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Cuando Yoongi abrió sus ojos, se encontró con una mirada café llena de intriga e inocencia.

—¿Qué se supone que haces?

Ante el chico desconocido, el pequeño pelinegro frunció su ceño y trató de empujar al intruso de su lugar especial.

—Me estoy escondiendo, vete — quitó sus manos delgadas de las puertas del armario en el que estaba escondido —. Vete, me van a encontrar.

—Estabas dormido.

—¡Mentira!

—¿Es un juego?

—Sí. Largo de aquí.

—¡Yo también quiero jugar! — el niño castaño intentó entrar a ese lugar con lo que ahora considera su nuevo amigo, mientras que Yoongi casi grita cuando éste casi lo llega a tocar —. ¿De quién nos escondemos?

—Yo estoy jugando con mi papá, tú vete a jugar con el tuyo.

—Mi papá está hablando con un señor sobre trabajo.

—No me importa, ¡largo! — exclamó y se arrepintió al instante, no debía ser ruidoso si no quiere que su padre lo encuentre tan rápido — ¡Ugh! ¿Quién eres y por qué estás en mi casa arruinando mis juegos?

—¿Niño Taehyung?

Ambos infantes alzaron su mirada cuando una joven con un distintivo uniforme de criada llegó hasta ellos y se agachó para estar a la altura de los dos.

—Oh, joven Cetti. Buenos tardes, ¿están jugando?

—¡No!

—¡Sí! — el niño, ahora conocido como Taehyung, sonrió en grande cuando la muchacha extendió sus brazos y él se abalanzó sobre ella para ser alzado en un abrazo —. Nos estábamos escondiendo de nuestros papás.

—Me imaginaba.

Ella soltó una pequeña risa y observó en silencio cómo el joven Cetti salía de su escondite, con sus zapatos en la mano porque era incómodo entrar a ese armario con ellos puestos y con una capa de sudor en su blanca piel producto de un pequeño sueño que tuvo allí.

Yoongi talló sus ojos al salir porque se había acostumbrado a la oscuridad, cuando los volvió a abrir, una mano delicada estaba frente a él para ser tomada.

—Sus padres ya han salido del despacho, ¿vamos juntos?

Pero él solo empezó a caminar sin ni siquiera volver atrás a mirar.

Él puede caminar solo. Él puede jugar solo. ¿Quiénes eran esos desconocidos que arruinaron su tarde de juegos?

—¡Papá! — llamó cuando lo vio hablar con otro adulto desconocido, mas no le dio importancia y fue hasta su progenitor con una sonrisa —. ¡Otra vez te gané!

—Yoongi, tus zapatos.

El infante miró sus zapatos un segundo y casi fue de manera inmediata que se los colocó con rapidez.

—No me encontraste — dijo, ya con los zapatos puestos y sus brazos en lo alto para celebrar su victoria —. ¡Yo gané!

—Así que tú eres el joven Cetti — en cambio, el hombre desconocido quiso captar su atención, lo cual no logró, pues no le gustaban los desconocidos —. Aurelio Marcini, un gusto, joven Cetti. ¿Cuántos años tienes? Pareces ser de la edad de mi hijo.

—Tiene siete.

—Tengo ocho — Yoongi ni siquiera volteó a ver al tal Aurelio y volteó sus ojos cuando vio a su hijo llegar en brazos de la criada que conoció antes —. ¿Podemos seguir jugando?

—¿Ya se acabaron tus clases de hoy?

—Sí. — dijo de inmediato, aunque era mentira. ¿A quién le importan las clases a estas alturas? A él no.

—Está bien, ve a esconderte. Contaré hasta diez y te buscaré.

Yoongi Cetti asintió ante la mirada curiosa de los demás presentes, quienes no volvieron a mirar porque eran tan insignificantes como el niño que lo quiso perseguir para jugar también, pero que su padre se detuvo alegando que pronto se irían.

Solo se detuvo un momento cuando escuchó la risa de Taehyung Marcini, para encontrarlo en los brazos del señor Marcini.

