a interesar.
—Pero...
—Estoy aquí no solo para ser su maestro de finanzas, sino también para convertirlo en un hombre fuerte, joven Marcini. Así como lo fue el señor Marcini.
Él nunca será ni la mitad de la sombra de lo que fue su padre.
Taehyung Marcini es un chico débil, delgado y no muy agraciado, quien aún le teme a la oscuridad – y cree temerle para siempre –. quien debe abrazar una almohada para poder dormir a gusto, quien puede estallar en llanto por el cansancio como está a punto de pasar ahora, quien ni siquiera pidió todo lo que le ha pasado.
—Las palmas.
—No... Por favor, estoy c–cansado.
—Las palmas — el castaño negó con las primeras lágrimas escapando por sus mejillas —. No me haga repetir una tercera vez, joven Marcini, será peor.
Sus manos ásperas, desde entonces, le reclamaron por qué de su maltrato y por qué él lo permitía.
—Esto es por tu bien, Taehyung. — Dijo el señor Tagarelli una vez que la extensa clase terminó.
El chico, con el rostro cabizbajo, sobaba sus manos con un bajo perdón hacia sí mismo. De pronto, la regla de madera a la cual temía tanto, se posó con delicadeza bajo su mentón para alzar su cabeza.
—No bajes la mirada. Eres un Marcini, Taehyung. Compórtate como tal.
Él solo era un niño.
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás.»
Creo que es hora de que tengas tu propia percepción del amor.
—¡Ah! — gimió en voz baja —. Taehyung...
Jungkook Rossi estaba al borde de su cama compartida mientras se apoyaba en la misma con las palmas de sus manos, mientras que su amante reparte besos húmedos en su espalda desnuda, siente en lo más profundo su lengua caliente delinear sus cicatrices y su mano izquierda subir y bajar en su miembro erecto.
De nuevo, los colores del amanecer bañan a la pareja de prometidos que buscan concretar su amor más que con palabras.
—Más r–rápido... Por favor, mi Día. Más...
—¿Así?
—Mierda... sí.
Stigma les enseñará muchas cosas a ambos.
El pelinegro siente su piel sensible en lugares en los que de seguro saldrá una mancha roja, pero poco y nada le importa cuando su punto erógeno está siendo maltratado por los mismos labios de los que se convirtió en un adicto desde el primer instante que los besó, por lo que solo le provoca más excitación al volver a tener la sensación de ser deseado y devorado.
Y Taehyung parece haber nacido para complacerlo.
Sus dedos largos recorrieron toda su espina dorsal como si quisiera adherirse a su piel y casi lo logra. Aunque en su mayoría sus movimientos son torpes y nerviosos, poco se dan cuenta de ello cuando las velas a su alrededor provocaron que sus cuerpos estén más calientes para que la ropa les estorbe en demasía.
Taehyung permanece callado en el acto, pues se dedica a escuchar con atención los gemidos envolventes que Jungkook le otorga con total libertad. Su respiración entrecortada, las maldiciones que suelta de vez en cuando y su propio nombre pronunciado por sus labios enrojecidos e hinchados por las mordidas que le dio, tras haberlas pedido.
Él solo quiere darle todo lo que pida. Y lo hará.
—Bésame...
Y Taehyung lo hizo.
Podrían acostumbrarse a esto.
Y el mar se encontraba en paz.
Taehyung ve y siente a su amante recobrar el aliento encima de sus labios mientras su mano desciende su velocidad hasta quedarse quieta por completo encima de su cuerpo. El líquido viscoso está caliente y sonríe con satisfacción cuando ve a Jungkook sufrir un par de espasmos antes de caer rendido a la cama.
Sin decir nada, fue a limpiar sus manos en el pequeño cuenco de agua que estaba a un lado de la cama y, con un paño limpio, se dispuso a limpiar a su prometido.
—E–Espera... Estoy sensible.
El castaño esperó con paciencia, hipnotizado por la piel de su amante cuando el sol del amanecer los alcanzó, se veía radiante por el sudor y sus cicatrices adquirieron un bello destello que ya no dolían tanto en su propia piel.
