nove
El arrepentimiento llegó después del placer.
Tienes que arrepentirte o Dios te castigará.
—¿Maestro Notte?
Hoseok miró al nombrado con un poco de temor, dejó los pinceles que ocupaba al igual que la paleta llena de pintura que sostenía con su mano izquierda.
Vio al animal que se encontraba frente a ellos como modelo para ser plasmado en un lienzo. La gallina más que pequeña y querida como su nombre se lo atribuía, de plumas cafés y cresta pequeña, había hecho bien su trabajo de quedarse quieta mientras la dibujaba a cambio de algunos granos de maíz.
El rubio dio cortos pasos hacia el mayor, con la intención de tocar su hombro, pero se detuvo al instante en el que pensó en la posibilidad de arruinar lo que estaba haciendo. Hace unos minutos se había quedado completamente callado y con la mirada en sus manos, desde que llegó había notado el aura extraña en la que estaba sumergido el contrario.
Dudaba si era su maestro, puesto a que está cubierto por telas y telas que sólo permitían ver sus ojos al descubierto, su velo parecía estar ajustado y un poco más grande, desde las terminaciones de su cuello hasta cubrir por completo sus hombros y espalda alta. No como las anteriores veces en las que se dejaba la prenda mal amarrada, como si su intención fuera que se notaran pocas cosas de él.
A veces solía mostrar sus cejas y cabello, podía ver sus mejillas cada vez que sonreía o hablaba referente al arte que empezaba a amar en secreto, como todo buen mozo que quiere ir en contra de todo lo que su padre opina lo que es bueno para él.
Pero ahora no hacía más que esconderse de la luz solar.
Incluso sus manos estaban cubiertas por un par de guantes de cuero, distintos a los cuales estaba acostumbrado, mismos que se sacaba antes de pintar por la incomodidad que había dicho que le generaba.
Las cicatrices en su piel no eran algo que le debería de importar, aunque admite haberse preocupado por el hombre, nunca tocó el tema, está queriendo aprender a hablar con un poco más de sutileza ante el temor de causar molestia en los demás, sobre todo en Notte.
Porque el mayor se veía roto y él no quería ser alguien que contribuya a su destrucción.
Detuvo su caminar cuando se encontró frente a él, el cacareo de la gallina y el aleteo de la misma le indicó que se había bajado del banco donde la pusieron. Abría y cerraba la boca sin saber qué decir o cómo actuar, fastidiando de cierta manera la impotencia que sentía.
—Trae a Carina.
Su voz grave provocó un escalofrío en todo su cuerpo, buscó nuevamente su mirada, la cual encontró con más facilidad después de que el pelinegro detuviera sus movimientos.
—Maestro...
Le fue inevitable no sonreír, aunque rápidamente cubrió su rostro con su palma. La forma extraña en la que las comisuras de sus labios se alzaban siempre le causó gran complejo en su persona, por ello su alrededor lo veía como alguien malhumorado y su poco tacto al hablar no ayudaba en nada.
—¿Está bien? ¿Necesita algo?
Sin embargo, Jungkook seguía con sus ojos vacíos y apagados. Ni la noche era tan oscura cuando el sol va a descansar, siempre habrá una mancha de pintura blanca que ilumine ese lienzo tintado de negro.
—Necesito a Carina para acabar con tus clases.
—Deje en paz a la pobre gallina, necesita descansar al igual que usted —el rubio le miró con desaprobación y cruzó los brazos por encima de su pecho con una actitud relajada —. No hay apuro con las clases, tengo mucho tiempo libre para que pueda ser mi maestro.
—Hoseok.
—También sigo teniendo dinero, robar del despacho de mi padre siempre fue sencillo.
—Hoseok. — le llamó nuevamente, aunque este ya había empezado a divagar entre sus pensamientos.
