Capítulo 7: "Celos y desconfianza"

Jungkook


Intentaba respirar hondo y calmarme. Juro que lo hacía. A pesar de eso, la situación me superaba.

Jimin nunca antes me había dado motivos para dudar de su fidelidad, y ahora, por primera vez, desconfiaba de su palabra. Viendo cómo las cosas se estaban saliendo de control, no podía evitarlo.

Los rumores de mi novio escapándose con Taehyung durante clases empezó a circular a raíz de una fotografía que los mostraba juntos en el estacionamiento del instituto. Por supuesto, me habían hecho llegar aquella imagen preguntándome a mí qué es lo que hacían ellos dos juntos, solos.

Al principio, no quise creer que fuera mi pequeño. La calidad no era la mejor y podría haber pasado por cualquier chica con el cabello corto. Caí en cuenta de mi error cuando le envié un mensaje a Min Yoongi, el mejor amigo y compañero de aula de Jimin. Él me confirmó que mi novio salió bajo el pretexto de tener una reunión con el centro de estudiantes.

De inmediato, aquella excusa se me hizo rara.

La primera cuestión era que no había ninguna reunión pautada con el centro de estudiantes para aquel día. La segunda, y más importante, era la desaparición de Taehyung desde el inicio de nuestra clase. Había tomado un pase para ir al sanitario y llevaba más de media hora sin regresar. No entendía cómo el profesor no se percató de su ausencia, ¿o es que prefería tener al alumno problema lejos, para que no lo distrajera?

Y cuando llegó el mensaje de Jimin, pidiéndome que lo fuera a buscar, tuve la confirmación a mis sospechas.

Quería partirle la cara a Kim. ¿Por qué mierda se había llevado a mi pareja con él? ¿Para dejarlo tirado? Se merecía que alguien le explicara a la fuerza que con mi novio no se iba a meter y salir bien parado. Podría jugar con cualquier persona del instituto, pero con Jimin no. Él era sagrado para mí.

No lo pensaba desde una postura controladora, sino sobreprotectora. Después de ver el daño que le hicieron desde niño, no iba a dejar que lo utilizaran, tal como Taehyung planeaba hacerlo, con seguridad.

–¿Vas a seguir enojado, Kookie? Ya te pedí perdón.

Bajé la vista, fijándome de lleno en los abultados labios de mi chico, que sobresalían en un puchero adorable. Él estaba sentado sobre mis piernas, en el gran sofá del living de su casa.

Me encargué de ir a buscarlo a la dirección que me dio, de traerlo sano y salvo y de no entrar en busca de Taehyung, mal que me pese. Jimin no me permitió reacomodarle la cara al maldito imbécil.

Tras el mal trago, llegamos a su casa, donde pretendimos hablar al respecto, como buenas personas civilizadas. Me explicó todo lo sucedido; yo le mostré las fotos y le conté lo de los rumores.

Así éramos nosotros: intentábamos ser lo más comunicativos que fuera posible. Sólo el diálogo era capaz de arreglar los líos de pareja. La honestidad era la clave para resolver los inconvenientes, no encerrarse en uno mismo y suponer lo peor, porque a veces bastaba con escuchar la versión del otro para desentrañar la verdad de lo ocurrido.

Recién tras saber lo que pasó, decidí enojarme abiertamente.

El malestar se reflejaba en mi cara, en mi expresión. Podía leerse también en mi lenguaje corporal, en la forma en que evitaba el contacto con él, cuando en realidad ambos éramos como Oreo y crema.

–No quiero que te enojes –siguió diciéndome, acercando más su rostro compungido.

Había hecho lo imposible por mantenerlo sentado lejos de mí, cosa que a él no le gustó y desaprobó. Estaba acostumbrado a ser rodeado por mi calor, a ser el único que tocara mi cuerpo, y establecer mi distancia con él lo irritaba. Fue así que tomó la iniciativa de montarse sobre mis piernas, con su diminuta faldita cayéndole por los bordes de sus estrechas caderas.

Deslizó sus manos sobre mi pecho, subiendo a mi cuello y rodeándolo con los brazos. Se inclinó sobre la curva de mi hombro derecho, rozando la naricita sobre un sector de piel que escapaba bajo mi camisa.

–Por favor... –susurró, seguido de un beso en ese lugar íntimo.

