Capítulo 22: Confesión
CALEB.
Durante la tarde del lunes estaba en el sofá de la sala de estar de mi casa ensayando con la guitarra la próxima canción que presentaríamos Zack, Pheebs y yo.
—Caleb —llamó mi atención mi padre, aproximándose en compañía de mi mamá.
—¿Qué quieres? —respondí sin demasiada cortesía.
—¿Otra vez estás tocando guitarra? —se quejó mi madre—. ¿Cuándo renunciarás a ese sueño estúpido e inalcanzable? No tienes talento, Caleb —se burló despectivamente.
—Si te molesta, me voy a mi habitación a tocar —repliqué, poniéndome en pie, totalmente dispuesto a largarme. Hace mucho había renunciado a que me apoyaran, pero al menos esperaba que no me dijeran constantemente lo mucho que odiaban la idea de que fuera músico.
—Espera, hijo —dijo mi padre—. Tu madre y yo queríamos pedirte que nos acompañaras a un evento...
—No me interesa —lo interrumpí, indiferente—. Me largo.
—¿Prefieres estar con tus dos amiguitos? —preguntó mi madre, venenosa—. Son una mala influencia.
—No hables así de Phoebe y de Zack —dictaminé cuando estaba a punto de subir las escaleras—. Ellos son como hermanos para mí. Me apoyaron en el momento más difícil de mi vida, momento en el que ustedes dos eligieron abandonarme —les reproché.
—Hicimos lo que nos pareció mejor para ti —rebatió mi padre.
—¿Dejarme solo era lo mejor? —emití con sarcasmo.
—Hijo... —musitó él.
—Eso ahora no importa, papá. Me tomó tiempo, pero he logrado salir adelante gracias a esos amigos a los que tanto desprecias, mamá, y gracias a la música que tanto desaprueban —expliqué.
—Tu deber es continuar con el negocio de tu padre —dictaminó mi madre, cruzada de brazos—. La música no tiene futuro.
—A ella sí la apoyaban... —les recordé en voz baja, mirando el suelo.
—No vuelvas a hablar de ella —ordenó mi madre en un gruñido.
—Te has vuelto una persona muy superficial y amargada, mamá —opiné, dolido—. ¿Piensas que negar u omitir lo que pasó lo va a cambiar? Te equivocas. Además, conoces a Phoebe y a Zack desde que éramos pequeños. ¿Ahora los desprecias por el simple hecho de que tienes dinero y ellos no? —dejé suspendida la pregunta ante la cual ella se mantuvo en silencio—. Me voy a mi habitación. No quiero ir a un evento a fingir que somos una familia perfecta porque hace mucho tiempo que ni siquiera somos una familia —zanjé, dando media vuelta, dispuesto a desaparecer.
—Caleb, por favor —intercedió mi padre—. Puedes llevar a tus amigos si quieres. Tu amiga Bélgica y su familia también estarán allí. —Ante la mención de Bel, me detuve en seco, valorando la posibilidad de ir—. Por favor, hijo...
—Basta de rogar, Arthur —intervino mi madre—. Si no quiere ir, no le supliques.
—Iré —anuncié de repente—, pero no iré solo...
)()()(
—No quiero ir —fue lo primero que dijo Zack ante mi petición.
—Pero, ¿por qué? —se quejó Phoebe, la cual había adorado la idea de asistir a una subasta benéfica.
—No es mi ambiente —se justificó Zack.
—Ningún lugar es tu ambiente. Siempre debemos obligarte a ir a cualquier sitio —refuté, divertido.
—No voy. Punto —zanjó—. Además, no tengo ropa adecuada. Ese lugar estará lleno de personas ricas e importantes. Aunque quisiera, esta vez no puedo ir vestido con mi ropa habitual.
—Cierto... Yo tampoco tengo ropa —murmuró Pheebs.
