18. opening up

Joe odiaba la terapia.

Quizá no lo odiaba. Odio era una palabra muy, muy grande y Joe tenía un don para ser una dramática de mucho cuidado.

Le disgustaba terapia.

Tal vez fuera el hecho de tener que abrirse, tal vez porque tenía que contar cosas que no quería sacar a relucir en las conversaciones, tal vez fuera únicamente porque le estaba contando cosas a una mujer que no conocía, una mujer a la que estaba pagando para que la escuchara. Sonaba tan vacío y superficial que le ponía los pelos de punta cada vez que lo pensaba.

Fuera lo que fuera, Joe no se sentía cómoda. Pero, ¿quién se siente cómodo en un ambiente así? Absolutamente nadie. Además, Joe no tenía más opciones. Si quería sentirse mejor, tenía que hacer un sacrificio.

Estaba sentada en el cómodo sillón azul medianoche, mirando a todas partes menos a la doctora Kacey, temerosa de que cok tan solo contacto visual la mujer leyera toda su vida. Tosió torpemente y se miró las uñas como si fueran lo más interesante del mundo en ese momento.

La Dra. Kacey miró al joven de 17 años con una pequeña sonrisa de cariño. Esta era la segunda vez que Joe venía a terapia (su cuarta sesión por ahora). La primera vez fue justo cuando murieron sus padres, y aún así, todavía se veía inusualmente tímida e incómoda aunque fuese mucho mayor que antes. Conocía un poco a Joe por eso, pero sobre todo porque su propia hija estaba obsesionada con la actriz desde el inicio de los tiempos.

- Así que, Joe -comenzó ella, cruzando las piernas y sin borrar su amable sonrisa-. ¿Cómo te ha ido el día? ¿Algo interesante que quieras contarme?

Joe se encogió de hombros con indiferencia.

- No -respondió ella un poco demasiado deprisa-. Nada interesante.

- ¿Seguro?

- Pues... sólo fui a trabajar y, ya sabes, esas cosas.

La mujer asintió con la misma sonrisa, garabateando algo en su bloc de notas.

Joe intentó echar un vistazo a lo que escribía la terapeuta.

- ¿Qué está escribiendo? -preguntó Joe, comida por la curiosidad.

- Sólo algunas notas, no te preocupes.

- La verdad es que sí me preocupo -contesta Joe con mala gana-. Sobre todo cuando voy a contarte la historia de mi vida. Y te estoy pagando, así que... -se cortó así misma, cruzándose de brazos y bajando la mirada con el ceño fruncido.

Joe no quería parecer una perra, una persona grosera e irritable. Simplemente estaba demasiado tensa.

- ¿Sueles reaccionar así cuando la gente no te da lo que quieres? -preguntó la doctora Kacey, realmente intrigada.

- Lo dices como si fuera una mocosa malcriada o algo así -vuelve a decir Joe con ese tono defensivo.

- En lo absoluto -dice Kacey amablemente-. La gente tiende a defenderse cuando se sienten amenazadas e/o incómoda. Así que te pido disculpas, Joe, por haberte hecho sentir así y también comprendo por qué has reaccionado así. Debería haber sido sincera.

Joe se ablandó ligeramente, aunque ella no dijo nada.

- Como muchos terapeutas, escribo pequeñas notas sobre lo que se dice en las sesiones, eso es todo.

- De acuerdo.

- Me ayuda a visualizar, en cierto modo. Me ayuda a ayudarte.

- Vale. Lo siento -murmura Joe.

- No te preocupes.

Joe se mordió el labio inferior. Vale, puede que haya exagerado.

- A veces tengo muchos problemas para controlar mi ira -dijo Joe con cara de derrota-. Hoy en día siento que cada pequeña cosa me irrita, pero creo que me pasa desde hace años. Como... No sé, me siento como una bomba de relojería, ¿tiene sentido?

- Lo tiene.

- No quiero seguir explotando. Sé que a veces hago daño a la gente. ¿Cómo puedo controlarlo?

La Dra. Kacey se quedó pensativa un momento.

