Capítulo 6: "Secreto polverulento"
Jimin
Estar montado en una motocicleta se sentía por completo diferente a estar dentro de la seguridad del habitáculo de un coche. Llevaba el corazón en la boca cada vez que Taehyung giraba a toda velocidad una curva o frenaba con brusquedad centímetros antes de que nos diéramos contra un vehículo que circulaba por delante. No entendía cómo alguien era capaz de arriesgar tanto con una conducción tan salvaje e irresponsable.
Quería golpearlo en el hombro por no ser comprensivo conmigo, por someterme a un viaje del demonio donde me veía zarandeado de adelante hacia atrás con cada frenada o acelerada y donde estaba en riesgo mi vida. Por supuesto, no lo iba a hacer. Estaba tan enfocado en cerrar los ojos, abrazarlo fuerte por la cintura y presionar mis rodillas contra sus muslos como me indicó, que liberar la mano implicaría que me cayera del asiento o perdiera el equilibrio. Sencillamente, no.
Así que esperé con toda la paciencia del mundo a que llegáramos a destino.
Taehyung aparcó dentro de un estacionamiento al aire libre, lleno de grandes camiones. Había una construcción de un piso, con un muro enorme de ladrillos a la vista en el que se recortaba la figura rectangular de una puerta trasera de emergencias, con un cartel titilante bastante decadente encima.
Nos encontrábamos en un bar en las afueras, por lo que, a partir de ese momento, dependía pura y exclusivamente de él para regresar; estábamos demasiado lejos y no confiaría en nadie de por aquí.
–Puedes bajarte, bebé –dijo Taehyung, girando la cabeza por sobre su hombro para echarme una ojeada. Como no me moví ni un solo centímetro, deslizó sus dedos largos a través de la cúspide de mis rodillas, masajeándolas–. Relaja las piernas. Las debes tener entumecidas por el viaje.
¡Claro que tenía las piernas entumecidas, hombre estúpido! Llevaba veinte minutos haciendo fuerza con las rodillas y congelándome la piel gracias al viento. Necesitaba calentarme cuanto antes o tendrían que amputarme algo.
–¿Necesitas ayuda? –volvió a insistir.
Suspiré, frustrado. No me quedó más remedio que admitir que no me movería por propia voluntad. Las piernas no me respondían.
Él sonrió de forma particular, procediendo a levantarse. Colocó el soporte para estabilizar su vehículo y me guiñó un ojo con total despreocupación.
Me quitó primero el casco, sacándomelo de la cabeza con cuidado, aunque despeinándome en el proceso. Su risa con una nota de burla me hizo alzar la cabeza para retarle con los ojos. Él se limitó a peinar con dulzura mis mechones más rebeldes, poniéndolos en su lugar.
–¿Tengo permiso para tocarte?
–Mientras sea con fines humanitarios... –respondí, frunciendo el ceño.
Se frotó las manos, las calentó un poco con la ayuda de su aliento y, con mi autorización, masajeó mis muslos de forma circular, devolviéndoles algo de movilidad.
No podría definir la forma en la que me tocaba. Era sugerente y a la vez cumplía con su objetivo. Sus dedos llegaban al menos hasta cinco centímetros antes de mi falda y bajaban por mis pantorrillas, para volver a trazar el mismo recorrido.
Sopesé su semblante coqueto. Mantenía estampada una sonrisita de suficiencia y de su cabello atado se habían escapado algunos gruesos mechones que le caían con toda gracia. ¿Cómo era legal que este hombre fuera tan... atractivo?
Mis mejillas se ruborizaron. Él me acariciaba con paciencia, tomándose su tiempo para hacerlo bien, y yo permanecía allí abierto de piernas, con una mísera falda y ropa interior tan atrevida debajo, que con suerte cubría lo justo y necesario. Podía sentir el cuero de la tapicería del asiento contra mis muslos interiores.
–Tus piernas son muy suaves –elogió, enderezándose por fin y escondiendo las manos en los bolsillos.
–Gracias –suspiré ante su poderosa imagen masculina. Él seguro habría tomado registro de todos los colores que subían por mi cara–. ¿Puedes ayudarme? –extendí mis brazos en su dirección, esperando que colaborara conmigo. Tenía miedo de saltar desde la parte alta del asiento y de romper algo, sin contar con que tendría que hacer una maniobra que potencialmente dejaría al descubierto mis partes íntimas.
–¿Tienes alguna clase de fetiche con mis manos en tu cuerpo, enano?
–Tal vez...
Negó con la cabeza, divertido con mi petición. Se acercó y deslizó una mano por debajo de la curvatura de mis nalgas, sirviéndome de apoyo y sujetando mi falda para que no me dejara en paños menores si a una ráfaga de viento se le ocurría atravesarse. Por mi parte, encerré mis brazos alrededor de su cuello para no perder el equilibrio.