—Zack, ¿desde cuándo te preocupa lo que los demás piensen de ti? —lo cuestioné, arqueando una ceja—. Además, les conseguí un vestido y un traje, así no tendrán excusa —les informé, mostrándoles unas bolsas con los atuendos.
—¿En serio, Cale? —preguntó Pheebs, emocionada—. ¿Lo puedo ver?
—Claro. Ve a probártelo —la animé.
—Ahora regreso —anunció con entusiasmo.
—Y esto es para ti, dulce amargura —me burlé de Zack, ofreciéndole su traje.
—Ya te dije que no iré —masculló.
—Póntelo —le ordené.
—¿De dónde sacaste dinero para comprar ropa para nosotros? —indagó, evasivo.
—El vestido es de mi madre y el traje de mi padre. Tranquilo, nunca antes los han usado —expliqué.
—Me sorprende que hayan accedido. Pensaba que no aprobaban nuestra amistad —señaló Zack.
—Y continúa siendo así —aclaré con tristeza—. No entiendo el porqué. Ellos los vieron crecer. Saben que no son malas personas. Nosotros tres jugamos juntos cuando vivíamos en el mismo vecindario —recordé.
—Tal vez Pheebs y yo le recordamos a esa etapa de la vida que ellos prefieren olvidar. Ese momento en que su vida estaba completa... Para ellos fue muy fuerte lo que pasó, Caleb. Debes entenderlos.
—Extraño esa etapa... —musité, nostálgico.
—Supongo que la extrañas —me corrigió.
—Cada día... —confesé—. Cambiaría toda la fortuna de mis padres, todos los lujos y las comodidades por volver a esa etapa en que éramos felices...
—¿Qué les parece? —preguntó Phoebe repentinamente, haciendo acto de presencia.
—Estás hermosa, Pheebs —opiné con sinceridad.
—Gracias, Cale. Amé el vestido —dijo, sonriente.
—Puedes quedártelo —emití. Mi madre nunca usó ese vestido. Además, estaba seguro de que no lo querría de vuelta.
—¿En serio? ¡Gracias! —exclamó, emocionada—. ¿Te gusta, Zack? —buscó la aprobación del chico que le gustaba.
—Supongo... —respondió sin mirarla siquiera.
—Eso en "el lenguaje de Zack" significa que estás preciosa —intervine para animarla, pues el desinterés de Zack era algo muy desalentador para Pheebs.
—¿Entonces vendrás? —indagó ella.
—Ya les dije que no quiero ir —gruñó Zack.
—Acompáñanos, Zack, por favor —le pidió ella, acercándose a donde estaba sentado él.
—Está bien. Iré —accedió de mala gana, poniéndose en pie para evitar que Phoebe se acercara demasiado.
—Te acompañaré a cambiarte —emití.
—¿Para qué? —se quejó.
—Tranquilo. No voy a violarte —aclaré, divertido.
—Sé vestirme solo, ¿sabes? —rebatió ríspidamente al ver que lo estaba siguiendo hacia su habitación.
—Si tuviera dudas al respecto, llamaría a Pheebs para que lo hiciera... —dejé suspendida la frase, cerrando la puerta de su habitación.
—Muy gracioso —masculló, comenzando a desvestirse.
—Siempre haces todo lo que ella te pide —comenté, tomando asiento en su cama.
—Me gusta complacerla —dejó en claro—. Trabaja mucho y siempre está preocupada por los gastos de la casa y por la banda. Hago lo que puedo para que esté contenta —explicó, simplificando sus sentimientos por ella mientras se ponía los pantalones.
—Lo haces porque la quieres —lo corregí.
—La conozco desde que tengo memoria. Claro que la quiero —contestó con simpleza, poniéndose la camisa frente al espejo.
—Sabes que no me refiero a eso... —repliqué.
—Entonces no sé de qué estupidez hablas ahora, Caleb. —Se giró en mi dirección, iracundo.
—¿Por qué te pones a la defensiva, Zack? —Me puse en pie y caminé hacia él.
