Capítulo XVIII
Venezuela (Capital Caracas)
El grupo logro aterrizar en la capital desde el día de ayer, están ahora en un galpón abandonado de la zona de la capital, uno bien deteriorado siendo como le dicen los habitantes del lugar; "Chatarrera". Por consiguiente, el equipo de veinte hombres, están todos en una mesa amplia cuadrada de metal, viendo un mapa de una gran tienda, que está situada en una zona concurrida de ciudadanos venezolanos, solo permitiendo en horas altas de la noche; ver lo que sucede, como entran y salen grandes camiones de cargamento, a según las autoridades indican que es mercancía de ropa, pero en su lugar, hay solo droga y armas de bajo calibre; ya que esos países de afuera, no le dan armas de fuego de alta gama, sino siempre las sobras que dejan y no desean tener, para no verse vulnerables ante ese país pequeño, para los de afuera, pero es tan grande, que puede ser amenaza para cualquiera.
Es cuando Isla les dice, como deben ser sigilosos para entrar, usando todo su material de espías y no llamar la atención de los posibles guardias, que custodian esa tienda de ropa en general, para todo los venezolanos que ingresen; ya que siempre hacen ofertas, logrando así vender todos los días, al dejar los puntos claro, se cruza de brazos para ver a su mano derecha que está a su lado, dar la orden.
— Ya escucharon el plan de Belicosa; así que a ¡trabajar! Nos vemos dentro de quince minutos. — Anuncio fuerte y claro, mientras los demás asentían con un movimiento de cabeza.
— Si señor. — se oyó al unísono.
Al ver cómo se marchaban, se volvió a ella, para darse cuenta que estaba inquieta, viendo los planos una y otra vez, eso lo hizo fruncir el ceño.
— ¿Que sucede? — Pregunto siendo directo, al estar a un lado de ella.
— Tratando de entender, porque escogen lugares, tan inútiles para guardar sus porquerías es solo eso. — Hablo, al mirarlo a la cara siendo tan fría, como siempre.
Se quedó por un momento, tratando de hallar la manera de entender a Isla y su forma de proceder, sin importar pisar a cualquiera, que se cruce en su camino; en su mente se le clavo la idea, de conocer todo de ella lo bueno como lo malo, que es seguro, debe tener más de lo segundo.
— ¿Porque me miras tanto? — lo sacó de sus pensamientos, dándose cuenta, que estaba muy sumergido.
— Nada... solo pensando. — respondió de forma sutil, tomando su arma de su funda, para verificar el número de balas activas, siendo siempre su hábito.
El semblante de ella, fue mirarlo para entender sus locuras; al quedarse siempre viéndola, es normal recibir las miradas de muchos hombres, pero la de su amante era distinta, con algo escondido y ¿ Que desea saber?, Pero lastimosamente no podrá dárselo, la debilidad no está en sus planes, sino buscar la forma de solucionar, para cerrar el ciclo de su venganza de aquellos, que la marcaron de la peor forma y más al presenciar la muerte de sus seres amados, que jamás podrá ver más, negó en su interior al recordar algo, para así retirarse necesitaba aire y fumar.
Ya estando fuera del galpón, la gran brisa fresca de verano del país la recibió, su sol es mejor que los de Europa o Asia, que ha visitado en sus misiones y cuando estuvo en su internado en Hungría; jamás pudo sentir ese aire, que se siente aquí. Puede que tenga en sus planes de volver para aventurarse, para pasar buenas vacaciones y brocear su piel, lo requiere está algo pálida. Por otro lado; se va hacia una camioneta negra una de tantas que ahora no están, siendo de noche sus soldados esperan la medianoche para proceder, se logra sentar en el capo cómodamente y sacar de su bolsillo trasero, una pequeña caja de cigarros de marca europea, toma uno y saca un encendedor, haciendo que la llama arda encendiendo el mismo, guardo el objeto colocándolo en el capo, para dar una calada grande y luego botarla por la boca, destilando humo en el mismo aire, que se disipaba por segundos.
Duro al menos una hora, hasta que pudo dejar la colilla en el suelo o pisarlo al colocarse de pie; se sintió mejor, era la primera vez que lo hacía, fue una ansiedad que le entró, para sacar un poco el estrés que tiene sobre sus hombros y más al estar en contacto con su tío Atticus, no ha parado de llamarla por las mañanas; para saber cómo va la misión y si está dando el fruto o no, todo esto meditaba ella, mirando las estrellas que hoy estaban más brillantes que nunca, respiró por lo bajo al sentir como su mente daba espacio a un recuerdo.
