Extra 1: Atados para la eternidad
Jimin
El sol descendía lentamente hacia el horizonte, pintando el cielo con una paleta de colores cálidos y vibrantes que se reflejaban en las suaves olas que acariciaban la costa. En la playa de Hyeopjae, la arena blanca resplandecía bajo la luz del crepúsculo, con las palmeras meciéndose a la distancia.
Taehyung y Jungkook decidieron emprender este viaje y se encargaron de organizarlo. Programamos nuestras vacaciones en simultáneo en el trabajo y nos tomamos una semana de descanso, fuera de nuestras labores habituales. Se sentía bien poder dejar nuestras preocupaciones en casa.
La rutina no nos dejaba mucho tiempo juntos, por lo que estábamos disfrutando de tener veinticuatro horas pegados como nariz y mocos. El estrés disminuyó y lo único en lo que podíamos pensar era en cómo aprovechar las horas del día para hacer excursiones y divertirnos. Sólo nosotros, sin responsabilidades, sin planear demasiado las cosas. Nada más dejábamos que fluyera y que la isla de Jeju nos llevara a donde quisiera.
Como entonces, que caminábamos por la orilla tras dejar el hotel en el que nos hospedábamos. Cada paso descalzo dejaba huellas fugaces en la arena húmeda. El aire estaba impregnado con el suave aroma salado del océano y el sonido tranquilizador de las olas rompiendo en la costa creaba una atmósfera serena.
El cielo se iba salpicando de estrellas que comenzaban a brillar una a una en la vasta bóveda celestial. El faro cercano lanzaba destellos intermitentes de luz, añadiendo un toque mágico a la escena.
Tenía a mis chicos, uno a cada lado, sosteniendo mi mano, aferrándola como si no quisieran soltarme nunca. Taehyung daba sutiles caricias alrededor del interior de mi muñeca con el dedo pulgar. Kook, en contraste, jugaba con mis nudillos, brindándoles un masaje.
Quedaban pocas personas en la playa, lo que le daba un ambiente más íntimo. Quizás por eso, ellos me arrastraron hasta estar más alejados de la presencia de los demás, con la excusa de querer explorar cerca de un saliente rocoso. Pusieron especial cuidado de que no resbalara entre las piedras mohosas y encontramos un rincón seco en el cual sentarnos para admirar la puesta de sol tan hermosa.
Mientras en Seúl la gente se apresura de un lugar a otro, hay movimiento, ruido y tumulto constante, en Hyeopjae se disfruta del sol cálido en la piel, admirando la vastedad del mar extendiéndose sin fin. Es un lugar donde poder dejar atrás el ajetreo de la vida cotidiana y conectarse con uno mismo, escuchar el poderoso sonido de la naturaleza. Por eso me gustó tanto que lo hayan elegido.
Compartimos un momento de silenciosa contemplación. Podía sentir la respiración calmada en mi pecho, abrumado por la belleza de la isla y el calor de sus cuerpos junto al mío, resguardándome de la brisa.
—Es tan hermoso aquí —susurré para mí mismo, mi voz apenas un suspiro.
Taehyung asintió, quizás más enfocado en mí que en el espectáculo que teníamos de frente.
—Nada tan hermoso como tú, bebé —dijo, a la vez que acomodaba mi cabello para que luciera decente. Yo había perdido toda esperanza desde que el viento tenía más interés en mantenerlo desordenado. Ya era una causa perdida, no hacía falta esmerarse.
Jungkook envolvió mis caderas entre sus brazos y recostó la cabeza sobre mis hombros. Se sentía agradable y reconfortante tenerlo encima de mí.
—Creo que este año hemos elegido el sitio correcto —agregó, dándose el crédito. No podía estar más de acuerdo.
Con la soledad que nos proporcionaba ese rincón de la playa, nos dedicamos sonrisas cómplices, miradas llenas de afecto y algunas cursilerías tontas. La playa terminó quedando desierta, solo con nosotros y el océano de compañía.
Entonces, cuando la luna llena brilló suplantando los últimos rayos de sol, Tae y Kook intercambiaron una mirada significativa. Los había sentido algo inquietos desde que abandonamos el dormitorio, y me pregunté qué estarían tramando para traerme hasta aquí.
Hasta que recibí la respuesta.
De improviso, Jungkook rompió su abrazo. Rebuscó entre el bolsillo de su short corto hasta sacar una pequeña caja de terciopelo negro y se arrodilló como pudo delante de mí. Tae siguió su ejemplo, posicionándose junto a él y dedicándome una sonrisa cómplice. Juntos, la abrieron y un anillo resplandeció en su interior. Dorado, envolviendo un diamante en medio.
Mi corazón se saltó un latido y martilleó en mi pecho. Me llevé las manos a la boca para ahogar la sorpresa, mientras procesaba con incredulidad lo que estaba sucediendo.
—Minnie, hemos hecho este viaje porque queríamos proponerte algo —empezó a decir Jungkook, nervioso, con su mirada amorosa dedicada a mí.
