Capítulo 40: Libre
BÉLGICA KNOLLER.
Habían pasado dos días desde ese fatídico incidente y aún no lograba procesar todo lo que había sucedido.
Pickles había muerto...
Kai también...
Y Caleb estaba preso...
—Bel... —llamó mi atención Paris, entrando a mi habitación junto a Will.
—No tienes que despedirte si aún no quieres... —aclaró él, frotando mi hombro con delicadeza.
—Decidí que lo haría hoy... —emití, contemplando el hermoso recipiente que tenía entre mis manos.
—Es difícil desligarse... —opinó Will.
—Mucho... —murmuré, sintiendo cómo mis ojos se tornaban vidriosos—. Prometí que hoy no lloraría, pero claramente fallaré de nuevo —comenté, secando una lágrima rebelde.
—No debes obligarte a ser fuerte, Bel... —me recordó Paris—. Todos sabemos cuán importante era Pickles para ti...
—Él no era solo un perro. Era mi amigo, mi compañero, quien me escuchaba y me hacía reír cuando estaba triste —relaté mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas—. Muchos quizás piensen que no lo hacía, que no podía entederme... Pero yo sentía que sí... Él me amaba tanto como yo a él y por eso me defendió ese día... Se sacrificó por mí... —murmuré, abrazando el recipiente que contenía sus cenizas, llorando sin consuelo.
—Estamos aquí para apoyarte, Bel —habló Paris—. Toda nuestra familia te acompañará a esparcir sus cenizas. Ken no pudo llegar a tiempo...
—Lo sé, hablé con ella... Ken también quería mucho a Pickles...
—No estás sola, Bel. —Acarició mi rostro—. Hoy no parte el alma de una mascota, parte un miembro de esta familia.
—Gracias por estar aquí, chicos —dije con una débil sonrisa.
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El lugar donde esparciría las cenizas de Pickles fue una decisión difícil, ya que había muchos sitios bonitos en los que había pasado buenos momentos con él. Finalmente opté por el sitio donde mi abuela me lo había regalado hace algunos años siendo solo un cachorro.
—Pickles se sentirá feliz aquí —dijo ella, abrazándome mientras yo contemplaba el recipiente por enésima vez en el día.
—Era tan pequeño y frágil cuando me lo diste... —rememoré.
—Pero yo sabía que tú lo cuidarías bien. Sabía que serían grandes amigos —opinó, sonriendo con una mezcla de tristeza y nostalgia mientras observaba el hermoso parque que se extendía frente a nosotras.
—¿Crees que ahora esté en un lugar mejor? —pregunté con la voz quebrada.
—Tengo certeza de ello —contestó.
—Estoy segura de que donde sea que esté —intervino Venecia—, estará cuidando de ti justo como lo hizo ese día.
—Pickles fue muy valiente —opinó Austria.
—Quienes piensen que los animales no tienen sentimientos se equivocan —habló Landa—. Pickles tuvo el mayor gesto de amor por ti...
—Siempre le estaré agradecida. Cuidó muy bien de mi hija —se alzó la voz de mi madre.
—Lo extrañaremos mucho. Él le daba vida a nuestro hogar —emitió mi padre.
—Agradezco mucho sus palabras... Estoy segura de que Pickles también los extrañará —respondí, conmovida, avanzando algunos pasos mientras abría el recipiente.
—Siempre pensé que tendríamos muchos más años juntos, Pickles... Pero, aunque haya sido poco tiempo, disfruté mucho de tu compañía... Es increíble toda la alegría que le trajiste a mi vida... —dije con una lágrima descendiendo por mi mejilla—. Cada vez que necesite consuelo miraré el cielo para encontrarte... Vuela alto, amiguito... —emití, esparciendo sus cenizas por el aire—. Te extrañaré mucho, Pickles... —agregué al concluir.
—¿Quieres ir a casa? —me preguntó Paris, aproximándose a mí.
—No, debo hacer algo...
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—¿Bélgica? —dijo una extrañada Megan al verme en la puerta de su casa.
—¿Puedo entrar?
—Adelante —contestó—. ¿Qué haces aquí? Supongo que no sea una visita de cortesía...
—Y yo supongo que tú sepas lo que sucedió con Caleb —repliqué, cruzándome de brazos.
—Sí, lo supe...
—Siempre me pareció muy rara la relación que tenías con él —comenté—. Parecían tener un vínculo tan íntimo... Él tenía mucha gratitud hacia ti...
—¿A dónde quieres llegar, Bélgica? —indagó, impaciente.
—Tú conocías a Caleb desde antes... Desde el reformatorio... —concluí.
—Sí —articuló con cautela.
—Caleb me contó todo —aclaré.
—Y aun así sigues con él... —habló, arqueando una ceja mientras tomaba asiento.
—Los errores de su pasado no cambiarán el hecho de que lo amo —refuté bajo su atenta mirada color turquesa.