—Eres muy bello.
Jungkook, con una sonrisa risueña –característica en él después de un orgasmo – , asiente al recibir el cumplido y aprovechó la cercanía con su amante para volver a ser esclavo de los labios que lo tocan como si fuese lo más delicioso que nunca antes haya visto.
Taehyung se dejó hacer, no protestó cuando las manos suaves de su amado recorrieron su torso desnudo, ni cuando lo guió hasta quedar encima de su cuerpo. Lo disfrutaba, amaba la manera en la que ambos complementaban sus toques y sus pieles calientes chocar con delicadeza le hacían creer dueño de la innata felicidad que ha sido guardada solo para él.
—Gracias... — murmuró, de pronto, el pintor con los labios ardiendo tal como su alma lo hacía —. Por lo amado y deseado que me haces sentir.
El castaño sonrió con satisfacción y siguió besando la boca de la cual es rehén en sueños, poco a poco y con un ligero toque de saliva, fue recorriendo la piel bronceada de su amante hasta pasar por su cuello con destino a su oreja, donde apoyó sutilmente sus labios y susurró:
—Existo para adorarte.
Con ello, Jungkook pudo deshacerse en cualquier momento, pero se resistió cuando su cuerpo fue apresado con más fuerza contra la cama y su cuerpo se volvió a sentir pequeño. Y no le molestó tanto dejarse a la merced de otro hombre sin siquiera dudar.
Antes, le hubiese aterrado verse a sí mismo diminuto e insignificante, su primer instinto hubiese sido correr de tal sensación; sin embargo, ahora solo quiere que el noche deje de anhelar tanto la llegada del día para seguir compartiendo de las delicadas manos de Taehyung en todo su cuerpo antes del amanecer.
Gimieron a la par, era inevitable.
Ambos están descubriendo una nueva faceta del otro.
Taehyung está conociendo la parte erótica de Jungkook Rossi, aquella en la que no se cohíbe de gemir en voz alta pequeñas exclamaciones tal música para sus oídos. Y, oh, cuando pronuncia su nombre con aquel suspiro al final en el que la última sílaba no se escuchara si no estuviera tan cerca, privilegio únicamente suyo.
No sabe cómo describirlo y no quiere indagar en la satisfacción abrumadora que lo envuelve en llamas cuando ve a su amante, con la frente con una fina capa de sudor y labios entreabiertos, con los ojos cerrados ante el placer que sus inexpertas manos le dan y la manera en la que su cabello parece libre como él, en sus cicatrices que ya no le parecen dolorosas, sino bellas como su rostro, como su alma, como él. Es una osadía completa ser el único que tiene aquella vista magnífica debajo de su cuerpo, quien percibe la calidez de otro cuerpo de esa manera y se pregunta si todas las personas lo sienten con las personas que aman, pero no está tan convencido, nadie podría tener la experiencia, ni la conexión de amar a Jungkook Rossi como él lo hace.
Empieza a creer que su propósito es adorar a quien Dios le dio la oportunidad de encontrar, besar, tocar y amar.
Quien lo ama, a pesar de que su cuerpo está enfermo, aunque él dice que no hay nada de malo en eso.
En cambio, Jungkook vuelve a tocar sensaciones que creía perdidas, aquellas que pudo haber dejado atrás en el camino a Florencia con muchas cosas más.
Tener sexo no es algo que se planteó una vez la catástrofe llegó a su vida, se volvió tan insignificante y dejó en el olvido que el sexo no es como Jimin D'Luca lo convirtió.
Había olvidado por completo el placer que dicen es pecado, pero un pecador como él no le tiene miedo a ser condenado una vez más por dejar a la merced su cuerpo al hombre que ama, quien lo sostiene tan delicadamente como si fuera una maravilla y lo más valioso que tiene.
El sexo no es a la fuerza, ni sin consentimiento, no es con dolor, no es con llanto y mucho menos con violencia, no implica gritos, ni reproches, tampoco hay cavidad para los golpes.