Su corazón se contrajo solo un poco y decidió seguir en busca del escondite perfecto para que su padre no lo encuentre.

Aún si nunca mostró un atisbo de ir a buscarlo.

(...)

Cuando Yoongi volvió a abrir los ojos, escuchó varias voces lejanas.

—Doctor mal practicante.

—Alcohólico bastardo.

Se sentía un poco desorientado, pero ya estaba recobrando el conocimiento hace unos minutos, lo suficiente para percibir la calidez de un cuerpo a su lado en aquella pequeña cama.

—Jimin... — murmuró el desconocido, no pudo identificar quién era, se removía bastante entre sueños, pensó que podría tener una pesadilla —. No... Taehyung...

Despertó y se quedó estático en su puesto, le daba la espalda al desconocido, así que no debía de fingir mucho. No tenía muchos ánimos de levantarse, aunque admite tener curiosidad de quien se encontraba a su lado y por qué su mejor amigo está apareciendo en sus pesadillas.

—Me haces... daño.

No pasó mucho tiempo y algunas incoherencias más para que el joven se despierte de un sobresalto. Cerró sus ojos y logró calmar su respiración, pues también se había asustado un poco. Lo siguiente que percibió, fue la cama vacía y notó que Taehyung y los otros estaban reunidos en la cocina.

El lugar parecía ser enorme, pero los susurros allí parecían gritos. Tal vez por la falta de ruido que había, pues seguía escuchando a una gallina sin ni siquiera verla.

Se removió entre la sábana que cubría su cuerpo y colocó su mirada en el techo, queriendo un poco que toda esa madera se venga abajo para enterrarlo de una vez por todas bajo tierra.

Su estómago duele, aunque no mucho para tener una herida de una cuchilla. Atribuye eso a la pomada y té que le dio ese niño maleducado que conoció, aquel rubio de ojos pequeños que le estaba sacando de quicio ni bien abrió los ojos.

—Por Dios, Jungkook — escuchó su voz chillona un poco alta —. Acepta el regalo sin rechistar, no todos los días tu jefe se preocupa porque no tienes qué comer.

¿Jungkook? ¿Así se llama el que tiene la cara llena de cicatrices?

Además, ¿qué es eso de jefe? Hasta donde sabe, Taehyung no tiene una relación tan estrecha con ninguno de sus empleados, a excepción de su madre Berenice.

Por alguna razón, se siente perdido. Hay muchas cosas que se han estado ocultando y él las averiguará.

—Taehyung no es tan importante como para que pueda tener un sentimiento por él...

¡Ese niño!

No sabe qué le está molestando más de ese HoSeok Donati, si su voz chillona y estrepitosa, su clara inmadurez o su simple apellido y la sangre que recorre sus venas. No entiende cómo es que Taehyung puede relacionarse con personas así, teniendo en cuenta la gran diferencia de edad y el notable desprecio que el chiquillo le tiene, y no cree que él tendrá la misma relación para con ellos.

Pero no importa, se dice, son personas insignificantes en su vida. Ahora, debe de centrarse en él y su propósito de su visita en Florencia.

Trató de levantarse de la cama, despacio y a su ritmo, mientras escuchaba a su amigo y a Donati discutir, sentía como si el aceite estuviera peleando con el agua. Insoportable.

Por un momento, se mareó, pero pudo dar cortos pasos hasta llegar a la cocina y percibir el aroma a comida que hizo que su estómago despertara. Hace un par de días que no prueba un bocado.

Antes de que lo apuñalen, los florines ya se habían acabado en sus manos, por lo que debía de llegar con Taehyung Marcini lo más pronto posible.

Viajar por carretera era común para él, en realidad, le gusta y lo disfruta. Para una persona enferma como él y sin esperanza, siempre es bueno conocer nuevos horizontes, respirar un aire distinto y entablar relaciones a cualquier lado que vaya, aunque no suele ser así la gran mayoría del tiempo, es un poco arisco con las personas desconocidas.

