Capítulo 24: Motivos para agradecer
CALEB.
Acción de Gracias era una de las fechas más importantes y esperadas de todo el año, pero con el pasar del tiempo para mí había perdido su importancia, ya que después de haber perdido tanto sentía que no tenía nada por lo que agradecer.
—Caleb, deberías dejar el móvil cuando estás cenando, especialmente en Acción de Gracias —me regañó mi madre.
—Así no fue como te educamos, muchacho —intervino mi padre.
—Aunque tal vez podríamos hacernos una foto para las redes sociales —propuso ella de pronto.
—Claro que no —me negué.
—¿Por qué? —se mostró confundida ante mi reacción reacia—. Todos publican fotos con su familia.
—¿Quieres fingir con una foto que somos una familia feliz? —cuestioné.
—Todas las familias tienen sus buenas y malas etapas, Caleb. Basta de recriminar a tus padres —terció mi padre.
—Deberías estar agradecido por todo lo que te hemos dado —replicó mi madre.
—¿Lo que me han dado? —repetí, escéptico.
—Si no fuera por el negocio de tu padre, aún viviríamos en ese vecindario miserable —me recordó ella con desprecio.
—Al menos allí éramos más felices... —musité, mirando la abundante comida sobre la mesa.
—Lo único que podías hacer allí era jugar con Phoebe y Zack, otros dos que no tenían dónde caerse muertos y al parecer siguen siendo así —emitió mi madre, venenosa.
—No hables así de ellos —exigí—. Te guste o no son mis amigos.
—Meten ideas estúpidas en tu cabeza —refutó.
—Siempre me gustó la música y gracias a ellos reforcé la idea de triunfar en ese mundo —aclaré.
—Lo que yo he dicho: solo meten ideas estúpidas en tu cabeza —recalcó.
—Antes no pensabas que la música era una estupidez —rememoré—. A ella sí la apoyabas... —hablé con un hilo de voz.
—Era diferente. Ella sí tenía talento —escupió con la mandíbula tensa.
—Me odias, ¿cierto? —pregunté, dolido.
—¡Ya basta los dos! —ordenó mi padre, poniéndose en pie arrastrando su silla de jefe de familia—. Es Acción de Gracias. Deberíamos estar pensando en las cosas buenas que tenemos.
—Aquí no tengo nada... —gruñí.
—No seas ingrato, mocoso —masculló mi madre—. Gracias al dinero de tu padre estás en el mejor instituto de esta maldita ciudad; tienes un auto lujoso; puedes comprar todos los caprichos que se te antojen, incluso guitarras para fingir que tienes talento. Deberías valorar lo que tu familia hace por ti.
—Llenar con dinero el vacío que su rencor e indiferencia han dejado... Eso es lo que mi familia hace por mí. Creo que mejor me iré —les informé, poniéndome en pie.
—Caleb, siéntate —dictaminó mi padre.
—Lo siento, papá. No lo haré. No tengo nada que agradecer...
)))(((
Durante un buen tiempo estuve vagando sin rumbo bajo el manto de la fría noche hasta que recordé que tenía una verdadera familia a la que necesitaba ver.
—¿Caleb? —emitió Pheebs al verme frente a su puerta, extrañada.
—¿Puedo pasar? —pregunté, temblando de frío.
—Claro —se apresuró a responder, haciendo un gesto con la mano para invitarme a entrar.
—¿No deberías estar celebrando Acción de Gracias con tu familia? —indagó Zack desde el sofá al verme llegar.
—Discutí con mis padres —contesté a modo de explicación, tomando asiento a su lado.
—¿Qué pasó esta vez? —preguntó Phoebe, preocupada, sentándose junto a mí.
—No importa... —murmuré, mirando la mesita del centro en la que había una caja de pizza—. Además, ustedes son mi familia —añadí, rodeándolos con mis brazos.
—Estás más cursi de lo normal —comentó Zack, ceñudo.
