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El silencio en la habitación fue corto, roto por el sonido familiar de una notificación. El teléfono vibró sobre la mesa, y al mirarlo, me di cuenta de que J-Hope seguía intentando contactar conmigo. No me sentía lista para hablar con él, no después de lo que había leído. Pero la curiosidad, esa misma que me había empujado a mirar sus mensajes antes, me hizo dudar un momento.
Decidí no contestar. No quería arriesgarme a caer en la misma espiral emocional, pero cuando vi que había dejado mensajes de voz, algo en mí me obligó a escuchar. Apreté el icono de los audios, sin saber muy bien qué esperar, pero sabiendo que su tono de voz podría decirme más que cualquier palabra escrita.
El primer mensaje comenzó con risas. Era una risa genuina, alegre, como si hubiera encontrado una pequeña chispa de felicidad al escuchar su propio mensaje.
"Sun-Hee, ¡por fin te escucho! ¡Es tan raro no oír tu voz todo el tiempo!" Su voz sonaba cálida, ligera, como si el peso del mundo no existiera en ese momento. Pero algo en su tono me hizo sentir incómoda. No quería pensar en cómo sus palabras parecían demasiado felices, como si nada hubiera pasado entre nosotros en el pasado. Como si nunca nos hubiéramos hecho daño.
El siguiente mensaje comenzó de manera similar, pero ya había algo diferente en su voz. Estaba más suelto, menos controlado. "Espera, ¿estás ahí? Sun-Hee, no quiero dejar de hablar... J-Hope está aquí, y quiero que... quiero que sepas que... que de verdad..." Su voz se fue desvaneciendo en una mezcla de risas y murmullos, como si intentara recordar algo, pero no lo lograba.
Mi estómago se apretó. Esto no era lo que me esperaba. Era como si la última pizca de sobriedad se estuviera escapando de él, y la emoción, la desesperación, tomara su lugar.
Los siguientes mensajes llegaron en ráfagas. Gritó, por momentos, a través del teléfono. Las palabras parecían mezclarse con el ruido de lo que podría ser una fiesta de fondo, pero la borrachera de su voz no dejaba lugar a dudas.
"No... no puedo más... no sé qué hacer... ¡Sun-Hee!" Su tono subió de volumen, y pude escuchar el eco de su grito en el mensaje. "Tú... ¿por qué no contestas? ¿Por qué no estás aquí? Quiero que... quiero que me estés aquí. No puedo... ¡¿Por qué no puedo...?!"
Respiró hondo, y luego, para mi sorpresa, comenzó a cantar. Al principio fue algo bajo, casi como si estuviera murmurando entre risas.
"Yo... quiero que me ayudes... no sé qué hacer..." Era claro que no estaba en control de sus emociones. Sus palabras se volvieron más caóticas, más inconexas, como si estuviera buscando algo, alguien, pero no supiera exactamente qué.
De repente, la música cambió en el fondo, y la melodía se volvió más reconocible. La música de ellos comenzó a llenar el mensaje, y mi corazón se apretó aún más. Las primeras notas de "I NEED U" llegaron como un golpe.
Y entonces, escuché su voz, más sincera y quebrada que antes, cantando esa canción como si no hubiera nadie más en el mundo:
"Naega neol pil-yohae..."
La letra se deslizó, entrecortada por su respiración pesada. Su voz era llena de desesperación, y el dolor en sus palabras me alcanzó en lo más profundo. Sentí cómo la letra de la canción, sumada al estado en el que se encontraba, se filtraba dentro de mí, conectando emociones que había intentado bloquear.
"No puedo, no puedo más, Sun-Hee. Te necesito más que a nadie. Eres lo único que... que me importa..."
Su voz ya era apenas un susurro al final del mensaje. Escuchar esa necesidad, esa llamada de auxilio, me dejó sin palabras. No sabía qué hacer con todo lo que acababa de escuchar. Un torbellino de emociones me invadió, y no pude evitar sentir algo de compasión por él, pero también sabía que no podía, no debía, dejarme arrastrar por este caos.
Guardé el teléfono en silencio, pero las palabras de J-Hope resonaban dentro de mí, incluso después de que el audio se apagó.
El fantasma del sonido del timbre seguía resonando en mis oídos mientras el teléfono seguía con la pantalla apagada en mi mano, casi como si me estuviera presionando a encenderlo. Estaba al borde de la inquietud, pero no quería dejarlo pasar. Sin pensarlo mucho, decidí marcar el número. No estaba segura de qué iba a decirle, pero sentía que debía asegurarme de que Hoseok estuviera bien. Ya estaba preocupada por él, y aunque no compartíamos la misma cercanía de antes, algo en mí aún se preocupaba profundamente.
