Extra 3: Luna de miel

Jungkook


Jimin fue el primero en entrar a la habitación del hotel. Procedió a lanzarse de cara en medio de la enorme cama matrimonial, con brazos y piernas abiertas. Lanzó un hondo suspiro, cansado por el jet lag.

—Enano, me hiciste pedir la suite con vistas a la torre Eiffel y ni siquiera saliste a mirarla —se quejó Tae, llegando con el carrito de las maletas.

Sonriendo por lo tontos que eran, quité los bolsos y devolví el carro al pobre botones, que esperaba en la sala. Le tendí una generosa propina y gesticulé un "lo siento" con las manos juntas, intentando excusar a los otros dos, que ya se estaban peleando en la cama.

—¡Ay, Taeeeee! Déjame descansar un momento —chillaba Jimin, aferrándose a las sábanas y desordenándolo todo mientras forcejeaban.

—No sean tan ruidosos —les advertí, abriendo mi valija para sacar una muda limpia de ropa. Necesitaba bañarme cuanto antes después de pasar un día entero viajando en avión.

Aterrizamos del último vuelo hacía unos minutos y, tras tomar un taxi, finalmente estábamos en un hotel de cinco estrellas a pocas cuadras de la vistosa torre Eiffel, en la ciudad del amor. Podía distinguirla a través de uno de los enormes ventanales gracias a las luces de colores que la iluminaban, recortándola contra la noche estrellada.

Era la primera vez que los tres salíamos de Corea. Fue un desafío el tema de la comunicación en los aeropuertos al momento del transbordo, pues tuvimos varias escalas. Minnie y Tae estaban aterrados mientras yo daba la cara por haber mejorado mi nivel de inglés durante los cursos de medicina de la universidad, así pude comunicarme para pedir referencias o preguntar algunas cosas.

Hablando de esos dos, alcancé a distinguir que Taehyung envolvió a Jimin con el cubrecama y lo arrastró hasta dejarlo en el balcón exterior de la habitación. Acto seguido, mientras Minnie se quejaba, Tae le cerró la puerta corrediza para que no pudiera entrar.

—Ahí está la puta torre, Jimin. Mírala —le señaló en dirección al monumento, al mismo tiempo que el otro golpeaba el vidrio con los puñitos.

—¡Tae! ¡Está helando aquí! —gritó nuestro rubio, terminando por aferrarse los bracitos, que le temblaban incontrolablemente bajo el cobertor. Sólo llevaba pantalones con una polera encima y estábamos en época invernal de este lado del mundo.

—Déjalo entrar —intenté negociar con Tae.

—No. Me pidió una luna de miel en París y ahora va a disfrutar la experiencia completa.

—Se va a enfermar y no disfrutará una mierda —intenté hacerle recapacitar, apretándole el hombro con la mano.

Puso los ojos en blanco.

—Mírala y te dejo entrar —le dijo a Minnie, que hizo un puchero enojado y lo complació. Recién entonces, Tae se rindió.

Nuestro rayito de sol le empujó el hombro al pasar y arrastró los pies hasta mí. Se liberó del cobertor y se abrazó a mi cuerpo buscando calor. Lo envolví, negándole con la cabeza al culpable de esta situación.

—Ya te pones de su parte —se quejó Taehyung—. Nos hizo pagar una fortuna por las vistas por mero capricho.

Refugiado entre mis brazos, tembloroso pero terco, Jimin le sacó la lengua.

—Si sabía que eras tan tacaño, no me hubiera casado contigo.

—¡¿Tacaño yo?! Espero que nuestro bebé herede mi altura, porque con la tuya será un gnomo feo y enano.

—Y yo espero que saque mi nariz, porque la tuya está operada gracias Kookie.

—Cierra la boca, niño malcriado.

—¡Pizarra de jardín de infantes!

Taehyung abrió la boca, ofendido por el ataque a sus tatuajes.

—Coreano falso.

Jimin entrecerró los ojitos, notando que ya empezaba a ponerse personal.