—El único problema que veo son mis aburridas clases, aunque me las puedo saltar una que otra vez — tomó una gran bocanada de aire, ahora estaba sumergido en un mar de nervios, haciéndole hablar más de lo que podía o debía —. Cada día mi padre me quita los deseos de ser doctor, sería espeluznante pasar el resto de mi vida haciendo algo que no me gusta, ¿lo puede imaginar?
Medicina, la carrera soñada de su amado progenitor, un hombre que reflejaba todo lo que no pudo hacer en su juventud en su único hijo, el señor Donati, un gran candidato para ganar el odio del rubio. Lo mismo sucedía con su esposa, una mujer algunos años mayor que él con la que había contraído matrimonio hace algunos meses, importándole nada que su verdadera madre vaya a cumplir dos años de fallecida.
—Pero usted pinta y se ve que le gusta, es feliz haciendo lo que hace o eso creo. Quiero ser como usted.
—Hoseok, deja de hablar por un momento.
El joven acató la orden y selló sus labios con fuerza, viendo cómo el mayor tomaba las partes laterales de su cabeza ante un fuerte dolor que se había implantado allí inesperadamente.
—¿Dijiste robar?
—Eh... ¿No?
—Hoseok... Sabes qué, no importa. Estoy pensando en muchas cosas ahora.
—Deje de pensar en ellas — lo dicho hizo que se ganara un bufido por parte de Notte —. Lo siento. Puede hablar conmigo si quiere, tal vez.
El pelinegro lo miró, el chico era un lío de nervios y preocupación que le hacían sentir pésimo, lo menos que ahora quería era ser una carga para alguien más. Vio a su alrededor de manera fugaz, no había nada de especial, sus cuadros seguían cubiertos por un par de telas que puso desde que el rubio llegó a su estable, no quería que viese su talento, ahora se encontraba en un punto en el que se avergonzaba de lo que hacía y no sabía si seguir con eso a como lo tenía planeado, cuando en una noche gélida como la mayoría del año, le prometió a Jin que seguiría con lo que lo había salvado de una muerte.
Tenía una gran deuda con el mayor, aún si este ya no estaba con él, en sus pensamientos siempre existirá su frágil voz llamándole a comer o a dormir, preocupándose por su bienestar y cuidado. Reemplazando alguna figura paternal que alguna vez tuvo, entregando tanto amor que guardó para personas que nunca llegaron a ser parte de su vida.
Sentía que podría darle la vida misma y no alcanzaría para compensar todo lo que hizo por él.
—En unas semanas dejaré Florencia.
Decirlo en voz alta le daba una sensación muy familiar.
—¿Qué?
Hoseok frunció el ceño de inmediato y negó ante la repentina declaración mientras buscaba un atisbo de burla o gracia en lo dicho.
—Por eso necesito que terminemos rápido la pintura de Carina — sus ojos volvieron a su lienzo con trazos chuecos, no estaba prestando mucha atención a lo que hacía —. Estoy preparando tus clases y...
— Espere, ¿de verdad se irá? — Jungkook suspiró, para después asentir con su cabeza —. ¿Puedo saber el por qué? ¿Es por mi culpa? Lo siento. No volveré a hacer lo que sea que haya hecho.
—Tranquilo, Hoseok. Tú no hiciste nada malo — le regaló una sonrisa pequeña, aunque no se haya visto por la tela que le cubría —. Sólo es... Sólo son problemas con mi luz y sombra.
—Problemas con su luz y sombra — volvió a repetir —. No entiendo, ¡de nuevo está hablando de cosas sin sentido!
—Te enseñé que, donde hay claridad, hay oscuridad — el menor respondió de manera afirmativa con un susurro —. Cuando el sol está en el punto más alto del cielo, la oscuridad detrás de nuestros cuerpos es inmensa. Y, simplemente, hay veces en las que una persona recibe tanta luz, hasta el punto de quemarse, que decide huir de la gran bola de fuego.
—¿Está huyendo?
Oh, con razón se le hizo familiar, está haciéndolo de nuevo.
