▰▰ 01
🥀༺ «BELIEVER» ⋄ ๋࣭ 🧣⭑ ⸱⌇
▰▰▰ i was broken from a young age ❧
📌 ‧₊˚⋆≽ capítulo uno ♪
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☇ . . . . - ̗̀esperanzas rotas⊰📕
Su vista se eleva y sus ojos se encuentran con el rostro del ser más cansado y apático que existe en la tierra regresándole la mirada con desgana y cero intenciones de salir de la habitación. El cansancio se siente en el ambiente al igual que la tensión y ni la luz solar que entra por la ventana es capaz de animar el lúgubre lugar. Min-young mantiene la vista fija en su reflejo y sabe perfectamente que este no luce nada bien, probablemente producto de su incapacidad para dormir desde la madrugada.
Intenta dismuir la tensión en sus facciones masajeando su entrecejo con frustración mientras espera y ruega por que la noche de insomnio no sea tan evidente, pero tanto su reflejo como ella misma saben que es un caso perdido, así que decide tomar el estuche de su bajo y colocarlo sobre su espalda mientras el bolso que siempre porta cae por su hombro izquierdo y, una vez más, se mentaliza para regresar al instituto. Se repite una y otra vez que no está lista para volver, pero sabe que sus padres no tolerarán un solo reporte de inasistencia luego de la vergüenza que, en sus propias palabras, les hizo pasar cuando fueron llamados a dirección antes de que dictaminen su suspensión, la cual —cabe destacar— fue completamente injusta.
«No debiste ser tan impulsiva» le recuerda su subconsciente cuando ya se encuentra a las afueras del condomio de estudiantes adinerados, poco antes de que las puertas de una de sus vecinas se abran y, para desdicha —o tal vez fortuna— suya, sin mostrar el rostro que desearía ver.
—Oh, Min-young. ¿Ya terminó tu suspención?
La nombrada contiene las ganas de regresar y encerrarse en su habitación para nunca más salir y le sonríe a Na-yeong por pura cortesía.
—Sí, creo que es evidente —responde sin bajar las comisuras de sus labios—. Nos vemos en el receso.
No detiene su paso y avanza velozmente en dirección al instituto en un intento de perderla del camino y, de nuevo, su subconsciente se encarga de regañarla por ser tan distante con ella; después de todo, no es que no le agrade o que le tenga algún tipo de rencor, pues, Min-young nunca ha tratado a aquella chica, no la conoce ni tiene idea de cómo es su personalidad, pero la energía que emana no le gusta y prefiere evitar que consuma las suyas antes del ajetreado día que le espera.
«Aunque tampoco es culpa de ella» sisea la voz de su conciencia intentando hacer que recapacite. «No sabes sus circunstancias, así que no puedes juzgarla».
La última Han suspira al caer en cuenta que su voz interior tiene razón y, tras detener su paso y estirar sus brazos sobre su cabeza, decide voltearse y entablar una conversación con su vecina, pero su cuerpo se congela y se queda petrificada como si se hubiera convertido en una estatua, con su pie ancla posicionado en el lugar adecuado para girar y su anatomía estática a media acción. La respiración se le entrecorta y un hilo invisible obliga a que sus ojos se posen en un par de cuencas oscuras que se dedican a observar su anatomía con intensidad y, a diferencia de Min-young, sin ningún ápice de sorpresa, casi como si esperara encontrarse con ella en medio de una casual caminata.
Siente la saliva pasar por su garganta de manera pesada y sus pies parecen volverse uno con el pavimento.
«Muévete» le ordena su subconciente, pero su cuerpo se opone.
«Háblale». Vuelve a decir, pero sus labios se mantienen sellados.
Un suspiro tembloroso escapa de sus belfos cuando nota que la figura avanza y sus pulsaciones se disparan mientras su mente vuela a gran velocidad, sumergiéndose en un sin fin de escenarios hipotéticos que pueden significar ese simple accionar.
Mientras la mente de Min-young es un desastre y caos, su cuerpo tiembla con expectativa al querer ir y regresar a su rutina pasada, al querer escuchar su voz y ocasionar que suelte esas escasas risas que nadie más que ella conoce, al querer cantar para ella y que su cuerpo aleje esas barreras que acostumbra colocarse constantemente. Simplemente, quiere estar a su lado.