—¿Viniste aquí solo para preguntar eso? —inquirió sin mucha cortesía.
—Sé que desde que comenzamos el instituto hemos tenido diferencias... Es por eso que pensé que querías alejar a Caleb de mí... Pero hoy, mirándote a los ojos, me doy cuenta de que tú lo querías realmente.
Ante mis palabras tan directas, Megan tragó con fuerza, nerviosa.
—Lo quieres, ¿cierto? —insistí en saber.
—¿Viniste a mi casa a preguntarme si me gusta tu novio? —replicó, escéptica.
—No... —dije, tomando asiento a su lado—. Vine a pedirte que me ayudes a liberarlo. Descubrí que tu madre era abogada antes de dedicarse a la política... Tal vez pueda ayudar a Caleb...
—A mis padres siempre les agradó Caleb —comentó—. Cuando visitábamos el reformatorio conversaban mucho con él. Además, sabían que yo... —dejó suspendida la frase—. De acuerdo... Le pediré a mi madre que defienda a Caleb en su juicio...
—Gracias, Megan —hablé con una pequeña sonrisa, poniéndome en pie para marcharme.
—No lo hago por ti —escupió.
—Lo sé, pero aun así te lo agradezco... No creo que tengamos que ser rivales en esto. Después de todo ambas queremos el bien de Caleb —repliqué suavemente, haciendo un ademán para marcharme.
—¡Bélgica! —llamó mi atención, provocando que me girara—. Yo... quería pedirte disculpas... por haber sido tan grosera y competitiva estos últimos años... Pronto iremos a la universidad y no quiero que queden resentimientos entre ambas.
—Tranquila, eso está en el pasado... —emití relajadamente, aunque sorprendida a la vez. Jamás pensé que esas palabras saldrían de la boca de Megan Meyer.
—No... Yo me equivoqué contigo... Siempre sentí la necesidad de ganarte... Eres inteligente y bonita, pero a la vez humilde. Creo que una parte de mí te envidiaba... —confesó.
—¿Tú... me envidiabas? —repetí, escéptica—. Pero si tú eres... Megan Meyer... —completé, utilizando su nombre como la mejor definición para abarcar la perfección que ella representaba.
—Megan Meyer... —repitió con una sonrisa amarga—. Siempre me he esforzado tanto por ser la mejor en todo lo que hago, por ser perfecta... Y no lograba tolerar el hecho de que alguien me superara. No soportaba que tú fueras mejor sin esforzarte siquiera, simplemente eres mejor...
—Megan, yo no...
—Y encima no buscas ser la mejor —me interrumpió—. Eso hacía que te detestara más...
—Lo siento... —murmuré.
—No seas condescendiente —gruñó—. No malinterpretes mis disculpas. No quiero ser tu amiga, pero reconozco que no te traté como merecías...
—Como dije anteriormente: quedó en el pasado. Que aceptaras ayudar a Caleb es más que suficiente.
—Independientemente de lo que haya sucedido entre nosotras, Caleb siempre será especial para mí... —aclaró.
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Después de mi estancia en la casa de Megan, Owen me llevó a un nuevo sitio.
—¿Señorita Bélgica? —emitió, sorprendida—. ¡Qué alegría verla! —exclamó, abrazándome—. Hace mucho que no la veía...
—También me alegra verte, Martha —saludé afectuosamente al ama de llaves de la familia White—. Pues sí, ha pasado un buen tiempo... Desde que terminé con Calvin no frecuento esta casa... —respondí, contemplando la gran mansión.
—Usted siempre me agradó tanto. Quiero mucho a mi pequeño Calvin, pero debo admitir que después de usted no ha traído a ninguna chica decente a esta casa... —opinó—. Es una pena que se hayan separado... —lamentó.
—Así se dieron las cosas... —comenté sin darle mayor relevancia al asunto—. Por cierto, Martha, ¿Calvin está en casa? —indagué.
—¿Por qué? —preguntó, curiosa—. ¿Hay intenciones amorosas en el aire?
—La verdad es que no... —contesté con una sonrisa nerviosa, ya que ella no sabía el motivo por el que Calvin y yo nos habíamos separado.
Una traición del desgraciado...
—Mi tiempo con Calvin quedó atrás... Además, ahora tengo pareja y estoy muy feliz con él —aclaré, destruyendo sus esperanzas.
—Oh... —musitó, decepcionada—. Bueno, si estás feliz, eso es lo importante —agregó, acunando mi rostro—. Iré a buscar a Calvin.
—Gracias, Martha —emití, tomando asiento para esperar.
—Cuando Martha me dijo que eras tú no lo pude creer —Calvin rompió el silencio de la gran sala de estar después de algunos minutos.
—¿Cómo estás, Calvin? —saludé, cordial.
