Capítulo 38: Demonios reunidos
Habían pasado algunas semanas desde la operación de Zack, quien estuvo ingresado varios días en el hospital, pero logró recuperarse satisfactoriamente, motivo por el cual ya estaba en casa.
Siempre dije que mi dulce amargura era más fuerte de lo que pensábamos.
—Dices que te sientes bien, pero te aprovechas de Phoebe para que te dé de comer —me burlé al verlo en el sofá mientras Pheebs lo alimentaba como si fuera un niño pequeño.
—Créeme, la idea no fue mía —se quejó Zack, ceñudo, mientras ella sonreía. Era evidente la felicidad de ella al tener a Zack de regreso.
—Se ven muy tiernos —opinó Bel a mi lado.
—Zack incluso se parece a una muñeca que Pheebs tenía cuando era niña y con la que jugaba a ser mamá —proseguí burlándome ante la situación, motivo por el cual Zack procedió a sacarme el dedo medio con cara de hastío—. Dulce amargura ha regresado —agregué, colocando mis manos en mi rostro con dramatismo.
—Dejen de molestarlo. Está convaleciente —nos regañó Pheebs.
—Ya estoy bien, Phoebe —replicó Zack con el entrecejo hundido.
—No, no lo estás —rebatió ella—. Deja de protestar y come —le ordenó.
—Debí quedarme en el hospital —masculló él, cruzándose de brazos mientras Bel y yo intentábamos contener la risa.
—No tienes idea del susto que Caleb y yo pasamos. Pensamos que morirías —reclamó, propinándole un pequeño golpe en el brazo.
—¡Phoebe! —se quejó del dolor—. Dijiste que estaba convaleciente.
—Tu operación fue en el abdomen no en el brazo —refutó ella, ceñuda.
—Aun así —emitió él, frotando su brazo.
—Ahora que estás en casa Phoebe está así de relajada —comenté, tomando asiento—. No imaginas cómo estaba cuando seguías inconsciente en el hospital. Por poco tienen que ingresarla a ella también —bromeé, aunque no sé de qué estoy hablando, a mí también por poco me da algo.
—Lo siento por eso... —murmuró Zack con la mirada fija en el suelo.
—¿Te sientes bien? —pregunté teatralmente, palpando su frente para saber si tenía fiebre, ya que no era común en él pedir disculpas ni ser amable de forma general.
—Estoy hablando en serio, Caleb —replicó, apartando mi mano—. Sé que sufrieron mucho por mi causa... En especial tú, Pheebs —agregó, depositando su mirada en ella—. Lamento haberlos hecho pasar por todo eso... —continuó bajo la atenta, vidriosa y conmovida mirada de la chica.
—No vuelvas a ponerte en peligro —le pidió ella—. Si algo te pasa... —murmuró, contemplando su regazo mientras una lágrima solitaria descendía por su mejilla.
—Nada va a pasarme, tranquila... Me quedaré aquí contigo —aseguró, acariciando su rostro, provocando que Pheebs alzara la mirada para encontrarse con la de Zack, ligeramente sorprendida ante su repentino contacto.
Ante la escena, Bel y yo nos miramos intentando disimular la sonrisa. Creo que era la primera vez que veía a Zack tener un gesto cariñoso con Phoebe. Supongo que estar al borde de la muerte lo hizo replantearse las cosas.
—Caleb... —se dirigió a mí de repente—, yo quería agradecerte... por salvarme...
—No tienes que agradecerme nada, Zack —respondí, conmovido—. Lo haría una y mil veces. Tú y Pheebs son dos de las personas que más amo en esta vida... —añadí.
—Sé que no suelo ser muy cariñoso con ustedes dos, pero... eso no significa que no me importen... Al contrario... —dejó suspendida la frase, ya que su frialdad no lo dejaba continuar, pero Phoebe y yo sabíamos de sobra lo que quería decir.
Yo también te quiero, dulce amargura.
—¿Después de esas bellas palabras no vas a acariciarme a mí también? —pregunté a modo de burla, acercándole mi mejilla mientras hacía un puchero.
—Vete a la mierda, Caleb —gruñó, retomando su gélida fachada, lo cual nos hizo sonreír.
—Ya no hay amor —dije, llevando mi mano a mi pecho con teatralidad.
—Nunca lo hubo —replicó, venenoso.
—Prefieres a Phoebe porque tiene caderas más anchas que las mías —me hice el dolido.