El arrepentimiento se transforma en acción. Algunos se arrepienten para bien, pero personas como Jungkook, el arrepentimiento los llena de vergüenza y reproche.
La idea de escapar se le había pasado por su mente desde el día en tuvo la osadía de sentir ante tales besos que compartió con Taehyung. Su tacto y la necesidad de sentir su cuerpo junto al suyo, el cómo no se detuvieron hasta que su madre lo llamó y de los castos momentos en los que podían besarse a escondidas de todos y en cómo lo disfrutó tan egoístamente.
Los recuerdos de todo lo que pasó en Roma, por amar a quien consideró su mejor amigo, no dejaron de clavarse en sus pesadillas como una maldita plaga.
Sangre, heridas y gritos. El lienzo de su piel ya estaba lo suficientemente manchado como para otro romance catastrófico. Sus padres se lo habían dicho, era un cobarde en todo su esplendor.
Pero no podía evitar que el miedo se apodere de su cuerpo como la tristeza alguna vez lo hizo y lo odia.
En el pueblo, por un tiempo, pudo vivir en un estado gris, donde ninguna emoción predominaba en su ser, ninguna era tan fuerte como para derrotar a Notte y quiere creer que el castaño tampoco es demasiado para él.
Sin embargo, en el fondo sigue siendo Jungkook Rossi, un pecador que niega su existencia con el miedo de ir al infierno para que su alma sufra por toda la eternidad. Quien sentía su pecho arder por un simple amar, por un roce de labios y por tener sus manos juntas.
Porque Taehyung era el sol de su día.
—Me estoy quemando.
Y él debía huir para evitar sufrir.
Una costumbre de la familia Marcini era simular que nada había pasado después de una fuerte discusión.
El aire fresco impacta en sus rostros, jugo de frutos rojos posaban en las pequeñas copas que sostenían entre sus dedos y el sol les sonreía desde lo más alto del cielo al darles luz en sus rostros sin expresión.
Un día perfecto para una familia que aparenta ser perfecta.
Incluso Notte se encontraba junto a ellos, un poco más alejados y encima del pasto, pero pudiendo escuchar todo lo que decían. En su espalda podía sentir la mirada del mayor, algo que le ponía nervioso.
Frente a él, Rosé descansaba al aire libre, totalmente recostada en la manta que el césped brindaba, un poco incómoda debido a la picazón que generaban las pequeñas hojas al entrar en contacto con su piel, los insectos tampoco ayudaban mucho. No era de su agrado estar allí.
Jungkook tampoco estaba muy feliz de estar haciendo otro cuadro de la hija menor, sobre todo por la incomodidad que había en el ambiente. Las indicaciones que la señora Marcini le dio fueron las mismas con las que mandó a hacer la pintura de Francesca, el cual se detuvo por este nuevo proyecto.
Su brial blanco y rojo gritaba lujo por cualquier parte y su largo cabello caía con gracia por sus hombres y en el suelo, garantizando su virginidad a quien sea que la mire. Sus labios rojizos por naturaleza resaltan en su rostro, aunque en este se encuentre una mueca triste.
—La boda se llevará a cabo a inicios de septiembre.
Fiorella había estado organizando los matrimonios de sus propias hijas a narices de Taehyung, quien ahora mismo quería golpear su cabeza contra la pared en múltiples ocasiones, hasta ver sangre en el suelo.
Pero se abstiene de hacerlo, no tiene tiempo para eso.
La pintura de la pelinegra resultó ser un regalo para su futuro esposo, quien era un hombre incluso mayor que el castaño, del cual no sabe muy bien a qué se dedica, pero conociendo las tácticas de esa vil mujer, su apellido debe tener gran importancia en la alta sociedad.
—Pero falta poco menos de tres meses para eso — expresó Taehyung, con evidente disgusto en su garganta —. ¿Planeas armar una boda en ese tiempo?
