Capítulo 29: Amargo final

Después de algunos días finalmente había llegado el último día del año. Normalmente en estas fechas hay una vibra especial, una sensación esperanzadora de que el año siguiente será mejor; pero en esta ocasión no la sentía porque me faltaba alguien muy importante: Paris.

Habían transcurrido pocos días y me parecía que llevaba años sin hablar con ella. La distancia era dolorosa, ya que, después de todo, ella es mi mejor amiga.

Nunca antes habíamos discutido. En algunas ocasiones ella se enojaba y hacía berrinches, pero yo siempre cedía y consentía sus actitudes, incluso cuando no eran correctas; pero esta vez no lo haría porque, a pesar de que adoro a esa loca, debía ser justa. Phoebe y Zack se amaban y el capricho de Paris no podía interponerse entre ambos.

—Hija, ¿estás lista? —preguntó mi padre, tocando la puerta de mi habitación.

—Sí, entra —le pedí mientras me miraba en el espejo.

—Estás preciosa, mi pequeña genio —me elogió con una amplia sonrisa, luciendo su galante traje.

—¿Tú crees? —emití, dubitativa—. Esa que está en el espejo no soy yo... —opiné, desganada, observando el elegante atuendo que mi madre había mandado a hacer para mí y, por si fuera poco, también llevaba tacones, maquillaje, las uñas pintadas, un peinado que ni siquiera me gustaba y lentillas, puesto que mi madre me pidió que no usara mis anteojos porque decía que impedirían que luciera "perfecta". No obstante, los llevaría en mi bolso y en el momento menos esperado me los pondría.

—Yo creo que eres hermosa, hija —dijo él, colocando su mano en mi hombro mientras ambos mirábamos a esa desconocida en el espejo.

—Es una máscara, un disfraz... Esa de ahí no soy yo, esa es la hija que mi madre sueña —repliqué con tristeza—. ¿Por qué mi madre no me acepta tal y como soy?

—No te pongas así, mi pequeña —me pidió, haciéndome girar para darme un reconfortante abrazo mientras yo hacía un esfuerzo sobrehumano por no dejar caer las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos.

Es difícil ser el patito feo de tu familia perfecta. Es duro vivir bajo la constante crítica de tu propia madre, la persona que se supone que debería amarte incondicionalmente. Es doloroso ver cómo tu madre prefiere a tus hermanas solo porque ellas sí cumplen sus caprichos.

Desde pequeña siempre cargué con ese peso, pero todo este tiempo supe sobrellevarlo y fingir que todo estaba bien, pero el día de hoy, por alguna razón, sentía que ya no podía más.

—A ella no le importa el esfuerzo que hago por complacerla —refuté, derramando mis lágrimas incontrolablemente bajo la atenta y preocupada mirada de mi padre—. A ella no le importa si soy buena estudiante. Siempre me esforcé por ser la mejor para que ella me dijera que estaba orgullosa de mí, pero jamás escuché esas palabras.

—No sé si te sirve de consuelo, mi niña... pero yo estoy orgulloso de ti. Siempre lo estuve... —reconoció, secando mis lágrimas.

—Gracias, papá, pero, ¿por qué ella no lo está? —pregunté, dolida.

—Tu madre es... diferente a nosotros, Bel —fue su respuesta—. Ella le da importancia a otras cosas. Sus intereses son distintos a los nuestros, por eso a ella le cuesta un poco reconocer tus cualidades, pero eso no significa que ella no te ame. Tu madre te quiere mucho, Bélgica.

—No recuerdo la última vez que Alaska Montserrat me dijo que me amaba —rebatí con ojos vidriosos—. Solo escucho quejas y críticas sobre mi ropa, mi pelo, mis uñas...