No podía simular estar ofendido si tensaba todas mis cuerdas con un simple beso en el cuello. Él tenía la autoridad necesaria para deshacerme a su antojo. Podría estar engañándome y yo creería en él ciegamente, como un tonto. Le dejaría manejarme como a un títere.

Tragué saliva, contando números hasta el infinito. No me concentraría teniéndolo encima de mí, con las caderas asentadas sobre mi zona erógena. Tendría una erección en cualquier momento, y él lo sentiría entre sus piernas.

–Kookie, no seas malo –volvió a susurrar, haciendo acopio de su tonito sensual. Besó con amor el recorrido desde el final de mi cuello hacia la oreja, esperando que con eso yo sucumbiera a sus encantos y le avalara cualquier cosa que quisiera hacer con Taehyung.

Presioné con mayor fuerza los dientes. Una capa de sudor empezaba a perlar mi frente, demostrándole que mi voluntad no era tan férrea.

–Jimin...

–Él no significa nada, ¿sí? Quiero ayudarle, nada más.

Suspiré, terminando por apartarlo con gentileza. Era imposible dialogar con seriedad si lo tenía repartiéndome besos en el maxilar.

–Seamos realistas, Taehyung necesita ver a un profesional –intenté hacerle entender–. Si tiene problemas en casa, lo mejor es hablar con el director y explicarle qué es lo que pasa, para que se encargue de hablar con sus padres y le consiga ayuda. Ni tú ni yo estamos capacitados para tratar con una persona enferma...

–Él no está enfermo –me interrumpió, dando un brinquito inconforme. En esa posición, no era recomendable que hubiera un segundo brinquito.

–Jimin, si consume drogas, está enfermo. Tiene un problema de drogadicción.

–Tal vez no lo esté haciendo a cada rato. Quizás lo hace para aparentar o es su medio de escape a lo que sucede a su alrededor. No estamos seguros.

Me masajeé el puente de la nariz, ya cansado de haberle repetido varias veces lo mismo. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

–No lo conocemos. Es un extraño –a ver si atacando por otro lado, servía la estrategia–. ¿Cuántas veces nos advirtieron que no saliéramos con desconocidos siendo niños? A cada rato. Y tú vas y te montas en su moto para terminar abandonado a tu suerte en un maldito bar. Eso sin contar con que te preocupas por alguien que ni siquiera se interesa por sí mismo? ¿Enserio quieres justificar sus actitudes de mierda?

Gruñó, frustrado, y se levantó. Me miró desde lo alto con un semblante descontento. Se enfadó por advertirle que era mejor que se metiera en su propia vida y no buscara ser un salvador.

Cruzó los brazos sobre su pecho.

–Voy a ayudarle.

–Está bien, haz lo que quieras –respondí, ya molesto, poniéndome en pie también. Mi altura mayor a la suya me permitió lucir más amenazante, robándole el control.

Me hacía mal que pusiera a un tipo cualquiera en medio de nosotros, sólo porque le daba lástima.

–Si vas a tomarlo como tu proyecto de caridad, entonces hazlo –proseguí, liberando lo que quise contener para mis adentros. Estaba hasta el límite y no iba a quedarme callado–. Yo no volveré a arriesgarme a una sanción como lo hice hoy. Si nos descubren, se verá reflejado en mi expediente académico, Jimin. Sabes cuánto quiero una beca para la Universidad de Medicina y ahora eliges ponerte en modo rebeldía, arrastrándome a mí contigo. No es justo.

–Es una persona, Jungkook. Nos necesita.

–No. Él necesita crecer y madurar.

–Perfecto. Si no vas a apoyarme en esto, entonces sé maduro tú y trata de entenderme. No voy a permitir que él se sienta solo. Estaré ahí para cuando quiera un hombro amigo, tanto si te gusta como si no. Mientras haya una persona sufriendo en silencio, le ayudaré y no tienes derecho a sacarme en cara nada.

Dios. Era tan frustrante.

Creo que no era muy difícil ver más allá de Kim Taehyung. El sujeto se la pasaba bajo un aislamiento social autoimpuesto, y cuando lo hacía a un lado, se podía encontrarlo haciendo cosas no permitidas en el colegio con algunas estudiantes que se prestaran a complacerlo.

No dejaría que Jimin fuese una conquista más.

Tampoco permitiría que Taehyung abriera un bache entre nosotros.

