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¿Por cuánto tiempo más evitaría lo obvio?

Aquello que todo el mundo sabe, pero nadie está dispuesto a comentar por miedo. Jungkook siempre fue una mancha en una pintura, una inservible que distraía el paisaje, algo que no debería de existir y se sintió así por mucho tiempo.

Semanas, meses e incluso años, buscó maneras por cielo, mar y tierra para desaparecer su existencia tras mucho sufrimiento, era una salida rápida para terminar con todo. No más dolores de cabeza por sus dañinos pensamientos, no más intentos de acabar con su propia vida, no más noches de llanto.

No más dolor.

Es lo único que anheló por mucho tiempo, un descanso eterno. Después de todo, no existían personas que lo llegasen a extrañar si su alma dejara su cuerpo, a los demás, parecía no importarles que su cuerpo pueda amanecer en cualquier lado rodeado de sangre.

Hasta que pudo formar, sin saberlo, la cosa que empieza por h.

—Pensé que estarías molesto conmigo de por vida.

Namjoon miró al menor con desinterés, lo menos que quería hacer ahora, era ver al pintor revisar sus productos.

—No estoy molesto — aclaró, en realidad, la palabra decepcionado representaría más lo que siente —. Quiero darle un par de utensilios propios a Hoseok, para que los pueda llevar a donde guste sin la necesidad de ir a mi establo a por ellos.

NamJoon Galli sonrió de manera forzada.

—Sólo te estás juntando con gente equívoca, Notte — conocía a la familia Donati, el pueblo entero ya sabía que el hijo del señor Donati había dejado la universidad por andar jugando, lo cual le da muy mala espina —. Elige bien tus amistades.

—Eres tú quien me dijiste que ya era un adulto, no debes preocuparte tanto por mí.

En el mostrador, dejó varias brochas de todo tipo, redondas, planas y finas. Junto a un par de hojas de lienzo, paletas y pintura, empezó a sacar dinero de una pequeña bolsa un par de monedas.

—Lo agradezco, pero ya no lo hagas más.

—SeokJin...

—Sé que lo que te pidió; sin embargo, él estaría de acuerdo con mis decisiones.

El ambiente tenso le asfixia y, el relincho de Stella fuera de la tienda, le hacían querer salir despavorido de allí.

Quería huir nuevamente, pero esa mañana lo había decidido, iniciaría su camino para poder vivir en paz, libre del cargo de consciencia, aunque el miedo compita en grandeza con su valentía ante muy posibles escenarios catastróficos. Una decisión apresurada, pero necesaria.

Jungkook Rossi volverá a ser parte de él, lo aceptará y amará.

Los materiales para Hoseok sólo fueron una banal excusa para ir a la tienda del mayor, su pupilo ya estaba en el establo, muy probablemente jugando en el columpio o durmiendo. Llegó a altas horas de la madrugada, asustando en demasía por su aspecto cansado, como si hubiera tomado, lo cual no estaba tan alejado de la realidad.

Pero sólo había ido a acurrucarse a su lado, con el pretexto de necesitar un hogar donde le dé calidez y vele por sus sueños.

Hogar.

Un hogar, con él.

Aún no lo procesaba del todo.

En Roma, pensó que uno de esos eran unas simples y débiles paredes de una casa, una que parecía fuerte por fuera y débil por dentro, como si el lugar fuese a destruirse con cualquier beso de la primavera, conformado por tres míseras personas – sin contar a su hermana, de quien esperaba que ella haya podido formar uno propio – y el constante rechazo, discriminación y odio hacia todo su ser.

Eso no era un hogar, pero tampoco esperaba obtener uno nuevo.

¿Acaso eso era posible? Es decir, sí. Pudo sentir y conocer lo que era en verdad aquello junto a Jin, pero siempre pensó que el mayor era el responsable de esto, mas no él. Mucho peor, nunca pasó por su cabeza que volvería a tener uno sin su maestro porque se veía como una persona ajena a las demás, una la cual es incapaz de relacionarse con los demás de manera tan íntima.

Porque tal vez Notte no logre hacerlo, pero Jungkook Rossi sí.

Eso hacía que su corazón se sintiera caliente y feliz, realmente feliz, como hace años no lo ha estado. Ahora tenía la responsabilidad de cuidar de su hogar, de amar a quienes lo conforman y proteger aquella unión. A Hoseok, Taehyung y, si se lo permitía, a Namjoon.

Por eso estaba allí parado antes de ir al trabajo con el castaño, con los nervios a flor de piel y pequeña, diminuta, esperanza de que el rechazo del mayor se quede sólo en sus recurrentes pesadillas que lo despertaban a mitad de la noche y no le dejaban volver dormir. Después de todo, también juega un papel sumamente importante en su manchada vida, no quería dejarlo fuera.

—Él... me aceptaría.

—¿Cómo estás tan seguro?

NamJoon tampoco era un estúpido y ya sabía a dónde se dirigía esa conversación, lo supo desde hace algunos meses. Solo que no quería afrontarla.

Tal vez, por sus interacciones con la familia Marcini o su reciente evasión al matrimonio, también puede ser por haber estado tantos años con Jin, hablando sobre sabrá Dios qué.

Lo nota diferente y está seguro que se lamentará al final del día, su espalda totalmente recta le daba una apariencia más decidida, sus ojos cargados de determinación le hicieron dar cuenta que ya no era más un niño asustadizo que se escondía detrás de él o su maestro, el que veía a su alrededor con suma adoración, como si estuviera viendo por primera vez.

Ahora sólo podía apreciar a un hombre adulto, decidido de sus acciones. Uno el cual ya no necesita ningún control sobre su persona.

—Lo puedo sentir.

Sus piernas eran débiles en ese momento, pero no permitiría que algún acto de vulnerabilidad saliera a la vista. Su diestra, misma que contenía el dinero, se posó sobre su pecho, a la altura de su corazón.

—Aquí, lo sé. Me ama siendo simplemente yo.

—Estás cometiendo un error, eres un error.

—Abuelo Galli... — murmuró con tristeza, sus pesadillas se estaban volviendo realidad.

—No me llames así — suspiró y empezó a acumular lágrimas, el dolor en su garganta también fue cruel —. Aún estás a tiempo de corregirte, puedo hablar con el padre Conte para eso y a la casamentera para que consiga una buena mujer para ti.