—Bien que quisiste casarte con esta belleza mitad coreana —frunció el ceño y escondió el rostro contra mi pecho, empinando su culo a propósito, pues era el punto débil de Taehyung. Le froté la espalda, haciéndolo entrar en calor.

Ahí íbamos de nuevo.

Tenían una extraña rutina de pelearse con insultos tontos, como niños. Lo hacían jugando, por supuesto. No dejaba de ser gracioso a los ojos de quien lo presenciara, porque parecía que se olvidaban de la edad que tenían y simplemente empezaban a burlarse de sus defectos hasta que terminaban pidiéndose perdón a los besos.

—Quédense tranquilos —me esforcé por apaciguar las aguas. No entendía cómo podían tener tantas energías—. Y pidan algo para cenar, que la cocina del hotel cerrará pronto. Yo iré a bañarme —intenté apartarme de Jimin, que me aferró con más fuerza. Levantó sus ojitos tristes y negó con la cabeza.

—Voy contigo.

—A mí no me vas a andar ignorando, enano pulgoso —estalló Tae cuando lo escuchó.

Vino en mi rescate y me quitó de encima a Minnie, que se empeñaba en ignorarlo y extender los bracitos en mi dirección.

—No tardaré —le prometí, luchando con la sonrisa que quería escaparse de mis labios. Era tan bonito haciendo sus berrinches, que deseaba comérmelo a besos.

Tomé mi muda de ropa y les di la espalda.

El baño principal era espacioso, los azulejos brillaban con su blanco reluciente y tenía el agregado de una ducha y un jacuzzi. Preferí tomar la ducha, esperando poder estrenar el jacuzzi pronto con el par que todavía discutía en la habitación.

Me desnudé y calibré el agua de la regadera a una temperatura adecuada. Se sintió reconfortante el calor del agua resbalando por mi cuerpo, relajando los músculos que había tenido en tensión a causa de la postura sentada.

Tomé unos minutos para desconectar de la adrenalina que experimenté durante la odisea. Se sentía bien disfrutar con ellos, compartir una nueva experiencia que nos acercaba.

Fue idea de Minnie conocer París. Pensó que sería un destino perfecto para una luna de miel.

No me desagradaba la idea. Más bien, prefería cualquier cosa que lo hiciera feliz. Con Tae, contribuimos a conseguir un buen hospedaje. Consentiríamos a nuestro pequeño, le retribuiríamos de alguna manera por el cariño que nos brindaba y le haríamos el amor tantas veces en el formato internacional, que no podría mantenerse sentado.

Estaba repasando mentalmente el itinerario planeado para el día siguiente, cuando la puerta fue abierta de golpe y unos pasitos suaves repiquetearon en el suelo. A pesar de que a mi alrededor la bruma húmeda empañaba la mampara y la suave caída del agua contra mi espalda llenaba el silencio, escuché el sonido del roce de ropas.

Terminé de quitarme los restos de champú del cuero cabelludo al mismo tiempo que Jimin se colaba dentro de la ducha, con una sonrisa propia de quien sabe que está siendo travieso al hacer algo indebido. Detrás suyo, apareció el cuerpo cincelado de Taehyung, que lo empujó hacia mí para poder poner los pies dentro también.

—Te dije que me bañaría contigo —retrucó Jimin, alcanzando mi rostro para acercarme al suyo.

Sus labios se estrellaron contra los míos mientras el rocío del agua caía entre nosotros. Suspiró contra mi lengua cuando masajeé y estrujé su culo, demasiado bien construido gracias a sus rutinas de baile contemporáneo desde la secundaria.

—Eres un niño desobediente y descarado, ¿verdad?

—Pues tendrás que educarme mejor, Kookie —ronroneó con los ojos entrecerrados por el placer, con uno de mis dedos jugando con el borde de su retaguardia.

La sombra de Taehyung se cernió entre nosotros, dejando a Jimin en medio. Traía un jabón, que usó para frotar y sacar espuma.