Y ahora no solo es volver a tener sexo.
Jungkook intima con Taehyung Salvatore, el hombre que ama.
Es sentir que alguien ha encontrado la belleza en su ser, en su cuerpo magullado por un pasado cruel, en su cabello seco que quiere cortar, en sus cejas prominentes que alguna vez pensó quitar, en sus piernas delgadas que nunca quiso detallar al pintar, en sus manos tersas y lastimadas que ahora son besadas con naturalidad, en sus ojos grandes que deseó cerrar, en sus labios finos que quiso suturar y en su alma marchita que volvió a florecer.
Le faltarían las palabras y no cree que exista tal conjunto de letras para explayar lo que su corazón siente, es como haber dejado en el olvido una flor dentro de tu pecho y después que se haga presente sin darte cuenta por el amor que recibió; ahora solo disfrutas su aroma a frescura y te quedas hipnotizado por su belleza.
Encontrarse quizás pudo ser porque así Las Moiras, La Luna o Dios lo decidieron; tal vez, todos se pusieron de acuerdo para conectar a ambos amantes de cuerpo y alma a encontrarse una vez más para amarse con la intensidad de un eterno eclipse.
Y puede ser un gran comienzo para esta etapa en sus vidas.
—Necesitamos una ducha.
Jungkook asintió mientras el castaño se acurra en su pecho, con su respiración calmada y el tacto de sus pieles sudorosas. El amanecer está entrando por la ventana de la habitación y se queda hipnotizado por el realce que le da a la piel de su amante.
—¿Crees que pueda conseguir rosas para baño? — de pronto, Taehyung pregunta en un susurro —. Muero por un baño de rosas y aceites.
—No te juzgo porque muero por uno igual.
—Veré si pronto puedo ir a Roma con Yoongi, me dijo que las visitas a la aldea son recurrentes y desapercibidas.
Con el nombramiento de Roma, el pintor pudo sentir todo su cuerpo tenso.
—Aún no creo que esté tan cerca de Roma... Aún no creo haber vuelto.
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado. Porque polvo eres, y al polvo serás tornado.»
Taehyung se quedó callado, pues no tenía ninguna respuesta en la punta de su lengua y no sabía lo que su amante debe de estar pasando por aquella situación. Es difícil y puede sentir un dolor ajeno y punzante en su pecho, pero como Jungkook agradeció y dijo alguna vez, él nunca podrá ni siquiera dar el atisbo de entender o sentir todo lo que él ha pasado, ni pasará.
—Estoy contigo.
Fue lo único que se le ocurrió decir.
—Eres lo que más me reconforta.
Jungkook, en silencio, agradeció a Dios por haberlo puesto en su camino, más ahora cuando ha dado media vuelta y parece ser que volvió al lugar en el que vivió los mejores años de su vida, pero también los peores.
Piensa, de pronto, que todo hubiese sido mejor si...
—¿Por qué tardamos tanto en conocernos?
El castaño alzó su mirada, sorprendido por la pregunta inesperada llena de curiosidad de su prometido, quien también le veía con el ceño fruncido, un poco confundido.
—Llegué a Florencia hace nueve años, pero nunca nos vimos hasta ese día fuera de la iglesia.
—Nunca pasé en casa tanto tiempo.
—Sí, eso escuché, pero me parece... inaudito que nunca hayamos cruzado palabras, siendo Rocce tan pequeño.
Taehyung pensó un poco, era verdad.
—Tómalo como obra y gracia del espíritu santo.
—Hablo en serio.
—Yo también — aunque Jungkook quiso no reírse, lo hizo, una risa risueña que solo él podía provocarle —. Hace diez años... Ah, sí, ya lo recuerdo. Hace nueve años sentía que Italia se me venía encima, es mejor que no nos conociéramos en ese momento.
—¿Qué pasó?