—Porque colmas mi paciencia —respondió.
—Lo que agota tu paciencia es el hecho de que señale que te gusta Phoebe —refuté.
—Phoebe no me gusta —aclaró con la mandíbula tensa—. ¿Cuántas veces debo repetírtelo?
—Supongo que ya lo has repetido tantas veces que terminaste creyéndolo.
—Espero que no le hayas dicho nada a ella —gruñó.
—Pues... —musité.
—Mejor métete en tus propios asuntos —dijo entre dientes a tan solo centímetros de mi rostro, amenazante.
—Phoebe y tú son asunto mío.
—No le hagas ilusiones en vano —dictaminó, retrocediendo algunos pasos.
—Ella te ama y tú a ella. ¿Por qué te torturas y la lastimas a ella a la vez? —lo cuestioné. No entendía por qué no accedía a estar con Phoebe—. ¿Es tu forma de castigarte por lo que pasó...? —murmuré la interrogante. Al igual que yo, Zack tenía un pasado del que vivía arrepentido.
—Sal de mi habitación —ordenó, tomando el picaporte y abriendo repentinamente—. Terminaré de vestirme solo.
—Hola, chicos —saludó Pheebs, quien estaba justo en el pasillo.
—¿Estabas escuchando detrás de la puerta? —preguntó Zack, malhumorado.
—No —se apresuró a decir ella—, venía a ver por qué se demoraban tanto. Incluso me maquillé mientras los esperaba.
—Estábamos a punto de salir —mintió Zack.
—¿Así? —indagó ella, mirando el torso semidesnudo de Zack, ya que este no se había abotonado su camisa—. Déjame ayudarte —le pidió, aproximándose a él hasta colocar sus manos sobre su pecho.
—Yo puedo solo —masculló él, apartándola con una mezcla de nervios y descortesía.
—No seas necio. Acepta mi ayuda —articuló ella, ceñuda.
—Ya larguémonos de una vez... —dictaminó Zack, rodeándola para esquivar su contacto mientras se abotonaba su camisa torpemente.
—Ten paciencia con él... —le pedí, colocando mi mano sobre su hombro mientras ella observaba la puerta por la cual Zack acababa de salir.
Él nunca admitía que le gustaba, pero lo conocía y tenía la certeza de que era así. Desde niños siempre se gustaron, pero nunca fueron capaces de comprenderlo hasta que se reencontraron al crecer. Zack y Pheebs eran lo más importante en mi vida, así que haría lo que fuera necesario para verlos juntos y felices.
Tal vez Phoebe siempre tuvo razón y yo solo estaba encaprichado con la idea de que ella me gustaba. Antes sentía ira y resignación ante la idea de que ellos fueran pareja, pero ya no.
Tal vez ella está en lo cierto: Bélgica marcó un antes y un después en mi vida.
Es justo como Pheebs dice... estoy enamorado de Bélgica...
()()()
BÉLGICA.
Cuando llegamos a la subasta benéfica comencé a observar la decoración y al resto de los invitados y, afortunadamente, no había fotógrafos en el lugar. Aunque sabía que solo hacían su trabajo, odiaba a esos buitres.
Solo accedí a venir por el simple hecho de que mi padre mencionó que la familia de Caleb vendría y, después de meditarlo mucho, decidí que me declararía... o al menos lo intentaría.
—Hola, hija —saludó mi padre al atender una llamada que claramente era de Kenya, puesto que Austria, Venecia, Landa y yo estábamos aquí junto a nuestra madre—. Entiendo... —murmuró mi padre, ceñudo—. De acuerdo. No hay problema... Espero que Évett se mejore.
—¿Qué sucedió? —indagó mi madre, preocupada.
—Kenya no vendrá —informó mi padre—. Su novio se enfermó, así que no podrán venir.
—Pobre Évett —se lamentó mi madre.
—Ahora que lo pienso... —habló Austria—, Kenya no asiste últimamente a los eventos familiares.