—Antes de tu castigo, tendremos que limpiarte —objetó, esparciendo la espuma sobre su espalda baja y descendiendo entre sus glúteos.

Taehyung y yo nos sonreímos con malicia, diciéndonos todo con un asentimiento de cabeza. Con los años, aprendimos a comunicarnos con gestos, a leernos lo suficiente como para saber qué pasaba por la cabeza del otro.

Sujeté las nalgas de Jimin y las abrí lo suficiente como para que Tae pudiera enjabonar allí, limpiando con gentileza.

Minnie tenía los ojos nublados por el placer, fijos en mí. Entreabrió la boca para suspirar, siendo consentido por las expertas manos de su otro esposo.

—¿Se siente bien? —le pregunté. Masajeé su cabello rubio, que empezaba a oscurecerse por el rocío del agua que caía sobre él.

—Jodidamente genial.

Tae le sujetó de las caderas cuando terminó con su trabajo, atrayéndolas contra las suyas. Fue besando el arco del cuello de Jimin, que miró a un costado para cederle espacio. Una de las manos tatuadas trazó un recorrido ascendente por el delgado cuerpecito hasta anclarse alrededor de su cuello. El patrón de intrincadas figuras contrastó contra la palidez. Músculos definidos en tensión se resaltaban, apretando, mientras otros se relajaban ante el toque.

—Puedes encargarte de limpiarlo ahí abajo —los ojos grises hicieron un gesto en dirección a la incipiente erección de Jimin, que se presionaba contra la mía.

Tomé un jabón nuevo, esparcí las burbujas sobre su eje y comencé a higienizarlo, tomándome quizás demasiadas atribuciones al sujetarlo con la palma y frotar de arriba abajo con un movimiento firme. No supe si ya estaba goteando o se trataba de la humedad del agua, poco nos importaba a estas alturas.

Dejé que se borraran los rastros de jabón y entonces me rebajé hasta quedar de cuclillas frente a la conjunción de sus piernas, para poder deslizarlo tortuosamente al interior de mi boca.

Me llené con la textura suave pero endurecida de su polla, delineando el borde inferior con la lengua. Todo lo que viniera de Minnie era dulce, como si él mismo fuera un pequeño caramelo que se deshacía entre mis labios, goteando su esencia.

Lanzó un quejido lastimero y llevó automáticamente una mano a la parte posterior de mi cabeza, atajándome.

—Mierda, Kook. Despacito —protestó, estirando mi cabello para evitar que volviera a engullirlo.

—Este es tu castigo, bonito —sonreí, mirándolo desde abajo. Él podía estar de pie observándome, pero quién tenía la autoridad entre sus manos, era yo.

Tae se arrodilló detrás. Tomó una de las aterciopeladas piernas de Minnie y la colocó sobre mi hombro para tener mayor espacio. Nuestro esposo tuvo que colocar las manos contra el muro de azulejos a mi espalda, casi agarrándose de los grifos de la ducha, para no caer.

Yo acepté la carga y me aseguré de sostenerlo mientras Taehyung hundía el rostro entre las nalgas de Jimin, que jadeó y arqueó la espalda por la estimulación. La pierna que lo mantenía en contacto con el piso se sacudió. Era tan sensible a nuestras caricias que el mínimo roce lo debilitaba.

—Ten cuidado, bebé. Agárrate bien —advirtió Tae, pasando un brazo sobre su vientre para anclarlo y estabilizarlo. Era peligroso que perdiera el equilibrio, por lo que hice lo mismo, sosteniendo su espalda. De esa manera, nos ceñimos sobre su cintura como una cadena, anclándolo.

—Lo siento —respondió con una sonrisa divertida. Se afianzó y mantuvo una postura recta—. Es que sentirlos a los dos... Dios.

—No habrá ningún Dios esta noche, cariño. Desaprobaría lo que planeamos hacer contigo —le dije, deslizándolo de nuevo en mi boca. La alianza brilló en mi anular mientras sujetaba su longitud con la mano libre.

Detrás de él, Taehyung lanzó una risita divertida y regresó a su trabajo.

