sette

¿Qué es el amor?

Taehyung Marcini creía conocerlo.

Se supone que es lo que siente cuando está con su familia, es aquella necesidad de velar por las personas que le importan además de con quienes comparte consanguinidad, como Yoongi y los regalos que le da a su hija cada vez que la visita. Es... Solo conocía eso.

Trabajar. Complacer a los demás.

Como un animal de carga.

Qué tan perdido estaba como para que un hombre, a su edad, tenga que estar preguntando qué diablos es el amor a otro que conoció hace poco más de dos meses. No puede alzar su rostro por la vergüenza que lo carcome al reconocer que es un completo ignorante en cualquier cosa que no sea su trabajo.

La vida es un mar y Taehyung Marcini, desde hace mucho tiempo, se estaba ahogando en silencio y a nadie pareció importarle. Patalea en la profundidad sin poder alcanzar la orilla y ni siquiera se atreve a gritar por auxilio porque nunca le enseñaron cómo.

Como un niño, se ha estado escondiendo entre las sábanas de su cama desde hace unos días, sin los ánimos necesarios para trabajar o convivir con su familia; aunque esto sume a su dolor angustiante y la pequeña ansia en su cabeza que le grita débil por estar postrado sin fuerzas para levantarse.

Débil.

Él no es fuerte, mucho menos valiente. Solo es un ser débil que debe aparentar que nada, ni nadie está por encima de él mientras sus piernas tiemblan de miedo bajo la mesa.

¿Qué era lo que tanto le atormentaba?

Jungkook Rossi.

Jungkook, su nombre era tan lindo como sus ojos. Se arrepiente de siquiera haber relacionado a aquel de mirada brillante con lo que se supone, es el amor. No quiere pronunciar en voz alta su nombre porque cree que será maldecido por los nacientes sentimientos que no supo cuándo plantó. Se siente enfermo de tan solo pensarlo y cree que eso es lo que está padeciendo.

Una vil enfermedad que va a acabar consigo más pronto de lo esperado.

Está aterrado.

Pero nadie debería saberlo.

No sabe mucho del tema y no quiere gastar más lágrimas en él tampoco, suficiente ha tenido en lo poco que ha vivido. Le parece tan irreal cómo se traicionó a sí mismo al entrelazar el significado que el pintor le dio con él mismo para después caer dormido sin darle la posibilidad de indagar más en el tema. Es tan patético cómo otro hombre debió enseñarle qué diablos es el amor a su edad y darse cuenta que nunca había experimentado nada igual.

¿Acaso era posible? Se escucha miserable.

El amor que siente por su familia es muy diferente y eso es lo que más le aterra. Puede contar con los dedos de sus manos el amor que ha entregado, toda su lista son miembros de su familia. Algo muy triste y solitario para quien se cree tener un millón de conexiones, amistades o socios, alguien que siempre ha estado rodeado de personas. Un hombre el cual intentaba mostrarse seguro ante el ojo público, pero temeroso en la oscuridad de su habitación.

Trata de pensar con claridad. Él no puede amar a Jungkook, ¿verdad?

Piensa en Yoongi. A él también lo ama, como un hermano, pero lo ama. ¿No puede tener ese mismo tipo de amor para con el pintor? ¿Qué tan difícil es?

Quiere coser sus labios con hilo y aguja porque lo sabe, sabe que sus sentimientos por Jungkook Rossi son diferentes a los que haya sentido por cualquier persona.

Es un extraño en ese vil territorio.

Así que debe de aprender de quienes sí conocían sobre esto, por ello, ahora mismo se encuentra sentado en un pequeño banco de madera mientras espera con paciencia a que Namjoon prepare un poco de vino caliente, en la casa donde habita la familia Galli.

—Hace mucho que no me visitabas — Taehyung Marcini sonrió apenado y recibió la taza que contenía el líquido —. Pensé que te habías olvidado de mí.

—He estado un poco ocupado, disculpa.

Había conocido al hombre desde que tiene memoria, pues era amigo de su padre. Tras su muerte, compartir una taza de vino caliente se volvió una costumbre adoptada cuando creció.

En algún punto de sus vidas, las familias Marcini y Galli fueron más cercanas de lo que parecía. Sobre todo cuando sus progenitores aún eran jóvenes, o así había escuchado. Por ello, NamJoon se ha visto a su lado desde las sombras, a la distancia, ayudándolo cada vez que podía y si él se lo pedía, como la primera vez que preguntaba por el pintor en busca de antecedentes.