Antes de darse cuenta, los pasos que las distancian se desvanecen por completo y la esperanza de que todo lo anterior se concrete consume su vívido corazón; pero todo ello se rompe en mil pedazos cuando Nam-ra pasa por su lado sin mover sus labios ni dedicarle una última mirada antes de, finalmente, seguir su camino como si Min-young nunca hubiera estado presente, dejándola con el pecho doliendo por la indiferencia, con la garganta quemando por las palabras no dichas y los dedos temblando en el agarre de su estuche, sin ser capaz de moverse de su posición.
Un irónico resoplido sale de sus labios ante la gracia que le causa el cómo decidió abandonar la idea de que su relación con Nam-ra volvería a ser como antes y que todo lo que pasó meses atrás había quedado muy en el pasado, pues constantemente se repetía que su conclusa amistad con ella se había convertido en una etapa de su vida que, por más que quisiera, no podría volver a cruzar.
«Acostúmbrate» se repetía constantemente durante su encierro. Después de todo, era consciente de que había cometido un error y estaba pagando el precio.
Otro bufido lastimero sale de ella, pues a pesar de todo el esfuerzo mental que había ejercido, en menos de tres segundos, la mera presencia de Nam-ra desestabilizó todo lo que llevaba preparando durante sus días de suspensión y le provocó una sensación que no creyó experimentar tan pronto, pues le dio una ingenua esperanza que bastó para elevar todas sus expectativas ante aquel fortuito encuentro; sin embargo, eso fue todo, pues lo que quedó de ello se ha esfumado y la ilusión de un nuevo comienzo se encuentra roto en miles de cristales.
Y Min-young ya no tiene la intención de recogerlos.
Con una sonrisa lista para esconder la desgana que carga, la Han menor abre la puerta corrediza de su salón de clases y, al instante, unos brazos rodean su cuerpo, haciendo que tropiece con sus propios pies y caiga al suelo con ese nuevo peso encima.
—Hola a ti también, Jiyu —saluda mientras agradece a todas las divinidades existentes y por existir por no dejar que todo el peso de ambas féminas cayera sobre el estuche de su instrumento. Una sonrisa cansada aparece en sus labios y las carcajadas de sus compañeros de clase se hacen escuchar de fondo. No se sorprende cuando uno de ellos se acerca para ayudarlas a levantarse del suelo.
«Siempre tan servicial nuestro presidente» piensa la bajista con gracia.
—Buenos días, Min-young, qué bueno que volvió —dice él con cierta timidez y formalidad, lo cual hace reír levemente a la nombrada, quien responde con un asentimiento de cabeza a modo de saludo.
Una vez ambas chicas se encuentran de pie, la más alta se dedica a escanear el lugar. El 2B luce tan ruidoso como de costumbre, a excepción de una menuda silueta que se abraza a si misma en uno de los asientos más alejados del aula de clases.
—¿Qué le sucede a Eun-ha? —pregunta Min-young en un susurro hacia su amiga, quien sigue colgada de su cuello a pesar de que las dos ya han ingresado al salón. De un momento a otro, el cuerpo de la más baja se tensa y su agarre se hace más intenso. El ceño de la bajista se frunce.
Algo está sucediendo.
—¿Presidente? —eleva la voz.
El nombrado salta en su lugar cuando Min-young dirige su mirada hacia él y, a juzgar por su reacción, es probable que haya escuchado la pregunta que le hizo a Jiyu.
«Me están ocultando algo» es lo primero que piensa y, muy dentro suyo, espera equivocarse.
Con cuidado, se deshace del agarre de su amiga y camina hacia Eun-ha, la vicepresidenta del aula, quien es conocida entre sus compañeros por su fuerte sentido de la justicia y su predisposición a ayudar a cualquiera que lo necesite.
No avanza mucho antes de que su amiga decida detener su paso, lanzándose sobre su espalda con fuerza.
—¡Jiyu! —exclama antes de volver a caer de sentón y, ahora, es ella quien le sirve de colchón. —¡¿Qué te sucede?!
Ni una sola palabra, ni un solo gesto. Kang Jiyu se abstiene de emitir algún sonido que pueda servirle como respuesta.
Como si se tratara de una revelación del universo, estando en el suelo Min-young es capaz de vislumbrar el rostro que la viceprecidenta esconde y su cuerpo reacciona al instante, temblando de excepticismo, impotencia y enojo.
La campana suena y Jiyu insiste en llevar a su amiga al habitual asiento que comparten, pero la vista de la recién llegada se rehusa a separarse del color violáceo que tiñe la piel de la antes segura y firme Eun-ha. No puede evitar preguntarse qué demonio ha sucedido, pues su temblor y bajo perfil no es habitual.