- No puedes controlar las emociones.

- Claro que puedes -Joe frunció el ceño-. He visto a mucha gente tomarse un respiro o mierdas así y volver a estar bien.

- No las estás controlando -insiste Kacey-. La gente aprende técnicas para redirigir su ira, para entenderla, para no pensar mal de ella.

La adolescente parecía pensativa, luego confusa, luego frustrada. Para ella eso no tenía ningún tipo de sentido.

- Controlar, básicamente.

Kacey esbozó una media sonrisa.

- ¿Por qué decidiste venir aquí hoy, Joe?

Joe se encogió de hombros y se apoyó vagamente en el sillón por completo, más relajada que antes.

- No sé. Pensé que podría ayudar.

- Sí, pero ¿qué lo motivó exactamente, si se puede saber? -preguntó la mujer-. Porque cuando eras pequeña te disgustaba, y parece que aún hoy te disgusta venir a terapia.

Joe se sonrojó y se quedó callada un momento, pero decidió decir la verdad.

- Yo... Ya sabes... Mi mejor amiga me lo sugirió.

- ¿Tu mejor amiga? -repitió Kacey alzando una ceja de intriga.

- Sí. Mi mejor amiga -volvió a decir Joe, poniéndose más roja a cada segundo al pensar en Sadie.

- Parece que le importas mucho para que te sugiera pedir ayuda profesional.

- Um... supongo. Ella es... es genial. Muy guay. Ella es-no sé, probablemente la razón por la que no estoy perdiendo la cabeza -dijo Joe con una tímida sonrisa, jugueteando con sus dedos-. Incluso cuando estoy siendo una completa gilipollas y la más idiota, ella sigue ahí, ¿sabes? Y... y me hace sentir segura. Y cálida. Y realmente feliz.

- ¿Sientes lo mismo con, -Kacey echa un rápido vistazo a sus notas- Belina?

Joe se tensó un poco al oír el nombre y luego pensó un momento. Por supuesto que se sentía segura y cálida con Belina. Belina era su hogar, su segunda madre, la persona que daba un paso al frente cuando Joe necesitaba a alguien. Pero ya no se sentía feliz con ella, y Joe se sintió traicionado en cierto modo por ello.

- Sí, pero... las cosas están raras entre nosotras últimamente.

- ¿Por qué?

- Porque es muy reservada y está súper irritada todo el tiempo. Solíamos hacer todo juntos cuando era un poco más pequeña, pero ahora simplemente... ¿dejamos de hacerlo? No sé -Joe murmuró esa última parte-. Entiendo que pueda estar pasando por algo malo, o lo que sea, pero ojalá hablara conmigo o al menos me dijera si yo soy el problema o... o si no tengo nada que ver con sus problemas. Es como si me estuviera volviendo transparente para ella y... realmente duele. He intentado por todos los medios arreglar las cosas, pero nada de lo que hago funciona. Entiendo que ser adulto sea una mierda enorme, pero me gustaría que me viese, que me diga que todo va a estar bien.

La mirada de Kacey se volvió compasiva.

- Me pregunto si se habrá cansado de cuidar de mí y se está preparando para no volver a dirigirme la palabra en cuanto cumpla dieciocho años -reveló Joe con una mirada pesada de melancolía.

Casi sintió que se le quitaba un enorme peso de encima, al menos un poco. Nunca se había atrevido a decir algo así en voz alta hasta ahora. Siempre tuvo miedo de que la vieran como una desagradecida, cuando literalmente no lo era. Le debía mucho de su vida a Belina, por el amor de Dios. Sólo quería un poco de paz interior, solo quería saber qué era lo que estaba pasando y cómo podía solucionarlo.

- Siento mucho que te sientas así. Y, Joe, tienes que entender que lo que le esté pasando a Belina no es culpa tuya y no es tu trabajo arreglar sus problemas.

- Pero...