Fiorella lo vio sin expresión alguna, tampoco le agradaba estar hablando de esos temas con su único hijo, quien la seguía decepcionando al seguir estando allí sin hacer nada; cuando, para ella, el tiempo corría y ninguna mujer querría estar con él.
—Es suficiente para tener una ceremonia aquí en la residencia — el hombre suspiró, sin estar de acuerdo en nada de lo que decía, nadie lo estaba —. También para que se conozcan un poco y estén de acuerdo quién entregará a Fran a su futuro esposo por la ausencia de Aurelio. Tú o el señor Vitale.
—Yo lo voy a hacer, eso no está a discusión.
—Deberíamos estar agradecidos que la familia Vitale quiso que le entreguemos a tu hermana a su hijo mayor, quien es como tú, amargado y sin responsabilidad por su futuro. Al menos él tomó consciencia en último momento y dejó que sus padres arreglen el desastre de persona que es.
Francesca sonrió y nadie lo notó, pero era una sonrisa de resignación. No había más que hacer, su madre ganó.
Ya le importaba poco si su futuro lo decidía su madre o si el resto de sus días los pasaría al lado de alguien que verá por primera vez cuando, el día de su boda, vaya en la mañana a la residencia para entregar el ramo de flores con el que la desposará.
Al igual que su hermana, un poco más, es una marioneta de una adulta que cree tener la razón en todo.
No importaba cuántas veces se rebele contra ella, nadie estaba a su lado y, aunque creyó que con la presencia del castaño todo sería más fácil, lo único que consigue es lo mismo de siempre. Palabras banales y ningún apoyo, sabrá Dios en qué estaba metido su hermano como para no enterarse de lo que ocurría con ella.
—Al igual que tus hermanas, tienes una lista de candidatas para que alguna sea tu esposa — la mujer le apuntó su dedo índice de manera incriminatoria —. Agradece que tienes dinero y esas jovencitas son demasiado ingenuas para creer que eres mejor que cualquiera de las calles.
—Tienes razón, Rosé lo aseguró, Notte podría ser incluso mejor hombre que yo — tomó un poco del jugo en sus manos, era refrescante, e ignoró por completo el disgusto de su madre y las miradas curiosas de los nombrados —. Pero no quiero casarme. No lo haré.
Suspiró a la par que regresaba su mirada al pintor, quien también lo observaba de reojo haciendo su trabajo.
—Yo no pienso dejar que desperdicies todo esto por tu egoísmo — Fiorella, nuevamente, le recrimina con su índice —. La semana que viene empezarás a conocer a la que podría ser tu futura esposa, todas son de familias honorables y con una fuerte posición en el mercado italiano y francés. No perderás más tu tiempo intentando adentrarte en el griego, entiende que Yoongi te estafó y que tu maldito viñedo de allá no genera ninguna ganancia.
—Yoongi es uno de mis mejores socios y amigos, él nunca lo haría. Sólo acepta que nunca te agradó — su ceño se vio fruncido y disgustado, haciendo un ademán con su mano para demostrar el poco interés que sentía ante lo que su progenitora decía —. Y no conoceré a nadie, no lo necesito.
—No pregunté si lo harás o no, fue una orden — ambas mujeres a su costado se levantaron, una después de la otra —. Estoy cansada de ser la única que ve por su mañana, ¡ni su padre se preocuparía por ustedes!
Sus pisadas fueron escuchadas por el pasillo y un bufido por parte de Taehyung también, con una pequeña seña indicó que le trajeran más jugo hacia una sirvienta que estaba cerca.
En su mente ya se empezaban a generar diferentes escenarios donde una desastrosa boda se llevaba a cabo allí, en su hogar, mismo en el que se prometió a sí mismo cuidar por encima de todo.
Le provocaba un terrible sabor en su garganta saber que Francesca sería entregada a un maldito hombre.
No, no lo conoce, pero aún si lo hiciera, seguiría siendo un maldito que se estaría entrometiendo en lo que tanto le costó construir, todo su dolor y sacrificio se iría con las corrientes de un río de a poco. Era inevitable, lo sabía muy bien, pero eso no quitaba el hecho de sentir que su familia ya no lo estaría esperando en casa, a excepción de su madre.