El cuerpo de Min-young cae sobre el asiento al lado de su amiga justo en el momento en que la profesora de historia ingresa al aula saludando a toda la clase, dándoles la misma indicación de siempre antes pedir los dispositivos móviles de cada estudiante. No se preocupa y entrega uno que ya no utiliza, al igual que muchos otros de sus compañeros.
La maestra no es tonta, es obvio que se ha dado cuenta pero prefiere no intervenir. Según ella y muchos otros maestros, aquel aula es un caso perdido a nivel de obediencia; y a pesar de ello tienen un acuerdo no dicho de fingir que nada sucede cuando ingresa el director o algún inspector.
En conclusión, tomaron la desición más sencilla.
En situaciones como aquella, su vicepresidenta sería la primera en mandar un mensaje al grupo de aula para que la profesora encuentre a la pobre alma en desgracia que no puso su celular en silencio; sin embargo, nada sucede. Aquello lleva a la mente de Min-young a trabajar rápidamente, llegando a dos respuestas, uno: todos sus compañeros al fin aprendieron la lección y quitaron el sonido antes de entrar a clases; o dos: Eun-ha no ha mandado ningún mensaje.
Cuando la maestra empieza su clase y coloca el título del tema en el pizarrón, la bajista enciende su celular para ver si hay alguna notificación, encontrando varias de su canal de YouTube pero ninguna de la vicepresidenta.
De manera discreta, voltea hacia el fondo del aula y ahí la ve, completamente estática y en la misma posición del inicio, aparentemente sumergida en su propio mundo donde nadie es capaz de saber si se siente a salvo o revive una pesadilla.
Un golpe en su rodilla le hace dar la vuelta y su mirada se topa con el rostro impasible de Jiyu, quien se encuentra con la vista fija al frente pero sus dedos están sobre el lápiz, escribiendo velozmente sin mirar el papel ni una vez.
Bendita habilidad que tiene.
«Déjalo» aparece en el borde de su hoja blanca y, pocos segundos después, borra lo escrito. Todo ello sin despegar su mirada de la clase.
«¿Dejar qué, en específico?» se pregunta ella y su ceño se frunce ante la realización.
Gracias a su amiga es que logra dar con una conclusión, una nada agradable: Algo sucedió mientras no estaba, algo grave que nadie quiere mencionar, ya sea por miedo o ignorancia, o tal vez poca información. Decide hacer un rápido repaso por el aula, encontrándose con varios pares de ojos observando en su dirección y que, rápidamente, esquivan su mirada una vez hacen contacto visual, como si aquella simple interacción quemara en lo más hondo de sus cuerpos, logrando así, confirmar su no deseada hipótesis.
Min-young cierra sus manos en puños intentando regular su respiración, pues ese moretón obliga a su mente a viajar por distintos escenarios, cada uno peor que el anterior; ya ni es capaz de concentrarse, pues su cerebro ignora en qué etapa de la historia se encuentran. Internamente, ruega para que la clase termine y pueda interrogar libremente a su amiga, quien parece tener detalles sobre lo sucedido y, por alguna razón, evita mencionarlo.
Luego de dos periodos, el receso inicia y no duda en levantarse y llevarse a Jiyu a rastras fuera del salón de clases, corre con ella por el pasillo mientras esquiva al resto de estudiantes que también salen de sus aulas, no teniendo mucho éxito cuando pasa por el 2-C, pues otra vez Na-yeon aparece en su camino, dispuesta a iniciar una conversación.
—Ahora no, luego vuelvo —anuncia mientras pasa de largo en una falsa promesa hacia ella.
Finalmente, luego de unos pasillos, llegan a su nirvana, a su lugar seguro y punto de encuentro: el salón de música.
—Ahora sí, ¿qué sucede? —cuestiona con la respiración algo agitada por la carrera dada con anterioridad.
Jiyu se suelta de su agarre y forma un puchero en sus labios fruncidos, molesta por la manera en la que ha sido arrastrada durante todo el camino sin ser escuchada en su pedido de aflojar la presión centrada en su muñeca.
Min-young suspira y se sienta sobre el marco de la ventana.
—Lo siento. ¿Está bien? No pensé que te había apretado tan fuerte —musita al ver la piel de su amiga con una tonalidad rojiza alrededor de la zona donde su mano se vio envuelta.
