14
TOM
La felicidad en mi no podía ser más notoria. Mis tres hermanos y yo sentados en el piso sin preocupación de que se acabe el alimento porque sabemos que aún nos alcanza para muchos días.
La espalda de Harry estaba sanando gracias a los medicamentos y materiales que venían con las cosas. Paddy estaba más que feliz con los nuevos pantalones, zapatos y chamarra que cubría de cualquier frío. Y sam, sam era un tonto enamorado que se la pasaba hablando de su chica y de lo hermosa que se veía aún cuando el viento despeinaba su cabello.
Hoy era el último día que el rey, el príncipe y el otro rey iban a estar ausentes, después de eso tendríamos que volver a la rutina de siempre. Ayer había visto a Erin y me contó que la princesa le había dado uno de sus vestidos "viejos" y lo usó para venderlo y poder darle de comer a su hermano y a madre. Harrison había dicho que la reina siempre estaba encerrada en la habitación del consejo hablando y solo salía por las noches para ir a su habitación, cenar y luego dormir. Estaba muy calmado todo.
No había sabido nada de la princesa desde hace dos días. A pesar de que regresé al siguiente día al bosque con esperanza que regresara, pero no lo hizo.
Harry y paddy se fueron al arrollo para tomar un baño y luego regresar para dormir. Pronto iba a caer la noche, nos encantaba prender el fuego y taparnos con las nuevas mantas suaves y gruesas, con un olor peculiarmente agradable.
— Deberías de ir a verla —comenta sam mientras le da una mordida a la manzana— hoy es el ultimo día que está sola.
— ¡Ay si, dame un caballo y cabalgo hasta su castillo! —dije sarcástico—. Superarlo sam, no va a pasar.
—Si va a pasar Thomas, solo debes de aceptarlo —replica—. Debes de hacer que pase, no todo se lo puedes dejar a ella. Es decir, ya te mandó muchas cosas y de alguna manera debes de agradecerle.
Tenía razón, pero aún así no puedes simplemente llegar y decir "Hola ¿Qué tal? Vengo a ver a la princesa porque debo de agradecerle la comida y el oro que mandó a mi casa. Gracias".
— ¿Y qué quieres que haga?
—Puedes ir en la noche a verla. Nadie se va a enterar, solo finge que vas a trabajar por algo y te dejarán pasar. Todos saben que esa familia es conocida por solicitar a sus esclavos en medio de la noche solo porque quieren un vaso de agua.
Sam tenía razón, pero aún así como iba a llegar y hablarle así. Caminar hasta allá solo para decir gracias y luego regresar puede ser un poco peligroso dado a la hora.
Dos horas después iba caminando por el centro para llegar a la puerta principal del castillo y pasar desapercibido como un esclavo más.
Todos sabían que servía a la familia real, así que podía ir por los amplios y largos pasillos sin que alguien me interceptara o me interrogara por mi presencia a altas horas.
El castillo era más obscuro de lo que creía. Aún cuando varias partes tienen grandes espacios para que entre la luz al lugar, se deben de usar varias antorchas para iluminar el camino. Después de tantos escalones y pasillos, llego a la gran puerta café de madera que está custodiada por dos guardias a los lados. Finjo que me han mandad para entregar un recado y para ayudarle a algo a la princesa y me dejan pasar.
Aún cuando ya he estado aquí me sigo asombrando por el grande espacio y la gran cama que hay en el centro. Una de las puertas de ahí dirige a un balcón que da a una parte del castillo. Cuando estás ahí es casi imposible que te vean, pero tu puedes ver a todos.
— ¿Qué es lo que está pasando? —se escuchó la voz de Kara a lo lejos. Siempre tan demandante y segura, haciendo uso de toda esa autoridad—. Tom ¿Qué haces aquí?
Su voz cambió en segundos a una más suave y ronca. Su postura ya no era la típica forzada y ensayada, estaba relajada.
— He venido a decirte gracias por lo que mandaste. Salvaste a harry y a todos nosotros de morir de hambre o de frío.
Sonríe y baja la mirada.
— ¿Sólo viniste por eso? —preguntó esperando una respuesta mucho más romántica, pero la verdad es que ni yo sabía que hacía ahí, tenía esperanza de ser salvado por alguien o incluso por ella.
— No estoy seguro de que hago aquí. —afirmo y quedamos en silencio. Si sam estuviera aquí me estaría regañando por la falta de conversación o de romanticismo en mi personalidad.
Ella desvía la mirada y yo comienzo a retroceder para salir de ahí. Cuando regrese a casa me daré cuenta de todo el tiempo perdido y de lo estúpido que me vi ahí parado solo diciendo gracias.
