Capítulo uno

« CAPÍTULO UNO »

" Impressions"

El otoño al fin da indicios de su llegada. Una tenue brisa remueve un par de mechones de mi cabellera y observo como las hojas teñidas con algunas manchas marrones se desploman a mi lado.

He esperado este momento, sin exagerar, desde que el verano empezó. Ante el primer atisbo del aumento en la temperatura yo deseaba encerrarme en casa y no salir de allí hasta que este minuto llegara, sin embargo la vida no es como queremos, y las clases en la universidad no me permitieron cumplir mis fantasías.

Y ahora, siendo día lunes a eso de las tres de la tarde aproximadamente, estar en la intemperie no suena tan descabellado como lo hizo hace un par de semanas atrás. Junto a April –mi mejor amiga y compañera de clases- seguimos en el campus debido a un trabajo grupal, el cual compartimos con Dalton, un chico de la carrera de música. Definimos previamente en quedar en la casa de su amigo (que también estudia música y es parte de la clase), y gracias a esto, aún nos encontramos en la universidad, esperando a que saliera de su última clase del día.

Las instalaciones de la universidad contaban con una gran extensión de áreas verdes entre las diferentes facultades, así que allí estábamos, sentadas en el pasto recién cortado, bajo un árbol que nos proveía la sombra suficiente, dado que aún el sol a esta hora deslumbraba nuestra vista. En el camino nos topamos con Amber, una chica que estudia psicología, a quien conocimos cuando estábamos en primer año.

Amber va un año más avanzada que nosotras, es alguien muy inteligente, tranquila y bastante graciosa. Ella también espera a su amiga, Sherley, quien aún no termina sus clases, al igual que Dalton. En nuestra conjunta espera, nos divertimos hablando de diversos temas, y es Amber quien está en medio de un relato que está tomando un extraño rumbo.

—Yo no suelo contar este tipo de cosas por respeto a la intimidad del otro, pero ¡Dios! esto deben saberlo antes de que ya explote. —señala ella, haciendo un montón de gestos con sus manos. Suelto una pequeña risita al ver su expresión desesperada, y April a mi lado la invita a seguir hablando. —Ustedes y yo no tenemos censura, ¿verdad?

—Por favor Amber, te hemos contado un montón de cosas vergonzosas con lujo y detalle. —se burla April, vuelvo a reír por su acertado comentario, ella no tiene pelos en la lengua.

—Bien, el otro día conocí a un hombre llamado Denny.

— ¿Es el mismo Denny que llevas hablando por semanas? —interrumpo. Ella asiente repetidamente.

—El asunto aquí es que no se cómo, pero terminé conociendo una parte de él que no quería.

— ¿Le viste el culo? —inquiere April. Abro los ojos con sorpresa, pero Amber niega, entonces me llevo las manos hacia mis labios, reprimiendo la risa que quería soltar. —¡No jodas Amber! Le viste el p-

—¡Sí! —grita. Allí estallamos en risa, la cual incrementa cada vez que Amber agrega más comentarios a su relato que prefiero olvidar.

—¿Y el te dijo algo al respecto? —vuelve a preguntar April secando las lágrimas a causa de la risa.

—¡Somos mejores amigos ahora!

Vuelvo a reír de tal manera que incluso el estómago llega a dolerme. Me gustaba su presencia, con ella todo eran risas. A pesar de que por fuera luciera como una persona seria, realmente no lo era.

Tiempo más tarde, su mejor amiga salió de su clase, así que estuvimos un par de minutos las cuatro conversando hasta que finalmente nos despedimos ante el aviso de Dalton. Ni idea cuanto tiempo estuvimos allí, pero no fue tiempo perdido en lo absoluto. April y yo nos despedimos de las chicas y emprendimos rumbo hacia la entrada.

—A ver si me queda claro... ¿tu amigo tiene su propio apartamento?

Los tres ya nos encontrábamos de camino hacia la residencia de su amigo, y en cuanto Dalton pronunció la frase "iremos a su apartamento" con April lo quedamos mirando con asombro. Bueno, quizá yo más, lo admito. No acostumbro a conocer personas con semejante independencia, por eso me impresiono con facilidad.

—Así es. —afirma.

— ¿De qué amigo estamos hablando?

—De Yoonie.

—¡Oh! —exclamo luego de unos segundos, creo saber de quién está hablando. —Es el chico que siempre está con cara de póker, ¿no?

