VII‹ ¿Qué pasará conmigo?

Glen ha estado internado en el hospital estas dos últimas semanas, no sólo porque la perdida de sangre le había provocado que una anemia lo amenazara debido a la mala alimentación y estrés producido semanas atrás, todo por culpa de su padre.

Todos los días después de la escuela Zac y yo íbamos a visitar a nuestro amigo y platicar, e incluso mantenerlo al corriente con la escuela.
Y hoy no era la excepción, llegamos más temprano de lo normal, entramos a aquel establecimiento con un olor fuerte y paredes blancas. La recepcionista nos dio permiso de pasar, gracias a Jo el "adulto responsable".

–Hola, malas noticias... Tienes mucha tarea de matemáticas – dijo Zac al momento de entrar a la habitación de Glen, quien se encontraba recostado en una cama blanca rodeado de aparatos. –Y de ciencias – Zac dejó caer unos libros en la mesita al lado de la cama.

–Hola Glen – lo saludé abrazándolo.

–Hola Nicole... ¿Cómo estuvo la escuela hoy?–

–Igual de aburrida que siempre– tomé una silla y la acomodé al lado de la cama.

La tarde fue divertida para estar encerrados en un cuarto en lo que lo único con color eramos Zac y yo. Escuchamos algo de música e incluso hicimos un karaoke improvisado.

–Cantas muy bien– Afirmó Zac apenas soltando un marcador que usó a manera de micrófono.
Ambos acabamos de ofrecer el mejor dueto de todos los tiempos, OkNo, Zac no es muy bueno cantando, aunque lo admito, le agrega mucho sentimiento al hacerlo.

«Gracias, estudié desde los 6 años canto y actuación... » estuve  a punto de decir, a éstas alturas me parecía ridículo seguir escondiendo eso, pero ahora no era el momento. Solté un "Gracias" y le pasé el supuesto micrófono a Glen, era su turno de iluminarnos con su melodiosa voz, nótese el sarcasmo.

Una enfermera llamó a la puerta tocándola varias veces y entró enseguida de eso.

–Joven, una mujer lo busca– la enfermera que lucía bastante joven y bonita se dirigió a Glen. Después miró a la puerta por donde ingreso otra mujer, vestida formal, de tez clara y cabello marrón.

–Glen. Mucho gusto– saludó la mujer y enseguida estrechó la mano de todos. La enferme se retiró cerrando la puerta tras ella. –Soy Miriam, tenemos que hablar de algo importante – dijo esto con suma seriedad y dirigió su mirada hacia Zac y yo.

–¿Hablar? ¿Sobre qué? – Glen lucía confundido.

–Es...– De nuevo "Miriam" nos observó.

–Puedes decir lo que sea enfrente de ellos, son mis mejores amigos ¿Quién eres, y qué quieres?–

–Bien, soy de trabajo social...–

–¡No tiene nada que hacer aquí!– gritó Glen.

–Escuchame, solo queremos ayudarte– la voz de Miriam sonaba tranquila.

–¿Cómo? ¿Enviándome a un orfanato con un montón de niños desconocidos?–

–No... Algo así... Escucha, tu padre está mal. Él... Está en la cárcel y no puede hacerse cargo de ti ahora, encontramos a unos tíos tuyos que aceptaron cuidarte con gusto –

–¿En la cárcel?– La expresión de Glen cambio de estar enojado a verse decaído. Pobresito, odiaba verlo triste, desearía poder ayudarlo. Me acerqué a él, lo tomé de la mano y sentí como él la apretaba con delicadeza.

–Glen... Lo siento – la mujer bajó la mirada unos segundos – Tu padre... Cometió muchos errores, que prefiero no sepas por ahora–

–¿Entonces... Qué pasará conmigo?– noté el esfuerzo que hacía el chico tomado de mi mano para no quebrarse frente a nosotros.

–Deberás mudarte con tus tíos...– sentenció Miriam.

–¿A dónde? – no era mi intención meterme en lo que no me importaba, pero sí me importaba. E hice esa pregunta a la trabajadora.

–Nevada–

–¡¿Qué?!– solté, al sentir un puñetazo en mi estómago al escuchar aquello.

–¿Nevada? Eso esta muy lejos, No quiero que se lo lleven– La voz de Zac inundó el cuarto.

–Debe haber alguna forma de que Glen, pueda quedarse en San Francisco... Quizá ¡quizá en mi casa!– dije emocionada.

–Lo siento jovencitos, pero eso no es posible. Sé que quieren mucho a su amigo, pero no podemos hacer nada más. Hoy dan de alta en el hospital a Glen y mañana debemos llevarlo con sus tíos para que comience de inmediato la rehabilitación – dijo Miriam con demasiada seriedad.

–No... No quiero que te vayas – Me recosté en un espacio vacío al lado de Glen en la pequeña cama de hospital con sábanas blancas. Lo rodeé con mis brazos apoyando mi rostro en su pecho, intenté no llorar, pero no logré evitar que algunas lágrimas salieran. Sentí como él acariciaba con ternura mi cabello, pero también me percaté de como su mano temblaba.

–Lo siento... Iré a fuera a arreglar los últimos papeleos y después vendré por ti.– dicho esto Miriam salió.

–No te vayas... Por favor – susurré a Glen aún a su lado.

–¿Porqué quieren mandarte tan lejos? No es justo que te envíen a vivir a un lugar completamente ajeno a ti– Zac se acercó a nosotros con aparente tono molesto.

Poco después una enfermera ingresó a la habitación indicándole a Glen que debía vestirse para salir. Ésta lo ayudó a sentarse en una silla de ruedas después de prepararse, para llevarlo hasta la recepción donde lo esperaba Miriam, ésta agradeció a la enfermera.

–Muy bien Glen, te llevaré a casa para que empaques lo necesario– La mujer manejó la silla de ruedas hasta la salida.
Zac y yo los acompañamos por pedido de Glen.

Al entrar a su casa, cada recuerdo de aquella noche volvió a mi mente, las cosas regadas por todo el piso seguían igual, asimismo un olor a alcohol.

–Vamos a mi habitación – nos indicó Glen, manejando torpemente la silla.

–No quiero que te vayas– dijo Zac sentándose en la cama de la habitación a la que ingresamos.
–Hemos estado juntos prácticamente desde que nacimos, eres como mi hermano–

–Yo tampoco quiero irme, pero no tengo opción – Glen tomó una maleta mientras decía esto.

Toda la tarde la pasamos ayudándole a empacar, pero también a disfrutar  nuestros últimos minutos juntos... Finamente regresé a casa al oscurecer a pesar de que no quería alejarme de aquel chico rubio que siempre conseguía sacarnos una sonrisa sin importar el momento. Realmente lo iba a extrañar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top