—¡Caleb! —chilló ella, avergonzada.
—Algún día volverás a mí suplicando amor, pero será demasiado tarde. Seguiré adelante sin ti —proseguí dramáticamente.
—Sobreviviré —contestó secamente.
—Me alegra ver que estás de vuelta —hablé con una sonrisa.
—Aunque por poco me quedo en el quirófano —respondió relajadamente.
—Tenemos que encontrar a Kai —dictaminó Phoebe.
—Ya hicieron la denuncia, ¿cierto? —indagó Bel.
—Sí, cuando recuperé la conciencia la policía fue a tomar mi declaración —contestó Zack.
—¿Era Kai? —busqué su confirmación.
—Estaba muy oscuro, Caleb. No pude ver su rostro, pero era su voz. Estoy seguro —respondió.
—¿Por qué querría lastimarte? ¿Tienes alguna idea? —indagó Pheebs.
—No... —musitó Zack, mirando su regazo—. Desde que salimos del reformatorio no hemos tenido ningún problema.
—Y cuando estábamos allí no tuvimos ninguna pelea demasiado relevante —puntualicé.
—¿Por qué encerraron a Kai en el reformatorio? —preguntó Bel.
—Tengo entendido que fue por robo —respondió Zack.
—Kai siempre fue un chico bastante solitario. Comía solo y no parecía tener amigos —rememoré—. Tampoco iba nadie a visitarlo. Parecía que odiaba a todos los que lo rodeaban.
—Aunque recuerdo que desde que nos conocimos él nos detestó —señaló Zack.
—¿Crees que las disputas que tuvimos hayan sido suficiente para intentar matarte? —repliqué, escéptico.
—No conocemos a Kai. No tenemos idea de qué es lo que pasa por su cabeza... —respondió con un encogimiento de hombros—. Tal vez lo que para nosotros fue una discusión tonta, para él haya sido un motivo de peso para matarme.
—Bueno, no sé si fue suficiente o no —intervino Pheebs—, lo que sí sé es que ambos deben cuidarse... Él podría intentar lastimarlos de nuevo... —comentó, preocupada.
—Tranquila, nosotros sabemos cuidarnos —garanticé.
—Díselo al abdomen de Zack —gruñó ella, cruzándose de brazos, poco convencida.
—Tranquila, yo ya estoy bien —aseguró el susodicho—. Y ahora estamos prevenidos. Además, la policía ya lo está buscando.
—Aun así tengo un mal presentimiento... —murmuró Phoebe.
—Todo va a estar bien —le prometió Zack, acariciando su rostro nuevamente, gesto ante el cual Pheebs cerró los ojos mientras esbozaba una pequeña y tímida sonrisa.
—Bueno, creo que nosotros ya nos vamos —emití, poniéndome en pie mientras tomaba la mano de Bel, ya que evidentemente nosotros dos sobrábamos en este momento...
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—Parece que Zack y Phoebe finalmente se entenderán —comentó Bel mientras caminábamos por un parque, tomando helado.
—Me alegra saber que todo mi esfuerzo valió la pena —dije, alzando las manos al cielo, gesto que hizo sonreír a Bel.
—Nunca entendí por qué no estaban juntos. Incluso yo que los conocí hace poco pude darme cuenta de que estaban enamorados —señaló.
—Esa es una larga historia... —dejé suspendida la frase—. Historia que no te puedo contar —añadí ante su mirada expectante.
—¿Pasados turbios que no me incumben? —intentó adivinar.
—Algo así... —emití brevemente.
Zack, Phoebe y yo no éramos chicos como Bélgica, quien nació en cuna de oro con una vida lujosa garantizada. Nosotros atravesamos situaciones muy complejas siendo muy jóvenes, pero a pesar de ello aquí estamos, intentando seguir adelante como tres adolescentes normales.
—Bueno, lo importante es que ya están juntos —replicó con una sonrisa—. O al menos eso parece.
—Si Zack sigue haciendo sufrir a Pheebs, yo mismo lo mandaré al hospital —bromeé, aunque en el fondo no era broma.
—Si quieres, yo te ayudo —se ofreció con expresión malévola—. Phoebe es una persona tan especial. Es tan genuina y bondadosa. Merece ser muy feliz —opinó.
—Realmente lo merece... —murmuré, rememorando todo lo que vivió para llegar hasta aquí.