—No pudiste describirlo de mejor forma.

Ya lo recordaba, aunque no estoy muy segura de que su nombre fuese ese, al menos no tengo en mi memoria que alguno de los profesores lo hubiese llamado de esa forma.

Dalton terminar deteniéndose frente a un edificio en tonos crema, no muy alto, a simple vista parece contar con cinco o seis pisos. April y yo lo seguimos hasta la entrada, ya que parece conocer el recorrido de memoria, lo cual me resulta gracioso puesto que el conserje de turno lo saluda cómo si fuesen cercanos. Quien sabe cuántas veces ha estado por estos lugares.

Luego de eso subimos por un ascensor hasta el piso 6 y buscamos la puerta con el número 607.

—607, 607... ¡Aquí está!

Toca el timbre cuando nos encontramos frente a la puerta y segundos más tarde un chico de ojos rasgados aparece en nuestro campo visual.

—¡Yoonie! ¡Tanto tiempo sin verte, amigo!

El chico frente a nosotros eleva un poco una comisura, y con un movimiento de cabeza, nos invita a entrar. Ahora se perfectamente quien es. Sip, definitivamente es el chico cara de póker. Jamás he cruzado alguna palabra con él, lo cual es curioso pues no es la primera vez que compartimos clases.

—Hey —saluda, haciendo un gesto con su cabeza.

Yoonie o... cualquiera sea su nombre, es de tez pálida, pequeños y rasgados ojos oscuros, y tal como dije anteriormente, siempre posee una expresión seria en el rostro. La hebras de su cabello son de color negro azabache, lacio, y debido al corte que utiliza su frente queda medianamente al descubierto.

En la entrada del departamento visualizo un pequeño estante con varios zapatos en el, Dalton saca las zapatillas que trae, dejándolas a un lado y camina libremente hacia la salita.

—Uhm... ¿debemos sacarnos los zapatos? —inquiero al chico frente a mí, dudosa. Casi contesto por mi propia cuenta la pregunta al fijarme en las pantuflas que trae.

—Si es que no les molesta, si.

Hacemos caso a su petición, dejando nuestro calzado a un lado de las zapatillas de Dalton y luego de eso caminamos a través de la salita, que no es muy grande.

—¿Dae Hyun ya está aquí? —cuestiona Dalton, tomando asiento en uno de los sillones negro en forma de L que se encuentran en la sala.

Cuando nos adentramos en el apartamento me es imposible no inspeccionarlo. El lugar es pequeño, pero todo está tan pulcro y ordenado que llega a ser acogedor. El olor a café golpea fuerte mis fosas nasales, pareciendo ser un toque más de la decoración. Las paredes son en su totalidad blancas y los pocos muebles con los que cuenta parecieran estar hechos de madera. También distingo un par de fotografías enmarcadas en una de las pequeñas mesas a un costado del sillón individual, pero no me acerco a verificar quienes están en ellas, me contengo lo suficiente como para no parecer impertinente.

—Está donde Suni. —aclara el chico, sacándome del trance en donde soy cautivada por la belleza y simpleza de su hogar. —Y bien... ¿Qué es lo que hay que hacer? ¿De qué trata el trabajo?

Dalton, tomando un sorbo una bebida que no tengo la menor idea de dónde sacó, me apunta con la cabeza, esperando que comience con la explicación. April rueda los ojos y yo la imito, extrayendo mi cuaderno con todos los apuntes relacionados al trabajo.

—Vamos Bea, tu explicas mejor todo, ¿sí?

Con tres pares de ojos observándome expectantes, sobre todo el anfitrión quien no tenía idea en qué consistía lo que debíamos hacer, doy inicio a mi explicación, recordando lo que la profesora mencionó en la clase.

—Bueno... debemos realizar un proyecto a largo plazo. Es decir que, hay una exposición al finalizar el semestre y cada clase a partir de ahora es evaluada de acorde a nuestros avances. —comienzo explicando, chocando miradas con el asiático frente a mí. El hecho de que siga manteniendo esa fina línea en sus labios, sin un rastro de sonrisa me pone algo inquieta. —Debemos planificar nuestro tema y la próxima semana empezar a armar lo que sería nuestra presentación.

Termino de aclarar, dedicándole una pequeña sonrisa. Le extiendo mi cuaderno para que vea todos los apuntes que tomé sobre el tema y no esté tan perdido debido a su ausencia.