Y la sola idea de que sus hermanas no lo necesiten más, le aterra.
Su familia se destruirá y la residencia se quedará sola. Los momentos en los que él era feliz allí, quedarán como recuerdos salados que deberá atesorar hasta el día de su muerte. Algo realmente triste y preocupante, con esto tampoco quería darle razón a su madre, no buscaría a alguien sólo para que le una compañía hipócrita.
Sólo deseaba poder tener a su familia junta hasta ese hecho. Y Jungkook no se quedaba atrás, al menos con él, aseguraba un lamento en su lecho de muerte.
—Taehyung.
Su atención se desvió de sus pensamientos hasta el propietario de la voz que lo llamaba, como una flecha directo a su blanco. El vaso en su mano se sintió ligero mientras ve a Jungkook acercarse a él. La sesión había terminado.
—¿Puedo pedirte un favor?
—Claro. ¿Qué necesitas?
—Quería saber si podías pagar por adelantado los retratos que me faltan... Necesito unos cuantos florines.
El castaño vaciló un poco antes de asentir con simpleza, después se colocó de pie para empezar a adentrarse a la casa, con una seña de que lo siguiera al menor, quien acató la orden de manera inmediata. Caminaba en silencio y un poco cohibido por los pasillos de la residencia, con el castaño frente a él.
—¿Qué hiciste con lo que te di la última vez? — preguntó, tomándolo desprevenido.
—Los gasté.
Taehyung lo miró por sobre su hombro y con el ceño fruncido, deslizándose más a la derecha para que el contrario pueda avanzar a la par.
—¿En las tablas de madera y las gallinas? — preguntó, pues había ido ayer a su establo y vio la indumentaria nueva para las clases de su pupilo.
—¿Está bien si no hablamos? Estoy ocupado...
—Sí, no hay problema. Me gusta verte.
Esa tarde, Taehyung se mantenía a un lado desde que tuvo al pintor frente a él.
La sonrisa que permanecía en su rostro ya se había desvanecido hace algunos días, mismos en los que notó la distancia que el menor colocó entre ellos, aun si seguían haciendo las actividades que llevaban realizando desde esa tarde en la que este se excusó, de faltar al trabajo, por problemas familiares.
Se encontraban juntos, el silencio reinaba en el lugar, haciendo que sus manos se sientan gélidas como en las madrugadas. Frías, sin vida, incluso la madera parecía ser más oscura o, tal vez, sólo era el castaño que empezaba a dejarse llevar por sus azules emociones y pensamientos que no se despedían de él.
La tensión era tan delgada que provocaba miedo romperla por el más mínimo sonido, lo único que se escuchaba era la respiración pesada del artista y el movimiento de la pluma de caña en las manos del ya nombrado, escribiendo algo que no alcanzaba a leer.
Su voz quedaba ahogada en su garganta, cuando quiso hablar de su extraña vestimenta y comportamiento, se olvidó hasta de cómo pronunciar las palabras después de ganarse una singular mirada, sin brillo.
Por primera vez se había sentido intimidado, le gustó.
Pero también se asustó, aunque ahora todo le provocaba cierto temor. Se dio cuenta que estaba en un estado de alerta desde que empezó a cuestionar sus sentimientos, malditos que se alojan en él y que le permitían sentirse vivo, cuestionaba lo que pasara por su frente y, cada vez que una pregunta no tenía respuesta, se creaban más y más a raíz de esta, creando así una red de pesca que no estaba dispuesto a desenredar.
El pelinegro se encontraba concentrado en lo que hacía, estaba sentado en un pequeño tronco que servía como asiento y una mesa, que se veía inestable, que él mismo había hecho o eso dedujo al ver tablas de madera cerca del corral de sus gallinas.