—Supongo que mejor que tú —replicó, tomando asiento—. Supe lo de Shines... Él nunca me agradó, pero jamás esperé algo así de él... Debes estar sufriendo mucho —añadió con voz suave, enfocándome con sus hermosos ojos grises.
—Está siendo muy difícil... —admití, intentando no derrumbarme. Lo último que necesitaba era que él me viera llorar—. Pero no vine aquí a desahogarme contigo —dejé en claro.
—¿Entonces? —se mostró confundido, pero a la vez interesado.
—Supongo que sabrás que el chico que murió en ese incidente fue Kai Dieckmann —comenté, provocando que desviara la mirada, nervioso.
—¿Qué tengo que ver yo con eso? —escupió, esquivo.
—Calvin —tomé su mano—, tú conocías a Kai, ¿cierto?
—No... —dijo automáticamente.
—Calvin, me estás mintiendo —refuté—. Estuvimos juntos poco tiempo, pero aun así me bastó para conocerte bastante bien.
—Me divertía mucho contigo, ¿sabes? —rememoró—. Nunca disfruté tanto estar con una chica... —añadió, sosteniendo mi mirada—. Lamento haber arruinado todo...
—Si realmente lo lamentas, dime la verdad —le pedí—. ¿Conocías a Kai? —insistí, pero él se mantuvo en silencio—. Calvin... lo que me digas podría ser importante para liberar a Caleb...
—Mi testimonio serviría para liberar a tu noviecito para que vivan felices por siempre —escupió, venenoso—. Lo siento mucho, Bel; pero no tengo nada que decir...
—Calvin, el día de la fiesta de Halloween vi a un chico aquí... En el momento no le di la importancia que merecía, pero creo que ese chico era Kai... —narré—. Creo que estaba vigilando a Caleb... Y si estaba en tu casa fue porque tú lo dejaste entrar —puntualicé bajo su nerviosa mirada. Estaba más que claro que él sabía algo—. Necesito que me digas la verdad, por favor...
—Sí lo conocía —confesó finalmente, provocándome un inmenso alivio—. Me interceptó un día afuera de la escuela... Dijo que te conocía a ti y a Caleb... Dijo que Caleb le había arrebatado a su novia justo como hizo conmigo...
—Calvin, ambos sabemos perfectamente que las cosas no fueron así —lo interrumpí—. Caleb y yo comenzamos a salir mucho después de nuestra ruptura.
—Lo sé... pero en ese momento Caleb había acabado de llegar y se fijó en ti de inmediato... Yo... no soporté eso... —admitió, depositando la mirada en el suelo—. Kai me propuso vengarnos de Caleb... y yo acepté... Pero te juro que jamás pensé que él quería matarlo —aclaró rápidamente—. Yo tendré muchos defectos, pero no soy un asesino...
—Lo sé, Calvin... —murmuré, frotando su brazo—. ¿Alguna vez Kai te contó algo sobre su venganza?
—Nunca dio ningún detalle... Solo me pedía información sobre Caleb: dónde vivía, los lugares que frecuentaba, las personas con las que se relacionaba... Él seguía a Caleb con frecuencia, incluso le tomaba fotos... Y cuando hablaba sobre él lo hacía con odio... Decía que lo haría pagar por haberle arrebatado a la persona que más amó en toda su vida... Estaba claramente obsesionado...
—¿Nunca te pareció rara esa obsesión?
—Sí, por eso decidí alejarme de él. Le dije que no volvería a suministrarle información sobre Caleb, pero era tarde... Kai ya sabía prácticamente todo acerca de él...
—Calvin, necesito que digas todo esto que acabas de contarme frente a un tribunal —le pedí, apoyando mis manos en sus hombros—. Tu testimonio puede marcar la diferencia en el destino de Caleb... —señalé bajo su mirada esquiva y titubeante—. Sé que ustedes nunca se agradaron del todo; pero si Caleb hizo lo que hizo, fue para protegerme... Kai me iba a matar...
—¿Qué...? —murmuró.
—Caleb me salvó... Es por eso que te pido que lo ayudes...
—De acuerdo —accedió después de varios segundos—. Lo haré por ti... —agregó—. Lo haré porque, aunque Caleb no me agrade, ambos queremos a la misma persona...
—¿Bélgica? —nos interrumpió una voz masculina, lo cual agradecí, ya que la conversación estaba a punto de tomar un rumbo incómodo.
—Señor White, ¿cómo está? —saludé al padre de Calvin, poniéndome en pie.
—Por favor, Bélgica, llámame solo Edward —pidió—. Hace mucho que no te veía por aquí —comentó.
—He estado ocupada —respondí.
—Lo imagino. Pronto comenzarán la universidad. Calvin aún no tiene idea de qué va a estudiar —señaló.
—Papá, no me presiones, por favor —emitió el susodicho.
