🌱Antes de ti🌱

[Recomiendo que, para una lectura más agradable y dinámica, escuchen las siguientes canciones:

-Talking To The Moon de Bruno Mars.
-All About You de Birdy.
-Skinny Love de Birdy.
-Happier de Ed Sheeran.
-Let It Go de James Bay.
-If I Ain't Got You de James Bay.

El orden es opcional, ya que es sólo una recomendación.

Sin más, espero disfruten su lectura.]

🌱

¿Cómo te sentirías al saber que aquel chico, al cual siempre miraste como un conocido más, siempre estuvo interesado en ti?

¿Qué pensarías si alguien te dijera que ese chico sería el amor de tu vida?

Sería extraño, ¿no? Pues, Yuuri, no lo sintió así.

Victor tenía veintitrés, casado a la muy temprana edad de dieciocho años, matrimonio al que se vio forzado a concretar cuando se enteró de que su mujer, esperaba al primero de sus tres hijos.

Yuuri, por su parte, era un chico de dieciséis años que intentaba mantener una sonrisa a pesar de su estado de pobreza. Trabajaba para conseguir lo que quería, mientras ayudaba a crear un aura de felicidad en el negocio de barrio de sus padres. Este también comenzaba su segunda relación, con quien más tarde tendría su primer hijo.

Todo comenzó cuando Victor decidió trasladarse a la cuidad de Yuuri junto con su, aún, pequeña familia, ya que había conseguido el trabajo perfecto para mantener a su mujer, a su primera hija y a la segunda que venía en camino.

Por cosas del destino, su casa quedaba en una calle que se encontraba frente al famoso negocio de Yuuri.

Victor, unas semanas después de su mudanza, mandado e inocente, fue a comprar pan para el desayuno. Se llevó una gran sorpresa al ver a Mari, hija mayor de los Katsuki, y ahora, una de sus primeras amigas en aquel barrio.

Los días seguían pasando, y Victor, a veces sólo iba al negocio para tener algo de vida social.

Mari solía nombrarle bastante a su hermano Yuuri, pero este nunca se presentaba, o simplemente nunca lograban coincidir, ya que él siempre se mantenía estudiando, trabajando o simplemente pasando el rato con su novia.

Un día cualquiera, Victor se presentó como siempre, a las siete de la tarde por su preciado pan.

Entonces fue que vio a un chico asomarse por una puerta que daba al interior de la casa de los Katsuki.

Piel desvaída, cabello café que parecía ser muy suave, ojos grandes y llenos de vida como la tierra.

Fue todo lo que Victor necesitó ver para que su corazón diera un extraño salto de alegría.

Los días siguieron pasando y Victor, ahora sólo iba al negocio con esperanzas de toparse con aquel chiquillo que le robó el aliento.

Obviamente, Victor no estaba realmente consciente en un principio de esos sentimientos, por lo que, él no veía esas ganas de ver a Yuuri como una "infidelidad". Simplemente dejaba que ese sentir existiera por si solo.

Para su suerte, un día sábado, temprano en la mañana, Yuuri salió a atenderlo.

—¿Qué necesita? —pregunta Yuuri, indiferente a los ascendentes sentimientos de Victor.

—Un kilo de pan, por favor.

Yuuri con una sonrisa en el rostro, toma una bolsa de plástico y comienza a echar pan tras pan para luego pesarlo, lo que no sabe, es que Victor ha mirado cada gesto que ha hecho mientras realiza una acción tan simple como venderle un par de masas.

—Tenga, son ciento cincuenta pesos*.

—Disculpa, ¿tú eres Yuuri? —indaga Victor, mientras le deja el dinero sobre el mesón, ya que hay una reja que los separa, lo cual imposibilita que Victor pueda sentir la suavidad de las manos de Yuuri al entregarle la moneda.

—Así es. Usted debe ser Victor, ¿no?

❝Usted❞

—El mismo —responde con una pequeña sonrisa para luego voltearse en dirección a su hogar—. Que tengas un buen día.

Aquello pudo ser la acción perfecta para alegrarle todo lo que quedaba de día, si no fuera porque al llegar a su hogar, la realidad le cayera como un intenso balde de agua fría.