Después de unos segundos interminables de espera, la llamada finalmente fue contestada, pero no era la voz que esperaba. La voz del otro lado era firme, pero suave, y no reconocí de inmediato quién hablaba.
—¿Hola? —la voz sonaba algo cansada, pero en un tono calmado.
Mi corazón dio un vuelco. No era J-Hope, era otra persona, aunque la voz parecía conocida.
—¿Quién es? —pregunté, algo confundida.
—Soy Kim SeokJin —respondió la voz al otro lado, y mi confusión aumentó aún más. No entendía por qué Jin contestaba el teléfono de J-Hope.
—¿Jin? ¿Por qué estás usando el teléfono de J-Hope? —pregunté, con la incomodidad filtrándose en mis palabras. Ya intuía que algo no estaba bien.
Jin suspiró y se escuchó un leve ruido de fondo, como si estuviera acomodándose para hablar más cómodamente.
—Hay una explicación —dijo, su tono tomando un giro más serio—. J-Hope estaba... en un estado no muy bueno, y no me sentí cómodo dejándolo en esas condiciones. Al parecer tomó mi teléfono y buscó el contacto de tu abuela, Sun-Hee. Le mandó un mensaje haciéndose pasar por mí y le pidió de favor tu nuevo número de teléfono a tu abuela, ella se lo dió. Después de hablar contigo se puso a beber.
Un nudo se formó en mi estómago al escuchar su explicación. ¿Mi abuela había dado mi número sin pensar? Algo dentro de mí se revolvió, pero no podía enfurecerme con ella. Ella no sabía lo que estaba pasando. J-Hope, al parecer, había secuestrado su teléfono en durante todo el día. Por eso el número aparecía como desconocido.
—¿Y cómo está él? —pregunté, tratando de mantener la calma. Aunque la situación no me gustaba, sabía que no tenía más opción que escuchar lo que Jin tenía que decirme.
—Está descansando ahora —respondió Jin, con una voz algo más suave—. Estaba bastante ebrio, y sinceramente, no quiero que te preocupes. No estaba en sus mejores condiciones cuando lo encontré, pero en este momento, ya lo hemos puesto a descansar. Jungkook lo cuidó en el bar y lo trajo a casa.
La mención de que J-Hope estaba ebrio me hizo recordar los mensajes de voz que había escuchado antes. En esos mensajes había una mezcla de risas, gritos y canciones, y aunque había sido algo caótico y hasta doloroso, también era claro que él estaba buscando desahogarse de alguna manera. De alguna forma, me aliviaba escuchar que al menos ahora estaba descansando.
—Gracias por responder mi llamada, Jin —respondí, intentando calmar mi respiración. No quería demostrar lo tensa que había estado con todos la situación.
Jin hizo una pequeña pausa antes de hablar nuevamente.
—No quiero que esto te cause más problemas, Sun-Hee. A veces, J-Hope no sabe cuándo parar. Si te preocupa, puedes mandar un mensaje y preguntarle cómo está, le daré mi teléfono para que sigan en contacto los dos. Lo que sea que necesites, llámale.
Asentí, aunque no podía verlo. Agradecí sus palabras, aunque aún sentía una profunda incomodidad en el aire. Había algo en el tono de Jin que me hacía pensar que no solo estaba preocupado por J-Hope, sino que también entendía que este tipo de situaciones no eran fáciles de manejar.
—Lo haré, gracias. —Colgué la llamada sintiéndome aliviada, pero al mismo tiempo con una carga emocional que me pesaba.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no pude evitar preguntarme cómo había sucedido todo eso. ¿Cómo J-Hope había llegado a esa situación de estar tan ebrio? Y más importante aún, ¿por qué mi abuela le dio mi número sin cuestionarle nada?
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Era ya de madrugada cuando el sonido del teléfono volvió a cortar el silencio de la casa. Estaba medio adormilada, con los ojos entrecerrados por el sueño, y no me sorprendió ver que el número desconocido aparecía nuevamente en la pantalla. Pensé que sería Jin llamando de nuevo.
Suspiré, ya preparada para escuchar la voz calmada de Jin, y sin pensarlo mucho, contesté.
—¿Hola? —dije, todavía un poco adormilada.