El contacto duró un mísero segundo, y a pesar de eso, pude disfrutarlo como en cámara lenta.
Nuestros rostros estuvieron tan próximos que mi nariz podría acariciar la piel de su mejilla si quisiera. Su perfume espeso y picante invadió mis fosas nasales y lo disfruté a tal punto que mis rodillas se volvieron de goma de nuevo.
–No bebes ni una cerveza y ya no puedes caminar –observó él, bromeando a mi costa tras mi aterrizaje.
–Mejor cierra la boca –lo aparté de un empellón, frunciendo los labios.
No estaba aquí para llegar lejos con Taehyung, sino para intentar pelar las capas que lo envolvían y lograr comprenderle. Mi intención era hacer que confiara en mí, que se abriera. Si para eso debía arriesgar mi pellejo en el instituto por seguirle el rastro, lo haría. Conociendo de primera mano lo que significaba estar solo, no iba a exponerlo a eso mismo que hace tantos años tuve que afrontar.
Había algo en Taehyung que me instaba a ampararlo. Parecía existir en él una necesidad de llamar la atención sobre su persona de forma negativa, y temía que fuera así como quería que los demás lo vieran. Lo más seguro era que terminara por alejar a aquellos interesados en conocerlo y en tener cierto trato con él.
Le tenía noticias: conmigo no sería así.
–¿Piensas comprarme una cerveza o te quedarás ahí parado hasta que un camión te atropelle? –le dije, empezando a caminar hacia la puerta de emergencias para entrar de una vez en el bar.
Admito que le di voluntad propia a mis caderas para que se contonearan un poco. Tan sólo un simple balanceo como para despertar al hombre detrás de mí.
Escuché sus pasos rápidos justo en el instante en que abría la puerta para entrar. Él surgió rozando mi espalda para sostener la puerta metálica como todo un caballero, dejándome pasar con comodidad.
Antes de que decidiera qué mesa ocupar, se aferró a mi cintura y me atrajo a un lateral de su cuerpo, guiándome hacia el fondo del lugar, donde había una barra de bebidas.
Despejó un taburete para mí y, haciendo uso de su gran figura, me cubrió lo suficiente como para que pudiera treparme al asiento y acomodar mejor mi falda. Ocupando el lugar a mi lado, lamentó no traer consigo una cazadora que pudiera prestarme para cubrir mi diminuta prenda inferior.
–No te preocupes. Ahora que estoy contigo, sé que no dejarás que nadie me mire de más –puntualicé.
Su expresión abandonó la diversión para volverse una de profunda seriedad. Me asustaba que fuera tan voluble.
–Si supieras cómo piensa la gente de por aquí... –rezongó–. ¿Estás seguro de que quieres que pelee con cualquiera que se atreva a mirarte? Podría mandar a alguien al hospital.
¡Oh! ¿Eso era lo que le preocupaba? ¿Qué alguien más intentara acercarse a mí?
Mantuvimos un duelo de miradas por poco tiempo, hasta que un chico con rasgos occidentales apareció del otro lado de la barra, con una sonrisa interesada dedicada sólo a Taehyung.
–Buenos días, me alegra verte por aquí de nuevo –le dijo en un perfecto coreano, sin siquiera enterarse de que yo también estaba ahí–. ¿Otra vez escapaste del colegio?
–Sabes que esa mierda no es lo mío.
Taehyung le conocía. Existía cierto trato entre ellos, por la forma en que se hablaban.
A mi lado, Kim sacó del bolsillo de su pantalón su cajetilla, la que debía confiscarle por segunda vez. Encendió un cigarro sobre sus labios y liberó el humo hacia un costado, mirándome.
–Creo saber cuál mierda es más tu estilo –continuó diciendo el extranjero.
Yo no dejaba de preguntarme ¿quién era ese sujeto tras el mostrador? ¿Por qué le brillaban tanto los ojos al ver a Taehyung? ¿Qué tipo de relación tenían? Mi parte curiosa necesitaba sacarse esa duda con urgencia, ya que algo en mi pecho se estrujaba al verle pululando alrededor de mi objetivo.
–Espero que tengas algo de lo que me diste el otro día –le presionó Taehyung, esta vez con su semblante serio tomando el control y quemando al desconocido con sus ojos grises. –Mientras tanto, pásale una cerveza a él, Tim –hizo un gesto con la cabeza en mi dirección, sacando una calada profunda a su cigarrillo.
El extranjero asintió, volviéndose para destapar una botella de medio litro de cerveza y dejarla frente a mí. Me brindó un asentimiento de cabeza para que aceptara lo que me ofrecía y se volvió en dirección a Taehyung.
