12




KARA

La sangre escurriendo y deslizándose por el piso como si fuera una suave tela de seda en pleno invierno. Aquel color me recordaba a los días que pasaban como si todo fuera un sueño, como si la realidad fuera alternativa y estuviera flotando en el espacio. Una especie de limbo.

La noche se estaba haciendo presente y las estrellas comenzaban a iluminar todo aquello que estuviera en la obscuridad.

Su cuerpo entre mis manos llenándolas de sangre. Sentía miedo, mucho miedo de perderle. De perder a la única persona que me hacía sentir algo más que un objeto.

— ¡Erin! — grito desesperada esperando que ella se encontrara por ahí. — ¡Erin, por favor!

Comienzo a sollozar como si fuera mi hermano el que está colapsando.

Nadie entra, nadie habla. Nadie nada.
Si nadie aparecía en este momento la madera se comenzaría a pintar de rojo y el se desangraría.

La puerta se abre de un portazo y miro expectante a la persona que entrará por esta. Harrison llega agitado junto con dos chicos y jadea parándose en cuclillas para poder recuperar el aliento.
— Por favor ayúdame — musito y voltea asustado al ver el cuerpo de su amigo inconsciente.

Ese día Harrison, Erin y otros esclavos se lo llevaron junto con su hermano. No sabía si los volvería a ver o siquiera si iban a sobrevivir.

Estaba en el balcón viendo hacia el bosque. Todos los árboles tupidos cubriendo el interior, cubriendo todas las casas y personas que caminan por ahí en las noches; ya sea cazando o tratando de llegar a sus casas después de un día tan agotador.

— Linda vista.

Me exalto por la voz y James camina a donde estoy para ponerse junto a mi. Recarga sus brazos sobre el barandal. Volteo y veo que al menos tuvo la decencia de cambiar su atuendo. Estaba usando unos pantalones negros de tela extra fina - lo sabía por la textura - y una camisa blanca de algodón que normalmente usa por las noches cuando hace frío.

Me quedo callada y regreso la mirada al bosque. Ya no hay señales de luz. Supongo que tom y harry ya están siendo curados por sus hermanos.

— ¿Por qué te pegó ese campesino? — pregunta con voz seca y rasposa.

-Por que le dije que la muerte de sus padres no fue un error. Ellos debían de pagar. - murmuro y mi cuerpo se tensa al recordar ese día.

James suelta una pequeña risa y se endereza, me agarra de la cintura y delicadamente me voltea para que quedemos frente a frente. Sus ojos son más azules, como el mar en pleno delirio. Sonríe y sus dientes están perfectamente alineados y blancos. Una sonrisa perfecta. Con la poca luz que hay alcanzo a ver pecas que adornan su respingada y perfilada nariz. Era la piel más suave que he visto, como de una muñeca de porcelana.

-Escúchame bien.- dice con un tono suave - No dejaré que cualquiera te haga daño, ¿De acuerdo?. A partir de hoy tú eres mi prioridad y si en ocasiones soy muy duro contigo es porque quiero hacer esto bien.

Un sentimiento de emoción creció en mi. ¿Será él el amor de mi vida? Es lindo, a mis padres les gusta y si no lo pongo de malas puede llegar a ser una persona muy linda.

Se acercó a mi y me besó. Sus labios tenían un sabor dulce. El beso era suave y lento. Sin presión, sin incomodidad.

-El rey, mi padre y yo iremos de caza mañana. Nos quedaremos en los montes de Arteguias y ahí estaremos unos tres días. Montaremos un campamento y discutiremos sobre el futuro. - regreso a ver la noche con una mirada fría.

Solo asentí e hice lo mismo que el. Solo que yo tuve que ponerme recta y sin erguir ni un músculo. Incluso admirando debía de verme perfecta.

Al siguiente día ellos se fueron y mi madre junto a la mano del rey se quedaron a supervisar.

Estaba feliz porque por primera vez en mucho tiempo no debería de preocuparme por si esta noche mi padre se enojaría por algo o por si James quisiera tocarme.

Baje a desayunar y mi madre ya estaba sentada en la gran mesa con su espacioso vestido azul.

- ¿Vas a desayunar? - asentí y me senté - El otro día - hace una pausa - Cuando te quedaste a ayudar al esclavo. ¿Por qué lo hiciste?

Me quede callada y observaba mi plato de frutas. Sabia a lo que esta conversación me llevaría; sin embargo mi madre no tenía intensión de calmarse.

-¡Responde cuando te hablo Kara! - gritó - Hiciste que quedáramos como unos ridículos frente al rey y la reina, ¿Aún no entiendes? Esa no es tu gente. No tienes que ver por ellos; más bien por nosotros. - Tenía la mirada llena de ira y sus ojos irradiaban ¿Tristeza?

