ʚQᴜɪɴᴄᴇɞ
A lo lejos presenciaron la feroz batalla entre el rey magnífico y el usurpador, solo cuando se acercaron de su lado pudieron ver cuan desesperanzador era el panorama. A pesar de tener experiencia, el cuerpo no seguía a la mente, Peter podía haber pasado décadas en Narnia perfeccionándose como guerrero y rey pero su cuerpo seguía siendo el de un adolescente con a penas una buena condición, mente y cuerpo no coincidían por primera vez dejándole una clara ventaja a Miraz.
De cerca era peor todavía, Sebastian contaba cuantas heridas podía ver y adivinaba cuantas se escondían bajo esa armadura orgullosa.
Antes de ser Peter el idiota que le rompió el corazón, fue Peter, el primer amigo de verdad que tuvo. Fue inevitable no preocuparse, porque esto era de vida o muerte e independientemente de la situación dramática y sentimental en la que se encontraban, jamás podría desearle la muerte.
—¿Lucy?—le pregunto Susan sin despegar su mirada preocupada y abatida de su hermano mayor.
—se reunirá con Aslan, tuve que dejarla para deshacerme de los soldados que nos perseguían—se separo levemente de Caspian buscando estabilidad por cuenta propia, en lo que a él respecta, la tensión en el aire los conduciría a tomar armas en mano por lo que debería prepararse.
Su amiga asintió suspirando así liberándose de una preocupación, daba por sentado que el camino de Lucy a Aslan estaría protegido. Lucy era diferente a ella o a Peter, tenía una fe ciega y superior a ellos, era una de las tantas razones por las que su camino sería seguro cuando los narnianos le tenían tanto aprecio a la pequeña reina que trajo su primera liberación.
—¿como le fue?
—¿como lo ves?
—destruido
—así mismo
Peter y Miraz intercambiaron palabras, al menos es lo que pudo ver por parte del rubio, la tetrica máscara de hierro cubría cualquier expresión en el usurpador pero se veía exhausto, al menos había hecho mella en su resistencia.
El rubio caminaba a duras penas a su dirección, el usurpador también fue con los suyos, se reagrupaban para un descanso al parecer. Era increíble en un mal sentido ver como se tomaban un tiempo fuera en una pelea a muerte que decidiría el posible destino de todo un reino, el rey era un hombre que ya había luchado sus batallas alguna vez, con el tiempo tal vez la práctica había perdido, el aguante, aun asi no tenía nada que envidiar para su disgusto. Peter era prodigioso pero peleo una guerra de las tantas que hizo el usurpador.
—¿y Lucy?—pregunto entre jadeos cansados, su mirada preocupada recayó en él y Sebastian la mantuvo con algo de incomodidad, debia hacerlo, no era Sebastian hablando con Peter, era el rey de antaño hablando con su caballero acerca de su misión.
—lo logro, con algo de apoyo—desvío su mirada a Caspian quien ya lo miraba con dulzura, se sintió relajado y fue notable como la tensión se esfumo.
Peter quisiera no haber notado ese último detalle pero era inevitable, el como Sebastian suavizaba su mirada y el como Caspian buscaba captar la suya con un brillo lleno de anhelo.
Cada pequeña interacción lo destruía, no había dudas que todo esto era culpa suya, de su cobardía y sus palabras crueles, aquellas que hirieron hasta sangrar el corazón de aquel amor que considero imposible siquiera antes de empezar.
Si hubiera sido así, si no hubiera esa condición que se impuso a si mismo para amar ¿Sebastian lo habría elegido a él? Pensar en todas las oportunidades que se había perdido por culpa de algo tan trivial como su forma de amar ¿qué estaba mal en amar a un hombre? ¿Por qué estaba mal amarlo cuando él era tan bueno y lindo? Cada cosa de Sebastian Lewis era perfecta pero alguien como él, alguien que no estaría dispuesto a expresar su afecto deliberadamente, porque un hombre frío y calculador que se aferraba a la realidad con ambas manos nunca podría hacer feliz a un chico como Sebastian Lewis, porque estar con él era como tocar el cielo y danzar entre las nubes pero Peter se aferraba a la tierra que había entre sus manos.
Los observo, con una sonrisa derrotada, había perdido una batalla que quizás jamás debió ser.
—gracias—había más de una razón detrás de ese agradecer, más que lo que hizo por Sebastian y Lucy, lo que hizo todo este tiempo, todo lo que Peter debió haber hecho por la persona que decía amar.
—estabas ocupado—Caspian no supo que causo con sus palabras, porque el gran rey parecía perdido apesar de que todo estaba saliendo según lo planeado.
Peter amaba a Sebastian pero no lo suficiente para borrar su esperanza de un futuro en el que el destino les sonriera.
Era egoísta, lo sabía.
Sebastian solo obtenía su sufrimiento, todos sus sentimientos negativos él los padecía incluso antes de pisar Narnia pero quería pensar que tal vez habría una mínima oportunidad para estar juntos luego de Narnia. Sabía que no era lo mejor pero era tan difícil dejar ir al amor de tu vida.
Aun recordaba las lágrimas en su bello rostro con el dolor de su corazón reflejado, todas con su nombre escrito.
¿Por qué todo había salido mal?
Sebastian lo amaba.
Él amaba a Sebastian.
Y aun asi, eso no era suficiente.
Porque el amor que le profeso le hizo daño, porque su amor no tiene tiempo ni lugar.
