Capítulo 8: Impacto

La elegante e irritada señora rubia estaba cruzada de brazos mientras su señor esposo miraba, ceñudo, pero con cautela a su hijo, a la espera de una explicación.

—Mamá, papá... Ella es Bélgica —me presentó, rascándose la nuca en un gesto avergonzado—. Es una amiga del instituto...

—No sabía que tenías más amigas además de Phoebe —comentó el padre, suspicaz.

—Esa Phoebe es otra... —terció la madre, despectiva.

Al parecer, esta señora odia a todo su género.

—Por favor, Gemma, no exageres. Phoebe y Caleb son amigos desde que eran niños y vivíamos en...

—No menciones eso —lo interrumpió en un gruñido—. Además, sabes perfectamente que esta —me miró de arriba abajo—, y todas las otras "amiguitas" que ha metido aquí no son conocidas de la infancia. Ambos sabemos perfectamente en lo que estaban.

—Con todo respeto, señora —alcé la voz, intentando sonar cortés a pesar de que esa mujer era insoportable, pero quería ser respetuosa, pues era la madre de Caleb—, pero Caleb y yo no hacíamos nada malo... Solo estábamos...

—Harapienta —me interrumpió—, insolente y, ¿encima me tratas como estúpida? Caleb —se dirigió a él como si yo estuviera pintada en la pared—, que sea la última vez que traes a esta... niña... a mi casa. A la próxima paga por una con más clase.

—No, mamá. Que sea la última vez que tú hablas así de ella... —exigió él—. Tiene razón, no hacíamos nada. Fue un malentendido.

—Suficiente de tus "malos entendidos" he tenido ya, Caleb. No es la primera vez que me topo con una escena como esta. En vez de revolcarte con la primera que pasa, deberías estudiar. Hemos invertido demasiado en ti como para que termines siendo un inútil —escupió, venenosa—. Me voy a mi habitación. No tolero más ver la cara de tu amiguita harapienta. Con permiso... —masculló, mirándonos como si fuéramos una piedra en sus lujosos tacones, para luego dirigirse a las escaleras.

—Disculpa a mi esposa... Ella... no está bien del todo... —se excusó con una pequeña sonrisa apenada el señor con traje que aún estaba con nosotros en la sala de estar—. Soy Arthur Shines, el padre de Caleb. Solo les pediré que sean más discretos a la próxima... Y Caleb, de preferencia, no aquí en casa. Sabes cómo se pone tu madre... Y debemos entenderla...

—¡Pero en serio no hacíamos nada! —aseguró con vehemencia.

—Voy a mi despacho. Fue un placer, Bélgica.

—Igualmente, señor Shines —emití educadamente y luego él se marchó.

—Siento todo esto... —murmuró Caleb cuando nos quedamos solos, tomando asiento en el sofá—. No quería que conocieras a mis padres de esta manera... O tal vez hubiese sido mejor que no los conocieras y punto —añadió, mirando el suelo.

—No quería ser inoportuna... —musité, sentándome junto a él.

—No lo decía por ti, eres sensacional... Sin embargo, ellos... no son la mejor de las compañías...

No conocía demasiado a Caleb, pero sumando su reciente comentario a la escena que acababa de montar su madre y a lo evasivo que se veía su padre, era evidente que su ambiente familiar no era bueno.

—¿Te gustaría ir a mi casa mañana? —pregunté mientras él observaba el techo con la cabeza apoyada en el espaldar del sofá. Al parecer, había interrumpido sus pensamientos.

—¿Eso es una invitación pecaminosa? —indagó, pícaro.

—No, Caleb —aclaré—. Es una invitación a terminar el trabajo que ni siquiera comenzamos. Supongo que después de esto lo mejor será que me vaya.

—Realmente lo lamento... —dijo nuevamente.