—Problemas — respondió con simpleza —. Aunque había sentido que toda mi vida me había preparado para lanzarme al mundo de los negocios, me quedé helado cuando hice mi primer viaje solo, cuando firmé mi primer contrato sin alguien que me dijera que me convenía, cosas así. Mi padre no fue un gran esposo y lo admito, pero fue un gran padre y amigo que, después de fallecer, sus amigos fueron los que me dieron la mano cuando Fiorella me sentó frente a un escritorio. Aun así, no fue lo mismo cuando de a poco todo quedaba en mi mando.
Jungkook calló, sólo se acomodó mejor sobre la cama y le dio toda su atención a su prometido.
—Algunos fallecieron en esa época, otros uno o dos años después. Ah, hubo un hombre, se apellidaba Tagarelli, lo odiaba — Taehyung soltó una risa, que de inmediato se transformó en una mueca —. Lo odiaba, en serio. Tenía una regla grande de madera con la que me golpeaba, antes de iniciar clases, me azotaba tres veces la mano izquierda para que ni piense en ocuparla porque me dolía mucho.
» Aunque también me enseñó a levantar el rostro ante cualquier adversidad, con la misma regla me la colocaba debajo del mentón y las astillas se encarnaban en mi piel. A veces... siento aún el tacto de la madera tosca en mi garganta. No lo sé, es extraño. Asistí a su lecho de muerte y me dijo que me convertí en un gran hombre. No le creí — soltó una pequeña risa —. En ese momento no me sentía como un hombre, me sentía como un niño aún.
Un niño perdido.
Un niño jugando a ser adulto.
Un niño que ya es un adulto, pero que no se dio cuenta de su paso a esa etapa y estaba completamente desorientado en el aspecto emocional.
—También conocí a una mujer.
¿Ah?
—Su nombre era Eleonor. Su cabello era largo y naranja con tonalidades rojas, su piel era blanca y tenía pecas esparcidas en su rostro tal máscara incluida, sus mejillas eran grandes y su vientre abultado. Oh, era una mujer muy bella.
—¿Tu madre...?
Jungkook, de nuevo, se calló a la espera de que Taehyung siga divagando entre sus recuerdos con el ceño fruncido.
—Sí, mi madre quiso que la tome de inmediato como mi esposa. Aunque era mayor que yo por cuatro años, se veía más joven — afirmó —. En ese entonces no estaba tan reacio a casarme, lo tomé como una distracción al incremento de trabajo que tenía, pero no me rehusaba a ir con mi madre a presentarme como pretendiente de jóvenes de la ciudad, asistir a reuniones con familias, casamenteras y demás. La verdad es que en ese momento sí me idealizaba con una mujer como esposa y dos o tres hijos jugando a las escondidas en la residencia. Yo amaba jugar a las escondidas.
—¿Aún tienes esa idea de familia?
—No, ahora solo te veo a ti como mi esposo y con más gallinas, caballos y pintura en una casa en medio de la nada.
Como un destello fugaz, unieron sus labios de forma rápida para reafirmar sus palabras.
—¿Qué pasó con ella?
—Oh, estuvimos a punto de casarnos.
¿Disculpa?
—¿Te ibas a casar?
—No lo recordaba — se excusó —. Llegó el punto en el que nuestras familias estaban a punto de crear alianzas porque su apellido era importante, después todo se disolvió de la noche a la mañana.
—Cuéntame qué pasó, de principio a fin.
—Eh... Ah, nos conocimos en una reunión, no había un motivo de celebración, pero mi madre y yo antes solíamos asistir a ese tipo de encuentros para que nos vean. No sé cómo explicarlo porque es raro, era como para que nadie se olvide de nuestra existencia, como si fuésemos tan relevantes.
Y lo era, pero Taehyung no lo sabía.
—En resumen, nos conocimos y sabes que me gusta admirar la belleza. Afirmo que puedo pasar horas viéndote, algo parecido me pasó con ella. No recuerdo cómo empezamos a hablar, pero en un segundo yo iba a verla a su residencia como posible interés. Me confesó haberse enamorado de mí, eso también fue extraño y desconocido, ambos estábamos conscientes que nuestras familias querían que nos casemos por beneficio; sin embargo, ella me pidió que la conozca porque estaba segura que yo también me enamoraría de ella.
