Capítulo 11: El enemigo vive en casa
Paris podía pedirme que hiciera muchas cosas. Podía forzarme a bailar ridículamente y subirlo a su canal de YouTube, podía hacer que me postulara para reina del baile, podía hacer que me tiñera el cabello de verde fosforescente, podía incluso pedirme que subiera con tacones los 104 malditos pisos del Silver Domain, pero no. Lo que me pidió fue...
Redoble de tambores para pausa dramática.
Que invitara a salir a Caleb. ¡A Caleb!
Después de quejarme y patalear como correspondía no me quedó más remedio que aceptar, ¡pero que conste que lo hice por mi padre!
Sí, claro. Aquí todos te creemos.
¿Sarcasmo?
En efecto, mi reina.
Estuve todo el fin de semana practicando cómo lo invitaría, pero no encontraba las palabras adecuadas. No quería parecer desesperada.
Aunque lo estás.
Ya era lunes y faltaba poco para que Owen nos llevara al instituto y aún seguía practicando frente al espejo de mi habitación qué le diría.
—Hola, Caleb —emití, mirando mi reflejo, (más ridícula de lo normal)—. ¿Cómo pasaste el fin de semana? —añadí con tono forzado, parada muy derecha—. No... Suena demasiado formal —descarté, encorvándome—. Qué pasa, Caleb, colega. —Hice un gesto de asentimiento con la cabeza como forma de saludo—. Ay no, Bélgica. Quieres invitarlo a salir, no que sea tu compañero para ver quién orina más lejos. A ver... —Puse las manos en mi sien—. Saltémonos el saludo... Caleb, —pronuncié con firmeza—, ¿quieres venir conmigo a...? A... —articulé, perdida—. ¡Mierda! ¿A dónde lo invito? —me exalté—. Caleb, ven conmigo al cine —gruñí—. Demasiado autoritaria —descarté—. Caleb, ¿te gustaría ser mi acompañante en mi próxima visita al cine? —emití con tono educado—. Dios, parezco del siglo XVII —hablé, colocando las manos sobre la cómoda—. Caleb, vamos al cine o te... —mascullé—. No, no, sin amenazas. Dios, ¡¿ni para hacer una puta invitación puedo ser normal?! —chillé—. Caleb, ¿quieres venir conmigo al cine o qué? —pregunté, fulminando a mi reflejo—. Ay, no... ¿Y si lo secuestro y lo amenazo con torturarlo si se niega a ir al cine? —Coloqué las manos en mi cintura—. Sería más rápido... Y más ilegal también. ¡Caleb, vayamos al cine, maldita sea! —exclamé.
—¡Bel, ya nos vamos! —gritó Landa al otro lado de la puerta.
—Tú puedes, Bel —le dije a mi reflejo después de un suspiro.
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Era la hora del almuerzo cuando Paris y yo íbamos rumbo a la cafetería.
—¿Ya hablaste con Caleb? —preguntó cuando tomamos asiento.
—Todavía —gruñí, hastiada por su insistencia.
—No estarás intentando evadir tu castigo, ¿verdad, Bel? Te acusaré con el tío Sheldon.
—Paris, ¿qué edad tienes? ¿Tres? —me burlé.
—Te crees muy madura, ¿eh? ¿Lo suficiente como para dejar de ser tan cobarde? —contraatacó.
—No me presiones, por favor. —Masajeé mi sien, cerrando los ojos en busca de paz cuando de pronto escuché a mi prima decir:
—¡Caleb, siéntate con nosotras!
—Paris, ¡¿qué haces?! —chillé, entrando en pánico.
—Ya es tarde para regañarme. Ya viene para acá. Será mejor que vayas pensando qué le dirás porque está a 5 pasos, 4, 3, 2...
—Hola, chicas —saludó, posicionándose justo a mi lado.
—Caleb, hazle compañía a Bel. Iré a buscar algo de frutas.
Y así es Paris... Sutil como una aplanadora.
No estés nerviosa, leona. ¡Solo ataca!
—Bel, ¿no tienes algo que decirme? —preguntó de la nada mientras yo estaba más tensa que un palo.
—¿Quién? ¿Yo? —balbuceé—. ¿Decirte? ¿A ti? ¿Qué tendría para decirte? ¿Por qué te diría algo? No tengo nada que hablar contigo —parloteé, nerviosa.
—Bel, lo de tu padre... —me recordó.
—¡Ahhhhh, eso! —exclamé, aliviada—. Pues ya se resolvió. Fue una falsa alarma. Me agobié sin razón.
—Me alegra escuchar eso.
—Solo escucharás eso porque no tengo nada más que decirte. Las palabras están sobrevaloradas. Deberíamos jugar a no decirnos nada más —dije apresuradamente.
—Musa, estás más rara de lo normal hoy —señaló.
—Te insultaría, pero como no hablo contigo... —emití, jugando con la comida en mi plato.
—Buenas tardes, estudiantes... —llamó la atención de todos la voz procedente de los altavoces de la radio escolar.
¿Esa es la voz de... Landa?
—El día de hoy tendremos un itinerario diferente en la emisora escolar —anunció—. Es una pequeña sorpresa para una de nuestras estudiantes... Espero que lo disfruten.
Al escuchar eso, hundí el entrecejo, extrañada. ¿Qué estará planeando ese demonio?
—Hola, Caleb...
Ay, no...
Esa es... mi voz.
Cuando escuchamos eso mis ojos se abrieron como platos mientras Caleb me observaba, extrañado, pero con interés.
—¿Cómo pasaste el fin de semana? No... Suena demasiado formal. Qué pasa, Caleb, colega.