—No te preocupes. A veces nuestros padres son... complicados... Pero eso no significa que la culpa sea nuestra —expliqué, ya que me sentía muy identificada con sus conflictos familiares, pues mi madre y yo nos llevábamos bien, pero sabía que no era lo que ella esperaba.

—A veces sí... —respondió después de unos segundos con expresión triste, lo cual me dejó profundamente intrigada.

<>×<>×<>

El sábado en la noche Paris decidió hacer una pijamada en su casa, aprovechando que sus padres se habían ido de viaje el fin de semana.

Cuando Landa, Venecia y yo llegamos Dallas y Will estaban jugando videojuegos en la sala. Al verlos, automáticamente le pregunté a mi primo por Aiko, una hermosa chica de familia japonesa que era su pareja hace varios meses. Tenía entendido que vendría, pero él me explicó que su familia no se lo había permitido. Al parecer, eran muy estrictos con ella.

Por otra parte, Paris preparaba bocadillos, pues era muy diestra cocinando (su especialidad era la repostería), a diferencia de mí que ni el agua hervida me quedaba bien.

—¿Vienes a ayudarme? —indagó mi prima cuando me vio entrar a la cocina.

—No creas que olvidé lo que hiciste ayer —escupí, rememorando el hecho de que me encerró en el baño con Caleb.

—¿Aún estás enojada? —preguntó, abandonando lo que hacía para ir a abrazarme haciendo pucheros como niña pequeña—. Fue una bromita inocente —le restó importancia, apoyando su cabeza en mi pecho.

—¿Te confabulaste con Caleb? ¿Él te pidió que nos encerraras? —inquirí.

—No —respondió, apartándose, extrañada—. Lo hice porque en el hospital me dijiste que sentías curiosidad por él y que querías conocerlo mejor.

—Entiendo... —murmuré. Al menos Caleb no mintió en eso.

—Además —agregó—, sé que te gusta.

—Ya te dije que no me gusta, Paris —aseguré.

—Sí te gusta, lo que aún no te has dado cuenta —opinó, retomando su labor culinaria mientras yo tomaba asiento en la isla de la cocina.

—Ahora resulta que sabes más de mis sentimientos que yo misma —repliqué, escéptica.

—Sí —contestó con simpleza—. Y sé que también le gustas.

—Paris, a Caleb le gustan todas. Y en mi caso solo lo hace por molestar.

—Te equivocas, le gustas —aseguró.

—Él... ¿te lo dijo? —murmuré.

—No responderé —dijo sin más.

—Paris, deja de hacerte la interesante y termina con esta intriga —exigí.

—No me hago la interesante, soy interesante —me corrigió, moviendo su pelo épicamente con una de sus manos mientras llevaba la bandeja con aperitivos con la otra.

—Y modesta sobre todo —opiné con sarcasmo, viéndola marcharse hacia la sala. 

—Bel... —se detuvo de pronto, aún dándome la espalda—, ¿no crees que si tanto quieres saber la respuesta es porque Caleb te interesa aunque sea un poco...? —dejó suspendida la frase y luego continuó su recorrido.

Si lo analizaba, su planteamiento tenía cierto sentido, pero no podía ser posible, pues llevaba mucho tiempo enamorada de Will.

Caleb no me gustaba.

¿O sí...?

Cuando regresé a la sala Paris, Dallas y mis hermanas estaban bailando (y por "bailar" me refiero a que Dallas hacía un intento barato de twerking mientras Paris se colocaba detrás de él simulando que lo nalgueaba y mis hermanas se retorcían como anguilas) Worth it de Fith Harmony con sombreros llenos de perlas, gafas de sol con formas extrañas y coloridas bufandas de plumas, mientras Will los filmaba entre risas desde el sofá.

Y les juro, fieles lectores, que esa fue la escena más ridícula que ojos humanos hayan visto.