Suponía que estaba bien, Sebastian no había parado de sufrir desde que llegó al mundo fantasioso con ellos y su sufriendo iba de su mano, él había sido el causante de la mayoría de sus dolores del corazón.
Y Caspian había sido responsable de todas sus sonrisas, de su cura al corazón que había roto.
Costaba dejar ir, costaba aceptarlo.
Pero no es como si tuviera otra opción cuando se lo mostraban tan abiertamente.
Toda esa dulzura que tuvo alguna vez en sus manos, se escapaba como arena entre sus dedos y Caspian la agarraba como si no le quemara como a él, como si no temiera a los insectos, como si no le importara nada con tal de tenerla.
—vayan arriba, yo dudo que los telmarinos cumplan su palabra
Dio una mirada significativa a Sebastian antes de abrazar a su hermana, soltando un pequeño quejido de dolor el cual preocupo a los presentes, Susan se disculpo antes de ir al lugar indicado.
—sonríe, Peter—le recordó su hermano, viendo hacia el esperanzado pueblo narniano, no debía mostrar su debilidad, no debía dejar que su pueblo cayera en la desesperanza cuando aún había plumas para volar.
Alzo su espada escuchando y motivandose con cada grito cargado de sentimientos que sus súbditos expresaban, ellos confiaban en él y no iba a decepcionarlos, daría su vida si fuera necesario.
Pronto debia volver a la batalla, Sebastian, Caspian y su hermano lo revisaban buscando heridas graves hasta que un moviento extraño en su brazo le causo un enorme dolor.
—creo que esta dislocado
Caspian se movio dejando el lugar a su cabellero quien vio todo con una mueca, con un rostro concentrado tomo el brazo ignorando la intensa mirada del rubio sobre él.
—¿qué crees que pase en casa si muero aquí?—pareció tardar una eternidad hasta que Lewis lo miro—sé que siempre me ayudas y yo jamas te lo-
—y el brazo esta como nuevo, no digas estupideces ¿quieres?—sonrio con cierta diversión y cinismo después de volverle el brazo a su lugar.
Caspian sonrio ocultando una pequeña risa, sabiendo que también se habia vengado.
Los viroteos volvieron, la lucha iba a retomar.
Peter sentía cada golpe, daba toda su fuerza para asentar sus golpes pero no dejaba de ser difícil.
Golpe tras golpe, quizás esta era la primera pelea en la que sentía que no tenía esperanza pero debia hacerlo, debia crearla y cuando menos lo espero, ya no era él el que estaba de rodillas pidiendo un descanso.
—¡no es tiempo de ser un cabellero, Peter!
Oyó a su hermano a lo lejos pero no pudo concentrarse en otra cosa que no fuera en su enemigo, en todos sus enemigos.
El era un rey a quien la justicia le había sido enseñada, la benevolencia incluso para el peor de sus enemigos.
Al fin y al cabo, él ya había ganado.
Un ataque por la espalda de la forma más cobarde, lo esquivo por instinto y pudo sentir el fin de este infierno cerca cuando la espada se enterró en el usurpador.
Sebastian lo sabía, no necesitaba oirlo, Peter extendio su espada a un furioso Caspian, era él y sólo él quien debía matarlo, quien tenia el derecho. Agradecía que Peter por fin lo entendiera.
Puso su mano en su propia espada, listo para intervenir aún si fuera la acción más deshonrosa para un guerrero, él no pesaba perder a su príncipe.
El gran rey tomó lugar a un lado suyo, pero toda su atención estaba en Caspian y la tensión ansiosa que lo recorría al verlo alzar la espada contra su tío con tal rencor.
Cuando el grito de su querido príncipe resonó, lo supo.
Él era demasiado amable para esto.
Era una de las cosas que adoraba de él.
Era mejor que Miraz.
Era mejor que él mismo.
—no sere igual que tú. No morirás pero devolveré el reino a los buenos narnianos—sentencio al usurpador.
Caspian se giro volviendo a su pueblo que lo aclamaban por cada una de sus palabras, sus ojos encontraron a los de Sebastian que estaban repletos de un orgullo y cariño que calentaba su corazón, cuando estuvo a escasos centímetros su corazón agitado por la sentencia de su tio no se comparaba con cada latido que se dirigía a Lewis, buscándolo.
—no sabes cuanto quisiera besarte en este momento
—¿por qué no hacerlo? Creo que eso motivaria más a nuestras tropas—bromeo el príncipe ansiando sentir sus labios, sacandole una carcajada a su caballero.
El momento de paz duró poco y nada, un grito del otro bando los confundio pero no importaba si fuera verdad o no, si esa flecha de emblema narniano había sido disparado por sus fieles arqueros que tanto habían sufrido por los telmarinos, no importaba nada de eso cuando el usurpador había muerto y de esa muerte los habían encontrado culpables.
—¡traición! ¡lo asesinaron! ¡atacaron a nuestro rey!
—¡prepárense!—advirtió el rey Peter.
Sebastian tomo su espada, su pierna era un dolor soportable, vio de reojo como Caspian también blandia su espado tan tenso como nervioso.
Y temió, temió por él, temió porque algo le pasara a sus amigos, a Caspian, a los narnianos.
Ya tantas muertes habían sido para llegar hasta aquí.
Era hora de la batalla final a la que estaba destinado.
—¿nos vemos del otro lado?
—nos vemos del otro lado
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