—¿Pizza? —emitió Pheebs, ignorando a Zack—. Es de la pizzería en la que Zack trabaja —añadió, ofreciéndome un pedazo.
—Pizza recalentada en el microondas. Es nuestra cena de Acción de Gracias —explicó Zack—. No es el lujo al que estás acostumbrado, pero...
—Es perfecta —opiné, tomando el trozo de pizza.
—Caleb... —musitó Pheebs mientras apoyaba su cabeza en mi hombro, conmovida.
—Últimamente discutes mucho con tus padres, ¿no? —indagó Zack de pronto.
—Siguen sin entenderme.
—Y nosotros te reforzamos la idea. Probablemente cada día nos detestan más —agregó.
—Lo que más me duele es que a ella sí la apoyaban con su sueño... —emití.
—Tal vez el problema no es el sueño, sino el momento en el que lo estás teniendo —supuso Phoebe—. Antes tus padres eran felices y lógicamente podían brindar apoyo, pero ahora... —dejó suspendida la frase con expresión triste.
—Y mucho menos me apoyarán a mí que soy el culpable de su infelicidad —opiné; dolido, pero resignado. Una parte de mí entendía la actitud de mis padres.
—No digas eso, Cale. No fue tu culpa —dijo Phoebe, acariciando mi cabello.
—Todos sabemos que sí lo fue —repliqué—. Ellos son los que más lo piensan.
—Algún día lograrán seguir adelante y te apoyarán, ya verás —me animó.
—Eso espero, Pheebs...
—Traeré más pizza —anunció ella, poniéndose en pie.
—¿Aún no le dices nada? —me dirigí a Zack.
—¿Sobre qué? —se mostró confundido.
—Sobre tus sentimientos —aclaré.
—Caleb, estamos tranquilos cenando, no lo arruines —me pidió.
—Sé muy bien lo que se siente la culpa, Zack... Es un peso indescriptible con el que llevo 2 años cargando —expliqué, apesadumbrado—. Supongo que ese es tu motivo... —añadí.
—Ya basta, Caleb —gruñó, fulminando la mesita del centro.
—Pero tú sí que no tienes la culpa de lo que te pasó —emití y él tensó la mandíbula. Ese tema era muy delicado para Zack, incluso más que sus sentimientos por Phoebe, pero estaba convencido de que todo radicaba en lo que sufrió en el pasado—. No castigues a Pheebs también. Ella es la que más ha sufrido de nosotros... Merece ser feliz.
—Caleb, si tanto te importa, ¿por qué no la haces feliz tú? —replicó, enfadado.
—Porque solo tú puedes hacerla feliz —aclaré.
—Tú también puedes darle orgasmos —rebatió con una sonrisa torcida.
—Zack, no hables de ella así —dije entre dientes, ceñudo.
—Pensé que querías que me la follara... —soltó inesperadamente y, a juzgar por su expresión ladina, tenía intenciones de hacerme enojar y adivinen qué: lo logró.
—Si vuelves a hablar de Pheebs como si fuera un pedazo de carne, juro que te romperé la cara —rugí, agarrándolo con ambas manos por la camisa, iracundo.
—Hazlo de una vez y deja de molestarme con esa idea —declaró tan indiferente e inexpresivo como de costumbre. No había un ápice de miedo en sus facciones, lo cual me hizo concluir que efectivamente había dicho eso para molestarme.
—Chicos, basta. ¡No peleen! —exclamó Pheebs, llegando de repente—. ¿Qué pasó?
—Nada. —Liberé a Zack, estampando su cuerpo contra el sofá, pero él se mostró pasivo e indiferente ante mi acción—. Me voy a casa —mascullé, fulminándolo con la mirada.
—Espera, Cale —me llamó Phoebe, persiguiéndome hasta la puerta—. Estás alterado. No deberías irte así.
—Ahora mismo no quiero ver a Zack —aclaré, atravesando con la mirada al susodicho, quien se mantenía inerte en el sofá—, así que lo mejor será que me vaya.