—No me quiero casar con ninguna mujer.

—Pero lo necesitas.

—No, NamJoon. No lo necesito...

«Sólo necesito que me des amor, que me aceptes.»

—No hace falta nada de eso. Yo sé quién y qué soy... no quiero seguir ocultándolo a las personas que amo. Que me gustan los...

—No sigas hablando más.

«Fue SeokJin, ¿verdad?» Quiero escupir.

«Él te metió sus ideas locas en la cabeza, sabía que no debí haberte dejado a su merced por tanto tiempo, pero ansiaba tanto tener una familia que acogió al primer enfermo que se le cruzó en el camino.»

—¿Aún sigo siendo un niño para ti que no puede valerse por sí mismo?

Bufó cuando NamJoon asintió. Le hastiaba en demasía, no tenía voz para reprochar algo, sólo debía asumir con tranquilidad todo lo que se le daba sin reproche, no estaba en posición para hacerlo.

Pero ya no estaba dispuesto a hacerlo más. Quería respuestas.

Su mueca confusa se intensificó más cuando el nombrado sólo sonrió sin gracia y salió del mostrador, directo hacia la salida. El miedo y la preocupación se apoderaron de él cuando corrió hasta la puerta y la cerró abruptamente, sumando a ese ruido el caer de las monedas al suelo, impidiendo el paso del contrario con su propio cuerpo.

—No pido que me aceptes, sólo que me respetes y te permitas ser parte de mi... hogar — habló atropelladamente con el corazón en la mano, mismo que palpita tan fuerte como sus deseos de, simplemente, largarse a llorar —. Puedo... puedo hacerte cambiar de pensar y hacerte ver que no hay nada de malo en mí.

—No te rebajes de esa manera. No quiero, ni necesito nada de ti y tu asqueroso hogar.

Jungkook, a esas alturas, sólo deseaba que su abuelo Galli esté hablando desde una perspectiva cegada por la maldita influencia de la iglesia.

Porque el rechazo duele como el mismo infierno.

Ya había estado allí antes, el frío quemaba y el calor, congelaba. Sus cicatrices sólo representan las grietas en su alma muerta, pero él mismo se lo buscó, él mismo fue quien decidió dar la cara y eso está bien, si no se entregaba a las llamas de aquel lugar ahora, no cree poder hacerlo nunca.

La valentía que nacía del sol le hacía sentir seguro, capaz de cualquier cosa, incluso para enfrentar a quien también es un padre para él.

—Pero, ¡¿qué cambia en mí el hecho de que me gusten los hombres?! — gritó, sin medir el volumen de su voz, rogando para que las paredes no tengan oídos esa mañana — ¡Sólo son mis gustos!

—Gustos dañinos, diferentes a los que dicta Dios.

—He pasado mucho tiempo pensando lo mismo. Incluso si me lo repetían día a día y lo trataba de negar, sabía en el fondo quién soy — su postura se volvió frágil en un momento y sintió que caería, pero no dejó que eso suceda —. Y no sabes cuántas veces le pedí a Dios para que me corrigiera, pero si él no pudo hacerlo hace años, ¿quién podrá hacerlo? O, ¿verdaderamente tengo que cambiar algo?

—¡No sabes lo que dices!

La situación también se le estaba saliendo de las manos al mayor, aunque fuese él mismo en provocarlo sin darse cuenta.

—¡Claro que lo sé! — aunque su garganta doliera como si una bestia sedienta la desgarrarse con sus garras, él sólo quería seguir gritando — Ya no soy el niño que aceptará ser golpeado por ser él mismo, ni el desconocido que te seguirá con los ojos cerrados por donde vayas.

—No lo acepto, no.

—No necesito tu aceptación. — mintió con el alma rota.

—No aceptaré que tú mismo te lleves a una perdición, no si yo puedo impedirlo — un sollozo lastimero se escuchó por encima del bullicio del pueblo cuando Namjoon tomó bruscamente de su brazo con un empujón que lo dejó tirado en el suelo, obligándole a quitarse de la puerta, misma que fue abierta de par en par —. Vamos, hablaré con el Padre Conte. Él sabrá qué hacer contigo.

Jungkook jaló con fuerza el cuerpo contrario, llevándolo directo a su lado. Con movimientos rápidos, pudo cerrar nuevamente la tienda, sin importarle que varios ojos curiosos le observaron desde la calle.

Por un segundo, vio su tormento frente a sus ojos, aquel que ansía olvidar y perdonar.

—¿Crees que Dios se siente orgulloso de cómo nos tratan? — preguntó, Galli no mostró ningún atisbo de volver a levantarse o responder — ¿O de las crueldades que hacen en su nombre?

—Es todo por tu bien, Notte. ¡Es por tu bien!

Ambos ya se encontraban llorando como pequeños infantes sin saber qué hacer. La constante lucha de ideales y enseñanzas del mayor hicieron que su cabeza explotara, ver a quien juró cuidar por sobre todas las cosas mientras sentía su pecho arder, no era un escenario que alguna vez se imaginó.

—Quiero protegerte — admitió el mayor —. Incluso de ti mismo. Estás dañado y lo mismo harás con tu vida.

—No soy un objeto para estar defectuoso, deja de verme como tal — con el poco coraje que albergaba en su cuerpo, pudo colocarse de pie —. Mírame por quien soy, Jungkook Rossi. Romano de casi veintiocho años, pintor, algunas veces escritor y poeta con pésima ortografía. Hombre sin ambiciones, mucho menos sueños, pero que intenta tenerlos para no cometer la misma estupidez que hace algunas semanas

—Cállate.

—Alguien que pudo escapar de las garras de la iglesia y su propia familia, quienes también lo veían como una cosa que intentaron arreglar por años a base de tortura. Pero ahora quiere poner su frente en alto.

—Esto es mi culpa, Dios mío. — se lamentó en voz baja.

—Quien fue engañado por alguien como él, después de aceptar con rencor y odio su destino y lugar en este mundano mundo lleno de hipócritas, personas que profesan el amor banalmente sólo a sus prójimos similares a ellos, dejando de lado a los diferentes — con una sonrisa sin gracia, señaló todo su cuerpo —. Cuando, después de todo, somos malditamente iguales.

