CAPÍTULO 30: El principio del resto de nuestras vidas
Jimin
El último timbre de recreo del año sonó, y con él, los pasillos fueron perdiendo poco a poco su silencio para ser llenados por el acostumbrado bullicio de las charlas de adolescentes. Me abrí paso entre el tumulto para ir en busca de mis chicos, saludando en el camino a un par de conocidos.
Si tenía que hacer un balance sobre cómo fue esta etapa de mi vida, diría que la calificaría como una montaña rusa de emociones. Jamás creí que terminaría liándome con dos chicos increíbles después de que casi se arrancaran los ojos por mí. Eran tan diferentes como el agua y el aceite, pero quizás eso mismo fue lo que permitió que encajáramos juntos. Con ellos, cada cosa era una experiencia desde cero, como un nuevo tema de conversación, reuniones impredecibles y sexo fuera de lo habitual. ¡Y todavía nos estábamos descubriendo!
Ahí estábamos, mejorando la convivencia contra cualquier pronóstico favorable. La clave estaba en la comunicación y la confianza, agachar la cabeza cuando convenía, ceder de vez en cuando y tirar los tres para el mismo lado. Porque si una relación entre dos era difícil, una entre tres se volvería imposible.
Sin embargo, lo logramos. Conseguimos equilibrarnos, respetarnos y amarnos de forma armoniosa. Tanto así que hasta en el instituto se acostumbraron a vernos tonteando, después de cotillear por al menos un mes. Les dejé que hablaran. Al final del día eran sólo un par de personas descontentas con su vida mientras que yo tenía dos enormes razones para estar satisfecho con mis elecciones.
Ya nadie decía nada en los pasillos sobre los tres chiflados que estaban juntos. Mira que robar los corazones de los dos chicos más cotizados y tenerlos coladitos por mí, ponía a rabiar a más de una persona.
Del otro lado del pasillo por el que avanzaba, llegando al final, encontré un grupo de gente agolpado encima del pizarrón de las calificaciones de los de quinto año. Recordé que las notas de las evaluaciones finales del curso de Jungkook y Taehyung serían exhibidas hoy, por lo que me apresuré a buscarlos en medio del caos. Quería saber cómo les había ido, especialmente a Taehyung, que debía recuperar la mitad del curso que había desaprobado por culpa de su pataleta de "chico malo".
Los encontré tranquilos, conversando justo del lado opuesto de la muchedumbre que se empujaba entre sí para tener apenas un vistazo de una nota que tenía el poder de acabar o comenzar con su futuro en una universidad. Los saludé con la mano, a pesar de que sólo Taehyung era el que podía verme; Jungkook estaba de espaldas. Me hizo un gesto con la mano llamándome.
Admiré lo bien que les sentaba el uniforme: uno lo llevaba con una impronta más informal, con el cuello de la camisa abierto mostrando un poco de clavículas y pecho bordados en tinta, mientras que el otro se atenía a las normas claras de etiqueta, con la camisa cerrada y ajustada al torso, la corbata reglamentaria y el saco bien planchado.
—Deja de mostrar tanta piel —me quejé, abrochándole a Taehyung los botones rebeldes. En realidad, no lo hacía por celos, sino que me gustaba molestarle. Él se creía todo un seductor, dejando que los demás observaran lo que no podían tocar.
—Y tú deja de mostrar tanta carne, que no estamos en un sitio donde pueda comerla —respondió, seguido de un tirón a mi falda para bajarla los escasos milímetros que permitía. No había reglas respecto a la medida de las mismas, no podían culparme por acortarla para lucir mis piernas.
Jungkook chasqueó los labios y le dio un empujón al hombro de Taehyung.
—¿De qué mierda te quejas si sabes que se la sacaremos al final de clases? —dijo, con una sonrisa equiparable a las retorcidas de mi otro novio.
Extendió un brazo para tomarme de la cintura y me atrajo a su costado, anclándome junto a él. Dejó un beso de saludo en mi boca y me lo quedé mirando, anonadado. Jeon Jungkook diciendo malas palabras era un mundo nuevo todavía inexplorado. Curioso... y excitante.
—Quién diría que el hijo de oro de los Jeon podía hablar como camionero. Te estás descarriando —se burló Tae.
—Lo llevaste por el mal camino. Asume la responsabilidad.