A medida que la pijamada fue transcurriendo vimos películas de terror (casi tuve que buscarle un pañal a Paris porque por poco se hace en el pijama), contamos historias de miedo con la luz apagada iluminando nuestros rostros con linternas, hicimos un desfile de modas y también hicimos karaoke (Landa "cantó" All of me de John Legend y cuando cantó o, mejor dicho, chilló el coro, juraría que escuché un cristal romperse).

Dios, me dio dolor de estómago y eso que no tengo estómago.

Habíamos prometido quedarnos despiertos toda la noche, pero en el instante que tocamos las almohadas ahí mismo quedamos.

Nunca espero nada de ustedes y aun así logran decepcionarme.

:)()()()(:

En mitad de la madrugada mientras todos dormían plácidamente en la sala desperté. Toda la mansión continuaba oscura y los demás roncaban como si no hubiese un mañana, pero yo no lograba dormir, así que opté por levantarme hasta que el sueño regresara. Después de buscar un vaso con agua en la cocina fui hasta la piscina, la cual estaba iluminada por tenues luces a su alrededor.

—¿Bel? —llamó mi atención una voz detrás de mí.

—¿Will? —musité al girarme.

—Son las 3 de la mañana —me informó, pasando su mano por sus ojos en un gesto somnoliento—, ¿qué haces despierta? ¿No te sientes bien?

—No es eso... Solo... me levanté a tomar agua. —Le mostré el vaso que aún tenía.

—¿Y qué haces aquí afuera? Vamos adentro, aquí hace frío —me pidió, aproximándose para tomarme del hombro y guiarme hacia el interior de la casa.

—Will... —lo detuve, observando su perfil iluminado levemente.

—¿Sí? —emitió, posicionándose frente a mí.

—Quiero decirte algo... —murmuré, apretando con fuerza el vaso entre mis manos mientras enfocaba el suelo.

—Te escucho.

—Yo... —balbuceé.

Quería decirle.

Quería declararme.

Quería que supiera de una vez por todas lo que sentía, pero estaba aterrada.

¿Y si arruinaba nuestra amistad?

¿Y si él no sentía lo mismo?

—Bel, ¿segura de que estás bien? —me sacó de mi ensimismamiento.

Ahora estaba bajo su atenta y preocupada mirada color esmeralda y con mi prolongado silencio solo lograba verme más tonta de lo que ya me sentía.

Debía hablar ahora, pero el nudo en mi garganta me lo impedía. No hallaba las palabras, solo sentía mis acelerados latidos, así que opté por no expresar mi profundo sentir verbalmente, sino con acciones.

Sacando valor de algún lugar recóndito me abalancé sobre Will, estampando mis labios contra los suyos.

—¡¿Qué haces, Bel?! —exclamó con ojos desorbitados, apartándose de mí.

Oh, oh...

—¿Que qué hago...? —repetí—. Qué buena pregunta... ¿qué hago? —parloteé sin sentido, víctima de mis nervios mal disimulados—. Pues yo... bebo agua, bebo esta refrescante e hidratante agua... —hablé incoherente y rápidamente.

—Acabas de besarme —recalcó.

—No, esto fue un sueño. Fue fruto de tu imaginación —repliqué, más ridícula que antes.

—Bel... —murmuró.

—Bien... Yo... —balbuceé—. Me gustas, Will —confesé con firmeza.

—¿Te gusto? ¿Lo dices en serio? —preguntó, incrédulo.

—Jamás bromearía con algo así —aseguré, ceñuda ante su escepticismo.

—Pero... No puede ser...

—¿Porque lo dice quién? —refunfuñé—. Sé que somos amigos hace mucho y me aterraba hablarte de mis sentimientos...

—Pero Bel...

—Déjame terminar —le pedí—. Sé que mi confesión fue repentina y tal vez precipitada, pero no podía callar para siempre a pesar de que tu reacción me daba mucho miedo. Si no sientes lo mismo, lo entenderé y te prometo que nada cambiará entre nosotros, aunque quiero que sepas... que me haría muy feliz que me correspondieras porque llevo enamorada de ti desde que tengo 14 años y...