Maldición, si no sintiera que está a punto de vomitar por los nervios, celebraría el desconocido orgullo que tenía de sí mismo ahora.

El silencio de Namjoon fue suficiente respuesta para él. Uno con sabor a miseria, rechazo y decepción. Sus ilusiones quedaron rotas, aún a sabiendas de lo que iba a pasar.

—Puedes ir a delatarme con quien se te dé la gana, el Padre o al pueblo entero. Puedo morir en sus manos, pero lo haré sin que hayan podido cambiar mis sentimientos — limpió con brusquedad algunas lágrimas rebeldes que salían de sus ojos, para después envolver la manilla con sus palmas —. Moriré amando a otro hombre.

—¿Acaso no lo ves? ¡Estás arruinando tu vida por un hombre como Taehyung Marcini!

—¡Taehyung no es cualquier hombre! — exclamó —.No somos malas personas. Si te dieras la oportunidad de conocernos...

—Sólo vete — pidió, aún en el piso —. No diré nada porque no quiero verme envuelto contigo. Deja de aparecerte por aquí y aléjate de mi familia, dile lo mismo a Marcini.

—Lo haré, sólo porque eres una persona importante en mi vida, aunque tu rechazo me haya destruido por dentro. Pero volveré por respuestas y espero obtenerlas una vez que lo haga.

No tenía pensado volver en algún tiempo, al menos, el que cree prudente para que su mayor pueda aceptar quién es. La puerta fue abierta, con esto, unos pequeños rayos de luz del sol mañanero iluminaron el lugar. Antes de poner un pie fuera de la tienda, volvió a mirar atrás.

—La entrada a mi hogar siempre estará abierta para ti, queda en tus manos pertenecer allí o no.

Y salió, dejando un alma confusa con la suficiente desilusión encima para competir con el pintor. Perdiendo a una persona, pero ganándose a sí mismo.

Una vez al lado de Stella, la montó y se dio el lujo de romperse un poco mientras cabalgaba hacia la casa del castaño, quien lo debería estar esperando desde hace algunos minutos, no estaba consciente de la hora y tampoco es como si eso le importase ahora. Sólo quería llegar a su lado.

El trayecto fue corto al estar ahogándose en sus pensamientos, el dolor en su garganta no se detenía hasta el punto que pensó morir de asfixia, pero todo aquello desapareció cuando sus pies lo guiaron hasta el despacho de Taehyung, ignorando a cualquiera que se le pase por el frente.

Sus nudillos tocaron con desesperación la madera, después de haber intentado entrar sin éxito al estar trabada la entrada, esperó sin paciencia que el lugar sea abierto. Los nervios aún no se le iban del cuerpo y podía predecir que, en cualquier momento, un desayuno inexistente saldría de su boca hacia el suelo.

Cuando el chirriante ruido de la puerta siendo abierta llegó hasta sus oídos, al igual que la imagen de aquellos ojos que amaba observar y esos labios que ansiaba probar.

Se escabulló como un insecto de tierra bajo la atenta mirada del contrario, sólo para abrazar su cintura con el miedo disfrazado de fuerza, no sin antes volver a cerrar el despacho a sus espaldas. Escondió el rostro en el cuello de Tae, quien no paró de preguntar sobre si había pasado algo o si se encontraba bien.

Dejó todo el ruido de lado y se concentró en el calor que sus cuerpos emanaba.

—Este es mi hogar.

Aquellas cuatro palabras fueron suficientes para callar al castaño, además de un par de cosquillas que sintió en su cuello por la nariz contraria que acaricia su piel.

Tener el pecho de Jungkook junto al suyo le hizo creer que no sólo ellos se abrazaban, sino también sus corazones, los cuales parecían estar en la misma altura mientras danzan con alegría sus latidos, enviándole una sonrisa al rostro de manera inmediata y un poco dolorosa para sus mejillas.

—Y lo amo.

Recibió gustoso el cuerpo del pelinegro, se pasó de puntillas para acunar con más presión el mismo. Suspiró lleno de dicha, afortunadamente estaba solo en el despacho, por lo que poco se preocupó cuando buscó un par de labios para juntarlos con los suyos en un beso suave y lento después de bajar con brusquedad su velo, inocentes a la vista de cualquier adulto al ver que ni siquiera se movían, sólo disfrutaban el dulce tacto.

—¿Soy parte de él? — preguntó con una sonrisa burlesca al separar sus cabezas, a lo que el pintor asintió sin rechistar y un aire de alivio.

—Taehyung, tú eres mi hogar.

—Yo también amo a mi hogar.

—¿Yo soy parte del tuyo? — Taehyung asintió al susurro.

—Lo eres, mi Noche.

Dios, cuánto ama que le diga así.

Un par de suspiros más salieron de sus bocas, antes de volver a unirlas de forma más intensa que la anterior vez, mientras avanzan a pasos cortos hacia uno de los sillones de la habitación, uno pequeño y donde Yoongi solía descansar todo el día.

La espalda del mayor chocó con los almohadones rígidos, pero eso no le pareció importante ahora. Sólo eran ellos, compartiendo un momento de intimidad donde disfruta sentir el peso de Jungkook encima de él, sin la intención de aplastarlo por completo y sus piernas enredadas con gracia, a la par que las caricias en su cintura se volvían constantes, realmente tiernas.

—Puedo parecer alguien reacio a caer en las garras de este maravilloso sentimiento — dijo el pelinegro, redirigiendo sus besos por todo el rostro contrario hasta llegar a su mandíbula —. Porque el miedo me ha mantenido cautivo por largos años al igual que las mentiras, pero quiero dejar eso atrás — descendió hasta la curvatura de su cuello y hombro —. Ahora me siento como un jodido guerrero dispuesto a todo.

» Soy un ser humano y me va a costar, lo más probable es que sufra al tener una sensación que me impulsa a hacer idioteces, la cual ha estado presente desde que te conocí y realmente me aterré al reconocerla. Sin embargo, después del temor, está aquella satisfacción de cumplir mis deseos y saber que no existirán un par de: ¿qué habría pasado si...?