—Siempre puedes encargarte de mi discográfica —replicó el señor White.
¿Una discográfica?
Cierto, ese era su gran negocio.
Me pregunto si estará buscando nuevos talentos...
—Ya te dije que no me llama la atención ese mundo —rebatió un desinteresado Calvin.
—Algo tienes que hacer. No puedes vivir simplemente gastando mi dinero en fiestas —refutó.
—Papá... —gruñó Calvin, avergonzado.
—Es la verdad, Calvin —dijo el señor Edward—. Bueno, Bélgica, siempre es un placer verte. Ven cuando quieras —agregó a modo de despedida y luego se dirigió hacia las escaleras.
—¡Señor White! —lo llamé antes de que se fuera y él se giró para verme—. Yo... quería hacerle una pregunta... —emití con timidez.
—Dime, Bélgica.
—Pues... tengo unos amigos que tienen una banda... Ellos son verdaderamente talentosos, se lo garantizo... Y yo quería saber si usted podría darles una oportunidad...
—Bélgica, mi negocio es algo muy serio para mí... El tiempo es dinero —respondió sin mucho interés.
—Ellos tres son muy, muy talentosos. No estoy exagerando porque sean mis amigos —aseguré.
—He visto a muchos que dicen tener "talento", pero no tienen lo que necesito para impulsar una carrera musical.
—Por favor, solo una oportunidad, solo una —le imploré.
—De acuerdo —cedió finalmente—. Lo haré por ti. En esta semana iré de viaje a Europa. En cuanto regrese me pondré en contacto contigo para coordinar una cita con tus amigos. Solo les daré una oportunidad.
—Muchas gracias, señor, le juro que no se arrepentirá —le prometí con entusiasmo.
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Después de un largo y tortuoso mes de espera finalmente había llegado el juicio de Caleb.
—Tranquila, Bel. Todo va a salir bien. He escuchado que la madre de Cuernos de Diabla es una abogada muy competente —me calmó Paris, quien estaba sentada a mi lado.
—Eso espero, Paris —musité.
—Por favor, todos de pie para recibir al tribunal.
Ante la petición todos nos pusimos de pie en señal de respeto. La señora Meyer, quien defendería a Caleb, había pensado que él tendría mayores probabilidades de ser exonerado si lo juzgaba un tribunal y no un solo juez.
—Declaro abierta la presente audiencia —emitió el presidente del tribunal.
Nunca antes había estado en un juicio, pero me parecía la más tensa de las experiencias. Saber que el destino de una persona depende de las palabras y la interpretación de alguien más me parecía aterrador.
No logro imaginar cómo se estaba sintiendo Caleb en este momento...
El fiscal y la abogada defensora ya habían hecho sus alegatos de apertura y, muy a mi pesar, debía reconocer que el fiscal era bueno. Sonaba peligrosamente convincente. A medida que la sesión avanzaba la fiscalía llamó a sus testigos y luego fue el turno de la abogada Meyer.
—Defensa, ¿a quién llama como su primer testigo? —preguntó el juez.
—Señoría, me gustaría llamar al estrado a Zack Burn.
Ante el llamado Zack fue automáticamente bajo la mirada de una preocupada Phoebe que rezaba por la libertad de Caleb.
—Señor Burn, ¿cuál es su relación con mi cliente? —indagó la abogada después de que Zack jurara decir la verdad en el juicio.
—Es mi mejor amigo.
—Eso quiere decir que lo conoce muy bien, ¿cierto?
—Nos conocemos desde que éramos niños. Me atrevería a asegurar que soy una de las personas que mejor lo conoce —respondió Zack, ecuánime.
—¿Usted sabe si mi cliente se caracterizaba por ser violento?
—No, Caleb es una persona muy tranquila. Se lleva bien con todos —aseguró.
—¿Usted conocía al fallecido Kai Dieckmann?
—Sí —contestó Zack sin perder la compostura. El más mínimo detalle podría costar la libertad de Caleb.
—¿Era una persona agresiva? ¿Alguna vez lo vio lastimar a alguien?
—Kai era bastante conflictivo. De hecho... él me disparó en una ocasión —confesó Zack.
—¿Nos está diciendo que Kai Dieckmann intentó matarlo? —buscó la confirmación la abogada.
—Sí, me disparó en el abdomen —argumentó.
—No más preguntas, su Señoría —concluyó la defensa.
—Fiscalía, ¿desea interrogar al testigo?
—Sí, su Señoría —respondió el fiscal, poniéndose en pie para caminar en dirección a Zack—. Usted asegura que la víctima, Kai Dieckmann, intentó matarlo, ¿cierto?
—Sí —dijo Zack con determinación.
—¿Podría relatarnos lo sucedido?
—Pues... Mis amigos y yo fuimos de viaje a una casa en el bosque hace poco tiempo. Una noche estaba solo en mi habitación, listo para dormir y de repente alguien vestido de negro entró en la habitación y me disparó...