—Allí están todos los detalles, la fecha de la exposición final está con marcador púrpura y anoté algunas ideas que se me ocurrieron por ahí.

Su boca se abre para decir algo, pero el sonido de mi celular frena sus palabras. Me disculpo ante la interrupción y me alejo un par de pasos para atender la llamada.

—¿Mamá? —contesto, desconcertada. Me resulta extraño su llamado, puesto que le avisé por mensajes que estaría haciendo un trabajo y que llegaría más tarde a casa, y mamá no suele ser de las que interrumpen a no ser que sea por algo importante.

—¿Bea? ¿Crees que puedas venir a casa?

Su tono de voz eriza mi piel.

—¿Sucedió algo? ¿Por qué tienes esa voz?

No me siento muy bien...

—Está bien —replico, alarmada. Por supuesto que no está bien—Iré en seguida. ¿Y-ya llamaste a papá?

Lo hice pero está atrapado en el tráfico.

—Está bien, iré en seguida, no te preocupes.

Al momento de girar me paralizo al ver todas las miradas puestas en mí. No estaba al tanto de que mi llamada fuera el centro de atención. El signo de interrogación en sus rostros me hace sentir culpable, pero esta situación es una emergencia que no tenía prevista.

—L-lo siento. —titubeo, nerviosa.

Mi lengua se atasca dentro de mi boca en busca de las palabras correctas que por supuesto, se rehúsan a salir. Simplemente muevo la cabeza en forma de negación, al mismo tiempo en el que tomo mi bolso con los nervios a flor de piel. Sé que debía explicarles el motivo de mi salida, pero estaba tan nerviosa que nada salía de mi garganta. Una llamada así no se recibe todos los días. De hecho, nunca he recibido una llamada así por parte de mi madre, es la primera vez y estoy aterrada.

—No sé lo que sucede pero debo irme ahora. Lo lamento, en serio, mañana p-

—¡Bea! Tranquila, sólo ve. —interrumpe April, acercándose hasta mi.—Todo estará bien.

—Si... bien.

Me despido apresuradamente, tomo mis zapatos de la entrada, poniéndomelos lo más rápido que puedo y salgo del departamento con dirección al ascensor. Toco el botón plateado con insistencia esperando que esté llegue lo más rápido posible, y cuando al fin lo hace, entro en el presionando el piso uno. Antes de que las puertas se cierren, veo el cuerpo de otra persona entrar.

—Puedo llevarte.

Doy un paso hacia atrás debido a la sorpresa. Cuando mi cuerpo y mente reaccionan, mi cabeza se mueve de arriba a abajo a modo de afirmación, no soy capaz de articular alguna palabra.

Al llegar al primer piso sigo los pasos del chico de ojos rasgados hasta el estacionamiento, en donde hace sonar la alarma de un bonito auto color negro, cuya marca desconozco. Siquiera me detuve a pensar que con la frase "puedo llevarte" se refería a esto. ¿También tiene su propio auto? Debe tener mucho dinero, pero en este segundo agradezco que lo haga pues de seguro el trayecto a mi hogar sería mucho más rápido que tomando el autobús

—¿Me das la dirección? —pide, tecleando en el GPS de la pantalla del automóvil cuando ambos ya estamos dentro.

Me impresiona la destreza y velocidad con la que abandonamos el estacionamiento del edificio. La coordinación entre sus manos y pies cuando le toca pasar un cambio, sin siquiera fijar la vista en la palanca me deja perpleja. Se nota que goza de aquella habilidad, denota seguridad y experticia al volante.

Y luego estoy yo, que ni siquiera sé como prender un automóvil.

Recorremos las calles de su vecindario velozmente, pasando a la mayoría de autos que se hallaban ahí. Nuevamente, estoy impresionada. Entro en una suerte de shock en donde solo puedo concentrar mi mirada en el frente, viendo como todo a mi alrededor se vuelve ajeno, distante.

—¿Tu madre tiene algún tipo de enfermedad?

Agradezco que mi acompañante logre aterrizar mis pies en tierra, pero su inocente pregunta incrementa de lleno mi ansiedad.

—Mm... no. —respondo, haciendo un rápido listado mental sobre los potenciales escenarios que me esperan en casa, pero en ninguno encuentro motivos o causas que me den pistas del estado de mi madre. La poca información con la que cuento me hacen arrepentirme que no haberle preguntando aunque sea sus síntomas, fui presa de mis nervios.—¿T-tu nombre es Yoonie?