Pero lo que escuché no fue la voz serena de Jin. Era una voz grave, ronca, que me hizo saltar del susto.
—Sun-Hee... —La voz sonaba a un hilo, casi quebrada, pero aún con una calma inquietante.
Mi cuerpo se tensó al instante. Esa voz... ¡Era J-Hope!
—J-Hope... —murmuré, intentando asimilar la sorpresa y el caos de la situación.
A través del teléfono, podía escuchar el sonido de su respiración entrecortada, como si estuviera medio dormido, medio despierto.
—Te extraño... —dijo con una voz suave, pero llena de melancolía. —Te extraño tanto, me duele tanto no estar contigo... Necesito verte.
Un nudo se formó en mi estómago al escuchar esas palabras. Había algo en su tono, algo que parecía de desesperación, algo que no lograba entender por completo.
—J-Hope, ¿estás bien? —pregunté, con la voz temblorosa. No sabía si el estado en el que estaba influía en sus palabras, pero no podía ignorar lo que decía.
Él hizo una pausa y luego continuó, como si la necesidad de hablarle fuera más fuerte que cualquier otra cosa.
—Te necesito... más que a nadie en el mundo... —Las palabras se arrastraron a través del teléfono como una confesión que no podía esconder. —Quiero verte, Sun-Hee. Tengo que verte. Voy a... voy a pagarte los boletos para ir a Chicago. La próxima semana, será mi presentación en Lollapalooza. ¿Vendrás?
El shock fue instantáneo. Estaba tan desconectada de su mundo que no tenía idea de que se presentaría pronto. La idea de que él quisiera que fuera hasta Chicago, de que incluso pensara en pagar los boletos para verme... me dejó sin palabras. Estaba atónita, y la mente se me llenó de pensamientos dispersos. ¿Qué significaba todo esto? ¿Realmente quería verme, o estaba tan ebrio que no sabía lo que decía?
—J-Hope... —dije, tratando de recuperar el aliento. —No sé si... eso es una buena idea. Estás... estás borracho, ¿verdad?
Una risa baja, entrecortada, salió de su garganta. No sé si era tristeza o simplemente la ebriedad, pero sonaba vacía.
—¿Borracho? —repitió, con algo de incredulidad en su voz. —Tal vez. Pero eso no cambia lo que siento. Te necesito allí. En Chicago. Estaré esperándote. Prometo que todo será mejor esta vez.
Me sentí como si una parte de mí estuviera paralizada, incapaz de reaccionar. Las palabras de J-Hope seguían resonando en mi cabeza, pero la confusión y el miedo me invadían al mismo tiempo. ¿Debería creerle? ¿Era todo esto solo un impulso de la ebriedad, o había algo real detrás de lo que me decía? ¿Se había olvidado de nuestra última vez que hablamos cara a cara?
—No sé si es lo mejor... —murmuré, incapaz de encontrar una respuesta clara.
Antes de que pudiera decir algo más, escuché un suspiro profundo al otro lado de la línea. Sabía que él estaba luchando por mantenerse despierto, por encontrar las palabras correctas.
—Lo siento... —dijo, y en su voz pude detectar algo de arrepentimiento. —Solo quería... quiero verte.
La llamada se cortó después de eso. El silencio volvió a invadir la habitación. El teléfono en mi mano seguía sonando con un bip, pero ya no podía escuchar nada más. Estaba completamente en shock, atrapada en una maraña de emociones contradictorias. ¿Qué debía hacer con todo esto?
Al final, solo pude quedarme allí, con el teléfono en mi mano, preguntándome si lo que había escuchado era solo un reflejo de un J-Hope confundido por el alcohol, o si en realidad había algo más profundo detrás de sus palabras.
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La mañana siguiente llegó con un aire de incertidumbre. El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de huéspedes mientras el sonido de mi teléfono despertaba mis pensamientos inquietos. Sin embargo, al revisar, no había ninguna notificación de J-Hope. Ninguna llamada perdida, ningún mensaje nuevo. La pantalla de mi celular permaneció en silencio, como si lo ocurrido la noche anterior hubiera sido solo una fantasía, una conversación en un sueño borroso. A pesar de eso, no pude evitar sentir una extraña sensación de vacío en el estómago.
A lo largo del día, mi rutina habitual en el café se desdibujó. Cada vez que mi teléfono vibraba, mis ojos se dirigían automáticamente a la pantalla, buscando un mensaje o una llamada. Pero no había nada. Solo notificaciones de trabajo y mensajes de Lina, que, por alguna razón, no me daban el mismo alivio. El teléfono permanecía en mi mano como una extensión de mí misma, cada vez más pesada, como si estuviera esperando que J-Hope apareciera en la pantalla, como si todo volviera a ser como antes.