—¿Eso quiere decir que usted no vio a la persona que le disparó?
—Bueno, no vi su cara... —habló, ligeramente titubeante—, pero escuché su voz —se apresuró a decir—. Era la voz de Kai. Estoy totalmente seguro.
—Las voces se pueden confundir con mucha facilidad... —replicó el fiscal.
—No estoy loco. Sé lo que escuché. Era la voz de Kai —aseguró Zack.
—¿Usted vio, sí o no, el rostro de la persona que le disparó? —insistió en saber el fiscal.
—No... —murmuró Zack con derrota.
—No más preguntas, su Señoría —concluyó el fiscal con tono satisfecho.
—Defensa, puede llamar a su siguiente testigo —emitió el juez.
—Su Señoría, me gustaría llamar al estrado a la señora Nora Smith.
Después de esas palabras, una mujer a la que nunca había visto, avanzó hacia el centro del lugar, donde juró decir la verdad.
—Señora Smith, ¿cuál es su relación con mi cliente? —preguntó la señora Meyer.
—Yo fui la directora del reformatorio en el que Caleb y Kai estuvieron juntos —explicó la testigo.
—¿Usted los conocía bien?
—Conocía a todos mis muchachos —respondió con convicción.
—¿Puede contarnos cómo era Kai?
—Kai se comportaba de forma agresiva. Buscaba problemas sin necesidad. No tenía ningún amigo. Era bastante solitario. Parecía una fiera herida —rememoró.
—¿Agredió a sus compañeros alguna vez?
—Sí —afirmó.
—¿Por qué Kai Dieckmann ingresó al reformatorio?
—Por robo a mano armada.
—No más preguntas, su Señoría —dijo la defensa a modo de conclusión.
—Fiscal, ¿desea contrainterrogar? —indagó el juez.
—Sí, Señoría. Señora Smith, ¿podría contarnos el motivo por el que el acusado terminó en el reformatorio a la edad de tan solo 17 años? —inquirió el fiscal y la señora Nora se quedó en silencio—. Le recuerdo que juró decir la verdad...
—Por asesinato —respondió finalmente con el dolor implícito en su tono.
—Robo a mano armada y asesinato... Incluso una persona que no conoce de leyes sabe cuál de los dos delitos es peor —comentó el fiscal—. ¿Usted conoce el nombre de la primera víctima del acusado?
—¡Protesto, Señoría! Mi cliente ya fue juzgado por ese crimen —intervino la abogada.
—Protesta denegada —dijo el juez.
—Reese Dieckmann —contestó la testigo con la cabeza baja.
—Kai Dieckmann y Reese Dieckmann... Tienen el mismo apellido. ¿Sabe usted si eran parientes?
—Eran hermanos. Kai al entrar al reformatorio no tenía a nadie. Su único familiar había muerto —explicó ella.
—Eso quiere decir que el acusado asesinó a un hermano primero y al otro después... —concluyó el fiscal de manera sugerente—. No más preguntas, su Señoría.
—Abogada, puede llamar a su siguiente testigo.
—Señoría, me gustaría llamar a declarar a Calvin White. —Al escuchar su nombre Calvin, justo como me prometió, se puso en pie rumbo al estrado donde juró decir la verdad—. Señor White, ¿cuál era su vínculo con la víctima?
—Kai y yo solo éramos conocidos.
—¿Kai Dieckmann alguna vez le habló acerca de su relación con mi cliente? —indagó la abogada.
—Kai quería vengarse de Caleb. Sé acercó a mí para obtener información. Hablaba sobre él con rencor... Lo seguía con frecuencia, incluso me mostró fotografías que le tomó.
—¿Usted conoce los motivos de Kai Dieckmann para vengarse de mi cliente?
—Kai me dijo que Caleb le había arrebatado a su novia... y yo le creí —admitió con remordimiento—. Hace poco supe que la verdadera razón era su hermano fallecido. Lo único que le puedo asegurar era que Kai estaba dispuesto a todo para vengarse.
—No más preguntas, su Señoría —finalizó la abogada.
—Fiscal, ¿tiene alguna pregunta para el testigo?
—No, su Señoría.
—Defensa, ¿a quién llamará como su siguiente testigo?
—Señoría, llamo al estrado a Bélgica Knoller.
Ante las palabras de la abogada me puse en pie y caminé hacia allí, depositando una triste mirada en un preocupado Caleb, que se encontraba esposado y con expresión demacrada.
Antes de comenzar a declarar fui sometida al juramento de decir la verdad en el tribunal.
—Señorita Knoller, usted es la única testigo del incidente... ¿Podría contarnos qué sucedió ese día? —me pidió la señora Meyer, competente y profesional.