—Ocupado, claro — habló con sarcasmo —. De no ser por Notte, no sabría nada de ti.

—Sí... No ha hablado mucho de ti, solo de su maestro.

—Ya lo conoces...

NamJoon se dio un poco de tiempo para dar un sorbo a la bebida que había preparado. Vio de reojo a su esposa, quien se encontraba cerca de ellos cosiendo un vestido, mientras alzaba sus cejas.

—Su confianza ha aumentado, he de suponer.

—Un poco... Habla muy bien de él. No sé cómo no lo conocí.

—Fue un gran hombre, lo salvó de todas las maneras posibles. Lo ha de tener en un pedestal.

A NamJoon le enorgullece que Jungkook esté hablando sobre su mentor con alguien más que él mismo. Quiere creer que, de esa manera, podría disipar un poco el dolor que seguramente ha de tener guardado en su corazón tras su fallecimiento.

—Hablando de Notte, ¿por qué de un día para otro dejó de ir a la residencia? — preguntó, pues desde que Taehyung ha pasado en cama, Jungkook le contó que había una pausa en su trabajo —. ¿Qué está pasando?

—Eh... Puedo explicarlo.

Irresponsable. Nunca pensó que podría describirse así.

Detuvo toda actividad relacionada con el artista, tenía miedo de verle frente a frente. La pintura de Rosé está terminada, una completa obra maestra, lo más lógico era seguir con el resto de los miembros de la familia, pero Francesca había sido arrastrada misteriosamente por su madre a cualquier lado que iba, sin la oportunidad de poder saber qué era lo que tanto traman a escondidas.

Y él no tenía la suficiente valentía para encararlo. No después de la cantidad de pensamientos en los que su nombre es protagonista. Tampoco se ha dado el tiempo de ir al establo, rompiendo la pequeña rutina que habían creado.

¿Qué más podía hacer el pintor que irse si nadie cooperaba para que pudiera trabajar?

—¿Cómo está él? ¿Ha hablado contigo?

NamJoon le miró serio, sin entender qué pasó cuando el mismo Notte afirmó que eran amigos.

—Empezó a dar clases en la plaza y ahora tiene un pupilo. Es el hijo del doctor Donati, debes de recordarlo.

Taehyung asintió y se sintió un poco aliviado. Pensar solo en él se ha vuelto enfermizo y le dio paz saber que hizo lo que algún día deseó, como se lo comentó en una de esas tardes juntos.

—Estoy confundido — admitió con la mirada al suelo —. No sabía con quién más acudir.

—¿Qué sucede? Si puedo ayudar en algo, lo haré.

Tomó una profunda respiración, logrando crear una tensión en el aire que se rompió más fácil que un cristal cuando soltó una de miles de preguntas que rondaban por su cabeza.

—¿Qué es el amor?

Vaya.

NamJoon y su esposa lo vieron con intriga y no les gustó el giro de conversación.

—¿Cuándo sé que siento amor hacia otra persona que no es de mi familia? Y no es amigo mío... ¿Puedo amar a una persona que no es mi familia, ni un amigo? Porque es diferente... No sé cómo, pero es diferente.

—El amor es... — vio de manera disimulada hacia su esposa en busca de ayuda, quien lo ignoró con total tranquilidad —. Es frágil. Cálido y reconfortante — hizo una corta pausa, Marcini lo miraba con mucha atención —. Es el hecho de que le dé a Mar un durazno antes del anochecer, sin que me lo pida, porque sé que es su fruta favorita.

—¿El amor es acción? ¿Debo hacer algo? ¿Cómo puedo saber qué tengo que hacer? ¿Qué tengo que hacer?

—Un poco más lento, niño. Estás muy desesperado — la esposa que los acompaña habló sin mirarlos —. El amor es cuando te nace hacer algo por otra persona, no por tu bienestar, sino por su alegría contagiosa que te transmite. No viene con un manual de comportamiento o etiqueta, simplemente sucede.

—No puedes evitarlo — acotó el mayor con una sonrisa —. Sólo te atrapa, no puedes escapar de estar enamorado.

Eso le causó escalofríos y pánico. Decir que no le asustaba era mentir, claro que lo hacía, y en demasía. Se escuchaba un poco forzado y le disgustaba.

—¿Y cómo... se quita?

La pareja de esposos se encogió de hombros.

—¿Estás enamorado?

—No lo sé, por eso vine.

Mierda, mierda, mierda. En qué se estaba metiendo.

A Jungkook nunca le agradó el ajetreo del pueblo.