—Nos has dado tanto amor y tanta felicidad durante estos años —prosiguió Taehyung—, que no podemos imaginar nuestra vida sin ti en ella. Has sido paciente con nosotros, comprensivo, y no podemos pensar en otra persona que no seas tú para que guarde para siempre nuestros corazones. Te amamos tanto que queremos tenerte sólo para nosotros.
—Supiste cuidarnos, contenernos y hacer funcionar esta relación. Ahora queremos cuidar de ti como esposo, formar una familia contigo y seguir poniendo sonrisas en tu rostro.
Mis ojos se llenaron de incontenibles lágrimas de alegría que desbordaron por mi rostro acalorado. Teníamos como telón de fondo el mar y las estrellas, testigos de esta declaración preciosa que me conmovió entero.
—Entonces Minnie —dijo Kook, a lo que Tae se le unió para hablar al mismo tiempo: —¿Te casas con nosotros?
¿Cómo negarse a esos pares de ojos, llenos de cariño, anhelo y adoración?
Eran mis hombrecitos, los dueños de mis suspiros, mis chicos. No podría desear otra cosa que no fuera esto: gritarle al mundo que nos pertenecíamos en cuerpo y alma y que queríamos sellarlo para siempre. Era un pacto de amor, un enlace hasta que la muerte nos separara. Estaba dispuesto a ser suyo. No había nada que pensar.
Me arrojé encima de ellos, abrazándolos y besándolos alternativamente con pasión, como si no los hubiera amado lo suficiente antes.
—¡Claro que los acepto! —sonreí, sorbiendo por la nariz.
Estaba más que feliz, revolucionado. Me sentía en el cielo, como si mi cuerpo flotara y no encontrara la cuerda para traerlo de regreso.
Lo más loco, era que lo planearon todo. Este viaje fue una excusa para poder declararse, por supuesto que sí. Lo habían hecho a mis espaldas para que no sospechara nada.
—Dios mío, son increíbles —suspiré, recomponiéndome. Esperaba que las lágrimas no hubieran arruinado tanto mi maquillaje—. No puedo creer que se hayan tomado tantas molestias. Hacer esto para pedir mi mano en este lugar... Tan romántico...
—Era el menor de los problemas —habló Jungkook. Deslizó el bonito anillo en mi dedo anular y encajó a la perfección—. De hecho, fue lo que más rápido solucionamos. El tema fue acordar qué te diríamos.
—Desde hace meses planeamos frases elaboradas para el momento, pero los nervios son traicioneros.
—¿Cómo que nervios? —los miré alternativamente, ayudándolos a ponerse de pie—. ¿Nos conocemos hasta las mañas y les pongo nerviosos a estas alturas?
—¡Teníamos miedo de que dijeras que no! —se defendió Tae.
—¡Son unos tontos! ¿Cómo podría? —bajé la voz, ruborizándome sin querer—. Jamás los rechazaría. Los amo demasiado y he soñado con esto desde hace mucho. Tenerlos a los dos para siempre.
—Atados para la eternidad —bromeó Taehyung.
Le di un empujón para apartarlo del abrazo conjunto y me aferré al cuerpo de Jungkook, que respondió enseguida amoldándose al mío para mantenerme asegurado.
—Mira que, si no estás seguro, estás a tiempo de retractarte. Todavía me queda un novio para llevar al altar.
Tae protestó para incluirse en el abrazo, forcejeando con mi agarre mientras Kook reía a las carcajadas y se ponía de mi parte, escondiéndome. Yo lo hacía a propósito, porque sabía que lo que más le molestaba era que simulara una preferencia por Jungkook.
A lo último, después de entretenernos a su costa, permití que nos separara.
—Ahora verás enano —gruñó, envolviéndome entre sus brazos entintados—. Eres mío también.
Me sofocó al apretarme con tanta fuerza que no podía zafarme, y aprovechó la proximidad para pasar su lengua por mi rostro. No una, sino al menos cinco veces.
—¡Deja de hacer eso! —chillé entre empujones, buscando escudarme, pero él era ágil. Me llenó de saliva hasta el cuello.
—Te marqué como mío —festejó, liberándome cuando ya no tuvo sector sin lamer.
Me froté el rostro con mi chándal rosado, tratando en vano de limpiarme. El maldito me había dejado oliendo a saliva.
—Hasta prefería que me mearas encima, Tae. Esto es mil veces más asqueroso —refunfuñé.
—Que conste que me provocaste —me sacó la lengua.
Ya tranquilos todos, nos sacudimos la arena y emprendimos el regreso. La temperatura bajaba a cada minuto y el chándal empezaba a ser insuficiente sobre mis hombros.
Taehyung encendió un cigarrillo sobre sus labios y me lo compartió. Le di vueltas a la joya que decoraba mi mano izquierda, sintiéndola ya parte de mi dedo anular.
Aunque tuviera anillos en el resto de dedos y brazaletes del mismo material, era como si resaltara por ser diferente, valiendo mucho más sentimentalmente que cualquier otra bisutería que tuviera encima.
Me entró el pánico a perderlo. Tendría que esconderlo en algún rincón de mi maleta si quería llevarlo de vuelta a casa.