En ese preciso instante todos los nervios que se estuvieron acumulando a lo largo del juicio estallaron, ya que todas las miradas estaban puestas sobre mí e, incluso más importante, las esperanzas de Caleb.
No podía fallar...
—Caleb y yo estábamos paseando a mi perro —comencé a relatar, intentando sonar calmada—, pero de repente él se escapó y lo perseguimos hasta encontrarlo en un callejón... Cuando llegamos allí Kai apareció de la nada con un arma y le apuntó a Caleb. Tenía claras intenciones de matarlo.
—¿Conoce usted las razones que tenía para querer matar a mi cliente?
—Kai quería vengarse de Caleb por la muerte de su hermano. Lo confesó todo allí, pero cuando comenzó a contar sus razones dejó en evidencia que él no conocía las verdaderas circunstancias en las que había muerto Reese Dieckmann. Él no sabía que la hermana de Caleb había muerto por su culpa. Caleb le contó, pero él se negó a creer... Iba a matarlo... Pero yo intervine... Y Kai me golpeó con el arma, luego mi perro lo atacó para defenderme y él le disparó sin titubear siquiera... —rememoré, haciendo una pausa para contenerme—. Mi perrito murió ese día... Estaba muy herida, así que me abalancé sobre Kai... y una vez más me empujó, pero luego me apuntó con el arma. Estaba dispuesto a dispararme... y lo habría hecho de no ser por la intervención de Caleb... Él me protegió... —aclaré, sosteniendo su mirada—. Forcejeó con Kai para arrebatarle el arma... y en medio del forcejeo él murió. Nunca fue intención de Caleb matarlo. Todo fue un accidente —aseguré.
—No más preguntas, Señoría —concluyó la abogada, provocándome un inmenso alivio que rápidamente se disipó con las siguientes palabras del juez.
—Fiscal, ¿desea contrainterrogar?
—Sí, Señoría —contestó, enfocándome y provocando que mi corazón empezara a latir apresuradamente.
Yo era la última testigo...
Si cometía algún error, podría arruinarlo todo.
Podría provocar que Caleb perdiera su libertad...
—Señorita Knoller, ¿cuál es su relación con el acusado?
—Soy su novia —respondí lo más ecuánime posible.
—¿Usted conocía a Kai Dieckmann?
—Lo vi un par de veces, pero siempre me pareció muy sospechoso —comenté.
—¿Podría decirnos por qué?
—Las pocas veces que hablé con él siempre hablaba con intriga acerca de Caleb. Decía que no lo conocía bien. Que no sabía de lo que era capaz... —expliqué.
—¿Hace cuánto conoce al acusado?
—Siete meses, ocho quizás... —contesté, pensativa.
—Un período relativamente breve para asegurar conocer a alguien del todo bien... —opinó el fiscal—. Señorita Knoller, ¿usted conocía el pasado delictivo de su novio?
—Eventualmente lo supe —dije, tragando en seco.
—¿Y, a pesar de saber que fue condenado por asesinato, decidió continuar su romance con él? —replicó.
—Caleb no es una mala persona... Tuvo sus razones para hacer lo que hizo... —emití a modo de respuesta.
—Claramente estamos ante una joven muy enamorada... —se dirigió al tribunal—. Dígame, señorita Knoller, ¿usted ama lo suficiente al acusado como para hacer lo que sea para verlo libre? —preguntó, mirándome fijamente.
—¡Protesto, Señoría! El fiscal está induciendo a mi testigo —terció la señora Meyer.
—A lugar —dijo el juez.
—No más preguntas, Señoría —concluyó el fiscal, satisfecho con la expresión perturbada y entristecida que había logrado dejar en mí.
A pesar de no haber dicho nada, la respuesta estaba implícita en mi rostro.
Sí...
Todo dependería de la interpretación de los magistrados.
—Hemos concluído con los testigos de la fiscalía y de la defensa. Ahora el acusado puede pasar a dar su declaración. Fiscalía, el acusado es suyo.
—La víctima y usted se conocieron en el reformatorio, ¿es correcto?
—Sí —dijo Caleb.
—¿Ustedes alguna vez tuvieron algún problema en su estancia en dicho lugar?
—Alguna vez discutimos por asuntos banales: un objeto perdido, el orden de la fila para el almuerzo... Nada relevante —emitió él con tranquilidad. La señora Meyer nos había dicho que no podíamos mostrarnos desesperados.
—¿Usted conocía la relación de parentesco que compartían su víctima anterior y Kai Dieckmann?
—No, en mi juicio anterior no se presentó ningún familiar de la víctima... Y a Kai no lo conocía muy bien. Solo sabía que no le agradaba por una razón que desconocía —argumentó Caleb.
—Cuando estaban en el callejón Kai Dieckmann iba a matarlo, ¿es correcto?
—Sí —articuló.
—Pero su novia intervino y él la lastimó, ¿es correcto? —rebatió el fiscal.