–Recuerda quién estuvo a tu lado y cuidó de ti. No me cambies por alguien que no sea capaz de dar lo mismo que tú le das.

–¡No voy a cambiarte por nadie, Jungkook! ¡Te amo! ¿Es tan difícil que te lo metas en la cabeza? –estalló, empujando mi pecho con sus diminutas manitas.

Su precioso rostro mutó en una expresión dolida, seguida por la humedad en sus ojitos. No podía poner en tela de juicio eso. Su cariño por mí estaba ahí, escrito por toda su cara, con toda la sinceridad que podía transmitir.

–Pequeño...

Mi Jiminnie llorando con el corazón lastimado por mí. No sé qué clase de estúpido era yo para hacerle esto.

Le sujeté de los hombros, atrayéndolo en un abrazo. Él no se negó, y escondió su rostro para sollozar un poco. Le dejé que lo hiciera, que se deshiciera de sus frustraciones, y le estrujé más fuerte.

–Te quiero mucho, Jiminnie. Lamento haber sido tan duro contigo. Es que esta odisea me dio ganas de ir a golpear a ese malagradecido que no ve lo que haces por él.

Suspiró, relajando el cuerpo. Sorbió sus moquitos y se distanció, elevando los ojos hasta mí. No dejé de sostener sus caderas, palpando su extrema delgadez.

–Te prometo que no te voy a dejar nunca –afirmó, con los ojos llorosos y la nariz enrojecida–. Mis sentimientos son leales a ti y no serán diferentes. Déjame hacer algo por él, y ya veré si tienes razón o no en tus suposiciones. Sólo... no peleemos y no me presiones.

–De acuerdo –acepté, pasando los pulgares bajo sus ojos claros, quitando los restos de humedad bajo ellos–. No puedo negarte nada.

–¿Ni siquiera un besito?

Me reí. Él permaneció atento, esperando por esa muestra de cariño.

Park Jimin era lo más bonito que una persona podría contemplar. Pequeñito, dulce, empalagoso y acaparador. Me fue imposible resistirme a sus encantos al verlo por primera vez, y aún hoy, al cabo de tantos años, ese sentimiento de afecto y protección se mantenía vivo.

Él era la persona más importante en mi vida, el precioso niño con el que quería pasar el resto de mi vida, por más que no haya experimentado con nadie más. Estando con él, me bastaba. Nadie sería igual, con el equilibrio justo entre ternura y sensualidad.

–¿Besito sí o besito no? –volvió a preguntar, con la mirada de cervatillo herido y un ligero puchero en los labios.

–Eres un manipulador –suspiré sobre sus labios, lamiéndole el inferior para que entreabriera la boca. Cuando lo hizo, chupé con fuerza en un beso rudo, dominante.

Jadeó con deseo al sentir mis manos bajando a sus nalgas, masajeándolas con anhelo bajo la poca ropa. Escucharle ponerse así por mí me elevaba hasta las nubes. Era débil por él, por esos gemidos bajitos y necesitados y esa boquita preciosa que rogaba por ser saboreada.

Lo atraje más contra mi cuerpo, quitando cualquier espacio que quedara entre nuestras entrepiernas para poder friccionarnos con ropa. Era sucio, excitante. Más todavía siendo consciente de que la madre de Jimin llegaría pronto del trabajo y podría encontrarnos así en su casa.

–Tengo tantas ganas de follarte mientras tienes puesto esto –tiré el borde de su falda, para que entendiera a qué me refería. Mientras, usé su propia arma en su contra: los besos en el cuello–. Podría correrme dentro de ti. Llenaría de calor tu interior.

No era partidario de las relaciones sexuales sin condón, pero desde la última vez que nos conectamos de esa forma, me fue inevitable pensar en ello constantemente. Se sintió especial marcarlo por dentro con mi corrida, ser apretado por sus músculos tras su acabada y ver cómo escapaba el esperma entre sus hermosas piernas pálidas.

Pensar en ello hacía que me endureciera peor, poniéndome ansioso.

Jimin tanteó la cremallera de mis pantalones, terminando por bajarla mientras sonreía victorioso entre mis besos. Se las arregló para alcanzar mi longitud, metiendo la mano y tanteando por sobre el bóxer. Sus uñas rozaron por todo lo largo, haciendo que un escalofrío de placer bajara por mi espalda.

–Eres tan grande que quiero...