Prefiere quedarse en las sombras, observando desde lejos lo que pasaba. Estaba claro que el último lugar al que iría sería la plaza, aquella que concentraba comerciantes, visitantes y más, las personas quedaban muy juntas que hasta podías sentir sus respiraciones. Simplemente, no le gusta

También odia ser el centro de atención, por ello, el establo se había convertido en un lugar íntimo y conforte para él.

—¿Puedo ir al columpio?

O lo era, ya no estaba seguro.

—Sí, claro.

Vio el rostro manchado y sonriente de su primer alumno, tras dejar los pinceles que han estado ocupando durante esa tarde. Le fue reconfortante ver el trabajo del joven a su lado y notar el esmero que ha puesto en aprender de él sobre el arte que le caracteriza. Es suficiente para distraer sus pensamientos estos últimos días.

Las grandes puertas del lugar rechinaron al ser abiertas y las suaves pisadas del rubio a sus espaldas fueron tranquilizadoras ante el nerviosismo que sentía. Dejó a un costado lo que estaba usando y miró el lienzo frente a él, el interior de su hogar, sus obras cubiertas con telas y el desorden que lo caracterizaba como artista.

Un par de frutas frescas estaban plasmadas en carboncillo y pintura, lo básico y más fácil para emprender su camino de enseñanza en cuanto a teoría de formas, luces y sombras se trata. Volteó un poco su cabeza, lo suficiente para ver el trabajo de su pupilo y sonrió con satisfacción, para ser su tercera lección en la semana, Hoseok Donati iba bastante bien.

Le encantaba estar cumpliendo uno de sus mayores propósitos en la vida, seguir los pasos de Jin al enseñar. Lo estaba logrando, aunque esté siendo un poco difícil debido a su miedo irracional a relacionarse con desconocidos, pero lo intentaba con mucha motivación. Por ahora, cree tener un buen trato con su menor.

La distancia que colocó Taehyung Marcini entre ellos le deprimió mucho, más cuando pensaba que tenían una comunicación más fuerte e íntima, pero no quería deprimirse.

Era algo que iba a pasar tarde o temprano y, al menos, agradece que fue temprano.

No se encariñó tanto con él. Solo un poquito.

Hasta donde él tenía en cuenta, no había hecho algo malo o que sea motivo de decepción en el hombre. Eso lo tenía pensando desde hace algunas noches, mismas también en las que determinó que no era bueno que aquel hombre esté demasiado tiempo metido en su cabeza.

Ese fue el impulso de hacer lo que está empezando, Namjoon le ayudó a esparcir la noticia que estaría impartiendo clases a un pequeño costo de unos cuantos florines. Se sorprendió cuando unas cuantas personas quisieron tenerlo como maestro, algo que le hizo arrepentirse en el momento al darse cuenta que no tenía dónde dar sus clases.

Y hacerlo en la plaza no era una opción.

—¡Maestro Notte!

Tampoco podía darse el lujo de atraer a muchas personas – principalmente porque se sentiría agobiado – ya que tenía miedo de no poder transmitir sus enseñanzas a un gran grupo, así que se fue por lo seguro. La única alternativa que le quedó fue tener a aquel chico nueve años menor a él, deambulando de una esquina a otra.

—¡Voy!

Limpió rápidamente sus manos en el delantal que usaba, el cual parecía ser una completa obra de arte a simple vista por las grandes manchas de distintos colores, pero que de cerca sólo era un vil desastre, así como el dueño.

Con pasos seguros salió de lugar, el sol a punto de esconderse en el firmamento le indicó que debe prender más velas de las que tenía a su alrededor. Frente a él y encima de lo que construyó Taehyung Marcini en su última visita, se encontraba su primer pupilo.

Lo conocía, al menos, a su familia. Aquella en la que la mayoría eran médicos, muy aclamados por quienes padecían alguna enfermedad, siendo el rubio el menor de todos. Seguía los pasos de los demás de manera obligatoria, aun después de que se le notara su descontento en ello.

El pueblo era un lugar muy pequeño, lo suficiente como para que estén al tanto unos de otros quieras o no.

Hoseok Donati, especialista en crear ilusiones de sí mismo como una persona bondadosa y feliz, con su contagiosa sonrisa en forma de corazón que atraía a cualquiera.

—¿No le cansa estar encerrado todo el día allí? — preguntó una vez quedó cerca de él, tomando asiento en las raíces del árbol —. Su vida parece ser muy triste.

También, un chico que habla sin pelos en la lengua.