—Sí...
—¿Y a modo de venganza usted lo mató? —emitió, pero parecía más una conclusión que una pregunta.
—¿Qué? No, claro que no —se apresuró a decir—. Nunca fue mi intención matar a Kai, fue un accidente... Lo juro —habló, ligeramente alterado ante el rumbo que el fiscal le había dado a su declaración.
—Sus huellas fueron halladas en el arma del crimen y fue encontrado en flagrancia después de haber cometido el delito —refutó.
—Pero fue un accidente, no lo maté a propósito —aseguró Caleb.
—No más preguntas, Señoría —finalizó el fiscal, satisfecho con el tono desesperado y perturbado que había provocado en Caleb.
—Defensa, el acusado es suyo —informó el juez.
—Ese día Kai Dieckmann intentó matarlo a usted, a su novia y también resultó herido el perro de su novia, ¿es correcto? —preguntó la señora Meyer.
—Sí.
—O sea que Kai Dieckmann incluso fue capaz de asesinar a un animal inocente para lograr su objetivo —puntualizó ella—. En nuestro país el maltrato animal es un crimen grave.
—¡Protesto, Señoría! No estamos aquí para juzgar a la víctima —intervino la fiscalía.
—Protesta denegada.
—¿Usted forcejeó con Kai Dieckmann para obtener el arma después de que él amenazara a su novia? —indagó.
—Sí —contestó Caleb.
—Y fue en medio de ese incidente que el arma se disparó, ¿es correcto?
—Exactamente —enfatizó él.
—Lo cual quiere decir que fue un fatídico accidente en el que incluso mi cliente pudo haber sido la víctima. No más preguntas, su Señoría —emitió, tomando asiento.
—La fiscalía puede hacer su alegato final —anunció el juez.
—El acusado a la edad de tan solo 19 años lleva a cuestas la alarmante cantidad de 2 asesinatos —dijo el fiscal, caminado frente al tribunal con mucha seguridad—. Desde muy joven demostró su impulsividad e inestabilidad, las cuales lo llevaron a asesinar a un hombre sin el menor de los titubeos. El acusado alegó en su momento que lo hizo por su hermana, pero una vez más cobra una vida y esta vez alega haberlo hecho por su novia. Todo es demasiado conveniente, ¿no lo creen? El lugar del crimen no tenía cámaras, por tanto, solo contamos con los testimonios del acusado y de su novia, una chica enamorada que claramente haría lo que sea por salvar a su amado, incluso mentir... Magistrados, apelo a su sentido común para hacerle justicia a los hermanos Dieckmann. Caleb Shines siendo tan solo un adolescente ya ha sido capaz de asesinar... ¿Permitiremos que en el futuro continúe con su historial delictivo?
—La defensa puede hacer su alegato final —emitió el juez y la abogada defensora se puso en pie.
—Mi cliente fue juzgado anteriormente por cometer un crimen... crimen que ya pagó durante su estancia en el reformatorio, en el cual tuvo una conducta bastante buena que demostró que estaba apto para reincorporarse a la sociedad. Al contrario del difunto Kai Dieckmann, quien generó conflictos y discordia, comportándose de manera violenta con sus compañeros. El difunto acosó, persiguió y fotografió a mi cliente para ejecutar su plan de venganza. Como bien señaló la fiscalía, en el lugar del crimen no fue encontrada ninguna cámara de seguridad, por tanto, el difunto Kai Dieckmann seleccionó estratégicamente ese sitio para llevar a cabo su venganza asesinando a mi cliente y en el proceso fue capaz de herir a la señorita Bélgica Knoller e incluso de provocar la muerte de un animal inocente que no representaba la menor amenaza para él. Era más que evidente que el difunto era una persona fría, calculadora y capaz de matar. A todo ello debemos sumarle la sed de venganza y el odio acumulado hacia mi cliente. Nunca fue la intención de Caleb Shines provocar la muerte de Kai Dieckmann. Fue un trágico accidente que también pudo haberle costado la vida a mi cliente. Él solo se defendió. Magistrados, si sus vidas y la de la persona que aman estuviera corriendo peligro, ¿ustedes qué harían...?
Al terminar el alegato, el juez dio inicio al receso en el que el tribunal deliberaría.
—¿Por qué tardan tanto? —me quejé, desesperada, contemplando a Caleb a lo lejos, quien había depositado su cabeza sobre la mesa con derrota.
Después de algunos minutos los magistrados finalmente regresaron y uno de ellos le ofreció al presidente del tribunal un sobre en el que se encontraba la sentencia.
—Después de revisar detenidamente la evidencia presentada y escuchar los argumentos de ambas partes, este tribunal declara al acusado, por los cargos que se le imputan, como... —hizo una pausa que me pareció eterna mientras miraba el sobre—, inocente.
Al escuchar esa palabra, todos respiramos con alivio y felicidad.