—Digo lo que quiero. No hace falta que nadie se responsabilice por lo que sale de mi boca, gracias —respondió Kook. Hizo una pausa, seguida de un suspiro cargado. Posteriormente, pegó su nariz a mi oreja y susurró: —Espero nos desfiles esa faldita tan corta, Minnie. Tenemos que festejar.
Casi olvido el motivo por el que quería verles.
—¿Cómo les fue?
—Cómo me fue, querrás decir, si ya sabes que el cerebrito aprueba todo —opinó Tae, puchereando y cruzándose de brazos.
—¿Y bien...? —alargué la pregunta. El maldito se hacía el interesante creando suspenso cuando los nervios me carcomían.
—¡Aprobé!
Chillé, emocionado por su victoria, cosa que ni siquiera molestó a las personas a nuestro alrededor. Me colgué de su cuello con ambas manos, mientras me aproximaba a sus labios y los besaba varias veces, un pico detrás de otro.
—Sabía que podías hacerlo, TaeTae.
—No lo hubiese conseguido sin las tutorías del presidente de la clase. Muchas gracias —le quitó mérito a su logro y observó de manera significativa a Jungkook, que se encogió de hombros como si no hubiera tenido nada que ver.
—Tú hubieras hecho lo mismo.
Me mordí el labio inferior, tratando de ocultar una sonrisa. Qué cambio tremendo se había logrado entre ambos.
Era de las pocas veces que Tae reconocía la ayuda de alguien más. Le costaba tener ese tipo de actitudes hacia otras personas aparte de mí, porque era desconfiado y orgulloso. Verle dejar de lado su naturaleza me inflaba el pecho, porque era con estas pequeñas actitudes que me daba cuenta de su intento por cambiar y dejarse querer. No era fácil para él venir de una familia llena de conflictos y desapegos y pretender crear una asociación madura con dos personas. Iba aprendiendo a su ritmo.
Claro que Kook aprendió a cuidarlo. Tenían una amistad íntima desde que nos unimos los tres. Kook constituía la parte calmadamente reflexiva mientras Tae era la parte activamente aventurera, complementándose como un ying-yang. Fui testigo de la aceptación y voluntad de mi novio de infancia durante todo este nuevo proceso de adaptación. Sentía un amor tan grande por mí, que no terminaría de agradecerle nunca. Esta relación era posible sólo gracias a él, que me permitió integrar a una persona más dentro de nuestra unión especial. Pero no sólo lo aceptó, sino que también lo acompañó, le tomó de la mano y fue paciente enseñándole el camino correcto. Tae se encerraba en su cabeza, era terco y a veces veía las cosas como blanco o negro. Jungkook lograba bajarle los cables a tierra y recordarle que, entre blanco y negro, también existían los grises.
Los amaba un montón. Eran mis grandotes, mis dos hombrecitos valerosos. Tenían mi corazón y mente enteros, sólo para ellos.
¿No es curioso cómo trabaja el destino? Es como una rueda de la fortuna. Cuando quiere, nos eleva hasta lo más alto, nos muestra lo más hermoso de la vida en la compañía y el afecto más puros que pueden existir. Pero es en los altibajos, cuando descendemos a los lugares más solitarios y destructivos de nuestra alma donde debemos asumir nuestras responsabilidades, responder ante la pérdida de nuestro eje. Nos toca enfrentar la tempestad de frente, en busca de nuestra resiliencia, para poder salir del mar embravecido y alcanzar el horizonte sereno que necesitamos para prosperar y no hundirnos. Otra vez en busca de ese subidón. Otra vez en busca de la luz que nos guíe por el buen camino, que nos arrope y nos diga que todo estará bien, que seremos recompensados tras el mal trago con el amor más honesto que existe en el universo.
Lo merecemos, no hay que dudarlo nunca. El amor infinito está ahí para todo aquel que sea capaz de soltar el peso del pasado y tomarlo. Así como Tae soltó las cadenas de sus adicciones, que lo mantenían en la oscuridad. La venda liberó sus ojos para que pudiera descubrir que el amor era posible para él. No con una, sino con dos personas que estaban dispuestas a ser sus muletas y enseñarle a caminar de nuevo.
Cada uno giró a su ritmo, como tres soles imponentes que no sabían cómo ponerse de acuerdo y tiraban en todas direcciones hasta que, de tantas vueltas, conseguimos terminar en la misma órbita, más cerca uno de otro. Perdimos mucho en el camino, pero ganamos algo sin dudas valioso: estar más unidos y fuertes que nunca.