—Por cierto, ¿esa patineta que tienes ahí es la misma que llevabas aquel día? —indagó, depositando su mirada en la patineta que llevaba en mi espalda.
—Oh, sí... —respondí con expresión avergonzada.
—¿Podrías enseñarme a montar? —preguntó, entusiasmada.
—¿Ahora?
—Estamos en un parque. ¿Qué mejor lugar para aprender a montar? —puntualizó.
—Si te caes y te fracturas una pierna, no me reclames luego —refuté, divertido.
—Eso no pasará —rebatió—. Porque tú no me dejarás caer...
—Cierto —cedí, sonriente.
Cuando terminamos con nuestros respectivos helados deposité la patineta en el suelo.
—Sube —le ordené y ella me miró, insegura—. No dejaré que te caigas —le prometí.
—Más te vale, Caleb Shines —me amenazó, colocando un pie sobre la patineta mientras apoyaba una de sus manos en mi hombro.
—Esta es la parte en la que subes el otro pie —me burlé con una sonrisa ladeada.
—Aquí voy —me avisó, despegando el otro pie del suelo y, en el preciso instante en que lo hizo, perdió el equilibrio, motivo por el cual se aferró a mí inmediatamente mientras la patineta se iba rodando—. Soy pésima en esto —opinó, entristecida.
—Por mí puedes volver a caerte. Me gusta esta posición —emití, acercándome a su rostro y disfrutando de su cercanía mientras ella rodeaba mi cuello con su cuerpo a unos cuantos centímetros del suelo.
—¿Puedes pensar en otra cosa? —se quejó; ceñuda, pero divertida cuando la volví a dejar estable sobre el suelo.
—No me pidas eso, musa. Cuando estoy cerca de ti no pienso en otra cosa... —aseguré—. Eres muy tentadora...
—Pervetido —sentenció, haciéndome sonreír.
—¿Caleb Shines? —llamó nuestra atención una desconocida voz masculina.
Al buscar al emisor, vimos a un chico delgado de frágil complexión física que se aproximaba a nosotros con mi patineta entre sus manos. Su rostro me parecía familiar.
—Sí eres tú —dijo al estar frente a mí—. Pensé que nunca más te vería...
—¿Nos conocemos? —pregunté, confundido.
—Han pasado un par de años. Supongo que no me recuerdas, pero yo nunca te voy a olvidar... Tú salvaste mi vida...
Al escuchar sus palabras, todas las piezas en mi cabeza se conectaron y logré recordar al chico que se encontraba ante mí.
—Tú eres ese chico... —emití—. Eres el chico de la tienda... El que declaró a mi favor en el juicio —rememoré.
—Tú me salvaste del ladrón. Ese hombre me iba a matar sin motivo alguno, pero tú interviniste y me salvaste. En aquel entonces nunca pude decírtelo en persona... Gracias...
—No tienes que agradecerme nada. Gracias a tu declaración mi condena se redujo —dije.
—Hice lo correcto. Tú me salvaste... Y lo que hiciste fue por tu hermana... Por culpa de ese hombre ella murió... —emitió con voz triste.
—Si no es molestia, preferiría no hablar de eso... Es un pasado doloroso que no quiero recordar... —repliqué suavemente.
—Sí, lo siento... Solo te vi y no pude evitar acercarme a saludar... Quiero que sepas que si algún día necesitas algo, puedes contar conmigo. Mi deuda contigo es eterna... —aseguró, ofreciéndome una tarjeta con su número, la cual acepté.
—Gracias... —dejé suspendida la frase, ya que no recordaba su nombre a pesar de que fue un testigo fundamental en mi juicio. Gracias a él redujeron mi condena.
—Henry... —completó por mí—. Mi nombre es Henry.
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—No puedo creer que después de tanto tiempo aún ese chico me recuerde —comenté al atravesar la puerta de mi casa junto a Bel.
—No lo culpo, yo nunca te olvidaría... —respondió ella con una sonrisa traviesa, pero a la vez tierna, sentándose en el sofá.
Solo ella era capaz de lograr una mezcla tan perfecta entre la picardía y la ternura.
—Además, tú salvaste su vida —agregó con un tono más serio mientras yo tomaba asiento en el sofá, en el cual se encontraba una de mis guitarras.