—Su carrera la mantiene muy ocupada —la excusó nuestra madre.
—Creo que Austria tiene razón —coincidí—. Kenya ha trabajado como modelo desde que era una niña, pero desde que comenzó a salir con Évett asiste menos a las fiestas familiares —señalé, observadora.
—Exacto —concordó Austria.
—Creo que están exagerando. Kenya está muy feliz con él —le restó importancia al asunto doña Alaska.
Creo que mi hermana tenía razón. Kenya siempre fue la más familiar de nosotras. Supongo que el hecho de estar alejada de casa debido a su trabajo hace que nos extrañe más, pero desde que sale con su fotógrafo incluso se mudó. Ella nunca se quejó de él con nosotras, pero no era menos cierto que su lejanía era muy extraña. Tal vez deberíamos hablar con nuestra hermana mayor.
—Arthur... vinieron —emitió mi padre repentinamente, sacándome de mi ensimismamiento y provocando que mi vello se erizara porque si Arthur Shines estaba aquí, eso significaba que Caleb también.
—¿Cómo estás, Sheldon? —Le estrechó la mano cuando mi padre se puso en pie—. Qué tal, Alaska. Niñas... —nos saludó a nosotras y nos limitamos a sonreír.
—Veo que además de Gemma y Caleb trajeron a otros invitados —comentó mi madre.
—Son unos... amigos de Caleb —explicó Gemma, ligeramente despectiva. ¿Acaso Pheebs y Zack no le agradaban?
—Es un placer, chicos —los saludó mi padre, estrechando sus manos.
—El placer es nuestro, señor —emitió Pheebs, tímida y nerviosa.
—Por favor, no me llames "señor". Solo Sheldon.
—Si quieren, pueden sentarse en una mesa cercana a la nuestra —ofreció mi madre gentilmente, ya que en la nuestra no cabía nadie más.
—Nos encantaría —respondió Gemma Shines. Al fijarme en ella, me percaté de que ya no parecía esa mujer desequilibrada que rompió el piano de su hijo. Estaba tan centrada, elegante e inquisidora como de costumbre. Ambas imágenes de ella eran tan contrastantes, parecían dos personas diferentes.
Finalmente nos acomodamos en tres mesas: en una de ellas estaban mis hermanas, en la segunda se encontraban los adultos y en la tercera estábamos Caleb, Zack, Pheebs y yo.
—Me alegra que los padres de Caleb los invitaran —me dirigí a Phoebe y a Zack mientras un camarero nos servía bebidas y algunos aperitivos.
—Nos sorprendió un poco, pero aun así nos emocionó la idea de asistir —expresó ella.
—Habla por ti —masculló Zack después de beber un poco de champán de su copa—. Detesto este tipo de lugares.
—No seas maleducado —lo regañó la chica de cabello naranja.
—Solo soy sincero. ¿Qué necesidad hay de realizar eventos tan ostentosos para donar dinero a una causa justa? Deberían haber gastado el dinero de la organización en algo verdaderamente valioso, pero no. Prefieren jactarse de que hacen caridad.
—¡Zack, basta! —intervino Pheebs—. Respeta a Bélgica.
—No te preocupes, Phoebe —tercié—. Entiendo el punto de Zack. De hecho, tengo una tía llamada Grecia que dice lo mismo. Ella prefiere hacer donaciones anónimas. No le gusta jactarse de sus buenas acciones, por eso no viene a este tipo de eventos. Y yo creo que ustedes dos tienen razón. Si para ser generosos necesitan vanagloriarse, entonces su altruismo es pura hipocresía —concluí.
—Creo que me agradaría esa señora —habló Caleb alegremente—. Es la madre de Paris, ¿cierto? —indagó y yo asentí—. Por cierto, ¿por qué no vino contigo?
—Hoy Dallas tenía un partido de baloncesto y fue a apoyarlo —respondí.