Vagaba por su alrededor tal cual una mosca lo haría con una comida, sus ojos estaban puestos en las manos del contrario, mismas que se movían con mucha delicadeza y, si no estaría a su lado, pensaría que dibujaba con mucha frustración.
Pero no, sólo estaba escribiendo.
—Maldición...
Con aparente frustración.
Taehyung dio cortos pasos hasta llegar a él, tomó su diestra para observar mejor qué le empezaba a fastidiar; sin embargo, quedó perdido en los delicados movimientos que ejecutaba con sus manos, como si de otra obra de arte se tratase, haciendo pequeños trazos para dar forma a una insignificante vocal.
Amaba la manera en la que lograba ser hipnotizado por lo que el menor realizaba, cada acción que hacía, era digna de maravillar.
Todo él era merecedor de orgullo.
Jungkook, por su parte, estaba sumergido en el pedazo de papel que tenía al frente, algo muy importante para él y Hoseok, puesto a que se trataba únicamente de sus lecciones antes de irse, quería tener todo preparado para su partida y entregarle lo que sabe para un mañana.
—Clase seis... — leyó en voz alta cuando pudo, para después fruncir el ceño con un poco de confusión — ¿Lacato? — el pelinegro intercaló su mirada en el castaño y lo escrito, sin encontrar la razón de su extraña mueca —. Es laccato.
Taehyung señaló el error con su dedo índice y el pintor volvió a revisar lo hecho, asintió con su cabeza y, con mucha vergüenza, agradeció la corrección.
—Es lacca, no laca.
—Gracias.
—Rivestimento, no ribestimiento.
El mayor siguió revisando el papel, esta vez, inclinando más su cuerpo hacia la mesa, abriéndose paso entre la corta distancia que separaban al otro de la madera, logrando que sus piernas queden juntas. Por cada línea que pasaba, encontraba una nueva falta, impresionándole en demasía que una persona de su edad tenga tales fallas.
Si bien no era un amante de las letras, era necesario saber de las mismas para poder comunicarse.
—¿No sabes escribir?
—¡Sí sé! — se apresuró en decir, tomando sus cosas para alejarlas del castaño —. Sólo me estás distrayendo.
—Me duele leer esto.
La pluma fue arrebatada de las manos del pelinegro por Taehyung, quien estaba dispuesto a corregir todo lo que había hecho. Los ojos del pintor, en cambio, estaban enfocados en su cuerpo y la cercanía que le duele tanto rechazar. Aunque su espacio personal sea de suma importancia, no le importa si él es quien lo invade.
Recuerda con un poco de gracia las veces en las que Jin intentó hacerlo, al principio de conocerlo, fue muy difícil no escapar con tan sólo verlo por la rara sensación de estar expuesto. Algo que respetó, después de acostumbrarse a su compañía, éste le molestaba queriendo abrazarlo en múltiples ocasiones, cosa que accedía de vez en cuando. Era una persona muy cariñosa.
Con el pasar del tiempo y en los últimos años de vida del hombre, los cuales pasó postrado en una silla sin nada que pueda hacer, procuró abrirse mucho más para tener recuerdos agradables por los cuales valdría la pena llorar ahora.
Sin embargo, aún cree que no hizo lo suficiente y la duda sobre si murió feliz carcome su cabeza.
Desearía haberlo abrazado más.
—¿Por esto compraste las tablas de madera? — preguntó Taehyung después de revisar detenidamente un par de hojas y vio al menor mientras colocaba más tinta en la pluma.
La clase consistía en la pintura con laca sobre superficies lisas, algo que aprendió cuando trabajó en construcciones de varias casas, irónicamente. Su jefe también era dueño de una carpintería, lugar donde estuvo laborando unas cuantas noches para evitar pasarlas en las frías calles.
Aprendió en soledad, como la mayoría de lo que sabe hacer, nadie estuvo dispuesto a ayudarlo. Una ocasión, simplemente, aquel hombre mucho mayor que él le dio órdenes, mismas que tenía que cumplir al pie de la letra si no quería quedarse bajo la lluvia, de pintar muebles con laca, lo cual salió medianamente bien para la primera vez que lo hacía.