A medida que iba sonando la grabación la sonrisa de Caleb se iba ensanchando y mis mejillas se iban enrojeciendo cada vez más.
—Ay no, Bélgica. Quieres invitarlo a salir, no que sea tu compañero para ver quién orina más lejos.
Dios, qué vergüenza.
—A ver... Saltémonos el saludo... Caleb, ¿quieres venir conmigo a...? A... ¡Mierda! ¿A dónde lo invito? Caleb, ven conmigo al cine.
Llegados a este punto todos en la cafetería me miraban. Muchos se reían y otros comentaban.
Yo lo único que sabía era que mataría a Landa.
—Demasiado autoritaria. Caleb, ¿te gustaría ser mi acompañante en mi próxima visita al cine? Dios, parezco del siglo XVII.
Al oír ese fragmento, Caleb se mordió los labios, intentando contener la risa mientras miraba la mesa.
—Caleb, vamos al cine o te... No, no, sin amenazas. Dios, ¡¿ni para hacer una puta invitación puedo ser normal?! Caleb, ¿quieres venir conmigo al cine o qué? Ay, no...
Ya me había vuelto el centro de atención, así que ya daba igual que arrastrara mi silla para marcharme con paso firme en dirección a la emisora en busca de mi hermana.
—¿Y si lo secuestro y lo amenazo con torturarlo si se niega a ir al cine? Sería más rápido... Y más ilegal también. ¡Caleb, vayamos al cine, maldita sea!
¡Definitivamente la mataré!
—Irlanda Otawa Knoller, esta fue tu última travesura. ¡Te voy a matar! —rugí al llegar con firmes y sonoras zancadas a la emisora donde se escondía aquella comadreja.
—Bélgica... —murmuró y al instante se le borró la sonrisa del rostro.
—¿Pensaste que no te encontraría? —bramé, corriendo tras ella por el pequeño lugar—. ¿Con qué te sobornó, Thomas? —le pregunté al chico que se encargaba de la radio, quien casualmente estaba en mi clase de Biología.
—Chocolates —respondió con simpleza mientras jugaba en su celular y nosotras corríamos alrededor de su silla.
—¿En serio eres tan simple? —pregunté, escéptica.
—¿Para qué ser complicado? —refutó, relajado.
—Te atrapé, rata inmunda. —Agarré a Landa por el cabello cuando estaba a punto de escapar—. ¿Quieres decir tus últimas palabras?
—Caleb está en la puerta... —lloriqueó.
—¿Qué? —musité, confundida.
—Si querías salir conmigo, solo debías decirlo, musa —emitió una nueva voz que me hizo sobresaltar y, al mirar la puerta, vi a Caleb recostado con los brazos cruzados y una amplia sonrisa burlona.
—No quiero salir contigo —aseguré, dejando ir a la escoria de Landa, quien se refugió junto a su cómplice, la alimaña de Thomas.
—No dijiste eso en la grabación —se regodeó, avanzando en mi dirección—. De hecho, parecías bastante nerviosa... Y ansiosa por pedírmelo —agregó a un paso de mí.
—Muchas veces las cosas no son como parecen —repliqué, tragando en seco, nerviosa por su cercanía, motivo por el cual retrocedí hasta chocar con la pared a mis espaldas.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿cómo son? ¿Me explicas? —inquirió, colocando sus antebrazos a ambos lados de mi rostro para arrinconarme.
Esto se está haciendo un hábito... Me gusta...
—Caleb —musité, insegura de qué era lo que quería decir.
—¿Musa? —habló a un suspiro de mis labios mientras mis latidos se aceleraban.
—Caleb... —murmuré, intentando hallar las palabras.
—¿Quieres ir conmigo al cine mañana? —indagó, apartándose repentinamente.
—¿Qué? —articulé, pestañeando, confundida.
—Si tu no me invitas, debo hacerlo yo, ¿no crees? —puntualizó, introduciendo sus manos en los bolsillos—. Solo así empezará nuestra bella historia de amor —se burló.
—¿De qué hablas, inepto? —rebatí, ceñuda.
—Habla de ineptos la que no puede invitar a un chico al cine —contraatacó, burlón.
—¿Sabes qué? No quiero ir contigo a ninguna parte —gruñí.
—No mientas, musa —Me apuntó con el dedo—. Sé que lo deseas... Mañana a las 7. ¡Dile a mis suegros que iré a recogerte! —gritó mientras se marchaba por el pasillo, alzando la mano para despedirse.
—Caleb —lo llamé, provocando que se volteara—, no llegues tarde.
—No lo haré —me aseguró con una sonrisa—. Por cierto, Bel. Ve con vestido, así podré manosearte mejor —sugirió, el muy pervertido.
—Lárgate de aquí antes de que me arrepienta —dije entre dientes y él se marchó riendo—. ¡¿Y ustedes de dónde carajos sacaron las palomitas?! —chillé cuando me giré y vi a Landa y Thomas comiendo mientras me miraban, ansiosos por el chisme.
Después de todo lo conseguí.
Mañana tendré mi primera cita con Caleb.
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Buenas, buenas, familia :D
Cómo está la vida?
Qué cuentan?
Qué hay de nuevo?
Qué les pareció el cap?
Los leo :D
A Landa le falta una tuerca :v
Y no valora su vida :VVV
En el próximo capítulo veremos qué sucede en la visita al cine y, aun mejor, será narrado por mi niño :')
Sabremos un poquito más sobre Caleb
porque es más de lo que nos ha mostrado hasta ahora :)))
Hasta la próxima aventura, pequeños saltamontes.
(^.^) /
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