—Cierto... Había olvidado que hoy jugaríamos contra otro instituto. ¿Y por qué no fuiste a apoyar a tu primo? —inquirió.
—Porque... —balbuceé, nerviosa—. Mi padre me insistió mucho para que viniera —mentí. Will y Paris (los cuales sí asistieron al partido) me pidieron que viniera a la subasta y que me lanzara de una vez, ya que Dallas no le daría demasiada importancia a mi ausencia.
—Entiendo... Yo no quería venir, pero mi padre también insistió demasiado —comentó Caleb.
—Incluso nos invitó a nosotros —añadió Zack, el cual ya iba por su segunda copa.
Pocos minutos después comenzó la subasta en la que se vendieron disímiles artículos, entre ellos obras de arte, joyas, ropas de diseñador, piezas únicas y antiguas e incluso propiedades de viviendas. Debía confesar que Zack tenía razón en cuanto a lo ostentoso y extravagante del evento, pero lo importante era que todo ese dinero se usaría en una causa justa.
Cuando la parte central de la subasta concluyó empezó a sonar una suave melodía y muchos de los invitados fueron a bailar mientras otros conversaban en sus mesas o en los rincones del local.
—¿Te gustaría bailar, Bel? —me preguntó Caleb, ofreciéndome su mano.
—¿A mí? Eh... —balbuceé, mirando a Phoebe, nerviosa; pero ella asintió con una sonrisa, lo cual me dio ánimos y fuerza—. Sí, claro... —contesté, tomando su mano.
—Zack, deberías bailar con Phoebe —soltó de repente Caleb, dejando cierta tensión en el ambiente. Luego nos desplazamos hasta el centro del salón.
—Creo que sería oportuno decir que no sé bailar —aclaré, presa del pánico.
—Eres la chica más lista que conozco. Sé que aprenderás rápido —emitió, tomando mi cintura y colocando una de mis manos en su hombro para luego agarrar la otra gentilmente.
—Si te piso, me disculpo desde ahora —añadí, nerviosa, ya que estaba usando tacones y más que unos zapatos para mí eran un arma de tortura.
—Lo único que podría dolerme sería que pisotearas mis sentimientos y sé que eso no lo harás —declaró con una pequeña sonrisa, dejándome inerte y sin palabras—. ¿Comenzamos? —preguntó cuando empezó a sonar otra canción: I'm not the only one de Sam Smith.
Al ritmo de la suave melodía, Caleb fue guiando mis pasos durante el baile. Al inicio estaba muy nerviosa y pendiente todo el tiempo de mis pies, pero poco a poco Caleb logró transmitirme su seguridad. De repente él empezó a cantar en voz baja la canción. A juzgar por su expresión, diría que le gustaba mucho la letra.
No podría asegurar cómo nos veía el resto de los presentes, pero yo me sentía en una burbuja mágica. Cuando llegó el coro de la canción Caleb depositó su azul mirada en mí, como si me lo estuviera diciendo a mí.
¿Acaso era su forma de preguntarme si era el único para mí?
¿Acaso este era... el momento de aclararlo?
—Sí lo eres... —musité, bajando la mirada.
—¿Dijiste algo, Bel? —preguntó, confundido.
—Sí eres el único para mí... Hace mucho que no hay nadie más... —agregué con mayor seguridad, levantando la cabeza para enfocarlo y sintiendo mi corazón latir aceleradamente. Él, por su parte, me miraba con ojos expectantes y expresión ligeramente sorprendida.
—¿Con eso quieres decir...? —dejó suspendida la frase. Quería que fuera clara y explícita con mi declaración, lo cual generó que tragara saliva con fuerza, retornando mi mirada al suelo. Me había costado demasiado decir esas simples líneas.
—¿En serio me forzarás a decirte...? —pregunté, nerviosa y con la esperanza de que se conformara solamente con eso.