- No, cariño. Belina es adulta y, lo que es más importante, tu tutora. Aunque comprendo tu deseo de arreglar las cosas y ayudarla, desde luego no es tu trabajo ni tu responsabilidad, es al revés. Belina es la adulta, la tutora, no tú -dijo Kacey, inclinándose hacia delante, colocando los apuntes sobre la mesa y juntando las manos-. Claro, ver a Belina distanciarse es duro, pero puede que tenga sus razones aunque de momento no las entendamos. Lo que podrías hacer desde aquí, es estar ahí y no presionarla con el asunto. Belina se abrirá, y si no lo hace, tampoco pasa nada. Sea lo que sea por lo que esté pasando, Joe, no es culpa tuya. No es culpa ni responsabilidad tuya.

Joe sintió que los ojos le escocían incómodamente con la incómoda sensación de lágrimas formándose en sus ojos. No le importaba llorar en público, pero ahora se sentía extra expuesta.

- Lo sé -Joe se las arregló para decir con voz un poco temblorosa, aunque intentó hacerse la interesante.

- Sé que tardarás un poco en creerlo, pero no pasa nada. El proceso de curación suele ser largo e imperfecto, pero siempre gratificante.

- Me sentí un poco bien al decir lo que dije en voz alta. Y... escuchar lo que dijiste.

- Estoy aquí para ayudar. Siempre que lo necesites. Pero no soy la única con la que puedes hablar -le recordó Kacey con una sonrisa cariñosa-. Embotellar así tus sentimientos nunca es sano. Entiendo que te resulte incómodo e incluso muy incómodo, pero puedo asegurarte que, en la mayoría de los casos, te ayudará.

- Um... Supongo que tienes razón.

- ¿Hablas con tu mejor amiga?

- Bueno... a veces, sí. Pero no le cuento mis problemas.

- ¿Por qué?

- Lo típico, supongo; no quiero molestarla.

Kacey no pudo evitar resoplar un poco.

- Lo de siempre, sí.

Joe soltó una risita y se secó una lágrima rebelde que se le había escapado.

- A veces hablo con ella y no parece molesta ni enfadada ni nada. Es sólo que... a veces me mira de una manera que me hace sentir rara.

- ¿Con lástima?

- No. Sólo me mira muy preocupada y frustrada, como si quisiera ayudar pero no supiera cómo. Pero la cuestión es que ya lo hace con sólo escuchar, pero me siento demasiado tonta para decírselo en voz alta, porque no quiero que piense que soy una rarita o algo así.

- No es raro que te guste que te escuchen.

Joe suspiró y bajó la mirada.

- Ya lo sé. No quería decir eso. Es que... Siento que si digo algo podría mirarme como si estuviera loca.

Kacey parecía ligeramente perdida.

- ¿Por qué lo piensas?

- No quiero que piense que estoy, no sé, loca por ella. Eso sería muy embarazoso -dijo dramáticamente.

Luego soltó una risita nerviosa, sintiéndose de repente muy sexy y avergonzada. La mujer mayor sonrió con complicidad.

- Así que, te gusta esta chica.

Joe amaba a esa chica.

- Um... Sí. Mucho -confesó Joe tímidamente-. No quiero perderla.

Kacey cerró el bloc de notas con un suave golpe y miró de nuevo a su joven paciente, con esa misma sonrisa cariñosa aún en su sitio, haciendo que Joe se retorciera en su asiento con la cara ardiendo por la vergüenza y medio excitada por poder hablar de esto en confidencialidad. Aunque no fuera malo, Joe se sentía genial. En realidad no hablaba tanto con Caleb o Millie sobre sus sentimientos por Sadie. Siempre trataba de evitar el tema, temerosa de que pudieran decirle algo a la pelirroja. Pero con Kacey se sentía un poco más segura.

- Estás perdidamente enamorada.

- Dios mío, solo me gusta un poco -Joe gimió dramáticamente, con una pequeña sonrisa dibujada en los labios.

- Hablas de ella en algo más que un "me gusta un poco" -Kacey se burló ligeramente, y luego suspiró con una suave sonrisa antes de continuar-. Sé que da miedo, pero lo que me has contado de tu amiga... no parece el tipo de chica que se va por cualquier inconveniente. Especialmente cuando se trata de ti.