—Alaska valora demasiado la belleza. Eso fue lo que la ayudó a triunfar en la vida. Es lo único que conoce, pero tú eres diferente a ella y eso no es malo. La belleza se termina, la inteligencia no. Tú eres ingeniosa, curiosa y muy estudiosa. Te depara un futuro brillante. Podrás ser lo que quieras. Se puede ser hermosa de muchas maneras y tú lo eres de cualquier forma existente. No permitas que las palabras de tu madre te hagan dudarlo.

—Gracias, papá —musité, conmovida—. Gracias por entenderme —añadí, abrazándolo.

—Te amo, mi pequeña genio —contestó, llamándome como lo hacía desde que era una niña.

—¿Qué pasa aquí? —indagó mi madre al entrar sin tocar, como de costumbre, interrumpiendo nuestro abrazo.

—Nada. Bel estaba terminando de alistarse —respondió mi padre con naturalidad mientras yo me secaba el rostro. Afortunadamente no se había corrido mi maquillaje.

—Hija, estás... —comenzó a decir mientras avanzaba en mi dirección, mirándome con devoción—, perfecta —completó con una enorme sonrisa—. Simplemente perfecta —repitió, tomando mis manos para observarme con detenimiento.

—Me alegra que te guste, mamá —respondí, fingiendo felicidad. Al menos a una de las dos le gustaba mi apariencia.

—¿Lo ves, Bel? —emitió, girándome para que me viera en el espejo—. No fue tan difícil... Ahora sí pareces mi hija... —comentó con aprobación.

—Ella ya era tu hija —replicó mi padre.

—Sí, claro, pero normalmente Bel es tan... sencilla... y ahora luce como toda una princesa —explicó, aunque sus palabras no me hicieron sentir mejor.

—Ella siempre es una princesa —opinó mi padre, mirándome con una sonrisa.

—Bueno, sí, pero... Yo me entiendo, Sheldon —esquivó el tema—. Vámonos ya —ordenó, dirigiéndose hacia la puerta.

—¿Lista, hija? —preguntó mi padre, ofreciéndome su brazo.

—Lista —respondí después de una profunda respiración.

Estaba preparada para pretender durante toda la noche ser algo que no soy.

Mi familia había reservado un local para realizar la fiesta de fin de año. A nuestra celebración asistirían la familia del novio de Kenya, Will con sus padres y la familia de Caleb, los cuales serían invitados especiales.

—Finalmente Kenya celebrará alguna fecha con nosotros —se quejó Austria mientras íbamos en el auto junto a las gemelas y nuestros padres.

—Tu hermana tiene una agenda muy ocupada —la justificó mi madre.

—Yo creo que su ausencia constante es muy rara —opinó Austria y yo asentí, totalmente de acuerdo.

—Sé que la extrañas mucho. Yo también —admitió mi madre.

—Sí la extraño, pero no es eso... —aclaró Austria.

—¿Entonces qué es lo que te preocupa?

—Olvídenlo, paranoias mías —dijo mi hermana.

—Bueno, hoy finalmente la verán y nos dijo que tenía una noticia importante que darnos —habló mi padre.

—¿Estará embarazada?

—¡Landa! —exclamé.

—¿Qué? —respondió ella con naturalidad.

—Kenya aún es muy joven —opinó mi padre.

—Y no ha conocido al hombre ideal... —musitó Austria, pero solo yo pude escucharla porque estaba justo mi lado.

Últimamente mi hermana hacía comentarios extraños acerca de Évett, el novio de Kenya. Al parecer, no le agradaba mucho, aunque desconocía el motivo exacto. Supongo que el hecho de haberla alejado un poco de su familia a Austria le molestaba, ya que siempre fueron muy cercanas.

Cuando finalmente llegamos la entrada estaba llena de fotógrafos.

Dios, ¿esos buitres no tienen familia con la cual celebrar?

Mientras atravesábamos el molesto grupo me percaté de que muchos de ellos preguntaban por Kenya y por "la noticia exclusiva", pero no me detuve a pensar en el trasfondo de sus palabras, ya que estaba muy concentrada intentando no quedarme ciega con el flash de las cámaras.