—Nunca me detuve a pensar demasiado en eso —repliqué con el ceño fruncido, contemplando el suelo, perdido—. Ese día cometí tantos errores que nunca pensé que había ayudado a alguien. Siempre creí que era un monstruo por haber asesinado a dos personas...
—Lo de tu hermana fue un accidente, Caleb —me recordó, acariciando mi mano, preocupada—. Y con respecto al hombre... —dejó suspendida la frase.
—Al hombre que maté —completé lo que ella no se atrevía a decir, provocando que esbozara una expresión afligida.
—Caleb... —murmuró.
—Su nombre era Reese Dieckmann... —dije, recostando mi cabeza en el espaldar del sofá mientras miraba el techo—. En aquel entonces era solo un muchacho, acababa de cumplir 17 años. Solo pensé en mi dolor y en mi rabia... Actué de manera impulsiva... Pero en estos últimos años la vida me ha ayudado a madurar o al menos eso me gusta creer... —aclaré con una sonrisa amarga—, me detengo a pensar que tal vez no fui el único que sufrió...
—¿Qué quieres decir? —indagó Bel, confundida.
—Él era un hombre joven, tenía toda la vida por delante... Quizás tenía familia... Una esposa, hijos... —medité—. Por mi causa su familia nunca lo volvió a ver —me reproché.
—Caleb, no tiene sentido que te tortures ahora —replicó Bel.
—Lo sé... pero no quiero seguir como si nada hubiera pasado... Por mucho que los encierre bajo llave mis demonios nunca desaparecerán. No importa si finjo que todo está bien. La culpa nunca pasará...
—Entiendo que es difícil para ti, pero no te pido que ignores tu tormenta interna, sino que aprendas a vivir con ella de la forma más saludable posible. Después de todo tú también fuiste una víctima...
—A veces me cuesta recordarlo —repliqué.
—Yo no dejaré que lo olvides nunca más. Tal vez hoy te miras al espejo y ves un monstruo, pero hay alguien en el mundo que piensa en ti como un héroe —rebatió con una débil sonrisa.
—Y tal vez haya alguien que piense que arruiné su vida —refuté con voz amarga.
—Alguien más arruinó la tuya también. Tú solo te defendiste —me recordó.
—No puedo creer que te oculté todo porque pensé que te alejarías de mí —comenté ante sus comprensivas palabras.
—Creo que ya conozco lo más oscuro de tu ser, así que nunca me alejaré —aseguró.
—Ahora solo tengo luz para mostrarte —emití, sonriente—. Quiero enseñarte algo —le informé, tomando mi guitarra.
—¿En serio? ¿Qué es? —preguntó con entusiasmo.
—Es una canción que terminé de componer hace poco. De hecho, se me ocurrió hacerla cuando... descubriste lo de mi cleptomania —expliqué, avergonzado—. En ese momento demasiadas sombras se unieron en mí...
—Estoy ansiosa por escucharla —dijo, observándome con interés.
—De acuerdo —Respiré profundo mientras sostenía con fuerza y decisión el instrumento—. Dice así...
«¿Alguna vez pensaste que un error
pudiera destruir tu vida entera?
Mi intención era ser mejor,
pero me perdí entre quimeras.
En medio de mi mundo solitario
fantaseaba con ser perdonado,
pero los monstruos de mi armario
me recordaban lo mucho que he pecado.
Mientras estaba cayendo
a lo profundo del precipicio
me carcomía la culpa
como un merecido suplicio.
Al descender sentía la brisa
y anhelaba ver de nuevo tu sonrisa.
Viviendo como presa del pasado,
completamente atormentado,
como el culpable de un trágico incidente, la mayor prisión es mi propia mente.
Acompañado por la oscuridad
mi miseria se vuelve realidad.
Mil torturas en mi cuerpo,
amante de la miseria y de la soledad.
Nuestro nido de amor es el infierno
donde se exacerba la crueldad.
Mis demonios me golpean con fiereza.
Sigo escuchando sonidos raros,
son sus voces dentro de mi cabeza
avisando que lo peor ha llegado.
Mientras estaba cayendo
a lo profundo del precipicio
me carcomía la culpa
como un merecido suplicio.
Al descender sentía la brisa
y anhelaba ver de nuevo tu sonrisa.
Gritaré hasta que se desgarre mi garganta,
hasta que se apague mi voz,
hasta domar a ese monstruo feroz
que vive en lo profundo de mi abismo,
ese que nació y alimenté yo mismo,
ese que te lastimó.