Su mujer aún durmiendo, mientras sus dos hijas lloran por algo de comer, un buen baño y un cambio de pañal; el lavaplatos está desbordado en platos sucios, las cucharas están amarillas por el óxido; hay ropa en la lavadora que nunca fue retirada y ahora tiene un fuerte olor a perro mojado y está, inevitablemente, arrugada; en el baño, el pequeño basurero para el papel higiénico está hasta el tope con papeles sucios, que no han querido ser retirados; en el living, los sillones están repletos en ropa que no ha sido doblada.

Victor, respira resignado como todos los días, toma a sus hijas y decidido a intentar mantener el orden en su hogar, al igual que su relación, comienza a hacer todo completamente solo, al igual que todos los fin de semanas, los cuales son sus únicos momentos para limpiar su hogar, ya que su mujer, no desea ayudar en nada.

Pese a todo, Victor, ama a su mujer, ama a su familia y cree que es el único responsable, y a la vez, el único que puede arreglar las cosas por un matrimonio mejor.

Después de seis años, Victor, cree que la vida viene a sonreírle nuevamente cuando su mujer le muestra un test de embarazo positivo. ¡Su primer hijo varón! La felicidad que le hacía falta a la familia.

Mientras Victor celebra por la preciosa noticia, Yuuri celebra la llegada de su primer hijo, el cual es un adorable niño que no hace más que hacer sentir orgulloso a su padre.

La vida de Yuuri siempre fue a base de mucho esfuerzo, de trabajar para conseguir una buena vida y salir adelante, pero de pronto se vio dentro de la familia de su novia, la cual vive muy tranquilamente y el dinero no les hace falta. Todo esto llevó a que Yuuri se fuera a vivir alejado de su familia y comenzara a crear una nueva junto a la familia de su pareja, la cual era del tipo que andaba de fiestas en fiestas, usando las más mínimas excusas para realizar alguna celebración.

Las consecuencias de esto fueron que Yuuri comenzara a mentir para evitar salir a estos encuentros "familiares", y se quedara con su hijo, volviéndose una madre y un padre para este, ya que su verdadera madre, no tenía real interés en darle de comer, ni hacer las cosas básicas.

Para peor, su novia, siempre que tenía la oportunidad, le gritaba en la cara lo poco y nada que valía, que no era más que un amo de casa, un "mantenido".

Yuuri no lo decía, pero estaba harto, estaba destrozado. Y estaba consciente de lo que tenía que hacer para salir de aquella situación tan asfixiante, que al fin y al cabo, no lo llevaría a ningún lugar.

Con sus veintidós años y un hijo de cuatro meses, partió nuevamente a la casa de sus padres, donde, con mucho recelo, lo aceptaron. Esto debido a que sus padres nunca estuvieron de acuerdo con que se marchara de casa.

Volvió a su antigua vida, aunque no como quisiera, ya que los fin de semana, debía partir a la casa de su ex-pareja para que esta tuviera tiempo con su hijo.

Yuuri, ahora intentaba salir adelante con el doble de esfuerzo que antes para poder sacar adelante a su bebé, y aunque a veces su ex-novia iba a reclamarle la custodia de su hijo, Yuuri, siempre lograba salir ganador después de cada pelea.

❝Lamento no haberte valorado cuando te tenía❞

Victor, se da cuenta de que haber tenido un tercer hijo solo logra que su mujer se vuelva mucho más floja y la vida se le hace más pesada, más desagradable, más infeliz.

Lo único que logra sacarle tímidas y rápidas sonrisas, es ver a Yuuri desde la ventana de su hogar enseñándole, a quien parece ser su hijo, a caminar. Así fue por más de tres años.

Y sigue pasando el tiempo, los meses, los años, y la relación de Victor junto a su pareja va de mal en peor. Ha hecho todo lo que cree posible en sus manos, pero nada sirve. Nada es suficiente para que su mujer note que es más que un esclavo.

Nada logra hacerla ver que si sigue así, despreciando cada intento de su esposo por mantener viva aquella desgastada familia, él simplemente estallará.

Y así fue unos meses más tarde.

Victor y su familia fueron invitados a la boda de su cuñado.

El día comienza con el pie izquierdo.