—¡Llegaron! —exclamó la mayor de mis hermanas, corriendo hacia Austria para abrazarla.

—Por poco los periodistas no nos dejan; pero sí, logramos entrar —me quejé.

—Lo lamento, Bel. Sé cuánto odias todo eso —emitió mientras me abrazaba—. Por cierto, estás preciosa —me elogió con su hermosa sonrisa.

—Artimañas de mamá —bromeé, viendo como todos se dirigían a la gran mesa familiar mientras Kenya reía suavemente ante mis palabras.

—Tu novio llegó hace un rato con sus padres —comentó en voz baja para que solo yo la escuchara—. Es muy guapo —opinó con una sonrisa traviesa.

—Tengo buen gusto —me jacté, orgullosa.

—Su mamá lleva un buen rato... elogiándome —me contó, incómoda.

—Aduladora... —gruñí, contemplándola a lo lejos con ojos entrecerrados y luego saludé a Caleb, quien me había visto mirando en su dirección.

—Paris me contó que tienes las mejores notas este curso —comentó.

—¿Paris vino? —pregunté rápidamente.

—Sí, claro. También vinieron Dallas, Shang y tía Grecia. Incluso el tío Cheng que siempre está de viaje vino a celebrar el fin de año con nosotros —explicó con naturalidad, puesto que no sabía de la discusión que había tenido con Paris—. No obstante, hace un tiempo que no la veo. Tal vez fue al baño —continuó, pensativa.

—Por cierto, ¿dónde está Évett? —indagué cuando estábamos llegando a la mesa mientras saludaba a Will y Dallas desde lejos—. Veo a sus padres, pero no a él.

—No lo sé, tal vez debería ir a buscarlo —respondió al tomar asiento.

—De eso nada —replicó Austria, tomándola del brazo para evitar que se pusiera de pie—. Te pasas todo el tiempo con él. Justo hoy que podemos verte no puedes dejarnos.

—De acuerdo. Me quedo —contestó Kenya, colocando su cabeza sobre la de Austria en un gesto cariñoso.

Ellas dos eran como Paris y yo. Entendía la nostalgia y el recelo de Austria, ya que solo llevaba unos días sin Paris y sentía que me faltaba una parte de mí.

—Estás bella, musa —dijo Caleb en voz baja cuando me senté a su lado—. Ese vestido te queda fenomenal, aunque apuesto a que te verías mejor sin él —agregó, rozando mi muslo.

—¡Caleb! —chillé, nerviosa, y todos en la mesa me miraron—. Te odio —mascullé, viéndolo por el rabillo del ojo de manera fulminante.

El muy imbécil se estaba riendo.

—¿Cómo has estado, Bélgica? —me saludó el suegro de Kenya.

—Muy bien, gracias —respondí con una sonrisa forzada.

—Estás muy bonita. Casi no te reconozco —intervino su esposa y yo esbocé una sonrisa incómoda, pues no sabía si debía tomarme sus palabras como un elogio o una ofensa.

Los padres de Évett, el señor y la señora Reynolds eran personas muy refinadas y un tanto superficiales. Se dedicaban al mundo de la joyería y tenían muchísimo dinero. No obstante, su hijo no había seguido sus pasos en el negocio familiar, sino que se había dedicado a la fotografía.

—Mi hija tomó la decisión de despedir el año de la mejor forma posible —terció mi madre, mirándome con aprobación.

—Ahora sí se parece a ti, Alaska —opinó la señora Reynolds, provocando que sonriera con falsedad nuevamente.

—Espero que no me hayan extrañado mucho —bromeó Paris, haciendo acto de presencia repentinamente, lo cual agradecí mucho, ya que odiaba ser el centro de la conversación.

—Tardaste, hija —dijo el tío Cheng.

—Fue impresión tuya, papi —rebatió ella, sonriente; pero la conocía y esa sonrisa no era sincera. Pocos segundos después apareció el novio de Kenya, lo cual me pareció ligeramente sospechoso.