Sin derecho a pedir perdón,
descanso en el fondo del precipio.
La esperanza se ha ido.
Solo queda esperar por mi castigo
añorando volver a estar contigo.
Quisiera llorar o incluso gritar,
pero por mucho que lo intente
nunca vas a llegar».
—Caleb... me encanta. Es absolutamente hermosa —opinó cuando concluí.
—No es la gran cosa —le resté importancia, rascando mi nuca en un gesto avergonzado.
—No entiendo por qué decías que no tienes talento —replicó mientras yo depositaba la guitarra en el sofá nuevamente.
—Fue simplemente un breve momento de inspiración. Al unirse la culpa y el dolor, logré hacer esa canción... —expliqué—. Cayendo al precipicio... —musité el título que había seleccionado.
—Cayendo al precipicio... —repitió Bel, analítica—. Me gusta el nombre.
—Así me he sentido desde que Clara murió. Cada día ha sido una lucha constante, pero sin importar lo que hiciera me seguía sintiendo como si estuviera cayendo en un precipicio... —expliqué con la mirada perdida.
—¿Lo ves, Caleb? A esto me refería... —emitió, dejándome confundido—. Finalmente has logrado canalizar tu dolor de una forma positiva: en tu música. Eso es verdadero talento —opinó, sonriente.
—Simplemente tengo una nueva fuente de inspiración... Durante mucho tiempo mi musa fue mi hermana, pero ahora he encontrado una nueva musa... —aclaré, acariciando el dorso de su mano.
—Pensé que te había quedado claro que no podías volver a tocar esa maldita guitarra dentro de esta casa —nos interrumpió una tercera voz entre gruñidos.
—¿Mamá? —musité, poniéndome en pie al verla llegar junto a mi padre—. Pensé que habías salido...
—Y por eso aprovechaste para traer a tu noviecita para hacer Dios sabe qué —masculló con una sonrisa cínica.
—Mamá, por favor, respeta a Bélgica —le pedí, intentando sonar cortés.
—Créeme, me estoy controlando porque es hija de Alaska y Sheldon. En otro momento ya la habría sacado a patadas de mi casa —refutó, venenosa.
—Gemma, cálmate —habló mi padre.
—Siempre me pides calma, pero nunca haces nada cuando tu hijo hace lo que le da la gana —le reprochó, alzando su tono de voz.
—No estábamos haciendo nada, mamá —aseguré—. Solo estaba... —me detuve bruscamente.
—Termina la frase, niño —exigió, fulminándome con sus ojos color ámbar.
—... Mostrándole una canción a Bélgica —completé en voz baja.
—Pensé que te había prohibido volver a tocar esa porquería de guitarra en mi casa —gruñó—. Al parecer, no fue suficiente que destruyera el piano. ¿Acaso tendré que quemar tu colección de guitarras?
—Mamá, por favor...
—No me hables como si estuviera loca. ¡No lo estoy! —chilló, perdiendo la paciencia y abandonando esa pose de mujer elegante que tanto se había esforzado en construir.
—Gemma... —intervino mi padre, sosteniéndola por el brazo al ver que estaba a punto de perder los estribos.
—¡Suéltame, Arthur! —gritó, liberándose de su agarre—. Deja de ponerte de parte de ese mocoso irresponsable.
—No discutas con mi padre —tercié—. Si quieres que deje de tocar aquí, lo haré —le ofrecí, tomando a Bel de la mano para dirigirme hacia la puerta.
Definitivamente hoy no tenía deseos de discutir.
—¿Irás a tocar a ese bar de mala muerte? —inquirió de pronto.
—¿Qué? —musité, girándome para encararla, nervioso.
—¿Pensaste que nunca nos enteraríamos de tu secretito? —emitió, despectiva y burlona—. Hoy en día se sabe todo por Internet... Yo vi un video tuyo y de tus dos amiguitos allá... en ese maldito bar... fingiendo ser buenos músicos, fantaseando con ese sueño imposible... —habló con gestos exagerados, provocando que mis ojos se tornaran vidriosos con cada palabra suya—. ¿Sabes por qué? Porque ninguno de los tres tiene talento... Serán tres fracasados... Renuncia ya a esa idea absurda de querer dedicarte a la música...
—Doña Gemma, basta —exigió Bel.
—Bel, déjala... —murmuré, puesto que no quería que discutieran.