Joe se encogió de hombros y sonrió cariñosamente ante el pensamiento.

- Supongo que no lo haría.

- Apartarla no es la solución, Joe. Ella quiere estar ahí para ti, tanto como tú para ella -dijo Kacey-. Ser amiga de alguien significa tener que confiar en él, ser su confidente, dejar que sea tu confidente, amarla incondicionalmente. Ella no quiere otra cosa que estar ahí para ti, Joe. Déjala estar para ti. Déjate ser cuidada. Tener una amiga tan leal e importante como ella es una bendición disfrazada.

Joe sabía que Kacey tenía razón. Por supuesto que la tenía. Maldita sea, ¿por qué ella no lo veía? ¿Cómo es que acababa de darse cuenta de que no estaba siendo una maldita molestia por acudir Sadie, si no que sólo es un pobre ser humano normal con emociones abrumadoras? ¿Por qué no dejaba que Sadie, su Sadie, la misma chica que Joe dejaría su vida en sus manos sin dudarlo ni un segundo, ayudarla? ¿Qué era lo peor que podía pasar? Absolutamente nada, porque estaba hablando de Sades, su Sades?

- Además es súper linda -añadió Joe juguetonamente en un murmullo tras una pausa.

Kacey soltó una risita y puso los ojos en blanco.

- Además es linda, claro.

[...]

Joe volvió a su casa después de la terapia sintiéndose más ligera, más aclarada. Dudó en ir a la habitación de Belina, pero lo hizo de todos modos. Pero esta vez no fue para tratar de forzar una conversación o sonsacarle una pizca de respuesta. Suspiró suavemente y llamó a la puerta con cuidado.

- Lina, acabo de volver del terapeuta. Ha ido bien. La Dra. Kacey es muy buena. Sinceramente, hoy me ha ayudado mucho y me alegro de haber aceptado ir, aunque al principio fuera un incordio.

Sin respuesta, pero Joe continuó de todas formas.

- Sólo quería decirte que sea lo que sea que te esté pasando... Estoy aquí -dijo Joe, con el corazón latiéndole con fuerza-. Siento ser tan gilipollas a veces. Últimamente me siento un poco al límite, pero no es culpa tuya. Presionarte para que hablaras conmigo todo el rato fue una mierda, y estuvo fuera de lugar por mi parte y también te pido disculpas por eso. Y también espero que lo que sea por lo que estés pasando mejore. Y tendré tus sentimientos más en cuenta.

Entonces, Joe tragó saliva, formándosele un nudo en la garganta mientras se preparaba para continuar.

- Y que... que te estoy eternamente agradecida por acogerme cuando murieron mamá y papá. No puedo creer que no lo haya dicho antes -Joe soltó una risita nerviosa-. Y...

Joe no lo sabía, pero Belina lloraba silenciosamente en su cama mientras escuchaba las palabras del adolescente, sintiendo su corazón un poco más ligero.

- ... y que te quiero. Mucho. Muchísimo. Y que realmente no sé qué haría si no estuvieras aquí.

Con eso, Joe dio un paso atrás y se dirigió a la cocina para preparar algo de cenar para ella y Lina, si es que quería.

La mujer siguió sollozando en el refugio seguro de su habitación, protegida del mundo bajo sus peludas y gruesas mantas. Sonrió, una sensación agridulce expandiéndose por todas las regiones de su cuerpo. Se llevó una mano al corazón. Aún recordaba cuando sostenía a una pequeña Joe en sus brazos y esperaba a que se durmiera en su pecho. Aún recordaba aquellos tiempos en los que Joe dependía más de ella, cuando constantemente necesitaba ayuda con algo, cuando Joe la miraba como si fuera una superheroína por cualquier cosa mínima que hacía. Ah, y cómo olvidar cuando Belina le dio sus primeros consejos de amor con la primera muchachita que a Joe le gustó.

Oh, cómo echaba de menos aquellos tiempos, más simples y felices.

- Te quiero mucho más, Jojo -susurró Belina, frotándose el pecho, sintiendo los latidos de su propio corazón.

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