Supimos aprovechar cada giro para encontrar nuestro equilibrio, porque si vamos a ser una tríada, necesitamos ser los más sólidos, los tres lados por igual. Sólo así podemos crecer juntos y construir un futuro hacia nuestra felicidad.
Dejé la última caja que transportaba en mis manos encima del suelo alfombrado de la entrada. Había estado colaborando con la mudanza de Jungkook y Taehyung a lo que sería nuestro departamento de estudio, el que fue obsequio de nuestros padres. Ellos estudiarían juntos en la universidad de Seúl, a pocas cuadras de distancia; uno estaría en medicina y el otro en abogacía, por lo que decidieron compartir gastos en una misma residencia. Querían mantener su propio espacio, sin la presión de sus padres, y tener al mismo tiempo un lugar que podamos compartir los tres. Por supuesto que a mí me incluían para los fines de semana o en ocasiones especiales, ya que debía terminar los dos últimos años que me faltaban de secundaria antes de pensar a qué universidad apuntaría.
Me quité las zapatillas en el descanso, tomé las pantuflas que compraron especialmente para mí y cargué la caja hasta la sala, donde di con mis chicos, dormidos y acurrucados como polluelos en el sillón de dos cuerpos. La mudanza los tenía tan destruidos que ni siquiera quisieron colocar las sábanas en sus colchones para poder estar más cómodos. Se limitaron a sentarse como pudieron y taparse con un cobertor. Parecía que estuvieron jugando videojuegos hasta tarde. Los controles de la play station estaban en el suelo junto con envoltorios de comida comprada y palillos.
El departamento era en realidad para dos personas, y estaba atiborrado hasta el techo de cajas rotuladas sin abrir. Tenía un estar-comedor integrado con la cocina y disponía de dos habitaciones con un único baño. Los electrodomésticos habían sido todos regalo de la familia de Jungkook, mientras que la familia de Tae contribuyó con los muebles. Mi padre acordó cumplir con el pago de las expensas y servicios durante el tiempo que los tres estuviéramos estudiando. Así se repartieron más o menos equitativamente.
Por supuesto que insistieron en conseguir un cuatro ambientes para que cada uno tuviera su propia habitación, pero me pareció exagerado. Compartiríamos una cama king entre los tres y estudiaríamos en la biblioteca. El segundo cuarto sería utilizado más para visitas —o para acumular cosas, en su defecto—.
Era hora de que los dormilones despertaran, por lo que levanté la persiana, así la claridad de las diez de la mañana se encargaba de despertarlos poco a poco. Fui para la cocina y me dispuse a prepararles algo porque eran tan descuidados que ni siquiera mantenían una dieta sana. Comían a deshoras y cuando no cocinaba Jungkook, pedían delivery. Eso no era sano para dos hombres en desarrollo. Entonces preparé una masa para panqueques y me dispuse a hacerlos.
Uno de ellos asomó la cabeza desde detrás de la barra de desayuno cuando el aroma de la cocción fue dispersándose entre los rincones. Se refregó los ojos con modorra y bostezó, haciéndose notar.
—Buenos días, niño grande —lo saludé, sin despegar la vista de la sartén.
—Quiero un beso —gruñó Jungkook, dando la vuelta mientras arrastraba los pies. Su peso pronto estorbó contra mi espalda. Se abrazó a mi cintura y apoyó la cabeza sobre mis hombros, observando cada movimiento que hacía.
—Deberías lavarte los dientes primero.
—¿Huelo tan mal?
—Como un dragón, amor —después de dar vuelta un panqueque, giré el rostro y le obsequié un beso casto—. Anda, ve a lavarte la cara, que esto enseguida estará listo.
Kook no lo tomó a mal, pero elaboró una queja sonora y volvió a irse arrastrando los pies, esta vez en dirección al baño.
Quizás haya despertado a Tae en el camino, ya que apareció desvergonzadamente a los pocos minutos. Su cara estaba hinchada y tenía la misma expresión de molestia que Jungkook por tener que interrumpir un sueño grato.
—Al fin algo de comida casera.
—¿No has probado con mirar algún tutorial de cocina en internet? No puedes esperar que Kook o yo hagamos todo por ti, mi amor—repliqué, lanzándole una mueca con la ceja levantada.
—La última vez que lo intenté, el detector de humo hizo salir a todo el complejo, bebé.