Victor no puede faltar al trabajo y llega media hora antes de la ceremonia, imposibilitándole poder arreglarse correctamente para la ocasión, y para colmo, cae en la cuenta de que es uno de los testigos del novio y debe usar un traje, traje el cual no tiene.

Lo que comienza a hacer temblar las aguas, es el hecho de que su mujer tomó bastante dinero para mandarse a hacer un vestido a si misma más los vestidos de sus hijas y un traje para su hijo más pequeño.

¿Y para él?

Nada.

Con una mezcla de tristeza y enojo, corre a conseguirse un traje con uno de los primos de su mujer, el cual pesa más de ciento treinta kilos. Ninguna comparación contra su cuerpo alto y delgado.

Con una sonrisa avergonzada se coloca aquel traje, el cual debe doblar hasta el cansancio para que se vea aceptable ante los invitados.

Hasta allí, las cosas parecían no poder ponerse peor, pero siempre, siempre habrá un pero.

Victor comenzó a ser mandado por su mujer a realizar cosas innecesarias, tratandolo como si fuera un mayordomo, e incluso, algo más bajo que eso.

❝Victor, aquí; Victor, haz esto; Victor, ve allá; Victor, sírveles algo a ellos...❞

«¿Por qué tengo que hacer cosas que no me corresponden?»Era la pregunta que se formulaba una y otra vez, mientras mantenía una sonrisa serena para disimular el creciente enojo dentro de sí.

Obviamente, ninguno de esos tratos le correspondían. Él no merecía nada de lo que estaba viviendo, pero ahí estaba, pensando en su familia, en su futuro. Manteniendo un pedazo filoso de vidrio en su mano y apretándolo hasta sangrar, porque así era su amor, roto, doloroso e inservible.

Una copa de champán se mostró como un bello oasis entre toda la amarga situación. El líquido quemó muy levemente su garganta, y ahí supo, que no quería detenerse.

Antes de tomar una segunda copa, miró a su mujer.

Ya me haz humillado lo suficiente frente a todos, ¿qué diferencia habría si ahora me humillo por mí mismo?

Su poca tolerancia con el alcohol lo llevó a que, con sólo ocho copas, entrara en un estado de ebriedad.

Su corbata rodeaba su cabeza, mientras que su saco terminó tirado en algún lugar. Su camisa afuera y un gesto chistoso que realizaba al subirse los pantalones cada veinte segundos, hacían que todos los invitados rieran de él. Justo lo que Victor quería.

Las risas inundaban sus pensamientos, volviéndolos borrosos y sin sentido.

Cualquier estado emocional era más tranquilo que el que tenía cuando estaba en casa.

De pronto, sintió un brazo agarrando su hombro para que volteara.

—Tu mujer está furiosa... —susurró el primo de su mujer.

—¿Y a mí qué? —replicó Victor con una sonrisa sarcástica.

—Es tu esposa, Victor...

—¿Esposa? Dudo mucho que esa señora sea una esposa.

—¿Victor? ¿Qué sucede? ¿Pasó algo entre ustedes?

—¿Algo? ¡Qué no ha sucedido en esta asquerosidad de matrimonio! —gritó, mientras era arrastrado a salir del lugar.

—Estamos en la salida, ahora puedes decirme todo lo que quieras.

Victor sintió el aire frío de la noche llenar sus fosas nasales, lo cual rápidamente comenzó a disipar la espesa niebla en su mente.

—Estoy... harto.

—¿Por qué? Tienes tres hijos y una mujer relativamente linda.

—Comencemos porque ella no es una mujer, es una señora. Es una señora que sólo vive para que la mantengan y cuide a medias a sus propios hijos.

—¿A medias?

—Fui yo el que les cambiaba el pañal a mis hijos al llegar del trabajo, porque si yo no lo hacía, ella tampoco.

El silencio reinó entre ambos. Uno por estar sumamente sorprendido, y el otro por el enojo que le causaba recordar aquellos tiempos.

—Estoy enamorado de alguien más.

—Oh, vaya... no te imaginaba del tipo que engaña a su esposa.

—Nunca la he engañado, sólo me he engañado a mi mismo.

Victor tomó las llaves de su auto y se acercó a este, pero antes de que pudiera subirse, su esposa apareció con una expresión enojada.