Poco a poco, Minnie fue cediendo entre nuestras caricias, perdido ante las asfixiantes sensaciones. Nos tenía encima de él, llenando las partes más sensibles de su cuerpo, que vibraba y se mecía sin control.

Recién cuando su semilla se liberó en la parte más profunda de mi garganta, le dimos cierto espacio para reponerse. Lo sostuvimos entre los dos para que no se desvaneciera.

—El gatito ya no puede maullar —se burló Tae, haciendo uso de una voz grave dedicada sólo para los oídos de él.

Jimin se sostenía de mí como podía, con las piernas temblando y el rostro sobre mi cuello. Su respiración acelerada enviaba ráfagas de aire caliente que impactaban en mi piel y su corazón latía desbocado contra mi pecho, como el de un potrillo.

—¿Vas a poder tomarnos dentro de ti así como estas? —le pregunté con amabilidad, mirando como pude sus ojos cerrados. Acomodé hacia atrás los mechones mojados que le cubrían la cara mientras sus pestañas se batían en varios parpadeos.

—Creo que puedo —respondió. Una sonrisa a duras penas estiró sus labios rellenos.

—¿Prefieres descansar un momento? —se preocupó su otro esposo, besándole el hombro y recostándose contra su espalda—. Te llevamos a la cama un ratito.

Un asentimiento tímido fue otorgado y lo ayudamos a salir de la ducha.

Cuidamos de que no se tropezara, con lo resbaloso que estaba el suelo por el vapor de agua que creó la ducha a nuestro alrededor. Lo sostuvimos, lo secamos y fue envuelto en una cómoda bata hasta que lo entregamos entre la suavidad de las sábanas de seda.

Tae regresó del baño una vez que se dio una ducha rápida. Trajo consigo un secador de pelo y un peine mientras me ocupaba de secarle a Minnie el cabello frotando con una toalla. Enchufó el aparato en uno de los apliques al costado de la cama y brincó para ubicarse detrás de nuestro pequeño esposo, que balanceaba su cuerpecito a un lado y otro por culpa de la modorra del orgasmo.

—¿De verdad van a secarme el pelo? —protestó, con un puchero demasiado adorable para nuestra salud mental—. Yo quería...

—Sabemos muy bien lo que querías —le interrumpí, envolviendo sus piernas desnudas con el cobertor—. Pero primero debemos asegurarnos de que no te vayas a enfermar.

—Bueno, entonces tengo hambre.

—Pedí que dejaran la comida junto a la puerta —dijo Tae, encendiendo el secador.

—Ya la traigo yo —me ofrecí, despeinando el cabello de Minnie y dejándolos en el cuarto.

Efectivamente, el pedido había sido dejado en nuestra puerta. Empujé hasta la sala el carrito en el que estaban los tres platos cubiertos con campanas de acero inoxidable para no perder el calor, y al destaparlos me encontré con tres pedidos de pasta con salsa y albóndigas. El aroma hizo rugir mi estómago.

Me apresuré a llevar la comida hasta la habitación, donde a Minnie se le abrieron los ojos por la emoción y dio unas palmaditas de felicidad. Taehyung seguía revolviéndole el cabello y maniobraba con el secador.

Hice un gesto preguntando si querían comer aquí o preferían ir al salón, a lo que Minnie indicó que aquí estaría bien. Por supuesto, la palabra de nuestro esposo era ley. No le discutiríamos nada.

Tan pronto como acerqué el carrito hasta la cama, él dio un brinco hasta robar uno de los platos y un juego de cubiertos. Con eso, Tae decidió apagar el aparato que tanto ruido hacía.

Para entonces, Jimin ya estaba devorando el espagueti, manchándose las comisuras de los labios con salsa.

—Esto está tan pero tan bueno —suspiró, poniendo en blanco los ojos.

Se me escapó una risita divertida y le pasé su plato a Taehyung antes de tomar el mío. Me recosté contra el cabecero para poder disfrutar de mi comida y, por los siguientes quince minutos, nos concentramos en comer con apetito. Todo lo que se escuchaba era el tintineo de los cubiertos contra los platos y el ruido de la masticación. Nadie tenía ganas de conversar.