—Creí que le podría servir algún día.
—Sabes hacer muchas cosas — el castaño se movía de un lado a otro en el mismo lugar, recargando su peso en una pierna y luego en la otra. Cambió su postura un momento en el que aprovechó para quejarse —. Menos escribir.
—Te dije que es porque me estás distrayendo.
Nuevamente, intentó apartar sus pertenencias del contrario, pero éste fue más rápido en inmovilizar sus manos para que no lo hiciera, iniciando un pequeño forcejeo. Con un gran impulso, de valentía más que todo, se sentó en su pierna derecha y una sonrisa divertida se posó en su rostro cuando cualquier rastro de fuerza fue nulo.
—E–Espera... ¿Qué crees que estás haciendo?
—Me estoy sentando, ¿acaso no lo ves?
—¿Encima de mí?
—Son detalles. Es preocupante que tengas tales faltas.
—A veces confundo palabras... Y letras — admitió en voz baja y miró con atención las correcciones que estaba haciendo —. Antes era peor, ni siquiera podía hablar bien y mejoré con mi maestro.
—Oh... Entiendo. Supongo que es de nacimiento.
—Tal vez.
—Yo soy zurdo. Ahora puedo escribir con ambas manos porque mi madre, bueno, me obligó a ser diestro.
—Eso es estúpido.
—Sí, tal vez.
Pequeños momentos en los que se sienten más cercanos. Aunque no era mentira ni exageración de la distancia que Jungkook puso.
—En parte — llegaron a las escaleras del primer piso, las cuales subieron en unos segundos de silencio —. Tenía planeado comprar una yegua, pero su actual dueño subió el precio original de trescientos a seiscientos treinta florines porque otra persona también la quiere adquirir, así que me dio un par de días para pagarle todo al contado y no por plazos.
—Parece que la necesitas mucho — Taehyung mayor abrió la puerta de su despacho y trabó la puerta, cuando estaban ambos adentro—. Estoy seguro que ese es un precio excesivo para una yegua, consigue otra.
—No, quiero a Stella.
—Hasta ya le pusiste nombre.
—Desde hace mucho tiempo, la verdad — Taeyung sonrió con ternura, empezando a contar los florines que tenía guardado por allí —. Aun si vendí las gallinas y las tablas de madera que me sobraron, no logré completar el dinero.
—¿Vendiste a Carina?
—¡No! Jamás lo haría — Jungkook bajó la tela que cubría su rostro acalorado, aprovechando que estaban solos —. Al menos, a ella no. Vendí a las otras y algunas las intercambié con un gallo para que pueda tener huevos antes de que me vaya, creo que después los venderé a ambos porque no estoy seguro de poder llevarlos a un viaje largo en carruaje.
Las manos del castaño se quedaron quietas tras lo dicho por el otro, parpadeó un par de veces y frunció su ceño con confusión y un poco de gracia. Notte, en cambio, seguía quejándose sobre el precio de la yegua que quería y que le ayudaría a salir de la ciudad.
¿Había escuchado bien?
—¿Te irás?
Mierda.
Jungkook cerró su boca abruptamente, encontrándose con los ojos del mayor que le miraban con incredulidad-
Taehyung podría sumar a su larga lista de defectos uno muy común, cree él, el cual trata de anticipar para bien o mal su mañana con el más mínimo cambio en sus planes. Lo hizo al idealizar sus días después del casamiento de sus hermanas y lo hizo con el hombre frente suyo después del primer toque de sus labios, tal vez puede que desde antes.
No era una persona muy fantasiosa, aunque ya estaba claro que Jungkook era una excepción, soñar y acostumbrarse a las tardes dentro del establo no parecían ser un simple capricho.
—En un par de semanas.
Su madre tenía razón.
No es lo suficientemente querido para que no lo dejen solo.
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