—Bel... —me interrumpió—, yo soy gay.

—¿Qué? —fue lo único que logré articular.

¡TIENE QUE SER UNA BROMA!

—Lo que escuchaste... Soy gay —reafirmó.

—Pero, ¿có-cómo? —murmuré.

—Pensé que lo sabías, Bel.

—¿Cómo lo voy a saber si nunca me contaste? —puntualicé.

—Pensé que era bastante obvio —opinó, encogiéndose de hombros.

—Oh, créeme que no lo es —refuté, indignada.

—Lamento no haberte contado antes.

—Pero... ¿Desde cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? —parloteé.

Cuidado con lo que preguntas... Lo apoyo, pero no quiero detalles.

—No lo sé... Simplemente me gustan los chicos.

—Nunca me pasó por la mente. No lo aparentas...

—No hay que gesticular, hablar o vestir de una forma específica... Solo debes amar a alguien. Es todo —explicó.

—¿Amas... a alguien? —pregunté con temor.

—Sí —respondió sin el menor atisbo de duda.

Después de todo sí estaba enamorado, pero era de un chico.

—Vaya... —musité.

—Pero es un amor imposible —aclaró—. Tiene novia y nuestros padres jamás lo aceptarían.

—¿Puedo saber quién es? —me atreví a preguntar y después de unos segundos él contestó:

—Es Dallas.

¡TIENE QUE SER UNA BROMA X2!

—¿Qué? —articulé con la esperanza de haber escuchado mal.

—Mucho impacto para una sola noche, ¿no? —bromeó.

—Un poco, sí —admití.

—Lamento que te enteraras así y también lamento si alguna vez te envié señales confusas que te hicieran pensar que me gustas. Te quiero, Bel —tomó mi mano—, te adoro con el alma por la persona valiente, inteligente y excepcional que eres. Quiero que estés siempre junto a mí, pero solo como amiga...

—Entiendo... —dije en voz baja.

—Lo siento...

—No tienes que disculparte. No escogemos a quién queremos. Y si es Dallas quien te hace feliz, te ayudaré —expresé con convicción.

—No tengo esperanzas...

—¿Lo has intentado siquiera? —indagué.

—¿Para qué? Está saliendo con Aiko y, aunque no fuera así, a él le gustan las chicas —habló, desilusionado con la mirada en el suelo.

—Will —acuné su rostro—, para mí querer a alguien es ser incondicional y anteponer su felicidad por encima de cualquier cosa... Y yo te quiero, siempre lo he hecho... Si solo puedo ser tu amiga, lo aceptaré con alegría porque lo más importante para mí es tu bienestar. No sé cómo rayos lo conseguiremos, pero haremos que Dallas se fije en ti —prometí.

—Gracias, Bel —emitió con ojos vidriosos y luego me abrazó con fuerza—. Eres lo máximo.

—Y por eso me quieres —bromeé con una sonrisa triste, frotando su espalda en un gesto reconfortante que simbolizaba mi decisión de renunciar al chico que había querido los últimos años.

Tal vez es la hora de buscar el amor en alguien más...

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Buenas, buenas!! :D
Qué cuentan? :D
Qué les pareció este cap?
Los leo!
Adivinen quién regresó a la universidad nuevamente, les daré una pista: yo :")
Ahora tendré menos tiempo para escribir :")
Pero bueno, aún tengo varios capítulos hechos, así que no hay de qué preocuparse :D
Qué opinan de los padres de Caleb? De la dulce Gemma :v
Y de la confesión de Will?
Esa no la vieron venir :)
Espero que hayan disfrutado este cap.
Hasta el próximo viernes.
Se les aprecia <3
Dato random: Normalmente no le pongo a los personajes apellidos que simbolicen algo de su personalidad. Sin embargo, con Caleb sí lo hice (con Phoebe y Zack también, más adelante sabrán por qué) porque él es puro brillo, pura luz :)
Ig: daia_marlin

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