Y aunque ya lleve muchos años dedicándose al viaje por carretera y barco, aún es muy, pero muy propenso a los asaltantes de caminos. Esta vez, cuando dos hombres lo asaltaron al salir de Fiori y vieron que no traía nada en los bolsillos más que su preciada brújula hueca, quisieron llevárselo y a él no se le ocurrió otra cosa más que proteger ese tesoro con su vida, tanto que terminaron en un forcejeo, con un animal fuera de sus casillas y siendo tratado por un niño.

—¿Por qué gritan tanto? — preguntó, caminando hasta su amigo para recargarse un poco en él mientras sostenía su abdomen, a la par que se sirvió un poco de agua. De pronto, los desconocidos le vieron con una rara mezcla de intriga y desprecio —. Bonito rostro. — dijo cuando vio al joven con cicatrices.

Él y su bocota le propinaron un golpe en su estómago por parte de su mejor amigo, que lograron sacar maldiciones de sus finos labios.

—Ya, me duele... Me apuñalaron y después me golpeas, ¿qué clase de amigo eres?

—Tú eres el estúpido que decidió tomar esa ruta para un viaje tan largo — Taehyung le regañó y admite que le dio un poco de vergüenza que lo haga frente a otras personas y siendo mayor que él —. Pensé que llegarías después del matrimonio de Francesca.

—Tan pronto la recibí, vine con la excusa de que se llevaría a cabo en unos días.

—¿Por qué tanta prisa?

Yoongi había recibido dicha carta junto a su invitación en el momento perfecto. Sabe que llegó con mucho tiempo de anticipación, pero todo era mejor que volver a su casa, mal llamado hogar.

—Problemas con Brina, esa mujer es una pesadilla — dijo, importándole poco que los otros extraños sepan sobre su vida —. Mia también quería venir, pero lo mejor es que espere en Bari. Quiero aprovechar para resolver unos asuntos con mis padres y no quiero que esté presente mientras eso pase.

—Uhm...

—También necesito asilo por unos días, no puedo ir a la casa de mis padres así y, de ser posible, que ni se enteren que estoy aquí — su amigo asintió, Taehyung siempre era así y le avergonzaba un poco. Que Marcini le ayude, era una mala envidia que tenía atascada en su corazón y odiaba la sensación de sentirse pequeño a su lado—. Tú, ladrón.

Miró al rubio, quien le vio con una sonrisa burlesca.

—Dime, estafador.

Ah... já. Estafador.

—¿No me robaste nada más? — optó por preguntar.

—El corazón — dijo el niño —. Lo venderé como alimento para cerdos.

Yoongi quiso reír y en cualquier otra ocasión lo habría hecho, pero no lo hizo por dos razones. Si lo hacía, lo más probable es que su abdomen sufra las consecuencias de sus patéticos movimientos al reírse que hace que sacuda todo su cuerpo. También, porque el niñato que tanto odia lo dijo, así que no le agrada nada de lo que venga de él.

—De acuerdo — murmuró y dejó el vaso vacío en la mesa, quiso devolverse por donde vino, pero el dolor era insoportable —. Vámonos, Taehyung.

—¿Qué? ¿Ahora?

Yoongi asintió sin verlo y preguntó: — ¿Tendrás algún motivo para quedarte más tiempo?

Sin darle oportunidad de respuesta, el pelinegro fue hasta la cama para colocarse sus botas que vio a un costado de la cama. Se las debieron haber quitado en su inconsciencia, así como lo habían cambiado de camisa, lo cual le molestó en demasía. Alguien había visto su cuerpo y lo maltratado que estaba, ahora no sabía si prefería que lo hubiera visto aquel extraño de cara cortada o el niño que lo estaba sacando de sus casillas.

—¿Apio?

—Opio, estúpido — escuchó al susodicho —. Que le preparen una infusión de opio si sigue con dolor. De paso hacen que cierre esa boca enf...

—Ya, HoSeok — HoSeok, a partir de ahora, va a maldecir en ese nombre —¿Estás seguro de irse ahora? Pueden quedarse hasta mañana...