—¡Nikiforov, bájate enseguida! ¿Dónde pretendes ir?

—Aún no lo sé, sólo sé que deseo irme.

Si te vas ahora, olvídate de tus hijos.

Victor la miró varios segundos con sus ojos entreabiertos, el ceño muy levemente fruncido y sus labios como una línea horizontal en su rostro. Desvió la vista, cerró los ojos y se subió al auto.

El primo de su mujer se subió junto a él y se marcharon, intentando hacer oídos sordos a la gran cantidad de insultos que la señora gritaba.

Victor fue contándole un par más de sus desgracias a quien ahora se había vuelto la única compañía amena en aquella noche.

Entre conversación y conversación, Victor manejaba hacía la dirección que su cuerpo pedía a gritos llegar.

—¿A dónde vamos?

—Tranquilo, ya estamos por llegar —replicó Victor una vez que dobló y se adentró a una calle más angosta. Se estacionó y bajó el vidrio—. ¿Ves la casa de allá? —preguntó Victor, mientras hacía un movimiento con su cabeza para apuntar la casa que estaba en la calle de enfrente.

—Sí.

Ahí vive la persona que amo.

—Oh... ¿Cómo se llama ella?

—Yuuri Katsuki, el hijo menor de los Katsuki.

—¿E-el...? Ya veo.

Victor sonrió levemente y echó a andar el motor nuevamente. Fue a dejar a su compañero de noche a su hogar. Este se bajó y antes de entrar a su casa le dice que, lo que decida hacer, tendrá su apoyo. Victor no dice nada, pero lo agradece internamente.

Se quedó estacionado un par de minutos, mirando un foco que se encendía y apagaba repetidas veces. Golpeó el manubrio con la yema de sus dedos con un semblante pensativo.

—No pierdo nada.

Y sin más, volvió a estacionarse frente a la casa de Yuuri, su amor.

Apagó el motor y se pasó a la parte de atrás del auto. Se semi-recostó con la mirada hacía la casa de Yuuri. Dobló un abrigo y lo utilizó como almohada. Cerró sus ojos y dejó su mente reflexionar.

«No sé como he terminado aquí, frente a tu hogar, pero extrañamente me siento más tranquilo de saber que si cruzo la calle, estarás allí.

Ah, Yuuri... haz monopolizado mi mente incluso cuando estoy ebrio, ¿podrás creerlo?

Me pregunto si algún día te reirás de esto, bueno, me pregunto si seré capaz de llegar a tener una verdadera conversación contigo...»

Sus pensamientos se tornaron tristes.

Poco a poco comenzó a recordar todos esos momentos patéticos de su vida. Su familia destrozada y el inexistente amor de su mujer.

Victor, se dio cuenta de que se mentía peor que un fumador que cree que si fuma junto a la ventana, el humo no entrará en la habitación.

Él estaba en un bote con un gran agujero, e inconcientemente, se mentalizaba diciendo una y otra vez: "Lo arreglaré". Y con sus manos tiraba el agua que hundía su bote hacía el mar.

Notó que su vida era un pobre, doloroso y constante ciclo sin fin.

Las horas pasaron rápidamente, y al despertar se vio en una posición incómoda y totalmente adolorido, pero al ver que frente a él estaba la casa de Yuuri, sonrió.

Se acomodó en el asiento del conductor, miró su rostro en el retrovisor, y partió a su hogar, que quedaba a la vuelta de donde se encontraba.

Sabía que se venía una gran escena, por lo que tomó una gran bocada de aire antes de abrir la puerta de su hogar.

Allí estaba ella.

Sentada en el sillón con una taza de café entre manos. Se podía ver que no había dormido nada.

—¿Dónde fuiste? Te esperé toda la noche como una imbécil.

—Nadie te pidió que lo hicieras.

Aquellas palabras hicieron detonar a la loca de patio interna que existía en su esposa. 

Gritos iban y venían entre ambos, mientras Victor caminaba a su habitación.

Tomó una maleta y tiró un montón de ropa dentro de esta, pero su esposa imposibilitaba las cosas sacando las prendas cada vez que Victor metía una nueva.

¡Eres el peor padre del mundo! ¿Cómo pretendes que salga adelante con tres niños?