—Pero...
—Nos vemos, Pheebs —la interrumpí, depositando un fraternal beso en su frente para luego volver a esfumarme en medio de la helada noche.
((()))
Todavía no quería irme a casa, así que caminar por la ciudad era lo único que podía hacer y, sin pensarlo siquiera, mis pies me llevaron hasta el Silver Domain. Al ver el inmenso rascacielos frente a mis ojos, llamé a la única persona que quería ver en este momento.
—¿Caleb? —habló ella.
—Musa... —emití.
—¿Está todo bien? —indagó, extrañada.
—Sí, claro —mentí para no preocuparla—. ¿Estás con tu familia?
—Ya la cena concluyó, así que la mayoría de mis familiares se fueron —respondió.
—¿Nos podemos ver? —le pedí sin pensarlo.
—¿Ahora?
—Estoy aquí abajo —le informé, mirando su edificio.
—¿Estás loco? ¿Qué haces ahí en medio de la noche? —me regañó como de costumbre, lo cual me hizo sonreír.
Mi musa gruñona...
—Mientras tú me regañas me muero de frío aquí abajo —la interrumpí con voz inocente.
—Dios, cierto... —articuló—. Sube, date prisa —me pidió, pero no hizo falta, pues yo ya iba subiendo en el ascensor—. ¿Se puede saber qué hacías congelándote allá abajo a estas horas de la noche? —me espetó en cuanto el ascensor se abrió en la sala de su casa, pero yo no venía muy dispuesto a escuchar regaños, así que avancé con pasos firmes y decididos hacia ella, tomando su rostro para silenciarla de mi forma favorita.
No les mentiré... desde la primera vez que besé a Bélgica lo disfruté mucho. Digamos que la inteligencia no es su única cualidad... pero ahora era diferente. Era más especial, más profundo, más intenso, más apasionado, era simplemente... más...
Supongo que es el sello que le impregnan los sentimientos a lo que antes para mí era un simple beso.
—¿Subiste a calentarme? —jadeó ella cuando nos separamos para tomar aire, haciéndome sonreír—. Digo... a calentarte —se corrigió rápidamente, avergonzada, (aunque razón no le faltaba).
—Si insistes... —dejé suspendida la frase, haciendo descender mis manos por su espalda hasta llegar a su trasero para masajearlo, cumpliendo así una fantasía que tenía desde que la conocí (ya puedo morir en paz).
—Caleb —me regañó con las mejillas encendidas, retrocediendo unos pasos—. Alguien podría vernos... —susurró, mirando hacia todas partes para asegurarse de que nadie nos hubiera visto.
—¿Qué tiene de malo? Soy tu novio —respondí con obviedad, provocando que ella me mirara ligeramente sorprendida, pero lo disimuló rápidamente.
—No tiene nada de malo... —balbuceó—, pero aún no le he contado a mis padres...
—¿Quieres que les contemos ahora? —sugerí, relajado.
—Ya es un poco tarde. Están en su habitación —explicó con cierto nerviosismo, retorciendo sus dedos—. Quizás... solo quizás deberías quedarte —propuso con las mejillas de color escarlata.
—Musa, me sorprendes... —emití con tono pervertido, intentando disimular mi asombro.
—Olvídalo —gruñó, poniendo los ojos en blanco—. Congélate allá afuera. —Dio media vuelta en dirección al ascensor, pero me apresuré para alcanzarla y abrazarla desde atrás, provocando que se detuviera.
—¿Y si mejor me calientas aquí? —hablé cerca de su oído y ella se tensó ante mi cercanía—. Lo necesito... —añadí sin rastros de perversión, apoyando mi cabeza sobre la suya.
Esta noche más allá del deseo, estar cerca de ella me parecía una necesidad.
—Vamos —dijo, dirigiéndose a las escaleras.
—Las damas primero —emití antes de que subiera.
—Solo quieres mirarme el trasero —refutó, entrecerrando los ojos.