—No, Caleb. No lo haré... —dijo Bel con voz firme—. Ya estoy harta de escucharla hablar así contigo.
—Recuerda que estás en mi casa, niña insolente —masculló mi madre, altanera.
—Lo sé... y si quiere, puede expulsarme de aquí cuando termine de hablar, pero no permitiré que siga pisoteando a Caleb... Es su hijo...
—Y tú eres una mocosa que no sabe nada de la vida —refutó—. No eres quien para venir a decirme cómo debo tratar a mi hijo. Nosotros pasamos muchas necesidades antes de llegar a donde estamos, no dejaré que mi hijo arruine su vida con una carrera que no tiene futuro.
—¿Ese es su miedo, doña Gemma? ¿O en realidad lo hace por Clara? —inquirió Bel.
—¿Qué dijiste? —musitó mi madre, estupefacta.
—Clara, su hija... —aclaró Bel.
—¿Tú le contaste...? ¿Le confiaste a una extraña el mayor dolor de nuestra familia? —se dirigió a mí con ojos vidriosos.
—Bel no es una extraña para mí... —rebatí con convicción—. Ella ha sido el mayor soporte que he tenido en los últimos meses... Me ha apoyado más que ustedes dos juntos...
—Caleb, creo que no debiste contarle tan pronto... Sabes que es un tema delicado para nosotros... —intervino mi padre con expresión dolida y triste.
—¿Crees que para mí no lo ha sido? —inquirí, escéptico—. Yo estoy consciente de lo que hice. Estoy consciente de que fui el culpable de la muerte de Clara. Estoy consciente de que les arrebaté a su hija adorada cuando era solo una niña... También estoy consciente de que por eso me han castigado durante los últimos dos años... —hablé atropelladamente, liberando mis lágrimas, las cuales no sabía si eran de tristeza o de rabia. Solo sabía que estaba harto de pretender que era fuerte.
—¿De qué hablas, hijo? —preguntó mi padre—. Nosotros no...
—¿De qué hablo? —lo interrumpí, iracundo—. Hablo de que desde que Clara murió ustedes no notan mi existencia, hablo de que me han aislado para hacerme sentir más culpable de lo que ya me siento. Hablo de que tú solo piensas en trabajar y ni siquiera recuerdas que tienes familia. Hablo de que mamá solo sabe ir de compras y tomar pastillas para mantenerse calmada —proseguí, alzando la voz bajo la mirada avergonzada y culpable de ambos—. Hablo de que he tenido que comer y estar solo miles de veces en esta maldita mansión gigantesca. Hablo de que ni todo el dinero que has conseguido ha sido suficiente para aliviar el vacío que siento después de perder a mi hermana. Hablo de que siento que Zack y Phoebe son mi verdadera familia. Hablo de que me han prohibido tocar, que ha sido la única forma de alivio que he encontrado, para evitar recordar a Clara y para hacerme sufrir a la vez. Hablo de que Bel, una persona que conocí hace pocos meses, una extraña como ustedes la llaman, ha sido un mayor refugio que ustedes que son mis padres. Hablo de que el mismo día que Clara se marchó también dejaron de verme como su hijo. Hablo de que ustedes ya no sienten amor por mí... No soy más que un estorbo. Cuando me miran solo ven al asesino de su hija... —se quebró mi voz.
—No, Cale, claro que no... —dijo mi padre, aproximándose a mí para consolarme—. Nosotros te amamos, hijo... Siempre te hemos amado...
—No mientas... —gruñí, fulminándolo con la mirada. No necesitaba su lástima.
—No lo hago... Sé que tal vez no hemos enfrentado nuestro dolor de la forma correcta, pero eso no significa que no te amemos... —aclaró mientras una lágrima solitaria descendía por su mejilla. Mi madre, por su parte, nos observaba con los brazos cruzados, haciendo un esfuerzo sobrehumano por contener el llanto—. Sé que fuimos egoístas, te alejamos de la música porque... porque te veíamos tocar el piano y Clara venía a nuestros recuerdos. Cada nota que tocabas era una daga en nuestro corazón, era remover nuestro dolor una y otra vez...
—Nunca fue mi intención hacerlos sufrir... Lo lamento... Si pudiera dar mi vida para que Clara regresara, lo haría... —emití.