—Está asegurado y, a pesar de ser el único en el mundo, el joyero que lo fabricó estaría dispuesto a hacer otro igual —me tranquilizó Kook, adivinando por donde iban mis pensamientos.
Liberé el humo de cigarrillo de mis pulmones y sonreí.
—No se les escapó nada.
—Cuando se trata de ti, no hay suficientes precauciones —se encogió de hombros.
Caminamos un trecho más, hasta divisar el edificio de nuestro hotel, sobre el frente de la avenida que dividía la playa del resto de la ciudad. Antes de que nuestro paseo acabara oficialmente, liberé lo que se me quedó grabado de sus discursos:
—Entonces... ¿de verdad quieren formar una familia conmigo?
Ambos se clavaron en la arena, dejándome avanzar hasta que sentí sus faltas.
—¿Qué?
Tae fue el primero en hablar, serio.
—¿No es por eso que dejaste de tomar los anticonceptivos?
Traté de aguantar la sonrisa que tiraba de la comisura de mis labios. Los muy pillos lo habían notado.
—Pues... sí, en parte. Quiero tener bebés y debo suspender el efecto de las pastillas si los quiero en una edad fértil. Los efectos de esas cosas pueden durar un tiempo. El doctor Jeon puede dar fe de eso —le hice un gesto al interpelado, que asintió, dándome la razón.
Tae sopesó mis palabras, con el cigarrillo consumiéndose en su boca y el humo nublando mi vista a sus facciones.
—¿Qué estás pensando? —indagué, alargando el brazo para acariciar su mentón.
Su mirada conectó con la mía. No pude descifrar qué había en el gris de sus iris.
Le dio una honda calada al cigarrillo y lo lanzó al suelo para apagarlo con los pies.
—No más condones. Intentemos a partir de hoy.
Este hombre. Tenía el cerebro metido entre sus bolas, con toda seguridad. Eso sólo me hizo reír, agarrándome el estómago por la falta de aire.
—Tú... —intenté modular entre espasmos—. ¿Crees que me embarazaré antes de tener una ceremonia de casamiento a todo culo? Estás loco. Primero quiero lucir increíble en un traje blanco a la medida, beber toda la noche y comer hasta hartarme.
Taehyung chasqueó los labios, ofendido.
—De cualquier manera —intervino Jungkook—, no está garantizado que quede embarazado enseguida. En algunas personas su ciclo hormonal se regula a los pocos meses y en otras, demora algo más. Es imposible saber. Hay que ir chequeando su nivel de fertilidad hasta que sea seguro y no haya complicación alguna ni para el bebé ni para él.
Eso sólo hizo que mi chico tatuado se preocupara.
Entramos al hotel y tomamos los ascensores del lobby. La tensión se sentía en el aire, quizás debido a que nos quedamos dándole vueltas a la idea de los bebés.
—¿Puede haber riesgos? —preguntó Tae cuando atravesamos la puerta de nuestra habitación.
Busqué a Jungkook con rapidez. Algo de su inquietud tenía sentido y eso picó mi curiosidad.
—Siempre los hay —respondió—. En un embarazo normal también —al ver que no nos dejaba muy tranquilos lo que decía, decidió zanjar el tema—. Mejor pensemos en positivo y que las cosas saldrán bien. Lo importante ahora es festejar que estamos comprometidos, ¿no?
Se dirigió al pequeño frigo bar y se hizo con una botella de champán, que descorchó estrepitosamente. Tae fue por las copas y muy pronto terminamos recostados sobre el dosel de la cama, bebiendo del líquido burbujeante.
Quizás algo nublados por el alcohol o llevados por la emoción de sabernos comprometidos, no aguantamos y lo llevamos más lejos.
Sus labios se prendieron de mi garganta, de mis hombros y pechos. Besaron, sorbieron y mordieron con ligereza, haciéndome disfrutar en medio de la cama más grande que pudimos pagar.
Permití que recorrieran mi cuerpo, que lo encendieran a su voluntad. Me llenaron de aterciopeladas caricias que conocían mis puntos sensibles. Eran maestros en el robo de mis suspiros y magos entre mis piernas, porque con sólo un roce podían hacerme ver estrellas.
Hablando de estrellas, bajo la despejada noche en la isla de Jeju, nos unimos una vez más, con la diferencia de que se sintió distinto, más placentero. Quizás fuera porque estábamos listos para enfrentar el futuro y ser aún más felices de lo que la vida nos permitía. Queríamos hacerlo conscientes de eso, de que no era un mero acostón por la calentura del momento.
Sólo rogaba que en el hotel tuvieran servicio a la habitación, porque no dejaría que mis chicos descansaran un mísero segundo en toda la noche. Tenía que recompensarlos por el gran trabajo que hicieron.
Y hacerles ver que su anillo lucía mejor cuando resplandecía entre nuestras pieles desnudas.
Extra 1/3 y vamos por más 😍
Saludo enorme para todxs mis bellezas! Disfruten de su finde, que ya arrancamos a full la semana. Les quiero mucho! 💕
-Neremet-
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