—¿Estás bien, Bel? —indagó Caleb al ver lo rígida que me había quedado mirando a Évett.

—Sí... —musité, desconfiada.

—¿Todavía no has hecho las pases con Paris?

—No... —murmuré con tristeza.

—Alguna de las dos tiene que dar el primer paso... —emitió él.

—Bueno —habló Evett de pronto, sonando una copa con su cubierto mientras se ponía de pie—, quería aprovechar este momento en que está toda la familia reunida para darles una maravillosa noticia. Cariño, ¿te gustaría decirles?

—¿Yo? —balbuceó Kenya, insegura—. Eh... claro. Évett y yo... nos vamos a casar. Ya tenemos fecha. Será el 14 de febrero —anunció, dejando a todos sorprendidos.

—¿En menos de 2 meses? —articuló Austria, estupefacta.

—Qué estupenda noticia, hija —habló mi madre, quien fue la primera en reaccionar y luego todos la siguieron.

Nadie lo esperaba, pero al parecer todos se alegraron. Yo también me sumé a las felicitaciones, pero pensaba que todo era muy apresurado. Solo llevaban 2 años saliendo y Kenya era demasiado joven para casarse.

La familia no dejó de hablar del tema ni siquiera durante la cena, incluso el brindis giró en torno a los novios, dejando de lado el año nuevo, que era el verdadero motivo por el que estábamos aquí.

Cuando terminamos de cenar todos se dispersaron por el gran salón a la espera de los fuegos artificiales que anunciarían el inicio del año, los cuales se verían desde las enormes ventanas de cristal.

—Deberías ir a hablar con ella —me aconsejó Caleb al ver que no dejaba de mirar a Paris, quien estaba sola en un rincón contemplando la pantalla de su móvil.

—No lo sé... —dudé.

—Sé cuán importante es Paris para ti —emitió, colocando sus manos en mis hombros—. No deberías permitir que continúen pasando los días mientras siguen disgustadas.

—Es que... siento que esta vez no soy yo la que debe ceder —refuté.

—¿Prefieres ser orgullosa? —preguntó.

—No es orgullo, es ser justa —lo corregí.

—No sé bien el motivo por el que discutieron, pero sí sé que estás triste y no me gusta verte así, por tanto, no permitiré que comience el año y ustedes continúen distanciadas —dijo, tomándome de la muñeca.

—¿Qué haces, Caleb? —chillé mientras él tiraba de mí, dando grandes zancadas.

—Ayudarte —respondió, caminando en dirección a Paris, quien nos miraba con sorpresa—. Creo que ya fue suficiente —soltó Caleb, posicionándose entre ambas mientras colocaba sus manos en nuestros hombros—. Desde que las conozco siempre fueron inseparables. Eran como el yin y el yang, una unidad indisoluble. No podía ver a una en el corredor del instituto sin preguntarme dónde estaba la otra. Cuando se tiene una amistad tan profunda y especial es imposible no sufrir después de una discusión. Tú me agradas mucho, Paris —la miró a ella—, y Bel es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo... —me miró a mí—, así que me niego a seguirlas viendo distanciadas —prosiguió mientras lo mirábamos, atentas—. No sé qué fue lo que sucedió, pero créanme... si algo pasara de repente y perdieran a la otra, vivirían el resto de su vida lamentando cada segundo que estuvieron alejadas... Olviden lo que pasó y empiecen otra vez —nos pidió.

—Lo siento, Bel —murmuró Paris con ojos vidriosos, conmovida por el discurso de Caleb, dándome un fuerte abrazo. Nunca pensé que lo diría, pero extrañaba abrazarla—. Fui una infantil, una inmadura, una niña mimada y caprichosa —reconoció—. Lo lamento mucho...

—Yo siempre estaré de tu lado, Paris. No importa cuántas personas lleguen a mi vida, tú siempre serás mi favorita —declaré, acariciando su rostro mientras observaba su expresión de niña triste y desamparada.