—Basta. No digas eso... —me pidió mi padre, acariciando mi rostro—. Nosotros te amamos... Y sé que Clara, donde sea que esté, está orgullosa de su hermano mayor... —agregó, esbozando una pequeña sonrisa.
—¿Mamá...? —musité, depositando mi atención en ella al ver que se estaba acercando a nosotros, dubitativa.
—Hijo... —articuló con voz quebrada, dejando de contenerse—. Lamento que hayas pensado eso. Después de que perdí a tu hermana tú eras lo único que me quedaba... —habló mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas—, pero me concentré tanto en lo que perdí que olvidé lo que aún tenía: a ti... Y lo peor de todo fue que nunca me detuve a pensar que el que más estaba sufriendo con toda esa situación eras tú... ¿Me perdonas, hijo? —preguntó, acunando mi rostro, arrepentida.
—Yo les pido disculpa a ustedes una vez más... por haberles arrebatado a Clara... —refuté, alternando la mirada entre mis padres.
—No... No vuelvas a decir eso... Estoy seguro de que ella no piensa eso... —terció mi padre.
—Aun así... Ustedes sufrieron por mi culpa. Sé que no me alcanzará la vida para pedirles perdón, pero aun así quiero decirles que lo lamento... Lamento profundamente todo lo que pasó...
—Ven aquí, hijo... Nos equivocamos tanto contigo... —me interrumpió mi madre, rodeándome con sus brazos como hacía tiempo no lo hacía. Casi había olvidado cómo se sentían sus abrazos.
—Eres lo único que nos queda... y a partir de ahora haremos lo correcto... —dijo mi padre, uniéndose al abrazo.
—¿Volveremos a ser una familia? —indagué, esperanzado, rememorando lo que solíamos ser cuando mi hermana aún vivía.
—Claro que sí... Te amamos, hijo —emitió mi padre.
—Y yo a ustedes...
—Caleb, ¿podrías tocar una canción para nosotros? —me pidió mi madre de pronto.
—¿En serio? —articulé, sorprendido.
—Me gustaría escuchar la canción que compusiste para Clara: "Niña con alas".
—Pensé que odiabas esa canción... —repliqué.
—No... Nunca la odié, simplemente me dolía escucharla porque me recordaba a mi pequeña, a mi niña con alas... —aclaró, secando sus lágrimas.
—¿Estás segura de que quieres oírla? —indagué al tomar mi guitarra.
—Por favor... Tienes mucho talento. Sé que muchas veces dije lo contrario, pero era mi dolor el que hablaba... Siempre he pensado que tienes muchísimo talento, igual que tu hermana...
—Gracias, mamá. No tienes idea de lo que significa para mí escucharte decir eso... —hablé, conmovido.
—La mejor forma de agradecerme será comenzar a tocar.
Al escuchar sus palabras, tomé asiento mientras acomodaba mi guitarra, listo para comenzar a tocar la primera canción que compuse en mi vida con la esperanza de que, donde sea que esté, Clara se sienta feliz de escucharme.
—Caleb, lamento interrumpir el momento, pero acabo de recibir una llamada de Zack... —dijo Bel repentinamente.
—¿De Zack? —repetí, extrañado.
—Sucedió algo... —musitó.
—¿Qué pasó? —pregunté, poniéndome en pie, preocupado y con un pésimo presentimiento.
—Debes mantener la calma... —me pidió.
—Por favor, Bel, dime de una vez que fue lo que pasó —le pedí, ligeramente desesperado.
—La casa de Zack se incendió —me informó con voz débil.
—¡¿Qué?! —exclamé.
—Y Phoebe estaba adentro...
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Hola, hola!! :D
Qué tal va todo?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Quedó un poco extenso :")
Al parecer, Phoebe y Zack ya dejarán de perder el tiempo, finalmente... :)
Qué les pareció la canción? Les recuerdo que yo no sé nada de eso, pero hice mi mejor esfuerzo :")
Me gustó la escena de Caleb con sus padres. Finalmente lograron enfrentar la sombra que los perseguía y Caleb recibió el perdón que tanto anhelaba :")
Y qué les pareció el final?
No paran de ocurrir desgracias :'(
Qué teorías tienen al respecto?
Espero que les haya gustado el cap.
Hasta el próximo.
Chauuu :D
Dato random: Antes componía en inglés porque me parecían cursis las letras que hacía en español :") pero finalmente acepté mi lado cursi xd
No olviden seguirme en Instagram como daia_marlin
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