—Inocente... —repetí con ojos vidriosos.
Finalmente la pesadilla había terminado...
—Declaro cerrada la presente audiencia —finalizó el juez y automáticamente fui corriendo hacia donde Caleb estaba.
—¡Estás libre! —exclamé, abalanzándome sobre él—. Libre... —repetí.
—Musa... —murmuró, acariciando mi cabello—. Gracias por todo —emitió, acunando mi rostro—. Gracias por amarme...
—No hay nada que agradecer... —repliqué con suavidad y luego Caleb depositó un cálido beso sobre mis labios.
—Por favor, respeten a los magistrados —nos regañó una voz masculina.
Era Zack, quien venía junto a Phoebe a felicitar a Caleb.
Y estaban tomados de la mano...
—Me alegra que todo saliera bien —dijo Phoebe mientras los tres se abrazaban bajo mi conmovida mirada.
—Bélgica... —me llamó una inesperada persona.
—Señora Gemma... —murmuré, extrañada, y luego caminé hacia donde ella estaba mientras mi familia y conocidos felicitaban a la abogada por su victoria y a Caleb por obtener su libertad.
—Queríamos hablar contigo —dijo el señor Arthur Shines, quien estaba al lado de su esposa.
Yo, por mi parte, me mantuve en silencio a la espera de sus próximas palabras.
—Sé que no empezamos del todo bien contigo... —señaló la señora Shines, desviando la mirada, avergonzada—. Al conocerte, no te tratamos, o bueno... no te traté como merecías... Siempre te menosprecié porque pensaba que no eras digna de mi hijo... —prosiguió bajo mi mirada atenta y expectante.
—Creo que lo que mi esposa intenta decir es... que lamentamos no haber sido los suegros que merecías, así como también sentimos no haber sido los padres que Caleb necesitaba... —agregó, contemplando a su hijo, quien rebosaba de felicidad—. Gemma a veces actuaba mal... pero yo no hacía nada para corregirla, solo la justificaba o me mantenía al margen... así que somos igualmente culpables... —concluyó.
—Bélgica, hoy me has demostrado que eras más que digna de mi hijo... —admitió mientras sus ojos color ámbar se tornaban vidriosos—. Creo que Caleb no pudo escoger a alguien mejor... Me equivoqué tanto contigo... Siempre busqué el brillo de las joyas, la clase social y la apariencia; pero hoy finalmente me doy cuenta de que tú no necesitas nada de eso para brillar... Tu resplandor proviene de aquí —añadió, palpando mi pecho—. Gracias por no haberte alejado de Caleb, por apoyarlo y demostrarle tu amor incluso cuando nosotros fuimos incapaces de hacerlo... —continuó, liberando una lágrima solitaria—. Y espero que puedas perdonarme por todo...
—Yo amo a su hijo, señora Gemma —aseguré—. Haría lo que sea por él...
—Realmente te juzgué mal... —emitió con una leve sonrisa.
—¿Cuándo nos vamos? —nos interrumpió un animado Caleb—. Quiero quitarme este olor a tribunal —dijo con dramatismo.
—¿Olor a tribunal? —repitió Zack.
—Extrañé tu olor, bebé... —replicó Caleb, coqueto, desplazando su dedo índice por el pecho de Zack mientras Phoebe se reía.
—Yo pensé que te había extrañado, pero creo que otra temporada lejos de ti no estaría mal —rebatió Zack, ceñudo, provocando la sonrisa de Caleb.
—Finalmente estamos juntos de nuevo —dijo Phoebe.
—Es la mejor noticia que me han dado hoy —opinó Caleb.
—De hecho... —intervine—, te tengo otra noticia... una que les gustará mucho a los tres... —añadí mientras ellos me observaban, expectantes.
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Buenas, buenas!! :D
Cómo han estado?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Quedó kilométrico :")
Pero bueno, ya es el último :"""")
Como ya era el último capítulo quise que todos los personajes terminaran en buenos términos.
Qué opinan sobre el juicio?
Realmente salí de mi zona de confort :")
No quise simplemente decir "Caleb fue enjuiciado y lo declararon inocente" :/
Me propuse como reto describir el juicio, aunque nunca antes había hecho algo así, pero intenté que quedara lo más profesional y realista posible :")
Como ya dije... Llegamos al final de Bélgica :")
Realmente AMÉ escribir esta historia.
Espero que les haya gustado tanto como a mí.
Si así fue, te agradeceré infinitamente que ayudes a crecer a esta historia recomendándola a tus amistades :D
La próxima semana estaré subiendo el epílogo.
Hasta entonces <3
Dato random: Me gusta mucho el mundo de las leyes, de hecho, cuando era más pequeña pensé en ser fiscal, pero por ciertas cuestiones nacionales renuncié :"/
INSTAGRAM: daia_marlin
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