» Quiero que conozcas todo de mí, así como yo de ti. Estuve rezando por unos días para que no te apartes una vez sepas mi verdad, esa que nunca he nombrado e intentado ignorar todo el tiempo, pero que está presente por donde mire, quiera o no, aún si lo he dejado. Si no lo haces, desde ya te lo agradezco y también sabré comprender si te alejas. Sé qué es estar atado a una persona, yo no quiero eso para ti, ni para nosotros.

Aunque las muertes en las guerras fueran inevitables, él iría sin dudar.

—¿Esto es lo que hace el amor? — Jungkook asintió con un suspiro, dejando descansar su cabeza en el pecho contrario — Aún me falta mucho por aprender, quisiera poder expresarme mejor con palabras.

—Yo tampoco soy un experto en esto, podemos aprender juntos — Tae acarició con parsimonia las mejillas del menor, recibiendo un leve gemido de satisfacción ante el toque de sus manos —. Las palabras son necesarias, pero si lo tuyo son las acciones, está claro que las aceptaré gustosamente.

El castaño alzó mucho más las comisuras de sus labios, sólo concentrándose en ellos mismos. Sin dejar espacio a cualquier otro tipo de pensamientos, ni siquiera esos en los que se preocupaba que Yoongi no vaya a interrumpirlos, mucho menos en las palabras de su madre diciéndole esa mañana una joven de buen apellido vendría en la tarde para tener una especie de encuentro con ambas familias.

Le hizo oídos sordos a aquella parte de él que le pedía a gritos que se detuviera.

—Aun no comprendo del todo, pero no tienes idea de cuánto quiero hacerlo — el anhelo del pintor era tan fuerte dentro de sí que empezó a acumular lágrimas en sus ojos, nuevamente —. No como antes lo creía, de ser necesario, soy capaz de establecer una nueva definición a lo que es el amor y lo colocaré en mi vocabulario.

» Aspiro a que tengamos una relación hermosa como siempre imaginé. Esas en las que parecen no existir en la vida real, sino sólo en historias, las mismas que no he visto en ninguna otra pareja a mi alrededor. Quisiera que marquemos la diferencia, aunque lo hacemos, ambos somos hombres. Un par de hombres que se aman.

Taehyung le miró con ternura mezclada con angustia, porque empezó a sentirse un poco abrumado.

Sus dedos se enredaban en la cabellera negra de su amante, notando cuán largo estaba. Esperó no ser tan obvio en su nerviosismo, lo cual falló estrepitosamente al tener la mirada confundida del contrario después de haber escuchado los acelerados latidos de su corazón.

—¿Tú no quieres?

Su silencio hizo eco en la cabeza del pintor, como si fuese un gran ruido del cual no podía escapar. La vista de Marcini se mantenía fija en él, casi sin pestañear, demasiado sumergido en sus pensamientos. Después de unos largos y casi eternos segundos, entendió la pregunta.

—Estoy preocupado, es todo — se apresuró en aclarar mediante susurros —. Últimamente he estado pensando mucho sobre nosotros y lo que nos espera, ahora puedo sentir una parte de tu temor.

Y era cierto, tal vez, él no pensó ni analizó mucho el problema social al que se enfrentarían desde un inicio. Ahora toda esa carga de tristeza azul le consumió como una gran ola en la playa, de esas que te arrastraban por toda la arena.

Los estigmas, problemas, el constante cuidado que deberán tener si no quieren que lo suyo se mantenga en secreto... el rechazo. No lo soportaría.

Estuvo rondando por sus pensamientos las posibles reacciones de sus allegados al saber de su secreto, que un hombre como él, ame a otro como Notte. El rostro desfigurado de dolor y desagrado sobre su persona no dejó de repetirse en sus pesadillas por esos días, de igual manera el de sus hermanas e incluso de varias criadas de la casa, Caramella y Berenice.

Yoongi de igual manera, aunque éste ya le haya aclarado que no tiene nada en contra de las personas como él, aún existe una posibilidad que le mire con asco y eso terminaría por matarlo.

—Necesito decirte algo.

Compartieron un semblante triste y preocupado, con un par de fuertes latidos que hicieron doler su pecho, sin llegar a generarse un llanto incontrolable. El castaño supo de inmediato que las cosas no parecían ser tan buenas como las sentía, pero aún no sabía con exactitud qué era.

—Primero quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer muchas cosas por nosotros — dijo tras tragar grueso, tomando las manos del castaño entre las suyas —. Salir de mi pequeño espacio seguro para que tú te vuelves ese lugar que me hace sentir bien, más de lo que haces ahora. También a resolver muchas de tus dudas sobre mi pasado, no quisiera ocultarte nada. Eres libre de preguntar lo que sea, aunque algunas respuestas tardarán un poco más que otras.

—...

—Pero también necesito conocer qué es lo que tú harás — con su índice apuntó el pecho contrario, tocándolo con delicadeza, como si estuviera acariciando su mismo corazón —. Lo que tú sacrificarías por mí y por ti.

Taehyung le miró con temor, mordiendo su lengua al no saber qué decir, agachó su mirada al leve tacto que les mantenía unidos.

—No volveré a dar todo de mí para recibir miserias — ¿qué es lo que debería decir en esas circunstancias? —. Y no es para sonar grosero, pero no sería justo que yo trabaje por los dos mientras tú no haces nada.

Su silencio, nuevamente, hizo estremecer a Jungkook, quien se afianzó el agarre con un atisbo de esperanza en sus ojos.

—¿A qué te refieres?

Nunca se había sentido tan atemorizado en su vida, buscó con desesperación por todo su despacho algo que le ayude a pensar o lo que pudiera ofrecer. Porque esa era una de las pocas maneras en las que ha aprendido a ser agradecido, entregando un objeto de valor a cambio de, también, sobras.

No, sabía que no es correcto que él se quede viendo desde lejos cómo su amor lucha contra un sinfín de problemas. Quiso decir que, de igual manera, se enfrentaría al miedo, aunque sus piernas tiemblen y la respiración le falle, que le protegería y más porque se supone que eso debería responder, pero las palabras morían en su garganta, sin la oportunidad de decirlas.

—¿Estamos en peligro? — preguntó, rehusandose a ver el rostro decepcionado del menor al no recibir la respuesta que esperaba.