—No, hay una cama. Ni en sueño la compartiremos con estos dos, maestro Kook.

Bien, ya se quería ir de allí. Se notaba que no era bienvenido.

No pasaron muchos minutos viendo a la nada hasta que Taehyung Marcini apareció frente a él, listo para irse. Yoongi se subió al caballo de su amigo con mucho esfuerzo y no se despidió de los otros como lo hizo el pelinegro.

—¿Estás bien? — Cetti negó a la par que se recargaba por completo en el cuerpo del menor, no le dio vergüenza esconder su rostro en la curvatura de su cuello. Necesitaba descansar —. Te quiero advertir algo...

—Dime, antes de que me desmaye del dolor.

—En casa el ambiente está tenso... Ya sabes, mi madre.

—No es novedad, Taehyung.

—Pero ahora lo está más. Ten cuidado — el pelinegro asintió, el trote del caballo era suave para que su cuerpo no se mueva tanto —. ¿Visitarás a tus padres?

—Tal vez... — murmuró, ni siquiera lo había pensado —. ¿Qué han hecho mientras no estuve?

—No mucho, solo pasan en casa. A veces mis hermanas van a saludarlos.

Ambos hombres se quedaron callados ante el tema, no había más que decir.

Yoongi Cetti era tildado como un hijo malagradecido, como si ya no hubiesen demasiadas etiquetas al lado de su nombre, e incluso él se sentía de esa manera. Como un total desgraciado que abandonó a sus padres después de casarse, personas que ni siquiera conocen a su hija y no tienen idea de lo que pasa en su vida y viceversa.

En su momento, lo creyó y nunca lo entendió.

Él recuerda toda su vida, no es una persona que se caracterice por olvidarse de ciertos detalles, es todo lo contrario, Yoongi Cetti podría volver a recitar todas las clases que un joven debió tomar para convertirse en un hombre como Dios manda ante la sociedad, incluso las canciones que aprendió en el instrumento que dejó en el olvido a propósito porque nunca le agradó tocar la flauta. Sus recuerdos intactos siguen ahí como una maldición del mismísimo Satanás para atormentarlo.

Ahí están sus padres, en los recuerdos que no logra borrar.

Como cuando se dio cuenta que su padre nunca lo buscó al jugar a las escondidas y el ser ignorado por su madre cuando hacía algo mal. Como cuando pactaron su matrimonio y lo dejaron a la merced de una familia que vio su potencial, aunque él mismo creía que era una mentira.

Y no supo entender qué sucedía con su familia, hasta que tuvo una.

—¿Cómo está Mia?

Mia Amada Cetti.

Con solo pensar en ella, su corazón siente la calidez de un hogar que nunca tuvo, pero que siempre deseó pertenecer. Y la vida misma le dio la oportunidad para construirlo. Si bien su matrimonio fallido es un tema aparte, su hija es su más grande adoración.

Como su nombre indica, es su amada hija.

Recuerda con viveza la primera vez que la vio, los enormes nervios que apoderaron su ser hasta el punto de morderse las uñas hasta hacerlas sangrar al escuchar los gritos de su esposa en trabajo de parto, a Taehyung caminando de un lado a otro en la sala de su casa porque fue el único que asistió a su nacimiento y cómo su corazón explotó cuando escuchó el llanto de su bebé a mitad de la noche.

Porque cuando la vio, supo que nunca fue amado.

Y decidió darle a esa niña todo el amor que no le fue otorgado.

—Bien, quiere aprender a tocar un instrumento, pero aún no se decide por cuál — susurró, sus ojos se sentían pesados con cada andar y el trote parecía un arrullo a su magullado cuerpo —. Ha crecido mucho... Es una buena hija.

Pensar en ella siempre le da paz.

—Puedes descansar, Gi. Lo necesitas.

Y porque el opio está haciendo efecto en su cuerpo.

—Mia... Es mi hija. Mía, ¿entiendes?

Es todo lo que necesita en un lugar tan caótico como lo es Florencia.

Espera que, cuando vuelva a abrir sus ojos, su hija lo esté esperando.

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