Auch.

Jungkook cerró sus ojos en un intento de descansar y tomar aire fresco, el sonido del balanceo del menor era lo único que se escuchaba por el momento, junto al cacareo de las gallinas que logró llevarlas hacia el establo, mismas que ya se encontraban resguardadas en el corral que hizo.

Solo faltaba Stella, espera a por él, linda yegua. Se había encariñado con ella sin ni siquiera haberla adquirido aún.

—Sí — admitió —. Lo es.

—Tener una vida triste no es malo, ¿quién no la tiene?

—Se supone que las personas no deberían de tenerlas. Al menos, no una donde el dolor sea el sentimiento dominante, eso sería incorrecto y para nada justificado.

Notte giró su cabeza hacia donde el sol se estaba escondiendo, apuntándole con su dedo índice mientras entrecerró sus ojos por la intensidad de sus rayos.

—Debería ser como cuando recibes un poco de luz. Donde hay claridad, hay oscuridad. Nada es totalmente blanco y nada es completamente negro.

—No intente aplicar su filosofía conmigo — Hoseok siguió el camino que llevaban los dedos del contrario y pudo al ver las sombras de sus cuerpos, recibiendo una mirada confusa por parte del mayor —. Por eso las personas huyen de usted.

—¿Las personas huyen de mí?

—Un poco. Suele hablar cosas sin sentido, dicen que está loco.

Guardó silencio por un momento, eso le dolió un poco.

Admite que, algunas veces, su boca hablaba por sí sola cuando se perdía en sus pensamientos, pero lo que decía siempre tenía sentido, al menos para él. El problema no era él o lo que decía, eran los demás que no lograban entrar al mismo mundo en el que estaba situado.

—No me interesa si las personas me evitan por eso — bufó —. No me relaciono mucho con ellos como para que me importe lo que hagan o no.

—Entonces, ¿pasa solo la mayor parte del día? — antes de poder contestar, el menor habló nuevamente —. Ya no parece que su vida es triste, ahora lo creo.

—No estoy solo, ¿de acuerdo? — Dijo, refiriéndose a NamJoon y Taehyung.

Aunque ya no está tan seguro.

—Si usted lo dice...

Hoseok alzó sus hombros, llevando su mirada hacia el suelo mientras se balanceaba una y otra vez por el columpio, dando por terminada la especie de conversación que habían tenido. Notte también dio una señal de no hablar más del tema cuando se puso de pie e ingresó nuevamente al establo.

Namjoon siempre le escuchaba, aunque admitía no lograr comprenderlo, hacía el esfuerzo para hacerlo y aquello generaba muchos méritos.

En cambio, Taehyung... Taehyung lo ha estado ignorando.

—Lo suyo es pura cobardía. — No se dio cuenta que había hablado en voz alta.

—¿Quién es cobarde?

La voz de su pupilo le recordó que seguía con él. Sacudió su cabeza de un lado a otro para levantarse del suelo y decir: —Nadie. El descanso terminó, sigamos.

—Mi padre odia a los cobardes.

— Yo también los odio, sigamos con la clase.

El enojo era evidente en su mirada, aunque no comprendía el por qué tan repentino. Hoseok rio de manera burlesca cuando lo vio ingresar de nuevo al establo.

—Desquiciado... Me gusta.

A Taehyung Marcini nunca le agradó suplicar.

Al igual que todo ser humano, existía una que otra cosa la cual anhelaba profundamente, como aquel carruaje de madera que alguna vez vio en una tienda cuando era un niño, mismo que su madre le negó después de habérselo pedido por unos cuantos días.

Era fiel creyente de que las personas obtenían todo lo que se merecían, ni más, ni menos. Veía el acto de rogar como una acción absurda, que en su mayoría, venía de la mano con pedir perdón, no tenía experiencias buenas con ninguna de ellas.

Aquello sólo ponía en evidencia que quien imploraba esto, no era merecedor de recibirlo al haber actuado de manera errónea.

Sin embargo, existían excepciones. Y deberá aprender que las personas, incluso él, pueden cometer errores.

—Jungkook Rossi, ábreme. Por favor.

No mintió cuando dijo que su nombre es lindo. Pronunciarlo se iba a convertir en un deleite.

La puerta del establo se vio golpeada en repetidas ocasiones por sus delgados dedos, estaba atrancada y llevaba parado allí hace algunos minutos. Sus pies empezaban a doler, más por haber llegado a la vivienda del menor sin ningún tipo de transporte más que sus piernas. Nunca vio como opción movilizarse en carruaje por el pueblo si estaba solo y los caballos de la familia estaban ocupados, les tocaba aseo y cambio de herraduras.