—Si nos llegasen a descubrir, ¿qué harías?

—Huir — el pelinegro suspiró —. Hay muchos lugares a donde ir... Grecia, Alemania...

—Namjoon ya lo sabe, antes de venir hacia acá, se lo dije.

Eso hizo helar su sangre.

—¿Por qué...? ¿Por qué se lo contaste?

—Él lo dedujo por sí solo, hace un par de semanas que también me ha estado insinuando que me aleje de ti — respondió con calma el pintor —. Sé que era muy predecible su rechazo... pero tuve fe en que no lo haría. Creí que me amaba.

Taehyung se quedó callado.

—Aunque ahora podría queriéndome morir, siento más alivio que tristeza — una sonrisa se posó en el rostro del pelinegro; sin embargo, sus ojos mantuvieron su semblante serio y melancólico —. Te estoy hablando de este tipo de cosas que haría por nosotros. Sí, estamos en peligro y espero que NamJoon cumpla con su palabra de no delatarnos, pero estoy bien porque estás conmigo. No me importa nada más.

—¿Incluso si podemos morir?

—Incluso así. Si eso sucede, ya nadie llorará en nuestras muertes más que nosotros mismos en cualquier lado que guste recibir a dos tontos enamorados.

Taehyung, con lágrimas cayendo en sus mejillas, se abalanzó sobre Jungkook quedando encima de él como de costumbre. Con un par de sollozos que fueron bajando de intensidad al sentir la calidez del cuerpo contrario, mientras no dejaba de pedir perdón.

—Sí quiero... — exclamó, un par de caricias en su espalda baja que buscaban su consuelo —. Pero no sé por dónde empezar.

—No seas tan duro contigo mismo. Tómalo con calma. Hoy fui impulsivo, pero es algo que he ocultado desde que lo conocí. Tú recién estás conociendo el amor, no debes ir a mi mismo paso. Solo quiero saber que me vas a apoyar incluso en el peligro de existir.

—Soy una mala persona...

—No lo eres, mi Día.

—¡No! ¡Soy la nada misma! — con fuerza, se sostuvo del cuello contrario y suspiró — Soy egoísta, con actitudes narcisistas y no suelo pensar en el bienestar de otra persona que no sea yo. Pienso que todo se arregla con un poco de dinero, sin esfuerzo y mi alrededor es tan frágil que podría destruirlo con un beso del viento.

» ¡Porque es lo único que he aprendido en mis treinta años de vida! Jamás tuve que preocuparme por alguien más, mi familia nunca se quejó y creí que, por eso, estaban bien. Pero la verdad es otra, una muy cruel, nada está bien en esta maldita casa, ¡siento que todo se derrumba de la noche a la mañana! ¡Y yo no podré hacer nada para evitarlo!

» Hasta que llegaste tú y te robaste una parte de mí. Ahora sólo quiero abrazarte y nunca más soltarte.

—No tienes que hacerte cargo de todo tú solo — el cariño con el que acaricia la piel canela del mayor hizo sollozar al mismo —. Por lo mismo te pregunté qué estarías dispuesto por nosotros, es un trabajo de dos, no uno, ya aprendí. Así mismo debe de ser con tu familia, no eres el piso donde ella descansa, eres un pilar para ayudar a levantarla y no podrás hacerlo en soledad, tienes que tener a tus otros pilares a tu lado.

—Pero, ¿cómo hago eso? Si hemos pasado tanto tiempo esperando a que yo me haga responsable de absolutamente todo. Además, y en cierta parte, me alegra saber que ella depende de mí. T-Tengo un lugar asegurado en un hogar, aunque no sea tan amoroso como me gustaría, me conformo con eso.

—Es que no debemos conformarnos con lo poco que nos entrega la vida, a veces, merecemos mucho más de lo que recibimos.

—Tú mereces más que un infeliz como yo. — Jungkook negó divertido, intentando buscar el rostro del mayor sin éxito, puesto a que éste se escondió en su cuello.

—El simple e infeliz aquí soy yo — Taehyung no pudo evitar soltar una risa, recordando aquella noche en la que el contrario le dijo su nombre —. Pero la cuestión es aprender, arriesgarse y todo lo que quiere hacer Hoseok. Siempre afirma que la vida es una y hay que gozarla.

—La vida es muy corta como para sólo pensar en lo bueno, ¿dónde quedó el miedo a lo que pasará mañana? ¿Cómo puede dormir sin saber si el día siguiente será agradable?

—Rodeado de amor y aprecio — porque eso fue lo que hizo, Donati fue hasta él con el fin de descansar —. Quiero ser el que vele por tus sueños, así como tú de los míos. El que te abrace cuando note que estás teniendo una pesadilla, quien te susurre al oído que todo estará bien, aunque ambos sepamos que eso será muy poco posible.

—Yo quiero ser ese para ti también, pero no sé si pueda lograrlo — se sinceró, sintiendo de inmediato su cuerpo totalmente relajado —. O si puedo soltarme de mis ideales y ser quien necesitas.

—Entonces te falta tiempo — Taehyung asintió con confusión —. Para que puedas ordenar mejor tus pensamientos sin ningún tipo de distracción, en el que me puedas demostrar un poquito tu esmero en nuestra relación.

—Sí, eso creo.

—Tiempo alejado de mí.

—¿Qué? — dejó a la vista su rostro, un río de lágrimas marcaron sus mejillas, mismas que fueron acariciadas por finos dedos con cicatrices — No, eso no.

—No me voy a alejar del todo de ti, mi Día — haciendo como si nunca le dijera ese apodo tras ver un sonrojo, siguió hablando —. Solo que todo parece ir demasiado rápido. Un día nos besamos y otro, ya estás encima de mí.

—¿Te molesta? A mí no.

—No es que me moleste. Pero debemos pensar en que, tal vez, no sea lo adecuado teniendo en cuenta que, para ambos, existen problemas por resolver — Taehyung maldijo en voz alta, tenía razón —. Lo mejor sería limitarnos a ciertas cosas como estas, ya no venir a trabajar o simular que lo hago y que tu ausencia en el establo siga así.

—No tendríamos tiempo para hablar y hacer que lo nuestro funcione.