Victor la miró directamente a los ojos y ella sintió un escalofríos recorrerle la espalda. La mirada de este era penetrante, llena de enojo y decepción pura.

—Me duele un montón irme de aquí, pero esto no es sano para ninguno de los dos.

—Está bien, vete. La puerta es bien ancha.

Un consejo de vida, sería que jamás, pero jamás, le digas eso a alguien, mucho menos repetidas veces. Porque esa persona, se cansará, se sentirá pequeña, se sentirá menospreciada, y finalmente, se irá. Ese fue el caso de Victor, el cual escuchaba la bendita frase al menos cuatro veces a la semana.

Se despidió de sus hijos, prometiendoles que volvería y besando sus frentes en un fuerte abrazo.

Abrió la puerta y una vez que su cuerpo dio un paso afuera, miró hacía atrás.

Su mujer mirando el piso mientras mordía los padastros en sus dedos. Su hijo menor mirándolo con inocencia y extraña felicidad. Sus dos hijas tenían unos ojos que transmitían decepción y tristeza.

Cerró la puerta y comenzó a llorar.

Las lágrimas caían con un sentimiento espeso de dolor, y es que Victor, sabía que ya no había vuelta atrás. Había perdido muchos años de su vida en aquella tan simple acción.

Victor buscó un departamento cerca de su antiguo hogar para lograr tener el mayor contacto posible con sus hijos, aunque esto era casi un acto inútil, ya que su ex-mujer, le negaba las visitas. Ante esto, habían días completos en los que él se quedaba frente a la puerta de su antigua casa, esperando que alguien le abriera.

Se sentía inútil por ver como alejaban a sus hijos de si, y él simplemente no podía hacer nada por mucho que quisiera, ya que hacer algo, significaba crear más conflictos, y ahora no estaba realmente seguro de qué estaba dispuesta a hacer aquella mujer por alejarlo más y más.

Un día, recibió una llamada en el trabajo, la secretaria dijo que se trataba de "una tal Katsuki".

Así fue como unos días más tarde, Victor, terminó  haciendo un pequeño trabajo en la casa de los Katsuki.

Algo ansioso, llegó.

Se trataba de un pequeño arreglo en la reja con la cual ellos se protegían a la hora de recibir a los clientes.

Victor, internamente, saltaba en un pie por estar allí. Tal vez tendría la gran suerte de ver a Yuuri después de tanto tiempo.

Ansiaba verlo. Saber como estaba, qué había sido de su vida todo ese tiempo en el que no pudo presentarse a las siete de la tarde y preguntarle qué tal estaba su día. También deseaba ver si había cambiado físicamente. Tal vez estaría más alto, más delgado, más guapo...

Sus pensamientos lo distrajeron a tal punto que no notó cuando una viruta gruesa de metal cayó en su frente e hizo un corte sobre su ceja.

Con la palma de su mano presionando la herida, caminó hasta la entrada de la casa de los Katsuki.

—¿Mari? —dijo Victor mientras miraba en todas direcciones algo desorientado por no conocer el lugar.

—¡Estás sangrando! ¿Qué te pasó?

—Oh, Yuuri... una viruta-

—Ven por aquí, tengo un botiquín.

Yuuri guió a Victor hasta su habitación, acción que si no hubiera sido ejecutada, hubiera terminado la historia de una manera muy distinta.

Victor se sentó en la cama de su amor platónico, con el corazón a nada de salir vomitado por su cavidad bucal.

Aunque esto hubiera pasado con cualquiera que tuviera a un chico como Yuuri en frente, sobre todo por el hecho de que llevaba unos shorts que terminaban un poco más arriba de su rodilla y una polera ligera. Un ligero aire coqueto en su fachada tan adorable.

Yuuri untó un poco de alcohol en una bolita de algodón y se puso frente a Victor. Este último casi suelta un gran suspiro al sentir la rodilla de Yuuri contra el dorso de su mano.

«Suave...»

Por su parte, Yuuri, sintió como sus mejillas comenzaron a volverse un poco más calientes, e inevitablemente, su piel se pintó de un lindo y fuerte rojo.

En silencio, limpió la herida de Victor y colocó un pedazo de gaza en el lugar en caso de que volviera a sangrar.