—No lo negaré. Quiero hacerlo —admití honorablemente. Era pervertido, pero sincero.
—Caleb —chilló ella cuando sintió que la había manoseado (solo un poquito) mientras subía.
—Mirarlo no será lo único que haré... —aclaré, sonriendo malévolamente, lo cual provocó que ella subiera corriendo para evitarme—. ¡No huyas, cobarde! —exclamé, persiguiéndola hasta que finalmente entró a una habitación.
Supuse que sería su cuarto, así que la seguí y luego cerré la puerta. Al entrar, la luz estaba apagada, por lo que fui guiado hasta su cama por la claridad de la luna que entraba por el cristal, divisando una enorme montaña bajo las mantas.
—Si no querías que te encontrara —hablé, colándome bajo la gruesa manta—, debiste esconderte mejor... —completé la frase, colocando mi cuerpo sobre el suyo mientras el cobertor nos tapaba.
—Tal vez... solo tal vez... quería que me encontraras —murmuró, provocando que por mi rostro se extendiera una sonrisa.
Luego comencé a besarla con deseo mientras ella agarraba mi despeinado cabello, devolviéndome el beso con la misma pasión.
—Me alegro de haber venido... —jadeé.
—¿Puedo saber el motivo real por el que viniste? —indagó.
Bélgica era demasiado curiosa. Siempre sentía esa incontenible necesidad de conocer la verdad, pero ahora mismo no tenía ánimos para hablar sobre mis discusiones de esta noche. Solo quería estar con ella...
—Porque necesitaba verte... —respondí finalmente, enfocando con intensidad sus hermosas facciones bañadas por la luz de la luna.
—Caleb... —musitó.
—¿Recuerdas la ocasión en la que me dijiste que querías ser mi lugar seguro? —rememoré—. Ya lo eres, Bel —aclaré, acariciando su rostro—. Me di cuenta hoy, pero creo que lo eres desde hace mucho tiempo...
—Caleb, tú... —comenzó a hablar.
—No digas nada —la interrumpí, colocando gentilmente mi mano sobre sus labios—. Solo quédate a mi lado... —le pedí, acercándola a mi cuerpo para abrazarla, temeroso de que este momento llegara a su fin.
Mis padres me despreciaban por lo que había hecho y discutí con mis mejores amigos. La idea de perder a Bel me aterraba cada vez más. Mis sentimientos hacia ella se volvían más intensos con cada momento que pasaba a su lado, pero el secreto que cargaba podía arruinarlo todo, así que debía contarle la verdad.
No tenía idea de cómo reaccionaría. Probablemente pensaría lo peor de mí. Seguro se decepcionaría o incluso me odiaría, pero debía arriesgarme. Le tenía que contar.
—Bel... —murmuré después de un tiempo, nervioso—, yo... tengo que decirte algo... —completé la frase, buscando su mirada, pero fue inútil. Se había quedado dormida—. Descansa, mi musa... —susurré, depositando un pequeño beso en su frente mientras la contemplaba como mi único motivo para dar gracias el día de hoy.
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Hooolaaaaa :D
Cómo han pasado estos días festivos? :D
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Siempre me gusta narrar desde la perspectiva de Caleb :3
La situación con los padres de mi niño va de mal en peor :(
Me gusta mucho escribir escenas de mis Reformers, adoro la dinámica de los 3 juntos, ya que son muy diferentes. Lamento que hayan discutido :"(
El final me gustó :)
Mi niño está enamorado :)))
Y qué será eso que no le pudo contar a Bel?
Tienen alguna teoría de lo que le habrá pasado a Caleb?
Ya faltan pocos caps para saberlo.
Hasta el próximo cap.
Que tengan un feliz y próspero año nuevo y gracias por apoyar a esta humilde principiante!! :D<3
Chauuuu.
Dato random: Le puse Bélgica a la historia porque no se me ocurría ningún título :"v
—> No olviden seguirme en Instagram como daia_marlin
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