—Claro que sí. Podemos retomar lo que hacíamos antes de saber nuestros sentimientos como tu retrato, sigue a medias. Ve al establo de vez en cuando, siempre estaré allí esperándote.

—¿Y luego volveremos a estar así?

—Luego estaremos incluso mejor — el castaño sonrió, aún seguía poco conforme con la situación, pero si lo decía Jungkook era por una buena razón —. Todo depende de que me muestres que eres capaz de arriesgarte por ti y por mí.

¿Eso era la mejor?

—Está bien.

Tal vez.

Yoongi conoce muy bien la envidia, sin embargo, no puede evitar sentirla una vez está cerca de Taehyung.

Envenena el alma, destruye tus pensamientos y todas esas patrañas escasas que un par de adultos le advirtieron durante su vida. Lo conoce desde hace mucho tiempo, le ha visto reír, llorar, cree saber muchos de los secretos de su familia por la boca floja del menor, al igual que sus pensamientos.

Juntos han sido unas personas transparentes con respecto a sus mundanos sentimientos, más porque están conscientes de manera silenciosa que no recibirán ninguna recriminación del otro.

Se encuentra en la residencia Marcini, más específicamente en una habitación de invitados, lugar donde yace desde su llegada. El sofá del despacho de su amigo se ha vuelto su cama y las quejas del castaño no podían faltar en sus tardes solitarias.

—No puedo creer que hayan traído a una niña de dieciséis años, ¿qué esperaban que hiciera? — la verdad es que el pelinegro no escuchaba con detenimiento lo que el contrario decía, sólo opta por asentir con su cabeza — ¿Que verdaderamente acepte convertirla en mi esposa? De imaginarlo me da asco.

—Brina tenía dieciséis cuando tuvo a Mia, imbécil.

—Ah, mierda. Lo olvidé, disculpa.

Su vida entera podría resumirse en una obra hecha por un bufón, sin gracia verdadera y rozando lo ridículo, lleno de pena ajena. Porque Taehyung podía decir no en algunas ocasiones, mientras que él sólo debía acatar todo lo que decían sin rechistar.

Ha acatado todo lo que le han ordenado como buen animal domesticado. Si bien una maldición o queja sale de su boca, no queda más que un sencillo murmullo de un hombre sin control sobre él mismo.

Pasó cuando contrajo matrimonio, aún si él tenía veintiocho años y, la adolescente con la que lo emparejaron, tenía tan sólo trece años. Aun cuando se negó a tocarla hasta después de tres años viviendo justo, después de que el padre de la muchacha lo haya golpeado insinuando que no quería a su hija y era cierto, ¡no quería a la niña!

Aun si atentó contra su propia integridad por la pérdida de sus decisiones, incluso así no consiguió que los demás tomaran posesión en él como un muñeco de trapo.

Y estaba harto.

—Deja el espejo en paz que nada va a arreglar tu rostro. — el menor bufó, sin embargo, no se movió.

Los dos competían de manera infantil para poder ver su reflejo, cada uno concentrado en lo suyo. Yoongi iría a visitar esa tarde a sus padres tras encontrarse con una criada de su casa en el mercado, cuando él sólo había ido a curiosear para ver cómo estaban las cosas en su pueblo natal, haciendo parecer que le importaba cuando, en realidad, le es indiferente si una sequía o lluvias torrenciales lo azotan.

Marcini, en cambio, sólo miraba con detenimiento su cara y torso, murmurando cada imperfección que tiene mientras alisa su vestimenta con las manos.

Ambos portan jubones blancos, no eran tan cómodos.

—Ya me acostumbré a sólo usar camisas de lino — habla el pelinegro para sí mismo, odiando su aspecto —. Me veo ridículo.

—La verdad, sí.

—Estamos vestidos igual.

—Pero a mí me queda mejor. — Yoongi bufó.

Taehyung nunca fue una persona que ha cuidado mucho de su apariencia, incluso si tiene un gran repertorio de finas telas para adornar su cuerpo. Incluso lo que vestía Cetti era de él, un par de sirvientas le ayudaron a confeccionar las prendas para el cuerpo del pálido porque le quedaban un poco grandes.

Aun así, ahora verle tan ensimismado de su aspecto, era raro y misterioso.

—¿Quieres beber cuando regreses? — pregunta el castaño — Podemos ir a algún bar y sólo tomar cerveza.

—Prefiero el vodka.

—Vodka será — Tae prefirió no seguir viéndose, a este paso, terminará odiándose y ese día no se le puede hacer tarde —. ¿Te molesta si invito a Jungkook y a su pupilo?

—Con tal de que no me robe nada, está bien mientras haya alcohol. Hace mucho que no estoy ebrio — él también se dio vuelta, enojado con el espejo porque, según su lógica, ese pedazo de vidrio simple era el que le hace ver mal —. Espera, ¿y él querrá salir sin su velo? Porque no se lo saca aún si sólo estamos los tres y ya vi su rostro.

—Es una cuestión más de confianza, apenas te conoce — Tae murmura —. Podríamos ir a otro pueblo sólo por esta noche en caballo, si es así, no creo que haya problema. De todas maneras, lo consultaré con él.

—De acuerdo — terminó por decir, sus manos sudaban frío. Yoongi parecía estar listo para salir de la residencia, al menos, de apariencia porque sus pensamientos seguían siendo un revoltijo — ¿Harás algo o para qué tanto te arreglas?

—¿Me veo bien?

—Estás decente.

—Notte seguirá con mi retrato en un par de horas. — Cetti le miró con extrañeza, mas no dijo nada al respecto.

Ambos se dieron media vuelta para poder verse nuevamente en el espejo, soltando un suspiro para encontrar algún error en ellos. Uno porque no desea verse mal en una pintura y el otro, para evitar que sus padres le reprochan lo que sea que puedan ver con su maldito ojo crítico.

—Ya me voy — dijo el pelinegro, Marcini asintió, pero no se movió —. Uh, sí. Ya me iré.

—Ya vete.

—Estoy reuniendo valor.

El castaño sonrió, posicionándose al lado de su amigo, juntos vieron su reflejo y notaron la diferencia de altura – adorable – que tenían. Tae era el más alto y el contrario le daba por los labios, ninguno decía nada, disfrutan de su compañía mientras muchos suspiros se escuchan en medio del silencio.