Demonios. Lo recordaba.
Quiso hacer tortitas por nuestro cumple mes de noviazgo y se olvidó la masa dentro del horno por más de una hora. Valoraba su esfuerzo, por supuesto, pero la prevención de un incendio estaba primero. Y eso implicaba tenerlo lejos de cualquier artefacto que fuera capaz de cocinar.
—¿Se acostaron tarde anoche? —pregunté, echando una ojeada a lo bien que le quedaba el jogging de gimnasia con una remera holgada, que dejaba visibles los tatuajes de sus brazos. Su cabello revuelto le daba el toque salvaje.
—Como a las cinco.
Dejé el plato con panqueques sobre el desayunador, junto con los platos y los palillos. Él buscó algunas frutas de la heladera y agua mineral.
Le costaba adaptarse. Debía resultarle una experiencia nueva tener que hacer las cosas por sí mismo, acostumbrado desde niño a que la servidumbre se ocupara de todo.
—¿Te quedarás hasta el domingo? —habló, con la voz todavía pastosa por el sueño y sacando un taburete para sentarse. Empezó a masticar una manzana que había traído.
—¿Vas a aguantarme roncando en tu cama por dos días?
—Voy a joderte todo el maldito fin de semana. Ni pienses que te dejaré dormir.
Las comisuras de mi boca se alzaron. Lucía tan sexy cuando decía esas cosas con expresión seria. Como si no hubiera dudas de que lo iba a hacer. Esa seguridad en sí mismo era lo que más me gustaba.
—Quizás deje que lo hagas —respondí, untando un poco de salsa de chocolate en mi panqueque.
—Espero que ese plan me incluya a mí —apreció Jungkook, con el cabello húmedo tirado hacia atrás y mejor semblante.
Robó mi comida, dándole un mordisco descarado que me dejó sin más de la mitad, para a continuación dejar los restos en mi plato como si nada.
—Está delicioso —alabó, rodando los ojos.
—Por lo que acabas de hacer, quedas fuera.
—Eso no es justo, Minnie —se quejó, sentándose del otro lado de la barra, frente a Tae y a mí.
—Pues entonces tendrás que convencerme...
Kook enarcó una ceja.
—¿Ahora?
Puse los ojos en blanco.
—Déjame comer algo —suspiré—. Tengo el estómago vacío. A menos que quieras aprovecharte de una persona desmayada, te aconsejo dejarme comer.
—Se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo —opinó Taehyung mientras daba sorbos al agua mineral.
¿Por qué no lo había pensado antes? Kim Taehyung siempre tenía ideas pervertidas rondando en su cabeza. Apuesto a que tenía una fantasía para cada actividad del día, en cada rincón de este departamento.
—¿Saben qué? Tienen razón —dije.
Me quité la remera por encima de la cabeza, tomé la salsa de chocolate y eché una línea encima de mis pezones, erectos por la expectativa. Los ojos de ambos trazaron el recorrido de la sustancia líquida como si hubieran sido hipnotizados. Veían algo de piel y eso parecía activar su instinto depredador.
—¿Quién irá primero? —los desafié, terminando de engullir el último trozo de panqueque antes de que sus bocas se adueñaran de ambos lados de mi pecho.
Esto era exactamente lo que esperaba de ellos: tenerlos reclamando cada mitad de mi alma, llenando cada vacío, calentando cada fibra de mi cuerpo. Ser felices, eternos, colmados y satisfechos de mutuo amor, para poder enfrentarnos al principio del resto de nuestras vidas con nuestras bases sólidas, intocables.
FIN
¡Aaaaaaah, el final ha llegado a nuestras vidas! *Inserte meme de Homero con traje*
Muchísimas gracias por el apoyo, el cariño y la incondicionalidad dedicada a lo largo de esta bellísima historia. Poder darle color a este trío siempre me ha hecho muy feliz, porque fue mi primer Vminkook. Y en este último tiempo donde nos hacen tanta falta nuestros chicos y me tocó pasar por otras tantas cosas, esta historia se convirtió en mi pequeño refugio. Hoy decirle adiós es difícil, pero sé que vendrán otras mejores 💖😍
Espero que se haya ganado sus corazones también. Si han llegado hasta aquí, me dejan muy contenta y satisfecha por haberse tomado el tiempo para leer. Les espero para los extras! Besitos y cariños, bellezas! 💕
-Neremet-
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