—Yo siempre fui sincero con mis sentimientos, Bel. Nunca te oculté lo mucho que me gustas —replicó, sosteniendo mi mirada y sin un atisbo de inseguridad—. Al inicio tal vez me gustaba molestarte con ese tema, pero mis bromas se volvieron una realidad... Entonces creo que lo justo sería que tú también fueras honesta conmigo —concluyó.
—Probablemente ya lo sabes... —murmuré.
—No quiero que la idea de que sientes lo mismo sea una probabilidad en mi cabeza, quiero que sea una certeza —refutó con suavidad.
—Caleb —balbuceé, buscando las palabras—, tú... me gustas —completé la frase, provocando que en su rostro se extendiera una amplia sonrisa.
—Finalmente, musa... —contestó, tomando mi rostro con ambas manos—. No tienes idea de cuánto extrañé hacer esto... —añadió, aproximando su rostro al mío, totalmente dispuesto a besarme y creo que, por primera vez, yo también lo deseaba.
¿Y qué creen que pasó después?
¿Que compartimos un apasionado beso que selló lo que sentíamos el uno por el otro?
Pues no.
Como mi vida es miserable, repentinamente comenzó un ruido que resonó por todo el lugar: era la alarma de incendios.
Qué oportuno el fuego.
Las personas automáticamente empezaron a evacuar el lugar y luego los aspersores que había en el techo regaron el sitio para apagar cualquier llama, aunque seguía sin saber de dónde procedía el supuesto fuego. ¿Sería una falsa alarma?
—No pensé que las cosas saldrían así —me quejé, completamente empapada, mientras avanzaba con Caleb, quien me llevaba tomada de la mano hacia la salida.
Acéptalo, querida. Las declaraciones no son lo tuyo.
Mientras iba inmersa en mis pensamientos repentinamente sentí que Caleb tiró de mi mano hacia un estrecho y oculto rincón que era bastante cercano a la salida.
—¿Qué...? —intenté decir, pero él me interrumpió agarrando mi rostro y completando lo que la alarma dejó inconcluso.
Caleb estampó sus labios contra los míos, besándome con vehemencia y pasión mientras arrinconaba mi cuerpo contra la pared y yo agarraba su oscuro cabello azabache, inmersa en el momento, sintiendo cómo su lengua se inmiscuía y entrelazaba con la mía.
—No podía morir sin haber hecho esto por última vez —emitió sin aliento.
—Nadie morirá hoy —jadeé con una sonrisa—. Vamos. —Tomé su muñeca para dirigirnos a la salida.
—Claro que no. Aún me queda mucho por explorar, musa... —respondió, liberando su mano de mi agarre para luego pegarme una sonora nalgada.
—¡Caleb! —lo regañé con ojos desorbitados y él esbozó una sonrisa inocente que luego se transformó en una pervertida y malévola.
Dios, ahora estoy a merced de ese ser de la perversión.
Te encanta y lo sabes.
Y ahora él también lo sabe... finalmente.
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Hola, hola, caracola :D
Cómo va la vida?
Qué les pareció el cap?
Los leo! :D
Awww, al fin mi niña cobarde se declaró :")
Se parece a mí :"v
Me gustó mucho este cap :)
Definitivamente la relación de Caleb con sus padres no es nada fácil :(
Ha de ser muy difícil no recibir el apoyo de tus padres para hacer lo que amas :c
Ya quiero que Pheebs y Zack estén juntos je je :)
Caleb nos ayudará con eso :D
Y finalmente Bel y Caleb confesaron abiertamente sus sentimientos :")
Ya veremos qué sigue porque todo no puede ser color de rosa :)
Espero que les haya gustado.
Hasta el próximo cap.
Bye :D
Dato random: La idea del color y estilo de pelo de Bel me la dio la protagonista de un dorama llamado "Marriage not dating" y la de Phoebe me la dio Lisa de Blackpink con el video de la canción As if it's your last. Como verán tengo cierta afición por el k-pop y las series coreanas :D
Sígueme en Instagram como daia_marlin :D
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