Mi madre. Una mujer fuerte, con los ojos verde limón, - cuando era pequeña mi padre decía que sus ojos eran su gran tesoro, que podías verlos y perderte en ellos- cabello pelirrojo y lacio. Largo y su gran melena ayudaba a llenar la corona que usaba para las ceremonias.

- ¿Cuidar a los nuestros? - solté una risa sarcástica - Entonces dime, ¿Por qué mi hermano está muerto?

- Todas las noches deseo que seas tú la que estuviera muerta y no el. Por que tú no sabes hacer nada. Eres inútil y por tu culpa el esta muerto, por tu culpa el se fue y por tu culpa tu padre y yo ya no funcionamos. Solo estorbas y no sabes hacer otra cosa más que eso. No sabes que decepción eres para la familia real. - respondió con cinismo.

- ¿Entonces por qué no me matas? - Protesté

- Créeme que ganas no nos faltan, pero para nuestra mala suerte. Tú eres la única que puede ser heredera a este trono sin romper el linaje de sangre. - Se levantó y acomodó su gran vestido - Sin embargo, no me sorprendería que hubiera alguna tragedia después de tu primer hijo.

Salí corriendo.

Salí corriendo al establo para agarrar mi caballo e irme lejos de ese lugar sabiendo que en la noche regresaría para pedir perdón por culpas que no eran mías, pero ¿Qué más podía hacer? Nada, no podía hacer nada.

Me metí al bosque y mientras lloraba me dirigía a la parte más profunda de toda esta naturaleza. Ya no podía más. Estaba harta de que me recordaran todo lo malo, todos los defectos y que me recuerden como la vida no vale nada y nunca valdrá nada. Tengo miedo de no poder encontrar sentido a nada de esto, no encontrar el sentido de estar respirando en este tormento. No encajo en ningún lugar. No soy ni seré especial para nadie.

El caballo deja de andar y me bajo para correr a la orilla del río y derrumbarme frente a este.

El agua cristaliza dejaba ver las rocas que había al fondo, el sonido del agua correr y de los animales. En lugar de causarme miedo me causaban paz. Aquí podía estar sola y nadie iba a verme, nadie vería el problema que soy.

- ¿¡Por qué, maldita sea!? - aventé las pequeñas rocas que estaban frente a mi mientras gritaba lamentándome una y otra vez.

Temblaba y tomo mi vestido se tornó de un color amarillo claro a un color café pantanoso. Estaba mojado por el pasto y la húmeda tierra.

Antes mi hermano, mi antigua mucama y yo veníamos aquí. Ellos traían comida y una manta para pasar el día jugando entre los árboles y las hojas que caían de estos. Corría y corría entre la naturaleza sin preocupaciones. Corría riendo, soñando, creyendo, amando. Cuando mi única preocupación era la cantidad de joyas que usaría mañana y de que color.

¿Quién diría que esa misma niña es la que está ahora derrumbada en el mismo lugar donde ella solía reír?

Todo el llanto me asfixiaba y comenzaba a hiperventilarme. No había manera de calmarme. Solo quería morir en el único lugar donde fui feliz.

Unos brazos desconocidos me rodean y me sujetan con fuerza. Carroñeros pienso, pero no hago ni el más mínimo esfuerzo por safarme. Estoy muy concentrada en no sofocarme como para preocuparme por carroñeros.

- Tranquila, tranquila. Respira - susurran en mi oreja y me pegan a su cuerpo.

Ese aroma, esa voz.

- Todo está bien. Estas bien - la voz de tom se hace presente en este laberinto sin salida.

Mi respiración comienza a regularse y mi llanto a calmarse. Pasa su mano suavemente por mi cabello y algunas veces los enreda con algunos mechones. Sigue abrazado a mi.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la dulzura y serenidad de su voz.

Me tranquilizo y el se separa de mi.

Está más demacrado de lo normal y trae una playera desgastada blanca, unos pantalones beige que puedo asegurar que son tan rasposos como una lija y una capa café que se amarró con una pequeña cuerda en el cuello.

- ¿Qué haces aquí? - cuestiono.

- Aquí venimos a conseguir agua, es más limpio aquí que en la parte poblada.

Un silencio se adueña del ambiente. Tom aparta la mirada cuando se percata de mi mirada fija en sus ojos y su rostro. No era algo angelical o incluso algo que en algún momento se podría catalogar como belleza, pero tenía algo que nunca había visto en nadie. Esos ojos color castaño, como su cabello. La falta de ceja y labios. Las marcas, cicatrices y todas las partes demacradas. A pesar de tantos defectos físicos. Este chico era una de las personas más hermosas que había visto.

