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-¿¡Cree que yo le voy a creer lo que me dice!? -se levantó y me jaló del brazo para llevarme a su lado, lejos de una Lola sonriente. Estaba loca y se estaba divirtiendo con nosotras.

-Estas entendiendo todo mal abuelita -traté de convencerla una vez más- quiero quedarme, enserio. No pasa nada.

En mi mente el recuerdo del arma era más poderoso que cualquier cosa. No podía permitir que algo malo le pasara a la única persona que tenía conmigo. Amaba a mi abuela más que nada en el mundo, no iba a permitir que por mi culpa resultara herida.

-A ti no te agrada esta mujer, Sun-Hee -bajó la voz y acercó su rostro al mío, unas gruesas lágrimas salían de sus ojos- después de todo lo que hemos pasado aquí ¿Pretendes que te deje aquí, con ella?

-Es lo mejor para ambas -susurré lo más bajo que pude- solo dame un par de días e iré lo más pronto posible a casa ¿De acuerdo?

Ella apretó mi mano y negó. Sus lágrimas eran constantes, se las limpie con el dorso de mi mano y la envolví en mis brazos. Lola nos miraba con curiosidad y diversión.

-Es difícil dejarlos volar ¿No es así señora Kim?

Mi abuela me dió un beso en la frente antes de contestarle de forma tajante.

-No nos conocemos, no somos familia y no sé cuáles intenciones pretende tener con ella. ¿Conocerse? ¿Para qué? si ya tiene lo que siempre quiso... El dinero de mi ex yerno.

-Yo no tengo ma... -las fosas nasales de Lola se agrandaron.

-Permitame, déjeme terminar. -se separó de mis brazos y la apuntó con un dedo en símbolo de advertencia ¿O era amenaza?- Le advierto que si le pasa algo a mi nieta, yo misma vengo y le retuerzo el pescuezo ¿Me oye? Quiero que Sun-Hee me hable cada día y noche para saber cómo está y más le vale tratarla bien, sin insultos ni insinuaciones despectivas. Si le toca un solo cabello, se las verá conmigo.

Tardó unos segundos en contestarle, sus ojos aunque estaban en la misma dirección (nos miraba a ambas), podía sentir que toda la atención estaba en mí.

-No se preocupe señora Kim Mi-Sue, su nieta no estará encerrada aquí, -la comisura de su labio se alzó de forma tosca- ella será libre de ir y venir del departamento. Solo deme tres días más con ella y se la mandaré de vuelta a América.

¿Tres días? ¿Qué haría yo en tres días aquí con esta bruja?

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Miraba la oscuridad de la noche y la lluvia caer desde la habitación de invitados en el edificio más alto de Gangnam.

Hace un par de horas que me despedí de mi abuela en la entrada y después de eso Lola simplemente me ignoró y asignó a su mayordomo para llevarme a mi habitación.

Pensé que la habitación que me esperaba era un lugar frío, oscuro y desolado. Algo así como la habitación que usaban para guardar sus cosas o incluso, esperaba que me metiera en una habitación de pareces blancas sin ningún mueble. Pero no fue así, fue todo lo contrario.

Tenía una habitación de lujo, un baño con tina incluido y mi propia chimenea. La cama tamaño King size y la pequeña sala junto con un fino candelabro de acero y cristales preciosos. En lugar de impresionarme todo aquello solo me hizo recordar con tristeza otra casa. Una más alejada y mucho más cálida, allá en alguna de esas pequeñas colinas que brillaban bajo la lluvia fría de Seul.

Estaba sentada, abrazando mis piernas en el pequeño sillón bajo la ventana, tratando de no pensar mucho sobre lo sucedido, intentado evadir mis culpas cuando una idea repentina cruzó por mi mente.

Corrí de inmediato a buscar mi bolso arriba de la cama y saqué mi teléfono, el cual estaba apagado y que encendí de inmediato.

-No puede ser...

Exclamé con sorpresa cuando vi el centenar de llamadas perdidas de diferentes números. Solo había tres que se repetían constantemente.

La mano me temblaba, tenía la llave para salir de aquí en mis manos. Una llamada podría rescatarme de este lugar y de los planes que tuviera la inestable Lola. Pero ahora que conservaba mi teléfono no sabía que hacer o decir o a quién recurrir en busca de ayuda.