—Te quiero, Bel —emitió con una tímida sonrisa.

—Y yo a ti, Paris —admití.

—Chicas, me van a hacer llorar —habló Caleb con dramatismo y Paris y yo procedimos a fulminarlo con la mirada mientras le mostrábamos el dedo medio.

—Ya va a comenzar la sesión de fotos familiares —comentó Paris después de unos minutos, viendo a los presentes aglomerarse en el centro del salón—. Me retiro. Eso no me lo puedo perder.

—Gracias, Caleb —musité, aproximándome a él cuando mi prima desapareció.

—Mi objetivo a partir de ahora es hacerte feliz, musa —aclaró, acunando mi rostro para luego depositar un suave beso sobre mis labios, lo cual me hizo sonreír.

—Ya me haces feliz —afirmé, enfocando sus hermosos ojos.

—¡Tortolitos, vengan! —gritó Austria con su escasa educación.

—¿Dejaron entrar a los fotógrafos? —me quejé al darme la vuelta y ver a la banda de buitres que estaban afuera cuando llegamos.

—Tal vez quieran anunciar la boda de tu hermana —supuso Caleb mientras caminábamos tomados de la mano hacia el resto—. Es una celebridad, ¿recuerdas?

—Puede ser... aunque es muy pronto, ¿no? —opiné. No entendía la necesidad de estar en el ojo público todo el tiempo.

—Tarde o temprano se iban a enterar. Además, la boda será en menos de 2 meses —analizó.

—¿Quién dejó entrar a los buitres? —gruñí cuando llegamos junto a los otros invitados.

—Évett —respondió Paris, cruzada de brazos—. Al parecer, quiere que todo el país se entere de que se va a casar con tu hermana.

—Quiere que el mundo vea a Ken como si fuera de su propiedad —terció Austria, mirando a Évett, quien estaba ofreciendo una entrevista a un reportero junto a Kenya—. Él fue el que llamó a todos estos desocupados para anunciar la boda —agregó con la mandíbula tensa.

—Chicas, ¿es impresión mía o Kenya no se ve feliz? —indagó Paris, escrutando a mi hermana desde la distancia. Se veía tensa e incómoda, esbozando una sonrisa falsa mientras Évett la sostenía por la cintura. Tal vez era impresión mía, pero parecía que pedía desde el silencio que la salvaran...

—A mí esta boda repentina y apresurada me parece muy rara... —opinó Austria, negando con la cabeza.

—Niñas —dijo mi madre, haciendo acto de presencia—, los reporteros están entrevistando a Kenya. Probablemente vendrán a hacernos preguntas también.

—¿Para qué? —me quejé—. Ni que fuera yo la que se va a casar —escupí, ceñuda.

—Te comportas, Bélgica Knoller —me ordenó, amenazante—. No te atrevas a decir ninguna de tus impertinencias frente a las cámaras. Si arruinas la imagen de nuestra familia, no te lo perdonaré —masculló, fulminándome con la mirada para luego esbozar una falsa sonrisa mientras miraba hacia todas partes, asegurándose de que los fotógrafos no la hubiesen captado.

—Parece que arruiné esta familia el día que nací —dije entre dientes, sintiendo una incipiente mezcla de dolor y enojo dentro de mí.

—Por favor, Bélgica. Tus dramas de incomprendida en casa —desdeñó mis palabras—. Es la noche de tu hermana y no permitiré que la opaques.

—Jamás fue mi intención opacar a Kenya. Ella es la estrella que más brilla en tu cielo... ¿o debería decir la única? —repliqué.

—Bélgica, no exageres. Yo quiero a mis 5 hijas por igual —rebatió.