—Y... ¿Lo hiciste?
—No, mi Noche. Nunca me enamoré de ella.
No supo por qué, eso lo reconfortó tanto.
—Pero acepté conocerla para enamorarme, yo también creí que lo haría, pero no pasó. Nuestros padres nos dieron un par de meses para conocernos mejor, aunque ella no haya despertado nada en mí aún, la boda estaba confirmada. Lamento haberla hecho sufrir, lloraba tan bellamente que me sentí culpable mucho tiempo por todo eso.
» Eres muy bella, Eleonor.
—«¿Solo soy bella para ti?» Era lo que siempre me respondía. Tal vez sí era uno de esos hombres que no les importa las mujeres más que tenerlas al lado como un trofeo, pensaba.
—¿Nunca te gustó ni un poco?
—Mi Noche, no me gustan las mujeres.
Vaya.
—Con ella fue la primera vez que me planteé eso. «¿Acaso no me gustan las mujeres?» Nunca fui muy apegado a la religión, pero la extrañeza de pensar eso me carcomía un poco y no tenía a quién preguntarle. Por error o no, decidí contárselo.
—¿Estás jugando conmigo? — ella le había dicho, después de un incómodo silencio ante su declaración —. Nos casamos en dos semanas y... ¿Me estás diciendo que no te gustan las mujeres?
—Es que... No lo sé.
—¿Eres un sodomita? — Taehyung negó con fuerza, conocía ese término y aquello sí le aterraba —. Y–Yo te amo, Tae. Podemos aplazar más la boda si tú aún... si tú aún no me amas, pero no me mientas de esa manera.
—No es...
—O podemos cancelarla.
—Sí me quiero casar contigo — él afirmó porque sí, quería hacerlo, quién no hubiese querido casarse con ella —. Perdón, perdón. Sentía que debía decírtelo. No sé qué pasa conmigo...
Oh, esos tiempos. Cree que fue más fácil deducir que no le gustan las mujeres, que le gusten los hombres.
En realidad, Taehyung Marcini creyó por mucho tiempo que nadie podría atraerlo con facilidad. No se interesó por nadie y nunca tuvo la intención de saber por qué.
—No fue tan dramático como se escucha — prosiguió, tras ese recuerdo —. Es una buena mujer y no me delató, solo canceló la boda alegando que no sería un buen esposo porque pasaba más tiempo fuera de casa que en ella y ella no quería eso, sino una familia tradicional. Nunca más me dirigió la palabra, pero años después me enteré que estaba casada con un hombre de su edad y tenía una hija.
A esas alturas, Jungkook no tenía palabra alguna para decir.
—Oh — optó por murmurar —. Uhm...
—Ahora que lo pienso, pasaron muchas más cosas en ese tiempo que he olvidado... Es decir, que no las tengo presente. Desde que tengo veintiséis, solo iba a casa para el segundo mes, que es cuando mis hermanas cumplen años.
—Pasaste por mucho, ¿verdad?
No había pensado en eso.
La pregunta no salió con un tono lastimero, ni siquiera sabría cómo describirlo, pues solo asintió cuando recibió una caricia en su cabello. Se sintió estático, pero lo que su amante dijo después, lo reconfortó.
—Fuiste muy valiente y eres un gran hombre, Taehyung.
Todo su esfuerzo ha sido notado y supo que fue reconocido cuando se acurrucó más en el pecho que usa como almohada, tras recibir un beso en su frente.
Es amado.
«Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.»
Puede que ambos no hayan podido conocerse cuando más lo necesitaban, pero los dos sabían y el Dios que ha sido testigo de su amor también, que volverían a sus brazos como promesa de una antigua vida al lugar al que siempre debieron pertenecer.
no es un capítulo muy extenso, pero siento que es una buena premisa para el último arco de Bella Mujer.
de nuevo, gracias por leer. pan les tqm.
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