No pudo terminar lo que fuera que iba a decir. Nos interrumpió el sonido de las teclas de la cerradura digital, seguido de la apertura de la puerta de ingreso.

Jimin me apartó con un nuevo empujón, mandándome contra la tapicería del sofá en el que estábamos sentados antes. Su cara de espanto era un poema.

–¡Es mi madre! –susurró, con los ojos abiertos por el pánico.

Carajo.

Mi pecho empezó a palpitar con fuerza, con mi pulso disparado. Esto cambió tan rápido de película porno a una de completo terror, pánico y suspenso, que la adrenalina me quemó las venas.

Tomó el control remoto, que descansaba en el otro extremo del sofá, y encendió la televisión para disimular. A continuación, se sentó lo más rápido posible en una posición despreocupada, y agarró unos cuantos almohadones para tapar su erección. Me lanzó dos que le sobraron y apuntó con vehemencia hacia mi entrepierna.

Alcancé a cubrirme a tiempo de escuchar a la señora Park llegando al living.

Su imponencia destacó nada más la vimos. Era una mujer de buen porte, cercana a la cuarentena y elegantemente vestida con un conjunto de traje y pantalón ceñidos al cuerpo. Su fisonomía la delataba como europea, más precisamente proveniente de Noruega. Lucía el cabello largo, de un rubio desgastado y el mismo color de ojos que mi Jiminnie. El parecido era impresionante.

–No hace falta que prendan la televisión justo cuando llego –dijo, evaluándonos con los ojos entrecerrados–. Fui adolescente también, así que me sé todas las mañas, jovencitos.

–Es un placer saber que te preocupas tanto, mamá –Jimin rodó los ojos.

–Buenos días, señora Park –la saludé con una ligera inclinación de cabeza. No era mi intención ser grosero, pero había olvidado cerrar la cremallera de mis pantalones y un mísero almohadón era lo único que evitaba mi exposición a la vergüenza, así que no me levantaría para dedicarle un saludo tradicional.

–Da gracias al cielo porque no soy una mujer coreana y no tienes que ponerte de pie para presentar tus respetos, Jungkook.

Sentí el calor en mis mejillas. Cielo santo, qué situación más comprometedora.

Lo bueno era que existía bastante confianza entre la familia Park y yo. Me consideraban como un hijo más en casa y aprobaban nuestra relación desde antes de que le propusiera a Jimin ser novios. Creo que la señora Park siempre sospechó que terminaría cayendo redondito por su hijo mayor, así que su amabilidad y exceso de confianza me hicieron sentir cómodo para tomar esa importante decisión.

Ingrid Park incluso influyó en la opinión de su esposo, que resultó ser un poco más receloso con respecto a las personas que rodeaban a Jimin. Toda esa cosa de padre, el cariño y sobreprotección que tiene hacia aquel hijo que puede concebir a sus futuros nietos, era algo intimidante. Le estaba agradecido a esa mujer por haberme confiado a su tesoro más querido y por haberme abierto las puertas de su hogar, sin dudar nunca de mí.

–Bien –dijo la señora Park–, en vista de que esto es incómodo para todos, iré a la cocina a preparar algo para comer. Les llamaré más tarde.

–Gracias, mamá –sonrió Jiminnie, con una inocencia que ni siquiera yo podía creerle. Esperó a que el repiqueteo de los tacos se esfumara para hacer a un lado los almohadones y volver a subirse entre mis piernas. Me abrazó por el cuello y se pegó a mi oído, donde me tentó–: Tenemos tiempo para hacerlo en mi cuarto. Me encantaría que vuelvas a follarme con falda y te vengas dentro, así que apurémonos.

Y como los pedidos de mi pequeño príncipe eran órdenes para mí, obedecería encantado, bajo la promesa de volver a unirnos en el acto carnal. 

Wattpad tiene un problema con cargarme los banners. No es sorpresa...

Que cosa rara se siente actualizar seguido jajaja. Espero no se corte la racha, porque me emociona saber que Jk tendrá el ojo encima de Mimi todo el tiempo. 

La señora Park es una mamá moderna. Ella no tiene pelos en la lengua y es super liberal 😍 

Por último, mis cariñitos para ustedes. Espero que estén teniendo una semana productiva y si no es así, ¿muchas fuerzas! Se me cuidan y toman awita 💕😘

-Neremet-


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top