—¿Ah, sí? ¿Sabes qué calificación obtuve en Matemáticas? —pregunté, escéptica, mientras ella se quedaba viéndome con expresión perdida—. ¿En Historia? ¿Física? ¿Química? —continué citando asignaturas—. ¿Lo ves? No sabes nada sobre mí, no te importa nada de mí —concluí con ojos vidriosos.

—Bélgica, discutiremos esto en casa —me pidió, mirando a los fotógrafos y eso aumentó mi ira. Solo estaba preocupada por lo que iba a pensar la gente.

—No —gruñí—, quiero discutirlo ahora.

—Bélgica, he tenido demasiada paciencia contigo todos estos años. No hagas que la pierda justo ahora —refutó.

—Todos estos años te has esforzado por convertirnos en tus copias baratas —repliqué, empezando a dejar salir lo que llevaba tiempo atorado en mi garganta—. Nos tratas como si fuéramos tus muñecas de juguete, pero no. Somos tus hijas. Tenemos voluntad y opinión propia, pero parece que eso se te olvida. Incluso elegiste el diseño de la ropa que usaríamos hoy.

—Bélgica, baja la voz. Te están escuchando —emitió, nerviosa.

—¡No me interesa! —estallé—. ¿No querías que aprendiera a ser el centro de atención? Esta noche lo seré —anuncié con gestos exagerados—, ¡porque ya estoy harta!

—Bélgica...

—Estoy harta de que siempre me estés comparando con mis hermanas. Estoy harta de que quieras que sea igual a ti —rugí, perdiendo la paciencia mientras las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos brotaban imparablemente—. Tengo sentimientos, mamá. Siempre me he esforzado por tomarme tus críticas de la mejor manera, pero ya no puedo más... Siempre intenté esforzarme por complacerte. ¿Crees que quería ponerme esta ropa extravagante e incómoda? No, la usé por ti. Finjo ser algo que no soy por ti, porque cuando te muestro quien soy de verdad me doy cuenta de que no te gusta, de que no me quieres —finalicé con un hilo de voz.

—Hija, no digas eso... Yo te adoro... —musitó con ojos vidriosos, acariciando mi rostro.

—¡Mentira! —bramé, finalizando su contacto con un manotazo—. Tu quieres a Kenya porque siguió tus pasos, quieres a Austria porque tiene un cuerpo perfecto, quieres a Venecia porque va a ser famosa con su música, quieres a Landa porque tiene el mismo carisma de estrella que tú; ¿pero a mí? —dije, incrédula—. Tu hija que usa lentes enormes, odia el maquillaje y las redes sociales y que solo sabe sacar buenas notas. No... A mí no me quieres —zanjé, negando con la cabeza.

—Bel, basta, por favor... Las cámaras...

—¿Lo ves, mamá? Incluso en este momento en que abro mi corazón contigo te preocupan más las cámaras que tu propia hija —hablé con una sonrisa triste.

—Bel...

—Sácame de aquí, por favor... —le pedí a Caleb, quien se encontraba detrás de mí con expresión preocupada y justo cuando íbamos a salir, en medio de la mirada expectante de los presentes y del flash de las cámaras, estalló el sonido de los fuegos artificiales que anunciaba el año nuevo.

Ese sonido que presagiaba esperanza, felicidad y nuevas oportunidades para mí había sido el final de la peor noche de mi vida.

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Hola, hola :D
Cómo va todo?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Me quedó un poquito largo je je.
Me gustó mucho el momento que compartió Bel con su padre, es bueno que tenga a alguien que la acepte, la comprenda y la ame tal cual es.
También me gustó la intervención de Caleb en la reconciliación de Bel y Paris, que esté pendiente de sus problemas y que la ayude a solucionarlos demuestra cuánto la quiere.
Finalmente estuvo la discusión con su madre...
Pobre Bel :"(
Seguro fue difícil para ella.
Espero que les haya gustado.
Hasta el próximo.
Byeee.
Dato random: Al igual que a Bel, me da mucha flojera todo eso de maquillarme y vestirme bonita, qué flojera dio mío :")
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