Me di cuenta de que mi atención se dispersaba de una manera extraña. Cada vez que una notificación llegaba, mi corazón latía más rápido, solo para caer en la decepción al ver que no era lo que esperaba. Entonces, el ciclo comenzaba de nuevo: mirar el teléfono, esperar algo, y volver a la misma rutina de desilusión. Me sentía como si estuviera atrapada en un laberinto de mi propia mente, buscando algo que ni siquiera sabía si quería encontrar.
Fue en un momento, durante una de esas miradas al teléfono, que algo inesperado ocurrió. Estaba en medio de una conversación con un cliente cuando mi mano, instintivamente, alcanzó el teléfono que estaba sobre la barra. Mientras deslizaba la pantalla con ansiedad, una tetera con agua caliente casi se volcó, derramando el líquido sobre la mesa. El susto me recorrió de inmediato, y la mirada de Lina, que estaba cerca, fue aún más penetrante. Me vio como si estuviera completamente perdida en mis propios pensamientos, incapaz de concentrarme en el trabajo.
—¡Cuidado! —Lina exclamó, corriendo para evitar que el desastre fuera mayor. —¡Vas a quemarte, Sun-Hee!
Mi respiración se aceleró, y por un momento, sentí una oleada de vergüenza. El teléfono seguía en mi mano, como si tuviera un poder extraño sobre mí, incapaz de soltarlo. Lina, con una mirada desconcertada, levantó una ceja, y su tono pasó de la preocupación a la curiosidad.
—¿Qué está pasando? —me preguntó, mientras me ayudaba a poner la tetera en su lugar. —¿Estás esperando algo o alguien? Has estado mirando ese teléfono todo el tiempo.
Mis ojos se desviaron hacia el teléfono y luego a Lina, que me observaba fijamente, casi como si pudiera leerme por completo. Mi respiración se volvió un poco más lenta, pero la verdad era que no podía mentirle. La ansiedad me había estado comiendo por dentro, y no quería que se notara.
—Nada, es solo... —dije, tratando de disimular. —Solo reviso algunas cosas, no es para tanto.
Pero Lina no parecía convencida. Sus ojos, siempre tan agudos, se detuvieron en mi rostro con una intensidad que me hizo sentir vulnerable. Ella era de esas personas que siempre podían captar lo que los demás no decían, las emociones que intentaban esconder.
—¿Seguro que no es nada? —me preguntó, entrecerrando los ojos. —Porque te he visto, Kim Sun-Hee. Estás pegada a ese teléfono como si fuera lo único que importa ahora mismo. ¿Estás esperando que te llame alguien?
No pude evitar sonrojarme ligeramente. No quería hablar de J-Hope, no quería contarle sobre la llamada, ni mucho menos sobre la confusión que me había dejado. Pero su mirada seguía presionándome, y su tono era tan directo que no pude evitar sentirme atrapada.
—Es solo... —exhalé, finalmente cediendo. —Es una tontería. Solo... alguien con quien hablé anoche.
Lina no dijo nada de inmediato, pero sus ojos pasaron de la curiosidad a algo más cercano a la comprensión. Parecía como si estuviera decidiendo si debía presionar más o no.
—¿Alguien con quien hablé anoche? —repitió, un poco más tranquila. —Oye, no tienes que decirme nada si no quieres. Pero, si es algo importante, yo... sabes que estoy aquí para ti, ¿no?
Por un momento, el peso de sus palabras me hizo sentir un poco más ligera. Tal vez no tenía que esconder todo, tal vez solo necesitaba compartir un poco para aliviar mi mente. Pero, por el momento, preferí dejarlo así. Lo que pasaba con J-Hope era algo que tenía que resolver por mí misma.
—No te preocupes, Lina —respondí con una sonrisa débil, pero agradecida—. Es solo que... a veces no puedo dejar de pensar en ciertas cosas. Nada grave, en serio.
Lina pareció aceptar mi respuesta, aunque una parte de ella no parecía completamente convencida. Aun así, siguió trabajando a mi lado, sin decir nada más sobre el tema. Pero yo sabía que, aunque no lo dijiera, había dejado algo en el aire. Algo que aún no estaba dispuesto a ser contado.