Salgo de la habitación y camino por los mismos pasillos por donde llegue. El aroma a lavanda predomina frente a la puerta de la reina, pero cuando la pasas regresa un aroma a humedad e intento de un olor fresco dando como resultado algo extraño.
— ¡Tom! —gritan detrás de mi y la princesa en un paso apresurado para alcanzarme. Unas mujeres pasan junto a nosotros y hacen una mueca al verme, pero al mirar a la princesa su expresión cambia a una asustada y se alejan rápido—. Como te decía, no creo que deberías de desperdiciar tu tiempo viniendo hasta acá solo para decirme gracias. —una voz suave y tranquila, pero su cuerpo decía otra cosa. Movía las manos y se tambaleaba de un lado a otro dando a entender su nerviosismo o incomodidad— Acompáñame a la caballeriza.
Se voltea y camina en una línea recta perfecta. Firmeza y confianza es algo que siempre irradia en ella, nunca podrías adivinar que dentro está llena de dolor y tristezas. Cada vez que pasamos frente a alguien le hacen una reverencia o muestran una señal de respeto, sin embargo ella pasa desapercibida y los ignora como si nunca los hubiera visto, cuando son ellos quien sirven para ella todos los días.
Kara trae puesto un vestido largo y pequeño, aún se nota el corset que está aferrado a su cintura y los listones que aprietan cada parte de su cuerpo. El color verde claro resalta entre todas estas paredes rojas de roca, su cabello cae como una cascada de fuego. Con poder y control, resalta entre todos con esa piel tan blanca. Todos los marineros afirman que de todas las princesas que han llegado a conocer, la nuestra es la más bella de todas. Es por eso que cualquier príncipe pelearía por ella. Deben de cuidar bien su genética.
Salimos y el frío enrolla mi cuerpo como una gran manta. Llegamos y corre a todo aquel que se encuentre cerca. Nadie pregunta ni rezonga, solo se retiran asustados sin siquiera mirarla. Se acerca a un caballo grande, blanco y con una melena larga y suave.
— ¿Alguna vez has montado a caballo? —pregunta mientras agarra ciertas cosas de una caja de madera.
— No, mi padre nunca tuvo la oportunidad de mostrarnos.
Ella sonríe y desaparece por unas puertas de madera para luego regresar con una capa gris y una azul. Me entrega la azul y me queda un poco chica, pero me da vergüenza confesarlo así que solo la sigo con la mirada.
— Bueno, esta será la primera vez —se sube con facilidad al caballo y luego espera a que yo lo haga, lo cual no pasa por qué nunca me he subido a uno. No sé como hacerlo, pero no hace falta decirlo para que lo note—. Acércate y pon un pie en este soporte y con los brazos y la pierna te impulsas para subir.
La miro inseguro y ella solo se queda atenta a mis movimientos. Me acerco al caballo y al momento de impulsarme ella tiene que agarrarme de los codos para poder permanecer arriba y no caer en la tierra. Una vez arriba ella sonríe y me obliga a abrazarla de la cintura: No lo hagas si lo que quieres es caer. Amenazó y me pegue a ella para que el caballo comenzara a andar mientras yo aspiraba el olor que desprendía su cabello.
Recorremos las afueras de Vándalos. No sé exactamente a donde quería llegar, pero la hermosa vista de la playa hacía que todo fuera olvidado. El aroma a sal, el frío y el sonido de las olas chocar lo hacía todo mágico. Cerraba los ojos cada que venía una ráfaga de viento, se sentía bien, me sentía feliz aquí. De un momento a otro el caballo se detiene y abro los ojos viendo como ahora estábamos rodeados de árboles, sin embargo si mirabas por delante, el terreno estaba completamente plano y alto. Estábamos en un despeñadero.
Kara desmonta el caballo y luego me ayuda a bajar. Camina sin decir una sola palabra y se sienta casi a la orilla de este. Una incomodidad se apodera de mi al verla tan cerca del acantilado, pero a pesar de eso camino y hago lo mismo que ella.
La vista que tenemos me hace querer llorar. La noche totalmente azul obscura y estrellada, brilla más que cualquier otra. Sin miedo, sin vergüenza, muestra toda la belleza que tiene aún en la obscuridad. Las olas y el agua pegan con dureza en las rocas produciendo un sonido como el del camino. Algo placentero. Una luna media, pero grande reflejando con el agua.
— Mi hermano solía traerme aquí en las mañanas. Veíamos juntos el amanecer —hace un pausa—. Sin embargo nunca había estado aquí de noche, supongo que tuvimos suerte de principiante.
No respondo nada, pero no puedo dejar de verla.
— ¿Qué paso con tu hermano?
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