Entrecerré los ojos, analizándole, a la vez que tomaba un sorbo de la botella. El tal Tim era bastante particular por su apariencia física, no por tener los ojos diferentes, redondos y celestes, sino por la palidez de su piel y el rubio platinado de su cabello. Claramente albino.
Había algo en su lenguaje corporal que me hacía sentir intimidado, ¿o tal vez amenazado sería la palabra correcta? No tengo idea. Lo cierto era que buscaba que Taehyung se fijara en él. En un momento, llegó a tomar el brazo tatuado de mi acompañante para atraerlo y susurrarle al oído, con complicidad.
¿Era su ligue o qué?
–Espérame aquí, Jimin. Ya vuelvo –ordenó la voz profunda de Tae, al terminar de escuchar lo que sea que Tim le dijo al oído.
Al ponerse de pie, posó su mano sobre mi rodilla descubierta, y me guiñó un ojo antes de desaparecer tras una puerta escondida que llevaba a los baños. Con eso casi se me pasa el hecho de que Tim entró detrás de él.
¿Qué era eso?
Mi alarma interior se disparó. Había algo raro entre esos dos, y no se trataba de un ligue. No, había algo más allá que no estaba distinguiendo.
Sujeté mi cerveza y bajé su contenido de una sentada hasta la mitad de la botella. Me limpié la boca con el dorso de la mano, dejando el envase con fuerza sobre el mostrador. Me sentía lo suficientemente envalentonado gracias al alcohol como para seguirlos hasta ese mugriento baño y descubrir qué se traían entre manos. Si no era más que un follón, regresaría a tomarme lo que quedaba de mi cerveza con la cabeza en alto.
Entonces fui hasta ellos. Apenas estuve dentro, divisé las figuras de ambos sujetos en el sector de lavatorios. El escenario que se presentó ante mí, me hizo tambalear por la conmoción.
Taehyung estaba de frente, inclinado sobre la mesada. Tenía en sus manos una tarjeta de crédito manchada en uno de sus bordes con lo que parecía ser un polvillo blanco, que llevó de inmediato a una de sus fosas nasales para aspirar con fuerza. Su cabeza se desplomó sobre sus hombros y sus ojos giraron hacia arriba, en una expresión de éxtasis total. Un gemido salió de su garganta, seguido de una risa seca.
No pude hacer más que quedarme ahí, de pie, anonadado. Me tapé la boca abierta con una mano, incapaz de creer lo que pasaba delante de mí. Estaba desilusionado, defraudado y enfurecido, todo al mismo tiempo.
Antes de que pudiera procesar qué decirle, se dio cuenta de mi presencia, teniendo todavía su nariz manchada de blanco. Me dio tanta impotencia ver el estado en el que se encontraba, completamente ido y con las pupilas comiéndose los bordes grises de sus irises, que estallé en lágrimas.
Yo estaba aquí para él, dispuesto a escucharle, a tratar de entender qué era lo que le pasaba, y él estaba tan tranquilo encerrado aquí con alguien que iba a destrozarle la vida llevándolo por ese camino.
–Jimin... –me llamó, tímido por primera vez.
Ver a alguien en el puro abandono de su persona, con la mirada perdida y la tristeza escrita en todo su semblante, era desgarrador. Sentí pena por él, por las razones de fondo que lo empujaron a consumir. Taehyung no estaba bien, y me observaba como si estuviera avergonzado de lo que estaba haciendo, empujándome a pensar que tal vez era la única salida que él encontraba para afrontar su dolor.
–Jimin –volvió a nombrarme. Esta vez, la voz se le quebró al final, sosteniendo una mueca desdichada. –Lo siento, Jimin.
–No le hagas caso, Tae.
Ese maldito. El albino hijo de puta se lo había dado. Él estaba detrás de este desastre y era el responsable de darle drogas a un menor de edad. Iba a pagar.
–¿Por qué no te vas a la mierda, enano maricón? –me gruñó Tim, pasando sus asquerosas manos por los hombros de Taehyung, anclándolas sobre su pecho en forma de un abrazo desde detrás. Apoyó el mentón sobre su hombro izquierdo y volvió a susurrarle algo al oído.
–Vete, Jimin, por favor. Espérame en la barra –me rogó Taehyung.
Tambaleándose por el peso extra, intentó quitarse a Tim de encima, sin éxito.
–No voy a irme a ningún lado. Mira cómo estás –grazné, limpiándome los lagrimones que me caían por la cara con el dorso de mi camisa del uniforme. –Kim Taehyung, llamemos a tus padr...
–¡Cierra la boca! ¡Nadie llamará a nadie, ¿me oyes?! Perjudicarás a Taehyung si haces eso, niñato estúpido.