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A medida que la jornada avanzaba y el peso de la conversación con Lina se desvanecía, un sentimiento de frustración comenzó a acumularse dentro de mí. Era una mezcla de agotamiento emocional y confusión, como si las piezas de un rompecabezas que nunca había solicitado se estuvieran apoderando de mi mente. No podía dejar de pensar en J-Hope, en la llamada, en los mensajes, en esa voz que había resonado en la madrugada. Y, por más que lo intentaba, no podía escapar de las preguntas sin respuestas que se seguían acumulando, como si las palabras que él me había dicho se quedaran dando vueltas en mi cabeza.
Lina había notado algo extraño en mí, y aunque intenté disimularlo, la sensación de estar atrapada entre lo que sentía y lo que no quería aceptar era abrumadora. Así que, finalmente, cansada de la intrusión constante de mis propios pensamientos y de la insistencia del teléfono, decidí apagarlo. De todos modos, era casi como una broma cruel, porque, por mucho que lo guardara en silencio, mi mente seguía funcionando a mil por hora, alimentando esa confusión. Los recuerdos de la llamada seguían regresando, sus palabras, su voz, su disculpa. La verdad era que no sabía qué hacer con todo eso.
Recordé lo que me había dicho cuando colgó: "Te extraño". Esas palabras me recorrieron como una corriente eléctrica. No quería sentirme tan vulnerable, no quería seguir buscando señales en algo que ya había decidido no seguir. Sin embargo, esa frase, esa súbita confesión que había salido de su boca en medio de la borrachera, era como una semilla plantada en mi mente, que se negaba a morir.
Al final, cuando llegué de trabajar, me tumbé en mi cama, pero el sueño se resistía. Cada vez que cerraba los ojos, una y otra vez, las imágenes almacenadas en mi mente de su rostro, sus palabras, su confusión de anoche, volvieron a invadir mis pensamientos. Mi cuerpo estaba agotado, pero mi mente seguía en alerta, atrapada en un ciclo de pensamientos y preguntas.
La noche ya había caído, y finalmente me resigné a la idea de que, por más que quisiera dormir, no podía. Entonces, como una necesidad compulsiva, prendí el teléfono, esperando que quizás algo, cualquier cosa, pudiera tranquilizar mi mente. La pantalla se iluminó, y mis ojos se enfocaron de inmediato en un par de mensajes nuevos. Mi pulso se aceleró al reconocer el número de teléfono.
El primero de los mensajes contenía los archivos de los boletos de avión. Chicago. La próxima semana. "Te pagaré los boletos para que vengas a mi presentación en Lollapalooza". Los boletos estaban ahí, en mi pantalla, con toda la información que necesitaba para volar a otro lugar, de nuevo a su mundo. Mi corazón dio un salto en mi pecho, pero antes de dejar que la emoción tomara el control, me enfoqué en el siguiente mensaje. J-Hope, con una disculpa sincera, me explicaba que había tardado en mandar los mensajes porque había estado ocupado, y que lamentaba si me había molestado.
“Te extraño y lamento haber tardado. Sé que te sorprende todo esto, pero quiero verte. Lo prometo, no soy tan impredecible.”
Mis dedos temblaban ligeramente mientras leía. Esa disculpa que parecía tan sincera me desconcertó aún más. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué esperaba de mí? La ansiedad volvió a subir como un torrente, y no pude evitar morderme el labio inferior mientras procesaba todo lo que estaba pasando. ¿Era eso lo que realmente quería? ¿Qué esperaba encontrar si aceptaba la invitación? ¿Cómo se sentía él? ¿Y cómo me sentía yo, realmente?
Sin pensarlo mucho, me levanté de la cama y comencé a caminar de un lado a otro, dejando que los pensamientos se entrelazaran entre sí, mientras el teléfono seguía en mi mano, sin soltarlo, como si fuera la única forma de seguir controlando lo que sentía. Pero, a medida que pasaban los minutos, me di cuenta de algo: me sentía atrapada, no solo por la situación, sino por mis propios sentimientos que no terminaba de comprender. Sin embargo, había una cosa que estaba clara: J-Hope había roto mi calma, y aunque quería seguir ignorando lo que había ocurrido, algo en mí sabía que esto no iba a ser tan fácil de dejar ir.
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"Te necesito, nena,
¿Por qué sólo yo estoy enamorado? ¿por qué sólo yo estoy siendo herido?
Te necesito, nena,
¿Por qué lo hago aunque sé que saldré lastimado? Sigo necesitándote tanto..." —I need u, BTS.
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