—Y... ¿cómo haz estado? —preguntó Victor una vez que Yuuri finalizó.

—Pues... bien, dentro de lo que se puede —soltó una risa con aires de cansancio—, ¿y tú?

Yuuri se sentó junto a Victor y ambos se quedaron mirando la pared frente a ellos como si se tratara de la cosa más interesante en la faz de la tierra.

—¿Dentro de lo que se puede? Creo que estamos en ambas condiciones. —sonrió de una manera algo sarcástica.

—Así parece...

La conversación parecía querer terminar allí, pero Victor estaba decidido a mantener una charla y así conocer mejor a quien le causaba tantos sentimientos bonitos.

—¿Cómo está tu familia? —se volteó a mirar a Yuuri una vez que hizo la pregunta, y ahí supo, que estaba tratando con un joven frágil.

Yuuri lo miró con una expresión afligida. Sus cejas tenían esa característica curva que se crea cuando estás por llorar, y los ojos no tardaron en mostrar aquella tristeza que vivía dentro de Yuuri.

Una lágrima cayó desde su mentón.

Victor detuvo la segunda.

❝No sé qué hice mal❞ repetía una y otra vez Yuuri mientras apretaba su labio inferior con sus dientes para evitar dejar caer más lágrimas.

—Primera vez que hago algo por mí mismo y todo el mundo parece odiarme cuando lo único que quiero es tener una vida feliz. No quiero tener cincuenta años y vivir con la angustia y el arrepentimiento a flor de piel, mucho menos preguntarme cada noche "¿Por qué no hice algo cuando tuve la oportunidad?".

Victor le prestaba atención en cada frase que decía, y pese a la tristeza de Yuuri, él no podía evitar estar feliz al ver como su amor platónico le abría el corazón con tanta confianza y calidez.

Yuuri soltó un espeso suspiro y sonrió con dificultad. Sonrisa que destrozó un poco más el corazón de Victor.

—Lamento desahogarme contigo, es sólo que... ha pasado algo de tiempo desde que alguien preguntó  por mí.

—Encantado me quedaría a escuchar todo lo que tienes que decir, pero por favor, no llores.

Victor acarició lentamente un cadejo del cabello de Yuuri y se puso de pie, dispuesto a seguir trabajando.

Conforme pasaba el tiempo, Victor solía visitar más seguido a Yuuri, sobre todo por el hecho de que Victor buscaba la forma de motivar a Yuuri de salir adelante y finalmente sacarlo de esa casa.

Vendamos jeans los días domingo en la feria

Fue la frase que cambió sus vidas por completo.

Reunieron dinero y compraron un saco de pantalones y se instalaron con un pequeño puesto entre los feriantes. Pequeños e inexpertos, pero ambos se complementaban perfectamente sin saberlo.

Yuuri era rápido en los números, lo cual era perfecto para sacar cuentas y dar vueltos a sus clientes; mientras que Victor deslumbraba por su alto carisma y preciosa sonrisa que atraía una gran clientela.

Poco a poco fueron surgiendo y agrandando su mercancía, pero eso no era lo único que crecía...

Yuuri, con algo de dificultad, comenzó a notar que la presencia de Victor le causaba una extraña tranquilidad, y a la vez, hacía sus días más agradables y felices.

Se estaba enamorando, pero jamás le diría a Victor.

Para año nuevo, Victor, viajó por tres días al sur a ver a su padre y hermanos, visita que terminó siendo un gran desastre al ver a su ex-mujer e hijos.

Sonrisas falsas, risas falsas, conversaciones forzadaz y abrazos tan apretados que parecían tener doble intención.

Fueron tres días condenadamente largos, por lo que, volver a su hogar, nunca fue tan agradable para su cuerpo.

El dos de diciembre fue entonces que Victor visitó a la casa de los Katsuki para abrazarlos y darles buenos deseos, pero al llegar, se encontró con la gran sorpresa de que habían dejado a Yuuri cuidando el negocio, ya que sus padres habían viajado por vacaciones.

—¿Cómo la pasaste en Año Nuevo? —dijo Victor mientras hablaban a través de la reja que siempre los separó a la hora de comprar.