—Eres muy tosca, no sé por qué siempre dejo que me trates así —protesta ella sin borrar su puchero y esta vez sumándole el entrecejo fruncido.
La más alta asiente, pues es consciente de que en más de una ocasión se la ha ido la fuerza de las manos cuando juegan de manera física o se encuentran en situaciones similares.
Una sensación de incomodidad cae sobre ella. Así que opta por abrir sus brazos y poner la mejor cara de perrito que puede formar, en un intento de cambiar el ambiente, dejando en evidencia ese lado aniñado que pocas veces sale. Las ganas de reír burbujean en sus labios al imaginar corazoncitos volando alrededor de Jiyu cuando se cara se transforma y un ligero «oww» sale de ella.
—Puedes ser tierna cuando te sientes culpable —dice ella una vez se escabulle en el abrazo de su amiga y entierra la cabeza en el hueco de su cuello—. O tal vez sabes que funciona para manipularme.
La bajista suelta una risa y cierra sus brazos alrededor de su espalda.
—Tal vez ambos, quien sabe.
Siente su cuerpo vibrar por la risa y, cuando esta se apacigua, el silencio cae sobre ambas.
—Solo ten cuidado, ¿sí? Ya sabes lo que pasó —murmura Jiyu levemente mientras su cuerpo se va tensando poco a poco.
El cuerpo de Min-young se contagia de su estado ante la sorpresa al haber olvidado ese punto, con sus puños cerrándose sobre su espalda y la bilis empezando a subir por su garganta debido a la culpa pesada que empieza a caer en su persona.
—Debí golpearlo más...
Jiyu se separa de ella rápidamente y la mirada que le dirige expresa pánico, lo cual funciona como motivador para que su amiga desee con fervosidad el completar aquel cometido.
—¡Te expulsarían!, ya te dieron tu advertencia.
—No me importa —protesta Min-young—. Merece eso y más.
—Pero tú no mereces perder tu futuro por él.
La Han menor muerde su labio inferior en un intento de no dejar salir todo el enojo que ha empezado a sentir, recordándose constantemente que debe controlarse.
—¿Entonces está bien que el tuyo sí?
Jiyu baja la mirada, incapaz de sostener la de su amiga y la refugia en el nombre escrito en el identificador del pecho frente suyo.
El silencio cae y Min-young espera a que ella sea la primera en romperlo, lo cual sucede luego de algunos largos segundos.
—No quiero que te haga daño...
Su voz a punto se romperse oprime el corazón de la más alta y no puede evitar volver a abrazarla con fuerza, intentando borrar todos aquellos malos recuerdos con besos sobre su cabello y caricias a su espalda. Cuando empieza a cantar por lo bajo su canción favorita es que las lágrimas empapan el cuello de su uniforme y la humedad resbala por su piel.
Min-young aprieta más el cuerpo de su amiga contra el suyo, esperando que el consuelo que quiere brindarle sea suficiente para acompañarla en su necesitado llanto.
Por pura casualidad, eleva la vista y ahí lo ve, a su comedy relief en momentos de tensión y la única persona que realmente cree que los anuncios de internet donde te dicen que ganaste un viaje son verdaderos. Cuando sus miradas chocan, desaparece de su vista colocándose detrás de la pared, como si nunca hubiera estado ahí en un inicio.
«Este idiota» piensa y decide ignorarlo para concentrarse en la persona que tiene en sus brazos.
Minutos pasan y parece que Ji-hu ya no soporta contemplar a sus amigas a la distancia, pues hace presencia en el salón con el bajo de su querida salvaje colgado de su espalda y sus baquetas en el bolsillo de su pantalón. No dice nada y se sienta en el suelo al lado de ambas chicas en completo silencio, sin intenciones de romper la burbuja en la que se encuentran a pesar de que su mera presencia es un gran distractor, pero Jiyu no parece percatarse de la llegada del tercer integrante de su reducido grupo, pues sigue aferrada a su amiga como si su tacto fuera todo aquello que necesita para calmar su dolido corazón.
Minutos pasan y el llanto se desvanece, pero el aire de tristeza y nostalgia continúan inundando el lugar. De un momento a otro, los engranajes de su cerebro parecen coordinarse para ir en la misma dirección y un click suena cuando la conclusión aparece de manera abrupta con un toque de fatídica realización.
—El rostro de Eun-ha... Fue Gwi-nam, ¿no es así?
Fecha de publicación: 08/06/2022
Alana ©2022
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