Al terminar, nuestro pequeño tomó tres botellas de agua del frigo bar de la habitación y regresó a la cama. Se bajó al menos la mitad de la suya cuando recostó su cuerpo en medio de la cama, cerrando los ojos mientras comenzaba a digerir la cantidad de comida que se había zampado en poco tiempo.

—Ah, mierda —se quejó, masajeándose el vientre—. Comí demasiado. Pero no me arrepiento de nada.

—Supongo que no habrá acción esta noche —bromeó Tae, apoyando su espalda contra el cabecero cuando me devolvió su plato limpio.

Acomodé los restos de nuevo sobre el carrito y bebí un sorbo generoso de agua para bajar la comida.

—Estoy destruido —decía Jimin, cerrando los ojos y poniéndose en posición fetal, sin quitar su mano de su estómago.

—Debiste ir más despacio —negué con la cabeza. Él era un pequeño alborotado a la hora de comer, especialmente si estaba con hambre—. Ven aquí.

—No puedo moverme.

—Anda, ven a acostarte —le ordenó Taehyung, corriendo los cobertores para hacerle lugar en medio.

Minnie se arrastró como pudo, gruñendo irritado.

Lo envolvimos con el cobertor y nos acostamos uno a cada lado. Lo observamos dormitar, con ese brillo especial que lo caracterizaba. La ducha caliente dejó sus mejillas sonrosadas, lo que lo hacía ver demasiado tierno e inocente.

—Es un maldito malcriado, ¿no lo crees? —escuché la voz de Tae. Levanté la mirada y lo encontré sonriéndole a nuestro rubio, que descansaba ajeno a todo. La paz y el amor irradiaba a través de sus ojos, como si tuviera la fuente de su felicidad en sus manos.

Conocía esa mirada muy bien, pues así mismo me sentía cada vez que tenía a Minnie cerca. Él era nuestra fuente de energía, nuestro cargador personal.

—Lo sabe y se sale con la suya siempre —acoté.

Una risa desgastada salió de los labios contrarios, dándome la razón.

—Cuidémoslo bien, Jeon.

—No pensaba hacerlo de otro modo. Lo daría todo por él.

Lo vi asentir, pensativo.

—Me alegra que seamos socios en esto. Cuando uno de nosotros ya no esté, el otro continuará a su lado.

—Abandona la negatividad, hombre —le di un golpe suave en la frente, recriminándole—. Trata de vivir bien tu vida y podrás atesorarlo por más tiempo.

—No pensaba hacerlo de otro modo —copió mis palabras. Se acomodó y puso la cabeza entre las almohadas, mientras abrazaba a Jimin por la cintura—. Tampoco te dejaría tenerlo más tiempo que yo —repuso, sonriendo en desafío.

Apagué la lámpara de mi mesita de luz, sumiéndonos en la oscuridad de la noche y la sutil luminiscencia de las luces de la ciudad, que se colaban a través de la ventana.

—Espero que sea una promesa. Juntos hasta el final.

—Claro que sí, Jeon —dijo en un bostezo—. Claro que sí. 

FIN

Aaaaaah, voy a llorar! Ya es oficial la despedida de nuestro matrimonio favorito 😭😭

Espero que hayan disfrutado de esta segunda parte de la historia tanto como yo y de verdad quiero agradecerles por haberme acompañado hasta aquí. Su cariño y aprecio siempre son mi motor para seguir, así que guardo en mi corazón cada comentario, cada estrellita, cada lectura que han brindado 🙌💕

Espero nos volvamos a encontrar en alguna otra historia y no me queda más que desearles mucha felicidad. Les mando todo mi amor y ojalá tengan una bonita semana. Gracias por todo, bellezas! Y no olvidemos el stream a nuestro hermoso Mochi, que ha creado otra obra de arte para nosotros! 😘🙈💜

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top