—Nada muy especial. No faltaban los borrachos que preguntaban si aquí vendíamos champán.

Ambos comenzaron a reír ante la imagen mental que se creó en sus cabezas.

—Hay cada gente en esta vida... —comentó Yuuri con una cálida sonrisa.

—Sí... -susurró Victor para luego mirar a su amor platónico—. Oye, Yuuri...

—¿Sí?

¿Haz notado que de todos los años que nos conocemos, jamás nos hemos abrazado por Año Nuevo?

—Tienes razón.

Victor le sonrió y extendió sus brazos hacía Yuuri.

Yuuri salió de su puesto detrás del mesón y corrió a los brazos de Victor. Ambos se rodearon con extraño cariño que jamás se habían demostrado.

Victor no pudo evitar que su corazón saltara tan rápido contra el pecho de Yuuri, el cual estaba simplemente sorprendido por la velocidad en los latidos del contrario.

Yuuri se dejó fundir en aquellos brazos que lo apresaban con una fuerza innecesaria, ya que Yuuri, no tenía intenciones de separarse de Victor.

Aunque Yuuri si se asustó cuando sintió a Victor olfatearlo, pero antes de decir algo, prefirió sonreír y guardar la extraña experiencia en sus recuerdos.

—Yuuri...

—¿Victor?

—Gracias por tanto.

Yuuri dejó descansar su frente en el hombro de Victor para ocultar el rubor en su rostro, aunque inevitablemente demostró su vergüenza al apretar con más fuerza la camisa de Victor.

Se mantuvieron así hasta que Yuuri decidió mirar a Victor directamente a los ojos.

—¿Siempre tuviste unos ojos tan bellos?

—¿Siempre tuviste unas pecas tan adorables?

—Eso creo... -Yuuri dejó salir una tierna risa que hizo temblar a Victor.

Victor rodeó la cintura de Yuuri con un brazo, para utilizar su mano libre para acariciar su mejilla izquierda.

En este universo de sombras, mi única luz es tu mirada.

Detalles tan simples como esos de decir frases encantadoras, endulzaban su relación que comenzó poco tiempo después de aquel suceso tan significativo.

Victor le propuso ir a vivir juntos, y allí, él tomaba su guitarra por las noches y le tocaba canciones a Yuuri, canciones creadas con el puño, letra y mucho cariño de Victor.

Con un gigantesco e inquebrantable amor siguieron adelante.

Se cambiaron de cuidad y comenzaron a rentar la casa que más tarde sería completamente suya.

Y aunque recibieron muchos comentarios ofensivos, un montonar de personas se llenaron la boca hablando de ellos sin conocerlos, sin saber cuantas veces se tropezaron, aún tuvieron el valor de seguir e incluso reírse de aquellos.

La vida nunca fue fácil para ambos, pero sabían que, si se amaban, todo era posible.

F i n

🌱🌱🌱❤🌱🌱🌱

Casi 4600 palabras y una semana entera trabajando cada detalle.

Como ya sabrán, y si no, este es el primer one-shot que les dejo como celebración porque ya somos 1000❤, y bueno... este es el primero que decidí escribir, ya que se trata de la historia de mis padres. Obviamente, ellos me dieron la idea de escribirla.

Todo esto realmente sucedió, aunque algunas escenas parezcan de película ñkdfh.

Un par de datos a saber, es que esto sucedió en Chile, por el año 1980~.

Y sí, mi papá tuvo complejos de Yuuri Katsuki con el alcohol xDDDDDD

En fin... sólo quiero agradecerles a todo aquel que se sentó, leyó alguna historia mía y la disfrutó. Significa mucho para mí saber que mis escritos son apreciados, ya que jamás me vi en esta situación, jamás me vi escribiendo fanfics, jamás me vi con personitas esperando una actualización mía, pero me siento tan feliz de haber llegado aquí, de conocerlos, de leer sus comentarios, de las sonrisas que me han sacado y que les he sacado.

Significan mucho para mí, los que ya estaban y los que vendrán. Y sé que me faltarán palabras para agradecer todo lo que han cambiado mi vida.

Espero de todo corazón que disfrutaran este extenso one-shot, y también espero que nos veamos en el segundo que les prometí.

Los amo un montón.

💖

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