Ya lo sé, ¿Qué tiene que ver eso con mi madre? Nada, en lo absoluto, sin embargo acabo de recordar que no se su nombre real, y es lo primero que se debe saber de una persona. Además me serviría hablar sobre otra cosa porque la ansiedad me está inquietando descomunalmente.

—Yoonmi.—contesta, seguro. Su ceño está levemente fruncido.

—Yo soy Bea.

—Ya lo sé.

—¿En serio? —inquiero, sorprendida. En un semáforo detiene el auto, gira a mirarme aún con el ceño fruncido y una expresión de extrañeza.—e-estoy bastante nerviosa ahora como para recordarlo, lo lamento.

Esta vez niega, sonriendo de forma burlesca. Vaya primera impresión. O bueno... quizá segunda, no estoy muy segura. ¡No puedo recordar nada en este momento!

—Tienes un lindo auto Yoonmi.—admito, detallando cada parte de su reluciente vehículo.—Además es cómodo. —Y huele bien, me gustaría agregar.

—Gracias.

—¿Cuántos años tienes?

—¿Por qué quieres saber eso?

—Yo tengo veintiuno y no tengo ni la mitad de cosas que tú. ¿Debería sentirme como un fracaso de persona?—susurro lo último más para mí misma, pero al parecer consigue escucharlo.

—No lo creo.

—¿Te costó mucho obtener todo lo que tienes?

—¿Por qué tantas preguntas? —formula, con una pizca de confusión en su tono.

—¿Te molesta?

—Mm no. Sólo... no estoy acostumbrado.

—¿A qué te hagan tantas preguntas?

—Sí.

—Oh pues... si quieres dejo de hablar ya.

—Está bien.

Es la respuesta que menos me esperaba, pero hice caso a sus deseos y cerré mi boca, aguantando mis ganas de seguir charlando. Al fin y al cabo su amabilidad debía pagarla de alguna forma. Miré por la ventana intentando distraerme, pero los pensamientos comenzaban a ser más insistentes y molestos. Necesitaba hablar para calmarlos.

—¿Por qué te llaman Yoonie?

La única manera de mantenerme cuerda es hablando. El nerviosismo amenazaba con ganar y honestamente prefería centrar mi atención en otra cosa que no fueran mis pensamientos. Dentro del auto todo está en silencio, salvo por nuestras voces, pero fuera de eso, ni siquiera escuchamos el ruido ambiente, pues las ventanillas están arriba.

—¿Por qué hablas tanto? —Oh, ¿es eso un insulto?

—¡Ah! Es que tú no dices nada.

—Quizá no lo hago porque no quiero.

—Oh, touche.

Vuelve a cerrar su boca, concentrándose en las calles.

—¿Ahora responderás mi pregunta?

Esta vez voltea a mirarme por un milisegundo de manera incrédula, no sé porqué. Suelta una risa burlesca, agarrándose el puente de la nariz con su mano libre, aunque no entiendo por qué se ríe.

—¿Dije algo gracioso?

—¡Bea! —exclama mi nombre, boquiabierto.—Eres como uno de esos bichitos que están constantemente en tu oído.

—Esos bichos son muy molestos.

—¡Exacto! —vocifera, soltando una carcajada, divertido. Quizá sea momento de callarme. ¡Sólo estoy nerviosa! Hablar logra tranquilizarme, creo que no se da cuenta de eso. —Oye... —articula, mirándome de reojo, luego de un par de minutos en donde me obligo a cerrar la boca.— No estés nerviosa. Si quieres puedes seguir hablando pero... más lento.

—No, está bien. No quiero incomodarte más.

—Tengo veintidós.

—¡Oh! Eres mayor. —enseguida me entusiasmo por su iniciativa. — ¿Cuándo cumples años?

—No puedo creer que esté haciendo esto...—balbucea más para sus adentros, aunque puedo oírlo perfectamente. — el viernes.

—¡El viernes es tu cumpleaños! —inquiero asombrada—¿Harás una fiesta o algo?

—No lo sé, no lo creo.

—¿Por qué no? ¡Cumplirás un año más de vida! Eso es algo que se debe celebrar.

—¿Tú crees?

—¡Claro que sí!

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