Recuerdo
— Mamita ¿Estás molesta? — pregunto, al verla estar en la sala con los brazos cruzados y su mirada enojada.
— No cariño... es solo qué...— No pudo decirme más, ya que inicio a llorar.
Siendo una niña de tan solo cinco años, podía ver como mis Padres trasmitían sus emociones, de forma tan clara a mis ojos de niña inocente, que, sin darse cuenta eso me ponía triste, fui directo a ella para estirar mis brazos lo que asumió, respondiendo a cargarme para recibir un abrazo fuerte, con lágrimas de su parte, humedeciendo mi cabello negro algo largo, pero solo guarde silencio, durante el tiempo que mi Madre lo necesito, hasta que me dejó ver su rostro teniendo un semblante triste y rojos sus ojos.
Lo que me hizo llorar, al verla de ese modo, que nunca vi, pero me sorprendió recogiendo mis lágrimas, con un amor infinito y sonriendo para mí de forma linda, no dejando de lado, que me ama y lo puedo ver, a través de su sonrisa con lágrimas en los ojitos.
— Mami ...
— Todo está bien princesa, solo estoy triste, porque Papá se va ausentar por mucho tiempo, pero no te preocupes volverá y recompensará todo ese mismo tiempo. — fue todo lo que dijo, con una seguridad, que tal vez lo dijo más para ella, que para mí.
Solo asentí con la cabeza, dándole la razón, porque una Madre por duro que lloré, siempre tiene una solución, cuando no la vemos nosostros los niños.
— ¡Te creó mami!, Y te amo.
— Yo también te amo princesa.
Fin del recuerdo
Al tener ese recuerdo, solo pudo cerrar sus ojos con dolor, al no poder revivir ese momento, ya que no está a su lado, para decirle ¿cuánto la ama? Y la sigue amando, por duro que le parezca se sobrepone obstando su semblante frío y hostil; para no ser rescrebajado por las emociones que buscan salir, pero ella no lo va a permitir, tiene un camino duro que terminar y lo va a lograr, cueste lo que cueste.
Sin darse cuenta, recibe una llamada de su teléfono de tecla, para no ser rastreada y es de uno de sus soldados, que es líder en ese momento, toma la llamada, sin esperar más.
— ¡Bueno!
— Belicosa ¿tenemos un problema?
Eso la alerta, haciendo fruncir su ceño.
— ¿Qué pasa? Informa.
— Ingresamos a la parte interna del mismo almacén, de la tienda con éxito; pero el inconveniente es...
— Habla no me gusta, que me hagan perder el tiempo. —
— Lo que buscamos no está.
El desconcierto es poco a lo que ella siente, pero se recompone rápido, dando otra orden.
— Entonces salgan de ahí, los espero en la esquina de esa tienda. Creo que la cuestión fue cambiando de lugar, así que tendremos nuevo plan. — Dio el avisó, colgando después.
Bufo por lo bajo, ya estaba estresándose al entender, que lo pidió fue echado para atrás, hasta que siente la voz de Liam llamarla, volverá para detallar que camina hacia su lugar.
— Tuviste problemas. Porque lo supe al comunicarme con ellos. — me aclara, y ella asiente muy seria tratando de serenarse.
— Lo sé... pero les di una orden nueva; así que te toca manejar vamos directo a la cueva de esa bestia. — Responde de forma directa, al darle las llaves que son lanzadas hacia él.
En efecto el aludido las toma, para emprender el viaje a lo que el GPS, le indica para llegar a su punto de inicio, mientras del lado del copiloto Isla comienza activar su mente, buscando la manera de llegar al sucio hombre que debe aniquilar, para cerrar el caso; dónde sin pedirlo o conocer, le llega una buena idea, que la hará ganar terreno dentro de ese lugar.
— ¿En qué piensas? — la saca de su trance, su mano derecha.
— La mejor solución, que se me ha ocurrido Nohán. Así que solo conduce. — soltó con alegría, algo que le sorprendió a su compañero, pero entendió que su sonrisa no era buena.
Era el indicio de algo, que lo iba a poner nervioso, o incluso meter sus narices, para sacarla de problemas esperaba que no fuera lo último que pensó.
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