- ¿Cómo... cómo está tu hermano? - preguntó y se sorprende por mi preocupación. Supongo que el esperaba que le reclamara algo o le pediría que se fuera y olvidara todo esto.

- Bien - responde sin pensar - bueno, olvidando el hecho de que tiene varios cortes en la parte del abdomen y espalda, está bien. Se tomará dos días de descanso.

- ¿Y tú? - voltea a verme y evito su mirada, no soy capaz de mantenerla más de cinco segundos.

- Bien, solo me duele un poco, pero nada que no se pueda arreglar con un baño.

Se para y me ofrece la mano para que haga lo mismo.

Me quedo ahí parada y el se da la vuelta para irse. No sé porqué no lo seguí o porque no lo detuve, pero cuando quise evitarlo el ya no estaba.

Me subo al caballo y comienzo a buscarlo por ahí cuando lo encuentro cerca de un árbol enrome recogiendo algo de la tierra.

- ¡Tom! - llamo su atención y voltea a todos lados para buscar el origen del sonido. Me ve y sonríe. - Gracias por ayudarme hace un rato.

El se ríe y me ayuda a bajar del caballo.

- ¿Me seguiste solo para decirme eso? - me quedo callada y analizo muy bien todas mis respuestas.

- No, en realidad quería ofrecerte un baño en el castillo. - hace una mueca de inseguridad - Como sabrás James y mi padre no están, entonces es más fácil ya sabes... meterlos.

- Muchas gracias - sonríe - pero hoy no podemos. Es un día especial para nosotros y prefiero estar así.

¿Sucio? pensé

- Por cierto, gracias por... por lo de el otro día - comenzó a tartamudear - Tú me... me salvaste de alguna manera y pues... ayudaste con... con mi hermano. Aparte de que... bueno... tú me ayudaste a... alimentar a mis hermanos con... con el dinero del otro día y... y pues - se movía de un lado a otro inquieto y me causaba un poco de risa.

- No te preocupes - reí - Lo mereces.

De tanto "hablar" no me di cuenta de la poca distancia que había entre nosotros.

- ¿Qué es lo que paso? - Preguntó curioso - ¿Qué hacías tan lejos del castillo y tan adentro del bosque?

-Tenía que escapar un poco de todo. El castillo aveces es demasiado pequeño para mi - tom se comenzó a reir.

— ¿Pequeño? - preguntó con ironía - Tu castillo es lo más grande que he visto en el mundo.

— Si, pero si vivieras ahí te darías cuenta de lo sofocante que puede llegar a ser. — contesto y el solo me mira con lastima.

Me abalanzó a él y lo abrazó. El había sido lo más real que había tenido estos días y me sentía feliz de tenerlo. Nos separamos y nuestros labios quedaron a escasos centímetros.
Mis manos comenzaron a sudar y mi corazón estaba que estallaba. No se porque pero estaba tan nerviosa por todo esto.

— Kara — susurra y cierro los ojos al sentir su aliento en mis labios. — ¿A qué le tienes tanto miedo? ¿Qué es lo qué pasa? — sentía su preocupación en cada palabra y eso sólo me hacía sentir más especial. Sin embargo nuestra cercanía seguía siendo la misma.

— ¿Alguna vez haz llorado por ser tu? Por no ser suficiente para nada. Tengo tanto miedo de siempre tener miedo. Tengo miedo de quedarme sola en una habitación, tengo miedo de quedarme con alguien en una habitación. Tengo miedo de salir, de sentir. Tengo miedo de vivir.

Quiero llorar, pero ya no más. Estoy harta de ser tan débil.

— Eres una de las personas más fuertes que conozco. — musita y lo miro a los ojos. — Cuando yo llegaba harto de todo por todos los problemas que me rodeaban. Siempre que llegaba a la casa y mi madre me veía así me decía "Estas muy joven para estar así de estresado, despechado o cansado. Respira, todavía te queda mucha vida" — Sonríe con melancolía y baja su mirada al piso. — Todavía quedan muchas cosas Kara. No desistas.

Se acercaba todavía más y más, pero no solo el. Era un movimiento involuntario de parte de los dos.

Nuestras respiraciones se sincronizaban cada vez más. Estábamos casi funcionados, estábamos a escasos centímetros de ser uno mismo. Cuando una voz gritando su nombre se escucho a lo lejos.

Nos exaltamos y nos separamos rápidamente.
Ese día tom y yo nos despedimos y nos fuimos del lugar. En todo el día nunca dejé de pensar en sus palabras. Después de todo, ir al bosque no fue tan mala idea.

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