Yoongi siente sus manos sudar e intenta mentalizar que hablará con sus progenitores, evade las preguntas de qué lo hará porque no tiene de otra. Muerde sus labios sin evitarlo e instantáneamente siente dolor por las llagas que yacen en ellos, también el salpullido de su nuca y demás partes de su cuerpo pica, pero lo deja pasar para no irritar más la piel.

Tal vez pueda platicar sobre su trabajo o de su propia familia, su hija siempre será tema de conversación, por lo que dirá todas las cosas que ha hecho desde la última vez que se vieron, es decir, hace un par de años.

El silencio los abrazó con familiaridad, se sentían a gusto con sus compañías, así como siempre han estado el uno para el otro sin decir alguna palabra.

—¿Deberíamos abrazarnos?

—Cállate, Taehyung — el mayor ríe en voz baja, no sin antes rodear los hombros contrarios con su brazo —. Por cierto, le dije a mi Mia que pusiera tu dirección en las cartas que me envía. Cuando las tengas, me las das.

—La correspondencia llega en dos días — responde de inmediato el menor, recibiendo un pequeño agradecimiento del otro —. ¿Estás nervioso?

—Joder, sí. Creo que escupiré un pulmón — Yoon suelta otra risa fingida, un poco gruesa a comparación de sus verdaderas carcajadas, de esas en las que sus encías se muestran en todo su esplendor mientras sus hombros se sacuden —. Aguarda un segundo. Creo que de verdad voy a vomitar.

—Puedo acompañarte, si quieres — el pelinegro rápidamente niega, llevar al menor también significaría un problema, más de los que ya tiene —. Dios, mejor. No tengo tiempo igual. Sólo lo dije para parecer un buen amigo.

—Préstame un caballo, por favor — pide, ignorando lo antes dicho, a lo cual el contrario asiente sin importancia —. ¿No tienes algo de alcohol por aquí? Puede que me dé la valentía que necesito o me ponga lo suficientemente ido para salir de la residencia.

Taehyung no dice más nada para ir a una mesa de noche al lado de su cama, de la cual saca una botella de whisky de un cajón, también carga con dos vasos de vidrio y llega hasta el mayor, quien espera impaciente a que le sirva un trago de aquel líquido.

—No mucho porque aún es muy temprano para emborracharte, eso déjalo para la noche.

Yoongi toma la bebida una vez fue servida, de un solo sorbo. Siente su garganta arder, pero no lo toma en cuenta y se abstiene de pedir más. Marcini toma a la par del contrario, más lento y sin prisas para volverse a ver al espejo.

—Estoy... — comienza diciendo el mayor, para después hacer una mueca de disgusto — Estoy envejeciendo.

—Estamos envejeciendo — le corrige el castaño —. Siento que la vida se me está yendo de las manos.

—A mí también.

—Si te sientes mal, puedo pedirle a Berenice que te prepare una infusión rápida — el pelinegro asiente, pero niega con rapidez —. Sólo no digas que ella prepara hierbas, sería peligroso.

—Está bien. Soy bueno guardando secretos.

Cetti suspira y se asusta cuando un par de brazos se deslizan por su cintura, parte de su cuerpo que aborrece un poco al ser más angosta que el promedio de los demás hombres. Allí una buena razón para odiar los jubones, éstos se adhieren con fuerza a su cuerpo y resaltan de manera patética el par de curvas que tiene, mismas que su padre ha criticado haciendo alusión a su mal figura afeminada.

Pero Taehyung no dice nada y eso le reconforta, de cierta manera, traga grueso y evita ver sus reflejos. El menor le alza en el aire, sólo unos escasos centímetros del suelo para zarandear, sin mucha fuerza. Sonríe inconscientemente.

—De verdad estoy muy feliz que seamos amigos, Yoongi — el tacto se deshace en cuestión de segundos junto a sus latentes corazones, era la primera vez en años que compartían algo así —. Ve con el mozo de cuadra y dile que te dé a Raggio di Luce.

—¿Le pusiste nombre a tu caballo?

—Es lindo... — el pelinegro ríe sin saber el verdadero porqué de la situación —. Y, con su pelaje amarillo, parece a un rayo de luz cuando galopa.

Yoon se despide con palmadas en el hombro contrario mientras siente el corazón en la boca. Sale de la habitación y sus pisadas simulan ser firmes, aunque él las perciba como gelatina. Saluda con un asentimiento de cabeza a un par de criadas que pasan a su lado con la cabeza gacha y, por un momento, quiere perderse entre los pasillos de la residencia.

Incluso se atravesó con Fiorella, quien sólo le dedicó una mirada de inferioridad, aunque ella sea mucho más baja que él. No había rastros de las Marcini menores por ningún lado.

Una vez está encima del caballo, desconoce si su trasero es pequeño o la montura es demasiado grande para su cuerpo, pero se abstiene a pedir un cambio por la repentina cohibición que le abraza.

Las puertas que dan a la carretera de tierra y desolada se abren, dándole pase para salir, lo cual hace aún con sus manos temblando a más no poder.

El trote del animal es lento para no llegar tan rápido a la casa de sus padres, tiene que atravesar todo el pueblo porque, como él, a sus progenitores les agrada la idea de completo silencio en – casi – medio de la nada, con un par de viviendas igual de grandes a su alrededor como vecinos.

Una mueca de disgusto se posa en su rostro después de un tiempo de su recorrido, el bullicio del centro se puede escuchar con mucha claridad, también algunos gritos graves que no puede descifrar, aunque tampoco le interesan. Así que decide rodear el mercado para no toparse con ningún comerciante que se le acerque a ofrecerle algo.

No es que él no quisiera a su gente, en cierta parte, está agradecido y alegre de volver al lugar donde creció, pero los recuerdos de su niñez no son muy satisfactorios como le gustaría. Aun así, ahora no está lo suficientemente cómodo como para estar rodeado de personas.

Pasa por algunas moradas de madera y, lo que parece ser, barro o arcilla. Un par de niños que juegan con ramas de plantas y hojas secas lo ven con una sonrisa, queriendo también divertirse con el gran semental que, simplemente con una pisada, podría aplastarlos.