Mi abuela ya hacía horas que había tomado un vuelo a América. Decirle a J-hope... no, no. Era demasiado peligroso para él, conociéndolo sería capaz de venir hasta acá y no quería ni imaginar la reacción de Lola al verme salir de su casa de la mano de J-hope.

¿La policía? Quizás pero ya tenía una detención cuando me peleé con Lola. No quería arriesgar más mi libertad o la poca que me quedaba aquí.

Me llevé una mano a la frente y di un par de vueltas frente a la ventana y con el teléfono aún en la mano.

Y sí...

Revisé de nuevo el historial de llamadas y fui revisando las fechas y horas. Tenía que concentrarme demasiado en mis recuerdos para así poder dar con el número correcto. A las únicas cinco personas que había agendado eran a J-hope, mi abuela, Taehyung, JK y al señor Jung. Llamarle a este último era igual de peligroso que llamarle a su hijo, así que descarté la idea.

En definitiva no tenía a nadie a quién recurrir, cualquiera que viniera acá por mí, corría la misma suerte. A menos que...

Tenía un plan pero para esto necesitaba que Lola me creyera mi mentira y eso era la cuestión difícil. Ella ya sabía cuándo mentía o al menos, sabía cómo me veía al mentir. Sería difícil pero no perdía nada con intentar. Si veía que ella se ponía a vigilar mis movimientos, descartaría de inmediato la idea de pedir auxilio.

Apagué mi teléfono y lo guardé en el bolso de mis pantalones. Respiré unas cuantas veces antes de salir de la habitación, cuando ya estaba lista, escuché los pasos de alguien y luego mover el pomo de la puerta. Me recosté de inmediato en la orilla de la cama.

Era el mayordomo con un par de bolsas de compra: -Mi señora le manda esto, dice que se aliste para salir dentro de media hora. Quiere que se ponga esto y expresó que no acepta un no por respuesta.

Puso las bolsas en la mesa recargada en una de las paredes y se fue.

¿Qué estaba pasando? Dudé en ir a ver qué supuesta ropa debería de ponerme para esta noche.

Con el corazón latiendo fuerte del temor tuve que ir a revisar aquellas bolsas de compra. Saqué una bolsa pequeña de la marca Secret, en ella había un body con corsé de encaje rojo. Con sus broches, listones y demás accesorios a juego para armar por completo un conjunto de lencería de lo más provocativa. Volví a meter todo a la bolsa y la descarté.

Me concentré en la siguiente, solo para descubrir que contenía más lencería. Eran cinco bolsas y en todas había lo mismo. Me negaba a pensar que tenía que ponerme aquello, debía de estar jugando conmigo en una especie de broma cruel.

Volví a sentarme en la cama y dejé que el tiempo pasara. A la media hora exacta, volvió a entrar el mayordomo y me observó de arriba abajo. Le hice una cara de repudio.

-¿Por qué no se ha vestido?

-Es una broma. Puede decirle a su jefa que...

-¿Qué? -la voz de Lola se escuchó antes de verla entrar a la habitación- ¿Qué es lo que me tienes que decir, mugrosita?

Llevaba un vestido largo, negro y entallado. Sobre su rostro, un antifaz. En sus manos, guantes de terciopelo y en sus labios una sonrisa de lo más extraña cuando de un puertazo cerró la puerta con furia.

-He tenido suficiente de ti, niñita. -se acercó y me dió una cachetada de sorpresa- tú, comienza a llenar la tina del baño. Le daremos una bañada a la perra.

Ni oportunidad me dio de procesar lo que estaba pasando, ni siquiera pude defenderme del todo cuando Lola me estiró del cabello y me arrastró hasta el baño. Mis gritos llenaban la habitación, di patadas pero el mayordomo me tomó de las piernas con fuerza y me levantó para que dejara de hacerlo.

Sentí el agua fría cuando entre los dos me metieron a la bañera y con la manguera de la regadera me mojó toda. Me intenté levantar pero el hombre me empujó de los hombros y me detuvo.

-¡Hey, hey! -me disparó el agua directo en la cara, ahogándome- nada de lloriqueos y de golpearnos o ya sabes las consecuencias. Así que pórtate bien perrita. Que está noche apenas es el comienzo de tu sufrimiento.

-¿P... P... Por q... ué? -el frío me hizo temblar de inmediato.