No quería esperar más para encarar al pintor. Era ahora o nunca.

Después de una noche sin haber dormido, esa tarde había despertado con toda la voluntad de ver a Notte, puesto a que fue lo primero que se le vino a la cabeza en el momento de abrir sus ojos. aunque se estaba acostumbrando a eso.

Quería aceptar que ocupaba gran parte de sus pensamientos, sus palabras y su actuar, todo un lío de emociones y saberes.

La ropa que llevaba usando desde hace unos días se vio despojada de su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos, el baño de su habitación de igual manera cuando entró a la tina de madera que contenía agua caliente, sonrió con satisfacción cuando sintió el agua correr por sus extremidades. Era reconfortante, más cuando la tristeza no le había permitido levantarse de la cama.

Entre un estado dubitativo y alegre, terminó almorzando con rapidez, realmente quería llegar con el pintor lo más pronto posible. Su familia le veía con extrañeza ante la vaga excusa de que tendría que reunirse con un par de amigos que estaban en el mismo campo laboral que él.

Taehyung no tenía amigos, solo Yoongi Cetti, quien no ha pisado Florencia desde hace poco más de un año.

Después de una caminata donde le permitió ensayar lo que quería expresar, llegó hasta el lugar donde afirmaba que era su lugar seguro, pero que, al abandonarlo, ya no tenía certeza de poder llamarlo suyo.

—Te dije que estoy ocupado.

Eso fue lo que escuchó detrás de la puerta.

Talló sus ojos con sus palmas, evitando que un par de lágrimas rebeldes salieran a arruinar su fachada de hombre fuerte, pero en realidad tenía miedo, pánico a sus sentimientos y nadie podía juzgarlo. Sabe que ha estado actuando de manera inmadura e irresponsable, pero quiere una segunda oportunidad.

—Solo quiero hablar — no se escuchó ninguna respuesta —. Escuché que ya tienes tu primer alumno, estoy seguro que eres un gran maestro.

Nada todavía, el nudo en su garganta estaba haciéndose más grande.

—Por favor, Jungkook.

Y, oh, mierda. Jungkook podría haber amado que Taehyung lo llame por su nombre en otras circunstancias.

Recostó su frente en la madera y dio un pequeño salto en su puesto cuando la puerta fue abierta de manera brusca, casi cae. El rostro serio del menor le intimidó, sus ojos ya no tenían el característico brillo que tanto ayudaba a mantenerlos frescos en su memoria y sus labios mantenían una línea recta, estaban un poco secos.

—Tardaste dos semanas en venir.

—Perdón.

Suspiró. Siguió con la mirada a Jungkook, quien se dirigió hacia el corral donde aguardaban sus gallinas, unas diez en total por lo que vio, para darles de comer el maíz que tenía en sus manos.

—No importa.

—De verdad, perdón.

El pintor no respondió hasta que se deshizo de todo el maíz.

—No volverá a pasar.

—No me importa.

Taehyung quiso llorar ahí mismo.

—¿Estás... molesto conmigo?

—Claro que estoy molesto contigo — respondió de inmediato y le dio una mirada fugaz, sus gallinas eran más interesantes que él —. Dejaste de hablarme de un día para otro, me ignoraste en tu propia casa y me dejaste con la palabra en la boca. Si tanto querías alejarte de mí, lo hubieses hecho cuando te lo pedí. ¿Lo que hiciste? Fue cruel.

El tono de su voz era más grave de lo usual, denotaba el enojo que sentía. Lo siguió cuando se adentra al establo, Taehyung miraba y escuchaba todo en silencio, abría y cerraba su boca por la sensación de ahogamiento que le abrumaba, abriéndose paso en el camino hasta quedar a un lado del pintor.

—Pero ya no importa.

—¿No soy importante para ti?

Esta vez, Notte le ignoró.

Fue hasta la cocina, tardó un poco en regresar con una olla llena de agua, donde sumergió muchos pinceles y brochas para que reposen junto él mientras se colocaba su delantal de cuero, tomó entre sus dedos un pedazo de carboncillo y fijó su mirada en un lienzo sin terminar.

De una gallina.

—Tú sí eres importante para mí. — Dijo con el corazón en la mano.

—¿Importa eso ahora? — por favor, no digas más eso —. Te di la opción de irte porque sabía que lo harías, ¿por qué lo hiciste cuando menos lo esperé?