Siente pánico al verse rodeado de muchos infantes con el objetivo de tomar las patas del animal, quien también parece sentirse abrumado por el repentino acercamiento.

—¡Esperen, tengan cuidado! — grita y ve por su alrededor, con la esperanza de que un adulto se haga responsable de los pequeños — ¡Estoy diciendo cuidado!

Desesperado, se baja e intenta pasar la calle mientras sostiene la correa que pasa por la boca del animal, los niños empiezan a tirarle lo que sea tengan en la mano y él se muerde la lengua para no insultarlos. Porque también tiene una hija y ella, a veces – muchas –, le lanza uno que otro juguete de madera a la cabeza.

—¡No caminen detrás de él! Los puede patear — de pronto, tiene a seis pulgas mirando a Raggio como una maravilla y sí, puede que el color del mismo sea sumamente atrayente, pero no para quedarse viendo por mucho tiempo —. No, nadie se puede montar. — dijo una vez un niño intentó subirse.

Dieron varias vueltas, casi en círculos, no quería alejarse mucho del lugar porque tampoco quería ser acusado de secuestro o algo por el estilo. Por lo que, estuvo con ellos más de la cuenta, después de que algunos hayan dicho que sus padres se encontraban trabajando en el mercado.

Se detuvo a media calle sin mucho que esperar o hacer, los menores entendieron que no se podían acercar al caballo – quien ya se mostraba más manso al toque inesperado en sus extremidades – y dirigieron su completa atención en el pelinegro, mostrándole con lo que se divertían.

—Eso es muy bonito — le dice a una niña, la cual le mostró una rama delgada con varias hojas secas y, sin querer, le recuerda a Mia, a la gran cantidad de piezas de madera que tiene a su cargo y todo lo que le da para suplantar su presencia en casa —. Tú no sabes donde hay una tienda donde pueda comprar juguetes, ¿verdad? — ella niega con una sonrisa.

Toca sin esperar mucho sus bolsillos, un par de monedas hacen ruido por debajo de la tela, mismas que le fueron entregadas por parte de Taehyung.

Sigue dándole su atención a quienes le rodean, el caballo yace a su lado quieto. Su ropa se ensucia de tierra y coloca esto de excusa para no ir a ver a sus padres, diciéndose a sí mismo que ellos no aceptarían su aspecto en la mesa, lugar donde se supone él iría para degustar un almuerzo en familia o lo que juntos sean.

—No sabía que ahora eres niñera.

La voz a sus espaldas retumba en sus oídos por encima de las risas y está listo para soltar cualquier insulto, maldición o comentario sarcástico que aquel ladrón se merece, pero cuando da la cara para verle, traga toda palabra que iba a escupir al ver un moretón en su ojo.

—¿Qué te pasó? — pregunta y el contrario se encoge de hombros, situándose a su lado con lentitud y murmullos bajos. Rápidamente los niños muestran interés en el recién llegado — Hoseok, ¿quién te hizo eso?

—¿Te importa, acaso?

—Si te estoy preguntando es por algo y creo que es extraño, además de que te acercaste a mí sin ningún tipo de asalto verbal, responde.

—Sólo vine porque te vi en el caballo y necesito transporte. No te sientas tan importante — el rubio se ve envuelto en la misma burbuja que él, con la niña mostrándole su tan preciada rama —. Llévame al establo de Notte o préstame al animal, puedes ir a verlo cuando quieras.

—En primer lugar, no te lo puedo dar porque no es mío, es de Marcini — Yoongi sostiene con cuidado a un niño que intenta treparse por su brazo para que no se caiga, ve de manera fugaz a Raggio —. En segundo lugar, se dice por favor.

—Ya tuve mis clases de modales hace mucho, vete a la mierda.

El pelinegro ríe, Hoseok lo ignora y se mantiene en su puesto.

Él en verdad requiere la ayuda del mayor, pero se abstiene a no decir más por su gran orgullo. Su cuerpo duele en demasía, los golpes que impartieron en su piel van a dejar marca como en su ojo, el cual no le sirve mucho ahora al ver borroso con éste. Sus pies sienten como si estuvieran caminando encima del fuego y, puede ser, que además tiene pereza de ir caminando hacia su nuevo hogar cada mañana.

También comprará un caballo o verá la forma de trasladarse.

Mantiene su cabeza gacha mientras juega con quienes ahora le miran con curiosidad y los nervios se apoderan de su ser al tener un aspecto desaliñado, piensa que los menores podrían asustarse con él. Pero nada de eso pasa, sólo siguen riéndose.

No saben cuánto tiempo pasa hasta que los infantes fueron llamados por una voz femenina que ellos pudieron reconocer para almorzar, pero sus estómagos gruñeron casi a la par con hambre.

Una vez solos se niegan a mirarse, Cetti no quiere irse por su estúpido sentido paternal que salió a flote desde que se bajó del caballo. Ver a Donati indefenso y tímido le hizo querer protegerlo, después de todo, se llevan una diferencia de edad de dieciséis años. Cuidarlo se sentía casi como una obligación.

—Si me llevas al establo, te haré de comer — el pelinegro lo mira de soslayo, tentado a la oferta —. De esa forma te pagaré porque no tengo dinero ahora.

—¿Cocinarás lo que yo quiera?

—Hace poco descubrí que se le pone sal y pimienta a la carne, no esperes mucho de mí.

Yoongi simula pensarlo con sumo detenimiento, poniendo aún más nervioso al menor, para luego asentir y levantarse.

—De acuerdo, vamos. Me gusta el arroz simple.

—Ugh, ¿quién come arroz simple? — responde de inmediato el rubio, copiando las acciones del contrario hasta subirse en Raggio.

Juntos avanzan por las angostas calles, con trote igual de lento, por si aparecía alguien de improvisto. Las manos del menor se posan en la cadera de quien dirige al animal, pero no es hasta que salen del pequeño conjunto de viviendas que se aferra a la cintura de Yoon tras éste haber aumentado la velocidad con la que galopan.

Esa tarde, el mayor reconoce que es grata y hasta disfrutable estar acompañado de aquel ladrón, obviando algunas partes en las que se insultan sin llegar a lastimarse realmente, mientras comparten una comida sencilla. La carne se quemó en sus orillas.

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