El aire escapó a través de mi boca con una expresión angustiada. ¿De verdad el extranjero pretendía mandarme a callar? Y, como si fuera poco, ¿poner en riesgo la vida de alguien sólo por no querer líos? Ah, no.
–Vas a ir a la cárcel –lo señalé con un dedo acusatorio, a la vez que sacaba mi celular de la cintura con la otra. –Llamaré a la policía. Te encerrarán por posesión y por drogar a un menor de edad.
Comencé a marcar al 911 con rapidez, pero no fui lo suficientemente rápido.
Taehyung interceptó mi teléfono, sujetándolo por un extremo, sin llegar a quitármelo.
–No llames a nadie, te lo estoy pidiendo bien, Jimin.
Me enfrenté a él, rogándole con la mirada que no hiciera esto.
Obedecer a lo que me pedía era como hacer la vista gorda, dejándole que se consumiera solo, con una "amistad" que claramente no quería lo mejor para él. No merecía que lo dejara a su suerte.
Pero no era mi decisión y no tenía autoridad como para demandarle quedarse conmigo.
Salí de allí pensando que lo estaba abandonando. Cuando llegamos, no se me pasó por la cabeza que él quisiera venir por algo más fuerte que una cerveza. Tal vez era su excusa para buscar a su vendedor o era posible que fuera su primera vez experimentando con las drogas, sólo él lo sabía.
Y yo no iba a quedarme un segundo más para averiguarlo, con lo mal que me sentía.
Limpiándome la cara, busqué el número de Jungkook en mi agenda y le envié un mensaje para que viniera a recogerme. Como sólo sabía el nombre del bar, tuve que consultar con algunas personas cuál era la dirección exacta. Para mi buena suerte, fueron amables y serviciales, sin segundas intenciones. Lo agradecí porque, sin Taehyung, carecía de protección.
A los cinco minutos, recibí una llamada de mi novio.
–Jimin, ¿qué está pasando? Se supone que estabas en el colegio –fue lo primero que me recriminó.
–Es una larga historia. ¿Puedes venir?
Se escuchó un suspiro hondo del otro lado de la línea, seguido de la ausencia de su voz. Me empecé a preocupar y poner nervioso. Suponía qué pensaría de mí, estando en un lugar como este tras escaparme del instituto, cuando yo nunca en mi vida hice algo como esto.
–Estoy sin coche, Jimin.
Mierda. Inconveniente. Y además lo estaba metiendo en aprietos por pretender que se escapara de clases.
–Puedes ir hasta mi aula e inventarle a mi profesora que tuve una emergencia familiar –le ofrecí como excusa. –Dile que te llevarás mis cosas y vienes conmigo. Lo mismo le puedes decir a tu profesor. En mi mochila tengo las llaves del auto.
–Está bien, lo haré. No te muevas de ahí que ya salgo para allá. Y tendremos que hablar de esto porque están corriendo rumores sobre ti y Kim Taehyung. No soporto que los demás hablen mentiras de ti y lo sabes.
Tragué saliva. Maldita sea la gente y sus bocazas. ¿Costaba tanto mantener el pico cerrado?
De cualquier forma, no tenía otra opción. Tendría que contarle lo referente a Taehyung para que entendiera. No iba a esconderle nada.
Aun así, tenía miedo de perderlo. El estallido de los rumores de mi escape con Taehyung podrían poner en peligro lo que teníamos y le darían un motivo para creer que no me tomaba en serio nuestra relación, que me había escapado con otro hombre porque quería tener una aventura.
–Kook, ¿confías en mí?
–Claro que confío en ti, pequeño. ¿Por qué me preguntas eso a estas alturas? Creí que estaba más que claro.
Él era tan sincero, transparente, mientras yo estaba aquí engañándole con la mezcla de sentimientos encontrados que me atenazaban con Taehyung cerca. No podía soportarlo.
–Te amo, Kookie –le dije en un susurro apagado. –Te amo tanto que no quiero arruinarlo.
–¡¿Jimin?! Espérame que ya voy, ¿sí? No vas a arruinar nada. Sólo es un tonto rumor que me encargaré de desmentir.
Ojalá fuera sólo un rumor.
Soy como el ave fénix, resurgiendo de mis cenizas para traerles este capítulo más largo de lo habitual, a modo de disculpa. Es que hace 2 semanas empecé la uni y ya estoy super atrasada, sin contar todo lo que pasé 😢💔
Pero bueno, che. Se viene un Jungkook protector celoso y no estoy preparada para eso. O si. ¡Ah! Prepárense para conocer a la señora Park 🙈
Pensé en ustedes todo este tiempo. No quería presionarme a escribir algo que no me convenza y que no saliera de mi ❤ Espero lo hayan disfrutado. Muchos cariñitos para cada belleza que lea hasta aquí. Manténganse fuertes y Stay Alive! 😘💕
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