La vi cerrar la llave del agua e inclinarse a mi altura en la bañera. Se quitó el antifaz y con voz calmada y sonrisa en sus labios me respondió:

-Porque quiero divertirme contigo.

Me volvió a estirar del cabello, sacándome de la bañera de nuevo en rastra. La ropa se pegaba a mi cuerpo y eso aumentaba el frío de este. Mis labios comenzaban a temblar de manera incontrolable, en cualquier momento tendría una hipotermia.

-La ropa, rápido -tronó sus dedos y el mayordomo vacío las bolsas en la cama. Lola aún me tenía tomada del cabello y sentada en el suelo. Me levantó de un estirón y proteste gritando de dolor.

-Ponte el rojo, ahora -soltó mi cabello y me empujó a la cama.

Caí de lado y no me moví de mi lugar por unos segundos. Segundos que bastaron para venir a mi lado y volverme a golpear en la misma mejilla derecha.

-Las zorras como tú no tienen vergüenza, no sé porqué te haces la mosca muerta, la santita. Cuando claramente no lo eres.

Volvió a tronar sus dedos y vi por el rabillo del ojo que el mayordomo se fue acercando a dónde yo estaba. Comencé a patalear y rasguñarlo cuando sentí sus manos recorrer mi cuerpo. Grité e intenté quitarlo de encima de mi pero era inútil, mi debilidad era tanta que no pude impedirle que me quitara la blusa.

-Detente, ya fue suficiente -le ordenó y él obedeció al instante justo antes de retirar mi pantalón- ella lo hará ¿Verdad?

Asentí y esperé a que se fuera el hombre para comenzar a desvestirme.

-Tienes diez minutos para estar lista. No más, no menos. Baja al salón, te estaré esperando -caminó también a la salida pero antes agregó en tono de amenaza:- a la próxima no lo detendré.

En cuanto cerró la puerta comencé a llorar. Esto era el infierno.

Abrí los ojos y toqué el bolso de mi pantalón buscando mi teléfono. Intenté encenderlo pero no ya funcionaba, lo había mojado todo. Estaba perdida.

Ya no podía pedir ayuda de quién creía que podía ayudarme. Me arrepentí de no haber llamado antes. Lo guardé de nuevo en mi bolso. Fui por una toalla seca y comencé a quitarme el frío para después vestirme como Lola quería.

La asquerosa prenda roja se pegaba a mí como una mano gigante queriendo estrangular mi cuerpo. Era demasiada ajustada en la parte de arriba y provocativa.

No entiendo. Pensaba con incertidumbre.

Me miré al espejo y un moretón se comenzaba a formar en la parte alta de mi pómulo derecho dónde Lola me había golpeado dos veces. Busqué entre los cajones alguna clase de maquillaje para que no se notara pero no había nada.

Volví a la cama y miré el reloj, eran pasadas la una de la madrugada y ya casi habían pasado diez minutos para terminar de vestirme. Me coloqué mis tenis a falta de otro calzado, abrí la puerta con temor pero no había nadie afuera o siquiera se escuchaba sonido alguno. Ya iba por salir cuando me topé en una orilla de la puerta, en el piso, con un papel blanco y arriba un antifaz brillante color rojo. Leí la nota:

Ponte esto y ve a la entrada principal. Ahí te esperara uno de mis choferes y te llevará a dónde debe.

Cualquier movimiento en falso y todo se acaba, mugrosa.

Seguí la instrucciones al pie de la letra y con vergüenza por mi desnudez fui a la entrada del departamento, ahí un señor, al que supuse era su chófer me esperaba. Le quise entregar la nota pero él se limitó a abrir la puerta y guiarme por los elevadores, hasta llegar al estacionamiento exclusivo y privado en la zona subterránea del edificio. Me subí al automóvil sin protestar y aceleramos de inmediato.

El temor iba en aumento mientras salíamos del barrio lujoso para irnos adentrar a otras zonas que me eran desconocidas. Solo tenía la certeza de algo: está noche iba a morir. Estaba muy segura de eso.

-Hoseok, -dije muy bajito, solo para mis oídos- por favor, ven por mí.

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"Nuestros caminos se cruzaron, todo esto fue el destino,
O tal vez estamos comenzando una carrera,
Si comienzas a alejarte de mí está bien..." -Don't Leave Me, BTS.

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