—Escúchame.

—Vete, ahora. Es tu última oportunidad.

—Eres importante para mí...

—¿Y de qué sirve?

Jungkook no quería recordar. Le arde el sentimiento de familiaridad ante el abandono. Él no mentía cuando dijo que su alma no soportaría otro más.

—Fui un idiota. Lo sé y te pido perdón...

Taehyung quiso acercarse, quiso tomar su mano y darle un abrazo que ha querido desde que se distanció, pero no se atrevió. Quiso callar sus pensamientos y la sensación de calidez que el pintor le daba porque estaba mal, tan mal que quema su propia piel por anhelar tanto.

—Pero estoy... Tan, tan perdido que m–me asusta...

No estaba consciente de ello, pero estaba temblando en demasía.

Sus manos extendidas hacia Jungkook Rossi no dejaron de moverse hasta que fueron correspondidas. Su cuerpo estaba frío y sus cachetes ya estaban mojados de lágrimas que estaba reteniendo desde hace días.

El pelinegro se quedó sin palabras.

No, por favor, no hagas eso.

—Lo único que he hecho es pensar, día tras noche, a todas horas. Me di cuenta que me encontraba más solo de lo que pensaba, que el amor que tanto creí conocer no era más que una vil ilusión de la cual estaba acostumbrado a no tener, a no sentir, ni recibir.

—Taehyung...

—La última vez que nos vimos, hablamos sobre el amor — las posiciones de sus manos cambiaron, ahora el Marcini era quien sostenía las manos del pelinegro —. Comprendí que abarca tantas cosas, pero a la vez ninguna, porque se manifiesta de muchas maneras, formas y colores, sin previo aviso y de quien menos te lo esperas.

Sus miradas estaban fijas en su sutil unión, delicada como sus respiraciones. Tan delicada que podría romperse como sus ilusiones.

—¿Puedes creer que no conozco el amor?

Taehyung alzó su vista, encontrando el rostro sonrojado del menor.

—Ni siquiera recuerdo la última vez que me dijeron te amo.

No es sorpresa para nadie que aquel hombre tampoco esté familiarizado con el amor en su hogar. Ese sentimiento solo lo percibían como debilidad.

Jungkook, por su parte, no encontraba palabras para poder hablar. El nerviosismo y una ráfaga de viento frío se apoderaba de su cuerpo, siendo incapaz de incluso no poder mover sus ojos del tacto suave y frágil que el contrario le brindaba.

Todo era un deja vu maldito.

—Admito que esas dos palabras me dan miedo. Admitiré que esas palabras que no me atrevo a pronunciar acompañen tu nombre, Jungkook.

El castaño hacía un lento vaivén en cada cicatriz que veía, sobando con lentitud como si aquello fuera hacer que desaparezcan por completo.

—Me da miedo que sienta que puedo ser yo mismo a tu lado, que mis acciones no serán juzgadas. Me aterra pensar que donde estés conmigo, pueda decir que me siento totalmente seguro y cálido, como habías dicho. Me da escalofríos ver tu cicatrices, no por lástima, no por repugnancia, sino por imaginar todo lo que tuviste que pasar para que tu cuerpo esté marcado de esa manera.

—No debería... No deberías. Ya pasó. Ya no me duele.

—Te juro... — susurró con un nudo en la garganta —. Te juro que me duele pensar que has sufrido.

Jungkook tragó grueso. Mierda, debía parar eso ahora. No podía pasar de nuevo, no podía arruinarse la vida de nuevo.

Pero lo quería tan, tan mal. Tan mal que dolía.

—¿Por qué te alejaste?

—Tengo miedo.

¿Por qué el amor debe ser paciente y sufrido?

—Sí... Deberíamos tener miedo.

Taehyung no tenía miedo de amar a otro hombre, le tenía miedo al amor. En cambio, Jungkook sí teme volver a amar a otro hombre que está reuniendo fuerzas necesarias para apartarlo, gritarle en la cara que son un par de enfermos que no deberían existir y no volver a hablarse en la vida.

Pero solo pudo recibir en sus brazos el cuerpo de Taehyung Marcini.

—No sé qué me está pasando... — susurró cerca de su oído —. Pero, por favor. Por favor, perdóname... No me volveré a alejar así, no quiero alejarme de ti.

No. Esto está mal. Muy mal.

—Está bien — fue lo que salió de sus labios —. No te vuelvas a alejar.

—No lo haré.

Si está tan mal, ¿por qué se siente tan bien?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top